¿Por qué yo? Capítulo VI Cara a Cara Parte 1

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La noche que pasó no fue nada tranquila y es que tener para ella sola el secreto de que Severus Snape estaba vivo era demasiado para soportar.

Fueron al menos dos meses de intensa búsqueda después de que él murió, querían hallar su cuerpo para incinerar sus restos, entregarle aunque sea al cuerpo la honra que merecía pero de eso ya tantos meses, quizá un año y un poco más, no tenía el contacto de nadie, no visitaba a los amigos, era perfecto el tiempo y ahora eran perfectos todos esos acontecimientos, los demás no tenían que saberlo al menos tan pronto y no se los diría ¿Pará qué?

Al despertar se metió a la ducha caliente para darse un baño relajante, tomó la ropa del armario sin ver que combinaba y es que cómo podría importarle ahora su aspecto si el hombre habría podido verla de distinta manera al menos por un largo tiempo y eso significaba que quizá también desnuda aunque no creía que él fuera capaz.

No era una especie de paranoia sino que estaba segura que la seguía y que el sentirlo cerca al ver las cartas en el corredor de la universidad no había sido la aparición casual de un espectro, su mente peleaba y quería que fuera él.

Estaba tan segura que lo vería ese día que tomó la varita de pino y la colocó junto a la suya dentro de su ropa.

***

Tres horas después al salir de clase de defensa se preguntaba en la mente cómo hubiera sido tomar clases directas con él al recordar su carácter, sus recuerdos le mostraban negativas y exigencias nivel mortífago pero a pesar de aquello no se asustaba.

El último año que ella pasó para recuperar el último año de escuela no fue lo mismo sin la rígida y recta enseñanza en ese curso, sí, los alumnos extrañaban la rutina al rededor del mago aunque este fuera levemente impredecible.

Bajó las escaleras hasta el pequeño comedor rústico donde se exponían los cuadros de los magos más notables egresados de esa escuela junto a sus mentores. Sostenía el semblante de una persona segura, lo presentía, presentía que pronto iba a verlo.

Durante la cena el joven quien había descubierto que ella tenía un mejor admirador estaba resignado, Hermione estaba interesada y no precisamente en él sino por el autor de esas cartas con la caligrafía más ortodoxa y perfecta que alguna vez había visto en toda su vida.

¡Oh sí, una ortografía y caligrafía sin igual!

Hermione sostenía media sonrisa pensando todo lo que iba responder con ensayos repetidos, conversaciones en la mente, intentando recordar el tono de esa fría voz fingir que no quería nada con ella, eso la divertía y a la vez le daba temor porque pensar tanto en el hombre abría la duda salida del horno de que ella también sentía.

Salió del pequeño comedor hasta el jardín viendo las flores que ella misma hacía que germinen al caminar de buen humor, hacía que la hierba verde reluzca como debajo de una capa fina y dorada de brillantina, al abrirse las flores los colores blancos, rosas, amarillos y violetas de los botones avisaban al que caminaba detrás que su magia estaba siendo afectada por sus emociones. Buenas emociones que sin querer le estaban ardiendo en el pecho y alma.

“Cada que pienso en usted, no se imagina el ataque de sentimientos que me ponen alterada por sentir tanto…” Se dijo en secreto.

-Yo confío, sé que no va a fallar.- Dijo en voz baja soltando aún más esa sonrisa resplandeciente bajo el sol débil del anochecer anaranjado.

Avanzó unos pasos más intentando volver a la fría realidad y al estar en la segunda recta, su corazón se aceleró sin motivo al encontrarse con una persona que le era cercana.

-Srta. Granger, no olvide que pasado mañana le toca exponer a su grupo de investigación.- Dijo la docente.

-No lo haré, profesora Nácar.

Su semblante cayó de inmediato unos segundos después de esa tacaña conversación.

Al llegar a su cuarto se acostó sobre la cama boca abajo empezando a dudar de su cordura, diciéndose tonta, ilusa, deseos a y desesperada hasta que se quedó dormida, y aquello, el actor de dejarse llevar, no se imaginaba que podía ser su peor error.

Al despertar una de sus piernas caía afuera de la cama quizá por moverse mientras soñaba, metió la mano en el cinturón de su ropa dentro del suéter para sacar las varitas y una de ellas ya no estaba, en medio de la oscuridad, no sólo el resplandor de la luna entrando por la ventana y el silencio fueron inquietantes al asombro de no hallar la varita de Snape, ahí el frío la envolvió y después la tibieza de un aroma conocido la sostuvo con inquietud.

“¡Ohh maldición se me ha caído!” Se dijo al tantear la superficie de la cama, la frazada y sábanas.

Su mano buscaba en milisegundos debajo de su cuerpo y al rededor de la cama sobre las arrugadas telas para ver si podía hallar la varita de pino negro.

Y ahí, al rendirse y dejarse caer nuevamente en la cama, una voz la sobresaltó.

-Yo la he tomado, Granger.- La voz del mago más gruesa que nunca la hizo saltar como en un electroshock aplicado directo a sus ventrículos.

Aún temblando se le salió una palabrota.

-¡PTM, condenado Profesor!- Estaba agitada, su corazón lo sentía en la garganta y su cuello experimentó un escalofrío infernal.

La voz del mago venía de una esquina de su habitación exacto donde estaba su sofá rojo de cuero y para el colmo de sustos no se podía ver ni su capa por la penumbra de no haber si quiera una lámpara encendida.

-¡Oh santo Gry, No sabía que los pocionistas podían resucitar!

-Más respeto, Srta.- Dijo el ex director con seriedad.

-¿Respeto al que se enamora de su estudiante, la sigue y no es capaz de dar la cara para decirle todo lo que ha escrito?- Hermione veía hacia la esquina apuntando con su varita sin titubear. -Señor, usted ha sido…- Iba a seguir pero sintió pasos pesados más cerca.

-Usted tiene permiso de pensar y creer lo que quiera de mí, ha hecho un estupendo trabajo con mi varita.

-Profesor, antes que desaparezca quiero decir que…

Y entonces el mago se fue por la ventana abierta en un torbellino de humo espeso negro tipo seguidor de Voldemort.

-¡Maldición, se me volvió a escapar!

La joven quien se dejó caer hacia atrás sobre las sábanas experimentó un vacío fuerte en el vientre.

El Mago le gustaba. ¿Por qué negarlo? Sí tenía miedo pero le gustaba y no poco.

“Oh no, tengo que nivelar la hidratación. Puedo controlarlo, vamos puedes controlarlo, vamos…” Pensaba viendo el techo. “No, no tengo que ir, no tengo que ir.”

La joven quería evitar salir al pasillo por la sensación de temor que se alojaba en su espalda pero no pudo evitarlo, se levantó y caminó lento hasta la puerta para girar la perilla pero antes de salir se quedó viendo el rincón de sombra de su habitación donde estaba el sofá rojo.

“Ayy Hermione, ¿Por qué lo acosas? Tú lo has visto irse, salió por la ventana.” Se hablaba con regaños.

Abrió la puerta y volvió a retroceder dando pasos rápidos hacia la sombra con rostro confundido y entonces una fuerte mano pálida que se dejó exponer en la luz de luna la tomó de la solapa empujándola hasta la pared cerca del marco de la ventana, cuando la tuvo acorralada la tomó de la cabeza acariciando su mejilla.

No quería hacerle daño, sólo que no sabía cómo decir todo con una palabra o con un movimiento, estaba desesperado, la impaciencia lo mataba.

-¿Así que soy atractivo?- Preguntó autoritario.

La joven sintió el aliento del mago sobre sus labios, el rostro seguro estaba muy cerca, para evitar mirarlo cerró los ojos y este volvió a hablarle con un desesperante y derretible contacto de piel sobre sus labios el cual le hizo jadear por más.

-Mucho… Mucho muy atractivo, profesor pero… ¿Por qué?- La voz de la joven empezaba a cambiar de tono.

-¿Y si me la llevo, y si la saco de este patético lugar donde no saben qué es DCAO?- El aliento del mago volvió a recargarse dentro de su boca, la piel de sus labios volvió a tocarla.

-Si me lo pide iré con usted.

Y entonces apretó los labios delgados y pálidos con los de ella haciendo que sienta toda su inquietud y curiosidad al besarla.

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