-Está hecho, Srta.- Dijo el mago con suave voz sin dejar de ser grave, al saber que ella estaba ahí.
-Profesor, gracias… Yo…
-Quisiera comprobar si está en pie su respuesta de aceptar ir conmigo.
-Claro, sabe que sí…- Hermione quería expresar mejor lo que decía pero algo la detenía, no podía evitar ser formal y más ahí en la puerta de su casa.
Las voces de ambos eran prudentes para estar cerca de los pasillos incluso más cerca de los cuadros chismosos.
-Pero esta vez quiero confirmar con una respuesta sólida y segura. ¿Quiere que vayamos solos a un lugar que usted no conoce, que usted no tiene ni idea dónde es y tener que depender de mí para estar a salvo?
Hermione vio ese leve entre cerrar los ojos de Snape como si él también estuviera pensando.
-Sí, confío en usted, confío en que será un viaje más que provechoso.
Snape le estiró la mano para guiarla hasta el balcón a unos metros. Se acercó a ella viendo hacia abajo, sin mirarla intentó decir las cosas con delicadeza.
-Minerva me pidió que la cuide como si fuera mi hija ¿Qué opina de eso?
-Que ella no sabe cómo nos besamos cuando me siento en sus rodillas.- Miró hacia donde estaba él para tratar de encontrar una respuesta en sus ojos negros.
Y sí, vio que el mago se sonrojó, fue un espectáculo extraño y misterioso. Unos segundos después giró para verla.
-Es cierto y no sabe cómo la besaré.- Su rostro serio se acercó junto a su cuerpo erguido y la mirada sobre esos esos café inocentes, más altiva que otras veces sintiéndose importante aunque al alcance de ella si lo deseara. -No sabe qué haremos, si compartiremos té en la madrugada o si leeremos hasta el amanecer.
Hermione bajó la cabeza en notoria timidez tocando sus manos para soltar sus palabras sugerentes.
-Preparemos uno, toda la noche. Leamos el libro que hasta hoy no me ha ayudado a entender.- Levantó la mirada para ver si se encontraba con él y sí, no dejaba de observarla con detenimiento.
-No lo sé… Puede ser…- Su ceño no cambió, cuando quería ser recto conseguía intimidar a la joven, era como un domo grueso que lo cubría difícil de traspasar, una protección involuntaria. -Le dije a Minerva, no sé si decirlo pero le dije que la llevaría con sus padres.
La magia se acabó y llegó la confusión en la cabeza de Hermione.
-Pero mis padres… Ellos están lejos. ¿Por qué le dijo eso? Es que…. Tú no los conoces…
-Yo le dije que no había nadie más perfecto para ser tu guía social que tú propio padre. Minerva cree que tú eres una especia de protegida por mí y no es que me moleste mucho que vea aquello sin embargo cuando sepa la verdad me tomará como un pervertidos en conveniencia.
-¿Y no hay manera de contarle a la directora y que se calle la boca? Digo, no me importaría que lo sepa.
-Ay una forma pero ahora no se puede. Tengo que irme, nuestro tren sale mañana a primera hora, vendré de nuevo aquí.- Hizo una venia y giró sobre sus talones para empezar a bajar por las escaleras.
-Espere, profesor.- Hermione lo alcanzó habiendo dado unos pasos hacia los escalones, él había avanzado unos cuatro o cinco hacia abajo. Y cuando giró para atender su llamado ella le robó un beso.
Snape se quedó viendo atento el aparecer una sonrisa traviesa en ese rostro indefenso. Después de unos largos cinco segundos como si no hubiera pasado nada arrugó el ceño enojado y se fue.
-Es tan encantador.- Dijo en susurro pero él no alcanzó a escuchar por el chocar de su capa contra el muro de la escalera al bajar con rapidez.
La joven giró para entrar a su casa y se encontró con la mirada inquieta y los ojos de Ginny Wesley abiertos como platos blancos..
“Oh por Merlín noooooo, tendré que decirle…”
***
Snape llegó a sus aposentos para guardar algunas cosas y empacar, era la primera vez que cometía una locura como esa y en todos sus años como profesor la primera vez que mentía a una autoridad.
Se preguntaba si lo valía, si valía la pena esconder algo como eso o si sólo abría la boca para confesar. Le daba igual y se sentía capaz, con la fuerza suficiente de enfrentar cualquier consecuencia.
Hermione,
Deja que mi voz llegue a través de la distancia en esto que escondemos, no importa qué fecha sea, para los sentimientos no hay calendarios, ni geografías, ni fronteras, deja que mi voz llegue a ti y tome tus manos, te abrace, te bese como tanto he querido y te diga que te amo.
Hermione mía, ¿Podría con derecho llamarte mía? Seguramente no pero eres mía porque eres mi recuerdo, eres mi pensamiento, eres mi sueño, eres mi presencia constante, eres mi presencia aunque nunca más te toque, y aunque no hayas de ser mía lo eres… En este instante.
Snape tomó de nuevo entre sus manos lo que escribió después del accidente del veneno en esa fatídica tarde, una carta, una carta que nunca envió pero sin embargo marcaba una gran diferencia de cómo se dejaba ver y cómo quería ser, eso, el tocarla no sólo había sido una accidente, era un deseo pero no que se satisface en una noche sino el que se llena lentamente durante mucho tiempo de admiración y contemplación.
“Siento que lo deseo, señor.” Recordó las palabras de Hermione.
Estaba enamorado y no sabía cuándo era el momento correcto de decirlo y cuándo empezó a rendirse ante ese sentimiento tan grave que había dejado atrás por el largo de los años y los duros golpes de la vida.
Se quitó la capa, caminó con pasos lentos hacia la habitación mientras empezaba a quitarse toda la ropa hasta quedarse con el short interior de hombre.
Ahí en la penumbra, en la oscuridad espesa no dejó de empuñar su varita hasta que el recuerdo lo hizo sentarse en la cama, pronto tan pronto como todo empezó a pasar, tan pronto como empezó a odiarse por sentirse vulnerable y absurdo, había perdido contra su odioso exigente control y su recta cordura.
¿Cómo era posible que una niña ponga sus ojos en él como él en ella, acaso ella sabía qué era amor, acaso ella sabía qué era deseo?
Él sí sabía muy bien qué era sentirse como un hombre que necesita abrazar en la noche y necesita sentir el calor de alguien que antes no estaba clavado en sus manos atándolas juntas para ponerlas sobre el fuego, le quemaba el pecho y no sólo eso. ¡Qué complicado secreto!
Se dejó caer hacia atrás trayendo a su mente aún más, esas conmociones e imágenes que cortaron su tranquila forma de respirar, sentía el fluir de su sangre por todas las arterias del cuerpo, le hicieron cerrar los ojos.
Veía…
su delicado cuerpo cerca al suyo,
su suavidad, su piel tibia,
sus labios rozando los de él,
quería comerle la boca con besos encendidos,
Aquella sensación cuando llevó su enojada espada para atravesar su inocencia, aquel resbalar, aquella humedad.
-Ohhh.- Susurró culpándose indebido, sacrílego descarado pero hasta el momento sólo prefirió quedarse dormido.
***
Cerca de las cinco y media de la mañana cuando sus pasos lo guiaron hacia el bosque por un poco de hoja de té azul un semigigante lo detuvo con su grande mano izquierda por el hombro. Él se dejó, sabía que lo seguía al rededor de una semana.
-Profesor Snape.- Habló Hagrid con el semblante serio.
-Dime, Severus, Hagrid. Creo que nos conoces el tiempo suficiente. Sé que sigues por encargo de Minerva.
-Pero Minerva no me pidió que te diga que es tiempo aún para centrarse y ser cuerdo. Ella es una niña, profesor, no podría llenar ninguna expectativa que compita con tu carácter frío y soberbio.
-Soy cuerdo, por serlo es que ella me gusta.
-Sales todos los fines de semana a las tabernas y te subes al autobús noctámbulo, no conozco tu vida privada pero una mujer era más fácil admirar fuera de estos muros.
Snape se sintió ofendido, no era posible, él no sólo quería llenar el vacío del placer momentáneo, ella no se merecía una suposición tan tremenda.
-¡No le hago daño, lo juro!- La voz ruda hizo retroceder al semigigante. Snape se irguió, al fin y al cabo no era tan bajo para Hagrid y mucho menos poco hábil con su varita de pino negro.
-No le dejaré que se acerque más.- Hagrid enfrentó a Snape sin poder creerlo, sus piernas temblaban sin parar.
Snape lo miró a los ojos con el rostro molesto.
-Sólo quiero cuidarla, no le haría daño, prometo que únicamente la he salvado.- Suavizó la voz sin dejar de llevar su carácter.
-No te creo.
-Lo sé, pero míralo tu mismo. En dos hora Hermione vendrá a la estación del tren, dile que tardo unos minutos, escóndete y mira la forma en que me habla.
-Es una trampa, sólo harás que espere en vano.
-No, yo la amo.
Hagrid abrió los ojos sorprendido y lo dejó ahí sin pedir más explicaciones.
***
Snape esperó el momento exacto para ir por Hermione hasta su torre.
Media hora exacta después del mal momento con Rubius.
Al estar frente a ella nuevamente le pidió por favor que lo perdone, que tenía que hacer un encargo rápido para minerva dándole un horario equivocado para abordar el tren, no le dijo que no iría sino que tenía que esperarlo a hora exacta.
Ella llegó donde estaba el tren y al ver que el mago no llegaba se extrañó. Hagrid vio su semblante caer de emocionado a preocupado e hizo lo que Snape le pidió al pie de la letra.
-Hermione, pequeña, el profesor Severus me dijo que tardaría unos minutos más, puedes ir subiendo al tren.
-Oh está bien, pero deseo esperarlo, no puedo estar lejos, por encargo de la directora, mi vida depende de ello.
-El único peligro que corres es de parte de Severus Snape.- Hizo una mueca de estar bromeando, después una sonrisa inocente.
-No, el profesor me cuidará, yo lo sé… A pesar de su mal carácter.- También hizo tono bromista.
El semigigante sonrió y añadió.
-Entonces te dejo. Ten buen viaje, pequeña.
-Gracias, Hagrid, me hace siempre tan feliz saludarte.
El mago alto de melena despeinada se escondió detrás del periódico mural mágico, utilizó el hechizo de invisibilidad por si acaso mientras veía atentamente los pasos de Snape acercarse al tren con una pequeña caja caoba con algunos redondeados flotando detrás de él, parecía ser algún tipo de equipaje.
Hermione vio hacia todos lados para asegurarse que no haya nadie más, se acercó a Severus y le plantó un beso en la mejilla al jalarlo hacia ella.
Snape se mantuvo serio, susurró algo cerca de ella al inclinarse como en un saludo respetuoso para invitarla a subir al tren.
Hagrid vio la sonrisa en el rostro de ella, literalmente le brillaban los ojos cuando lo miraba, el pocionista en cambio estaba siendo muy prudente.
-El viaje no es tan largo, nos quedaremos hasta el lunes que llegaremos a la hora de la cena en el castillo.- dijo el mago sereno sin perder el ser correcto.
-Está bien, profesor. ¿Vamos a dormir juntos?- Se atrevió a decir mientras abría su libro y se sentaba cerca de la ventana.
-No, de preferencia me encantaría que sepa que la idea de este viaje es que no durmamos.
Hermione volteó de inmediato para verlo, no estaba segura de qué quiso decir.
-Pero llegaremos cansados.
-Le doy mi palabra que descansará.- sin sentarse, ahí debajo exactamente debajo del marco de la puerta añadió. -Iré a revisar los demás vagones. Vengo en unos minutos.
-Lo estaré esperando.
Snape tomó su varita y tocó con la punta el muro de madera que sostenía la cerradura, de inmediato como tinta dorada empezó a ramificarse al estilo de una planta trepadora creciente en velocidad que rodeó el techo, el suelo, las paredes de separación con otros espacios contiguos. Hermione quedó admirada, no sólo por su magia sino por lo elegante que era apreciar aquello. Los tonos dorados se detuvieron debajo de sus pies poniendo brotes como de flores al rededor de su silueta.
-Hermosa forma de cuidarme.- La joven bruja se sonrojó hasta las sienes y pasó la página de su libro.
El tren ya estaba en marcha cuando en su mente un pensamiento la atacó.
“Estoy enamorada…”
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