Río Ascendente Capítulo X No Pude Despedirme

Declaración en audio ante el juzgado de investigación policial en coordinación con la RCMP – Canadá. Para el caso del empresario asesinado en su casa de Londres y el accidente de algunos ciudadanos canadienses en Magpie. Julio de 1987 12:25 am. Turno 3

Acepto que tuve miedo minutos después cuando el bote empezó a avanzar pero tenía en mis manos el remo, este estaba correctamente colocado, todos en el bote tenían chaleco salvavidas. Al caer, no pude ver a mi tío, pensé que había muerto ahí mismo pero no. Fue… Sólo mala suerte, si no hubiéramos insistido en ir a la caída alta aún esas personas estuvieran vivas.

No me comuniqué con él, como dije en la anterior entrevista, simplemente me perdí y me fui a Vancouver con mi novio.

-¿Dónde está su novio?

-No lo sé, quisiera que ustedes me lo digan.

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Tres años después.
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-¿Por qué, Angie? Esa es una historia de amor verdadera. ¿Por qué lo dejaste ir?

-No, no me entiendes, no nos separamos simplemente nos perdimos, lo busqué casi un año en el mismo lugar. Todos los días llamé al hotel pero me dijeron que no había regresado, lo único que quería era su nombre completo y siempre se negaron a darlo, lo único que pude recuperar fue el oso de peluche el cual pude tenerlo después de que me lo enviaron por correo.- Derramaba lágrimas mientras hablaba, su nariz estaba roja. -Tampoco le había dado mi nombre sólo le dije que mi casa estaba al sur de Inglaterra y es más ya no recuerdo si le dije el nombre de la ciudad, tampoco le dije mi nombre completo y si le dije más fue cuando lo conocí ahí en el río, la primera vez que me habló.- La joven no quería exaltarse, su compañera de cuarto era su nueva amiga. Había contado esa historia mil veces esperando que alguien conozca al arquitecto pero al buscarlo por el nombre que le dijo no lo encontró, ni ella ni su hermano que era detective.

-Entonces, cuando tu hermano llegó para hablar contigo se vieron en el aeropuerto y sin avisar te fuiste con él ¿No te acompañó, Patrick?

-No pude despedirme. Es que el problema fue que mi hermano no me dejó hablar, al verme me explicó lo de mi tío y me pidió el favor que lo acompañe para regresar al país. No había llevado mis cosas al esperarlo en Vancouver, no tenía mi cartera conmigo, mi celular era un desastre mojado, no tenía ni mi dinero en efectivo, él sólo me sugirió que estaba en peligro que había comprado un pasaje para volver a Inglaterra y buscar a mi otro hermano y que teníamos que irnos pronto con él para ayudar en la investigación. Ni si quiera me dejó regresar al hotel, sentí una angustia terrible, hablamos cerca de cinco minutos cuando escuché de sus labios: “Tenemos que irnos ahora”.

-¿No le dijiste que tu novio te esperaba? ¿Por qué Patrick Well no estaba contigo?

-No me acompañó porque quería darme espacio, dijo que nos esperaba en el hotel que yo sabía el número de memoria que lo llamara a la habitación.
Se lo dije a mi hermano y me prometió que lo encontraría, que lo llamaría días después. No sé cómo haya reaccionado Patrick yo le dije que vaya por mí dos horas después y que si no llamaría para avisar me diera el encuentro, me imagino que fue por mí y no me vio más. Al pensar en eso mi corazón se hace pedazos, espero que no me guarde rencor por abandonarlo, fue prácticamente lo hice, lo dejé ahí solo en ese hotel. Cada vez que intento ponerme en sus zapatos sólo decaigo en ánimos, me pongo mal.

-No pienses eso, que lo abandonaste, no sabías lo que pasaría al llegar al aeropuerto para recoger a tu hermano. Pero ¿Tenía él tu pasaporte o algún documento en tus cosas que dejaste en el hotel?

-No, tenía una foto mía, era lo único, mis documentos de identidad los perdí en el accidente al igual que mi libro y otras pertenencias, en mi billetera sólo estaba mi dinero y dos tarjetas que luego canceló mi estúpido hermano, quizá por eso ya no pudo encontrarme, la billetera era nueva, la compré en el hotel.

-¿Crees que te buscó?- Lo joven compañera estaba intentaba ayudar.

-Sí, debe haberlo hecho así como yo.- Se limpió los ojos con ambas manos intentando no correr aún más su maquillaje aunque la realidad era que su cara ya era un desastre.- Lo extraño, aún tengo la esperanza de verlo nuevamente pero sé que es imposible. Mi hermano hizo trabajo de investigación para encontrarlo y me consta que sí lo hizo pero el nombre no aparecía, simplemente no aparecía ni en Londres ni en Canadá.- Se acercó a la ventana y vio los pinos cercanos en la calle. -Fue una hermosa historia de amor y no sé cuándo pueda olvidarlo pero ahora quisiera verlo, a veces pido deseos como si de verdad lo creyera, que pasará, pero la realidad es que todos me dicen que lo deje ir, que ya no debo aferrarme, que no se dio por algún motivo del destino y bla bla.- Las palabras salieron de su boca con desprecio hacia esa forma de pensar que le aconsejó tiempo atrás a dejarlo ir.

-Están equivocados, Angie, yo no opino lo que los demás te han dicho, tres años pueden ser amenazadores, un tiempo lejano pero apuesto que puedes recordar todo como si hubiera pasado ayer. Ten Fe, él va a encontrarte. Voy a mover mis influencias en la empresa de telefonía para buscarlo por la base de datos nacional de servicios, verás que está vez podrás encontrarlo.

-Gracias Kari, nada más otra persona además de ti me ha alentado a que crea que voy a verlo nuevamente.- Sonrió.

-¿Quién es esa otra persona?

Angie miró a la compañera ya más calmada, sus ojos estaban reventados y rojos pero aún podía sonreír. Su amiga estaba a la expectativa de sus palabras.

-Mi mamá, mi mamá me ha dicho que crea.- Soltó como si lo que dijo fuera un disparate.

-¿Pero tu mamá no está…?- La compañera se tocó el mentón confundida, no pudo terminar de formular la pregunta.

-Lo sé, lo sé.- Interrumpió Angie. -En varios de mis sueños con ella.

-Tranquila, creo en eso, no te voy a criticar sino decirte que ella tiene razón.- Fue a abrazar a su amiga que a las justas se sostenía con sus débiles piernas, la apretó y dio aliento despacio al hablarle en el oído. -Todo pasará como tiene que pasar, lo prometo.- Susurró.

Angie empezó a llorar más, no podía olvidar al hombre, ese abrazo le dejaba desquitarse y sacarse todo lo malo del sentimiento.

Eran tres años sin verlo, eran tres años que desapareció delante de esos ojos olivos, había abandonado la medicina y comenzado otra carrera completamente ajena la cual le faltaba un año más para recibirse.

*********
Miércoles 20 de Julio de 1988

-Señor Rickman, Señor Rickman. Mire aquí, por favor.- Los fotógrafos pedían que diera su mejor pose galante.

-Aquí aquí.- Las voces que intentaban llegar eran interrumpidas también por el escándalo de los flashes.

El hombre saludaba tímido con la mano y un gesto sonriente de los labios sin perder postura y recato, tenía una barba estilo candado que quería quitarse, se lo pedían para la película y como esta ya había acabado no perdería más tiempo porque le picaba terriblemente.

-José, sácame de aquí, voy a empezar a convulsionar si aguanto más esas luces en mis ojos.- hablaba entre dientes sin perder la sonrisa, sus bromas a veces eran un poco frías.

-No exageres, a los otros actores no les molesta.- Contestó el representante.

-Yo no soy los otros, quiero regresar al trabajo tranquilo de Londres, acostarme en la cama de mi casa, hacer teatro y ponerme un letrero en la frente que diga “Actor Barato”.

-Tú grabaste esta película de forma voluntaria, Rickman, no te quejes ahora.

Patrick logró escabullirse como pudo entre los reporteros escapando de su representante temporal.

Al llegar al lugar que había sido su oficina, vio su maleta pequeña, la tomó sin recoger nada  y del espejo a un lado de este tomó una vieja fotografía de una joven mujer la cual no podía olvidar.

“Lawrin, Angie Lawrin ¿Dónde estás?

-Rickman Rickman espera no te vayas.- El representante que a su vez era su fiel importante contacto en Estados Unidos, lo vio salir apurado del camerino.

Pero el otro hombre de al menos un metro ochenta y cinco de alto apresuró el paso, daba largos pasos de huida. Fue difícil alcanzarlo porque en comparación a su representado, él era bajito.

-Lo siento, se me hace tarde.- Dijo Patrick como pudo hasta que la llamada que hizo entró.

Puso su celular sobre su oreja y habló.

-Rima, amiga por favor dime que era ella.- Su voz dejó un residuo de súplica, anhelo de ver cumplido su sueño. Los latidos en su pecho estaban a un grado de emocionarse, de explotar, le dolía el estómago.

-No lo es, Patrick es una mujer de cuarenta años con un hijo canadiense.  Y la otra joven en la universidad es una mujer afroamericana.

El hombre colgó ni bien terminó de escuchar aquello.

Como pudo alzó un libreta que estaba repleta de nombres, relacionados con el accidente en Magpie, relacionados con una familia inglesa y nada, todos esos nombres parecían esconderse de él. Tachó en su gran lista de casi treinta página uno más de los nombres homónimos que había conseguido en cuatro guías telefónicas de distintos países, dos americanos y dos europeos.

Al llegar a su departamento alquilado tiró todo y tapó su rostro rendido, sus codos en sus muslos, cansancio y ansiedad. Esa noche era el último día en Estados Unidos, el estreno de su película había tenido éxito, lo que él esperaba, tener cosas buenas en esa carrera que sin querer había sido mejor que la que a veces ejercía y sí, pensaba que eso le hacía feliz, pero no, porque lo que realmente le hacía falta era ella.

______Flashback_______

-Si tardo en llamar dentro del tiempo que acordamos, vienes por mí, Lindo.

La joven le dio un suave beso en los labios y subió al taxi.

-Lo prometo, hermosa…- Subió un poco la voz y dejó que se vaya.

______fin flashback________

Esa última palabra resonaba en su cabeza una y otra vez.

“Lo prometo, hermosa.” Prometió que iría por ella el problema fue que ya no la encontró.

-¿Por qué desapareciste, quién te llevó?- Se habló en susurro, triste, acongojado, se sentía impotente cada que intentaba encontrarla y fallaba, pero no sé rendiría, no lo haría, aunque pasaran más años no pararía.

Cerca de las tres de la mañana tenía que llevarse todo lo que poseía, su avión salía cerca de las ocho de la mañana directo a Inglaterra pero no esperó, fue temprano al aeropuerto como los últimos tres años hacía para buscarla entre la gente mientras llegaba la hora de subir a sala de  embarque.

Su viaje fue tranquilo, era la primera vez que disfrutaba de un profundo sueño reparador en el aire, no podía creerlo, no había seguido con la arquitectura sino que ahora era un experto en artes dramáticas empezando a ser solicitado también en tierras menos esperadas.

Al bajar de la manga y llegar aduanas para su sello de entrada, declaró una cámara de fotos y un celular nuevo de última generación, un Samsung SH-100.
Así salió después con destino a la sala de espera internacional y aguardó como siempre para ver si tenía suerte. Pero no, no la tuvo.

En su cabeza pasaba que quizá estaba muerta, que quizá no había buscando en el lugar correcto, no sabía cómo se llamaba, su nombre completo pero sí donde vivía.

Portsmouth lo esperaba, por eso tomó un taxi, le indicó una dirección y se durmió unas horas más. Ahí en el destino que le había dado al chófer estaba su nueva vivienda, Patrick se había comprado una propiedad a propósito al sur de Inglaterra, esta estaba amoblada y era una de entre muchas casas idénticas en una zona residencial.

La razón y el motivo del por qué lo hizo, ya lo saben,
su esperanza confiaba en que se la cruzaría tarde o temprano, creía ciegamente que la vería, su casa era la única inversión que le ayudaba.

Su hogar era lo mejor que tenía para recordar a la joven Angie a pesar que había pasado pocos días ahí desde que se la dieron.

********************

Angie salía de la universidad, era cerca del fin de semana y con eso el inicio de vacaciones de verano, finales de Julio, eran días soleados.

Estaba ansiosa de ser libre porque así podría viajar a Canadá nuevamente y pasar unos meses de otro año intentando hallar a Patrick en Vancouver. Pero ocurrió un problema, tenía que esperar una semana al no conseguir salir el día que quería porque el vuelo se había cancelado, una situación bastante inusual.

Las cosa pasan por algo.

Sin embargo aprovecharía esa semana que le quedaba en su país para visitar a su hermano menor, este vivía en casa de una de sus tías, la más joven del clan Lawrin, la buena tía trabajadora, “Bonett Lawrin”.

El día que siguió hizo algunas compras, llegar con las manos llenas era una de las costumbres en su familia por lo que escogió un poco de fruta, carne congelada, pasta e ingredientes para hacer lasaña, cereales en barra y unas cuantas revistas para pasar desvelo junto a Cunzi, su pequeño y tierno hermano de 20 años.

Cuando iba a pagar en caja la señora delante de ella tuvo un accidente, esta se había sentido mal sujetándola rápido del brazo. La joven la agarró como pudo porque la mujer era grande y pesada, la acostó con cuidado y tomó sus signos vitales a detalle.

-Parece que le ha bajado la presión, denle un poco de café con una pisca de sal y se sentirá mejor. Por favor no abusen de los dulces.- Advirtió a la hija que estaba igualmente grande como su mamá. No quería juzgar pero a veces las personas no cuidaban mucho su alimentación.

-Es diabética.- Respondió la joven hija.

-Con más razón, intenten dejar los dulces o consúmanlos en cantidades pequeñas hasta que puedan reemplazarlos por postres frutales.

-¿Tiene cambio, señorita?- Preguntó un hombre de cabellos lacios y ojos olivos que había ingresado por la gran puerta de entrada del supermercado.

-No, lo siento.- La joven cajera negó y es que la verdad no tenía ganas de poner atención al hombre, le preocupaba sólo la mujer que ahora con ayuda de la jovencita que aparentaba carrera de medicina pudo levantarse sobre sus pies, al fin había recuperado conciencia, esta había detenido sin querer la fila de pago.

Angie se incorporó por completo cuando colocaron a la mamá en una silla de ruedas, pagó y se fue al estacionamiento para tomar su auto alquilado e ir rumbo a casa de su tía.

En el camino por la carretera corta escuchaba una canción de los RHCP la cual le encantaba, al entrar en una curva hacia una recta que la llevaría hasta su tía unos cuantos indigentes pararon su paso en el semáforo.

Estos querían lavar las lunas de su auto.

Pero la joven se negó y les mostró el letrero de que era alquilado sin embargo abrió la ventana y les obsequió unos billetes.

Al buscar en su billetera se encontró con la foto de Patrick después de varios meses y la contempló tapándola de inmediato con su mano para ponerla hasta el frente y guardarla en su bolsillo, una ola gigante de sensaciones la traspasó desde la cabeza hasta los pies.

-Tomen, con esto podrán comer algo.- Señaló a los indigentes y arrancó.

***

-Tía, llegué a casa.- Avisó al pisar el tapete de bienvenida interior.

Minutos antes estacionó en frente y había llamado del teléfono público al final de la calle al local donde alquiló el auto para que vinieran por el en la dirección indicada.

En casa nadie la recibió.

-¿Ay alguien aquí?- Ingresó hasta la sala y subió la voz un poco más. -Traje un poco de comida.- Si al escuchar eso no venía nadie entonces era que estaba sola.

Y otra vez su pequeño eco la siguió.

-No hay nadie ya me di cuenta.- Susurró la última parte de forma graciosa. Soltó su mochila sobre el sofá pequeño y fue a la cocina con la bolsa de mandado de papel la cual pesaba mucho.

En lo que llenaba la despensa y el refrigerador veía la pantalla del teléfono de la casa, aquello le sorprendió.

-Mhh me hubieran dicho que había teléfono en casa, así me hubiera ahorrado unas monedas, jijiji.

Terminó de vaciar la bolsa de papel alta y en menos de un segundo la lanzó en el bote de basura.

Como la puerta del refrigerador había quedado abierta la empujó y ahí leyó una nota pegada con un imán con el logo de un hospital que ella conocía bien.

Angie si llegas a casa sabrás que tengo que quedarme tres días en el hospital, voy a completar horas dobleteando turno para poder viajar este fin de semana, Cunzi se fue a Londres para hacer unos trámites y comprar los pasajes de una excursión, si quieres acompañarnos llámame al piso o déjame un mensaje con Sami, en cuanto me entere le diré a tu hermano que compre uno más, me refiero a un tienda más de campaña, te llamo pasado mañana.

-¡Ay no qué asco!- Soltó Angie, no quería saber más de campamentos o montañas.

Sabía que no era lo mismo que le pasó pero las ganas se le habían quitado desde el accidente, no quería volver nunca más a alguna montaña o algún lugar al aire libre cerca de ríos o cascadas.

Se resignó, los siguientes tres días estaría sola.

Regresó sus pasos hasta el sofá pequeño de la sala para tomar su mochila y ponérsela y subió las escaleras hasta el tercer piso, el lugar que su tía había acondicionado para ella en el ático, bueno, la mitad de este para cuando llegara de visita y pudiera descansar.

-¡Wow, Cunzi ya empieza a ganar mejor!- Juzgó al ver el cambio, todo se veía limpio y nuevo. Bromeó de que su hermano era el responsable aunque todos sabían que era un mantenido por su tía.

Abrió la ventana aún con la mochila en la espalda, salió al exterior del tejado, se sentó en el y se tiró para atrás lastimando su espalda.

-Ayy no puede ser.- Se quejó de dolor, un objeto se había clavado en su omóplato. Era la punta de una caja que tenía con un pequeño catalejo que había encontrado en una tienda de antigüedades la semana anterior cerca de la universidad.

Al abrir la mochila lo vio y suspiró.

-Si pudiera ver con esto desde la luna podría encontrarte más rápido.- No lo usó, sólo lo dejó adentro, cerró el cierre de la mochila y lo lanzó al interior de la ventana.

Ahí se quedó unos minutos viendo hacia la pista por donde los autos pasaban.

***

Una hora después, bajó a la cocina a preparar algo de comer, recogió los desperdicios y los echó a la basura, después levantó toda la bolsa para ir hacia el jardín tracero para llevar todo al contenedor. Desde ahí podía ver por encima de una cerca de madera una salida hacia la espalda de su casa que llevaba a la calle paralela.

Pero en la esquina del jardín de su tía se cruzaban otros tres jardines, el jardín de la casa a la derecha viendo desde el frente y los dos jardines posteriores de las casas vecinas a la espalda.

Estaba pensando, pensaba en cosas de la universidad cuando caminó hasta la esquina derecha de su jardín para salir al pasaje que llevaba a la calle paralela, no conocía mucho el lugar por eso le daba curiosidad pero su mente estaba concentrada en otro lado menos en caminar por el camino de cemento y abrir la rejilla hasta conseguir salir al fin al exterior para explorar.

En un instante se hizo un ruido frente a ella, un hombre también aprovechaba la noche y el fresco para dejar la basura en su lugar en su jardín tracero.

-Buenas noches.- Dijo el hombre al ver entre las maderas levemente separadas de su cerca que había otra persona, a la izquierda de él justo en la esquina la cerca culminaba en una rejilla de metal con malla alta para la seguridad, la persona era una joven de cabellos largos que en la noche no pudo distinguir bien el color pero sí la voz.

-Buenas noches.- Contestó Angie sin verlo pero con una sonrisa amable.

Esa voz se le hizo muy familiar, tan familiar al hombre que se congeló.

Ahora Angie sí había seguido sus pasos por el pasaje oscuro concentrada nada mas en salir y ver la otra calle, sus pasos eran lentos, cuidadosa de que no le vaya encima un perro negro perdido de la colonia y es que ese era su otro gran temor, los perros grandes y oscuros.

El hombre por otro lado al escuchar su voz frunció el ceño, pegándose rápidamente a la cerca, después a la maya metálica de un metro de ancho y continuar por el resto de su cerca que ahora lo acercaba hasta la puerta de la cocina de donde salió para tirar los desperdicios.

Su corazón estaba intranquilo, pudo verla de perfil en un instante pero la bendita cerca lo estorbaba de verle bien el rostro.

Siguió los pasos de ella intentando estar lo más cerca pero en un momento la perdió de vista, entró a la cocina, caminó por el estudio, salió al corredor al lado de su sala y llegó hasta la ventana junto a la puerta principal, quería verla mejor, de frente, y justo cuando al fin se había decidido a salir por ella, la joven mujer entró a un taxi.

La joven pensaba en ir a un mini super cercano porque había olvidado algo indispensable para la soledad, una bolsa de palomitas de microondas y un bote de helado de medio litro, para eso la primera vez que vio el taxi lo llamó y subió sin disfrutar su anterior objetivo, el ver qué había en la otra calle.

El hombre sin embargo se quedó inquieto, la joven había salido del jardín trasero de la casa a espaldas de la suya.

Tenía que conseguir hablarle, verla, tenía una corazonada grande y esa voz, la voz que no había olvidado tuvo el mismo tono. Se sentía desesperado.

Y eso hizo, subió al segundo piso y emperó, sería fácil en el silencio de la noche escuchar si un auto llegaba al frente de la casa la otra casa y más si se quedaba en el pasaje de lado izquierdo de esta.

Fue tan descarado que se escondió después de una hora, subió al estudio que ni si quiera conocía en el segundo piso y sacó de una caja un larga vistas.

Esperaría, esperaría comprobar a la mala que la joven que le habló hace un momento atrás era ella. “Angie Lawrin”.

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