Río Ascendente Capítulo VIII Confesión De Almohada

El mayor pensó que era broma, no creía que ella accediera a dormir con él, se desvistió como solía hacerlo para dormir quedándose sólo en boxer, toda la ropa la dobló y ordenó sobre la mesa de noche y se metió bajo las sábanas mientras su cabeza se hundía entre las almohadas.

“Basta sólo con dos ¿Por qué ponen tantas?” y es que sobre la cama en la cabecera habían casi seis.

Al estar acostado viendo hacia su lado izquierdo para donde estaba la ventana pensó que debía ser más arriesgado, no podía quedarse así, debía de intentar más contacto la iba a recibir de pie en el medio de la habitación y como ella salga de ese cuarto de baño así sea semidesnuda se acercaría a ella y la besaría hasta conseguir que caigan en la cama.

“Puedes ganar una cachetada y luego su perdón, no pasa nada… Ella dijo claramente que sí quiere ser tu novia.” Se levantó de la cama y caminó hasta la orilla de esta. “Pero no es apropiado, es una presión para ella… ¿Cómo vas a llevarla a tu cama? Mejor bésala, lee su voz, su cuerpo, lo que ella quiera darte.” Retrocedió como regresando al lugar para meterse de nuevo pero volvió a dar pasos hacia delante. “Bésala, dile lo que te hizo sentir ese poco tiempo junto a ella, busca atención, busca que te diga lo que ocurrió en aquel beso sobre la montaña.”

Dio algunos pasos más hacia la mitad de la habitación, la luz del baño que se podía ver debajo de la puerta al nivel del suelo le indicaba o le hacía imaginar lo que estaba haciendo, caminaba de un lado a otro, parecía que se desvestía, en cualquier momento iba a salir, en cualquier momento vería su joven y hermoso cuerpo aunque sea con esa escasa luz de lámpara cálida de lado de la cama de ella.

Por otro lado la joven quien cepillada sus dientes y quitaba el esmalte de sus uñas, también ponía una base ligera y nocturna para el cuidado de su rostro. Se veía en el espejo también admirando el carmín de sus labios. No pudo evitar recordar esa noche cuando él se acostó detrás de ella y la abrazó para cubrirla del frío o cuando se quitó el pantalón para abrigarla, cuando le dio la chamarra, cuando le dio agua, cuando le dijo que la cuidaría, cuando le dijo que ella era demasiado pequeña para ser su novia, cuando ella le terminó de dar el beso que prometió como recompensa al cargarla cuesta arriba y cómo olvidar que al culminar ese beso él se lanzó a devorar sus labios. Nunca había sentido lo que sintió, nunca había sentido aquello recorriendo su cuerpo entero por todos los nervios de su espalda, el sabor dulce, tibio, húmedo de esa boca, el contacto cálido le movió el piso como si subiera a un vehículo a más de mil kilómetros por hora, deseaba sentirlo de nuevo pero antes que nada deseaba enamorarse de él sin temor a equivocarse. ¿Por qué tendría miedo de dormir con él, por qué no comprobar de una vez lo que él realmente quiere de ella?

Estaba decidida, lo haría, iría hacia él y lo besaría lentamente esperando ver la reacción de su experimentado ser.

Salió abriendo la manija con cuidado, su semblante era tranquilo, decidido y seguro. Caminó lento por ese pequeño pasadizo de al menos un metro y siguió hasta estar cerca de la puerta de la habitación, la luz estaba apagada pero podía ver, su vista se acomodaba al suave y cálido resplandor de una pequeña lámpara. Caminó hasta el televisor para dejar junto a este el reloj, su cadena de plata con dige de cruz y su sujetador de cabello dorado.

Volteó de forma parcial hacia las camas y vio que una estaba levemente inflada, seguro el mayor ya estaba durmiendo. “No me creyó” Pensó.

Tenía un juego de ropa interior que no había utilizado porque pensaba que el primero en deleitarse con este sería su querido Hunter aunque estaba dudosa y luego considerara arrepentirse al llegar a Ontario, sus amigas la presionaron, ya era grande y tenía que conocer otro tipo de temas más allá de los besos en la boca. Y en ese instante no era que quería utilizarlo a propósito para provocar al mayor sino que necesitaba comprar ropa con urgencia, su otra ropa interior era un poco infantil y no quería tampoco mostrar una mala impresión.

Se sintió aliviada de ver que el adulto ya se había acostado y que no se había arriesgado a salir así pero estaba equivocada.

El mayor estaba detrás de ella, se había escondido en la pared posterior del cuarto de baño, la razón para no verlo en primera instancia, pero él sí la veía y claramente. Veía esa tela de encaje en el borde de su ropa interior abajo y arriba, ese color rosa oscuro ceñido y justo en lugares estratégicos, su cintura, sus piernas, sus brazos, su cabello, era inevitable, quería, sí quería evitar cualquier reacción precipitada de su ánimo pero no pudo y se dejó llevar dejando que su corazón se acelere pero reteniendo pequeñas columnas de cordura en su garganta y manos.

-Eres hermosa.

La joven tembló sin querer más en espasmo de sorpresa.

-Pensé que dormías.- Giró hacia él y veía contra luz porque no apagó la luz del baño la cuál también podía apagarse desde afuera. No veía que él estuviera aún más desnudo que ella.

El hombre no dijo nada, sólo se acercó para tomar su brazo con un sutil y cuidadoso agarre. Antes apagó la luz del baño estirando su brazo derecho.

-¿Dejarás que te cuide esta noche?- La voz era gruesa e insinuante. -Pensaba, quiero que me digas las cosas que pasaban por tu cabeza cuando estuvimos juntos en ese bosque.

-Me encantaría que cumplas la misma función de cuidador que mostrarte en ese lugar.- Caminó unos pasos hacia él guiado de la fuerza de atracción en la gran mano del hombre sobre su muñeca. -Podría decir algunas cosas, sí.

La abrazó rodeándola de la cintura atrayendo su delgado y formado cuerpo hacia él, quería que lo sintiera hervir como un hombre honrado y caballeroso pero con ganas de tenerla.

Empezó a besarle el cuello lento hasta llegar al oído curioso de Angie.

-Te diré primero lo que pensé cuando te vi.- Aspiró el aire y luego lo soltó con cada palabra. -Me diste el cuadro más hermoso que había visto jamás mientras admiraba la alta montaña.- Su voz tenía ese susurro que no muchos han sentido cuando alguien quiere empezar a influenciar a favor de sus deseos. -Tenía el ruido de los rápidos, tenía el ruido del viento, tenía el bullicio de las aves y las voces de otras personas cerca y lejos, el magnífico color del agua, el cielo con algunas nubes y sin embargo nada me impresionó más que la calma de tu soledad, esa lectura atenta frente a un libro que alimenta preguntas y respuestas. Nada fue más hermoso que el momento en que me respondiste y volteaste a verme, tus ojos, algo pasó, tocaste una fibra muy profunda en mi pecho, quizá fue ternura, pero no deseo, fue un sentimiento de reconocer el indicio que seguía, que tenía que aparecer.- La hizo retroceder con astucia sin que ella se diera cuenta y cada palabra era un paso imperceptible más hacia la cama. -Sólo te vi y deseé en lo más profundo que no hubiera nadie más que nosotros para conocernos pero me frené cuando supuse que tu dueño estaba ahí. Y al ver lo que se aproximaba en los rápidos sentí temor y no de mí, juro que es la primera vez que sucede así. Tu sonrisa una y otra vez, tus palabras para aceptar que esté junto a ti me dieron absurdas esperanzas y por eso no desaproveché la oportunidad de besarte, de ser más cercano.

-Entonces ¿Te gusté desde el principio? Porque me gustaste también. Esa mirada de tus ojos no la había visto antes sobre mí, si hubiera sido descaro no te hubiera hablado después, tu forma de verme no la he visto en ningún hombre y como sólo he tenido un novio no pude identificar lo que significaba para ti pero me atreví a soltar trampas para descubrir, cuando dije que quería que dijeras a otros que eras mi novio intuía pero también dudaba.

-¿Esa pequeña y desesperada esperanza que vi como respuesta a mi persona de tus ojos, eso fue lo que creí, me dio un indicio, fue esa afirmación de que te agradé?

-Nunca había visto a un hombre como tú. También me impresionaste.- Le dijo siendo lo más valiente que había sido jamás. -Desee que fueras más cercano, deseé que tú fueras mi novio de verdad.

El hombre le hizo dar otro paso y ella tropezó hacia atrás con el borde de la cama cayendo sentada.

Y fue entonces que él reaccionó como en un despertar de lo coherente y correcto, la joven era virgen, los labios carmín, sus piernas, el temblar cuando la tenía cerca lo gritaba, no era el momento.

-Angie, quisiera que tengas la suficiente confianza de detenerme, soy hombre pero también puedo ser tu amigo. ¿Quieres dormir conmigo como esa noche? No quiero que tengas una mala impresión de mí, no quiero sexo, quiero que seas mía que es distinto.

Angie empezó a respirar más calmado aunque lo que escuchó le aceleró el corazón, el hombre no sólo era un bombón de ojos olivo, nariz larga y sonrisa conquistadora, ese hombre delante de ella con sólo un bóxer que lo cubriera era más que increíble, la situación la arrinconaba a un callejón sin salida y no tenía miedo pero sí le parecía precipitado, ligeramente rápido. Sus palabras fueron confortantes

-Es cierto, aún somos un par de extraños.

-Yo te escondí unas cosas mías, soy Arquitecto y diseñador pero también soy actor y estoy en Vancouver porque grabé una película. Y mi verdadero nombre es, la gente me conoce como…

-No importa.- Interrumpió ella de inmediato. -Ni me lo digas. ¿Patrick es tu nombre?

-Sí, el segundo.

-No me digas más, eso es suficiente, que no me mientas. Durmamos Sr. Atractivo.

La joven subió primero a la cama y se acomodó de lado izquierdo viendo hacia la pared donde estaba la ventana, él sonrió y se metió también debajo de esas blancas sábanas, acomodó las almohadas y otras las lanzó a la otra cama.

-¿Me permite, Srta.?- Se refería a abrazarla por la cintura.

-Con toda confianza, Sr.

Patrick se acercó al cuerpo frágil y tibio encajando las caderas de ella exactamente en su pelvis y luego subió el brazo derecho para rodearla por la cintura.

-Podría estar así el resto de mi vida.- Dijo el hombre.

-Si me lo propones, acepto. Quizá debamos ir acostumbrándonos.

-No me tientes a preguntar. Mmmh se siente tan bien, eres tan cálida y hueles extraordinario.

-Seguro que mejor que en el bosque.

-El mismo, no puedo dejar de recordar tu perfume.

-Y yo recuerdo… Dos de… Tus… Erecciones nocturnas.- Lo dijo en serio aunque en tono de broma, el hombre seguro era quizá muy bien dotado.

-Lo siento, no lo hago a propósito.- La voz de Patrick gruesa, sonó inocente.

-Y ¿Ahora lo estás controlando?

-No.

-Deberías…

El mayor sonrió y alejó un poco su pelvis pero durante la madrugada le hizo sentir a la joven de nuevo su inocente cuerpo caliente.

***

A la mañana siguiente despertaron a primera hora, el mayor mandó unos mensajes para ver si su camioneta estaba lista pero no, entonces tenía que sujetarse a su plan de alquilar uno durante un mes.

Angie se vistió casual, cómoda y juvenil, tenía el cabello suelto y el rostro ligeramente maquillado, frente a los ojos del mayor la joven era un premio salido de revista con acento latino, eso le encantaba a pesar que sabía que era inglesa.

-Buenos días, Srta.

-Buenos días caballero.

El adulto se acercó a ella quien se apoyaba sobre la pequeña encimera sobre el mini refrigerador para esperar que su té cargara y le dio un beso pequeño. El hombre era mucho más alto, por lo menos una cabeza.

-¿Deseas un poco de café?- Preguntó la joven.

-No tomo café, sólo té.

-Igual que yo. Te haré uno. ¿Cuánto de azúcar?

-Una cucharada será suficiente. Gracias, primor.- La rodeó por la cintura desde la espalda pegando todo su cuerpo con intención de sentir su cuerpo tibio. -¿Dormiste cómoda?

-A diferencia de hace una noche atrás, fue muy cómodo. A diferencia de hace tres noches atrás, fenomenal.- Cerró los ojos cuando sintió que él le besaba el cuello con lentitud. -Es… Una gran… Diferencia… El dormir sola en una cama… Qué dormir con una excelente compañía.- Su voz salió pausada por lo que él le provocaba en cada toque de esos labios delgados.

-Y yo es la primera vez que me siento tan cómodo.- La giró y besó con un pequeño tacto inocente. -Vamos, iremos a una agencia que alquila automóviles y luego de compras.

***

Al salir del hotel se dirigieron a la zona comercial donde recogieron el auto y luego bajaron para comprar algo de ropa.

Se introdujeron dentro de la plaza y cada quien fue llamado por sus intereses particulares de gastos superfluos, Patrick vio una tienda de lapiceras y la joven una enorme tienda de libros.

-Tengo que entrar ahí, nos vemos en unos minutos.

-Angie, espera. Voy contigo y luego me acompañas a la tienda de abrigos.

-Sí claro.

El mayor se resistió de irse solo por ahí, había ido acompañado y tenía que estar junto a ella no era nada amable dejarla sola vagando por ese gran lugar que no conocía pero sin embargo él sí había disfrutado antes casi todos los fines de semana.

Después de acompañarla por unos libros la vio tomar tres y llevarlos al mostrador, cuando era la hora de pagar él sacó una tarjeta con rapidez y colocó su gran mano en la billetera de Angie para evitarle sacar su dinero.

-No, linda. Yo lo pago.

-No, tranquilo, son unos cuantos dólares.

-Insisto por favor.

-Pero es que me da… No me siento muy bien en la acción de hacerte pagar mis cosas.

El hombre la tomó de la mano y la llevó a medio metro del mostrador, se acercó a su rostro para hablarle con suavidad y delicadeza en expresiones exageradas del movimiento de su mandíbula, cejas y ojos.

-Eres mi novia, no voy a permitir que en esta salida o en las siguientes gastes un sólo dólar. Por favor deja que me sienta halagado al satisfacer tus necesidades, que sienta que eres mi responsabilidad en este viaje. Mi amor, por favor, para mí esto no es nada y a la vez es gratificante.

-Patrick es que… No sé si no es nada, no me importa si tienes más dinero sólo que me parece injusto que tú…

-Por favor.- Se acercó y le besó el rostro. -Conozco tu pensamiento independiente pero me siento mal de ver que gastas tu dinero cuando yo puedo gastar el mío contigo, de verdad no es nada y no me deberás nada lo juro, sentiría mucho placer de que me dejes solventar los gastos en este viaje y entiende, aceptar lo que propongo no debe comprometerte a nada.

Angie vio sus ojos olivo, su forma de hablar y pensó que ese hombre era aún más impresionante de lo que imaginaba.

-Vale pero por favor de vez en cuando deja que gaste un poco.

-Está bien, tú invitarás el pastel.- El hombre le entregó una magnífica sonrisa.

Le había dicho que era actor pero por esa época aún no era muy conocido en América por lo que sus compras no tuvieron molestia alguna.

-Mira, es una tienda de bebés.- Dijo la joven entusiasmada.

El hombre vio con agrado su entusiasmo.

-¿Me estás proponiendo de forma indirecta que me darías un hijo? Si es así… Vamos al vestidor y empezamos a practicar.

-Jajajaja a mí me gustan los niños y sí me encantaría ser mamá alguna vez.

-Mmmm me fascina saber eso. ¿Qué dices, practicamos?

-Jajaja podríamos practicar sin embargo aún pensar más en tener un bebé.

-Jajajaja.- El hombre rió con timidez, le dejó ver que disfrutaba el momento, se sentía bien al congeniar con ella, nunca le había pasado con alguien más.

Las mujeres con las que había salido fueron a veces muy mezquinas o presumidas, una que otra interesada e impulsiva pero ella era tan accesible que le caía bien, era graciosa, coqueta, desinteresada de su dinero, además de ser la más hermosa. Una simpática y joven mujer que no frenaba sus sentimientos, no tenía temor de seguir una broma que tenía algo de verdad.

Sus compras fueron de al menos dos horas y media, Angie escogió unos diez cambios de ropa superior e inferior, algunos suéteres, una chamarra y tres pares de zapatos que incluía unos tenis blancos, unas balerinas color piel y unos zapatos azules de vestir, ella pagó la chamarra y los zapatos y el mayor se sintió muy bien de gastar en la mayoría de sus objetos escogidos. Él compró tres camisas, dos suéteres y dos pares de zapatos, su casa estaba cerca así que tenía acceso a más prendas que ella.

-¿No comprará más, Señorita?

-No ahora, quizá después, por ahora es más que suficiente, tan sólo déjame entrar a la tienda de ropa interior y eso sería lo último.

-¿Quieres que te acompañe, necesitas mi tarjeta?

-Déjame ir sola, esta vez me agradecerás el que vaya y escoja.- Le guiñó un ojo. -Créeme que será mejor que no vengas, mejor espera y te agradará cuando te pida opinión de las prendas.

El mayor levantó las cejas por la sugerencia y cuando ella se fue mordió sus labios de forma inevitable.

“Me va a matar de un infarto, qué simpática que es…”

Al salir de la tienda con una sonrisa el mayor se levantó de las bancas en el medio del pasillo.

-Vamos a almorzar y luego te llevaré un momento a mi casa.

-Sí está bien.

***

Como a las cinco de la tarde estaban por salir de la casa de Patrick, habían ido por más ropa para él, la joven pudo ver que el hombre no reparaba en gastos sin embargo su buen gusto por la decoración de interiores era sutil y casero, no era muy ostentoso. Pero después de haber estado juntos casi toda la mañana él ya no se resistía, quería comérselas entera y no supo más que acorralar, ese joven cuerpo lo posó con leve ímpetu en la puerta de su sala tomándola desprevenida con un beso voraz.

-Me encantas.- El corazón de Patrick latía muy rápido y luego recordó sus propias palabras “No te sientas comprometida a nada si te pago la ropa.” Entonces se detuvo. -Lo siento es que me gustas mucho.

Angie le sonrió con amabilidad.

-Deberías preguntar si quiero.

El hombre la vio a los ojos pasando de pupila a pupila intentando leer su mente porque simplemente no se atrevía pero lo intentó haciendo la pregunta más torpe del mundo con pequeños rasgos de seriedad y profundidad.

-¿Me dejas hacerte mía?.- “No, no se va a negar, acaba de decirte hace unas horas que estaba dispuesta a mostrar toda su ropa interior.” Pensó.

Ella mordió sus labios, su rostro tomó color ruborizado y asintió para después acercarse al oído del hombre.

-Desde la primera noche que dormimos juntos. Sí quiero ser tuya

El hombre jadeó y se acercó a besarla aún con más fuerza.

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“Sabes que alguien es especial desde la primera vez que te encuentras con su mirada.” Violeta – El diario de Violeta.

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