-Espera, espera…- Sususurraba exaltada. -No puedo estar entrando al almacén en plena clase sólo para besarnos.
-La clase terminó, hermosa niña, te amo, te amo, te amo.- En cada palabra la besaba, le sujetaba el rostro, los hombros, acariciaba su cintura apretándola con sus manos de una manera que ella no podía negarse.
-Este es mi último día de clase, no podemos estar así… Ahhh.- Suspiraba cuando el pocionista iba a su cuello ella no podía aguantar, no podía resistirse a las muestras de cariño y pasión del hombre. -¡Severus por favor, vendré a verte todos los días!
-¡No, voy a renunciar lo juro, mañana lo haré, está todo listo!
-Ya lo habíamos hablado.- Soltó débil como en un sutil gemido que él apagó con un beso lento.
Pero habló de nuevo porque le gustaba tener la última palabra.
-Por eso, renunciaré y nos cansaremos, quiero verles la cara dentro seis meses cuando reciban la invitación, abriré el pequeño edificio de escuela particular para pociones. Viviremos de eso y de todos mis ahorros, nos compraré la casa que quieras y todo lo que me pidas.- No paraba de besarla. Y ahí en ese frenético desenlace descuidado, la puerta se abrió de golpe.
-Seve…- Iba a decir la bruja de aritmancia y la joven hizo que se desmayaba.
-¡Eres tan inoportuna, Vector, ayudaba a Hermione con sus dolores de cabeza! Tengo por aquí una hierva pero no la encuentro, seguro un estudiante lo ha tomado.
“¡Uf, qué dolores de cabeza!!” Pensó la Joven “Últimamente mientes más, te vas a condenar.” Le habló con la mente al mago.
“Tú eres la culpable así que calla, jovencita.”
Vector vio a la joven quien estaba un poco agitada y sonrojada.
-¿Tiene fiebre?- Preguntó preocupada, no podía imaginar nada más, ni si quiera le pasó por la cabeza algún pensamiento equivocado que aquel par escondía. -Lleva varios días sintiéndose muy presionada, gracias a Merlín hoy acaba todo. ¿Qué tiene la estudiante? Ya déjala descansar, siempre la castigas.
Snape sujetaba a la joven de la cintura y con la otra mano ponía en sus labios un gotero con líquido de menta y revitalizante.
Hermione quería reír, el sabor amargo le era fastidioso, la salida del mago por darle poción revitalizante junto al nerviosismo de sus manos le causaba gracia.
“¡Deberías ser chocolatero, brujo!” Sugirió la estudiante al mago, nuevamente metiéndose en su mente.
-Ayyyy.- Dijo mordiéndose los labios como si despertara de un fuerte vahído, el mago la apretó en la cintura jugando.
Ella era tan buena actriz que de verdad se sintió mareada aunque la vergüenza era lo más difícil de tapar.
-Llevémosla con Minerva, Snape.- Soltó la bruja entrometida, preocupada.
-¿Para qué, para que la convierta en botiquín?- Dijo agrio y de mal gusto.
A Snape no le gustaba que le digan qué hacer, él era un experto en todo.
-Pero esta joven no está bien… Mírala.- Hizo pausa viendo el rostro de la estudiante. -En fin, tú debes saber qué hacer no quisiera cuestionarte sólo que si vuelvo a verla mal iré de frente con Minerva para llevarla a San mungo.
-Claro que sí. No la retengo porque quiero, la joven es mi responsabilidad gracias a Minerva. Y no está tan mal como para llevarla a cuidados en un hospital lleno de enfermos, por eso los alumnos se vuelven insolentes, porque los sobre-protegen profesoras como tú.
Hermione abrió los ojos y reconoció a la bruja, no porque estuviera ida sino porque sólo había escuchado su voz.
-Profesora, disculpe el espectáculo. Ya me siento mejor. -Profesor, lo veo en su despacho después de la cena.
-De acuerdo.- Dijo frío aún recuperando su corazón exaltado tanto por el encuentro con los labios de la joven como el haber sido casi sorprendidos por la bruja más chismosa de Reino Unido.
Hermione había dejado todo en orden pero aún tenía una cuestión en la mente, no sabía si seguir con sus planes o cambiarlos a último minuto.
Y es que sentía que con Snape podía aprender todo, él podía entrenarla, podía certificarla o incluso convertirla en profesora, el hombre solo le aseguraba títulos oficiales autorizados por el ministerio de magia para especialización en pociones y DCAO, ya no tenía que hacer prácticas en Hogwarts, no tenía que buscar un mentor, era el mejor pretexto, aprender y “Enamorarse de él.” por la cercanía.
Su pensar en él viajó un poco más lejos, hasta ese día en que lo vio solo arriba en la torre de astronomía, aquel día que caminaba con Ron y Harry en el cuadro del patio. Sus miradas se cruzaron revelando el futuro, un aviso del destino el cual le dejó inquieta.
Aquella vez él la sacudió, Snape se apareció y no se fue hasta ahora donde la besaba para robarle el aliento. Hace tanto tiempo de aquel encuentro y todo lo que habían recorrido, juntos, todo lo que estaba escondido en sus mentes, cómplices, prohibido.
Estaba con Snape y no podía creerlo aún, si él decidía irse y aceptar las consecuencias entonces lo seguiría, iría con él donde él fuera.
Esa tarde sería la última y cuando la noche cayera no sería más alumna en ese castillo, haría lo que él le pidiera aunque fuera imprudente.
En la cena Snape se mantuvo atento a un libro que escribía para ella, uno con los últimos conocimientos que tenía acerca de venenos que son eliminados con pociones y hechizos, las mezclas más potentes y arriesgadas que estarían en San mungo el año próximo, salvaría vidas de personas atacadas por traición.
Minerva quería dirigirse a él para intentar saber más de Hermione la cual las últimas dos semanas había estado muy callada pero sobre todo separada de su grupo de amigos.
Pero no molestó al mago, se mantuvo también callada en su lugar viendo hacia la mesa de los Gryffindor.
Hermione pensaba sin parar se imaginaba que Snape le pediría nuevamente que fueran a vivir juntos y esta vez aceptaría.
A todo diría que sí, no más titubeos o sugerencia de que siga enseñando como profesor de pociones en Hogwarts.
***
Cuando terminó la cena, la joven Bruja caminó unos minutos frente al lago, la esquina cerca al bosque prohibido, un lugar que conocían bien, esperando que Snape la encuentre rápido y así fue, no sabía cómo lo hacía pero Snape siempre la hallaba.
Sospechaba que la seguía.
-Jovencita Egresada, el fin de semana es el baile de culminación de clases para último año y quería saber si quisieras ser mi pareja en esa velada.- La voz del mago, gruesa, con un leve tono emocionado le dejó un gusto nervioso en el cuello de ella.
La estudiante se imaginó con él en el baile, el pretexto de estar juntos y hablar toda la noche si querían delante de otros.
-¿Sólo esa noche?- Coqueteo con la voz, le gustaba mostrar esa actitud frente a él, aprendía seguridad y ahora lo demostraba. Por eso cuestionó pero como si al final no le importara.
-Si la suerte me deja, esa noche, entonces te pediré que seas mi pareja por más bailes hasta que alguien quisiera impedir que estemos juntos… Cada noche serás mía, lo prometo.
Caminó algunos pasos junto a ella que se adelantó para subir sobre el borde de una raíz gorda, esta sobrasalía del suelo y la elevó unos centímetros. Él, sostenía la mirada en el lago, su voz se hizo seria.
-¿Y si lo impide alguien?- La Joven continuó mortificándolo.
-Le daré té de limón con veneno de gusano indú.- Su tono de malo aumentó en las últimas sílabas apretando las palabras.
-¡No quiero a nadie muerto, mago, te lo advierto! Ay, me duele un poco el estómago, quizá el guiso me cayó un poquito pesado.
-No morirá, sólo tendrá un poco de malestar en el estómago algo así como tú, prometo que no se desangrará mucho.
-Eres único…- Dijo la estudiante en sarcasmo con una sonrisa en el rostro, veía el suelo para no tropezar.
-Y tú eres lo mejor que me ha pasado en la vida.- Se puso delante de ella.
La joven cerró los ojos y respondió en susurro.
-Tú eres lo mejor que me ha pasado en la vida. Iré contigo, vamos juntos. A donde quieras, iré, lo prometo, a donde vayas, ahí estaré contigo.
La abrazó, le gustaba cuando ella le hablaba así.
-Después… ¿Vendrás conmigo al sur de Escocia?- Sonrió al imaginarse solo con ella.
-Y si me dices que a Egipto diré que sí.
-Eres una niña buena y leal.
Hermione le saltó encima jugando, traviesa y lo hizo retroceder hasta una rama donde ambos se sentaron en el suelo.
Él por caer y ella por treparse en su cuello. Hermione terminó sentada en sus piernas de lado.
-Severus, no vayas por mis padres, no quiero saber más de ellos, sé que hago mal si me olvido pero ellos deben estar bien sin mí, yo sólo les causaría problemas.
-No, pequeña, sé que los necesitas, tú los necesitas. ¿Te imaginas no tenerlos más no tener a quién acudir?
-Te tengo a ti y es suficiente.
-Pero no soy eterno.
-Sé que no pero estarás ahí conmigo en todo tiempo, lo sé.
Snape se negó rotundo.
-No, tienes que ver a tus padres…- Ordenó y se hizo silencio.
-¿Por qué me gritas?- Dijo ella engreída aunque afectada de verdad.
Hermione sintió en ese instante que dentro de su vientre a la altura de su costilla izquierda a tres centímetros debajo del corazón, algo se rompía.
Se fue hacia delante tocando con una mano el suelo frente a los ojos de Snape, lento, su rostro se hizo pálido por el susto y la presión que bajó por defensa la circulación de su sangre.
-No viene nadie, niña, no tienes que fingir.- Miró a todos lados para ver si se acercaba alguien y luego le miró el rostro.
Sonrió nervioso pero la expresión de ella no cambió.
Hermione por otro lado no veía nada como si le hubieran apagado las luces, sintió el rostro caliente, una nube espesa al rededor no sabía dónde estaba o por qué estaba ahí, se veía en un lugar similar a las mazmorras, recordaba que unas horas antes había hablado con la directora en su oficina y esta le insistía quedarse en el castillo. La voz de la bruja era fuerte como si retrocediera el tiempo una y otra vez. Quería avanzar en el lugar oscuro pero no podía si quiera levantarse del suelo frío y pegajoso.
-Profesora, no, no quiero quedarme.- Susurró la joven mientras desmayaba por completo al lado de las piernas del mago.
Snape la detuvo de terminar completamente tirada en el suelo. No se desesperó sino que le tomó el rostro e intentó ver dentro de sus ojos.
Las escleróticas en cada ojo al acostarla y separarle los párpados con máximo cuidado tenían leves venas gruesas de sangre, eso indicaba presión alta y era extraño porque empezaba a ponerse fría, tan fría como una bolsa de gel en hielo de un frigorífico.
“¿Qué está pasando? No puede estar envenenada.” Se habló Snape tomándola en brazos para llevársela a la enfermería.
Al entrar se encontró con Pomona y esta le preguntó si sabía lo que pasaba.
-No lo sé, por eso la traje, estaba bien hace unos instantes, no tiene ningún síntoma mas que presión alta a pesar que está fría como un témpano de hielo.- Su voz levemente exaltada, explicó. -La escaneé y no tiene nada.- Susurró.
-Está envenenada está claro.- Tocó a la joven con ambas manos, una en el rostro y la otra en su frente. Después hizo exactamente lo mismo que él, separó con cuidado los párpados de cada ojo.
-No, es imposible, cualquier clase de veneno que haya tenido ha sido tratado conmigo.- Insistió el pocionista.
-Pues vamos a averiguarlo.- Pomona no dudaba del mago sino que ante lo que estaba frente a sus ojos y su tacto era obvio que la joven estaba contaminada.
-¿Qué haces?- Dijo Snape viendo a la bruja a punto de pincharle el brazo con una aguja en jeringa. El acto lo hizo poner tenso, no estaba acostumbrado a esos nuevas prácticas en la enfermería.
-Tomo una muestra, si el veneno es antiguo lo notaremos en el color y la espesura. No se notará con el hechizo corpuslust el que creo has hecho para comprobar si está enferma lo más probable es que se haya contaminado ayer o hace unas horas atrás.
-Pero hice una revisión después de la clase de pociones, tocó un pez venenoso hace mucho tiempo y hablo de verdad de meses atrás. Estuve con ella después de clase aunque en el almacén de ingredientes, hoy, quizá pueda haber tocado sin querer algo que no debía.
Pomona frunció el ceño extrañada, a Snape no se le puede escapar algo así.
-Por eso los jóvenes deben entrar con supervisión, profesor.
-Yo estaba con ella, lo acabo de decir.- El hombre le tomó la mano a la niña la cual estaba cada vez más fría.
Pero él no se fijó dónde ella ponía las manos mientras la atacaba a besos al estar juntos en el almacén, el lugar ya había sido lugar de escondite para ambos incluso para otros contactos. Y sí, reconoció en segundos que no había sido correcto pero es que no podía tener toda la culpa en esa irresistible ganas de tenerla.
-Mmm, qué extraño… Profesor no dudo de usted pero no sabemos si ella tuvo antes otra infección en su sangre, quizá veneno de planta o quizá alergia a algún té.
“Ha tomado casi todos los tipos de té conmigo, el brote aparece de inmediato, es una deducción tonta.” Le habló a la enfermera en su mente aunque sin intención de que lo escuche ya que ella no lo sabía.
Para Snape escucharla decir eso fue una burla. La niña no tenía alergia existente aparecida en esa escuela.
-Ella no es alérgica, es imposible que esté envenenada…- Soltó seguro pero después se quedó pensando.
“Oh no, la semana que no fui al campamento, al seguirla, quizá tocó algo de forma indebida o…” El hombre recordó el día que se escondió dentro del este y tuvo que intervenir dándole poción. Pero a la vez llegó a él la noche de Halloween cuando ella tuvo un dolor estomacal tan fuerte que se fue al suelo, si tenía que pensar como pocionista las señales eran principios de septicemia porque al tenerla en brazos también empezaba a ponerse fría sin embargo la presión baja no pudo acelerar tan rápido y ocasionar el exceso de sangrado.
Ella nunca se había quejado por dolores menstruales en la enfermería, era sana.
¿Cómo sabía eso Snape?
Porque él revisaba la lista de atendidos diarios en la enfermería para ver qué pociones se usaban más cada día de cada mes de cada año.
Él no la trató por septicemia esa noche sólo le dio una poción para aliviar síntomas de dolor, eso explica la exagerada reacción de su cuerpo.
-Sí, tiene razón, tuvo otro evento antes. Pez de río, su sangre se contaminó pero el segundo evento fue más peligroso y también fue tratado por mí.
Pomona pinchó su brazo y jaló el líquido en la jeringa para luego tirarlo sobre una pañuelo blanco.
El color que estaba sobre la tela antes inmaculada hizo sentir mal a ambos, enfermera y mago se quedaron sorprendidos.
-No es de pez.- Dijo la enfermera preocupada. -El veneno no es de pez y tampoco es una alergia.- Se quedó callada al sospechar la clase de animal que la contaminó. Pero no se concentró en eso sino en la consecuencia evidente. -Tiene septicemia, tenemos que hospitalizarla ahora.
El color de la sangre era levemente morada y eso era sólo si el cuerpo estaba contaminado con mordedura de serpiente venenosa pero no cualquier serpiente, él sabía bien cuál porque lo habían punzado en la médula tres meses seguidos para ver el mismo tono cambiar en su sangre hasta que esta se hizo normal.
-Es el veneno de la serpiente de Voldemort.- Snape soltó y casi se cae de rodillas. -¿Cómo es posible?- Miró a la bruja pero en realidad preguntó al aire, despacio.
“¡Merlín, yo la contagié!” Se dijo en la mente con dolor. “¡Fui yo, Merlín!” Sus manos y piernas empezaron a temblar, su nerviosismo saltó frente a la bruja pero ella no entendió, no estaba enterada de nada.
-No es tarde, debemos llevarla a San mungo de inmediato, profesor, debe ser ahora.- Su voz era preocupada.
-Lo haré, la llevaré.- Se irguió y metió sus manos debajo del cuerpo inconsciente de la estudiante.
La hizo desaparecer con él sin pensarlo y apareció en una cama del hospital, ahí corrió al pasillo atravesando el marco de la puerta donde vio a dos hombres y les ordenó que la traten de inmediato.
Salió de ahí sacando cuentas, él no podía tener en el cuerpo el veneno de Nagini y si aún habían restos no recordó que era portador peligroso al menos por un tiempo.
No se le pasó por la cabeza mezclar dos tipos de veneno en la sangre de la joven. ¿Cómo sería capaz de hacerlo a propósito?
Severus la había contaminado al estar con ella de forma íntima, la sangre de los magos y los muggles son diferentes, ellos, su sangre más ligera y propensa, fuerte sí, sanan más rápido, pero eran más propensos a contaminarse.
Empezó desesperado a sacar cuentas, el tiempo que estuvo internado, el tiempo tomando poción, la mezcla de ambos venenos.
-No puede ser. ¡No lo recordé!- Tapó su boca al sentarse en un sofá tan negro como la nube que ahora lo cubría, una que pronosticaba fuerte tormenta una de donde quizá no saldría nunca más.
Snape tenía que confesar que no sólo estuvo con ella teniendo el primer año de edad adulta sino que mantuvo relaciones sexuales dentro del castillo y sería necesario decirlo para poder tratar a la joven con la misma poción que él ayudó a terminar en su propia recuperación, una poción que no existía y que sólo se hizo para contrarrestar la parte de vida de Voldemort en ese veneno.
Así lo hizo, primero fue donde la doctora que la revisaba y se lo dijo, le dijo que había sido contagiada con lo mismo que él tuvo dejando a la mujer sorprendida por ver que aquello era grave, no la enfermedad porque la harían sanar sino la situación Profesor-Alumna, otro caso más en Hogwarts.
Snape se iría a Askaban.
La doctora sugirió que se quede ahí hasta llamar a las autoridades pero antes fue a traer la cura él mismo de los almacenes en San Mungo.
***
Hermione tuvo que ser tratada de cuerpo entero unos meses por contaminarse sin querer con la mezcla peligrosa de la irresponsabilidad, por culpa del mago dos clases de veneno y un maleficio maldito la mantuvieron débil y propensa a fiebres.
Snape fue a audiencia, todo pasó tan rápido.
Él mismo se declaró culpable sin subir la cabeza de forma altiva como acostumbraba porque nunca se había equivocado, siempre había sido preciso, aceptó todos los cargos en su contra y ella, la joven después de recuperarse mucho después de todo el problema fue absuelta de los cargos por ser prácticamente una “víctima en todo lo ocurrido” así lo dijo el ministro con tristeza por tener que condenar a Snape alguien que un año antes había sido premiado.
¿Podía el pocionista salir del problema? Sí, si él mismo pedía como testigo a la joven pero si eso pasaba se expondría ante muchos, ella, ambos desnudo en sus recuerdos, en el pensadero más grande del ambiente mágico, eso era degradante para ella y no lo permitiría, Snape no permitiría que se le exponga así a su pequeña vida, su vida, Hermione.
Ojalá Hermione pudiera saberlo pero tampoco se lo diría ya que ella misma lo haría, entregarían sus recuerdos de forma voluntaria.
Mientras ella se recuperaba.
Se le prohibió mantener contacto con el hombre, no visitas, no cartas y que decida hacer su vida lejos de Hogwarts.
Pero no era decisión, fue obligación. Y ella se enteró muchos meses después.
“No podrá mantener contacto con el mago por ningún motivo.” Eso decía el final de la carta escrita por el ministro de magia.
Por otro lado.
Minerva McGonagall fue destituida por la falta aún no habiendo estado enterada de nada. Decepcionada y triste no juzgó al hombre que ahora pasaba cuatro por treinta días en prisión que aunque ya no era lo mismo que antes, era el peor lugar donde el pasatiempo de pensar era terrorífico y doloroso.
“Debieron contármelo.” Le dijo la bruja ex directora a Hermione viéndola débil en la cama del hospital pero la joven guardó silencio, sólo miró la ventana y la lluvia golpear el cristal aumentando su angustia.
Al principio no había entendido lo que pasó pero al escuchar su diagnóstico una madrugada con fiebre alta, nadie tuvo que explicárselo.
“Severus me pasó el veneno pero es que ninguno lo pensó.” No lo culpó en sus pensamientos, la culpa era suya por completo, ella era la culpable de todo.
Si hubiera mantenido la distancia pertinente, si hubiera sido más precavida nada de lo que ocurría existiría.
Se esperó cualquier cosa en esos encuentros inocentes, los cuales no hacían daño a nadie, verse en las noches, dormir juntos, dos personas que se amaban en su creación mental de que nada debía de prohibírseles ¿Por qué eso llevaría a una de ellos a ASKABAN?
“… Usted está conciente que el hombre atentó contra su vida, aquello es suficiente para condenarlo muchos años.”
La voz que no escuchó retumbó en su mente mientras repasaba la carta en silencio.
Quería hacer algo sin embargo por todos los medios de lo impidieron.
-Severus ¿Qué hemos hecho?
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