Este es un anexo, reemplazado por el siguiente capítulo, sin embargo ha sido editado para que no pierda coherencia.
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Hermione estaba más que sorprendida.
No quería pensar sino averiguar, se le tenía que ocurrir una manera de saber por qué Snape se escondía de ella haciéndose pasar por otra personas, sobre todo por un hombre mayor, con facciones rectas, nariz larga, cabellos canos y leve barba gris. Se parecía a él aunque mayor y de altura, unos centímetros más bajo.
Lo primero que pasó por su cabeza era enfrentarlo, no le importaba cómo podría reaccionar, sin embargo quería averiguar hasta dónde llegaría su paciencia Slytherin si él pensaba que ella quería cortejar a otro mago.
Entonces, decidida a realizar un golpe bajo, la tarde siguiente cuando Neville se fue de su casa, fue al invernadero para observar a ese hombre.
Mientras tanto mordía una manzana y estaba vestida de una manera que él tenía que voltear a verla sí o sí. Usaba una camisa de mangas cero con tela como capa hasta sus muslos, color blanco, aquello hacia resaltar sus rizos castaños, casi dorados al sol y definidos, sus pechos estaban cubiertos con un top negro, su vientre plano expuesto hasta unos centímetros debajo del ombligo y unos pantalonsillos cortos de mezclilla azul claro y ceñido a sus muslos. Sus labios estaban rojos y su mirada iba directo al mago mientras este cortaba de perfil a ella, un poco de tallos verdes y amarillos.
Esa forma de vestir era la que usualmente usaba, inofensiva, bonita e inocente, en la escuela no se permitía usar ropa que muestre su piel a la mitad del cuerpo o después del muslo a menos que fuera el uniforme escolar pero este debía estar correctamente puesto. Para Snape, por su recatada forma de ser, podría ser llamativo o al menos tenía que averiguarlo.
“Voy a llevarlo a la cama, no será suficiente una insinuación” se dijo la joven mujer.
Era conciente que sería difícil porque Snape no era tan visual como otros hombres, o al menos eso creía.
Lo observada con detenimiento y disimulaba, sus pasos la guiaron a observar sus semilleros nuevos y las plantas jóvenes al fondo del ambiente.
Él por otro lado volteó a verla de inmediato sin fijarse si iba de blanco azul o negro, sólo vio su perfil y se acercó para disculparse.
—Buenas tardes, señorita Granger —erguido, con guantes en las manos que se quitó de inmediato y colocó en el bolsillo de su overol color beige, se hizo más cerca ella.
—Hola —soltó suave, dulce, como si no hubiera pasado nada entre ellos.
—Quisiera acepte mis disculpas, por haberme atrevido a besarla, no debió pasar y estoy arrepentido.
Hermione quien se encontraba de perfil a él con los brazos cruzados, sin mirar al mayor, sonrió e hizo un sonido sorprendido junto a las palabras “oh por Merlín” que descolocó al mayor.
—¿Se arrepiente de besarme, tan espantoso fue? —aún su tono era tranquilo, dulce, sin perder esa forma de mujer que ahora empezaba a tomar por los años que había estado alejado de él.
—No, la disculpa es por el atrevimiento, por acercarme a su rostro y robarle algo tan valioso que no se consigue así. Estoy avergonzado.
—No esté avergonzado, por favor. Pasó de esa manera que dice pero no fue desagradable para mí, no había besado a otra persona, de la misma manera que lo besé a usted, desde hace años, y estuvo bien, usted me agrada —explicó con cuidado y sonrió con inocencia.
—Lo lamento de verdad —insistió Lot.
Ella dio unos pasos hacia él viéndolo a los ojos, puso las palmas de sus manos en el pecho del mayor y lo arrinconó a la mesa alta central.
Lot pasó saliva imaginando lo que venía y tomó a la joven de la cintura con ambas manos.
—No, no lo haga —no la dejó acercarse más pero su voz no lo suficientemente convincente.
—¿Por qué no? —soltó ella, sin dejar de verle a los ojos.
—Porque… Porque no quiero faltarle el respeto.
—Un beso no es una falta de respeto —le coqueteaba muy fuertemente con la mirada.
—No, por favor,guarde compostura de sus actos, no está pensando con claridad alguien podría vernos, piense un poco por favor.
—No hay nadie en casa, sólo usted y yo hasta las siete de la mañana del día que sigue.
Lot quería salir corriendo pero estaba ahí y ella tan hermosa, deseaba quitarle la ropa, besarla, encontrar la forma de llevarla a la cama.
Por un instante pensó en exponer su verdadera identidad pero ella lo tomaría muy mal.
Hermione se quitó la capa corta de mangas cero y la colocó sobre una planta sin que toque el suelo, le jaló los tirantes al mayor para que estos se caigan delante de su cuerpo, él por su puesto, no se quedaba quieto, intentaba volver a subirlos, pero ella empezaba a usar su magia silenciosa. Así consiguió quitarle la prenda beige a Lot y ver qué tipo de correa le sujetaba el pantalón. Con magia, la joven también le quitó la playera verde hoja.
La chica subió sus manos por el alto cuello, mientras él le sujetaba de los hombros para alejarla sin hacer tanta presión porque no quería rechazarla, el problema estaba en que esa joven descarada le iba a ser infiel en sus narices.
Habrá hecho esto con otros. El pensamiento le taladraba el cerebro a Snape.
Hermione logró alcanzar sus delgados labios y él correspondió con seguridad pero intentaba que ella ya no lo empujara a esa mesa.
Lot cedió mejor, colocando sus manos en el cuello de la jovencita y dando media vuelta con ella para subirla a la mesa.
Era de esperarse. Ambos se agitaron muy rápido después de que él se colocó en la mirad de sus piernas, su pelvis tocaba el borde de la madera a un centímetro de la mitad de esa mujer. Él la besaba con pasión, una tan apretada y deseosa que ella no podía evitar jadear y hacer pausa para tomar aire.
Hermione sentía la piel de las manos del mayor que ahora sin guantes, se paseaba en su espalda, hombros, brazos, su cintura y la apretaba contra él.
En dos segundos ella los hizo desaparecer y aparecer en su cama, acostados.
Lot se espantó, podía besarla pero no cedería a más, porque no estaba bien.
—No no, no se lo voy a permitir. Es demasiado, no lo voy a permitir —apretó las palabras entre dientes, excitado porque ella se quitó el top negro y le mostró su ropa interior cubriendo sus pechos en una insinuación muy voluptuosa mientras se acomodaba sobre él.
Sus jóvenes manos bajaron a su propia ropa para desabrochar un botón, el que estaba exactamente sobre el cierre de su bonito pantaloncillo azul claro.
Tengo que salir de aquí, pero si me voy ella sentirá que la rechazo y podría decaer su ánimo. El pensamiento de su cabeza era preocupado y a la vez conveniente.
—Por favor no, no me es desagradable, al contrario pero su novio podría matarme.
—Severus no tiene por qué saberlo, usted no le diga y ya, debemos averiguar si esto que pasa podemos apagarlo con un instante de mejores tratos —su voz era sensual.
—No, juro que no soy capaz de faltarle así, no quiero ser un mal recuerdo, por favor.
Su joven jefa, de un metro sesenta y dos centímetros de estatura y un cuerpo tan delgado y perfecto, lo tomó por el cinturón para quitárselo, le abrió el pantalón del trabajo, lo tocó sobre el largo de su intimidad sobre la ropa interior oscura. Snape casi quiso gritar en un instante pero contuvo el rugido y salió un sonido más ronco que ella disfrutó.
—No pasa nada —intentó calmarlo, que se relaje.
—OH, Hermione, no —Se abalanzó sobre ella para besarla, la acostó en la cama y se subió a un lado, muy cerca, para besarla más.
Sus besos fueron tiernos al principio, tan lentos que ella cerró los ojos.
Lot acercó sus labios en el oído de la hermosa mujer y susurró.
—No se apresure —en este instante los besos que le daba se habían hecho intensos, intensos y calientes, ese calor se irradiaba en ambos desde sus cuellos y empezaba a bajar hasta sus pelvis junto a una necesidad enorme de contacto. Lot era suave, era preciso, su lengua se introdujo en la delicada boca de esa jovencita y empezó a perseguir la suya, sus caricias eran intensas, tanto que ambos sentían como si hubiera más que un simple coqueteo y gusto por liberar una tensión que nacía por capricho, él se aseguraría que no fuera sólo un quitarse las ganas, con ese paisaje delante de él, podría morir de un avada, envenenarse unas mil veces y luego regresar a la vida—, tóqueme un instante y yo la tocaré a usted —sugirió.
Los susurro estaba tan subidos de temperatura como sus cuerpos.
Con cuidado, el adulto deslizó sus manos en el borde del short de ella y jaló hasta lograr bajarlo a sus rodillas, ella subió una pierna y él siguió bajando hasta que ambos se deshicieron de la tela que esta cayó por sus tobillos.
No paraba de besarla, lo hacía con cuidado, suavidad, a veces subía en la intensidad y era locamente incitante para ella, pero después, el hombre igualaba sus caricias intensamente apasionado, entregándose de forma conocida y también extraña para que su amor no sospeche.
—Necesito su varita —dijo él con cuidado en lo que dejaba huellas húmedas en su juvenil cuello y piel detrás de su oreja.
—Tómela —Hermione quería averiguar qué se le ocurriría hacer al mago.
Y él, tocó la madera, la sujetó y pronunció el hechizo que hizo que ambos terminen completamente desnudos.
Esa sensación fue devastadora, piel con piel sin nada que les impidiera hacer, escondidos en la cama de ella, sin estar alerta a que la señora que ayudaba en casa los descubriera o el novio alto y joven de la señorita se desmayara, decepcionado.
Lot se hizo entre sus pechos y la besó dejando huellas lentas, guiado a bajar hasta la pelvis de la joven. Después de limpiarse las manos con magia, dejó caer la varita de ella en el suelo alfombrado y esta rodó debajo de la cama.
Acercó con cuidado el índice para tocarla y se llevó una maravillosa sorpresa que no dejó de aprovechar, aquello lo enloqueció tanto que cambió sus planes de tocarla para beber un poco y luego subir a besarla más.
Se hizo a un lado mejor acomodado, le jaló la mano a la joven para que lo alcance y ella supo qué hacer de inmediato. Logró estar exactamente frente a ella sin dejar de tocarla, lo mismo que hacía ella con él.
No quería disfrutarlo tanto pero era irresistible para ambos, tenían los ojos cerrados, el mayor era cuidadoso y sabio.
Ambos se tocaban pero él le hacía perder la conciencia, la fuerza, haría que llegue en cualquier otro movimiento constante.
—Ya no puedo más, no puedo más —soltó alterada—. ¡Te necesito, por favor, oh, Lot!
El mayor dejó de tocarla con sus manos y se acomodó en el medio de ella, disgustado por escuchar ese nombre. Se recompuso y con mucha precisión y cuidado se deslizó intensa, apretada y cuidadosamente, ella lo jaló a ella para que siga en sus labios.
Fueron los mejores veinte segundos para ella, después de tanto tiempo, en los tres años sola era casi imposible sentirse así.
El mayor le miró el rostro, la forma en que ella lo disfrutaba mientras él arremetía, salía y entraba sin parar. Le fascinó, verla así, acariciarla, sentirse envuelto, completo, le encantó, la adoraba. Y en los cinco minutos después de besarla se salió y sin querer su mano derecha no pudo contenerlo, abrió los ojos para ver que mojó la cama.
Con calma, respirando agitados, se besaron por unos minutos más hasta que ella, su rostro cambió y se hizo triste, le dio la espalda y se cubrió avergonzada.
—Yo, lo amo, amo a Severus —dijo triste—, gracias por no rechazarme.
Él se sintió avergonzado, la dejó acostada, no la tocó más. Llegó a la puerta y antes de girar el pomo para abrir e irse, le dijo con amor y cuidado.
—No debe jugar con las personas, sabe a qué me refiero, usted es una maravillosa mujer, no tiene que ser mala, no debe estar herida, quisiera estar en los zapatos de él e intentar tenerla todas las veces que usted le permita. Yo no soy él, por favor no me busque de esa manera otra vez, porque es demasiado para mí, no podré resistir —cerró los ojos mientras su frente estaba en la madera de la puerta—, me gustó mucho.
Después de eso se fue.
Ella saltó de la cama, corrió al baño y dejó caer agua tibia en su cabeza, boca, cuello, quería limpiarse como sea, el agua tibia recorría sus pechos, su cintura y terminó por hilos de agua en sus tobillos hasta el suelo, la corriente se llevaba su vergüenza, se llevaba su amargura, se llevaba su lealtad y buen comportamiento delante de él.
***
A la mañana siguiente lo observó otra vez, con una taza de té en las manos y ganas de que le confiese de una vez. Su enojo había bajado pero su confusión la hacía sentir decepcionada.
¿Hasta cuándo vas a sostener tal mentira, brujo? Sabes que te necesito.
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