Hermione sonreía de aquellos pequeños empujones que Severus le daba con el cuerpo al besarla, habían llegado a una chalet clásico inglés que no tenía ni una sola luz prendida en su interior, la joven se le escapaba de las manos con juegos traviesos e insinuadores.
Estaban en la parte trasera de la propiedad, con exactitud era el jardín más amplio. El camino empedrado era el lugar que Hermione usaba para escapar.
Snape la alcanzaba, la detenía tomándola de la mano mostrando una sonrisa ladeada dejándose llevar en esos jalones provocadores con acento a secretos de su mente, pero ella volvía a escapar después de que él la daba muchos besos y quería incrementar en la intensidad de ellos.
El mago la tomó rodeándolo de la cintura con sus manos, su forma delicada de tocar la superficie de la tela sobre su vestido y brazos le dejaba sentir a través del tacto empapado de letras toda la información que en su mente se estaba acumulando mientras en su cuerpo estaba el presentimiento, disfrute de la noche con esa hermosa niña.
No era un accidente estaban ahí a propósito, el paisaje era hermoso, los túneles de flores y hiervas sembradas por antiguas vidas cubrían sus cuerpos y besos apasionados como toldos naturales en insinuante coqueteo continuos donde ahora él era el culpable de las crecientes ganas y deseo, la poca iluminación del jardín era perfecta pero no detuvo a Snape de hacer el primer hechizo para traer luciérnagas cercanas que subían hasta las faldas de los árboles y se perdían sobre las copas para dar un espectacular ambiente, el aroma a azucena no era suficiente para opacar el perfume de ella sobre él después de tocar tanto aquel cabello castaño, la cintura y manos de Hermione.
La luna brillaba incompleta dejando reflejos encendidos a través de los arbustos y flores, los pasos del mago tomaba la mano de su joven novia como suave emoción escondida en su pecho, el camino era largo por aquellos jardines aunque se acercaban a un reposar que Snape había planeado.
Aquellos ojos café lo habían atrapado, ya no era únicamente la intelectualidad de una niña hermosa, eran caricias en su rostro con y terzas manos, eran besos cómplices en una habitación, era la suavidad de su rostro, sus labios, sus pequeñas manos que posaban sus manos en su pecho y jugaban con los botones en desesperantes sensaciones para su mortífaga mente, su íntima muy íntima mente.
Cuando se hizo unos minutos en aquél juego él la atrapó fuertemente desde la espalda en un abrazo de posesión y deseo que ella disfrutó, la llevó con su fuerza hasta el muro grueso de flores imponiendo su altura, ganas y porte.
-Srta. No te me escapes. Quiero mostrarte algo, vamos, déjame mostrarte, prometo que no te decepcionaré.- La sonrisa maliciosa de Snape le daba escalofrío a la joven, esa súplica tímida se le clavó en las entrañas. -Vamos, no pasará nada, déjame mostrarte los límites de un hombre.
-Es trampa, me guías a una habitación en esta enorme casa.
-No lo sabes, es mentira… Tu mente te traiciona, además esta casa tiene muchas habitaciones y la que quiero para los dos está lejos de aquí.
-Eres astuto mago. ¡Ayyy!- Hermione gritó en un instante al tropezar y romper uno de sus zapatos.
-Olvida eso.- Snape agitó su varita y le quitó los zapatos. -Le dije.- Acercó el rostro a la joven cuando ella empezó a empujarla desde el pecho. -Que no sabías a quién le coqueteabas, a quién le insinuaba cariño y deseo.
Hermione mordió sus labios al entender la sugerencia, posó sus manos sobre el pecho del mago, su intensión marcada era un deseo, había soñado tantas veces que se lo quitaba, tener el gusto de verlo en camisa y si se podía sin ella, todo por culpa suya, pero sus manos temblaban porque no estaba segura de los vestigios que podía encontrar.
Snape la acorrala a en ese instante contra el muro semi alto de arbusto y flores violetas, su mirada sobre ella era de contemplación, fuerte decisión y control mental, el mago sabía que el contacto físico era más fuerte cuando la tocaba pero con sus ojos e insinuaciones.
-Pero esta vez no he sido yo la que he provocado esto.- Susurró apoyada hacia atrás como atrapada, él no le dejaría escaparse una sola vez más.
Uno de los brazos del mago se apoyaba junto a su rostro y la otra mano del pocionista la sujetaba por la cintura.
-El deseo que vez en mi mente es una consecuencia de espera.- Dijo suave, sobrio en un tono de dolor y placer. -Esperar el momento justo.
-¿Qué más hay en su mente, Sr.?
-No hay más, sólo hay una cosa.- El mago susurró tan grave cerca de su oído que las piernas de la joven temblaron cerca a las de él. -Serás mía, Hermione.
Ella cerró los ojos al escuchar la voz del mago, determinante, decidido, sin titubeos mientras que ella ahora moría de nervios, aquél hombre le dio escalofrío por conseguir que en su pelvis se sienta algo similar al placer carnal pero era su mente y su cuerpo que ante su voz y palabras reaccionaban.
-¿Por qué estás tan seguro, por qué crees que pasará?- Jugaba con sus palabras para provocarlo más.
-Tu mente lo grita, es un escándalo inocente de duda y confianza.
-¿Qué te dice?- La joven volvió a cerrar los ojos y morder sus labios.
-¡Hágame suya, profesor! Es lo que dice tu mente.- La voz del mago se alzó en tono de deseo. -Y ahora es cuando pierdo toda cordura, Srta. Por usted.
El mago se abalanzó sobre el cuello de la joven para besarlo y morderlo en un arranque desquiciado mientras sus manos grandes y sabias la tomaron de ambos muslos para así poder tocar la tela del vestido y subirlo por su delgado y contorneado cuerpo juvenil. Así continuó con descaro subiendo desesperado con sus manos por sus caderas, tocando todo lo que podía de piel, dichosa piel, bendito sentido del tacto que hace estremecer. Tocó su cintura, los lados de su pecho por debajo de las axilas y finalmente sacó el vestido por encima de su cabeza y aquellos cabellos rizados.
Hermione no continuó con la idea de desabotonar el levita sino que se perdió en las caricias, sus ojos y respiración incitaban aún más a la intimidad de ambas mentes.
Snape la abrazó por la cintura para desaparecer y aparecer dentro de un invernadero repleto de plantas y flores, ahí en el suelo sutilmente acomodado una gran alfombra aterciopelada llena de almohadones con la misma tela, estas de color verde oscuro.
“Mmmm cuánto tiempo tardó en planear esto…” Se dijo Hermione cuando se halló acostada entre toda esa superficie suave aterciopelada. Al rededor de ellos las flores y plantas altas hacían un lecho hermoso y secreto, como un nido que tapara lo siguiente a acontecer.
Snape sabía lo que había leído en la mente de esa pequeña, quería quitarle el levita así que acercó su rostro al de ella y su cuerpo levemente separado acostado encima de su delicado cuerpo para dejarle hacer.
Hermione subió las manos en caricias desde la cintura del mago, pasar por el pecho, llegar hasta el cuello y soltar el primer botón con temor en ritmo suave mientras le comían la boca, respiraba como podía empezando silenciosos jadeos cada que Snape introducía su lengua con fiereza a enredarse con la suya, fue desabotonando botón a botón hasta llegar a la cintura, el levita era largo y era imposible que lo abriera completo por lo que dejó el resto al pocionista.
Snape se hizo de rodillas frente a ella y luego se irguió en postura recta sobre estas, seguro, con mirada deseosa que empezaba a ensombrecerse al dejarse llevar poco a poco y aunque le encantaba todo lo que se exponía ahora delante de sus ojos en color piel blanquecina, se concentraba en los ojos de ella, su mirada inocente con una gota de temor. Terminó de desabotonar el levita y su camisa blanca de gala hasta que llegó a posar sus manos en el borde de su pantalón y paró junto a un leve parpadeo. Se hizo hacia delante para al fin sentir con el pecho la piel terza y delicada de ella por el vientre, los brazos, aquellas piernas que quemaban en temperatura creciente.
Hermione miraba todo con un gran tirón de músculos en su estómago y una sensación extraña que bajaba desde su cuello y caía hasta sus pies para luego concentrarse en sus entrañas.
Snape no abrió el botón del pantalón sino que se hizo hacia delante para besarla en los labios, le encantaba sentirlos cuando succionaba con descaro en un beso sabio para que ella perdiera oxígeno, sus besos serían marcas húmedas, suaves y provocadoras que depositaba en aquel sumiso cuello, empezaba a bajar por la clavícula y la mitad de sus pechos, pero no podía evitar a veces ser un poco tosco traducido así en caricias como su persona escondida y oscura loco de pasión para hacerle el amor como le sugerían sus demonios. Caricias convertidas en mordidas, sellos rojizos, humedad con forma y nombre de su alma, era un caballero pero también una bestia salvaje con hambre de niña desde que leyó que lo deseaba.
Hermione cerró los ojos cuando se sintió desnuda delante de él a pesar de la ropa interior que aún cubría puntos clave. Sintió la mano izquierda de Severus recorrer su cintura y subir por sus costillas, aquella jovencita apretó los párpados en grave placer cuando él metió su mano bajo su brazier y atrapó con la punta de sus dedos el botón sensible de su pecho.
El rostro del mago vio aquel gesto, sus facciones suaves disfrutar de su tacto, besaba el cuello de la pequeña mientras él no dejaba de tocarla de esa manera sutil y desesperante.
-Ahhh.- La joven trataba de aguantar pero no podía contra ese martirizado contacto de las dermis de la mano de Snape. -Mmmh.- La voz fue más aguda cuando la suavidad y delicadeza subió de atrevido a desfachatez para empezar a masajear su pecho en grandes tomas mientras los besos de él bajaron hasta su vientre.
-¡Qué hermosa eres, niña… Hueles tan delicioso!- El mago usó la otra mano para quitarle el brazier y así torturar a la joven con su boca, cuando fuera descubierto ambos pechos fue a parar en el otro que no tenía su mano ahí con solo el aire de su respiración, su aliento, su lengua, sus labios, atrapó y jugó mientras succionaba para lograr que ella se deshiciera bajo sus manos. Los labios delgados apretaban el botón tierno que ya hacía firme por la excitación que él había provocado, su inocente rostro y boca le daban un concierto mudo de gestos, mordidas en sus labios carmín y solturas de vocales, consonantes sin sentido.
Hermione lo veía, o al menos intentaba alzar la cabeza que se hundía en la almohada cada que él volvía a succionar y apretar con sus delgados labios mientras la otra mano la masajeaba. Sentir la boca del hombre ahí le causaba tanto placer pero verlo hacer era el colmo de la locura hasta que se encontró en una situación que la reprendió por equivocada que estaba al pensar que eso era lo máximo.
Severus se movió sobre su cuerpo lentamente, su destino bajaba sobre el vientre plano mientras que hablaba en secreto consigo mismo.
“En este instante he de tener mi primer premio… Quiero probar a qué sabe el deseo hacia mi persona, niña.”
Hermione enloqueció al escucharlo por accidente porque aquella oculta, misteriosa y oscura mente se exponía ante ella y ya era tarde los temblores de la duda porque el deseo le ganaba cien a uno, deseaba al mago con todas sus fuerzas y lo amaba más que a nada o nadie de su reciente interesante mundo.
Las manos gruesas del pocionista a penas la tocaban, sujetaron la tela de su ropa interior para quitársela de forma sutil y lenta, ella en la creciente gana de sentirlo con otras caricias pensaba que no era lo suficientemente rápido.
Aquellos besos peligrosos y tibios siguieron el camino hacia lo más escondido y valioso del cuerpo de ella, donde no había vuelta atrás, donde la intimidad tendría la barrera más alta que sobrepasar, donde el límite a cruzar al ser superado se quedaría por siempre en el recuerdo de ambos no sólo en sus cuerpos sino en su mente, y aquella fuerte, segura, formal mente del mago empezó a pelear.
“Hazla tuya, no retrocedas…
Pero si la he visto crecer…
Es tu novia,
también mi alumna, ya he esperado lo suficiente, si no lo haces vas a morir…
Es tan delicada,
serás el único que podrá tocarla…
Sí, eso es todo lo que quiero…
No, tú quieres más de ella, la amas, admítelo la amas con locura…”
Snape cerró aquello sólo para él, bajó con sus besos más mientras aquella jovencita que algunas veces le lanzaba miradas de enojo, desacuerdo, pena, orgullo, aquella de mirada concentrada sobre su pupitre, aquella quien terminaba los ensayos y exámenes antes que otros con seguridad, viéndolo a los ojos con desafío, aquella jovencita que se atrevía a responderle y decirle que estaba loco, que era un amargado, que lo admiraba, que se había convertido en su mejor profesor el último año, la única que le sonreía y que lo detenía en los pasillos para colmar su paciencia, aquella joven que sentía que lo amaba pero que no callaba, que no lo había observado por temor sino por seguridad, aquella niña bonita se dejaba bajo sus manos, la percibía nerviosa al disfrutar sus caricias, al entregarse por completo y de forma desinteresada, pero ahora una próxima mujer bella, una niña que ahora sería suya.
Con sus manos se adelantó para tocarla primero ahí donde la piel cambia de textura y arde con sólo una palabra de deseo dicho con la humedad.
-Mmmh pequeña…- Dijo al sentirla exageradamente húmeda. -Así, recuérdalo siempre, ¡Ohh mi amor!, así estás por mí…- Sus palabras sonaron apretadas desquiciadas y enloquecidas.
Se acercó a ella besando a penas con la superficie de los labios tan suave y castigador que podía matarla. Como si se hubiera dispuesto a besarla en los labios de igual manera y lentamente fue abriendo la boca para usar su lengua.
La joven se retorcía al tenerlo entre sus piernas arqueando la espalda, hundiendo la cabeza entre las almohadas, alejando al mago de ella en momentos dramáticos pero él seguía y ella enterrando sus uñas en aquella cabellera lacia y negra.
Las gruesas manos la sujetaban con solidez separando sus piernas para servirse de ella como si estuviera en un banquete, la absorbía, la besaba, acariciaba de forma maestra la delicada piel rojiza en tortura fatal con dolor placentero e inquietante creciente que humedece más el cuerpo, se hundía y balanceaba una áspera y resbalosa lengua, mordía levemente, absorbía de nuevo en una locura de ganas que mezclaba el licor natural insípido levemente dulce de la pequeña y la saliva que él tomaba con su boca cada vez que ella gemía su nombre en tono más alto.
Era ella, era Hermione, la joven premio a la mejor estudiante de Hogwarts cada bendito año. “Ohhh mi pequeña te adoro…”
Sabía lo que obtendría, sabía que lo lograría al seguir constante en la faena.
-Ahhhh no… No… NO Puedo más… ¡¿Qué es esto?!- la voz de la joven se hacía más fina, más alta, más desesperada.
Aquella situación, el placer final, la culminación fabulosa invadió el inocente cuerpo de ella desde la cabeza hasta los pies donde unos temblores constantes la sacudían debajo de sus grandes manos, eran gritos sutiles y apagados poniendo en alto el nombre del mago quien la apretaba más contra él para recibir su primer premio de arduo desempeño.
-Sev… Sev… Erus…
El mago estiró uno de su brazos pudiendo alcanzar unas cuantas hojas de una planta Florida viendo los últimos espasmos de aquella belleza de mujer, se puso unas cuantas bajo la lengua y estas fueron derritiéndose en su interior para pasarlas y ser responsable frente al acto, aquél acto de rendición.
Subió con caricias de nuevo por aquel vientre plano y terso dejando marcas invisibles al acercarse más a las montañas redondeadas de piel y músculo, besos pequeños como cuando ella le besaba el rostro con cariño. Su cuerpo que sostenía una camisa abierta ahora estaba completamente expuesto de la cintura para abajo, el extremo de su virilidad tan húmedo como ella amenazaba en exigente contacto de ser apretado. Se acomodó mejor depositando lentamente su peso pero ahora trayendo consigo el ímpetu inquieto y erguido, tan severo y fuerte como su carácter de experto pocionista y maestro experimentado.
Ella, quien poco a poco bajó en caricias de sus manos por el pecho y abdomen del mago se atrevió a tocarlo y él desmayó al tacto sujetándose de uno de sus brazos contra el lecho, la caricia que le propinaba su joven e inexperta novia era tan desesperantemente sabía que se sorprendió… “Pronto, suéltame pronto…”
Snape atrapó su mano y la subió a la altura de su rostro para besarlo, el peso que ella aún faltaba medir de su cuerpo se acostaba más sobre ella separando lentamente sus labios con la amenaza del extremo más caliente, él atrapó la boca de la joven con pasión en un beso que debiera silenciar la primera impresión de sentirlo, para camuflar la primera expresión de dolor.
Así fue, ella lo dejó ingresar lentamente mientras sus paredes inocentes que apretaban con locura máxima dieron paso a la conexión más profunda que había tenido con alguien en toda su corta vida. Una sensación hermosa, suave, caliente, húmeda, fuerte, invadía la mente de ella y en la de él era una sensación satisfactoria, sutil, delicada, volátil, un abrazo tan distinto y fuerte de lo que podía haber imaginado, una sensación que ni en su mejor hechizo de autocontrol pudo haber experimentado antes y es que no sólo eran ambos cuerpos interno y externo, eran sus mentes, las íntimas mentes, sus alma, sus espíritus, todo aquello mezclado al caldero y verdadero valor del amor.
-Mi amor…- El mago soltó en el cuello, en el oído de ella, su voz exponía el gusto y la consolaba en el acto.
Ella casi podía cargar todo el peso de ese alto cuerpo, la pelvis del pocionista quería estar lo más cerca a ella, él sabía que podría, sabía que ella podría soportarlo sólo era cuestión de intentarlo más cada vez, más profundo el tacto.
-Eres un sueño… Te amo…
Con un poco más él había logrado una unión completamente perfecta, lo intuía, que aquella mujer era perfecta para él.
Su boca se cerró a las palabras y se abrió a las caricias de besos, besos en el cuello, mejilla, roces de labios mientras el cuerpo de él se separaba y unía en constante y perseverante caricia que hundía su exterior al interior de ella.
El movimiento de su pelvis subía en intensidad, desorientando gravemente a la joven que de soltar suspiros y gemidos ahora aguantaba la respiración en pelea equivocada por conseguir aire a sus pulmones. Snape la apretó más, su sutil forma y cuidado empezaba a cambiar, el mago podía leer su mente para complacerla y era exacto lo que iba a hacer aunque sin escucharlo de esos labios carmesí su cuerpo entero y pálido empezó a ser rodeado de un humor y alma cada vez más oscura que tenía que intervenir pronto en la delicadeza. Las estocadas eran cada vez más más rápidas y profundas, cada vez más atrevidas mientras aquél tacto suave de la mano del hombre intentaba repetidos y castigadores orgasmos en la piel sensible de esa mujer.
Se apartó hacia atrás para verlo con sus ojos negros, todo su cuerpo unirse a ella en constante movimiento, sabios movimientos, profundos movimientos a lo más interno de aquella que empezaba a retorcerse de dolor y placer, no podía aguantar su genio intenso, era así y podía esconder su pasión pero su ensombrecido amor era expuesto de distinta manera y ahí en dos segundos se había convertido en un mortífago para ella.
-Ohh Severus… Ohhh.
El hombre entre cerró los ojos encendido, después los cerró por completo en fuego de llama extraña y verde que recorría todo su cuerpo, era placer sincero, era amor agobiante. Se dejó llevar por la fuerza y la pasión mientras la tocaba sabiamente en lo más profundo de aquella inocente mente.
La joven terminó una y otra y otra vez soportando al mago sentir en un baño caliente de su propio ser, los repetidos logros que él conseguía no eran accidentes sino intencionales, sabios, los ojos de ambos estaban cerrados pero la boca de ella daba un concierto de gemidos fuertes y gritos de placer que nunca había escuchado antes de una mujer.
El gesto del hombre se transformaba de centrado a desdicha, no podría aguantar más o hacer oídos sordos por más tiempo, los latigazos y oleadas lo enloquecían pero principalmente no podía soportar su propia caliente creciente en su vientre, pronto, estaba a punto de explotar, no la soltaría, no se saldría, el amor debía de ser completo sin limitaciones sea la que sea la consecuencia, ella se había entregado y él se entregaría también para ella como nunca a nadie se había entregado.
Tomó aquellas caderas con seguridad pero luego cambió el plan, su joven mujer ya no tenía fuerzas, recargó todo su peso abrazándola por la cintura y cuello mientras ella se aferraba a él en cada movimiento, cada vez más lento y sensible, cada vez más profundo, siguió y siguió hasta que no pudo más que derramar todo su ser en ella.
Le dejó oír segundos cerca del oído su forma en que el orgasmo había atrapado su cuerpo, pegando más la pelvis, sentir mientras se hundía la culminación. Consiguió con esa ronca voz algunas caricias de Hermione, debilidad fuerte igual que ese apagar lento por no tener más fuerzas, éxtasis que inmoviliza y que hace respirar profundo, más alargado, éxtasis que te hace soltar aire y luego absorber lento con desesperación mientras el corazón regresa a la normalidad. Unas cuantas caricias más sobre su cabeza peinando sus cabellos negros terminó por adormecerlo, rodó hacia un lado aún sintiendo en sus terminaciones nerviosas y cerebrales la agitación, grabando en la mente como quien pica con una vara de fierro la piedra, recuerdos valiosos que eran difíciles de borrar, se recostó al lado de ella con el rostro hundido en el lecho recuperando aire y sintiendo la agitación de los bombeos cada vez más calmados de sus ventrículos.
-Me… Dijiste, Sr…. Mago…- La joven recuperaba el aire con los ojos cerrados. -Que la cama…. Para… Ambos… Estaba lejos…
-Mujer bonita, bruja… ¿Tienes frío?- Su voz gruesa y agitada se acercó al rostro de ella.
-No pero… Sí… Me encanta… RÍA… Cubrirme.
-Esta no es una cama, este es nuestro lecho y no lo vas a olvidar nunca más. Ohh hermosa Srta.- Respiraba cada vez con más normalidad en pausas notables de su ronca voz.
El cuerpo desnudo del mago era expuesto ante los ojos de la joven quien lo veía sin ganas y sin fuerzas. Contemplaba toda su desnudez a excepción de una camisa mal puesta, veía aquellas cicatrices muy pequeñas y seguro borradas por el tiempo de golpes o maltratos que quizá su padre le había propinado, pero pensó también que podrían ser enfrentamientos en la juventud o la autoridad abusiva de Voldemort en tiempos malos.
El mago movió su varita y aparecieron acostados en una cama de blancas sábanas, una pequeña luz nocturna iluminaba la amplia habitación decorada, un balcón amplio con cortinas que se movían por el aire llevaban los escudos de Slytherin que brillaban en reflejos de textura fina.
Snape empezó a besarla cargando su peso nuevamente sobre ella.
-Dime si he sido muy brusco, por favor.- Miró en los ojos de ella mientras sus labios rozaban la boca hinchada por sus besos apasionados cuando articulaba las palabras.
-No, no… Creo que le faltó… Ser más… Mortífago… Conmigo…- Le sonrió ahí, aquella joven no entendía la prudencia, le estaba coqueteando después de que él le arrancara un desfile de orgasmos con su sabio toque corporal y mágico.
Aquél hombre sonrió cómplice de aquél acto inaudito en la boca de esa joven mujer, que ahora era suya.
-Jovencita… ¿Insinúas que no ha sido suficiente?- Aquella provocación fue el colmo para centrar la mente de Snape e ir armando lentamente su espada.
-No, usted es el profesor y tiene toda la razón.
Snape le arrancó otro beso apasionado y luego se levantó frente a ella para cubrirla delicadamente con la sábana mientras se sentaba.
-Hace frío más vale que te abrigues.
Sacudió su varita para limpiarla y limpiarse bien.
-Abrázame, Severus, durmamos un poco.
Hermione no sabía que ahora Snape sería un hombre completamente distinto con ella, tan sólo por esa gran entrega, lo había enamorado, lo había hecho esperar seis meses, lo había hecho sentir deseo profundo, lo hizo para ella sin querer no cambiando sus maneras sino despertando cosas que antes él no había dado a alguien más, ahora él tendría cuidado y ella haría todo lo que él le sugiriera.
Hermione al ver moverse las cortinas con tosca brisa fría pensaba que ya no era un sueño en el que despertaría, donde él desaparecería, pensaba más sobre lo que había ocurrido con una sonrisa de satisfacción en los labios y una mente abierta para el mago.
“Aún faltan unos días de clase… ¿Cómo será conmigo si algunos nos han visto en la fiesta de graduación, habremos sido atrevidos, será que no le importa que otros le reclamen?
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” Cuando el río suena es porque piedras trae” – Anónimo
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