Un Vecino para Espiar Capítulo VIII Entrampada

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Lloré por mucho tiempo, me sentía estafada.

Sentía que había desconfiado y a la vez era como si me hubiera acercado a ese sentimiento de sentirme acompañada por unos días.

Estaba triste, muy triste… Creo que más que eso era dolor en mi estómago, en la cabeza y en mi brazo

Mis ojos estaban hinchados completamente rojos, mi cara era de espanto de decepción y cuando me veía al espejo el único sentimiento que tenía era el decirme “Tú te ganaste esto” 

Casi podía escuchar a mi madre, ella era de esas personas que cuando le llevabas altas calificaciones decía “Puedes hacerlo mejor”

Mi madre era una mujer empresaria, tenía una cadena de perfumerías en Francia, unas cinco sucursales… No era la gran cadena pero se sentía orgullosa de eso, nadie era mejor que ella.

Por eso la veía a ella en el espejo, los mismos ojos claros, el mismo lacio del cabello y con pocas arrugas en el rostro a pesar de sus 55 septiembres.

Mi padre siempre me decía que era idéntica a ella, la misma sonrisa, los mismos gestos pero sobretodo el mismo carácter.

Era decepcionante verme al espejo y levantar la mirada para ver mis ojos no chocar con los de ella en mi reflejo, gritándome “Idiota, eso es lo que te ganaste por irresponsable”

Lloré más aún más sobre mi cama, ya no tanto de decepción sino de dolor, estaba pálida y quizá había perdido mucha sangre… Blass no me había llevado al doctor, podía ver que él mismo limpió la herida, que él mismo cerró la herida.

Me quedé dormida por mucho tiempo…

Estaba en sueños acostada en la cama, sentía que alguien caminaba afuera del pasadizo, eran pasos de una persona grande… El color del ambiente como el sepia de mi cámara no me dejaba ver claro.

Me levanté y caminé hasta la puerta, sentía que alguien me veía.

Abrí la puerta y caminé de prisa hasta la cocina, quería intentar descubrir quién estaba en casa. Seguí hasta el baño pero cada que me daba la vuelta alguien corría a prisa de un lado a otro… Me asustaba porque no conseguía atraparlo. Me desesperé, corrí más rápido hasta la sala, sus pasos eran más cercanos, eran más fuertes como si llevara tenis de velocidad. 

-¿Quién está ahí? 

Dije pero todo se tornó oscuro y sólo la luz de mi habitación estaba prendida, me acerqué al pasadizo y pude ver desde donde estaba cómo alguien caminaba dentro de ella de un lado a otro, era una sombra muy fuerte entre la puerta abierta y el espacio debajo de la puerta…

La luz era fría a pesar que en mi habitación sólo habían lámparas de luz cálida.

Me asusté, estaba temblando cuando tomé la puerta de la perilla y empujé pero la luz se volvió a apagar.

Grité aterrada y sentí que la sombra se paró detrás de mí… Pasé saliva y giré lentamente, de pronto vi claro una mano tapando mi rostro intentando ahogarme, me hizo caer al suelo en la oscuridad, me agarró del cuello y puse ver sus ojos y su cara de rabia frente a la mía.

Era… Era… Era yo. Intentando apagarme, intentando matarme con mucho odio en el corazón. Me quedé quieta en esa pesadilla porque no quería pelear contra mí misma, estiré mis brazos de ambos lados respirando profundamente y la miraba, me miraba a mí misma recoger un cuchillo del suelo, lo alzó sobre su cabeza y en un segundo lo clavó en mi hombro.

¡PUM! Me desperté completamente sudada, estaba aplastando mi hombro con el peso de mi cuerpo, me había quedado dormida sobre la herida y el dolor parecía resistirlo pero llegaba hasta mi cabeza.

Vi y eran las 17 horas pero no del día lunes sino del martes, me había quedado dormida casi un día y medio, estaba tan hambrienta.

Fui a la cocina como un día normal, tomé un par de manzanas, pan blanco, jamón y lechuga. Me hice un emparedado y medio. 

Comí y al no encontrar vendas en la caja del baño fui a buscar ayuda para mi brazo…

Me puse una chamarra de mezclilla, una pantalonera azul y unos tenis blancos, el dolor en mi brazo había incrementado y eso me preocupaba. Tomé mis llaves, bajé por el ascensor, subí a mi auto, lo arranqué y llegué hasta una pequeña clínica.

Hablé con la chica del mostrador, le mostré mi herida, le dije que era policía y me cayó una bala perdida.

El médico de turno me limpió la herida, la abrió y se fijó si la bala aún estaba ahí o restos de ella. Me dijo que la habían retirado pero que no estaba bien cocida.

Me hizo unos tres puntos con hilo transparente y mandó que me hicieran Rayos X por lo morado que estaba mi brazo. Yo le dije que un día anterior no estaba así. Él pensó que podía ser el impacto pero quería descartar que la bala no me había roto la parte superior del húmero.

El doctor me llamó a su consultorio, colocó la placa sobre su pantalla e hizo la cabeza de lado a lado.

Me preocupé y dije:

-¿Qué pasó doctor? Hable porque me pongo más nerviosa.

-Una buena noticia y una mala.

-¿Cuál es la buena? (Bajé mi cabeza como si estuviera regañada)

-La buena es que no hay restos de la bala ni pedazos de hueso incrustado en el músculo. Pero la mala noticia es que tienes una fisura enorme, casi tres centímetros desde la parte superior del húmero llegando a la unión del hombro hasta la parte interior pegada a la axila, es una fisura vertical muy dolorosa, tienes que estar en reposo por un mes tratando de no utilizar ese brazo para nada más que para escribir y eso que ya estarías exigiendo mucho con cada rotación. No sé si quieras que te ponga un yeso.

-Preferiría que no, porque no podré trabajar.

-¿En qué trabajas?

-Soy fotógrafa…

-Pero no podrás cargar peso… Mira, voy a darte un inmovilizador.

Me mostró una fotografía de su Ipad

-Se ve incómodo pero prefiero eso antes que el yeso.

-Bien, las enfermeras te darán una maya de color blanco y sobre esta te pondrá el protector. También te doy estos calmante de dolor, son ligeros pero serán suficientes durante una semana (Dos cajas de pastillas, cada una traía seis, dos por cada día después del almuerzo y cena, las siguientes semanas hasta tu recuperación te frotarás este miorrelajante en gel, es más para desinflamar y manejar el dolor hasta que tu brazo esté perfecto de nuevo.

-Gracias. Sí necesito algo para el dolor, es tan intenso que hasta la cabeza me punza.

-Tranquila, el dolor se irá cuando menos lo pienses pero si quieres te doy una inyección ahora.

-No gracias doctor. Hasta pronto, aunque quisiera no volver a verlo en un largo tiempo.

-Jajajaj, hasta luego Alexa.

Salí de la clínica con mucho más dolor que antes espantada de esa última palabra que dijo el doctor… “Inyección” La palabra me hacía temblar… 

Era raro que antes de recibir una bala en mi brazo, me espantaba mucho que algo penetrara mi piel.

***

Llegué al edificio, subí por el ascensor y antes de entrar a mi departamento pensé… Hace un par de días golpeé muy fuerte a Blass. Sé que era una terca pero ya no quería saber nada de él, me refiero a la manera que antes quería acercarme, estaba preocupada, quería saber si no tenía nada roto.

Retrocedí un poco mis pasos y me puse frente a su puerta, estiré mi brazo (El sano) Y di tres pequeños golpes…

Esperé un momento y no abrió…

Toqué de nuevo tres veces… Esperé un momento más pero fue en vano…

Me rendí, suspiré y retrocedí…

Cuando me di la vuelta me encontré con una vecina, ya era mayor y estaba al principio del piso casi frente al departamento de Blass…

-El muchacho se fue, desde ayer en la mañana… Tocó tu puerta por mucho tiempo, yo salí y lo vi muy pendiente de que abrieras… Pero ¿Habías salido verdad?

-No había salido, me encontraba durmiendo, es que me hice una herida muy fea en el hombro y tomé calmantes fuertes para poder descansar. Sólo quería hablar con él porque se quedó mi Ipod y una cámara Pocket pequeña.

-Ohhh ahora comprendo… ¿Ustedes son amigos? ¿Trabajan juntos?

-No, él no era mi amigo, sólo era mi vecino. (Dije cambiando mi actitud, le sonreí a la señora Mirian)

-Puedes pasar a revisar, han dejado la puerta abierta y ahora están alquilando ese espacio.

-Gracias, Señora Mirian. 

-Hasta pronto, hija.

Giré la manija de su departamento y entré…

No había absolutamente nada, estaba más que vacío, no habían cuadros de fruta, no habían cables en el suelo, no había polvo. Busqué por todas partes a ver si encontraba mis pertenencias pero no había rastro de que hubiera existido un inquilino ahí.

Me quedé sentada en medio de su sala resignada a tener que conseguir de nuevo un Ipod y otra persona a la cual molestar.

***

Había pasado un día y fui a visitar a un amigo de la universidad de Londres, había pasado mucho tiempo que no hablaba con él, como un año.

Al estar frente a él me comentó que había cursado una maestría en ciencias de la comunicación. Yo le comenté que me había interesado el periodismo de investigación y que sería posible que me anime a estudiar online como él lo hizo. 

Le pareció excelente y me ayudó con la inscripción, estuve en su casa por tres días.

Al pasar esos días regresé a Portsmount y luego fui a visitar a mamá los días siguientes.

Pero antes de que fuera con ella, cada que salía a algún lado, una camioneta negra me seguía, al principio pensé que estaba con un trauma, que estaba con esquizofrenia o algo similar… Pero no. 

Sí me seguían.

Lo que hizo que asegure mi puerta comprando un intercomunicador eléctrico con cámara y refuerzos laterales. Además de decirle a mi vecina que me avisara si alguien venía a buscarme.

En fin, esa situación de que me siguiera alguien me producía temor y me hacía pensar que quizá me había metido en problemas.

Sobre todo fue motivo para salir antes rumbo Francia.

Alisté mi laptop un par de cámaras y me fui.

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El peor pecado hacia nuestros semejantes no es odiarlos, sino tratarlos con indiferencia; esto es la esencia de la humanidad” (Shakespeare)

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