-Es un odioso…- Hermione lo veía frente a ella mientras este daba un paso lento al ritmo de la música de violín y saxo.
El organizador de la fiesta pertenecía a la casa de Ravenclaw y se había inspirado en un término anual lento, elegante, social y romántico en comparación del año anterior donde llevaron unos rockers desaliñados que aparentaba uso de sustancias ilícitas muggle.
Bueno, esa era la humilde opinión del organizador.
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Entre las tonadas cruzadas del intenso violín y el instrumento de viento se podía percibir la vibración fuerte de los sentidos, la unificación incluso de todas las parejas.
Para Snape el baile era perfecto como si todo hubiera pasado en el momento perfecto, así se decía repetidas veces porque no quería quedarse con los recuerdos malos.
Tocar la piel de Hermione era como ese contacto que recorrió su nuca el día que la escuchó llorar por dolor, era penetrante, era desesperante. Su respiración calma, su aire suave e inocente lo cortaba hasta los huesos y su aroma ligero a manzanilla lo rodeaba como torbellino que se clava en el suelo y destruye todo al alrededor. Lo ponía débil y no sabía cómo sobreponerse en segundos para seguir en esa actitud autoritaria de siempre.
Se moría de amor.
-No me has respondido aún.- Reclamó en baja voz, su rostro era exigente.
-Y no te responderé hoy, Sr. Snape.- Propia como siempre, la joven no quería ser amedrentada por eso lo trataba con respeto.
Su tono calmo no le cayó bien al mago.
-¡Me revienta tu actitud, niña!- La sostenía de una mano y la cintura, habían decidido bailar una pieza, la cual era bastante larga. -Deberías largar a ese estúpido niño, acosa a las estudiantes.
-Es inofensivo, no lo mire y listo.- Respiro inquieta. -Además no le estoy haciendo nada y usted sí a mí.
-¿Y yo qué te hago?- Se hizo el que no sabía nada.
-Me detienes, no me dejas ir sola a ningún lado, ni al baño.
-Todos deben saber que aunque mi pareja es el Sr. Neville, vine por ti esta noche.
Hermione sonrió, no pudo evitarlo a pesar del momento incómodo, el hombre estaba pegado a ella, siempre la sostenía de la cintura al caminar y en el baile peor, se lucía por gallardo, tenía que verse bien frente a esa hermosa mujer.
Y en ese preciso instante que Snape notó el sonreír delicado de sus labios carmín, la apretó contra él y la abrazó sin dejar de bailar.
No eran los únicos ahí dando un espectáculo de baile, de hecho era el año en que más personas se habían invitado con razón a celebrar el término de un año en Hogwarts, muchos egresados y ex profesores o ayudantes de estos estaban ahí, el lugar estaba lleno, la pista hacinada con participación y la iluminación que concordaba con la orquesta los cubría en un manto íntimo coqueto.
Ella puso su rostro en su pecho y correspondió gustosa, lo abrazo como antes lo hacía.
-Te necesito tanto.- Le susurró en el oído con un tono rendido y grave. Snape no sólo deseó decirlo sino que su corazón lo empujó a la fuerza para levantarlo por la garganta y expulsarlo por sus labios delgados y pálidos.
-Y yo a ti…- Respondió la joven débilmente. -Te necesito también.- No quiso mencionar nada más, era el presente oportuno.
***
Por otro lado el joven Neville estaba alcoholizado, no se había medido mucho con el vino y casi se había acabado la bandeja de ostiones y chicharrón de calamar con salsa blanca tártara.
Tenía una actitud rendida, Hermione nunca se dio cuenta que esa amistad cercana e incondicional en realidad era que estaba interesado en ella, no sólo para robarle un beso sino para cuidar de su corazón.
Pero todo eso se había ido al caño el día que el hombre apareció en su jardín, el hombre que se supone no iba a salir más de azkaban.
-Vigila a los tóxicos, Hagrid.- Dijo la Bruja Mayor, el evento era un éxito pero sabía que si Snape y Hermione estaban ahí podía ocurrir cualquier cosa al no llegar juntos.
-Lo hago, Sra. Directora.- Dijo Hagrid, el guarda llaves. -Estoy atento a Snape.
El semi gigante no había olvidado el día en que Snape le prometió amar a la jovencita cuando los seguía por encargo de la profesora antes de que estos viajen solos supuestamente a buscar a los progenitores de la pequeña en el tren de Hogwarts.
Él sabía que Snape la quería, no era un capricho, un gusto quitado por el momento, el hombre bien vestido de cabellos negros con la capa en un hombro moría por ella, tanto así que se entregó a azkaban al darse cuenta que la había lastimado.
Pero lo que pasó con los padres de Hermione en ese pasado no muy lejano fue que se quedaron donde estaban, ella había renunciado a tenerlos de nuevo al menos un tiempo más.
***
-Fui yo, directora.- Neville estaba herido. Su cuello de camisa era un desastre, el saco del smoking tirado en alguna silla, los botones de su camisa de seda azul abiertos y en su mano derecha una botella de vino blanco porque el rojo se lo había acabado solito.
Estaba frente a McGonagall dando una impresión confusa.
-¿De qué habla, señor Lombuttum?
-El día que encontraron el cuerpo del profesor tomé muestras de su sangre en el suelo para hacer pruebas, sabía que se había previsto ante el veneno de la mascota de Voldemort. Yo… Me quedé esa muestra hasta antes de la graduación y se la puse en una taza de té para que cuando tome a Hermione le haga el daño suficiente que la mande a San mungo.
La profesora fue cambiando el rostro, este se transformó en pavor.
-¿Por qué dice eso en este momento? ¿Cómo es tan imprudente, no se ha dado cuenta que el Sr. Snape puede asesinarlo?
Snape volteó a verlos y frunció el ceño, a pesar de su lejanía escuchó su nombre bastante claro de los labios de la directora.
-Entonces, ¿Todo este tiempo me has engañando con hombres de canas en la barba?- Snape estaba atento a saber todo, su voz era interesante al punto de ser un reclamo grave.
-No, sabes que no.- Le dijo suave viéndolo a los ojos. La jovencita no quería pelear esa noche, no quería alborotos, no quería llamar la atención.
-¿Cómo puedo saberlo si estuve mucho tiempo lejos?- Snape tenía razón ¿Cuál era su seguridad?
-Entra en mi mente, busca y no hallarás nada. Tienes que confiar en lo que digo.
-Te creo, te creo jovencita.- Hizo una reverencia leve al terminar la canción. -Vayamos a la torre de astronomía.- Quería seguir a la directora, Hagrid y Neville.
-¿Podemos?- Preguntó curiosa.
-Sí.
Snape le dejaba andar delante de él, en ese instante no había por qué marcar el mando y además podía indagar mientras tanto.
Antes de llegar a la escalera el mayor se adelantó y con una seña de mano hizo que su joven novia espere.
-Creo que está ocupado allá arriba.- Fingía no saber.
Agudizó el oído junto a ella.
“Yo puse el veneno en su taza de té… Creí que con el suficiente podría parar de estar cerca, de querer tocarla…”
Aquello fue lo más claro que escuchó, era voz de Neville.
Snape abrió los ojos al sospechar de qué hablaba y ella, la jovencita sintió temor al verle el ceño grave.
El pocionista desapareció y ella empezó a subir los escalones a toda prisa con horror, su mente se adelantaba a una desgracia.
Y no estaba tan equivocada.
La directora quien veía atenta al portal donde Neville estaba parado en contra luz, saltó y gritó al ver aparecer a Snape detrás de él, en el borde de ese umbral nocturno como si lo estuviera acechando.
-¿Usted puso qué veneno en la taza de quién, Lombuttum?- El joven cerró los ojos resignado.
Estaba dolido, triste, ya no le importaba nada.
Hermione llegó con ellos pero se quedó quieta detrás de Hagrid.
-Yo puse el veneno en su taza de té.- Soltó sin titubear, triste, arrepentido.
Snape acomodó sus ropas y sonrió extraño, dio un paso hacia el joven quien ahora lo veía a los ojos, o bueno, intentaba ver sus ojos contra luz.
-Aurores.- Dijo Minerva y estos ya estaban ahí.
Dos estaban afuera en el aire al lado del pocionista y los otros dos a unos pasos delante del joven, derecha e izquierda.
-¿En mi taza colocaste veneno de qué?- Snape quería que lo repita.
-De serpiente… De… Nagini.
El pocionista soltó una “Já” explosivo, sin creer lo que decía el ex alumno.
Neville continuó.
-Lo tuve conmigo para estudiarlo pero Hermione me contó de usted y ella… Creí que debía salvarla…
Snape dio otro paso y ya tenía los brazos de los autores sujetándolo de los hombros.
Neville siguió.
-… En su taza de té, lo coloqué antes de que la toque de nuevo por última vez antes del baile, unas cuantas ramitas contaminadas le hicieron daño.- Empezó a llorar asustado.
Hermione tapó su boca siendo poseída por la intranquilidad y el coraje.
-¡Ohh aquél té con sabor a niño muerto!- Hizo la mirada fija y enseñó los dientes como si fuera un monstruo.
Se tensó tanto tanto que sus músculos fibrosos saltaron hasta de sus manos.
Miró por encima de su hombro a los aurores para que lo suelten.
Y en menos de un segundos ya tenía a Neville del cuello con ambas manos.
-¡Voy a matarte, sabías que esto pasaría!- No habría escapatoria para el joven ebrio.
-Voy a ordenar la restitución de todos tus títulos y permisos, Severus, sólo si dejas en paz al joven… Por favor, Severus…- Rogó la mujer y Hagrid negaba lento con la cabeza preocupado por el Gry pero la verdad se lo merecía. Snape no le había hecho nada más que enamorarse.
-¿Me hablas a mí?- Quiso desafiar la, no volteó sino que apretó el cuello del joven.
Los aurores ya lo sujetaban de los brazos y las piernas y luchaban por detenerlo pero el hombre estaba flotando con toda la magia acumulada que salía hasta por sus orejas, tenía fuerza descomunal, era la magia del enojo, magia que no era de escuela secundaria en Escocia.
Hermione salió de detrás de Hagrid viendo también con enojo a Neville que por ser zarandeado por Snape estaba de perfil contra luz, la joven empezaba a llorar y decía mil maldiciones en su mente.
Snape vio eso y se relajó un poco, bueno, tanto como para soltar al muchacho y darle la espalda.
No quería dar más malas impresiones, lo vivido en ese hoyo estaba hecho y fue injusto.
“Voy a matarlo en la madrugada” Se dijo.
-No vale la pena.- Dijo suave y rendido. -No vas a devolverme esos años lejos de ella pero sí vas a darme toda su atención desde ahora.- Apretó sus puños. -¡No quiero volver a verte nunca, no quiero que te acerques a ella!
-Hermione, lo siento.- Los aurores ahora lo atraparon a él de las manos. -¡Te amo lo juro!- No estaba desesperado, fue una voz rendida y lenta.
La joven bajó la mirada, negó ofendida y molesta sin querer escuchar más.
-De verdad deseo que seas feliz, intenté cuidarte hasta que Snape regresó, espero que puedas perdonarme un día.
-No quiero escucharte más.- Fue rotunda con él, se sentía mal.
La joven se dio la vuelta para bajar escalón a escalón para regresar al piso inferior pensando en todo lo que su amigo había hecho, en cómo pudo, en por qué ya no era confiable, lo que dio a ese jovencito que ella creyó verdadero como un hermano suele ser, estaba dañado.
Sí, Neville la cuidó y la cuidó muy bien sin pedirle nada a cambio pero pudo también haber sido movido por la conciencia, la culpa, el arrepentimiento.
Se sentía defraudada, herida, quería alejarse de todo y volver a casa.
Desapareció cansada y débil para aparecer en su cama, sentada, vestida, una noche más que quería fuera perfecta estaba arruinada, una noche totalmente desastrosa.
-¡Ahhhhh!- Apretó el grito con rabia y luego se rindió boca arriba, su cola alta de rizos quedó aplastada en la cama. -Debí sospechar, debí sospechar desde que se lo conté, desde que le hablé de ti y misteriosamente estaba tan interesado en que vuelva a explicarle… Fue al único que no le borraste la memoria.- La Joven sabía que Snape la seguiría y la escucharía decir eso.
-Entonces no sólo fueron viejos hombres mayores con cabello blanco sino también ex compañeros de escuela.
-Deseé que lo mates porque sino lo hacías lo iba a hacer yo.- Soltó rendida. -¿Y ahora qué, qué pasó con esta estúpida noche ideal?
-Quizá podamos planear otra cosa, de todas formas no quería ir a Hogwarts.
-Pero yo sí… Estoy en esos días difíciles.- Susurró. -Tengo ganas de vomitar, me duele la cabeza, siento que va a explotar uno de mis ovarios y encima tengo esa lejana y a veces fuerte sensación, esa necesidad repentina de descuartizar a alguien para ser feliz.
-Tranquila sólo es enojo.- Dijo el hombre civilizadamente.
-¿Quién eres, qué te hizo askaban, Severus?- Estaba sorprendida, el hombre era bipolar.
-De hecho es la poción para no tener efectos con el alcohol, pensé que la noche sería miserable y que iba a necesitar algunas botellas de whisky.
-Es un completo desastre, el peor día de mis días malos.- La Joven decía la verdad.
-Pensé que el peor día fue cuando entré a azkaban.- Se acercó a ella.
-Estuve inconsciente ¿Cómo voy a escoger ese día?- La jovencita quería llorar, no lo miró, veía el techo, tenía frío, quería estar arropada y compadecer a sus órganos femeninos. -¡Ya vete por favor, no aguanto tus agrios comentarios, déjame sola!
-Voy a quedarme…
-Sí, quédate por favor.- Por su puesto que quería que se quede.
-Sí, lo supe desde que dijiste “Vete… Déjame sola.”- Señaló tranquilo porque no quería alterarla después de saber que eran días complicados para ella. Caminó y le ayudó a ponerse de pie. -Te quitaré el vestido y te alistaré un baño caliente.- Concentró todas sus fuerzas para no volverse un salvaje.
La joven se dejó hacer, el hombre le quitó el vestido y así quedó completamente desnuda ante él.
Sus ojos café tímidos levemente avergonzados bajaron de verle la barbilla masculina hasta el cuello, sin parar aún más a bajo hasta el cinturón de ese traje oscuro que le quedaba bien entallado al pocionista.
-¿Existe algún hechizo para…?- Hermione tenía las hormonas alborotada a pesar de los malestares. El susurro era más como una petición.
-Te ves increíblemente hermosa como lo recordaba y sí, la magia no tiene límite para algo tan sencillo.- Hizo pausa admirando su piel, sus silueta y voluptuosidad. -Pero…- La besó despacio en los labios. -Pero tu cuerpo no puede ser interrumpido de forma antinatural sólo para complacer que llevo esperando tanto por tenerte de nuevo.- Apretó las palabras entre dientes sin dejar de susurrar. -Sé que quieres lo mismo, pero esperar no hará daño.
-Me había olvidado que a veces eres maravilloso.- Sonrió sonrojada, el hombre le puso una bata delgada color perla con tirantes.
-Y yo no me he olvidado que vas a ser mí esposa.- Sonó seguro.
-No te he respondido.
-Lo serás.- La cargó con ambos brazos y la acomodó en la cama para cubrirla hasta el pecho.
Hizo aparecer una bolsa térmica con agua caliente y la colocó delicadamente sobre la sábana en el mismo lugar de su pelvis levemente hacia la derecha.
-Sí quiero ser tu esposa si tengo más de esto, Snape.- Era afortunada. -Y si cuidas de mis plantas, claro está.
-Ya me acostumbré a que me condiciones, jovencita.
-Pensé que te aprovecharías de mí.
-Sólo me faltan unos días para eso.- Sonrió con malicia. -Pero…- Pensó en el sueño inducido. Su voz se hizo lenta. -Me acuesto a tu lado al traer un poco de té de menta de jardín.- Le acarició el rostro. -Y te doy los mejores sueños de la vida cuando te quedes dormida.
-Durmamos entonces, brujo atractivo.- Dijo lento cuando Snape se acercó a besarla de nuevo.
La joven le decía cosas con la mente.
-¡Merlín, ganas no me faltan!- Le. Soltó los labios muerto por hacerla suya. Tocó su corazón. -Mejor descansa, hermosa.
Bajó por las escaleras unos segundos después hasta el primer piso.
Vio la encimera y buscó hojas de té de hierba buena.
Sus dedos largos abrieron y cerraron alacenas y puertas altas, sus formas eran hermosas definitivamente, su andar, su postura, la importancia de lo que hacía en el fruncir de su ceño. Era magnífico.
Tomó una taza de cerámica, le puso agua fría, la calentó con magia y se la llevó.
-Muy bien.
Subió con ella nuevamente, cerró la puerta de la habitación, prendió la chimenea, se quitó la ropa hasta quedarse con el pantalón y le entregó la taza mientras se acurrucaba junto a ese pequeño cuerpo tibio.
-Gracias.- Dijo sincera viéndolo a los ojos negros, los cuales adoraba.
Él asintió lento y le sonrió.
Esa noche fue después de todo la mejor noche que ella había pasado en mucho tiempo.
El hombre estaba a su lado profundamente dormido, podía sentir su aliento, podía sentir su cuidado, vio en su cuerpo relajado que moriría el día que lo perdiera nuevamente, sus cabellos negros, sus labios, su forma de tocarla y darle caricias, sus manos grandes, su cuerpo largo que casi no alcanzaba en la cama, y esa sonrisa poco común que sólo ella había visto más de una vez. Estaba enamorada, definitivamente estaba muerta por él.
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