Anexo al capítulo anterior, antes de “relación prohibida”. Borrado por cursi, sin embargo estoy rescatando algunos Caps en todos mis Fics que se han quedado como borradores y o fueron reemplazados.
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Hermione se sentía bien, pero ese bien que le causaba nervios en el estómago, una sensación de calambre que es tan leve como para reír y sonrojarse, pero tan fuerte que debes de sujetarte de algo cuanto antes.
El mago era tan bueno ocultando sus nervios, ocultando que dentro de él habían muchas ganas de invitarla a caminar al callejón nocturno en una esquina privada de su bar favorito, conversar de muchas cosas y de nada, sólo banalidades que le permitan ver la forma en que ella lo miraba. Quería sobre todo ver esos ojos y labios moverse, nerviosos y provocativos dirigidos a su persona.
¡Merlín, a mí persona! Le gusto a esa jovencita, es increíble Se dijo intentando no perder toda es fortaleza para sostener su carácter centrado, algo le decía que estaba mal tener un acercamiento así con ella, una alumna de la escuela, pero ¿Por qué negarse a invertir tiempo en él y en esa pequeña joya que Merlín le encargaba sobre sus manos para admirar y cuidar?
No resistía, cada vez que llegaba nuevamente donde ella estaba, en rondas del patio en las horas de descanso, la veía, sus propios pies se clavaba en el piso, sólo su cabeza se movía y sus pupilas, para intentar tener un poco de atención sobre ella, hacer trabajo extra aparte del que ya tenía como profesor.
Su ceño era siempre el mismo sólo que sus ojos ahora mostraban algo extraño, algo que en él era un milagro.
Una frase extraña se repetía en su cabeza: Debo tener tiempo para ella, un tiempo para el trabajo y a la vez para verla, tiempo compartido que dispongamos para conocernos y ver si no estamos equivocados.
Dos o tres veces, al encontrarla, al encontrar su mirada entre todos esos rostros de jóvenes burdos, se quedaba ahí, sosteniendo tantos significados, poemas, reclamaciones y confesiones a su alma a través de ese color caramelo de sus pupilas, ella lo sabía, sabía que lo que pasaba no era pasajero, en esa mirada él decía constantemente que se gustaban, no era un juego y que aquello le daba miedo, bueno, más temor le daba a ella.
Recordaba el incidente en el aula de pociones, recordaba lo visto en el pensadero, cómo él le alentaba a pelear con el dolor, cómo él recibía sus besos y finalmente cómo se aguantó de dejar ir su instinto masculino y animal ante ella que no lo dejaba en paz. Crecer delante de un adulto como él se había hecho una tortura ¿Por qué le parecía atractivo ahora que estaba enterada de que no eran enemigos, que el mago había sido valiente, que los había protegido?
Hermione dudaba un poco porque fuera algo importante, le preocupaba alguna cosas ¿Acaso que fuera más grande? No, no era eso, se preocupaba de causarle problemas, los días pasaban y aunque tenían que estar lejos del otro, no sabían cómo pero sus pies parecían tocarse al menos dos veces dentro de cada veinticuatro horas del día.
Coincidían tanto en la biblioteca como en las comidas, no se buscaban, ella estaba segura,
sólo coincidían.
***
Hermione se había preguntado si el profesor había hecho algo con Harry y Ron, sus amigos ya no habían mencionado nada de su relación, presentía que Snape podía haber borrado su memoria de algún modo o simplemente los había amenazado.
Esas sospechas de la joven, terminaron por ser más fuertes cuando una tarde, el mago se apareció sin previo aviso, sin pergamino, sin cartas, sin notas, en su habitación.
—Herms, te busca el profesor Snape —una joven de Gryffindor le advirtió.
—¿Está afuera del cuadro de la señora gorda? —se sintió sorprendida, preocupada, no estaba
lista para verlo, no se sentía presentable.
—No, está aquí, afuera, en la escalera ¿Lo hago pasar?
—Sí sí, que diga, no, no, yo voy ahora, dile que me espere —nerviosa dejó su libro e hizo un hechizo de orden.
—Sí… —la joven estudiante de cabellos rojos salió con el mago para avisar.
Granger apenas tuvo tiempo de girarse y mover su varita para arreglar su cabello en una cola de caballo. No quería hacerlo esperar así que dio unos pasos a la puerta y lo vio en el balcón, de espaldas a ella, cerca de su puerta.
—Profesor, por favor, pase.
Snape hizo una venia intermedia y pasó erguido, serio.
La estudiante siguió.
—Te escribía una carta justo ahora, te la enviaría mañana temprano…
No pudo terminar de hablar porque la mirada de él sobre ella era penetrante, intimidante, no podía saber si quería llamarle la atención, enojado, o si quería charlar de otra cosa.
—Esperaré esa carta temprano, ahora he venido de forma impertinente y creo que debo esperar un rechazo a mi falta de delicadeza, porque no podía evitar pasar más tiempo sin verla y oírla un instante —su grave voz era tan punzante para ella.
Hermione no sabía qué hacer, él ya estaba ahí así que dijo lo que estaba en su cabeza como la primera respuesta.
—Puedes venir cuando quieras, eres mi profesor y eres mi… —dijo tímida— novio… —intentó mantener la mirada en esos ojos negros pero luego bajó y miró sus dedos, los cuales se tocaba con nervios.
Aún Snape no se atrevía, no había confianza para acercarse y arrancarle un beso, había pasado algunos días desde que la había besado por última vez en su despacho, la había castigado a propósito y aún sólo pudo tener cinco minutos con ella porque Minerva, gracias a algunos alumnos de Gryffindor, fue a su rescate, para cumplir justicia de que ella no era capaz de tener mal comportamiento en el aula de pociones.
—Lo soy —Se irguió elegante, seguro de ser ese que al que ella llamó así tan íntima e increíblemente, escuchó “Mi novio” y se maravilló, más, todas las veces que aquella dulce voz se repitió en su mente con la misma declaración —. Ten en cuenta esto que diré, por favor… —Snape dijo por favor de nuevo, algo increíble para Hermione. Se acomodó cerca ella, autoritario y con un fruncir leve de su ceño—, que sea su novio no significa que puedo disponer de su tiempo como me venga en gana, sé que tiene responsabilidades, por eso me disculpo.
Hermione sonrió, sonrojada, por las cosas que pasaron en su cabeza.
—¿Por qué no fuimos novios, antes? Eh… —la estudiante no estaba preparada para eso ¿Cuándo iba a pensar que iba a estar con él? —No sé qué decir, sólo puedo decir gracias por considerar que lo que hago es tan importante como lo que tú dejas de hacer para poder venir a verme —su voz fue suave, cuidadosa, él respetaba al mayor y empezaba a admirarlo aún más que antes.
Snape era una roca, no cambió su gesto a pesar que estaba relajado y se sentía nervioso.
—Le dije que esperaré lo que usted quiera darme gratuitamente, ahora quisiera pedirle unos minutos para hablar.
—Me encantaría ¿Quieres que sea aquí o vamos a otro lugar?
—¿Tú deseas que sea aquí, Hermione?
—Ah Mh, no lo sé, pues… Ahora mismo todas mis compañeras están alertas de que estás aquí conmigo, y posiblemente ya han ido con la directora… —él la interrumpió.
—No, las dos alumnas con las que me he topado ya han sido hechizadas —Snape mostró su varita y se quitó la capa de encima de sus hombros, la dobló a lo largo y la acomodó sobre su antebrazo.
Hermione lo vio de pies a cabeza, no pudo evitarlo, él era tan atractivo ¿De verdad lo era? O es que ella empezaba a mirarlo con otros ojos, posiblemente era eso ya que las jóvenes de su casa aún sentían que era el coco.
—Quédate, yo encantada de estar contigo, señor Snape —no pudo evitar morder sus labios al decir eso, en ese tono que quería empezar a ser coqueto.
—¿Puedo sentarme en tu cama? —preguntó el mayor, cuidadoso de no ser un mal educado.
Ella asintió y dijo:
—Sí por su puesto, sentémonos aquí.
El mayor desabotonó el cuello de su levita hasta la parte superior de su pecho. Sentía tanto calor, esos leones exageraban con los hechizos de calefacción o era que él estaba acostumbrado a un frío gélido allá en las mazmorras.
—Te traje un pequeño detalle, lo conseguí por ahí, bueno, de hecho son cuatro detalles —se pausó para disculparse—, lo siento, hace calor aquí —se disculpó, el calor le incomodaba.
—Sí, es cálido aquí o quizá estás nervioso por venir conmigo,te da miedo que me aproveche de ti —dijo divertida.
—Señorita, no me falte el respeto —cerró los ojos para no sonreír.
A pesar de la seriedad del mayor, la joven no pudo evitar soltar una pequeña risa.
Snape sacó algo de su bolsillo, una cajita del tamaño de su puño, lo abrió y se lo mostró.
—Es un lobo de chocolate, habían ranas, tortugas, hormigas pero mandé a hacer este modelo, les ayudé con los hechizos hace una semana, llevan poción revitalizante, será ideal después de estudiar y antes de dormir.
Un pequeño cachorro de lobo se subió a su mano delicada y se quedó quieto, acostado, empezó a lamerse una de las patas.
—¿Sí te das cuenta que ya no podré comérmelo? —Hermione sintió ternura, sólo era poción revitalizante pero con buen sabor y creatividad dirigida a ella.
Snape le alzó una ceja.
—Es chocolate, señorita Granger. Además no es sólo uno, hay tres más ahí. Prueba comerte uno, si deseas yo te doy el ejemplo —no perdía seriedad.
Hermione se cansó de esperar, se lanzó a sus labios para besarlo.
Se puso de pie frente a él e hizo que el pocionista termine con la cabeza hacia atrás, sentado en el borde de su cama, mientras ella se inclinaba un poco a sus labios, posó sus manos a ambos lados del cuello del mago, sintiendo sus cabellos largos y negro cuando se deslizó al mismo tiempo para acariciar su cuello y nuca. Se acercó mucho más a él, sus rodillas tocaron el borde de la cama mientras él con cuidado empezó a cerrar sus piernas y apretarla a él abrazándola de la cintura casi tocando el principio de sus glúteos, de una manera un poco incómoda porque temía sobre pasarse.
Posó sus manos en el los costados de ella sobre las medias estiradas y escolares, empezó a subir sus manos recorriendo la piel de ella sin atreverse a ir más allá, salió de su falsa y al ponerse de pie terminó siendo él quien hizo que ella termine con el rostro inclinado hacia atrás, ahora le sujetaba de la cintura.
—Ouch, el cuello me duele —comentó ella dejando escapar todos los lobos de chocolate en su cama.
Snape le susurró en el oído.
—Me gustas tanto, eres tan hermosa. Lo del cuello debemos arreglarlo, no quiero que te incomode —Se separó de ella un instante mientras veía a la joven sonrojada.
—Eres tan alto.
—Tú eres muy pequeña, perfecta para mí —su gruesa voz era cada vez más sensual y baja, mientras que con sus manos la tomaba de la cintura con cuidado, otra vez, para atraerla como al compás de una profunda y bella sintonía musical, un sólo movimiento —sugiero que nos acostemos en la cama —ya estaba arrepentido de haber dicho eso, suspiró alterado, su corazón quería salir rápido de su garganta y pecho, quería abrazarla y acariciarla, la necesidad de sentirla, crecía—, por favor no me tomes a mal, es sólo para estar más cómodos.
—Sí —dijo ella, segura de saber lo que él quería. Sabía que el mago no era como otros, que no sería tan apresurado o intentaría desvestirla de nuevo para terminar unidos. Ella tenía esas ganas de él, sí, eran muchas de hecho, porque Snape le daba curiosidad.
Una media primera vez en el verano con un joven que no había logrado bajarse los pantalones no significaba nada. Suponía que con el pocionista quería descubrir más cosas antes de pasar a eso, y se moría por ya verlo, eso que ella creía vería pronto de él y ella una conexión que crecía a pasos agigantados, estar con él, alguien que no dudaba y sabía lo que quería, le asustaba un poco, pero también le hacía sentir tan bien.
Snape se quitó el levita por el calor que sentía y que rápidamente incrementaba al estar cerca a ella. La estudiante lo miraba a los ojos, él acto se veía torpe, inseguro. Fue ahí que él decidió tomar el control de la situación.
Acercó sus labios a los suyos y los atrapó con apremio.
Ella se dejó besar y a cambio le empezó a dar toda la intensidad que él incrementaba mientras se dejaba caer a lo largo de la cama. Al hacerlo lento, al besarse, ella lo hacía aún más y cuando él lo hacía más apasionado, ella no podía alcanzarlo pero lo intentaba y quería mucho mucho más.
Su tierna voz entre esa desesperación por conseguir aire, se escuchaba mejor, la hacía suspirar, exaltarse, ya no era un sentimiento bonito y casto, ahora sus cuerpos pedían más del otro.
—Ah, tengo tantas ganas de hacerte el amor, Hermione, preciosa.
Ella apretó los párpados sintiendo los besos apasionados del mago y sintiendo cómo él bajaba y subía por su cuello y cada vez bajaba más. Con magia le abría la blusa escolar hasta que sus huellas se escuchaban y sentían en sus pechos, en la parte superior, una fuente tentación en camino a buscar otra piel y dar otras sensaciones a esa joven mujer.
—Ahh… Es… Mutuo el deseo… —jadeaba agitada, ya no podía más.
El mago se frenó, sabía lo que seguía después y no era momento ni lugar. Aún corrían peligro de exposición.
—¿Quieres que me quede a dormir? Sé sincera, puedes decirme que no, haré lo que para ti está bien.
Hermione abrió los ojos viendo los labios del mago, rojos por su culpa, por el color de su pintalabios rosa encendido y la presión de ambos durante una faena intensa de húmedos besos.
—Sabes qué voy a responder… —ella anhelaba dormir junto a él, sentir el cuerpo largo y caliente del mago junto a ella cuando la abrace en intenciones naturales del cuerpo.
—Por favor, dímelo, escucharlo es mejor —Se suavizó en susurro, quería portarse tierno pero a veces su voz, se hacía más gruesa y terrorífica.
—Quédate a dormir, todas las veces que quieras, Severus.
—Sí, durmamos, tienes clases a primera hora, la profesora Minerva ha hecho un plan exigente este año de recuperación.
Ambos estaban más calmados, susurraban en la intimidad. El mago tenía que salir con algo como eso rompiendo toda magia donde ella terminaba sobre él para quedarse sin aliento.
Era raro que el hombre ya no le reclamara nada de su libro o le preguntara si seguía yendo a escondidas para tener clases privadas de defensa contra las artes oscuras, era increíble, que aquello ya nos les preocupara. ¿Podía abusar de su autoridad, aprovecharse?
Seguro que podía pero no, hacerlo sería tomar su relación como un juego, y aunque me daba temor el mago, quería dar lo mismo que él le estaba dando ahora.
—Bien, profesor —sonreía porque no podía evitarlo—, eres un hombre muy atento.
—¿Vas a quitarte la ropa? —separó los labios, habló lento y pausado como todas aquellas veces que se había burlado de sus comentarios escolares en una clase de pociones.
—¿Me la quito toda?
—¡Merlín, no! No lo recomiendo, señorita —su voz correcta le antojó a la chica.
Hermione se abalanzó a besarlo una y otra vez y cuando no aguantó la excitación y quería rogarle que ya no se tarde, cerró los ojos y lo miró con amor.
—¡Salga de mi habitación, profesor! No podré aguantar seguir en esto, dormir sin querer que pase más, y sí tú no quieres que pase será mejor que no te quedes.
Snape se puso de pie, tranquilo, sin perder postura, rectitud, pero ahora también calma.
Abrió la boca para decir algo pero no dijo, su rostro estaba tan rojo y sus venas en el cuello se querían salir, no por enojo sino por alteración del bombear de su sangre, su corazón se estaba volviendo loco.
—Me parece bien, nos vemos después, esperaré su pergamino y le responderé de inmediato.
Y entonces en ese instante el hombre se atrevió, con el ceño fruncido, como enojado, se acercó a ella y le arrancó un beso apretado, de esos que te dejan intranquilo toda la noche, la acorraló cerca de la ventana y después de unos minutos la soltó.
Respirando rápido, se arregló la ropa, hizo una venia y salió.
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