Profesor de Literatura Capítulo XIV Franqueza – Parte 2

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Narrador omnisciente-

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Any acompañó a Laura hasta la biblioteca de la universidad, ya había entrado pero no conocía todo. Fueron al área administrativa porque Laura tenía que recoger su carné de estudiante, la que usaba cuando quería sacar de préstamo un libro.

Subieron al tercer piso. Any miraba las computadoras donde buscabas los libros disponibles para préstamo, se le antojó pedir uno…

-Laura, ¿Pedirás un libro el día de hoy?

-Sí, por eso necesitaba el carné… En la clase de la tarde la profesora nos dejó leer a Gabriel García Marqués.

-¡Qué genial!

-¿Tú pedirás uno? ¿Sí tienes carné?

-Sí lo tengo, lo tramité cuando ingresé. No creo que pida uno pero me quedaré un momento en la biblioteca.

-Mis libros ya los había apartado con el carné universitario, no voy a tardar así que si deseas puedes ir a buscar un libro. Yo saldré de aquí y me subiré al ómnibus para ir a la puerta de la universidad. Me está esperando papá.

-¿Segura?

-Sí, quizá busque otro libro más pero llevo prisa así que, ya ve.

-Ok. ¡Nos vemos, Lau! Si necesitas algo estaré en el segundo piso.

-Cuídate.

Las pequeñas alumnas se separaron frente a las escaleras. Any bajó hasta el segundo piso para buscar en los libros contemporáneos.

Fue hasta la computadora, escribió un libro que tenía en mente. “El cuento número trece” y sí estaba disponible, era un libro que quería comprar en la feria del libro, había escuchado que era una excelente historia.

Al tener el número fue hasta el mostrador para que el joven de lentes le indique con más detalles dónde tenía que buscarlo. 

Cuando estuvo frente a él, le dio el número y esta le entregó una cartilla donde puso “Pasillo 10 de lado izquierdo (Penúltima fila), tercera columna,” Debajo de ese reglón habían más espacios por si escogía otro libro.

Ingresó al área de libros mostrando el carné al guardia de seguridad, y dio muchos pasos hasta llegar a la penúltima fila de los enormes libreros.

Halló la tercera columna de lado izquierdo, con el dedo índice se paseó por los lomos coloridos y opacos hasta que encontró el libro y lo retiró. Se quitó la mochila de la espalda y se fue hasta casi chocar con la pared, vio que la pequeña mesa delgada en esa esquina estaba muy maltratada pero aún así se quedó ahí. Dejó su mochila de lado derecho, acomodó el libro entre sus manos y empezó a leer.

En el último pasillo de lado derecho pegado hacia la pared estaba el profesor Ken con los audífonos puestos y todo el volumen que podía soportar. Tenía su pluma favorita entre sus dedos y escribía sobre las hojas de su agenda azul.

Ninguno de los dos sabía que estaba tan cerca del otro.

Any sólo se concentró en esa lectura por tres largas horas, la biblioteca cerraba nueve y media.

Acabó el libro y vio su reloj pero este no estaba funcionando. Quiso prender el celular pero tampoco encendía. 

Tomó sus cosas, guardó su bloc de hojas blancas, llevó su mochila sobre sus hombros y en la mano izquierda sostenía el libro para llevarlo a su lugar, caminó por todo el pasadizo para salir de entre los libreros y al final se detuvo para ver el gran reloj del pasillo principal, se dio cuenta que era tarde, que casi no había nadie. 

Volteó por última vez para cerciorarse que no se olvidaba nada y… Sí… El cartón que le dio el bibliotecario estaba sobre su lugar y al costado una pluma negra.

Mientras tanto el profesor Ken dejó de escribir casi de forma sincronizada al mismo tiempo que Any caminaba hasta su pluma.

El profesor vio su reloj, era tarde, ya casi iban a cerrar. 

Retrocedió la cinta por última vez y la detuvo en el minuto que quería volver a escuchar antes de borrar toda evidencia. Se retiró los audífonos, se tocó los oídos, desconectó el cable de la entrada de audio, subió el volumen de forma prudente y entonces…

El audio empezó cuando los dedos de Any tocaron la pluma…

-¡Dios! No puede ser, aún recuerdo ese sentimiento al ver a ese chico acercarse a ella. Me puso tan… Me hizo sentir tan… ¡Tan molesto! Tan…  

-Tan celoso… ¿Por qué?  

-¡Santo cielo! Estoy en problemas… No puedo fallarle, no puedo arruinarlo. ¿Qué estoy haciendo?  

-¡Oh no! ¡Estoy enamorado!  (Pausa)

-¡Estoy enamorado!  

Any reconoció esa voz de inmediato, era la de su profesor, se escuchaba afligido, retrocedió un paso para salir del pasillo, se dio cuenta que estaba preocupado pero le dio curiosidad y no pudo quedarse quieta.

Caminó otro paso hacia atrás y se giró, con pasos lentos llegó hasta la entrada del último pasillo y al llegar a la esquina para voltear, vio a su querido profesor Ken tapándose los ojos mientras que sus codos reposaban sobre la delgada mesa, se veía triste y eso la hizo avanzar hasta él con cuidado, con mucho silencio.

Se acercó más ya casi a dos metros de él.

El audio seguía girando dentro de la grabadora…

-Su delicada mano cuando toma el lápiz…  

Ella casi podía tocar su hombro, estaba a tan sólo un metro de él.

-Su forma elocuente de comprometerme o hacer que le compre un helado… Me hace reír… Su rostro cuando se enoja conmigo, la manera incontenible en que me mira, me habla… Cuando toma su pluma estudiantil y dibuja caritas en mis uñas. ¡Oh es tan linda!  

Sabía que hablaba de una chica en ese audio, se sentía mal por verlo así, estaba tan distraída esa niña tonta que lo único que quería era decirle que se sintiera mejor. Que fueran por un café a conversar.

Se acercó un poco más, sólo tenía que extender el brazo unos veinte centímetros para tocarlo.

-Ver sus lágrimas caer por su rostro cuando se había equivocado, sus palabras al decir “Lo quiero” “Lo admiro”, “Necesito de sus consejos”. Su poesía es tan sincera, su forma de estudiar y recitar. Todo el tiempo juega intentando hacer que pierda la paciencia porque aún es una niña, pero cuando no lo es, es una joven inteligente que me motiva a ser mejor… Es una pequeña mujer con ganas de escucharme y acercarse… ¿Qué quieres de Any, ken? 

Any dejó de extender su brazo y se quedó congelada cuando escuchó su nombre.

…Si está cerca de ti. ¿Qué más quieres de ella?  (Pausa)

Abrió los ojos, no sabía qué hacer.

-Quiero abrazarla también… Quiero decirle que la admiro, quiero decirle que la quiero… Que… Que se ve hermosa cuando escribe, se ve tan hermosa cuando me escucha, cuando me pone atención, cuando está atenta a mis correcciones…   

Any se congeló aún más, una parte de ella quería escuchar pero otra parte se cerraba, buscaba la forma de irse… Y esto empujó su emoción hacia afuera.

-¡Quiero darle un beso, un beso en los labios!

El corazón de Any empezó a latir rápido, temía que supiera que estaba ahí pero no podía hacer nada.

Ken estaba igualmente emocionado, se escuchaba aguantar el llanto teniendo rabia, apretaba su frente y sus ojos para no derramar si quiera una sola muestra de vergüenza, pero no pudo y lo soltó con lentitud y sutileza, como un susurro de tristeza y melancolía. Por su mente pasaba la renuncia, la renuncia de acercarse a ella. 

 quiero llevarla a ver el atardecer mientras se queda dormida en mi pecho!. ¡Quiero verla sonreír más de cerca, quiero que me cuente sus secretos al oído, sentirme acompañado al terminar el día, aunque ella esté en su casa estudiando y yo en mi estudio! y tener permiso de llamar para molestarla antes de que se duerma… Tener con ella el compromiso de estar ahí en todo momento, comprarle el café sin que me lo pida. ¡Quiero cuidar de su corazón, que no conozca la decepción… Y tomar su mano con firmeza para que todos los jóvenes vean que llegará segura a casa!

Any acercó su mano a la grabadora estaba a punto de apretar el botón “parar”, algo le faltaba para atreverse, algo faltaba…

-Con ella me siento como un joven torpe de hace medio siglo atrás. Me hace sentir feliz de esperarla y verla entrar por esa puerta del tercer piso. ¡Soy un idiota enamorado! 

Y lo hizo, acercó su dedo en el botón, faltaba presionarlo. Estaba decidida, lo iba hacer.

…¡Y no se lo voy a decir! ¡Que mejor sea mi amiga, que mejor sea mi alumna para que nunca se aleje de mí! 

Entonces Any apretó el botón… (Se hizo un silencio golpeado)

Un silencio tenebroso que puso nervioso a Ken. Alejó las manos de sus ojos y vio la mano de Any sobre la grabadora. 

Alzó la mirada, ¡No podía creerlo!… vio a Any de perfil fijando sus ojos sobre esa grabadora mientras una delicada lágrima caía por su mejilla enrojecida.

-¡No! (Dijo Ken casi para él solo)

Any giró para verlo y él se levantó de la silla sintiéndose acorralado, avergonzado, arrepentido. Él no podía estar más descompuesto.

Any lo vio directo a los ojos, los latidos que ahora estaban en su garganta no la dejaban hablar pero hizo un esfuerzo.

-Usted envió esa carta… (Derramó más lágrimas sin expresar sonido de llanto)

Ken hizo un esfuerzo para intentar decir algo…

-Perdóname, so- soy un cobarde… No… No debiste escuchar eso… (El inteligente profesor de repente tartamudeaba)

Any bajó la cabeza y cerró los ojos, intentaba hacer que él no se sintiera tan avergonzado.

-Te estaba buscando, te busqué toda la mañana y toda la tarde, quería contarte que hoy es mi cumpleaños. (Any rió con nervios pero sus lágrimas seguían deslizándose en sus mejillas) Mamá compró entradas para ir a la feria del libro, iba a invitarte… Era la mejor escusa para poder pasar tiempo… Contigo… (Lo miró a los ojos, era la primera vez que sus palabras hablaban de forma tan personal a su respetable profesor)… Pero el día se ha terminado. (Volvió a bajar la mirada)

-Any, yo… No lo sabía… ¡Lo siento mucho, pequeña! (Ken dio un paso adelante para subir con su mano el rostro de Any.)

Entonces Any se lanzó a sus brazos y sólo lo abrazó con mucha mucha mucha fuerza. Él comenzó a llorar incontenible-mente.

Con ese abrazo Any le decía que sentía lo mismo. Pero no bastó para ella.

Se soltó de él y viendo hacia abajo, secó sus lágrimas con la manga de su blusa, subió su mano derecha y casi en un segundo se acercó a sus labios sin darle el tiempo a Ken de reaccionar. Estaban a un centímetro de sentirse.

Ella se acercó, rozó su piel y él se acercó más, fue un beso largo sus labios estaban juntos, estáticos, como aventurándose tan sólo de sentirse.

Eso dejó a Ken con los ojos cerrados por un momento. Los abrió y vio el rostro de Any sosteniendo una sonrisa tierna.

-¿No fue tan difícil darme un beso o sí?

Ken sonrió y se sentó de nuevo.

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“¿Qué pasa cuando guardas un secreto por tanto tiempo? Al final alguien decide que salga a la luz…” – Violeta (Diario de Violeta 2009)

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