Profesor de Literatura Capítulo XI Pesadilla

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NARRADOR OMNISCIENTE

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Any contemplaba a su profesor recitar ese poema con tanto sentimiento, no hablaba de amor, hablaba de soñar.

-Mamá ha dicho que no puede llevarme a casa.

-Eso no es problema Srta. Any, yo la puedo llevar.

-Gracias profesor… 

-¿Quieres que te lleve ahora? Te veo cansada.

-No lo sé, de pronto me siento un poco mal, como escalofríos. ¿Cree que me haya podido contagiar de algún virus?

-Mmm, dime qué sientes… ¿Te duele la cabeza? ¿Te arden los ojos? ¿Sientes calentura?.. ¡Te has puesto muy pálida!

-La garganta siento que me aprieta y la nuca la siento pesada… Algo está mal…

-Eso no está bien… ¿Any? ¿Qué pasa? ¿Any, estás bien?

Ella desmayó cuando él se acercó y pudo sostenerla antes de caer de lado sobre el suelo. 

La cargó y la bajó hasta la alfombra donde la acostó de lado. Luego tomó el teléfono inalámbrico que estaba en la mesa cuadrada junto a la puerta. Su llamada al 911 se escuchaba muy desesperada y la escena era dura.

-¡Hola paramédico… Una amiga se ha desmayado, parece que es un pre infarto, me dijo que le pesaba la nuca y le apretaba la garganta!

-Tranquilo, manténgase en línea, trate de acercarse a ella y escuchar los latidos.

-Ya lo he hecho y casi no puedo escuchar, no sé si soy yo, es que estoy nervioso, no sé qué hacer.

-¿Cuántos años tiene la mujer?

-Diecisiete años de edad.

-¿Tiene algún problema de corazón?

-No que yo sepa… ¡Ya vengan!

Ken no se esperaba algo así, no podía creer que su pequeña alumna estuviera teniendo un pre infarto siendo tan joven.

Pasó unos cuantos minutos y llegaron los paramédicos… Estos tomaron el pulso y comenzaron el característico masaje al corazón. Ken estaba confundido porque esa escena era algo que ya había vivido antes con su madre, el ambiente era casi irreal y su consciencia le decía que Any ya se había ido a casa.

Era una pelea, como un descubrimiento… Las voces le decían que estaba loco, estas se acercaban desde las escaleras, desde la puerta… Rebotaban por todos lados.

Se quedó de pie y vio hacia la ventana, había una lluvia muy fuerte y el cielo estaba negro como nunca. Su respiración comenzó a tranquilizarse porque todo lo que sucedía en realidad no estaba pasando.

Cuando se dijo eso más lento… Miró con enojo a los bomberos falsos y a la Any falsa…

Y un doctor que se había acercado y que tenía el rostro de su colega Leonel lo vio juzgando su corazón y sus pensamientos.

-¿Temes tanto por ella? Ni si quiera debería estar aquí, en tu casa… Si yo fuera su padre… Any es casi una niña pero tú… Tú quieres que sea el escondedero de tus sentimientos. Any nunca será para ti como compañera ¿Compañía para un hombre aburrido que vive del pasado?

-¿De qué hablas? Yo la quiero, pero no como todos piensan… Yo… Ella es mi mejor alumna, la más brillante, ella es…

-¿Magnífica? ¿Adorable? ¿Admirable? ¿Guapa? ¿Patéticamente sentimental como tú? ¿Asustadiza? ¿Con un payaso dentro como tú? ¿Es hermosa? ¿Te encanta cuando está contigo? ¿Te encanta esa sonrisa? ¡Acéptalo! ¡Quieres recitarle en el oído! ¡Quieres escribir poemas de nuevo! ¡Quieres deslizar tu mano sobre la de ella, tomarla con fuerza e ir a caminar frente a ese enorme lago en el parque? ¿Quieres que su cabeza repose en tu pecho? ¿Quieres acercar tu frente a la suya y ver en sus ojos el brillo de los tuyos?… Eso es lo que esa niña hace en ti. Un hombre débil e inmaduro, tu tiempo es desperdiciado con muecas tontas que fingen el querer acercarla y tenerla entre tus brazos.

-¡NOOOOO! ¡NOOO! ¡Nunca la tocaría! ¡Antes me corto las manos! ¡NOOOO!

Los ojos del profesor, el pobre profesor de literatura al fin descubría escabulléndose frente a su conciencia el mal que le hacía estar cerca de esa pequeña.

No era su conciencia, era un ataque del fantasma de su pasado el que lo hacía sentir peligroso el que no quería ganar problemas, el que lo escondía de su naturaleza. ¿Cómo escondía esos sentimientos si tiene un corazón que late como el de todos, si tiene un ego que es alimentado si es conectado a una corriente de energía infinita como las palabras dulces y tontas de una mujer joven. “¿Por qué el ataque? ¿Por qué la intranquilidad?” 

Se preguntaba Ken con tristeza…

Él estaba desesperado, los paramédicos hacían una barrera al rededor de Any y no lo dejaban pasar pero Leonel se retiró la bata de doctor, los lentes, dejó el tablero a un lado y caminaba lento hacia Any que permanecía indefensa en la alfombra.

Los bomberos tenían rostros de maldad, sus manos empezaban a formar puños de piedra listos para golpear… Listos para golpearse.

-¡Eres cobarde, qué pena! ¡Porque si no lo haces tú, lo haré yo!

-¡No te atrevas! (Sus ojos se abrieron de rabia, su cuerpo llenó de sangre su cabeza y las venas saltaban de su frente… Alzó el puño para golpearlo y…)

Entonces despertó en su habitación, la misma habitación que siempre tenía silencio… Temblaba con mucha fuerza.

Su corazón latía muy rápido, no quería cerrar los ojos.

Se sentó en un rincón de la cama muy agitado y perdido. “¿Por qué? ¿Por qué soñé esto? ¿Qué hice mal? ¿Qué hice mal?” Se decía una y otra vez en susurros como un loco.

Mientras pasaba el tiempo fue calmándose y trataba de acostarse pero cerrar los ojos le hacía ver escenas de su pesadilla.

En la mañana que siguió después de leer el diario y después de haber pensado tanto, estaba dispuesto a contarle a Any…  

“¿Por qué tendría que esconder algo así, si yo sólo la quiero cuidar?” Se repetía así mismo y no dejó de hacerlo hasta que estuvo frente a ella…

-¡Buen día, Padre!

-¿Por qué me dice así?

-No me haga caso, es sólo por lo del otro día… ¿No lo recuerda? La broma… La broma de que era reverendo.

-Mmm sí creo que sí, lo recuerdo… 

-¿Le pasa algo? Lo veo muy extraño…

-Me siento extraño, tuve una horrenda pesadilla que me ha dejado tan confundido.

-No pasa nada, a veces hay pesadillas… Mi mamá dice que las pesadillas son cosas que nos da miedo enfrentar.

-¿Eso crees tú, Any?

-Estoy convencida.

Estaban caminando juntos a la sala de profesores. Any le ayudaba como siempre a cargar unas copias.

-¿Any? ¿Le puedo preguntar algo?

-Dígame.

-¿No sientes que te sofocas por pasar tanto tiempo conmigo? Yo me sofocaría, incluso si fuera tu mamá te preguntaría ¿Por qué te gusta tanto estudiar?

Fue una pregunta general y desinteresada.

-¿Es enserio? ¡Mi vida es esto, profesor! ¿En qué más puedo invertir mi tiempo?.. Yo le digo eso a mamá cada que me pregunta y ahora se lo digo a usted. ¡Me encanta esto que usted y yo tenemos! Porque… Porque los genios y estudiados de antes tenían mentores y casi no estaban en la escuela. Usted es mi mentor y además es mi único amigo.

-¿Soy tu amigo, de verdad lo soy?

-Lo es. Usted es mi amigo, profesor.

-Gracias por eso Srta. Any.

Any sonrió con veracidad.

La espontaneidad de ella lo sorprendió con un abrazo y él se quedó paralizado como si hubiera caído en una trampa para oso que sujetó su pierna.

“Si soy su amigo, podría escribirle cartas” “¿Puedo escribirle cartas para hacer que sonría?” Sus pensamientos eran buenos, él se sentía feliz.

Pero ustedes y yo sabemos dónde te llevan las letras… ¿Dónde te llevan las palabras cuando esas cartas finalizan con tu nombre?

Ken no entendía que se iba a meter en problemas, era una pésima idea concentrar sus sentimientos en intentar hacerse creer que Any también era su alumna y amiga y que podría expresarlo.

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“El corazón tiene razones que la razón no entiende” – Blaise Pascal

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