El mayor había regresado a su casa cerca de las diez y media de la mañana y se quedó esperando en el jardín tracero con la puerta abierta, tanto de la reja del jardín como la puerta de la cocina y ese pequeño espacio de reposo junto a los cristales.
Sus manos sostenían un pequeño obsequio que aún no estaba seguro de entregar, no porque dudara de sus sentimientos sino porque no estaba convencido de que ella lo acepte sin pensar que es precipitado. Lo llevaba consigo al menos unos dos años y había imaginado todas las situaciones en que pudo acabar en sus delicadas manos.
Sí, quería comprometerse, pedirle a Angie que se case con él porque así se acostumbraba en el entorno donde había crecido, así solía ser cuando te enamoras y él no quería soltarla más, no podía imaginar que pudiera estar con otro, la amaba, esa joven mujer lo había atrapado.
Esperó quizá unos minutos más de lo que ella le pidió y es que la jovencita hablaba con el hermano menor antes de que este se fuera a Londres al encuentro de su tía quien prácticamente era como su mamá sustituta, Bonett Lawrin saldría del hospital dos días después para reunirse con un grupo de lectores afines al teatro en un campamento organizado de esparsión.
Patrick se puso de pie bastante impaciente, tenía miedos gracias a los acontecimientos pasados, se apoyó en el marco de la puerta de lado derecho viendo la puerta de la cocina de ella por ventaja de su altura, colocó el objeto en el bolsillo izquierdo y aprovechó a quedarse así con las manos adentro de las bolsas.
Unos largos minutos más le dejó ver a la joven salir por la puerta trasera con un suéter color vino tinto, once y media de la mañana, ella al verlo le sonrió y él sintió un hoyo en el estómago, su emoción era grande estaba frente a ella, porque estaba con ella. ¡La jovencita era su novia!
Angie se acercó tímida frente al mayor y el hombre le tendió una mano para invitarla a pasar.
-Gracias.- Dijo sutil.
Vio que Patrick estaba descalzo.
-¿Hace un poco de frío, cierto?- La voz del mayor se adjuntó a su alto interés de cuidarla pero también a los nervios que recorrían sus piernas y cuello.
Angie tímida volvió a meter sus cabellos detrás de su oreja para responder un poco sonrojada, no por la situación en ese momento sino porque recordarse completamente desnudos en su cama le causaba sensaciones muy fuertes en el pecho.
-Sí, Portsmouth es frío, Londres también pero aquí estamos cerca de la costa. Quizá el clima se haga mejor en lo que pasan los primeros días del verano.
El hombre sonrió coqueto porque la veía levemente tímida.
-Tiene razón, jovencita.- Se acercó a abrazarla por la espalda, la rodeó por la cintura poniendo el rostro justo por donde ella había retirado su cabello. Le plantó un beso apretado en la mejilla sintiendo las delicadas curvas con su pecho y muslos. Él no era de roces atrevidos, quizá sí pero también era bastante centrado y respetuoso.
Angie sonrió por el acto, eran pocos los hombres que demostraban sus emociones con contacto similar y no es que había salido con varios porque primero tenía a los hombres de su familia.
Su padre por ejemplo le decía niña buena mientras le daba golpecitos en la cabeza como si fuera un cachorro, sus hermanos le jalaban el cabello y le pegaban para decirle “Te quiero, mensa”.
Le alegraba entonces que él fuera más cálido a pesar de ver obvias formas rectas en su personalidad.
Le sujetó los brazos para mostrarle al mayor que le agradaba el contacto.
-Grrr, niña bonita.- La aplastó un poquito más con ese sonido apretado.
-Me vas a destripar.- Sonrió.
-Oh lo siento, lo siento, lo siento.- La soltó y alzó las manos.
Ella volteó y lo miró a los ojos.
-No, me gusta que lo hagas, no dejes de hacerlo cuando quieras.- Seguía con esa voz un poco tímida.
El hombre ladeó una sonrisa y asintió feliz, después caminó hasta el refrigerador y sacó dos botellitas de yogurt y dos galletas integrales bañadas en chocolate. Caminó un poquito por la cocina y se las entregó.
-Había olvidado tus ojos bonitos y ese atractivo inglés interesante.- Le habló sorprendiéndolo porque no se esperaba esas bonitas palabras para él. Su voz fue cálida, tomó el yogurt y bebió un poquito.
-Oh gracias.- Casi se puso como un tomate y como ella no dejaba de verlo tomó el diario del día anterior y lo puso frente a su rostro.
-¡Ahhh qué lindo eres!- Abrió la boca en sorpresa.
Después de unos segundos el hombre lo retiró de su rostro y bebió también de su botella de yogurt.
-Tú eres linda yo sólo pasaba…- Señaló los alrededores -… Por aquí.
-Vives muy lejos de mi casa.- Soltó con ganas de bromear.
-Sí, es una travesía, dos rápidos violentos y dos montañas de terror y bueno, también unos cuantos duendes de jardín.- Patrick enumeró en obvia exageración.
-No puedo creerlo.- Miró el jardín trasero del hombre. -No puedo creer que nos hayamos encontrado así de fácil.
-Es increíble lo sé.- Ambos voltearon a verse en una expresión profunda de melancolía, recuerdos malos y buenos.
-Todo esto, todo lo que vez es tuyo.
-¿Por qué dices eso?- Se sintió extraña.
-Bueno si no lo quieres podemos comprar otra casa en un lugar diferente.
-No es necesario, tengo una casa en Cumbria y también en Devon al sureste. La de Devon la compré el año pasado, le avisaron a mi hermano mayor que unas casas se quedaron sin dueños después de muchos años, pasaron a ser parte del gobierno porque no tuvieron reclamos de algún familiar y se devaluaron, es una casa enorme con un campo al rededor fui una de las que escogió primero. Y la casa de Cumbria era la casa de mis padres por herencia de la familia, quise pagarle a cada uno su parte pero se negaron ya que mis padres tenían dos casas más, esa es mi favorita porque es pequeña y acogedora y ahí podríamos pasar muchos veranos en nuestra adultez aunque el campo de Devon es mejor a mi gusto.
Patrick sonrió por la sugerencia.
-¿En nuestra adultez?
-Sí, cuando seamos ancianos.- Se acercó a abrazarlo por la cintura.
-¿Entonces, quieres casarte conmigo?- Preguntó seguro mientras ella se refugiaba en su pecho. Y con un pase rápido sacó la caja para abrirla detrás de la nuca de ella. -No me respondas aún…- Se soltó un instante y pegando su frente a la de ella le preguntó nuevamente. -Angie Lawrin ¿Quieres ser mi esposa?- Se alejó un poco y sacó el anillo de la caja.
Ella no se lo esperaba, puso su mano izquierda en su boca sorprendida y emocionada.
Asintió muy rápido y contestó segura.
-Sí quiero, claro que sí.- No pudo evitar llorar, estaba tan feliz, no sabía por qué pero eso le trajo recuerdos de sus padres, el recuerdo de ver a una pareja segura que se amaba de forma incondicional, una pareja que deseaba una familia, crecer sin compartir o presumir con extraños, una casa donde se sentían regañados con justicia y puestos a prueba con disciplina y amor, sus planes, los planes de esos padres se vieron impedidos por las pruebas malas de la vida. Se juntaron tantas ideas y emociones, la alegría le mostraba una especie de cima, un sentimiento realizado muy profundo dentro de ella.
El hombre terminó de colocar el anillo en su dedo, un anillo hermoso con una piedra delicada y reluciente.
-¿Quieres ir a algún lado, no sé qué tal Londres, tenemos un departamento ahí, también puede ser Cumbria o Devon?- Sugirió en un tono de curiosidad porque de verdad le fascinaba viajar y conocer lugares nuevos.
-No lo sé, me alegra tanto estar contigo que no sé dónde porque no importa… Sin embargo sé que te va a encantar cualquiera de esas últimas dos opciones, la vista ahí es impresionante, simplemente hermoso.- Dijo alegre.
-¿Quieres que elija yo?- Patrick podía tomar el mando pero le encantaba saber lo que ella pensaba.
-Sí, estará bien.- La abrazó y besó en la coronilla.
-Entonces ve a empacar, pediré un taxi en lo que regresas.
-Me quedaría esta semana en casa de mi tía pero tengo empacado todo en mi habitación porque la idea era irme a Vancouver el verano completo para buscarte.
-¿Quieres ir a Vancouver?- El hombre le alzó una ceja en cuestionamiento.
-No, si es posible no quiero ir por esos lares en muuuucho tiempo.- Puso cara de “Ayy no” la razón es que hacía mucho frío incluso en el verano.
-Ojalá no tenga que grabar algunas películas por allá.
-Jajaja no importa, te acompañaría igual.
-Gracias por eso, porque te sacrificarías por mí.
Angie le Sonrió coqueta y después salió a ordenar sus cosas a casa de su tía.
Tenía una pequeña maleta de ruedas y una mochila donde guardaba cosas ultra personales.
Para darle el encuentro al mayor ya no fue por la cocina sino que dio toda la vuelta a la casa, lo esperaría en la puerta principal en lo que llegaba el taxi.
Dejó sus cosas ahí y fue con un librito en el bolsillo de su chamarra a sentarse en el sofá largo, una buena distracción donde la espera sería provechosa para no apresurar al mayor y que este se tome su tiempo.
El hombre hizo unas llamadas en el tercer piso para mover un poco de dinero de su cuenta principal en el banco a una tarjeta de ahorros, así comprar un par de boletos a Devon para ir en autobús, este era un medio conocido que los lleva directo hasta allá. Él no tenía ni idea de cómo llegar pero intuyó que había que ir a la estación principal del lugar, no era tan lejos.
Irían de este a oeste sobre un camino recién estrenado al sur cerca de la costa.
Bajó al tardar casi treinta y cinco minutos por las llamadas, sus pasos eran ágiles al estar entusiasmado.
Ni bien pisó la alfombra de la sala con el celular que compró en su mano derecha, vio a la joven sentada leyendo muy atenta.
Se atrevió a llamar su atención con una voz enérgica.
-Srta. ¿Está lista?
-Sí.
-Iremos a Devon, quería saber si tú puedes dirigir el tour cuando lleguemos allá.
-Es fácil, podemos ir en autobús, y una vez que lleguemos ahí, alquilar una camioneta para movilizarnos.
-Tengo unos amigos en Devon, quizá podamos visitarlos.
-Me encantaría conocerlos. Por otro lado tengo una amiga por allá, su familia se queda en el verano, ella es de la universidad, se llama Karina y es una persona agradable, se sorprenderá cuando me vea quizá podemos visitarla un día, ella sabía que me iría a Vancouver por ti.
-Si se lo has contado entonces definitivamente se sorprenderá. Vamos, el taxi ha llegado.- Un claxon insistía en la entrada.
La joven se adelantó para meter su maleta pero el mayor no le dejó sino que le dio un beso apretado ahí junto al taxi y le sugirió subir al transporte mientras se encargaba de todo.
Estaba feliz, podía haber imaginado cualquier cosa mientras se hacía adulto, a pesar de las malas experiencias pero no esperaba que pudiera conocer alguna vez al amor de su vida, él creía eso, la joven era muy importante para él, esos años sin verla fueron los que confirmaron sus sentimientos, no eran emociones, era que realmente se sentía seguro con ella.
-¿Recién casados?- Preguntó el taxista chismoso que los había observado un rato notando que ella era aparentemente menor.
-Digamos que sí.- Contestó Angie, se colocaba el cinturón de seguridad.
El taxista terminó de ayudar a Patrick a guardar todas las maletas en la parte trasera y se subió casi al mismo tiempo que el mayor.
-Me emociona ir a Devon, dicen que el paisaje es magnífico.- El mayor cerró la puerta y apretó el seguro.
-Te aseguro que es así, lindo.- Dijo con suave voz.
El hombre se acercó mucho a ella poniéndose el cinturón de seguridad,
Pero pasó algo inesperado cuando salieron a la calle principal hacia la carretera sur.
Habían estado en el auto unos minutos cuando de pronto empezaron a ser seguidos por una minivan blanca de lunas polarizadas y dos camionetas gris cuatro por cuatro.
-No puede ser.- Dijo el mayor viendo de hacia atrás de vez en cuando.
-¿Los conoces?- Dijo asustada.
-No, son la prensa debe ser que quieren que diga algo acerca de la película que grabé en América.
-¿Por qué no les das una corta entrevista?
-No sólo es eso, han estado buscando dónde vivo desde hace unos meses. No quiero decir nada son muy, no sé cómo decirlo, son muy molestos.
-Comprendo.- Soltó aire por la boca en un gesto de simpatía. -¿Qué vamos a hacer? Si nos siguen hasta allá sabrán dónde estaremos en el verano. Bueno, la parte de la casa es una zona privada donde sólo entran propietarios pero cada que salgamos a comprar algo van a… Insistir.
-Algo se nos tiene que ocurrir.- Dijo Patrick preocupado viendo hacia atrás a cada instante. -Estoy seguro que si les acepto algo ahora ya no podré tener privacidad.
-¿Quieren que los pierda? Ya casi llegamos a la estación de autobuses.- Dijo el taxista.
Angie pensó en algo rápido.
-¿Tu teléfono funciona afuera de casa?
-Se supone que sí, llamé por la línea de la oficina para activarlo.
-¿Me lo prestas?- Miró al hombre.
-Tómalo, tómalo no tienes por qué pedírmelo.
Marcó con cuidado recordando el número donde trabajaba su hermano.
Y sin tardar el joven respondió porque sólo tres personas sabían su número privado.
-Oye, tengo un problema.- Dijo Angie a toda prisa viendo la minivan blanca.
-¿Qué pasó, qué tienes?- Se alteró el joven quien de inmediato se puso de pie.
-Nos están siguiendo, estoy con mi novio, estamos en un taxi amarillo con placa PL2456, venimos por la carretera de Portsmouth a unos cinco minutos de la estación de autobús hacia el este.
El hombre mayor estaba sorprendido, la joven parecía policía.
Pero no, esa forma de hablar la había aprendido de su hermano los dos últimos años.
-Llamaré a los policías locales para que los interroguen.- El hermano estaba muy molesto. -No me cortes aún.
Y sí, el hermano hizo exactamente eso.
Llamó a la jefatura de policía en Portsmouth e indicó que necesitaba una revisión de rutina a unas camionetas que seguían a su hermana.
Podía hacer eso no sólo por tener poder en esos temas sino que ella era parte del caso abierto en el asesinato de su tío, ella presenció el accidente en Ontario junto con otros turistas.
Si bien es cierto que la joven no tenía protección policial porque no se lo otorgaron en Londres, el hermano la tenía vigilada por su propia cuenta y usaba la poca influencia que tenía.
Los siguiente minutos detenidos cerca de un hotel grande fueron impresionantes, una patrulla de vigilancia se pegó a ellos de lado izquierdo.
El policía conductor les hizo una pregunta simple.
-¿Srta. Angie Lawrin?
-Sí, soy yo, dijo desde la ventana de Patrick colocando su cuerpo un poco sobre él, el hombre se sentaba a su izquierda.
-¿Tiene algún problema?- Preguntó el policía.
-Sí, esas dos camionetas en la esquina junto al minivan blanco nos vienen siguiendo desde hace mucho.
-Sí nos han informado eso veré qué se puede hacer.
-No los conocemos, creemos que son periodistas o algo similar, mi novio es actor.
-Ah, muy bien, vamos a revisar. Que tengan buen día.
El taxista bajó la ventanilla por el lado izquierdo.
-Buen día, oficial.- Dijo el taxista.
-¿Tu novio es actor, Angie?- Dijo el hermano por el celular.
-Sí…- No quiso decir más. -Después hablaremos de eso, voy a mi casa en Devon por si quieres ir a verme, me quedaré ahí, estuve con mi tía pero saldrá de viaje con tu hermanito.- Pronunció en juego. -Te avisaré si cambio de planes.
-Mmmm, bueno…- El hermano se había convertido en su sobreprotector después de todo lo ocurrido y sí, le desagradaba un poco que su hermana se vaya a casa a estar encerrada con su “Novio”. Obvio no tenía que meterse pero era ya algo que estaba en su sangre llamado “Celos” porque su pequeña hermana estaría con un desconocido y no precisamente haciendo pijamada.”
-En cuanto llegues me hablas por favor.- Dijo serio.
-Lo haré, cuídate.
En lo que terminaban de hablar el mayor veía por la ventana trasera cómo la patrulla había detenido a los que seguían su taxi e incluso estas autoridades habían bajado a los hombres de sus transportes.
-Quisiera un hermano así.- Dijo Patrick entre dientes impresionado.
-Créeme que no lo quisieras.- Dijo Angie apretando los labios en una mueca de “Te aseguro que no.” -Siga, señor.- Le habló al taxista. -No tenemos mucho tiempo.
-Sí, señorita.- No quiso intervenir con algún comentario después de ver que la joven tenía influencias.
***
La pareja llegó a la estación y de inmediato se subieron a la parte trasera del autobús para no llamar la atención.
-No soy tan famoso jovencita y bueno, ojalá sean periodistas y no alguna otra cosa con asuntos de tu familia por lo que le pasó a tu tío.
-Tengo que decir que pienso lo mismo que tú.- Hizo silencio unos segundos. -Vamos, la pasaremos bien, no te volverán a seguir después de eso.
La abrazó, el mayor sacó una campera larga de su maleta de mano y los cubrió a ambos.
-Duerme un poco si quieres.- Le dijo cariñoso apreciando sus ojos y labios.
-¿Tú tienes sueño?- Preguntó curiosa.
-Sí, un poco, no dormí bien muchas noches tantos meses.
Angie asintió al saber exactamente a qué se refería.
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