Dumbledore llegó primero delante de la joven, sostenía una sonrisa amplia, pícara y hasta podía parecer burlona. Albus era todo un caballero inglés no había discusión en ello, sin embargo ahora que tenía vitalidad era como si su carácter joven también estuviera fresco y sin estrenar, se mostraba simpático y gracioso, para Snape simple y ligeramente inapropiado.
—Hola jovencita ¿Cómo te encuentras? —Dumbledore se presentó elegante y cuidadoso, él sabía la situación preocupante que la chica tenía por el incidente con Snape, y aún así parecía querer contagiar alegría. Desde unos días atrás había logrado recuperar una de varias fortunas acumulada en el banco de Gringotts, entonces su ropa y porte, le hacía verse mejor o quizá galán y coqueto.
Eso percibía Snape desde el principio, cuando el adulto ex barba blanca le guiñó el ojo a su chica.
—Oh profesor, yo muy bien —Hermione veía a ese par de ojos claros con amistad verdadera, respeto y admiración y ahora que el mayor se veía bien físicamente, le agradaba más. Ella en cambio se veía distraída y sostenía en sus manos unos cuestionarios resueltos, al parecer como herramienta de estudio.
—Me enteré de algo que no se puede contar a la ligera… —Albus quiso sonsacar antes de que llegue Snape, pero el pocionista apresuró el paso cuando notó las intenciones de Dumbledore, este hombre vestido de negro se hizo al lado de ella sin tener intención de conseguir contacto físico territorial.
—No le digas nada, Granger —Snape dijo en tono regular, molesto—, es un chismoso…
Hermione miró a Snape con amor y respeto reciente, e hizo un gesto de sus labios como con intensión de calmar aquél hostil ánimo. Su “esposo” seguro cedería si acompañaba la petición con un ligero contacto de sus dedos jóvenes y delgados en los gruesos y largos de Severus.
—Se lo diré, no tiene nada de malo ¿O sí?
Snape la miró directo a los ojos sin poder resistir eso que parecía una petición de permiso con aquellos labios preciosos. Aquellos ojos cafés claros se apreciaban mejor con luz del día pero esa luz cálida al rededor le dejó ver el brillo que estos lucían por él, Snape quería convencer su alma de que ella era así por él.
No sé equivocaba,
Sin embargo no lo podía creer.
—Está bien, has lo que creas correcto —habló prácticamente sólo al mover lento los labios, con rostro rendido. Cruzó los brazos por detrás y le dio la espalda a esa alumna y joven mujer.
Dumbledore no podía quitar ese rostro emocionado, y más al notar el entusiasmo de esa pequeña, el amor y cuidado con el que trataba a Severus el mejor y más misterioso mago que había conocido en mucho tiempo.
Esperó que la chica se anime a responder y así lo hizo, con paciencia y sonrisa suave en los labios.
—Estoy con muchas emociones en el estómago, profesor Dumbledore. Severus y yo nos hemos casado en una ceremonia privada sin testigos… Me siento bien, ha sido hermoso a mi parecer. Si debo ser sincera, es aún… —hizo un gesto y tocó su corazón sin darse cuenta—, increíble, también… —hizo un gesto de haber convencido a su ser de lo ocurrido, el rostro de ella frente a Dumbledore y Snape, se mostró sincero y feliz.
—Me alegra tanto eso, jovencita… —Dumbledore borró toda mala intención de su ser, esas ganas de incitar a Snape frente a la chica para que cuente la verdad, de que no era necesario que suceda algo así, que se casen, era tan pronto que le parecía una barbaridad egoísta por parte del pocionista.
Snape permanecido en silencio.
—Sí, me gusta que sea así. Sé que Severus hubiera querido que las cosas sean ligeramente diferentes al igual que yo, pero no veo problema por ninguna parte en que se apresuren las cosas —explicó con un gesto importante de sus manos y sus labios. Entre cerró los ojos y aprobó para darse cuenta que estaba convencida de aquello que acababa de salir de su boca.
—¿Dónde piensan vivir cuando salgas de la escuela? —Albus no se quedaba callado y Snape ya quería golpearlo en el rostro por meter sus narices donde no le llaman. Ese tema de vivir juntos aún no había sido discutido por ellos.
—Iré con Severus, aún falta mucho para terminar de estudiar las dos especialidades que quiero, profesor Dumbledore —suspiró al sentir presión por el tema de vivir con Snape porque sí quería. Sin embargo había una gran pregunta de: ¡MERLÍN! ¿Eso cómo sería?—, mientras tanto viviré en Hogwarts si la directora me recibe.
Dumbledore abrió los ojos al escuchar eso, no podía creer que ella haya pensado que se le puede negar la entrada y residencia en el enorme castillo.
—Una alumna brillante como tú será recibida diez veces en el castillo.
—Gracias por eso, profesor —Hermione miró sus manos un instante, luego volteó a ver a Snape quien estaba serio y callado.
—¿Y entonces cuál fue el castigo, guapo? —soltó Hermione al pocionista para llamar su atención y enterarse de algo del juzgado.
Snape se sonrojó y quiso ser sincero pero no pudo, no pudo después de ver la auténtica alegría de la chica en el tema de haber dejado de lado su libertad por atarse con él en derechos y deberes de tal magnitud y complicidad.
—Ningún castigo, señora, la hemos librado por esta vez —no habían mentiras en ello. Snape prosiguió con respeto a pesar que eso de “señora” sonó golpeado, aunque encantador para la alumna de Gryfflindor—, El Ministro me dijo que debemos ser más recatados —Dumbledore le miró y asintió como si eso hubiera estado perfecto.
Hermione quedó encantada por alguna razón, al escuchar que Severus cambió su estado femenino de señorita a señora, y es que ahora no era cualquier señora. Ahora se había convertido en la Señora de Severus Snape, algo ridículamente increíble y precipitado.
—¡Ah, qué bien! Es una buena noticia, lindo. Bueno, debo regresar a la escuela porque tengo exámenes en dos días. ¿Puedes venir conmigo, por favor? —Pidió con cuidado en tono calmo y relajado, tomó a Snape de la mano izquierda y él le apretó la derecha en respuesta porque se sintió en la obligación de hacerlo sin objetar, no soltó a esa joven sino que pasó a estar a su lado en repentina forma protectora.
Snape asintió.
—Te llevaré a la escuela y luego seguiré en mis asuntos… —pensó demasiado en cómo referirse a la chica ahora que ella había escogido la palabra “lindo”—, querida —ni pensó en lo que dijo.
Hermione sonrió y empezó a girar y girar el aro de plata de Snape, el cual él había reducido de tamaño para ella, con magia. Él tenía uno también aunque tosco y sin forma definida, se veía gastado porque le pertenecía a su abuelo materno.
***
Así como pidió, Hermione llegó a Durmstrang como si hubiera regresado de un fin de semana largo al castillo. Ni bien pisó su habitación buscó sus apuntes, hizo tareas y empezó a estudiar.
***
Mientras tanto en el castillo Snape estaba perdido en las palabras de ella, tanto que sólo se rindió a sentarse en su sofá y tirar sus cabeza hacia atrás mientras imaginaba cómo sería la vida en convivencia con ella. Sentía repentino dolor estomacal y sus entrañas le indicaron que estaba enamorado y distraído.
—¡Merlín! ¿Puedes decirme qué he hecho? ¿Por qué siento que la necesito? ¿Para qué la necesito? ¿Por qué quiero tenerla conmigo y aplastarla hasta hacerla polvo en mis manos?
Apenas se hallaba con ella, con esa mujer, recordaba lo hermoso que había sido tener su compañía en la cama y debajo de las sábanas, sus pieles juntas escribiendo en el otro experiencias de éxtasis y pérdida completa de la razón.
Pero, debía estar enfocado en su trabajo, debía también ayudar a la chica a terminar su intercambio de artes oscuras, él sabía que no debía ir con ella, que no debía hacer contacto porque sería difícil volver a estar separados. Todas esas personas a los largo de su vida, sabias y centradas, repetían las consecuencias, y tenían razón, que personas que no son simples y ven más allá de lo que les muestra sus ojos, no pueden estar separados después de tenerse el uno al otro.
¿Por qué no dormir juntos todas las noches, por qué no tener una vida tranquila, aislados en una casa de dos pisos y buhardilla, en el medio de un gran campo o bosque, rodeados de plantas carnívoras y medicinales. Y si la vida era mejor de lo que parecía, con una enorme sala repleta de repisas e ingredientes internacionales?
Severus, eres patético. Se dijo mientras veía el techo de su habitación porque empezaba a imaginar una vida con ella. Su ilusión corría muy rápido y parecía que no podía detenerse. Ten tranquilidad, ella acabará de estudiar pronto y mientras tanto tendrás a algunas jovencitas incrementando tu autoestima y ego.
Esa situación era entretenida.
Se tapó con la cubrecama sin quitarse los zapatos dispuesto a dormir una hora y luego arreglar su semblante para dar clases después de las cinco de la tarde.
***
Era el final de la clase de pociones para sexto año cuando notó que un grupo de jovencitas del mismo salón, y quizá otras cuantas de años superiores, le hizo guardia y esperó hasta que él salió dispuesto a ir a cenar en el gran comedor.
Caminó sin decir nada a este grupo de de revoltosas mocosas, y al notar que le seguían, apretó el paso para doblar a la izquierda y perderles de vista.
Minutos después mientras él subía las escaleras a prisa, los pasitos de esta pequeña multitud de jóvenes mujeres se convirtió en una enorme sombra atrevida. A la luz del gran comedor, Snape cruzó el portal con ligero trote y llamó la atención de inmediato en la mesa de profesores.
—Severus ¿Qué sucede? —preguntó Hagrid y Vector los cuales empezaban la esquina de la larga mesa.
—¡No me hablen, por favor! —pidió con energía.
Minerva y el profesor de Amaru de Quidditch intentaron mantener compostura, sin embargo al ver a Snape a punto de derramar gotas de sudor en ese apretado levita gris oscuro, con la capa pesada y rostro colorado gracias a intentar escapar de esas jovencitas, le fue casi imposible. Por eso al llenar garganta de risa, cada uno se dispuso a meter su tenedor en el plato tendido, de prisa, y levantaron las patatas para llevarlas directo a su boca.
Albus alzó una ceja al mago y observó su gesto molesto mientras ordenaba con magia, una taza de té caliente.
Amaru tosió cuando una chica se atrevió a acercarse a Vector para entregar un recado y obsequio. La joven perteneciente a la casa de Ravenclaw indicó a su maestra de gorro elegante y puntiagudo, que debía ser entregado en manos de Snape.
Albus no se quedó callado.
—¿Aún están alborotadas por ti?
Snape giró a verlo con enojo y le pareció al otro hombre que hasta le salió humo en los orificios al final de su recta nariz.
—¡Déjame en paz! —bajó la voz—, quiero cenar… —soltó lento y rendido.
—No está mal tener algunas admiradoras —Albus insistía en molestar al mago—, esta mañana he recibido una invitación para ir junto al lago, la escribió una joven de último año —sonrió pícaro.
Snape juzgó con la mirada directo a los ojos claros de Dumbledore.
—¿Dónde está tu sabiduría de más de un siglo, Albus? Eres un crío.
—Sólo me veo como un crío —su rostro claro y castaño se transformó en seriedad, porque no tenía nada de malo disfrutar tener otra vez, aproximadamente cincuenta años de edad. Aunque como buen mago se veía de mucho menos.
Algunas cartas y obsequios llegaron a manos de Dumbledore, porque las chicas convirtieron el lado izquierdo del comedor en un desfile de obsequios. Una a una y de diferentes años, colocó en manos de Vector una carta y un regalo.
Snape miró a Vector consternado, asintió porque esta mujer le veía espantada entre esas columnas de cajas cuadradas de todos los tamaños con papel de regalo.
—Mira, tengo otras dos cartas —Albus sonrió al tocar dos sobres rosas y una pequeñita caja que abrió y le dejó ciego, porque el grupo de envolturas plateadas resplandeció magníficamente con un pequeñito nombre delicioso sobre ellas “Caramelos de limón”, sus dulces favoritos.
Amaru se sintió celoso aunque entre toda esa montaña le tocó una carta con un bonito moño morado.
El resto de profesores se llenó de expectativas, sin embargo quien le ganó a todos con exageración fue “el alto y malo”. Así le decían a Snape.
Después de ese espectáculo, exactamente al término de la cena, Snape mandó a llamar a uno de sus alumnos de Slytherin para que traiga un costalillo de tela, porque tenía ganas de lanzar la montaña de cajas en su interior, y luego quemar todo en el fuego crepitante de su privada habitación.
—Profesor, no sea así —sugirió Hagrid—, no tire los obsequios, al menos les las cartas.
Minerva le siguió la corriente.
—Sí, Severus, no tires los obsequios.
—Pues si tanto les gusta, entonces se los regalo. Ahí está, llévenselo —ordenó enojado y nadie respondió—, como pensé, no se atreven a desaparecer esta cosa.
Tomó el objeto sin ganas mientras sus admiradoras morían de impaciencia. Pero él sólo dejó caer el abultado objeto detrás de él en un hechizo de levitación para así trasladar todo cerca a su cuerpo, hasta atravesar la puerta de la amplia y oscura habitación.
Quiero ir con ella. Se convenció de ello, porque no le abandonó las enormes ganas de verla.
Fue al fondo de la habitación y tocó una taza de cristal cuadrado, uno de los tres trasladores que introdujo en el castillo de Karkarov. Con este objeto llegó al pasadizo de la chica, justo detrás de una enorme maceta con una pequeña palmera de tres metros de alto.
Mal momento, porque vio que su ahora esposa, dejaba pasar a un joven alto de cabellos rubios, el cual cargaba una pila de libros, dentro de su habitación.
Aquello lo encendió en furor.
¿Por qué la joven no le había dicho que estudiaba con los jóvenes dentro de la habitación? Eso creía él, pero ella lo único que hizo es dejar que el compañero entre y se lleve un libro que ella había ofrecido en prestar.
Ese mayor repleto de celos y cara encendida, tocó la puerta con energía unas dos veces hasta que la misma castaña le vio a los ojos sorprendida. Y no quedó todo ahí.
Hermione abrió la boca y expuso gesto de alegría.
—¡Hola amor! —fue un desliz, un gran desliz. Se olvidó que su compañero estaba ahí, se olvidó que mantendrían su relación en secreto —lo abrazó por el cuello y lo jaló a ella para darle un beso.
Mientras tanto el chico que vio atento toda la acción, pasó a su lado con cuidado y agradeció cuando la chica lo miró.
—Gracias, te lo regreso en tres días —miró a su compañera y luego a Snape—, profesor Snape, es un placer conocerlo en persona. Buenas noches. —después de decir esto siguió sus pasos hasta el gran pasillo y se perdió.
Snape no podía librarse de las manos de la chica. Otra vez su carne le había traicionado por haber metido esa terrible idea en su cabeza que Hermione iba a pasar adentro de su habitación a un jovencito el cual podría ser un peligro. Era un gran descuido de parte de ella, además que en ese castillo estaba prohibido las reuniones escolares en privado. Confiaba en ella, pero no en los jóvenes de ese castillo, menos en una escuela donde podría haber mini Voldemorts sin vergüenza de decir que estaban maravillados por las artes oscuras.
—Granger… Quería verte… —confesó sin vergüenza—, vi a ese joven ingresar y me apresuré a tocar.
A ella le encantaba el Snape sincero, sonrió mientras cerraba la puerta detrás de él.
—Pasa y ponte cómodo, te haré un poco de té, señor celoso —agregó eso para molestar a Snape.
—Admito que lo soy, sin embargo esta vez fue preocupación —Snape mantenía postura altiva e importante, su voz era grave y lenta como solía ser, aunque con ella era aún más grave.
Hermione vio el techo y rodó los ojos por no creer aquello, Snape negó despacio por el gesto, como cansado de su insolencia, ella le dio el perfil al mayor y este la atrapó desde la espalda, con sus brazos para rodearla por la cintura, su mano derecha aplastaba y empujaba su vientre plano hacia él. su otra mano apretaba con el puño cerrado debajo de la otra. Hermione cambió el rostro burlón a sorprendido y colorado.
—¿Qué es ese rodar los ojos, malcriada? —apretó entre dientes, en susurros mortíferos.
—Severus, me haces cosquillas —acusó ella aún más sonrojada.
Él hablaba en serio, no jugaba, era un arranque emocional de reclamo y usaba su fuerza para sentir el cuerpo de ella apretado al suyo.
—Mis manos están aquí —estaba serio, abrió las manos sin embargo no soltó a la chica del abrazo.
Hermione dejó de forcejear y cerró los ojos.
—Me encanta cuando haces esto, porque eres un poco frío. No sabes lo que me fascina estar rodeada de tus brazos —suspiró después de susurrar eso—, pienso en ti a cada instante, Snape y me disgusta estar lejos de ti.
Snape apoyó su mandíbula en el hombro de la chica, del lado derecho, apretó el abrazo y suspiró también profundamente.
—No debí venir a esta habitación… —iba a decir más pero ella interrumpió.
—¿Qué? ¿Por qué dices eso? —ella frunció el ceño en ese reclamo impulsivo, aunque suave, como ella solía ser con él.
—No es lo que piensas, jovencita, intento explicar que aquella fue la razón de querer buscar ahora al otro, por más, de necesitar más. Se trata de compañía, cercanía, exactamente lo mismo que ronda en mis pensamientos —Snape era grave, sus labios se mantenían separados, explicaba como si ella ignorara el tema, luego depositó dos besos en su mejilla.
Ella giró muy rápido y lo abrazó por el pecho, lo apretó fuerte y continuo porque debía hacer algo para manifestar que estaba de acuerdo.
—¿Qué quieres hacer, Severus? —estaba agitada, no sabía qué más decir.
—Quiero que tú lo decidas. A mí me toca ser sincero contigo y pienso que conmigo no vas a estudiar, soy una distracción y estorbo para tus estudios… ¡Debes esperar, debes culminar y luego desaparecer conmigo!
Hermione llenó sus ojos de lágrimas, no sabía por qué ocurría eso, Snape era demasiado ideal para ser real, pensaba en ella no sólo con posesión o conveniencia, realmente pensaba en su futuro, consideraba sus pensamientos y decisiones como nadie lo había hecho jamás.
—Esperaré un poco más —se limpió las lágrimas después de soltar al mayor por el frente. Se quedó ahí sin subir la mirada, sólo sonrió—, pero si no resisto, estudiaré contigo así me tome diez años.
Snape negó, él no quería eso. Bueno, él sí quería ser su mentor y ayudarla en todo lo que ella pida, lo que no quería era que ella se lamente haber hecho las cosas en distinto orden.
—Tengo algo que contarte —Snape sonrió con coquetería, algo que parecía imposible—, tus compañeras en el castillo me han llenado de regalos y cartas de amor. Albus me dice que debo considerar leerlas y quedarme con los obsequios…
—¡Tú eres el malcriado! ¿Lo ves?
Hermione lo miró a los ojos y sonrió, cruzó los brazos en acusación falsa. Después de esto se quitó el suéter y se quedó con el brasier deportivo.
Snape desvió su mirada de los ojos de la chica al canalillo de su escote, porque los pechos de ella no eran tan grandes pero sí redondos y llamativos. Este pobre hombre pasó saliva y peinó sus cabellos lacios una vez hacia atrás, después de eso se obligó a ver a su derecha. Todo pasó muy rápido.
—¿Qué te parece mi ropa interior, Severus?
Hermione vio todo eso, incluso vio cómo él se distrajo en su repisa de ingredientes para no ver más de lo que quería. Este hombre alto y en reciente forma ágil, se acercó más a la repisa y empezó a enumerar las características de esta prenda en secreto. Porque unos segundos eran suficientes para grabar esa maravilla y perder la cabeza en silencio.
Tela tersa, suave, rayas perpendiculares hacia el centro de su busto, color rosa pálido y blanco cenizo, de poliéster sintético y algodón. ¿Talla? quizá un treinta cuatro C o D. ¡Merlín, Merlín, toda ella es perfecta!
Snape sabía que ella tenía intención de jugar a la resistencia. Por eso se quitó toda la ropa de un segundo a otro, dejó sólo su bóxer verde petróleo, la varita hundida exactamente por encima de su pelvis, debajo de la liga. La miró a los ojos, al mismo tiempo que cruzó los brazos sobre el torso.
Levantó una ceja en desafío, para hacer más interesante la siguiente pregunta:
—¿Qué le parece mi ropa interior, jovencita?
Aquí no podemos dar más detalles de lo que ella miró debajo de la tela de algodón elástico, pero sí de sus ojos claros y cafés, más abiertos que nunca y en un paseo de la piel del mago al rededor de su cintura, en la varita hundida en el lugar preciso y el principio de sus muslos masculinos. Pestañeó lento.
—Magnífico, la perfecta elasticidad de tu ropa interior elegante, es una de las razones por las cuales me casé contigo —lo llamó con el dedo.
Snape se acercó y ella lo tomó de la mano para jalar de él hasta llegar junto a su cama.
—¡Descarada! —acusó él al comprobar el juego en el que ella lo había metido.
—Vamos a discutir un poco de los detalles de nuestra ropa y luego discutiremos el tema de las cartas y los obsequios ¿Qué te parece, Severus? —Hermione envolvió a Snape con un tono de voz llamativo, se retiró el brasier sobre la cabeza y empujó el objeto con cuidado en sus grandes manos.
Snape asintió y apretó los labios.
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