Duele, cuando curas lentamente las heridas del pasado pero hay dos difíciles niveles para sanar, las cicatrices recientes y las que tienen profundas conexiones con el alma, esas que te marcan, las que te cambian.
El hombre que guarda silencio entre pociones y oscuridad, entre frío y temor, ahora sólo espera que los días sanen algo más que sus recuerdos graves, temores de aprender a olvidar, temor de haber conseguido dar fin a una mordedura más grande que unos colmillos de serpiente, cuello que recibe la consecuencia en sacrificio por voluntad propia, sin embargo no podía contra esa mordida en su carne a pesar que fue sólo en el oído y con una sutil voz.
La soledad, sin amigo en quién confiar, sin amo a quien obedecer, sin ser sombra antes del amanecer, solo… Sólo uno día más y una segunda oportunidad para ver más lunas brillar sobre el lago.
Severus Snape, rareza de hombre, no hay nadie más callado que él, no hay nadie con la mirada tan fría y seria y aquellas posturas que dan escalofríos entre los pasillos bajos y altos del castillo.
Un hombre peculiar sumamente cuidadoso de sí mismo y de otros, sabe lo que piensan otros de él pero no sabe lo que piensa el de otros, valiente por motivos personales, caballero anticuado con aires de maldad, descansa viendo el recipiente de vidrio antes de salir a tomar desayuno en un ambiente que no se termina de construir sobre sus cabezas mágicas quebradas hasta el cerebro por tantos traumas y muertes. El lugar de donde se puede rescatar aún esperanzas para él.
Único hombre,
Mago que se las arregló en estrepitosa decisión de último instante para despertar días después dentro de su tumba inducido bajo su propia poción.
Se preguntaron muchas cosas pero después no les importó.
¿Qué si tenía cómo hacerlo, cómo regresar a la vida? Sí tenía todo ese poder para hacerlo aunque un año antes no quería, no tenía sentido tener ese resultado.
-Come algo por favor.- Vector lo veía tan demacrado desde hace unos días al regreso de su muerte y el interno cuidado en San mungo por petición de Minerva.
El hombre no volteó a verla, no quería hablar con nadie, nada le apetecía, había sido suficiente dos semanas con algunas damas tocando su rostro y obligándolo a hablar a pesar del dolor.
La mujer se alejó y regresó a su lugar para darle paz, para verlo como hace tres días, solo, pensativo, callado en su rincón sobre la mesa de profesores en el rincón de su mundo Severuslandia donde hay más reglas que en una biblioteca con respecto al sonido y más oscuridad que las mazmorras al dejar pasar a un trol.
Snape no quería ser grosero sin embargo callar le era más fácil que intentar decir con amargura que no antojaba mover la mandíbula, el acto aún le dolía. Y qué bueno que era pocionista aunque en recientes actos de automedicación se le había prohibido más para el dolor.
“TÉ” Pensó y de inmediato su taza se llenó con una aparición placentera turbia y humeante la que tiene dos hilos que suben en danza gravitatoria e ingresan por las fosas nasales cuando el cuerpo hace una larga aspiración, la pequeña cuerda y el extremo en papel transparente que deja ver las diminutas hojas y ramas de su sabor favorito. Acercó sus labios delgados con los cabellos hacia delante los cuales le cubrían el rostro en cualquier gesto por impresión al sentir el líquido caliente deslizarse lentamente hasta tocar su lengua y seguir hasta su garganta.
“Mmm durazno, canela y…” Disfrutaba en la mente el sabor, el olor, la textura, hasta que fue interrumpido.
-Severus, al terminar ven a la oficina de dirección, acomodaremos todas las clases en un nuevo horario, en la última reunión se quedó…- No terminó porque el mago giró viéndola en fastidio notorio.
-Ya lo sé, las clases deben terminar temprano hasta que el castillo regrese de ser escombros.- Su rostro parco, tan serio y molesto sólo le dejó asentir a la directora para irse.
Pero aquello fue muy inoportuno, su disfrutar del desayuno se acabó, se puso de pie en su lugar para irse hasta desaparecer del comedor, llegar frente al pensadero en el salón privado de Dumbledore, meter su cabeza junto a sus recuerdos y ver eso que no tenía sentido de guardar tanto tiempo.
***
Después de dos horas volvió al mismo lugar alto del castillo para observar a los jóvenes de tercero y cuarto olvidar tan fácil que sus vidas estuvieron a punto de ser arrebatadas.
Y entonces ahí en el silencio viendo el cuadro del jardín junto a la pileta detuvo sus ojos en aquellos jóvenes, esos tres jóvenes de Gryffindor por largo rato intentando leer sus labios mientras sus personas socializan en tonterías y planes cercanos a su libertad hasta que la curiosa mirada castaña alzó la vista y lo descubrió pero él no la apartó ¿Por qué habría de hacerlo? Su mirada era lineal sin ningún significado oculto, sólo el caer de una piedra en el hueco de una piscina de ternura odiosa y compasiva.
Eso era la mirada de la niña frente a sus ojos, podía adivinar sus pensamientos de lástima aunque sabía bien que quizá eran de respeto y admiración.
Se giró sosteniendo sus manos detrás de la espalda y desapareció unos segundos después como si no le importara nada.
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