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La joven se quedó dormida, y es que no había podido cerrar los ojos o descansar de imaginar que muchas cosas o posibles situaciones de intimidad podrían pasar.
Tenía curiosidad de conocer al mago, saber cómo pensaba, saber qué planes tenía.
En sus recuerdos sólo estaba ese hombre frío con las manos sujetas detrás de su espalda viendo con altivez sobre lo alto de la torre de astronomía hacia el cuadro del patio con suelo empedrado, arcos góticos, sombras y algunas hojas secas.
Aquél hombre de mirar enojado, misterioso, escribiendo con afán sobre su escritorio mientras el silencio aterrador en una aula llena de estudiantes que temían respirar para molestar la concentración de ese hombre, los rodeaba, a todos ellos, el terror, al menor ruido ese lento apretar en la pluma negra con su grande mano pálida y el subir de su mirada con una ceja alzada, les decía que alguien iba a morir, la persona quien sus sentidos le señalaban por el ruido de incompetencia un grave error, toda su inútil humanidad estudiantil.
Era tan buen pocionista que hasta el ruido del carbón bajo el caldero de sus estudiantes el cual ardía encendido le decía si el resultado sería un éxito o un desastre.
Sus recuerdos le mostraban ese genio de molestar que cada mil años aparecía cuando caminaba por los pasillos de la biblioteca ondeando su capa en cada paso seguro, cazando indisciplina.
No soportaba encontrar gandules durmiéndose, ni tontos pasando el tiempo, muchas veces se chocó con su fría mirada y su fruncir soberbio para juzgar sus acciones a pesar que quizá era la única que disfrutaba de ese inmenso mar de letras y textos de investigación.
Veía todas las veces que él con casualidad la encontraba sin su varita haciendo las cosas como una Muggle, su torpe empinar para alcanzar un libro tres cabezas más arriba de su altura. Ella con sus libros formaba una pila como estrado bajo sus pies alzando su humanidad como se podía para llegar a tocar con sus manos los lomos de aquellos libros valiosos y él atrás viendo con atención esos torpes movimientos mientras se había detenido a dejar pasar alguno que otro estudiante inteligente de Revenclaw, no le quitaba la mirada, no le quitaba la mirada burlándose de ella o quizá sintiendo pena.
“Srta. Granger, ¿Acaso le gusta presumir el orgulloso de ser hija de dos padres Muggles, o le es a usted precisamente taaan difícil usar su varita para al can zar un simmpleee liiii brooo?”
Su voz, su tono recto estaba clavado en su mente desde muy pequeña, él tomaba el libro por ella aprovechando su altura, se lo daba con tosquedad y asco, nunca decía “De nada”, aquel mago cuando quería era grosero a su tímido “Muchas gracias, señor…”
“¿Otra vez, Granger, otra vez usando los libros de la biblioteca como si fueran escalera? Usted no debe olvidar que es una bruja, use su varita, siga estudiando intensamente por favor antes de que se le olvide que está en Hogwarts.” Su forma de hablar era exagerada como si de verdad le importara la niña. “Gracias, señor.” Contestaba ella con timidez recibiendo el libro con sus frágiles brazos, un libro más grande que la mitad de ella, con un peso que no podía cargar.
“Ya deje esa obsesión por la lectura ligera, en el pasillo de a lado puede encontrar a los mismos autores y los mismos títulos pero que puede tomar fácilmente con su débil brazo.” Le alzaba una ceja y luego la dejaba sola.
Oh esa situación le había pasado tantas veces el último año que empezaba a sonreír cuando él sólo se daba la vuelta mientras la vigilaba, sí ella sentía que la miraba y ella por su puesto había cambiado la curiosidad de verle vigilante por interés de tenerlo cerca. Su sonreír después de los incidente era porque al final de las situaciones incómoda decidía ayudarla, sí, aquél mago decidía siempre ayudar, y recordaba aquello desde años atrás.
“Qué caballero tan amargado y grosero.”
El sueño vino sobre ella sin querer como una manta que la paraliza, envolviendo su tierno cuerpo, relajando sus músculos y dando una sensación de caer y caer cada vez más en algunas nubes blandas profundas y mágicas.
Snape regresó de revisar cada vagón y cada espacio del tren para estar más seguros, no había nadie más que ellos y que el capitán conductor en la cabina frontal.
Se dio cuenta de aquél hermoso descanso, sus facciones juveniles relajadas, no hizo más que sentarse a su lado y ver por la ventana mientras ella sólo dormía y las imágenes de la naturaleza parecían moverse acompañando el andar veloz del tren…
Soñaba… La pequeña ya no tan pequeña, soñaba.
El hombre no la interrumpió sino que decidió guardar silencio e intentar dormir a su lado.
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En sus sueños él estaba ahí, ella revisaba apuntes dentro de su campamento, sentía que pronto llegaría, que él aparecería y empezaría a vigilar todos sus movimientos durante las pociones, tenía temor de hacerlo enojar pero sabía que él estaba cerca, cada vez más cerca a ella.
-¿Es práctico y eficaz pensar en su profesor cuando tiene que ser muy cuidadosa en esa poción?
Ella se puso nerviosa porque sólo podía escuchar esa recta e intimidante voz ya estaba en el ambiente pero no se dejaba ver.
El campamento entero era silencioso.
La joven rompió aquello sin temor de decir lo que sentía.
-No es práctico, pero es necesario pensarle, cada que lo veo en mi mente este ejercicio de recordarlo me da la solución exacta a las constantes. Y… ¿Es práctico y eficaz observar a una alumna romper las reglas de la escuela o es que disfruta estar aquí acompañando mi persona?
-Estoy aquí porque usted quiere que esté aquí.
-¿Me ha preguntado si lo necesito?
-No, pero he visto que me busca en el silencio. Puedo ver sus ojos perderse en las esquinas.
-¿Además de pocionista es adivino o ha entrado sin permiso al aposento de mi mente?
-No tengo que leerla para saber que gusta de mi compañía.- Su voz se hizo grave y conquistadora.
Se acercó a ella, posó sus manos sobre sus hombros con cuidado y cariño. Luego bajó lento para tomarla de la cintura con delicadeza, le hizo ver a ella que aparecía lentamente, Hermione bajó la mirada y desde donde estaba lo vió, miró sus manos grandes y pálidas tocando, las mangas de su levita, su cuerpo caliente pegado detrás en su espalda, más de lo que antes hubiera imaginado, estar tan cerca a Snape la ponía mal y él se daba cuenta, lo usaba a su favor.
-¿Ahora ve que no le molesta que esté cerca?- Snape usaba voz de profesor, voz autoritaria de tener razón.
Nerviosa intentó decir algo pero no pudo.
Cerró los ojos percibiendo el perfume fuerte de él con olor a madera del bosque, no pudo evitar empezar a temblar levemente bajo las manos del hombre, sus piernas tuvieron un dulce escalofrío.
-¿Me dirá que no le agrada, que le molesta que la vea, que esté cerca?- La voz se hizo en su joven oído, le rozó el arete de oro y aquello la puso peor. Pronto sería obvio que él le gustaba y más que eso no podría resistirse a él.
Hermione se rindió al tacto, las suaves manos tocando con atino, como superficialmente, ese rastro de toque que deja los nervios del cuerpo alborotados y hace que desde el cuello hasta los pies se sienta el erizar los vellos como en una oleada de placer.
La abrazó, cerró los ojos al tocar con sus finos y pálidos labios la oreja de aquella jovencita tímida e inexperta.
-Yo… Yo… Me gusta que esté cerca, me gusta que… Su presencia.- Su cuello se inclinó de lado, él prácticamente la obligó con un suave beso desquiciador
-¿Quieres que cuide de ti?- La voz del mago no podía ser más gruesa, en el borde de ser un susurro, empezó a tutear, aquél coqueteo descarado era una trampa mortal.
-No, no sólo eso… Yo… Lo quiero a usted conmigo…
-Mmmmmh ¿Me quiere con usted… Y… Me quiere… Estricto o permisivo?
-Así como es… Así como siempre ha sido, Sr. Usted hace que me ponga muy mal.
-Srta. Granger, yo la quiero a usted conmigo… Yo… Yo quiero que se ponga mal.
///
El ruido de las vías por el paso del tren se hizo cada vez más nítido.
La joven despertó de golpe, abrió los ojos lentamente y el mago no estaba ahí.
Tomó su varita con segura confianza, dejó sus cosas a un lado y empezó a caminar hasta el vagón de dulces que al mismo tiempo era cafetería para profesores o alumnos.
Él se encontraba ahí sentado viendo hacia la ventana.
La joven se acercó con timidez y le habló, a pesar del temor le habló:
-Estoy ansiosa, Severus, quiero decirte que no me arrepiento de que hayas estado tan cerca de mí y que haya algo entre nosotros más allá de la relación alumna insufrible y profesor odioso.- Ella sonrió muy sutilmente tal cual lo eran sus palabras.
Severus volteó a verla y entre cerró los ojos poniendo toda la atención en la voz de esa hermosa jovencita. -Quiero confesar que me es atractivo tan cual eres pero me gustaría que fueras más comunicativo conmigo.
Pensó unos segundos y cruzó una de sus piernas.
-¿Qué puedo decir, Hermione? Hasta ahora no puedo creer que la haya besado.
-Pues si no puedes creer eso, menos creerás cuando te diga… Que… Te amo.- Se dio la vuelta con pasos seguros de regreso a por sus pasos.
Snape se puso de pie, dejó la taza de café y fue atrás de ella.
-¿Has dicho que me amas, eso has hecho que escuche? No juegues conmigo, pequeña.- Siguió sus pasos decisivos para alcanzarla.
Hermione no habló sólo siguió y siguió hasta entrar al vagón y sentarse en su lugar.
Snape entró buscando los ojos de ella.
Respiró fuertemente y dijo:
-¿Me amas, me amas porque me odias o porque te gusto?
La pregunta era una trampa, el pensaba que todo eso sería pasajero.
-Te amo, porque eres el profesor más misterioso y estricto, el más guapo y nadie más lo ha visto.
-Já, ¿Estricto yo, guapo? Es la peor broma que he escuchado, soy intolerable y además intolerante, no convivo con nadie, no soy alguien bueno pero… Puedo intentarlo, por ti…
-No es broma.- Se acercó y puso sus dos jóvenes manos en el levita del mago. -Me he enamorado. Siento que te amo aunque parezca absurdo amo muchas cosas tuyas, todo lo que otros quizá no comprenden. Ser estricto es bueno porque significa que te importa.
-Pues yo creo que eres una niña antipática.- Dijo el mago con un gesto de fastidio falso.
***
Seis horas después… Al fin frente al lugar secreto y abandonado.
-¿Cómo estás tan seguro de que la directora Minerva no nos sigue?- Preguntó la joven después de escuchar a Snape lo que pasó con Hagrid.
-Porque hablé con ella mientras dormías en el tren. Además ella no conoce este lugar. Confíe en mí, Srta. Sé ser muy discreto.
-Yo sé que sí, eso no tiene discusión.- La joven pensó que era bueno fingiendo ser malo y al mismo tiempo paternal. Fue Snape quien encontró a Harry y quién lo entregó a las autoridades de Hogwarts. Y además con ella era bastante atento, más de lo que aparentaba.
Snape miró a la joven extendiendo su mano como en petición de permiso para que ella lo sujete y así puedan entrar juntos a esa casa hechizada.
Ella deslizó su mano sobre la de él y así aferrados al otro entraron a ese lugar en penumbra, el mayor sujetaba fuertemente su varita, medio paso más adelante que ella, no para demostrar que mandaba era únicamente para protegerla.
Severus quería decir muchas cosas pero a la vez se aguantaba de ser imprudente.
-Se ve que es una casa muy amplia y grande.- Hermione miraba e intentaba ir más allá de la penumbra, se alcanzaban a ver algunos escalones de una escalera en forma curva y algunos Adornos brillantes a cercanos metros.
Snape admiró su rostro, la forma en que ponía los ojos para ver más allá y entonces la atrajo hacia él.
La tomó de la cintura para abrazarla con sus brazos, pegado a su cuerpo, le dio un beso tan intenso y pasional que ella no podía evitar mover el rostro.
Así agitada por algunos minutos donde el beso incrementó, sonrojada por toda la sangre acumulada en su cabeza, intentó decir algo.
-No… No me esperaba que… Hagas esto…
Pero Snape la volvió a besar sin dejar de acariciar su cintura, espalda, cuello, mejillas, brazos. La atraía a él porque quería que lo sintiera, él estaba igual de cálido y agitado por ella.
El mayor empezó a quitarse el levita mientras la besaba y ella lo rodeaba por el cuello con sus brazos, lo acariciaba detrás del cuello por la nuca incrustando sus uñas, sujetaba la cabeza del mago mientras este se perdía con intensidad.
La sensaciones que recorrían sus cuerpos eran inexplicables pero tenían un tono tan grande color verde y rojo que jamás hubieran imaginado que combinan a la perfección.
Cuando al fin se deshizo del levita ella empezó a desabotonar su camisa desde arriba hasta abajo y él al fin se dio permiso para quitarle el suéter, meter sus manos debajo de esa falda para acariciarla, sujetar sus muslos, seguir por su vientre hacia arriba para quitarle también la corbata y la blusa de la escuela.
-Lo siento, lo siento… Perdóname.- Se alejó de ella un paso atrás con el rostro enrojecido aunque este casi no se notara.
-No, no, yo quiero… Yo quiero.- Se acercó a él para besarlo más y este la posó sobre un largo sofá de terciopelo café, tenía también aquellas almohadillas de adorno con la misma tela sobre estas las cuales iban cayendo al suelo una por una por ambos cuerpos que subían en desenfreno cuando al fin estuvieron sólo con ropa interior.
Realmente el ambiente no estaba abandonado, Snape había estado ahí dos días antes y no sólo una vez.
-Sé que…- Respiraba agitado. -… He dicho muchas cosas desagradables. Pero esto no era lo que quería para el fin de semana, lo juro por Salazar Slytherin yo sólo quería besarte pero… No sé… Lo siento.- Se lanzó a su cuello avanzando sobre ella a horcajadas… Pero es que necesito saber…- El hombre estaba muy excitado, tanto que no podía controlarse y menos para evitar recordar el incidente del veneno.
-Yo quiero saber también, quiero que lo hagas… Hagámoslo…- Hermione veía sus ojos negros en ese rostro pálido, encendidos y lujuriosos como nunca antes, le daba escalofrío pero también le volvía loca la forma en que la deseaba. Veía todo poco a poco mejor mientras sus retinas se acostumbraban a la penumbra en el ambiente.
Snape hizo un hechizo silencioso prendiendo una pequeña lámpara junto a ellos, por el extremo del sofá detrás de donde Hermione apoyaba su cabeza.
Agitado casi no podía hablar, la besaba una y otra vez.
-Oh déjame intentarlo de nuevo, deja sólo un poco que yo… Entre…- Estaba con la cabeza perdida, definitivamente nunca se hubiera imaginado diciendo algo así a una mujer pero ella le era una tentación tan grande, podría pedir eso con más locura. -Sólo un poco, pequeña, juro que tendré cuidado. Sólo un poco… Deja que me una a ti de forma inquietante, que sienta tu abrazo íntimo… Anda, por favor… Sólo un poco…
Hermione jadeo sintiendo escalofrío, no pensaba que esa forma de pedir fuera tan incitante para resistir y es que hacer aquello que quemaba en sus cabezas era justo lo que quería no resistir.
La joven asintió teniéndolo encima ambos con ropa interior, él acomodado como para unirse a ella y Hermione acariciando con timidez sus brazos mientras se besaban. Sus labios daban esos toques exactos, la unión perfecta, él no podía evitar dar pequeñas mordidas en sus clavículas, cuello y carnosos labios carmín.
-Siento por ti, Hermione, si dudas que lo hago no lo hagas, yo juro que te amo.- Soltó Snape sorprendiendo a la pequeña. -Pídeme… Lo que quieras, lo que sea y te lo doy, pídeme lo que quieras.- Su voz agitada poco entendible fue más segura al final.
Qué terrible, el profesor estaba muy mal por ella.
-Yo… quiero… Mhhhhhh… Ahh te amo.- Su sonido final fue la introspección del mago en su mente y pelvis. -Quiero que lo hagamos, quiero conocerlo así.
Snape se apartó de ella un poco quitándose la ropa interior como si fuera papel delgado, se lo quitó muy despacio hacia delante con un hechizo simple, la ropa de ella también se fue así. Hermione lo quedó viendo acomodado entre sus piernas con ganas de que pase pronto, ambos, ese deseo estaba en ambos.
La joven vio la forma y la manera en que esta enojada erección la apuntaba desviándose levemente hacia arriba. Bastó verlo, sólo un poco, un poco más para derretirse en ese instante y dudar, por un instante, dudar de lo que estaban a punto de hacer. Pero ya no había vuelta a atrás, tenía que sentirlo con urgencia.
El mayor se hizo hacia ella besándola más con un brazo apoyado a un lado y la otra mano acariciando el rostro de ella como en un sujetarla amorosamente, mientras hacía eso la pequeña empezó a sentirlo, sintió la piel húmeda, su piel, ambos listos, quemaba con lo que la tocaba, suave, caliente, acomodándose de forma instintiva con naturalidad, resbalando lentamente esa superficie lisa y sensible,
él quién sabe cómo fue poco a poco empujando únicamente con su pelvis, lentamente, ella ya no estaba preocupada por el dolor, este había sido sustituido por deseo de más, Snape no pudo entrar al principio, tuvo que bajar su mano, había resbalado de nuevo hacia arriba como aquel día en su despacho. Pero el toque fue tan excitante que ambos jadearon cada quién en su tono.
Hasta que…
-Ahhh.- La joven abrió la boca para soltar un pequeño quejido.
Él había entrado al fin con dificultad. La emoción se dejó sentir en toda la habitación, el silencio, sus dos voces.
-Ohh mmmh ya casi.- Se soltó el mago volviendo a estar sobre ella, nada más empujó un poco más mientras estaba en los labios de ella. -Oh mi hermosa Hermione…- Se aferró en un abrazo, la besaba y no paraba de adorarla en su mente con los ojos cerrados.
El momento se hizo más íntimo de un segundo al otro, ella se relajó sin preocuparse de nada, sólo dispuesta a sentir lo que el amor exponía con un cuerpo varonil, un cuerpo de ambos.
Snape la abrazó más, quería sentirla, besaba sus pechos, la abrazaba alzando su torso como si no pesara nada con uno de sus brazos, sin dejar de entrar y salir de forma continua y con cuidado, tan pasional, tan apretados, pero su ímpetu empezó a acelerar el gusto de sentirla cada vez más profunda, la besaba como jamás había besado a una mujer, la apretaba con la fuerza correcta, la pasión perfecta de poseerla, no una invasión sino el corresponder a una invitación de deseo común, un lugar exacto para él, eso sentía, eso se decía en la mente.
“Eres perfecta para mí.”
Severus se acercó al joven oído para susurrar unas palabras con atino, agitación y sutileza.
-Mi amor… Ahhh, et conversus corpus tuum, et respice de fenestra…
-Tu dic, mecum quo… Bene. Ahhh sí, me gusta tanto.- La joven estaba perdida.
Hermione se hizo de lado y él se acomodó delante de ella frente a frente, la atrajo de nuevo contra él sujetando su muslo izquierdo para unirse a ella nuevamente mientras la besaba.
Ambos con los ojos cerrados, disfrutaban de la caricia íntima moviendo sus cuerpos de forma natural sin ninguna pose exagerada, sólo él y ella tocando lo más profundo del otro, él su cuerpo y ella su alma peligrosa.
Snape empezó a tocarla con sabiduría en el lugar preciso, usaba la caricia en ella incrementando las sensaciones mientras ella delante de sus ojos le comunicaba el placer, sus ojos se cerraban su boca se abría y sus sonidos de gusto que empiezan sin sentido era algo que también estaba amando de forma intensa muy dentro de su razón, se grababa, su rostro, su cabello, su cuerpo hermoso, las sensaciones enloquecedoras, aquél abrazo íntimo y justamente fuerte, sentía que no podía pero tenía que asegurarse que ella lo logre primero y así fue.
Un sonido agitado y violento le arrebató la cordura, era como un llanto de amor con pausas desesperadas por aire con movimientos involuntario por las contracciones orgásmicas, ese morder y morder de labios.
Y entonces él ahí en la cúspide de ella lo hizo más rápido, más enérgico sacando todo el frenesí mientras dejaba todo concluso, la apretó en el abrazo y puso sus labios en el joven oído para que ella escuche la pérdida y rendición de su entregarse, se dejó ir.
-Perdonami, ma ti adoro, mi dispiace di averlo fatto ma è anche bello.
Hermione empezó a besarlo con locura, cualquier línea que pudiera restringirla hacia él y él hacia ella se había roto, ya no había temor, ya no había duda, la confianza había unido sus más íntimos sentimientos.
Eran los únicos que podían hablarse, entenderse así en aquel idioma, otros lo hacían, leían pero Snape supo que la joven estaba obsesionada con aquel dialecto desde quinto año. La había escuchado recitar recientemente en la biblioteca un año atrás y había quedado más que maravillado como en aquél instante donde esa reacción en respuesta con sabor a un beso de esos labios carmín le había arrancado el corazón y el alma para siempre.
-Ahhhhh Srta Granger… ¿Tiene… Alguna… Pregunta?- No podía calmar sus latidos ni calmar el aspirar aire a sus pulmones pero aún así decidió hacer aquella impertinente pregunta.
El hombre respiraba agitado besando tiernamente esos labios juveniles.
-Sí, ¿Por qué… Sentí todo el tiempo que alguien nos observaba?
Snape la vio a los ojos con duda y luego se dio la vuelta para ver al frente del sofá en lo más espeso de la interesante sala, tomó su varita y pronunció.
–Lumos máxima.
La luz en forma de esfera subió hasta el techo avanzando hasta el fondo de la sala donde de pronto empezaron a aparecer algunos rostros sorprendidos con las bocas abiertas y mejillas sonrojadas.
-¡¿Qué… De mo nios?!- Se escandalizó.
Eran unas jovencita aproximadamente de la edad de Hermione.
Snape saltó del sofá jalando su capa para cubrir a Hermione, se pudo de pie y con una de sus manos tapó su intimidad mientras con la otra mano iluminaba todas las lámparas con un hechizo y movimiento de su muñeca.
-¿Cómo es posible que estén aquí?- Le habló a las jóvenes con molestia y asombro.
-Oh… Profesor… Lo sentimos, nosotros sólo seguimos a ambos hasta aquí.
Hermione llevó su mano a su frente.
-No puede ser, creo no se quitaron la idea de la pijamada.
-La mejor a la que hemos ido.- Dijo la jovencita de Gryffindor mientras que a la que se hallaba a su lado dejó caer sin querer sus anteojos al suelo.
Snape se quedó quieto viendo todos esos rostros ruborizados e inocentes observando su desnudez.
-¡Ahora, por Salazar Slytherin, ¿Qué hago con ustedes?!- Estaba rendido, no creía que podía estar en esa situación vergonzosa.
-¿Le va a pedir que sea su esposa, Señor?- Soltó la más pequeña que cursaba cuarto año.
Snape cerró los ojos y contestó con rapidez.
-Definitivo.- Dijo seguro también con un escondido: “Y tú quién eres, jovencita… Estoy en problemas.”
Hermione sujetaba la capa del hombre para cubrirse hasta el pecho, apoyada en su codo derecho sonrió sin remedio y las jovencitas se ruborizaron más, algunas dejaron salir unas pequeñas risas nerviosas.
-Vamos a darles un poco de té.- No supo qué más decir la avergonzada prefecta.
-Vayan al comedor, iremos en un instante con ustedes.- Snape giró para poner sus ojos sobre los de su joven novia avergonzada. -¡¿Qué les pasa a las Gryffindor por qué no me tienen miedo?!
Hermione apretó sus labios y alzó los hombros como si no tuviera la respuesta. Y el movió la mandíbula junto a una mirada acusadora.
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