Como bien lo pensó la pequeña, su copia estaba lista en tan sólo cuarenta y dos horas, no pensaba que la pluma podía cansarse de escribir y parar dos horas cada seis, algo que la confundió y le dio la idea ficticia y remota que quizá las plumas mágicas no estaban hechizadas sino que un fantasma las utilizaba. Era una exageración de mente por supuesto, estaba un poco desvelada porque ella tenía que dictar al no funcionar de otra manera.
Igual dejó que esa semana pase para no levantar sospechas delante del astuto profesor, además que no lo había visto o sentido cerca exactamente como él lo dijo.
“Yo me olvido que la vi y usted olvida que me vio” aquellas fueron sus rotundas y tajantes palabras.
Sus amigos como siempre entregaron tareas a último momento o leyeron una sola vez sin apuntes como si fuera un buen estudio de finales consecuentes para buenas notas, ella prefería decirles flojos y alejarse porque a veces la distraían, le hacían perder el tiempo fatal sobre todo porque no practicaban las mismas costumbres.
Lo de ella y Ron no había funcionado desde esa noche que él trató de aislarla para intentar tener con ella intimidad pero la bruja lo rechazó, dijo que lo quería mucho pero no sentía que podía llegar a esa consecuencia con él, esto le molestó al estúpido pelirrojo por lo que ella decidió terminar y quedar como amigos aunque casi no se hablaron después. Pero ella pensaba que eso estaba mejor que bien, apenas se daba cuenta de lo zopenco de su persona, de lo estúpido que era, no no no, definitivamente no era para ella, gracias a Morgana se dio cuenta a tiempo.
Tomó valor y decidió ir con el mago, bajó directo a su despacho, sola como nunca antes más que para robar pero tenía sus trucos para no permanecer mucho tiempo ahí.
Se disponía a tocar la puerta y esta se abrió antes de que se anunciara junto a una voz grusa que provenía apasible desde el interior del ambiente.
-Pase, Granger.
-Aquí está el libro, Sr.- No lo miró a los ojos, él estaba sentado en su silla amplia y cómodo con los brazo cruzados estudiando sus movimientos.
-¡No sea astuta, Granger. Deme la copia ahora, quiero la libreta en mi escritorio!
“¡Ah caray, este hombre es un brujo!”
Ella siendo una mujer joven e indefensa intentó con manipulación y un rostro patético de puchero hacer que le deje el libro.
-No tengo a mis padres, Sr.- Se atrevió a decir sin sentido.
-¿Y a mí qué? Mis padres no me amaban.- Soltó Snape para ganar en ese juego tonto de niños, para seguirle la corriente.
-¿Tampoco su madre?- La joven se interesó.
-Mi madre era una bruja inteligente y astuta que pudo haber convertido a mi padre en sapo mas no lo hizo según porque estaba ciegamente enamorada. ¿Qué madre y mujer que ama de verdad permite que le hagan daño a su hijo? Mi padre me pegaba hasta hartarse.- Le alzó las cejas al terminar como si eso fuera cualquier cosa y es que en realidad era un truco para ganar.
La joven fue transformando su rostro en desacuerdo, en tristeza, aquello, lo que escuchó le dio mucha pena. Ella había decidido borrarle la memoria a sus padres más su profesor no tenía culpa ni quería que lo lastimasen al ser un indefenso niño, ahora podía entender, comprendía su carácter frío.
Hermione se rindió porque no podía ganar contra eso.
Se acercó y puso la copia en el escritorio y luego apoyó su frente sobre sus dos manos las cuales reposaban en la superficie del escritorio mientras se sentaba en la silla al otro extremo de la gran madera oscura.
Snape la miró y pensó unos segundos.
-Está bien, consérvelo.- Lo soltó así nomás como quien no sufría por dejarle hacer con el libro lo que ella quisiera.
Ella se sorprendió por eso pero también en un instante sintió el aroma que más le agradaba en las tardes y noches, era té “Mmm qué rico, Té de durazno con menta.”
-Huele delicioso, Sr.
-Gracias.
-Me refiero a su caldero aunque también usted huele muy agradable pero sobre todo inteligente y varonil.- Puso su cara de inocente viendo directo a los ojos del mago, sus barbilla se apoyaba en sus manos.
-Eres muy peligrosa, astuta y manipuladora, yo me refería al caldero.- Entre cerró los ojos
-Y usted me da miedo, señor. Pero le juro que de verdad tiene un aroma agradable, a veces muy fuerte de carácter pero agradable.
Guardaron silencio unos minutos, ambos, pero él no sabía qué decir, nunca antes una mujer se había atrevido a piropear así su mezcla de ingredientes de madera. Por alguna extraña razón eso le hizo sentir orgulloso, la joven le hizo subir un nivel más a su ego por eso, se dispuso a decir.
-Le serviré un poco de té pero luego desaparezca de mi vista para siempre, Granger. ¿Está de acuerdo?
-¡Prometido!- Su hablar aún era levemente tímido, caminó hasta el sofá y se sentó para esperar su taza de té, sujetaba sus manos con nerviosismo.
Él le entregó su té y llegó a sentarse a su lado también con un poco en otra taza transparente de color leve azul.
Hermione al probar se quedó sorprendida.
-Es tal cual la hubiera preparado yo…- Sintió escalofrío y más temor.
-Recuerde que el libro que lee es mío, ahí está la receta, se su pone que para personas lectoras es revitalizante y adictivo.- Sonó serio, la información que daba era suya.
La joven giró para verlo, sin poder creer lo que escuchaba.
-Sr. Aún no llego a la receta, por lo menos no la he visto, siempre he tomado este té, mi abuela me lo daba y no sabía que era revitalizante.
Ella se quedó viendo la cicatriz y él la taza de té, su reflejo dentro de este, sí que era una gran coincidencia escuchar aquello, él había aprendido la receta de un libro que su madre guardaba, libro que era un regalo de su abuela, la abuela de él.
-Eso sí es curioso, como diría Albus.- Le dijo a la joven y se quedó pensativo.
-¿Aún duele, señor?- No podía dejar de ver la cicatriz.
El podía adivinar que lo miraba en la marca de su cuello pero no le importaba, tenía un secreto del por qué la presencia de la joven no le molestaba tanto al menos en ese instante, estaba probando la capacidad de su subconsciente para mostrarle y advertirle, ver si sus profecías se cumplían aunque para eso tenía que fingir amabilidad.
-Otras cosas duelen más.- Se puso de pie para irse dándole la espalda. -Cuando termine deje la taza en el escritorio y por favor no vuelva, nunca, no regrese aquí, por lo menos no sola.
-¡Está bien, gracias!
***
El Mago debía alejarse cuanto antes, se supone que había dejado de ir a verla en su campamento para no soñar de nuevo con ella sin embargo las dos últimas noches antes de esa en la que tomaron té, la había visto dos veces más mientras su cabeza boca abajo se apoyaba en un descanso placentero.
***
–Primer sueño, a dos días antes de verla–
Se veía así mismo siguiendo a la joven quien escapaba de él para esconder algo, la joven se había hecho de una copia de su libro, él por su puesto no podía permitir que lo conservara.
Al alcanzarla se lo arrebató de las manos con tosquedad, sin medirse, haciendo que ella caiga al piso, eso lo hizo arrepentirse de inmediato cuando vio ese rostro triste y asustado.
Se acercó a ella y le dijo lo siento cerca al oído ayudando a su joven estudiante como nunca lo había hecho con ninguna mujer.
La tomó de ambas manos y la levantó hasta estar frente a frente. “Esta vez puede quedárselo pero no se lo de a nadie.”
Y se retiró dejándola sola.
El contacto que tuvo con esa terza piel de aquellos delgados brazos y manos le hicieron daño, le dolió el contacto.
Tenía que admitirlo, la joven no sólo le era irresistiblemente atractiva, ante sus ojos era inalcanzable, era prohibido, era hermosa, también inteligente y sin malicia, lo que había admirado antes de alguien más.
Parecía más que un sueño, una advertencia, una premonición.
Su ociosidad lo ponía en peligro, el peligro de pensar y soñar lo que no debía. Por lo que gracias a ese sueño empezó a ocuparse mucho para olvidar el contacto, todo lo vivido hasta entonces, se hizo de trabajos, más y más torres de pergaminos, incluso su ofrecer ayudar a Pomona o a Minerva en los que sea para tan sólo no tener que penar más en esa niña.
–Segundo Sueño a un día de verla para que le entregue su libro–
Era un accidente, un accidente en el aula de pociones que puso en peligro la vida de la joven y fue raro porque quizá por verla tantos días preparando poción en su campamento quizá por eso… Esa vez que la ayudó a la joven por el desmayo repentino, quizá por eso…
Quizá era que su mente le traía recuerdos pero no, se había dado cuenta que era premonición, otra más, detallada y de muchas señales.
Este sueño era el que lo iba a tener alerta los siguientes meses y así pasó.
Severus Snape tenía un secreto, le había dado un abrazo en ese mismo sueño, un abrazo que hizo que se juzgue como mal profesor, débil, susceptible, aunque no era el sentimiento real, la realidad, lo que sentía era que la joven le agradaba y había llegado a él una enorme necesidad por cuidarla.
No sabía qué era eso, cuidar de alguien hasta que Albus le pidió con condición que ayude al niño.
Sí sí, lo aceptaba, esta vez nadie le pedía ayudar a la joven, ni si quiera era tan importante que aprendiera lo que estaba en ese libro, no había más batallas por luchar pero quizá sí un doloroso enfrentamiento de él contra su sombra, de él contra su no más ser un aliado, no ser más un espía, una batalla que lo hacía perder y pensar que era humano, que dormir lo hacía un hombre, y descansar era un privilegio, un hombre que tiene sueños afortunados con un atisbo de mentira, esperanza, un hombre completo que siente.
No le había pasado antes.
Esa niña le recordó que era un hombre, no para aprovecharse sino sólo con necesidad de conseguir atención sincera, afecto, un acercamiento cuidadoso, quizá amistad, quizá lo que fuese, ya tenía su admiración y respeto porque su boca delicada pintada de rosa se lo dijo, su suave voz se lo dijo esa noche.
“Lo respeto, Sr. Se lo digo de corazón”
¿Cuándo alguien le había guardado tanto respeto y cuidado para hablarle? Nadie en todos sus años como profesor o quizá sí, por compromiso, nunca de la misma manera que ella, la que había visto sus peores facetas y aún así no era tosca, era tan educada que le desesperaba porque antes había sido un poco insolente.
Pero no se le olvidaba el abrazo de su mente, sosteniendo a la joven para que no caiga al suelo por su debilidad, haciendo que se sintiera mejor, dándole una poción, viendo cómo el color de su piel recobraba el tono adecuado…
Sus brazos,
Ese abrazo sin compromiso, ese abrazo relajado, tan placentero, tan pacífico.
Lo quería, quería que pase cuanto antes.
¿Te gustó el capítulo?
Tu calificación: