Hermione permanecía en su habitación, las festividades no le agradaban tanto como antes, no era que se había vuelto una bruja aburrida sino que prefería estudiar, los exámenes estaban cerca.
Veía el borde de la ventana de la alta torre, ahí en ese perderse y observar detalles pequeños de inmediato la atacaron los recuerdos cuando su mundo aún no era Hogwarts y sus manos se describían solas como las de una niña.
-Hermione, hija, tía Jessie pregunta si quiere acompañarla a la iglesia.
-Es día de salir a pedir dulces. ¿Pará qué voy a la iglesia?
-A tu tía no le agradan esas cosas, viene de visita estas épocas y le encanta convivir contigo.
-Mi tía cree que mañana moriré sólo por pedir dulces.
-Sus creencias son distintas a las creencias de todos mis hermanos.
-¿En qué creemos nosotros, madre? La inquisición prohibía esas cosas pero los hermanos de papá hacen fiestas de disfraces, ¿Si vamos a la iglesia los domingos, entonces por qué asistimos a esas fiestas?
-Tómalo como es, hija, una simple fiesta. La magia no existe, no hay brujos, ni oscuridad ni calderos, ni murciélagos convirtiéndose en vampiros, no hay hombres lobo, no hay pociones o conjuros, no hay un brujo astuto que sostenga una vara de madera en su mano y sea tan bueno como Merlín y además vista telas elegantes para verse como un caballero.- La mujer veía a la niña sobre su escritorio quien apoyaba ambas manos en un gran libro que recientemente tomó de la biblioteca cercana a casa, este tenía un título llamado “Enoc” escrito por un varón treinta y tres años atrás en recolección y estudio al Real autor de un libro antiguo. En ese libro había un origen claro de la magia.
La joven pensó que algo de la historia en la literatura antigua tenía que ser cierta, a los casi ocho años de edad había leído muchas cosas que la dejaron sorprendida. Y por su puesto la magia para ella existía.
La historia que leía relataba acerca de civilizaciones antiguas las cuales eran guiadas principalmente por sacerdotes que poseían poder entregado de sus Dioses, algunos de estos confesaban ser los mismos reyes del mundo moderno a pesar de ser miles de años muertos y estos sabían los secretos y orígenes de la magia.
Hermione sonrió al recordar lo que su madre le dijo aquella vez, esa noche de Halloween.
“La magia no existe, no hay brujos, ni oscuridad ni calderos, ni murciélagos convirtiéndose en vampiros, no hay hombres lobo, no hay pociones o conjuros, no hay un brujo astuto que sostenga una vara de madera en su mano y sea tan bueno como Merlín y además vista telas elegantes para verse como un caballero”
-Mamá, si supieras… Que salgo con un mago más poderoso y aún más elegante que Merlín, es mi maestro Severus Snape Prince, uno de un mundo que tú decías que no existía.- Dijo en alta voz dejando caer el rostro sobre su almohada suspirando por él, el hombre más apasionado que había conocido jamás no sólo por las cosas del corazón sino por lo que su corazón adulto convertía en tesoro. Las pociones, artes oscuras, magia nueva e inedita y sobre todo ella, Hermione Granger, apasionado por ella. -¿En qué estarás, Snape? ¿Harás la poción que desordenará tu cuerda mente?
Al llegar la tarde, después de recibir una clase de trasformaciones de la profesora McGonagall que terminó cinco y media pasado meridiano, recogió sus cosas y salió hacia el patio a esperar la hora de la cena.
Ella tenía esa trenza francesa hecha de todo su cabello, el uniforme bien puesto como siempre, atenta a su libro favorito el cual sostenía entre sus manos y se devoraba con los ojos.
Su silencio y paz juvenil no duró mucho, una voz la atrapó entre las sombras mientras descansaba en un asiento de piedra junto a un largo jardín.
La silueta negra de pies a cabeza apareció detrás de ella haciendo que sienta temblor en sus pies, un escalofrío pozarse en su cuello y recorrer toda su espalda para intranquilizarla.
-Srta, Granger.- La gutural, segura y conquistadora voz la movió. -¿Observa el pasar de las horas entre el conocimiento interesante de la magia oscura?- Se acercó más a ella, exactamente frente a sus rodillas, la tela del pantalón del hombre le tocaba sutilmente la punta de su zapato estudiantil porque la pequeña bruja tenía una pierna sobre otra, cruzada. -Esa falda está muy corta alguien debería reportarlo.
Hermione sonrió aún viendo las páginas de su libro, sentía un hoyo de sensaciones y emociones en el estómago.
-No sé cómo aún logra asustarme. Mi falda es perfecta, me esfuerzo siempre a cumplir las reglas, señor.
-Soy su profesor, quizá es respeto, no es que le dé miedo mi persona sino que quiere impresionarme.
-Perdone profesor no puedo evitarlo, usted es difícil para mí, debo… Ne ce siii too esforzarme…- Alzó la mirada para coquetear con una que parecía tímida e inocente. -¿Cómo está, cómo le ha ido el fin de semana? ¿Lo he impresionado?
Snape miró a ambos lados desde donde estaba, en una forma desafiante como lo hace todo un espía intentado agudizar el sentido del oído para que este pueda prevenir el acercarse de alguien extraño con destino a ellos.
-Mi tarde es tan dulce como el olor a té de hierbabuena… MEN-TA DE JARDÍN con miel silvestre que florece después del verano y ahora que la veo al fin. ¿Comprende de lo que hablo, Grannngeeer?
La joven negó despacio y se puso de pie para estar más cerca de los labios de aquél mago oscuro.
-No lo sé pero sé que usted es un ángel caído.
-Aún no he descubierto las raíces de mis ancestros. No me cambie de tema ¿Comprende lo que le digo?
-Tranquilo, no fue culpa suya que lo expulsaran del cielo.
-A quien van a expulsar es a usted por ser tan tremendamente insolente, molesta y atractiva.- La sujetó de la mandíbula con delicada firmeza desafiando su mirada café apretando las siguientes palabras. -La van a expulsar por darle poción de amor a un profesor indefenso de pociones, un Slytherin amigable… ¡¡Por Merlín Tenerme a mí loco de amor y deseo… una peligrosa Gryffindor mala, eso es usted, ladrona de corazón verde!
-No, yo soy inocente, yo no sé nada, Sr.- Puso ese mirar de unos ojos de niña que tanto le arrancaban a Snape los flashes de desesperación por ella con ese querer desnudarla y hacerle el amor ahí mismo importándole un comino el resto de habitantes mágicos en el castillo.
El hombre enojado y enloquecido la arrinconó al muro con su propio cuerpo, se inclinó para tenerla cerca a sus labios y hablarme así como quien manda pero está rendido.
-Espero que no se pierda la cena de hoy.- Dijo deseoso por morderla como una gominola de osito rojo en una charola de plata antigua con sabor a cereza. Al finalizar las letras que saltaron de sus delgados labios en las últimas palabras, la tocó. Sintió la tibieza de ella en su piel, sus carmines y esponjosos labios antojados de más pero él no le dejó, se apartó. -Hasta luego, Srta. Granger.
-Hasta luego, Sr.- Hermione se quedó con el corazón explotando de deseo, los ojos cerrados, agitada respirando el perfume de Snape el cual la envolvía como humo mora salida de un caldero con veneno de flor de muerto azul en la noche. Empinada aún sin magia, sólo por inercia, su cuerpo entero reposando espalda contra la pared, palmas de las manos sintiendo la textura de la piedra que ardía, quemaba por algún motivo escondido de veneno como cuando escupe en los ojos una serpiente al verse vulnerable, pensó.
“Ahhhhh ese hombre va conseguir matarme” Su cabeza gritaba en lo que conseguía normalizar su sistema nervioso y respiratorio.
***
Sentada en la cena sin tocar la comida o los dulces, tomaba un poco de té de hierbabuena llamada también “MENTA de jardín” ya que esa semana estaba de moda el líquido humeante delicioso porque ser temporada de cosecha.
No comía, era que tenía temor de una broma pesada como se acostumbraba ese día.
Snape entró diez minutos tarde y se sentó como siempre al final de la mesa de profesores, esa noche había sido una de esas donde la cicatriz ardía muy fuerte.
La joven alzó la mirada para ver a su “tierno novio” con cara de pocos amigos, no sabía que había tomado casi medio litro de poción para evitar la comezón.
Por otro lado Minerva MCGonagall observaba atenta sobre la cabeza de todos los estudiantes.
Los dos minutos que vendría después serían largos. Snape miró a su joven novia retorcerse de dolor estomacal, la vio fruncir el ceño, cerrar los ojos y apretar con su brazo derecho su indefenso pecho.
“¿Qué está sucediendo?” Se preguntó extrañado.
Otras jóvenes adolescentes hicieron lo mismo sólo en la casa de Gryffindor pero su novia otra vez sufrió un dolor agudo, este fue tan fuerte que hasta él lo sintió por ver su gesto.
Se puso de pie desesperado.
-¿Qué pasa, Severus?- Dijo Minerva asustada.
-Es Granger, se está quejando de dolor, esas dos jóvenes al final de la mesa también tienen lo mismo.- Señaló con su gruesa voz.
Minerva volteó de inmediato para intentar averiguar lo que pasaba, no era un invento.
-¿Qué está pasando?
-¿Cómo voy a saberlo, minerva?- Dijo intranquilo dando un paso a su lado derecho para salir e ir por la joven la cual casi caía de su asiento por el dolor, verla así lo angustiaba.
-Llama a Pomfrey.- Ordenó la directora.
-Llámala tú.- Desafió el hombre sin importarle nadie más que una sola persona. -Yo iré por Granger que parece es la peor de todas.- Su capa latigó el aire y salió rumbo al sitio donde la joven no aguantaba más, los últimos metros lo hizo con paso ligero para poder tomarla del brazo y posar su mano grande sobre la delicada mejilla de ella. -¿Qué sucede?- Preguntó a la estudiante, tenía un nudo en la garganta.
-Es mi estómago, me duele.
-¿Qué comiste con exactitud?- Hizo un pase rápido y la alzó en brazos para llevársela consigo por el pasillo largo hasta la puerta del salón hacia los corredores.
-Nada, sólo té.
-En el té no puse nada.- Dijo serio.
-¿A quién de todos los Gry querías envenenar?- Añadió la estudiante mientras su rostro empalidecía levemente intentando ser graciosa.
-No envenené a nadie lo juro por Salazar, sólo les di poción multijugos en sus galletas, en menos de dos minutos verás a Sirius, Lupin, Dumbledore, Tom y Bellatrix… Caminar por el gran salón con gemelos o trillizos.
-Oh no, eres un bárbaro ¡Ahhh me duele horrible!- Se quejó poniendo los ojos rojos.
-Te daré un calmante.- Apareció en su despacho y la acostó ingresando a su aposento de descanso sobre la cama. Sacó algo de su bolsillo parecido a un gotero, le apretó cerca a los labios y ella bebió.
-Ahh es asqueroso.- Hizo gesto desagradable.
-¡Bulnera Sanentur Remedium! -Dijo Snape repetidas veces apuntando con su varita sobre el estómago de la joven y ella volvió a retorcerse.
-Aún duele.- Se quedó apretando su estómago con amabas manos.
-Es extraño, debió pasar el dolor de inmediato, no es tu estómago.- Puso su mano sobre el vientre de la joven y en eso ella vio hacia sus muslos.
-Oh no estoy sangrando.- Se asustó, su voz se escuchó frágil y Snape se aterró.
-No puede ser, no te han cortado por dentro a menos que sea…- Miró a los ojos a la joven. -¿Cuándo sangras en este mes?
-Ahh creo que estos días, sí lo olvidé, es en estos días.- Se quejó -Pero esto es demasiado no se supone que salga tanto ¡Outchhh!
-¡Oh niña es que pensé que te dolía la barriga! La poción que te di dilata los vasos sanguíneos por eso sangras más, está comprimiendo las bolsas de tejido sanguíneo. Es como si te exprimiera…- Corrió de inmediato a su estante de pociones y le dio un cuagulante, además prendió un pequeño caldero para hacer té que quita malestar completo de padecimientos femeninos.
-El dolor empieza a bajar.- El rostro de la joven se hizo pálido aún más, su voz débil y relajada.
A los cinco minutos el hombre sirvió en una taza de porcelana un poco de té y se lo dio en las manos delicadas para que ella le de un gran trago.
Snape vio con sutileza debajo de la falda estudiantil, su sangrar no era exagerado era peor que eso, si hubiera demorado un poco más hubiera tenido que llevarla a San mungo para una transfusión. Se asustó pero también se sintió más tranquilo.
-Te limpiaré, te quitaré la ropa.- La cubrió con las sábanas.
Ella asintió.
-Está bien.- Dijo apagada.
Y tocaron la puerta.
-Debe ser Minerva, la atenderé en el portal.
El Mago abrió la puerta y salió por completo volviendo a cerrar el Gran cuadro de cedro negro sobre sus visagras.
-¿Cómo está Granger?
-Ella se está poniendo mejor. La atendí como dolor estomacal porque no me dijo que estaba pasando días complicados y féminos de índole hormonal, eso le adelantó una hemorragia que paré de inmediato con un cuavulante, después le serví una taza de té para que subiera los ánimos y se le quitara el dolor pélvico. Ahora necesita quedarse en cama hasta que recupere las fuerzas.
-¿Está bien que se quede en el lugar que descansas, no te molesta?- Se sorprendió.
-No me molesta y me gustaría supervisar su mejoría, yo hice que se desangre de forma exagerada así que me siento de cierta manera culpable.
-Mantenla ahí, Severus, porque el salón es un lío, a un chistocito se le ocurrió como buena idea hacer poción multijugos para ponerla en los alimentos. Cuando los mayores vieron a Tom y Bellatrix empezaron a gritar los niños. No quiero que expongas a la joven así de débil como está mientras que solucionamos este problema, no sé hasta cuándo se quedarán así.
-Vigilaré a Hermione.- Dijo Snape.
Minerva se dio la vuelta y antes de dar pasos seguidos se extrañó. Snape nunca llama a un alumno por su nombre, pero no le dio importancia y salió rápido de las mazmorras.
Snape pasó para acercarse a la joven quien ahora jugaba con sus manos y uñas semi sentada en la cama.
-Nos estamos perdiendo la broma de hoy, Minerva dice que los estudiantes están gritando.
La joven lo miró y parpadeó para rodar los ojos.
-No puedo creer que tú hayas sido el autor de ese desastre maligno.
-Yo he sido.
-Ya lo sé, qué malo eres. ¿Cuánto tiempo estarán así?
-Minerva cree que unas horas.
-¿Y tú qué crees señor pocionista?
-Yo creo que al menos unos días.
-Jajaja vamos a ver a Bellatrix en clase de vuelo jajaja, en herbología y levitación jajajaja.
-Tom estará ahí, son tal para cual.- No cambió el gesto, el hombre seguía más serio que un cura católico en homilía.
Snape sacudió su varita y desnudó a la joven por completo llevándose consigo todo rastro de sangre.
Abrió su cajón de ingredientes y utensilios, sacó gasa de un sobre beige y conjuró un hechizo que convirtió la tela inmaculada en un hermoso y cómodo paño que entregó a la joven.
Ella lo miró.
-Gracias.- Dijo recibiéndolo en sus manos.
-Por nada.- Se acercó y se sentó a su lado sin perder postura y cuidado. -Yo voy a cuidar de ti.
Horas después ella estaba acomodada mejor de lado izquierdo de la cama y él a su derecha con el pantalón de vestir y las calcetas sobre la cama, estaba a su lado, exactamente pegados de la cadera, ambos leían.
El pocionista tenía su brazo izquierdo rodeando la cintura de ella sin perder concentración de su libro.
-¡Eres magnífico, te amo!- Susurró acercándose al oído del mago.
Él giró y acercó su frente a la de ella.
-Yo te amo.- Dijo con voz suave. -¿Sí sabes que eres mía?
-Sí, lo soy.
-Feliz Halloween, Bruja.
-Feliz soy pero por haberte dado poción de amor.
-¡Ajá lo admites con descaro, niña!
-Jajaja, Severus sabes que estoy muerta por ti.
-No.- La besó muy suavemente. -Mejor vive para mí.
-Ahh, mi amor…- Se dejó caer en la cama para recibir los besos de esa figura oscura, sombría, mágica e intelectual, el cual mostraba prueba de que existe… Sí hay brujos, sí oscuridad y calderos, sí murciélagos convirtiéndose en vampiros, sí hay hombres lobo, sí hay pociones y conjuros, sí hay un mago astuto que sostiene una vara de madera en su mano y es tan bueno o mejor que Merlín y además vista telas elegantes para verse como un caballero.
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