El jovencito vio el rostro de la chica, el pasar su mano sobre su frente y apretar los puños con presión exaltada.
–¿Estás preocupada? –la voz gruesa y en acento marcado de un estudiante de Durmstrang la sorprendió desde atrás. Curioso de saber qué sucedía a la alumna de intercambio se irguió con cuidado delante de ella, usaba unos lentes de marco grueso color negro, un saco elegante color rojo vino, el cabello corto por la nuca y costados y semilargo arriba. Típica impresión en las normas de músicos de la banda escolar.
–Hola Jai, no te escuché llegar –sí estaba nerviosa, había tenido una charla incómoda en la oficina del director, se dirigía a la biblioteca del lugar aunque en realidad quería escapar al exterior.
–¿Quieres decirme qué sucede? –insistió porque nunca había visto a su compañera con ese ánimo. Fue insegura su pregunta pero verdadera, estaba interesado en ayudar sin condición, él creía que podría ser duro para estudiantes extranjeros la enseñanza en ese castillo hundido.
–Ahora no puedo decirlo, no tengo autorización pero supongo que al final vas a saber y quizá otros también lleguen a saberlo –el tono de Granger era avergonzado.
–¡Ah! Es un asunto extracurricular, lo siento… Pensé que era acerca de la escuela, nunca haría que me cuentes algo personal. Te veo en clase, cuídate. –se despidió formal, el chico era muy educado, de esos que no sólo tienen pinta de leer mucho y perseverar.
–Nos vemos, Jai –Hermione hizo un gesto con los labios, sorprendida, al final alguien local era amable después de tantos días y sin ningún compromiso.
Los prejuicios no sirven para nada se habló así misma.
***
Snape sentía un poco de tranquilidad en un pequeño descanso que se permitía después de la cena, miraba la fogata, escuchaba la madera crisparse con el rojo vivo y pensaba en la persona que menos quería, una mujer, una mujer de cabellos rojos a la cual había agarrado un poco de rencor después de una pelea tonta donde ella defendía a un gandul novio Potter, gritándole en su cara según herida, que Snape nunca iba a tener a alguien que lo quisiera de verdad si seguía en ese lado oscuro de la magia, que su personalidad era muy fría.
La última vez que la vio, dos semanas antes de que se case y frente a la puerta de su casa en la Hilandera, confundido él escuchó atento sin dar signos de responder y luego le tiró la puerta en la cara.
-Severus, estoy embarazada y de verdad deseo que seas feliz así como yo y James –le gritó desde el exterior. Y a él poco le importó, su vida como mortífago no era tan mala.
Y es que en esa época tener más poder era todo para él.
Esa voz retumbaba en su cabeza porque quiso responder ese día: “¡Qué me importa tu vida, Lily, qué me importa tus buenos deseos!”
Aunque fuera mentira sí le importaba que su amiga sea feliz, no le deseó nunca una muerte en manos del que después fue su maestro.
La quiso de verdad porque una mistad de años es imposible de ignorar.
Sus recuerdos luego lo llevaron a otra época más cercana junto a una joven castigada que caminaba delante de él en pasillos tan oscuros que no se podía ver más que con la deducción, recién salidos de la biblioteca, pasillos que él conocía bien por las rondas de años pasados.
En aquellos momentos Snape advertía con insultos y reproches de falta de disciplina a esa joven de rizos que llegó a odiarlo por ignorar sus movimientos a escondidas fuera de Hogwarts.
Y ahora, esa misma chica ya no era tan extrovertido sino todo lo contrario, callada usualmente, su ex alumna le dejaba a él ser el primero en decir lo que sea, palabras para dirigir hacia otro lugar, palabras que advertían peores cosas o simplemente un consejo acerca de pociones o maleficios que alguien tenía escondido debajo de las mangas. Magos traicioneros que ya no tenían alma. ¿Había cambiado mucho esa joven? Mucho, muchísimo.
No había convivido con esa estudiante, aún no en Hogwarts o a solas en su casa, pero sentía que sí y los recuerdos quizá inventados por su cabeza lo confundían pero tenía claro algo y era que tenía ganas de que James viera o Lupin, que una Gryffindor inteligente aún más que Lily Evans, le admiraba incluso con esos “defectos” que otros habían rechazado de él o que habían condenado.
Esa noche se sintió como el malo pero luego se le borró cuando fue a dar unas rondas de pura curiosidad.
En la primera ronda siguió el aroma fuerte de esencia de eucalipto, un olor amargo que provenía del baño de los jóvenes ¿Qué estaba pasando? La percepción le decía que algo ocurría a sus espaldas y debía detener de inmediato. Durante su investigación pudo notar que algunos zapatos de charol se escondían detrás de las puertas cerradas en los cubículos de las letrinas.
-¿Quién anda ahí? -sonó curioso más que molesto.
Se escuchó pequeñas risas, risas de niñas.
-No podemos dormir -dijo una voz suave pero gangosa como si estuviera agripada.
-¿Quién no puede dormir? -fue rotundo y autoritario.
Entonces observó con cuidado mientras hacía un lumus máxima que empezaba a aclarar las siluetas y los rostros que jugaban en la oscuridad. Eran jovencitas no tan pequeñas, algunas con pecas, cabellos chinos, cabellos lacios y rostros coquetos, empezaban a rodearlo con esas sonrisas cómplices y atrevidas que no podía soportar.
-Voy a pedirlo una sóla vez -elevó la voz y lanzó un hechizo potente frente a los ojos de las jóvenes Gryffindor. El hechizo hizo salir a todas y las reunió bruscamente delante de él-, las manos donde pueda verlas.
-Profesor -una se quejó por la tosquedad en que los hombros de sus compañeras habían chocado con ella y sus pies se habían arrastrado sobre la piedra sin tener control de sus movimientos-, Lo seguimos, sólo lo observamos e intentábamos hacer un poco de su perfume para tenerlo con nosotras -la voz de la chica cuidadosa y explicativa sonó sincera para Snape.
–Profesor al menos déjenos tener un pequeño pedacito de usted, le admiramos mucho… Después podemos obsequiar algo del perfume si quiere –Una joven de cabellos castaños con ojos azules suplicó, tenía los labios pintados de rosa.
-No voy a recibir más de ustedes así que… -elevó la voz enojado pero una voz grave y gruesa aunque no tanto como la de él, le interrumpió.
-¡Basta ya! ¿Qué están haciendo aquí?
Snape se quedó de lado del mayor que entró de repente y la magia que sujetaba a las jóvenes elevándolas unos centímetros del suelo, las soltó de golpe por la sorpresa. Después estas mismas se cubrieron la cabeza con temor.
-Pro, profesor Dumbledore, es… Que… No, no… nosotras… Estábamos… –era obvio que habían sido sorprendidas, Snape ya las había soportado obligándose a no hacer nada contra ellas y justo cuando quiso ponerles un verdadero pare, aparece el defensor de los Gryffindor.
-¡Más les vale que digan toda la verdad! -amenazó Snape enojado viendo a las jóvenes.
-Es suficiente, profesor -indicó Dumbledore con cuidado e hizo un rostro recto a las chicas como si exigiera la respuesta de inmediato.
-Seguimos al profesor Severus -dijo rápido la mayor de todas, la cual tenía diecisiete años, sus ojos miraban el suelo de piedra por la vergüenza.
-¿Por qué hacían eso, es acaso que se les ha olvidado las reglas de esta institución? Ya no hay razón para permitir que un grupo de alumnas hagan lo que se les pegue en gana. ¡Así que se van a su dormitorio ahora mismo antes de que todas resten a la casa de Gryffindore ciento cincuenta puntos! -fue rudo y más por la cara de las chicas que no esperaban tal regaño por quién también era devoto de su casa-, A menos que quieran que sea cincuenta puntos por cada una… Porque si mis cuentas no son malas, eso las haría una cuenta total de trescientos puntos.
Las chicas puestas de pie como si viniera un ciclón frente a ellas, con las caras espantadas y el ceño fruncido por el castigo, se fueron corriendo por dónde sus pies hallaron escape.
Ahí los ojos de un mago de las mazmorras se quedaron atónitos e incrédulos.
-Te faltaron diez puntos, Albus, diez puntos más que le regalaste a los leones en el primer año de Harry en este Castillo.
-Muchacho no seas tan quejumbroso -sonrió con ese rostro coqueto que siempre cargaba incluso siendo un anciano, aunque esta vez se veía unos años más que la edad de Snape-, las he castigado, debes sentirte feliz por eso.
-No sabía que ya enseñabas disciplina en Hogwarts -soltó en sarcasmo, el mago estaba sorprendido ya que el otro quitó a su propia casa, ciento cincuenta puntos.
¡Increíble!
-Sí, además también soy profesor de duelo, otra alegría para ti porque te quedarás siendo el profesor de pociones en Jefe.
-¡Ah, qué alegría! -la voz de Snape salió en fingimiento, lenta, robótica y se le notó más la falta de emoción por la cara, un gesto como si hubiera mordido un buen bocado de gengibre después de arrancado de la tierra.
-Já, ja, Severus, no sé si me equivoco pero creo que tienes algunas admiradoras.
-Algunas… -arrastró las palabras con gravedad y resopló-, son muchas a las cuales quiero hechizar para que olviden mi nombre. La mayoría son Leonas, era de suponer porque cazan en grupo.
Albus sonrió, analizó un poco antes de formar una pregunta molesta para Snape.
-¿Crees que son capaces de hacer algo contra ti? Son inofensivas e inocentes pequeñas –juntó sus manos en falsa humildad.
Snape rodó los ojos.
-Lo han hecho, entra a mi aula y verás todos sus ridículos regalos y cartas profesando su amor platónico por mí y uno que otro cuento donde me las llevo a un armario y las beso… Ojalá sea en la boca -usaba tono aburrido pero también sarcástico. Se había alterado un poquito.
-Já, ja, ja, sólo quiero reír con esto ¿Por qué de pronto te han mirado? Y déjame ser sincero y detallista, te he observado, físicamente has cambiado mucho, tienes aspecto más sano y vigoroso.
-Por mi error, ha sido mi culpa -hizo una pausa y puso sus manos detrás de la espalda-, mi han mirado gracias a que se han enterado que Hermione me pidió que sea su… Su… -le costaba decirlo aún, sonaba ridículo-, supuestamente ella me ha pedido que estemos juntos en una relación y yo he aceptado, ellas creen que ha sido así. Y acerca de mi persona física no quiero opinión de ti. Me basta ya con unas cincuenta alumnas felinas, casi me han hecho creer que de verdad me veo bien.
-¿Cómo ha sido entonces? –Albus quería chisme.
–Qué te importa.
Dumbledore sonreía empático.
–¿Se lo has pedido tú a ella? Hermione es una chica muy interesante.
-No lo recuerdo, pero sí estamos en una relación y tú lo sabes.
-Es increíble que Severus Snape Prince tenga una novia y además sea Gryffindor.
-No exageres, soy hombre, ella es mujer, es natural el que me haya sentido atraído por ella, más en su último año donde ha cambiado su carácter y… -no quiso decir físico porque en realidad no se fijaba tanto-, su rostro, ahora es…
-¿Es hermosa? -preguntó Albus curioso, era obvio que la chica tenía gracia y una fresca hermosura del principio de su juventud.
Suspiró Snape y luego se quedó pensando.
-Como una flor de Hortencia viva o una Dalia en un racimo verde, es tan… Como las tiernas y delicadas Lantanas rojas y amarillas. Fresca flor, graciosa, sobrenaturalmente inteligente, un poco imprudente pero me fascina su fuerte interés en aprender y en mí… –Dio unos pasos hacia la derecha mientras su ceño se frunció por lo difícil que era sacar todo desde adentro–, su carácter paciente es desesperante, me trata como si fuera una pieza fina incluso al saludarme, analiza la forma en que hablo y me elogia. Al estar cerca a ella me da vitalidad cuando contemplo sus ojos… Más cuando me mira con ternura y de una forma que no –para él era increíble–, que no puedo explicar… –hizo otra pausa recordando la última vez que habló con ella–, No sé por qué lo hace pero me gusta, Albus ¿Por qué una mujer me mira con ternura y luego cambia a verme con…? -Snape se dio cuenta que se abrió demasiado con el mayor, casi sin pensarlo, así que luego se arrepintió y se le notó en la postura y la abrupta interrupción.
Dumbledore vio su reacción antes de que le de la espalda.
-No te avergüencen por sentir amor, joven amigo -Dumbledore intentaba animarlo con su usual aura y cualidad, ese ser aquél que hacía a otro cómodo, en confianza, que suelte lo que tiene para decir-, ¿Y aún temes? Ya que toda tu vida sólo has querido desconfiar y no te das cuenta que así es como llamas lo malo, eso que te susurra en silencio, Severus. Debes ser fuerte y positivo, no hay razón para temer ni esconderte.
Snape se sintió vulnerable porque Dumbledore lo había leído como años pasados, su postura, su forma de hacer como si no hubiera dicho nada.
-No me avergüenza que lo sepas, pero sí tengo temor. Lo lamento pero no confío en nadie y me dejé llevar…
-Es natural -Dumbledore sonrió despacio-, Es la primera vez que aprovechas una oportunidad… Yo te recomiendo que no lo desperdicies y hagas todo por hacer esas imposibilidades, posibles.
Snape asintió y Albus siguió.
-Prepara la tierra, sabes cómo… Y sé cuidadoso porque luego vendrá la lluvia y si no tienes delicadeza puede ser que te ahogues o peor, que te arrastren.
Snape negó y cuestionó al mayor con una ceja alzada.
–¿Más lluvia este año? No lo creo.
***
Hermione salía de reunirse con el director Karkarov y los encargados de recolectar las tareas, ellos intentaban asesorar a la chica en ese pequeño problema en el que se había metido porque una cosa era que Karkarov supiera lo que sucedió entre los dos pero si alguien externo al castillo se enteraba ya no podía hacer nada por los dos. La chica no quería escuchar o dar alguna explicación a esos hombres, era mejor escribir a Severus para que él junto a ella intenten persuadir y librarse de una consecuencia mayor.
Sí, mayor a lo que ella se imaginaba.
Redactó una carta rápida y concisa donde explicó el asunto a Severus de la mejor manera.
📜Hola,
Ha sucedido un evento inesperado
Debemos charlar cuanto antes.
Llegó a mi habitación hace menos de una hora, un joven acompañado de Karkarov para decir que cometió un error al avisar a las autoridades de una grabación automática de los portátiles que usamos en las habitaciones, con muy mala suerte puedes imaginar qué es lo que el ministro ahora tiene en sus manos.
Sí, lo que imaginas,
Somos nosotros, Severus,
Nosotros besándonos cómodos en la cama y luego lo que sigue después de ello,
Ven rápido, por favor, debemos pensar qué haremos.
Nos van a citar en menos de un día.
📜
Snape no demoró nada, unas seis horas aproximadamente y fue lo que tardó llegar la carta hasta él.
Entendía por qué Granger no usaba la otra manera de comunicarse, por eso al terminar de leer apareció en su habitación.
-¿Has intentado hacer algún hechizo? -Su sombra sorprendió a la chica y en su cabeza no se quitaba eso de que la magia sería suficiente para arreglar todo, vestía su capa negra y esta se agitó cuando se acercó hasta ella desde el otro extremo de la habitación.
Hermione en ese instante reposaba sobre la cama, al verlo se hizo sobre sus pies y le extendió los brazos para tocarle.
-No, Severus, sé que tú quieres hacerlo a la antigua pero esta vez no podemos hacer hechizos, existen varias copias y no sabemos quiénes son todos los que han visto el video.
El mayor chanqueó la lengua intentando otras posibilidades, la más rápida, esa de obliviar por doquier no servía esta vez.
-Ah, qué mala suerte -rosopló en síntoma de perder las casillas, enojado, pensante y desequilibrado.
Luego la abrazó, ella se aferró a él por el cuello por encima de sus brazos, los nervios estaban en el cuerpo de la chica y no era para menos.
Severus sentía con sus manos y brazos aquél pequeño y delgado cuerpo que lo había cobijado un par de veces después del arduo deseo.
Cerró los ojos al recordar y por un instante temió.
-No tuvimos cuidado, la cámara de la computadora se activó -dijo la chica despacio y bajito para que él se calme, seguían abrazados.
Cuando el mago estaba enojado sucedía que su ceño se fruncía con agudeza y su cuerpo se hacía como roca, además de esas arterias y venas que se asomaban en sus manos, cuello y rostro.
-¡Sabía que esas cosas eran peligrosas!.. Pienso y no se me ocurre qué hacer, Hermione.
Granger se libró un poco del apretón pero no se soltó por completo de Snape.
Le susurró como en secreto:
-Pensemos… ¿Qué vamos a decir? -ella intentaba armar un discurso que convenza.
-La verdad, Granger -respondió también en susurro ronco y grave.
-Pero ¿Qué consecuencia tendremos? -ella intentó tener una pronta advertencia.
-Una suspensión de un año si me va bien -Snape dijo mientras hacía cálculos.
La chica entristeció, bajó la mirada delante de él.
-Lo lamento, no quería hacer esto, comprometer tu carrera o algo similar, Sev.
-No lo has hecho, fue decisión de ambos y sabíamos lo que podía pasar. Ahora debes seguir la forma en que quiero solucionar esto, prometo por Salazar Slytherin que no vas a salir perjudicada, debes hacer lo que te diga ¿Confías en mí?
-Sí -asintió sin subir la mirada -sabes que confío en ti, Severus, más que en mí.
-Debemos ir ahora con un amigo muggle, sólo demoraremos unas dos horas. Mandaré un patronus a Dumbledore, quiero que sepa de esto y que me ayude a persuadir al Ministerio.
Snape la sostuvo y ambos desaparecieron de ahí.
***
Horas después
En un castillo de Escocia.
Dumbledore recibió el patronus, se encontró con Snape y Hermione en la casa de Severus. El mago de Sly cargaba consigo la pieza que era un traslador para poder llevar a la chica a su habitación si tenían algún problema.
-¿Qué vas a hacer? -el mago de ex barba larga y más joven, fruncía el ceño y cruzaba sus brazos delante de su pecho.
-Por ahora sólo debemos ir al ministerio -Snape ya no tenía miedo porque creía ya había solucionado al menos la mitad del problema con su amigo y la chica.
–¿A qué hora es la cita? -Dumbledore vio su reloj y se acomodó el cuello de su camisa.
–En una hora y media. A la hora que nos quieran atender.
–Iré contigo ahora, será la primera vez que me vean el rostro después de un tiempo así que… Es el momento indicado.
***
Dos horas después. Ministerio de Magia.
A punto de entrar a la oficina del Ministro, Snape y Dumbledore toman el pomo de la puerta pero son interrumpidos por un joven de al menos treinta años de edad, el cual apresurado los detuvo.
–Espere, Señor Snape ¿Es usted, cierto?
Snape estudió al hombre rápido para responder.
–Soy yo ¿Por qué? -al principio se sintió atacado.
–Soy consejero y abogado en Wizengamot para la familia Marshal y Malfoy. El Señor Lucius me envió de inmediato desde su casa.
–Los siento no tengo tiempo para esto –Snape no estaba interesado en regresar a la convivencia con Malfoy y no quería ni un sólo favor corrupto.
–¡Espere, esto le interesa, se lo prometo!
–¿Lucius Malfoy? Creo que debes escuchar a este hombre, Severus –Habló Dumbledore.
Snape negó pero Albus le puso la mano en el hombro y lo vio a los ojos de forma intensa.
La actitud del mago de las mazmorras cambió rápido porque quizá había algo importante en el comunicado.
–Está bien, hable rápido –Snape se irguió frente al joven, incómodo, cruzó los brazos delante de su pecho.
–Tenga esto –le entregó una sola hoja de pergamino y en ella estaba el título “Relaciones entre profesores y alumnos, Resolución del año actual, mes cuarto 004537899″–, usted no ha hecho nada malo o escandaloso y posiblemente es lo que va a exponer el asesor del Ministro –Se lo dijo con una sonrisa en el rostro y luego los dejó solos.
Las puertas se abrieron delante de ambos hombres curiosos y Snape terminó de leer de inmediato la nueva resolución de ese año, se le había escapado aquello por estar desconcentrado otra vez gracias a esa chica.
–Buenas noches, Señores ¿Dónde está la magnífica Hermione Granger? –el ministro era sincero al elogiar a la joven, había sido el mejor promedio de Hogwarts durante cinco años y gracias a eso se reconocía a Reino Unido como mejor casa de educación Mágica.
Snape entre cerró los ojos, porque sabía que ellos, todos los que estaban ahí habían visto lo que su joven novia y él hicieron en Durmstrang. ¡Qué indiscreción!
–Ella se encuentra en el recibidor y prefiero que no esté aquí a cualquier anuncio que puedan dar –el mago no temió faltar normas, la chica sí tenía que estar ahí.
Uno de los hombres junto al ministro levantó la ceja.
–Si la joven desea quedarse en la entrada está bien, no habrá ningún juzgado hoy ni mañana, señor Snape –Snape frunció el ceño sorprendido y Dumbledore lo miró rápido, este ni si quiera se había presentado o había saludado al nuevo Ministro.
Becker en cambio tenía rostro amigable y sin interés de discutir o ejercer la imagen autoritaria.
–¿Por qué se le ha citado al profesor y a la joven Granger? –Albus soltó nomás por sentirse de ayuda, aunque daba lo mismo haber ido o no. Presentía algo inesperado.
–Para decirles que tengan cuidado con lo que hacen dentro de la escuela de Durmstrang o cualquier otra escuela –el asesor del ministro respondió sin altanería, de hecho casi lo susurró amigablemente–, La estudiante es mayor de edad y además para la fecha que ocurrió el incidente, se había liberado el certificado de estudios donde se comprueba que es alumna egresada de Hogwarts.
Snape lo miró rápido e incrédulo, sintió que le bajó la presión. Empezó a cavilar rápido y a hacer cálculos.
Era cierto, él no estaba con cualquier estudiante de Hogwarts sino con Granger, alguien que superaba todas las expectativas académicas sin deuda, sí se le pedía prácticas de especialidad para certificar que había acabado en Hogwarts pero en ella era innecesario. Muy aparte era introducirse en clases vocacionales y ser maestra.
–¿Cuándo se ha emitido el certificado de estudios? –Snape se apresuró a lanzar aquello. Por los nervios arrancó uno de los botones de su antebrazo en esa larga fila del levita negro.
–Hace un mes y medio atrás –el asesor apretó los labios al ver el espanto en el rostro del mago, aunque más parecía que se estaba enojando.
–¿Por qué no se notificó a dirección general en Hogwarts.
–Ya sabes cómo trabaja el nuevo personal, Severus, están demorados.
Dumbledore también notó la preocupación en el rostro del mayor.
El Ministro lo despidió con amabilidad y ambos hombres caminaron hacia el mismo pasillo largo que conducía a las escaleras.
–¿Qué sucede, Severus? –Dumbledore exigió después de ver que este hombre se peinó el cabello liso, casi nunca hacía eso y además estaba de otro color, como morado.
–Que me he casado con ella a escondidas pensando en reducir las consecuencias de lo ocurrido, eso sucede –Snape movió la mandíbula en cada palabra expuesta y pausada.
–¿Qué, a quién le has pagado del Ministerio para ser testigo legal del evento? ¡Ay!
–No… –Snape tocó la baranda de la escalera por el principio, a punto de bajar–, fue un muggle quien nos casó.
Dumbledore cruzó los brazos y cuestionó.
–¿Te casaste con las leyes Muggles? –Albus puso los ojos como platos.
–Y algo más… –Snape frunció el ceño.
–¿En qué estabas pensando, sabes lo difícil que es anular un evento así? No digo que quieras anularlo pero es difícil intervenir en el mundo mágico.
¿Has obligado a Hermione? –el mayor se enojó con Snape, el evento era muy apresurado.
–Claro que no, no pienso anularlo aunque ella estaba insegura, hizo muchas preguntas y es obvio que tiene razón, recién hemos empezado algo. Y es que… ¡Te lo juro, Albus! ambos ignorábamos la nueva resolución. –le entregó el papel a Dumbledore, estaba doblado en cuatro–, que aún siendo alumna de último año no es falta para la institución por ninguno de los dos. Menos tenía idea de su certificado de estudios… Una vez emitída esa prueba ella puede seguir pero ya no es alumna incluida en la currícula porque se le considera egresada.
Dumbledore abrió los ojos aún más grande.
–¡Severus te has casado con Hermione Granger! –para Dumbledore fue como soltar un rumor de terror, no para él sino para Severus.
–Ya lo sé, y ahora tengo que decirle que no era necesario… Que me equivoqué. ¡Merlín, no sé si decirle!
Dumbledore quiso ponerse serio pero por algún motivo sonrió.
–¡Te has casado, Severus! Y nada menos que con la mejor alumna de Hogwarts… ¡Merlín! Já, ja, ja… Esto es cosa del destino já, ja, ja.
–Cállate.
–No te hagas, muchacho porque no estás arrepentido… –le golpeó el codo con una de las manos y empezó a bajar las escaleras relajado y feliz. Ansioso por escuchar a Snape decirle a Hermione todo lo que había pasado con el temible ministro nuevo.
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“Es más fácil obtener lo que se desea con una sonrisa que con la punta de la espada” – SHAKESPEARE
“Los buenos modales te pueden llevar más lejos que la amenaza.
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Capítulo dedicado a Alan Rickmam.
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