Parecía una broma, para la chica fue eso, a pesar del tono en su voz parecía que ella lo había escuchado suave.
Hermione sonrió, esperó que él la vea a los ojos en esa pequeña y tonta discusión, se acercó más a él, con peligro de tocar su rostro, respiró profundamente y le robó un beso al pocionista en sus delgados labios, lo jaló con su mano desde la solapa y después lo soltó. Mientras tanto él se mantuvo quieto y sorprendido.
El contacto había sido como lo imaginaba, suave, los labios delgados y pálidos de él, eran suaves y tibios, no fríos como hielo.
Snape parecía una estatua humana, como si no hubiera pasado nada o no supiera qué era eso, él sólo pensaba que mientras tanto había conseguido lo que quería, una ayudante para el título que le pedía el Ministerio, y el beso era un gran “Sí profesor, le ayudaré”.
Después de eso, Hermione estiró su mano como para sellar un trato con él, se hizo seria y Snape la apretó con fuerza en respuesta, como en un saludo con una colega.
—Seré su asistente y luego usted me ayudará… Y también quiero que guarde este secreto —se refería al beso.
Snape asintió y siguió en su comida. La chica le había dado un beso, un beso suave, tierno y tibio, como un trevido sello de promesa y lealtad. Estaba decidido a cumplir con ella de igual manera, quería explotar sus conocimientos y habilidades lo más que se podía. Sus herramientas para ganar reputación ante el Ministro eran seguras, fuera de lo que planeaba pero seguras.
Podría conseguir más dinero si conseguía la biografía, ella no era colega o una amiga, pero si ella decidía tener algunas actitudes fuera de las escolares y en secreto, él también podía.
No significaba otra cosa más.
***
Al pasar dos semanas
Hermione seguía en fiel asistencia con Snape, a su despacho, leía afanada con varios objetivos y no lo molestaba, estaba relajada porque la mochila que tenía encima ya se había ido.
Era excesivamente silenciosa, para no molestar mientras él trabajaba en sus anotaciones y correcciones de exámenes.
De ninguno de los dos volvió a salir el tema de la atracción porque quedaba claro para ambos que ella sólo respondió lo que él le preguntó.
A esa hora de la noche del lunes, las únicas veces que intercambiaban palabras era para despedirse, pero esta vez Snape se animó a decir algo más.
—¿En qué apunte está, Granger? —estaba curioso de saber.
—Usted tiene catorce años de edad y trabaja en hechizos oscuros y los contra hechizos —contestó rápido, como si esperara que esa noche Snape le hable—, se mete en cosas que no debe, esta lectura se pone cada vez más interesante, profesor, usted era una joyita oscura… —cambió la página y empezó a hacer apuntes rápidos en su libreta de tapa arcoíris sin perder concentración.
—Aún falta mucho —dijo él como si pensara en algo—, necesito que sea más rápida. Acabe en dos meses —dijo como en una orden.
—Profesor —dijo asustada y miró al estante—, mire todo eso, no podré acabar, es imposible. Ni usted puede hacerlo.
Severus alzó la varita y la movió con dirección al estante de diarios. Un pequeño brillo salió y marcó con rojo la parte del principio de los lomos, tan claro como para notar cuáles escogía.
—Sólo lea esos, los que están marcados. Los otros son conocimientos que usted misma ha aprendido en esta escuela —era pausado y serio en la voz— Y yo puedo leer todo esto en día.
Incluso en ese instante, Hermione al ver la habilidad de la magia de Snape en unos simples libros, le hizo sentir que ella no sabía nada.
—Pero quiero leer todo, quiero saber más de usted —pidió sin pensar que eso confundió a Snape porque pensaba que lo detestaba, aún estaba sentada en la alfombra y él estaba de pie a su lado, con las manos detrás de la espalda.
—Si es así le daré otro par de meses. Pero no más tiempo porque necesito empezar mi investigación de una vez, señorita Granger.
—Está bien, lo haré —su voz era respetuosa, con casi el mismo ritmo que él.
Siguió en la lectura hasta que llegó la media noche.
***
En el patio de la escuela ya se había hecho usual que las jóvenes Gryfflindor se reúnan para charlar de los varones ex alumnos, los ayudantes pasantes, nuevos profesores o Sirius Black, y cuando la veían silenciosa cerca a ellas, la molestaban con Snape, habían pasado ya unas casi tres semanas.
—Es como tu guardaespaldas ¿Qué hiciste, qué le has dado a Snape? Te da autorización para salir del castillo y salen juntos las noches de los sábados. Ustedes tienen algo y no me lo has dicho —dijo Ginny delante de las chicas.
—Snape ahora es mi tutor escolar y mentor. Por eso siempre caminamos juntos en el castillo, él me instruye de forma particular a pesar que no es muy hablador.
—Justo eso te iba a decir, cualquier otra diría que es mudo, pero contigo lo vemos charlar a gusto —acusó Melissa.
Ella sonrió y dijo:
—No es charla o consejos, la mayoría de veces son mandados, él es como un jefe malhumorado —puso cara de compadecerse así misma y se tocó las cejas, sonrió al recordar que él era así de mandón con ella, mandón y perspicaz a la hora de pedir favores.
—Snape es así, todo ordena y si no le haces caso o lo contradices, te pone una marca de muerte. Hace dos días expulsó a dos alumnos varones de Slytherin, está con un humor de perros, osea como siempre. ¿Por qué no cambia ese hombre, Hermione? Tú que tienes más confianza, convence al Slytherin de ser bueno —dijo Ginny.
—El profesor no es un proyecto, es un humano y cambiará por sí solo si él quiere. Por favor no se metan con él, ustedes saben que es recto, por eso dejen de molestar con el tema de que estamos juntos, y encima lo dicen por todo el castillo a vos en cuello ¿Qué les pasa, están lorenzas o qué? —fue como una petición calma, sostenía una sonrisa en los labios.
—Mh, algo raro hay entre ustedes y yo me voy a enterar —le dijo Ginny.
Hermione sonrió y alzó los hombros como si no le importara esa advertencia.
—Bueno, sí hay algo, me va a prestar dinero para comprar mi casa. Nos reuniremos en la madriguera después de este domingo en que Molly nos llamó a cenar. La casa que me venderá se la dejó Dumbledore pero como la propiedad tenía una deuda hacía falta pagar esa suma y él me va a prestar. Se lo he pedido y ha aceptado.
—Ah, ahora entiendo por qué eres como una esclava, siempre a su izquierda —Melissa hizo gesto de que ahora entendía todo.
Ginny en cambio no se quedó tranquila.
—¿Él te propuso el tema de prestarte dinero?
—No Ginny, yo le comenté un día que quería comprar una casa y que para eso necesitaba salir lo más antes posible de la esuela y trabajar al menos unos cuatro a cinco años.
—Esto está muy raro —dijo Ginny y la castaña rodó los ojos.
*
La reunión del préstamo se hizo en la casa de los Wesley, porque Snape usó de testigo al padre de los chicos como representante de la chica y Hermione contrató aunque con el dinero de Snape, a un asesor legal del mismo edificio del Ministerio.
Los presentes firmaron donde correspondía y finalmente se retiraron del lugar.
Hermione sólo tenía que esperar.
***
Snape había llamado a la joven para practicar algunos movimientos en defensa, lo mismo había hecho con otros alumnos en distintos días, él se ofrecía a los jóvenes con más altas calificaciones no por beneficio propio si no para que estén preparados por si ocurrían ataques similares como los había tenido otras escuelas en ese mes.
—¡Profesor no sea tan tosco! —se quejó la chica con dolor de manos, estaba enojada con él y le dolía recibir esos hechizos que esquivaba con su magia, casi no podía sostener con fuerza su propia varita, los rayos de Snape jalaban su mano o sentía fuertes golpes secos con exceso de agresividad hacia ella.
Snape paró de golpe y guardó la varita.
—Granger ¿Por qué se comporta así conmigo? —le gritó muy fuerte, con mucha autoridad.
—Es que usted… —hizo silencio—, ¿A qué se refiere? —ella seguía en la ardua tarea de esquivar mientras este le lanzaba una lluvia de ataques después de subir su varita de nuevo.
—Tan poco inteligente… —le alzó una ceja e hizo un gesto desagradable.
—Oiga no… —quiso decir más pero se contuvo y en vez de eso incrementó los rayos de defensa, tanto que el mago empezó a sentir su fuerza por un instante.
Él hizo un gesto exagerado, rodó los ojos y se acercó a ella paso a paso en lo que fue explicando algo importante.
Hermione le lanzó un último hechizo y él lo sostuvo con su mano como todo un experto del dolor.
—¿Usted cree que un mortifago se inclinará a usted para un saludo de amistad? ¿Cree que vendrá y dirá “Con permiso, hermosa —se inclinó delante de ella en una venia profunda, pudo llegar más a ella con sutileza hasta que la chica pegó la espalda en la pared y dejó de apuntar con su varita. Él tomó la decisión de susurrar al mostrarse alto, determinado, cerca al rostro de aquella confianzuda mujercita—, señora, le lanzaré un crucio aquí” —tocó a la chica en su costilla derecha después de dirigir su dedo puntiagudo a ella, justo debajo de su tórax—, Y le lanzaré otro aquí—le picó la mitad del estómago. Se acomodó y movió la varita para lanzar un débil crucio hasta la varita de la joven.
Hermione no pudo aguantar ver al profesor en esos ademanes tan extraños, retrocedió y apretó de nuevo su varita, él hacía como si fuera un hombre caballerosos, La chica no pudo evitar reír de inmediato, incluso aumentó la fuerza para lanzar un hechizo silencioso que Snape tomó con su mano como si ella le hubiera lanzado una bolita de algodón, el hombre negó y después lo lanzó al suelo de piedra junto a él.
Hermione se reía débil, se reía de él sin parar.
—Já, ja, ja —no podía detenerse—, usted tiene razón já, ja, ja —se tocó el estómago.
—Suba la guardia, es demasiado nerviosa para seguir en esta lección.
—No, no, no, espere, ya me pondré seria, lo prometo —aguantó la risa pero no pudo resistir recordar el gesto de Snape para inclinarse frente a ella.
—Descanse —Snape ordenó, vio su reloj de arena colgante de su bolsillo del levita—, cuarenta minutos ha sido suficiente, continuaremos después, tengo algunas cosas que hacer, aunque la directora no me ha enviado el patronus que dijo —susurró lo último para él.
—Sí señor —ella regresó su gesto parco y sin expresión.
La chica se iba a dar media vuelta para recoger sus cosas e irse, sin embargo la voz de Snape la sorprendió como últimamente solía hacer.
—¿Quiere acompañarme al la cocina? —el mago no sabía por qué se le salió eso, ya se había arrepentido de inmediato.
Ella sólo lo miró extrañada pero asintió, porque si el profesor le pedía compañía era porque eso que tenía pendiente no sería tan difícil y menos en la cocina.
—Pero, necesitaría que me de acceso a entrar a su aposento en las noches, mientras duerme ¿Qué dice?
Snape entre cerró los ojos.
Mejor dejaba la revisión de la cocina y el veneno para después y se ponía a discutir con esa niña.
—¿Para recuperar el tiempo de lectura, cierto? Mh… Siento que es muy atrevido, Granger.
—No, profesor, es para avanzar más rápido, usaré el giratiempos para tratar de acabar todo en dos meses, ya no en cuatro.
—Pensé que ya no lo usaba, Granger ¿Le explicó Minerva que es peligroso abusar del artefacto?
—Soy una experta en el tema, lo uso desde los doce años —reclamó sin darse cuenta que el mayor se había preocupado por ella—, la profesora me dio autorización otra vez, al principio del año.
Snape estaba frente a la alumna, con las manos en la espalda y la mirada altiva.
—Es cierto, sabelotodo —fue agrio y se quedó en sus pensamientos por varios segundos—, bien, le daré acceso a mis aposentos también en las madrugadas, pero usted me deberá algo. ¿Está bien?
La chica pensó bien aquello, porque deber algo a Snape ya era demasiado como para ella en ese instante que le debía hasta dinero.
—Bien, lo que usted quiera, señor, de todos modos le debo una suma alta de oro. Mh… —ella pensó que quizá podría ofrecer al mago algo más simple que más dinero o su valioso tiempo—, profesor…
—¿Qué necesita, Granger? —le dio la espalda, se alejó de ella y empezó a empacar algunos ingredientes en una caja de madera cuadrada, este recipiente medía unos veinte por veinte.
—Siéntese —le dijo ella.
—¿Dónde quiere que haga eso? —ni si quiera sabía lo que respondía por estar distraído.
—Puede ser en el sofá que está a su derecha, profesor.
Snape dejó de hacer y se dejó caer en el sofá, después de eso la miró con altivez y cruzó los brazos aburrido.
Vio atento cómo ella se acercó y le hizo dejar de cruzar los brazos en frente. Usó sus delicadas y femeninas manos para desatar esa postura, ella se había inclinado frente a él.
Granger acercó su rostro y le dió un beso en la mejilla, y no quedó todo ahí, luego le dio un beso en la barbilla, en los ojos, en la punta de su larga nariz.
Snape sintió su mano delicada sostener su mandíbula, sintió la caricia fraternal. El profesor se encontró sorprendido e incómodo, hasta que la detuvo porque fue suficiente para él.
Colocó su gran mano para tapar la boca de la chica mientras ella insistía, y rápidamente la tomó de la cintura para jalarla a él y obligarla a sentarse sobre sus muslos, frente a sus ojos.
Hermione se quedó sorprendida, no esperaba ese movimiento de él.
Ahí se miraron por algunos segundos directo a los pozos de alma de cada uno, él amenazaba en silencio con ganas de castigarla y enviarla con Hagrid a un castigo.
La chica no pensaba que él reaccionaría así y por alguna extraña razón le encantó ese movimiento. Para la chica era una buena jugada a pesar de que fue inesperado para ambos, a él se le había ocurrido reaccionar así en ese instante, no imaginaba hacer lo que ella hizo, darle un beso. Sólo estaba neutral y estático.
¿Por qué la chica lo trataba como a un padre o un gato? ¿Por qué con tanta confianza? Era mejor darle un mensaje claro de que no gustaba de mimos cariñosos, porque era un hombre en todos los sentidos y ella, por el cargo que él tenía en el castillo, tenía que sujetarse a sus reglas y autoridad.
Sin embargo la chica justo en ese momento no le tocó la mano como a un padre, él sintió en el contacto de su mano grande, un contacto suave cargado de mensajes que no pudo interpretar con claridad, ella quitó sus largos dedos que le tapaban la boca, la chica sujetó esa gran mano pálida y la llevó a su cintura. Él creyó que después se acostaría en su pecho como una cría, sin embargo eso no pasó.
Ella estaba con la ropa de la escuela correctamente puesta, él en cambio no llevaba la capa y su levita estaba abierta hasta la mitad, por el trabajo que hacía con ella de practicar hechizos de defensa.
Snape aún esperaba que diga algo, no dejó de tomar la cintura de la chica con firmeza y con más atrevimiento enlazó los dedos de sus manos detrás de la espalda, para que ella no pueda irse de ahí aunque quisiera.
Hermione sonrió por el movimiento.
—¿Así podré besarlo mejor, cierto? —susurró coqueta.
Él asintió y luego se quedó quieto.
Snape diría que sí a todo lo que ella qusiera, total era una joven inexperta que pronto saldría corriendo de ahí.
¡Merlín! a este hombre se le olvidaba que la alumna era Gryffindor.
Porque,
Hermione deslizó suavemente sus manos por el pecho del mayor hasta colocar cada una de ellas entre los hombros de Snape y sus clavículas.
Acercó su boca y lo besó en la frente con suavidad y lentitud.
Él cerró los ojos a pesar que quiso ver cada movimiento de esa jovencita.
—¿Aún hay deuda? —preguntó ella en susurro suave.
Él asintió y pensó: Muchas monedas de oro, jovencita.
De un instante a otro se convirtió en un hombre mudo, eso creía la chica, que este mago oscuro de las mazmorras se dejaba hacer como un indefenso individuo, gustoso de ser sometido con ataques de cariño.
Ambos empezaron a respirar más lento, definitivamente todo era un acto incontable, inaceptable, clandestino, el estómago de él y ella empezó ese extraño ataque de nervios y susto cuando tienes frente a ti a una persona agradable. Y el aire en sus pulmones empezaba a sacar oxígeno en más cantidad porque también entraba en mayor cantidad por la alteración del sistema circulatorio.
Después de un par de minutos él también decidió participar.
Acercó su rostro y boca al cuello de Hermione y empezó a besar despacio similar a ella, con máximo cuidado en un principio, sin embargo lo que notaba más la chica, era su forma de aspirar y suspirar cerca de su piel con paciencia y profundidad, porque olía a escencias dulces de muchos arbustos bajos.
Este acto hizo que Hermione empiece a temblar y suspirar cada vez más profundo. La idea que ella tenía de sujetarse del pecho de Snape y hacer unas cuantas travesuras de cariño se convirtió en sus manos y dedos femeninos, acariciando la nuca, el rostro y la cabeza de ese profesor.
Se dijo una y otra vez ¿Por qué no paras? Y no se detenía, ella no se detenía.
Justo ahí entre los besos y caricias y el ardiente aliento del mago en su cuello junto a su oreja, sintió una marea de magia deslizarse desde su coronilla hasta su espalda baja.
Snape atrapó los labios de ella en un descuido, la tentación tan grande de corresponder y tomar el control le había vencido. Ahora quería sentir si era dulce su boca, mientras aumentaba el atrevimiento y las ganas por ella de estrujarla más contra su cuerpo.
Hermione correspondió lento y suave, le dió los labios y atrapó los del mayor en caricias tiernas primero, después en juegos de avanzar más a la siguiente meta, la meta era averiguar si así como era su nombre, tan amenazante y autoritario, igual sería su lengua.
¿Snape es por lo de ser serpiente, verdad? Se dijo.
Y no se equivocó.
*
Minutos habían transcurrido, aún en besos cada vez más íntimos, ya se sentían con todos los músculos de sus lenguas y Snape le empezaba a ganar y dirigir.
Se mantuvo quieto un instante, de las manos, pero la inercia lo llevó a tocar al mismo ritmo intenso que su boca, porque necesitaba acercarla, necesitaba tocarla, así funcionaba todo eso de las caricias.
—Mh… —Hermione creía que podría suceder algo malo, que podía entrar la directora o que uno de sus compañeros descubriría aquél acto delicioso e íntimo.
”Cielos, qué rico” Se dijo la chica en la mente. Su lengua es igual de interesante que él, igual que su voz, grave grave grave.
—Ah ¡Merlín! —susurró sobre los labios del mago como si se quedara sin aire.
—Severus, no Merlín —dijo Snape entre los besos, el rostro lo tenía encendido como un foco rojo.
El mago dejó de apretarla por la cintura clavando sus dedos puntiagudos y llevó las manos a la cabeza de la chica para hacer más intenso sus besos y empezar a desvestir su cuerpo.
¿Cuándo ese par de cómplices iba a parar aquél beso?
Pues no lo hicieron, al menos cuando quisieron darse cuenta ella ya tenía la camisa de la escuela abierta y el brasier salido quién sabe en qué parte del suelo.
Aún sentada sobre las piernas de Snape, parecía que había transcurrido una hora, pero había sido el doble de eso.
Era obvio que ya no se detendrían hasta caer rendidos en profundo sueño.
¿Ahora entiendes por qué es peligroso permanecer varios días y a solas con un Slytherin? Le dijo la chica a su conciencia.
Estaban agitados, ella lista para lo que sea y él fuerte y débil como un humano.
Snape frenó de golpe, a pesar que sus manos se habían atrevido a desvestir a la chica y su boca la usó en los lugares prohibidos de la parte de arriba de su tórax.
¿Qué otros lugares estaban permitidos? Pues de manos a codos quizá, supuestamente.
Y él ya había tocado sus muslos, su espalda, su cintura en toda la circunferencia, el cuello, la boca y mandíbula con suaves apretones de sus pálidos y delgados labios, había tocado con puntiagudos dedos de sus enormes manos.
—Granger… —con sus ojos entre cerrados y el rostro inflado por las venas, le dijo—, Es entretenido… Pero ya déjeme, esta noche tenía que salir por unos ingredientes y me he retrasado por culpa suya —suspiró agitado—, me agrada mucho su boca y cuerpo, pero creo que debería irse a descansar antes que Minerva me descubra con usted en su ronda.
—¿Por qué tiene que descubrirnos? —Ella podía irse a dormir de esa manera, mejor incrementar la culpa. Por eso la puerta del despacho se cerró en seco aunque sin hacer mucho ruido.
—¿Qué me quiere insinuar, señorita? —respiraba muy agitado, le alzó una ceja confundido y por más que quiso no pudo parar de besar su rostro para buscar su boca roja.
Las manos de Snape recorrieron su cuerpo y ella con los ojos cerrados, dejándose hacer en la mandíbula y el cuello, empezó a desabotonar la camisa blanca del inalcanzable sujeto.
Ella pensaba eso, que Snape era inalcanzable, sin embargo ahí encerrados descubrió que no sería así por lo menos para ella.
—Quítate la falda, Herm… Mione —Fue como una orden, dudó un poco de decir el nombre. Su pecho se achicaba y crecía en cada respiración, rugía como un león antes de cazar y su corazón latía en máxima velocidad.
Sería bueno que reaccionara, que ponga todo en orden con un ligero movimiento de varita, o envíe a la chica a dirección para mandarla a una escuela de puras mujeres.
Merlín, es fácil saber lo que desea la chica… Esta jovencita me desea a mí
Poco a poco se retiró la camisa, apretó su mandíbula porque se sentía descarado al escuchar su propia voz masculina como en una orden directa hacia ella.
Tenían que acusarlo de infame, de ser un bandido, un débil utilizado para el placer momentáneo, un hombre solitario con una oportunidad.
—Sí —susurró su estudiante en respuesta.
La chica volvió a asentir, se hizo de pie frente a él y este le sorprendió al hacer exactamente lo mismo que hizo ella.
Mientras ella tomaba el botón del cinto de su falda, él tomaba el botón del cinto de sus pantalones negros.
El mago ya se había deshecho de su levita, ella tenía la blusa abierta y nada que le cubriera los pechos delante de él.
Ella a la vez, mientras Snape miraba hacia abajo, el vientre desnudo de aquella mujer grásil, deslizaba el cierre de sus pantalones negros, en un sonido fuerte que aumentó la expectativa.
Hermione se vio así misma y luego vio los ojos del mago, su falda se había deslizado basta sus pies y ahora mostraba su ropa interior de encaje negro por completo, en perfecto juego con el brasier que ya hacía en el piso.
Snape subió lento su mano izquierda después de soltar cada lado del cinto de sus pantalones para así dejar que este se deslice lentamente hasta sus muslos. Tocó la piel de ella desde sus caderas, por delante y de lado derecho, sujetó con dos dedos la tela del encaje de la ropa interior femenina y su otra mano acompañó el acto de la misma manera para así bajar un poco esa prenda. Sólo un poco.
Hermione se dejó hacer mientras miraba su rostro y entonces ella también empezó a hacer.
Con sus dos manos terminó por quitarle la camisa a Snape en sumo cuidado hasta delizarla hacia atrás en sus brazos largos. Dió una mirada furtiva a sus hombros, veloz, a sus antebrazos, a su vientre de músculos y fibra, natural en un hombre delgado. Y entonces se quedó quieta cuando el mayor se sujetó así mismo la ropa interior, jaló hacia el frente un poco con dos dedos y liberó algo, una extensión de piel circular, que aparentaba suavidad con un largo debajo que la impresionó y la llenó de curiosidad.
Se acercó más a ella para tocar su vientre con el extremo de este largo cuerpo rígido, sujetando con toda su mano izquierda el grueso de este.
Ambos miraban hacia abajo, no sus ojos.
Hermione no quiso hacerlo, pero frunció el ceño en gravedad, se sintió débil al verlo, cómplice de muchos secretos por observar su privada desnudez, él la estaba acariciando con ese interesante extremo de su cuerpo.
Snape apretaba un poco su ombligo, luego se deslizaba suave hasta sus costados por las ingles, hasta que jaló el encaje de la chica y metió a propósito aquél fuerte cuerpo entre la tela negra y la piel de la chica, como en un juego.
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