La niñez es la etapa de la vida en que una persona puede disfrutar más, no existen problemas y si se hallara alguno quizá sea resuelto por nuestros padres, puede ser la etapa donde una persona es más sensible, donde encuentra dentro de ella misma quién es en este gran juego, qué es lo que quiere lograr y qué es lo que desea con más ganas.
Los fracasos por ejemplo son el comienzo de la formación de nuevos caracteres de la personalidad, una forma que va cambiando la manera de adaptarse en el mundo. ¿Cómo fue la creación de nuevos seres? ¡Evolución!, Porque empezamos siendo una o dos células hasta que completamos un solo ser, “Seres” que se acoplan y dibujan una gran línea llamada metas o mejor dicho “Necesidades para vivir”, necesidad de entender su alrededor, de descubrirlo, de sobrevivir a pesar de lo difícil que eso sea. Algunos pueden y otros simplemente existen.
La niñez es la etapa más patética de la vida, quizá la etapa donde se expresan con mejor sinceridad todos los sentimientos, donde se aprende a mentir, donde se aprende el camino y el significado de las cosas, y las acciones: “Las cosas”; todo lo que para una persona es importante.
Como mi libro de Biología y Antropología uno que encontré en la biblioteca la noche antes de la feria de química. Mi proyecto estaba terminado y ese gran libro de pasta gruesa color vino tinto que estaba abandonado en medio del corredor cerca de la hemeroteca la cual es por cierto mi primera oficina favorita en la escuela, ese libro fue el comienzo de algo importante no solo en mi vida biológica sino también en mi vida espiritual.
Estaba solito, indefenso, a dos metros antes de llegar a las escaleras que llevan al segundo piso, muy polvoriento, esperando que alguien lo recogiera, gritándole a la gente que lo pisen, que lo toquen, que alguien se atreva a leer una de esas páginas amarillas con olor a vejez.
No imaginé que al adoptarlo expandiría una mente débil e incrédula, que al mismo tiempo metería en ella un nuevo pensamiento distinto, curioso y alucinado.
¿Cómo sé si todo lo que veo existe? o mejor aún ¿Cómo sé si existe algo más allá de lo que pueden ver mis ojos?
Cómo saber si existe eso que veo fuera de mi ventana en las noches de fuerte lluvia y tormenta, cuando el viento mueve las cortinas, las abre, las azota contra el marco de madera. Cuando me pongo nerviosa sé que está ahí afuera y que me mira fijamente, que me estudia, me vigila, me quiere volver loca observando detenidamente cada movimiento que realizo desde aquella rama… ¡Miren! Ese enorme árbol frente a mi casa.
Tengo miedo no sé por qué, tengo diez años y puedo estar imaginando cosas, las que en mis pesadillas se aparecen, que no se atreven a mirar en aquella dirección, tras la ventana de mi cuarto prefiero estar debajo de las sábanas, escondida, protegida, huyendo del ruido de la lluvia y la tormenta que es común a la mitad del verano.
Ya comienzo a perder el tiempo porque no puedo dormir, le daba la espalda a la ventana, estaba sudando tanto, tenía mucho calor, necesitaba ver qué había ahí ¡Ahí! ¿Qué hay ahí?, estaba pensando que si me movía sutilmente no se iba a dar cuenta así que planeé deslizarme por la cama y llegar al borde de la ventana que ya hacía con las bisagras tan viejas que daban un concierto de ronquidos agudos. Me escabullí lentamente hasta llegar al filo de esta, me arrastré y llegué a la pared junto a la ventana. La cortina se movía por el aire que soplaba tan amargamente, quería arrancar todo desde la base y al mismo tiempo me daba ventaja de ver en el filo con un solo ojo lo que nunca hubiera imaginado que estaría sobre esas ramas.
Su silueta era tan perturbadora, no tenía cabello largo en lo que parecía su cráneo, su piel era transparente o gris pero el reflejo de la luna hacía que brille como una estrella azul, tal vez sólo es un reflejo, me repetía la razón y mi cuerpo, mis emociones aterradas eran naturales y daba pena.
Quería describirle a mi mente cómo estaba vestido, pero en su superficie solo era una silueta corporal, será ella o quizá él, será eso o quizá aquello, qué más da no pierdo tiempo, y el sudor y sofocación casi me costaban la respiración.
Agachado cual anfibio sobre una hoja de río, tira su cuerpo hacia el tronco del árbol desde mi izquierda que de él sería su derecha. Tenía ojos grandes azules que parecían del mar en la noche, estos brillaban y me miraban sin saber que me escondía detrás de la cortina florada. ¡BANG! Un rayo y luego un estruendo que ilumina como el flash de una gran cámara nocturna colosal, y lo vi más claro, me asusté, retrocedí, me acosté en la pared y pensé que si no fuera por aquel libro en este mismo momento esto que veo solo es un espectro y no como mi mente se va y se va más allá, quería clasificar del mismo antepasado homínido, los primeros Australopitecos.
¿Qué hace aquello fuera de mi habitación? si solo vino a observar… Es lógico que pueda ahuyentarlo, este es mi territorio, mi habitación, mi mundo, y aquel desconocido no tiene derecho de quitarme esta seguridad.
Si lo asusto vendrá por mí, quizá algún día quiera comerme, lastimarme. Con solo pensar que infiere en mi habitación, ya me está dando dolor de estómago.
Tomo valor, como la niña que soy y le grito una palabra fuerte.
!BUUUUUUUU! (Que en muchos lugares se considera palabra)
De pronto me di cuenta que no había notado mis movimientos de la cama a la ventana, que puede ser humano y además cobarde, que saltó del susto como si hubiera visto lo peor de su vida (Aclaro que por el susto)
Se paró, se fue corriendo, me asusté de su grandísimo poder y tamaño… Y… Y… YYYY!
Pero otra historia llega desde aquella vez que esta niña inocente jugaba a que los monstruos no salían del armario, sino que se colgaban de los árboles, se volvían cobardes y de pronto desaparecían. Esa niña que corrió al siguiente día para contárselo a todo el mundo, y que cuando todos se rieron de ella supo que no podía más que contar con su propia creencia, con esa fe que no tenía discusión y con toda su poca inocente experiencia.
Siete años ya había pasado buscando sus propias respuestas, ahora era una aficionada y prematura estudiante de Antropología.
Alguien perdió su libro, ese de pasta rojo vino, aquel de amarillas páginas viejas. No volvería a encontrarlo más, no entre a la hemeroteca y ofimática, y menos antes de mi nuevo proyecto de ciencias.
Ya es hora de dormir, lo recuerdo todo, casi como si hubiera sido ayer..
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