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Esperó por horas, se mordía un pellejito milimétrico del dedo izquierdo, gracias a los nervios.
Esperó entre pensamientos de tener un nuevo trato con el pocionista, seguro no le hablaría o la trataría mal, sería un trato antipático o pensamientos de que Snape podía estar rotundamente agradecido con ella por defender su persona frente a Wizengamot, pero confesar que le había amenazado delante de las máximas autoridades, eso no sabía cómo iba a salir para ambos.
Sentía vergüenza, nervios en el estómago, aunque no miedo porque el peor juzgado que ella merecía, le había enfrentado.
¿Qué podía hacer Snape para tomar venganza? ¿Qué daño le haría si ese fuera el caso?
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Suspiraba de cansancio, se preocupaba por Harry y se hizo una última pregunta; ¿Cuándo iba a acabar esa reunión del juzgado?
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Era cerca de la media noche cuando despertó y se dio cuenta que aún las puertas estaban selladas y la luz que alumbraba sus ojos al estar en la silla del interrogatorio, la cual se colaba debajo en la rendija en el portal, era porque la audiencia aún estaba activa. Tomó su varita, fue al baño veloz y se arregló el rostro que ahhora tenía una marca gracias a haber dormido sobre su sueter.
Se moría de sueño cada que pasaba un minuto más y empezaba a preocuparse de que la estén buscando en su habitación o en todo el castillo por rapto, inocentemente ignoraba que Snape había sido hábil en mandar un patronus después de llegar al ministerio, imperceptivo y silencioso como sólo podía enviarlo un ex espía.
Ahí dio aviso a la directora de que la menor estaba con él.
El pocionista solía ser persuasivo y tan sabio que las veces que necesitaba pedir algo, jamás se lo negaba alguien, sobre todo si era colega en Hogwarts, porque cuando la escuela necesitaba de él, Snape nunca decía: “no”, de inmediato ponía las manos a la obra y ya después se quejaba, aunque en secreto.
Él había aprendido bien ese consejo que dice: “Si tienes agradecimiento o malos pensamientos, que esto sea a puertas cerradas y contigo mismo, después podrás incinerar o premiar a un niño”.
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La reunión terminó exactamente cerca de la una de la mañana y ella estaba llena de curiosidad por hacer preguntas, le miró de lado unas tres veces a esperar un reclamo, alerta y atenta a cada movimiento del mago después de que este atravesó el portal.
Snape salió inmediatamente después de Harry, cinco minutos después exactamente, miró a la joven a los ojos e hizo una indicación inentendible para cualquier ser humano, pero fácil de entender para cualquiera de sus alumnos o ex alumnos, esta señal era clara y significaba: “¡muévase!”.
—Señor, tengo hambre ¿Usted no? —ella creía que él la iba a llevar a comer o algo por el favor de acompañarlo hasta esas horas de las madrugada. Aunque bueno, ahí dentro de su bolsa guardaba sus casi dos ciabattas con pollo.
—¿Por qué no cenó? —reclamó el mayor sin mirarla a los ojos. Empezó a caminar hacia las escaleras con zancadas de gigante malhumorado.
Snape tenía razón, ella hubiera podido ir a cenar temprano o avisar a la cocina, era alumna de último año, además estaba castigada y podía pedir la cena hasta una hora antes de ir a su despacho.
Pero la chica no se valía de esos privilegios aunque los sabía de memoria, y eso era lo más molesto de estar castigada, el no poder comer junto a su casa.
—No me ha dado tiempo, señor, Mh… Pensé me iban a llamar otra vez allí frente al juzgado… —señaló la puerta. Seguía a Snape muy de cerca—, Ah, señor, traje mi cena… Tengo casi dos ciabattas con pollo deshebrado ¿Quiere uno?
—No tengo hambre y no quiero más preguntas por hoy —Snape se veía agotado, era cierto, debió recibir olas tras olas de preguntas ahí en el salón del juzgado.
Hermione asintió y sacó su sandwich con recato, se quedó atrás de él para poder darle un mordisco al pan y luego limpiar algún residuo con un pañuelito color rosa claro.
Snape sintió el aroma de mayonesa de Hogwarts cuando ella hizo este movimiento, sintió el pollo y apio, la combinación de las especias frescas y la verdura con un hervor, lechuga y rebanadas de pepino. Era irresistible en el desayuno, su estómago rugió de hambre al imaginar el sabor, sentía debilidad y fuerte tentación, se preguntó si podía darle una mordida a ese ciabatta.
Fue atracción veloz, sin embargo decidió seguir las recomendaciones médicas de evitar ingredientes grasos en sus comidas. Sólo carnes magras y hervidas la mayoría de tiempo, y él ya había cometido dos pecados en los días de esa semana.
—Acompáñeme a cenar algo —ordenó a la chica. Lo soltó tosco, como si se resignara a invitar algo pero lo que no sabía ella es que sólo sería una compañía.
—Sí, señor… ¿Habrá algo abierto? —Hermione vio su reloj de bolsillo en forma de gatito el cual funcionaba a cuerda, se dio cuenta que era el inicio de la madrugada.
Snape asintió perdido en sus pensamientos, estaba distraído tanto en las cosas que dijo su ex alumno Potter como en su aún alumna Granger, frente a Wizengamot. Creía era una buena oportunidad esa noche para usar varitaserum en una joven incauta y asegurarse que ese repentino odio hacia él había sido provocado por una equivocación o maltrato en las anteriores reuniones con Harry en el ministerio.
Ella había estado con Harry, sin embargo nunca había entrado a juzgado como testigo, sólo en declaraciones escritas.
—Sígame —ordenó de nuevo y la joven caminó. Estaba seguro que sería un éxito.
Hermione sentía un poco de frío, no tenía su capa o doble suéter como solía usar en invierno.
Permaneció callada por muchos minutos, caminaba detrás de él a una espesa zona donde habían calles angostas y pequeños comercios y restaurantes. Ni si quiera sabía o podía darse cuenta que eran lugares para hombres naturales no magos o mágicos.
—Es aquí, Granger —el mago paró frente a un restaurante de entrada diminuta con tres faroles rojos y símbolos chinos, cada uno en un piso y debajo de balcones—, no hable con nadie y pare hasta que le indique dónde sentarse —advirtió como en confidencia, Estaba preocupado por exponer a una ex soldado de la orden en ese mundo tan malo y demoníaco como lo era Londres.
Hermione asintió y obedeció al pie de la letra.
—¡Qué emoción! —susurró la alumna—, nunca había comido sopa de fideos.
—Le dije que sólo me iba a acompañar, usted ya ha cenado un sándwich de pollo y mayonesa —soltó serio aunque era una broma.
El rostro de la chica cambió, bajó la vista de los ojos de Snape y asintió.
Aquél pocionista malgeniado subió unas escaleras de madera, luego hasta el fondo del lugar en el segundo piso donde había un inclinado hacia arriba, angosto. La chica se dio cuenta que era el acceso hasta el tercer piso porque a pesar que era inclinado no lo era tanto, suficiente para empujar carritos de comida provenientes de una estación o cocina en el otro piso.
La mente de la joven estaba curiosa y alerta tanto que intentaba adivinar los siguientes movimientos de Snape o incluso la siguiente vez que expulsara aire pesado en un estado rendido y aburrido, algo que ya había ocurrido en el camino, por lo menos cuatro veces.
—¿Quiere que esté al fondo de esta mesa? —ella prefería estar del lado de la atención en vez de estar cerca a la pared. Además quería hacer exactamente lo que él le indicara, por temor y respeto.
—Donde usted quiera, este servidor se sentará frente a usted —aún no la miraba a los ojos y es que sabía que ella lo miraría exactamente ahí. Él debía evitar contacto, sólo chocar con ella en el momento preciso en que lanzaría diez mililitros completos del gotero escondido en su manga izquierda, dejar caer ese líquido en su té o agua. Severus siempre guardaba la poción en sus bolsillos grandes, otras botellitas de madera con pociones en caso de emergencia, siete era el número exacto de estas.
La mesa de ellos era angosta si se trataba de describir qué tan cerca estaban del otro, la chica calculaba unos cincuenta y cinco centímetros de ancha, y hacia la atención del mozo a su derecha, cuando Snape se puso frente a ella era un poco más larga como unos veinte centímetros más.
Todo el ambiente alrededor era claramente más de uso de bebidas que de comida. A su izquierda veía que los cristales opacos no daban paso a apreciar el paisaje de la noche, o como ella empezaba a temer, desde afuera nadie podría ver algún ataque hacia su persona, si esto ocurría.
Tenía desconfianza de este hombre y vaya que acertaba en esas dudas.
—¿Qué cenará, señor? —preguntó amable, trataba de estar tranquila a pesar de la duda y los nervios.
—Sopa de fideos chinos —respondió cómo en una carrera y como si fuera obvio. Él debía ser más precavido ya que la señorita frente a él era terriblemente astuta e inteligente.
—Oh, muy bien, debe ser la especialidad de la casa —ella le siguió la corriente y apretó los labios después de soltar con sarcasmo, miró hacia otro lado. Podía sentir el olor del ambiente, era limpio y cálido. Después su mirada pasó a sus dedos de la mano izquierda porque pensaba que le iba a provocar la sopa si veía a Snape comer con afán.
—Granger, también he pedido para usted ¿Cómo puede pensar que la haré ver mientras bebo? —fue antipatico.
Hermione subió la mirada y sonrió.
—Gracias, algo me decía que bromeaba.
Snape empezaba a dudar de darle la poción porque veía las expresiones de ella muy calmas como si estuviera en una actuación de amabilidad, era natural ver a una joven estudiante estar un poco asustada o insegura frente a él, sin embargo Granger no estaba asustada sino con algo que a él le olía mal, era una defensa arriba inquebrantable y valiente como solía ser cada Gryfflindor inteligente a quien había enfrentado antes, era como estar frente a una bruja realizada y profesional. Los Gry eran así, uno de esos estados tranquilos terroríficos y seguros por ejemplo, había sido Albus Dumbledore, el hombre que solía controlar hasta el ministerio.
¿Cómo se pone nervioso a un Gryffindore?
Se dijo Snape en secreto.
Le era sorprendente que la joven frente a él se muestre tan fuerte y le haga dudar de hacer un movimiento veloz y experto, el cual había usado tantas veces que no debía ni pensar en fallar.
Procedió en hacerlo a pesar de las dudas y en un instante milimétrico en que ella volteó a ver al mozo traer las sopas después de la jarra de agua, colocó las gotas veloz en su vaso.
Ella no notó nada, pero sí se sentía tensa o extraña, así que pozó sus ojos cafés en él un instante más. Hermione observaba sus manos grande, su quijada, y de un instante a otro se distrajo al ver al mozo entregarle la carta al profesor, para escoger el plato fuerte.
Sanpe al tener la carta hizo un movimieto de cabeza para indicar a la chica a que escoja de la lista, después de hacer el amago de dárselo.
Ella lo tomó y dijo:
—Gracias —usó voz suave, sin perder de vista el rostro de Snape el cual ya sentía la tibia mirada café clavándose en sus pómulos masculinos y nariz larga. El hombre de negro estaba incómodo con eso, y se sentía fuera de su territorio—, ¿Qué desea comer usted? —preguntó al profesor.
—Usted pida primero, yo sólo quiero verduras saltadas a fuego —fue frío y calmo para no dar más señales de alerta, porque para ese entonces ya había sido cumplido su objetivo, el agua de ella ya tenía la dosis de varitaserum y por si acaso también le había puesto a la sopa.
—Bien, yo deseo lo mismo —le entregó la carta al mozo y este se fue.
Debajo de su propia manga gruesa y negra, tenía otra dosis preparada en caso algo le sorprendiera fuera de lo planeado.
La chica sonrió al notar que ambos comerían lo mismo así que con toda confianza hizo una venia suave delante de Snape, con la cabeza, y se dispuso a probar la sopa. Snape esperó ese gesto para meter su cuchara en su sopa y empezar a comer, no sin antes decir:
—Que le aproveche —la voz del mago fue como siempre, con ese gesto como comprometido, aburrido o desagradable, una ceja se le alzó en la indicación.
Fue ahí que la chica hundió también su cuchara de plata en el tazón de loza. El rostro de ella reflejaba sinceridad, sus ojos veían ese recipiente casi lleno de caldo y fideos, como una exquisita delicia, así que el sabor fue aún más interesante de lo que esperó.
Snape intentó no aguantar la respiración, pero después de tomar el primer trago de sopa al mismo tiempo que ella, no pudo evitarlo.
—Wow esto es delicioso, el pollo cortado en cuadrados… —la voz de la chica era emocionada, para Snape el gesto de su rostro era sincero. Hermione deletreó entretenida—, la cebolla china diminuta, los fideos grandes rellenos, los fideos largos… —el mago se pudo alerta aunque le daba razón en ese enumerar los elementos mientras saboreaba—, sobre todo tiene un ingrediente especial, me sabe a varitaserum perfumado con canela, tal como imaginé si salía con usted un día —la chica lanzó rápido sin dar opción a Snape de asimilar. El mayor sólo tosió porque la chica había descubierto el ingrediente secreto al probar la sopa la primera vez
—¿Tiene varitaserum? —se hizo el loco—, a mí no me sabe —hizo un silabeo usual delante de ella.
—Si desea puede probar del mío —dijo ella sin ningún problema, porque desde entonces diría cada cosa que pensara en su cabeza aún si esto fuera insultante. Toda la verdad saldría de su boca y como su actitud era amable, no le importaba que él supiera lo que sea, Snape ya sabía mucho de su vida en Hogwarts, aún más que sus padres.
Comía feliz, no paró de comer su sopa con varitaserum.
—Bien, jovencita… ¿Qué tiene contra mí, por qué me ha menospreciado delante de sus compañeras sin conocerme? ¿Por qué se cambió de curso de pociones en un inicio? ¿Quién le ha ordenado que hable mal de mí? Usted no me conoce.
Hermione se veía perdida y distraída en la sopa, no paraba de beber y hacer gestos agradables, sin embargo su atención en lo que decía Snape era completamente precisa.
—¿Menospreciado? no,no ha sido mi intención, y en lo último tiene razón, yo no lo conozco —siguió en sus fideos con recato y cuidado—, si me cambié el horario de pociones fue porque no llegaba a su clase y tenía que usar más veces el giratiempos, no fue porque no quería asistir con usted. Lo digo porque la profesora me convenció de regresar con usted.
—Usted dijo que yo era desagradable, descortés y muchas otras cosas más, que no tienen sentido ahora —él también tomaba de su sopa con recato.
—Mh, sí lo recuerdo —apretó los labios avergonzada y luego subió la mirada y sonrisa—, en realidad no quise decir eso, recuerdo que también intenté decírselo en su despacho pero usted no me escuchó —estaba calmada aún.
—¿Qué quiso decir, algo peor de mí? —Snape se detuvo de comer y se tomó de las manos en un gesto sobre la mesa, apoyó la punta de su mentón en la parte posterior de su mano derecha, en pose de atención y vigía.
Hermione no cambiaba de actitud, se mantenía calma, con una sonrisa sutil y sincera.
—¿Quiere saber lo que dije? —sonrió con coquetería, de lado y Snape entre cerró los ojos—, Es fácil… —se detuvo de comer y también se tocó las manos, así como él—, aquél día delante de mis compañeras quise decir que usted es una persona agradable, que es un caballero de porte interesante, altivo, sus ropas son magníficas aunque a veces anticuadas, su silencios e inteligencia son desesperadamente atrayentes a mi parecer, y además, su perfume, el cual aún no logro saber cuál es su tono final, es como si fuera un imán a mis sentidos.
Snape se sintió ofendido, por alguna extraña razón. ¿Estaba haciendo efecto la poción concentrada o había errado en la preparación? Porque definitivamente no era amortentia el contenido ligeramente ambarino que le dio.
—¿Eso quiso decir? —presionó en la pregunta—, ¿Qué tal eso de que “Nunca me fijaré en un hombre como él”, señorita usted, ha sido muy atrevida y no sabe quién soy yo.
Hermione sonrió y retomó en avanzar con la sopa. Se quedó en silencio unos segundos y decidió añadir:
—Casi un mes y medio lo he observado con detenimiento, por los juicios de Harry ¿Se acuerda?
Snape estaba confundido, no recordaba una convivencia cercana.
—No estaba enterado que me observaba, señorita Granger —Snape cambió su actitud con ella a pesar que aún tenía algo que no le convencía por completo.
—Lo hice, ya no lo hago pero lo hice —miró la ventana, una lluvia suave que empezaba a golpear el cristal, y luego volvió a clavar su mirada café en él—, cuando dije que “Nunca me fijaría en alguien como usted” en realidad imaginé que esas serían exactamente las palabras que usted me diría cuando supiera que usted me es interesante —hizo un gesto suave y resignado, sus ojos cafés brillaron como si retuvieran fresco y alegre líquido de verguenza. Su voz se hizo aún más suave, en susurro, definitivamente esa era una profunda confesión, eso era exactamente lo que estaba en la cabeza de Snape, pero ella estaba tan relajada que parecía ser práctica, como si contara una información—, Sabe, incluso he jugado a imaginar que se interesa en mí por accidente y luego me manda a volar. “Nunca” en realidad es una esperanza vaga en mis labios porque no lo conozco como usted dice, esa es la verdad. Pero lo observé fuera de Hogwarts casi mes y medio al acompañar a Harry al ministerio, ahí usted era distinto con las personas adultas cuando éstas se acercaban a charlar. Usted era respetuoso, atento con las secretarias del ministro y… Usted era distinto —ella llevó la vista a un punto en la mesa como si recordara pero luego volvió a él—, finalmente todo concluye en que si hubiera dicho eso a mis compañeras, lo que de verdad quería decir, me hubieran tomado como una boba —sonrió al ver los ojos de Snape atentos, en desconcierto profundo—, así, así como usted me mira ahora. Porque ser su amiga o alguien más sería imposible. Recuerde ese día que subimos por el ascensor y había un grupo de hombres con nosotros, usted me sujetó por la cintura y me atrajo a su lado, Harry estaba del otro lado, su toque me dijo algunas cosas de su forma de ser con una mujer.
Snape separó los labios sin creer que ella le decía eso.
—Yo sólo evité que no la pisen, había poco espacio —dijo Snape para intentar explicar el malentendido, de que no la tocó con otra intención.
—Lo sé, lamento haber dicho todo esto. Sé que fue para que no me golpeen esos sujetos, pero fue suficiente para matar todo rastro de prejuicios que tenía contra usted —bajó la mirada—, no me mire así.
—La miro así porque no creo nada de esto —tomó la cuchara dispuesto a seguir en su sopa pero algo le impidió levantar el líquido y llevárselo a la boca—, Usted me ha confundido, porque sus palabras cargaban odio aquél día, como si le debiera algo, como si hubiera quedado un pendiente entre ambos —no dejó de verla a los ojos—, Por lo menos hoy debe estar convencida que es la primera vez que una alumna me manifiesta algo así, lo que usted me dice en este instante.
Hermione asintió y no levantó la mirada.
—Yo no lo sé, no lo conozco como usted dice —suspiró y levantó los hombros en señal que de verdad hablaba del tema como si fuera algo no tan importante, y que ya había dado por concluído en su cabeza. Como si Snape fuera un imposible y se conformara en ello sin ni8ngún problema.
Suspiró más de dos veces, estaba avergonzada.
—”Nunca” Esa palabra se usa con ligereza, señorita, usted no la vuelva a usar —lanzó una orden y continuó con su sopa.
Hermione siguió hasta acabar todo el tazón de fideos y dejar un resido de un centímetro, con caldo solitario.
Suspiró y se volvió a dirigir a él con cuidado:
—Señor ¿A qué hora pasa el efecto del varitaserum? —no estaba preocupada, porque el temor de que Snape se entere de aquél secreto ya no tenía sentido.
—Aún en unas cuatro horas más —Snape acabó su sopa, completamente. No hizo comentario alguno de lo que acababa de recibir sin asimilar.
Por otro lado el mozo en ese mismo instante, trajo platos idénticos de verduras salteadas en sartén hondo.
Hermione permaneció en silencio, ya no miraba a los ojos al profesor.
—Señorita Granger —Snape llamó su atención. Se levantó de su lugar y se sentó a su derecha junto a ella, aunque no tan cerca. Hizo este gesto para ver si la chica estaba en peligro en caso de no ser él su compañía, una prueba, una manía de comprobar su resiente conocimiento y contrincante Gry.
Inesperadamente sin que él se de cuenta, ella subió poco a poco, con su mano derecha, la varita café de vid con fibra de núcleo de corazón de dragón. La cual paró al estar frente a su cintura y debajo de la mesa. Ella estaba realmente alerta.
Snape jaló el plato para comer a su lado y entonces inclinó su cabeza delante de la atención de ella en símbolo de disculpa, no la miró, se mantuvo recto como si viera a dónde él antes estaba sentado aunque más hacia abajo.
—Quisiera que acepte mis sinceras disculpas por haber colocado varitaserum en su sopa y por aquella vez en mi despacho donde no dejé que usted se exprese con libertad. Estaba enojado y confundido, no sabía por qué usted hablaba mal de mí a sus compañeras… Lo lamento —susurró todo eso con gravedad, sin dejar salir toda la vergüenza por el odio que manifestó esa vez. Sus cabellos tapaban su rostro por los lados.
Hermione subió más la varita, en este instante sin tocar la madera del borde de la mesa, en unos segundos colocó la punta de esta en el mentón de él, con presión amenazante.
Atravesaba esa cortina de cabellos rectos y largos, los cuales pasaban los hombros del mago en ese instante.
Sonreía amable a él aunque este aún no le miraba a los ojos.
—Olvide todo esto que dije y tome distancia —indicó con la varita como advertencia—, no use esto que le dije en mi contra porque ahora mismo no tengo otra intención con usted que responder lo que me pregunte. Porque como verá, no me queda de otra que ser sincera.
Snape sonrió de lado por la maravillosa jugada, esa chica estaba en defensa a pesar de la vulnerabilidad de su mente, convencido porque esa joven mujer era astuta y valiente por atreverse a tocar su mentón con la punta de su varita sin que se de cuenta.
Se dejó hacer y voltió a mirar en su rostro.
—Es admirable Granger, su defensa está intacta —sentía la punta de la varita de la chica en su mentón picarle más fuerte—, No se preocupe, sólo quiero comer a su lado —la miró a los ojos, directo a ellos al hacer un esfuerzo para girar un poco el rostro—, también quería proponer que me ayude en un proyecto de investigación, es una tésis para un doctorado en pociones, si lo hace conmigo obtendrá la mitad del reconocimiento. Buscaba desde hace unos meses en que estaba en San Mungo, alguien con quien trabajar y usted es la persona indicada.
—¿Por qué soy la indicada? —bajó la guardia y dejó de apretar con la punta de su varita el mentón del mago, mientras este le hablaba—, ¿Es por lo que dije esta noche?
—No, no, es porque al finalizar el semestre sabrá más de mí que cualquier otro y además puede que tenga más conocimiento que este servidor —empezó a comer las verduras, tranquilo.
—¿Va a sostener mi castigo de leer sus apuntes escolares? —preguntó ella después de probar unas verduritas verde brillante.
—Necesito que me haga la biografía, eso no es mentira o un capricho de castigo. El castigo es un pretexto porque no quiero hacerlo yo, bueno, no puedo hacerlo yo, es la orden del ministerio, debe ser alguien más y me he ahorrado unas monedas de oro con usted.
Snape estaba siendo sincero con ella.
—¡Bandido! Usted me usa porque no quiere hacer el trabajo pesado o no quiere pagarle a otro. Pero yo no tengo tiempo y aún así puedo, debería hacerlo usted.
—No, mi intención también es que sea la mejor y así poder trabajar a la par conmigo, así cuando yo acabe mi proyecto de investigación, usted podrá pedirme ayuda en el título y especialidad que desee. Tendrá el privilegio de que sea yo su coautor, la persona que de visto bueno a todo lo que se proponga. ¿Qué le parece, Granger? —se mantenía serio y centrado, su voz era grave aunque un poco baja en ese instante.
Hermione sonrió mientras masticaba, estiró el brazo y sorbió un poco de agua fría
—Gracias, sí lo considero como un privilegio —ahora era más cortante porque empezaba a sentirse colorada de las mejillas y avergonzada por tener a Snape tan cerca—, lo haré, estoy segura que sí puedo hacerlo, pero le cobraré caro después.
—Lo sé —soltó como si fuera obvio, en presunción—, es usted una insolente y malcriada la mayoría del tiempo, sin embargo no es irrespetuosa conmigo. Pormeto que la compensaré.
Hermione hizo una risa suave.
—¡Qué malvado! Es el colmo de decirme insolente, nunca he sido insolente con usted… O bueno, quizá un poco nada más —iba a tocar el codo izquierdo del mago pero este no le permitió que lo toque y la miró con acusación, no por rechazo sino porque ella ya le había dejado marcas de sus uñas en el pecho.
Snape se relajó tanto que pensó en todo lo ocurrido, muy rápido e hizo una promesa amenazante.
—Le juro —apretó las palabras entre sus dientes—, que desde hoy voy a vigilarle el doble. No quiero más alumnas insolentes en Hogwarts, no lo he permitido y no lo voy a permitir “Nunca” —se burlaba de ella con esa palabra.
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