No Vio Cap 2

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*

Al final de la clase de DCLAO Hermione se quedó para hacer algunas preguntas respecto a Harry quien aún debía tener reuniones en el ministerio ese último mes, razón por la cual sus faltas en las clases eran continuas.

Black vio sus intenciones de charlar, por eso apresuró sus manos en guardar un par de libros delgados que usaba como guías para las clases y se acercó a ella quien le esperaba en el portal de madera con rostro curioso.

—¿En qué te puedo ayudar, Hermione? —no tomó otra actitud distinta a la de un profesor, eso de llamar a la chica por su nombre era algo natural que fluyó desde un año atrás en la casa de los Wesley.

—Es sobre Harry, me preocupa, no ha respondido ninguna de mis cartas.

—Aún está afectado por todo lo de Voldemort —dijo rápido a la chica, más cerca a ella para evitar que otros escuchen acerca de ese tema delicado—, él cree que aún Voldemort puede influir en sus sentimientos y emociones, tiene pesadillas constantes y… Esa es la razón por la cual muchos le están analizando en el Ministerio, en realidad es por petición personal suya. En verdad Harry los estima y está preocupado por ustedes, me dijo que le echen ganas a los estudios y si pueden que le pasen las tareas.

Hermione bajó la cabeza y sonrió de lado.

—Si hay alguna forma en que pueda ayudar, dile que cuente conmigo y que por favor me lea.

—Se lo diré, jovencita. Con permiso tengo que resolver un par de asuntos… —Miró al final del pasillo como si ahí estuviera otra persona, hizo que la chica gire a comprobar, pero no había nadie.
—-Espera, Sirius… —la joven estudiante se acercó a él, sacó algo pequeño de su bolsa y se lo entregó en delicada discreción.

—Dime —vio el objeto y alzó las cejas—, Ah, muchas gracias, Hermione. Nos vemos después —pensó qué decir un par de segundos, con una sonrisa de lado, simpática ya a un par de metros desde donde estaba ella—, quizá quieras tomar un poco de té en mi despacho y conversar acerca de este asunto —apretó el objeto aún más con su mano.

Ella asintió y se quedó con los ojos en dirección a ese pasillo largo que le dirigía hacia las escaleras del ala este, por buen tiempo, quizá un minuto.

Al girar para cruzar la esquina e intentar tomar un atajo por un pasillo escondido, chocó contra el pecho del profesor Severus Snape. Tomó su bolsa y se la colocó rápido en el hombro porque este había resbalado hasta su antebrazo.

—Lo lamento, profesor… Iba a… —Tenía el corazón a mil por hora, ¿Cómo no asustarse con la persona más temible y Slytherin del castillo?

—¿Dónde creer que va? —Hizo un paso a su derecha, con intención de impedir el paso a su estudiante exactamente al mismo tiempo que ella hizo un paso a su izquierda.

—Iba a subir por un atajo, señor, disculpe —no tenía ganas de discutir.

—Nada de atajos —acompañó su voz con un gesto rotundo de sus manos—, vaya por donde debe ir todo estudiante ¿O quiere un trato exclusivo en el castillo, Granger? —ordenó y cruzó los brazos.

Hermione frunció el ceño confundida, esa negra y vieja alma tenía ganas de discutir, tuvo intención de responder pero se quedó con la boca abierta en gesto de que no entendía la actitud defensiva y reclamante del mago.

—No sucederá de nuevo, lo prometo —quería darse la vuelta para marcharse pero el mago la detuvo con la voz.

—Espere, usted tiene algo contra mí…  —acusó a la chica sin pensar.

Hermione frunció el ceño de nuevo y giró un cuarto de vuelta para recriminar y negar.
Abrió los ojos en sorpresa, vio el rostro inexpresivo de Snape y finalmente una ceja alzada en acusación soberbia.

—No, ¿Por qué dice eso, señor? Yo ni lo miro…

Snape hizo cara de rechazo, un poco más se escribía en su frente la palabra “Asco”, acompañado eso con un lento seseo, siempre tenía esa voz grave y serpentina.

—Le dice a sus compañeras de casa que soy insoportable, que soy desagradable y descortés… —esperó a ver si ella intentaba aclarar eso—, ¿Por qué habla de mí a otros? Usted no me conoce.

—¿Qué, quién le dijo eso, Señor? —su cuerpo se tensó y se irguió para defenderse. Empezó a atar cabos en la mente, quizá una de las chicas había comentado a un compañero de Slytherin en el comedor, con eso de que ahora se hablaban todos sin ningún problema y sin importar las casas.

Negó la chica, con más energía.

—No… —no pudo decir más.

—La escuché…Una situación incómoda y desafortunada, alumna. La consideraba, consideraba que era una persona educada, pero hablar mal de una persona que usted no conoce… Eso sí es desagradable, no da buen testimonio de una señorita.

—No por favor, olvide aquello —hizo un gesto con sus manos para que él preste atención—, lo que trataba era que ellas no me molesten, lo mismo hubiera dicho por otro mago, sólo fue un error, una reacción rápida.

—Falso, la escuché bien, no soy estúpido.

Ella sintió como si él le hubiera tirado una cachetada, frunció el ceño en gravedad, se sentía mal y avergonzada.

—No, lo lamento, yo no… Yo primero elogié su persona… —se acercó un poco a él, ahora con una actitud de disculpa—, si escuchó bien debe recordar a Ginny decir que usted era feo físicamente —su mano hizo un gesto de señalar el porte del mayor cuando dijo “Feo”—, pero yo resalté que usted es alto y que me gusta como viste —se arrepintió de decir “me gusta”—, me parece que usted es siempre elegante —por más que intentara esa chica arreglar algo que no debió de compartir con otra persona delante de Snape, la excrementaba peor al tratar de explicar.

—¡Mejor cállese! —la miró a los ojos con reproche, hizo un pase con una de sus manos—, Soy un profesor ordenado, de buena reputación en estos tiempos, el cual siempre busca disciplina, así que la próxima que quiera referirse a mí como si fuera descortés, piense que uno no está para ser su amigo o agradar a una niña —soltó de forma despectiva—, Granger, yo no pongo cara bonita  —deletreó su apellido entre sus dientes, lento—. Si quiere un profesor como amigo acérquese a su profesor de DCAO… —hizo más la cara de asco entre sus llamadas de atención duras.

Hermione agachó la cabeza y negó avergonzada de que él le haya escuchado decir todas esas cosas que en realidad no tenía intención de decir y menos delante de sus compañeras.

Subió la cabeza cuando escuchó a Snape respirar airado, estaba un poco agitado y acelerado.

—Profesor, lo siento en demasía —dejó salir lento, negó con la cabeza, sacó eso desde el fondo de su corazón—, me equivoqué, tiene razón, no le conozco y me siento avergonzada por haber dicho todo eso de usted.

—¡Vaya a cenar! —silabeó y siguió sus pasos en la misma dirección de donde salió de entre las sombras. Al darle la espalda le dijo con aquella usual voz grave—, el próximo lunes venga a mi despacho, está castigada y tendrá que copiar mi biografía, unas cien veces por lo menos, no bromeo.

Hermione se preocupó ¿Por qué repetiría algo tan específico como su biografía, acaso de verdad existía una? No creyó que él hablara de ese castigo en específico, el cual parecía una exagerada broma.

—Ahí estaré —apretó los labios en símbolo de justicia, le daba la razón. Y luego asintió avergonzada después de tomar el camino correcto y desaparecer frente a él.

***

Hermione antes de dormir optó por  recriminar su actitud, repasó esa tarde con las chicas, sus comentarios simples y sin razón, recordaba también aquella incómoda conversación con el profesor. ¿Por qué? ¿Por qué había dicho que era desagradable y descortés? Bueno, en algún momento del pasado eso hubiera quedado como una descripción suave de Snape “Desagradable y descortés”, el profesor, con toda sinceridad del mundo y al verlo con ojos de una niña (muy poco sabía de él como para tener una opinión precisa) ese hombre había sido una persona desagradable, soberbia y antipática, pero al intentar decir algo en el presente después de algunos desenlaces cercanos, llegaba a la conclusión que Snape tenía razón. Ella no le conocía, no tenía ni idea de quién era.

Esta vez no tenía sentido algo así, describir a Snape de esa forma delante de un grupo de chicas a las cuales sólo les interesaba el aspecto físico y distintas maneras de conquistar a profesores jóvenes. Snape por otro lado había regresado a Hogwarts después de la guerra, y ella no había asistido ni si quiera a cinco clases con él.

Estaba equivocada y tenía una última oportunidad de convencer al mago con una disculpa sincera en su despacho privado de profesor, antes de que Snape le castigue como a una cría de primer grado.

***

La tarde que siguió.

Hermione salió al exterior en horario de descanso, tenía aproximadamente cincuenta y cinco minutos para dar una vuelta antes del almuerzo. Caminaba sobre el cuadro del patio mientras un poco de viento fresco movía sus cabellos castaños largos, más largos que otros años, se hizo en camino recto del lado de las columnas y se detuvo en el mismo lugar donde las jóvenes mayores de su casa estaban sentadas en círculo junto a una de las bancas de piedra.

Juzgó un instante.

Otra vez ellas ocupaban su ocio en charlar acerca de los profesores nuevos, los practicantes. Por eso Hermione al notar que era aquello otra vez, mantuvo su distancia y escuchó atenta después de poner unas hojas del diario el profeta, delante de sus ojos. Fácil sería fingir que leía y de vez en cuando poner atención a las opiniones de sus amigas.

—Megan es quien tiene mejor aspecto, es soltero y tiene una familia con negocios de importaciones marítimas. Es un buen partido para alguien que termina el último año en Hogwarts —Ginny le dijo a Padma y Mónica quienes estaban frente a ella.

—Me gusta más aquél —hizo rostro de pensar el nombre de uno de los mayores—, el de ojos azules, me es más interesante porque es Gryffindor —comentó Mónica, sujetaba un buen poco de su cabello negro y lo colocó detrás de su oreja después de pensar en aquél ex compañero, egresado cuatro años antes que suceda la guerra contra el innombrable.

—El profesor Black también es atractivo —Wennie suspiró al pensar en él, en su cabello largo, sus rizos suaves y sus ojos claros—, tiene unos ojos marrones preciosos, además es muy coqueto y amigable, más accesible que otros —sus mejillas ya estaban rojas—. Además, sabemos que tiene una fortuna considerable.

Se escuchó una risa indiscreta entre varias de las presentes.

—Tiene la edad de nuestros padres —Rió Ginny al intentar que se tome en cuenta eso—, ¿Tú qué opinas, Hermione?

—Yo opino que no tengo nada que opinar… Así que con su permiso me retiro a almorzar —se hizo sobre sus pies, arregló sus ropas, caminó dos pasos hacia atrás porque iba con mucha energía a seguir hacia el corredor izquierdo. Y sin querer su mala y reciente suerte le hizo chocar con Snape otra vez en un golpe seco y por el frente.

¡Merlín, no otra vez! Pensó ella y se tapó el rostro rápido.

Snape sacudió sus ropas exagerado, un poco aturdido, la miró y frunció el ceño a punto de insultar su distracción, pero al ver a las jóvenes cerca se aguantó.

No podía reaccionar mal delante de ellas porque entonces Hermione tendría razón en todo lo que había dicho, y mejor no le daría más relleno al asunto.
Por eso optó por hacer una simple pregunta.

—¿Qué le sucede, acaso no ve por dónde anda? —le llamó la atención sin gritar tanto pero sí exagerar. De todas formas él estaba más consciente en el camino que ella, el problema fue la sorpresa.

La joven prestó atención a ese par de ojos negros oscuros como el petróleo e incluso en sus pestañas largas y cejas pobladas, sin fijarse que una de sus libretas se deslizó hacia el suelo junto a una pequeña cantimplora. En el acto ambos objetos alcanzaron el piso con un ruido seco. Ella sintió miedo.

Snape vio hacia abajo y a la joven, vio a la joven y luego los objetos de nuevo. Fijó sus ojos a la mochila mal cerrada de su estudiante y vio su reacción paralizada, a Granger que no se movió sino que le miró a los ojos claramente asustada.

—Lo, lo siento, señor, juro que no lo vi… Usted apareció de pronto —empezaba a estar agitada, se dio cuenta tarde de sus cosas en el suelo.

La chica bajó su mirada, y justo cuando fue a levantar los objetos, Snape también lo hizo. Sus manos se tocaron al sostener la cantimplora, esa mano enorme de dedos largos casi abarcó, y de sobra, toda la circunferencia del recipiente.
Aquél evento provocó que el rostro del mago esté muy cerca a ella tan cerca que su estudiante retrocedió unos centímetros atrás para no golpear su frente con él, nada extraordinario.

La boca del profesor se quedó a unos diez centímetros o menos de sus labios, hubo un silencio tan golpeado que hasta se detuvo la respiración de Hermione, en cambio él frunció el ceño y sólo se fijó en que ella le tenía real y traumático miedo.

—Tenga cuidado —espetó Snape en sílabas apretadas entre dientes, con lentitud de fastidio. Sacó su varita y metió los objetos a la bolsa de la estudiante después de que los lanzó al aire detrás de él. Tomó postura recta al erguirse más sobre sus pies, puso sus manos detrás de su espalda y siguió su camino, serio.

Las compañeras de la chica se ganaron con todo el pase del profesor y la cara espantada de Hermione.

Ginny abrió la boca por el susto, porque chocar con Snape debía ser al menos veinte puntos menos. Observó a su amiga y la prisa que imprimió para seguir en su camino directo al comedor.

—¡Ey! ¿Vieron lo mismo que yo? —Mónica mencionó con discreción, en susurro enérgico y gestos escandalizados.

—Sí, Hermione chocó con Snape y él no le bajó puntos —dijo Ginny como si nada. Aunque un poco sorprendida de lo que se libró la castaña.

—No, eso no… ¡Snape se ha comprado un levita verde petróleo, tan oscuro como su alma! —Mónica era la más detallista y perspicaz de todas, bueno en realidad más fijona.

Padma se puso de pie e intentó observar al Slytherin sin nada de disimulo.

—Es su traje azul oxford de siempre —inquirió Padma con seguridad. Se vio el esfuerzo en sus ojos por notar el color al mirar a Snape, una cara rara porque los rayos del sol caían sobre sus pestañas.

—No, de verdad es verde petróleo, no verde Slytherin sino oscuro como la libreta de apuntes que luego utiliza para colocar sus notas.

—Por qué habrá cambiado el tono de su ropa, eso es raro… —Parvati no quiso quedarse callada, hizo que las demás se extrañen de verdad porque era cierto, Snape nunca había cambiado el tono de sus ropas aunque permanecieran tan oscuras como negro.

—Ah ya, esa libreta que luego parece su amante porque no la suelta, la que luego relee y relee en todas partes… Pues no parece de notas sino más bien, un recetario quizá —Winnie ni si quiera vio nada y opinó, veía el pasto distraída.

Ginny rio con energía.

—¿Por qué cambiar de color de Levita? y además olía a Rouge Gio, un perfume que promocionan en el panel del centro de Londres, aquél junto al metro de la avenida principal.

—¿Cómo sabes cómo huele ese perfume? —Parvati entre cerró los ojos en acusación, sus manos hicieron un gesto de sorpresa.

—Porque cuando fui a comprarle uno a Harry por su cumpleaños, hace poco, me dieron a oler el aroma, es fuerte, de carácter mayor, además es caro y me fui por otro más barato. Estoy segura que es ese perfume, es tan bueno que me quedó en las manos durante dos días aún después de lavármelas veinte veces cada que iba a baño.

***

Hermione tuvo una reunión privada con Black, muy discreta, la cual sostuvieron encerrados dentro de su despacho. Ahí Sirius le comentó que los rumores del profesor Lupin y Tonks eran ciertos, que ellos permanecían escondidos en Rumanía, gracias a que un grupo privado del Ministerio quería tomar a su hijo e intentar experimentar con él en el absurdo de ser mitad licántropo, sin embargo ellos comunicaron al Ministerio que su hijo había nacido muerto. Black le dijo y le aseguró que ambos estaban bien, algo que la puso de buen humor hasta el día Lunes que tuvo que ir a enfrentar su castigo con Snape.

Al estar al fin frente a la puerta del despacho privado de Snape, uno más grande y diferente al anterior ambiente de pociones, suspiró dos veces junto a miles de dudas en la cabeza, dio tres golpes enérgicos con sus nudillos, no por querer golpear así si no que estaba excesivamente nerviosa.

Nadie respondió.

Iba disponerse a tocar nuevamente, pero la puerta se abrió. El rostro cetrino y serio de Snape se asomó en un pequeño espacio de abertura de entre la puerta y el marco de esta, era él definitivamente, bueno, uno de sus negros ojos y su ceja amarga.

Hermione pudo reconocer que quizá se había olvidado de ella por ver ese rodar inconfundible de su iris sin ganas de recibirla.

—Pase, Granger —dijo grave—, párese ahí frente al último librero —la chica entró y obedeció. Snape cerró la puerta cuando su estudiante avanzó hasta la mitad del salón—, Llega dos minutos tarde, señorita.

Hermione bajó la cabeza, tenía un gesto avergonzado.

—Buenas noches, señor ¿Debo leer los libros?

—¿Qué come que adivina, Granger? Aunque erró al referirse a ellos como libros —hizo un ademán de orgullo y altivez al pararse frente a este enorme librero—, estos son diarios, cada uno de ellos… Su servidor los ha escrito por varios años a puño, letra y magia.

—¡Merlín! ¿Escribe un diario? —se asombró y dio pasos hasta estar junto a él. Dejó su bolsa sobre un sofá oscuro, a su izquierda. Bueno, la joven en realidad lanzó veloz sobre la superficie de este.

—Sí, Granger, este es mi diario personal desde que tenía diez años de edad. Si usted necesita una biografía completa de mi persona, va a tener que leer… —hizo rostro malicioso—, y tendrá que leer mucho.

Hermione abrió la boca espantada.

—Pero… Eso es demasiado, tengo muchos cursos y tareas… ¡No podré acabar hasta fin de año… Oh no, aquí hay como docientos textos o más! —hizo rostro de tristeza y decepción—, es que, señor… Este año también adelanto los créditos del siguiente año ¡No podré hacerlo, Señor! —se quejaba con desilusión, desesperada.

—Usted quería hablar de mí a otros, Granger… —Miró en los ojos de la chica y se acercó, tan cerca de ella que tuvo que inclinarse para verse amenazante. La joven puso rostro enojado sin embargo sus ojos cafés estaban a punto de derramar lágrimas de desesperación—, Cuando acabe podrá hablar de mí, se lo aseguro.

Ella estaba tan enojada que no hizo nada cuando la nariz del mayor le tocó la suya.

—¡Señor, por favor! —rogó para apostar a una oportunidad y se separó de Snape.

—No, y comience ya que le hará falta tiempo —Él empezaba a disfrutar del castigo.

—¡Por favor, es demasiado! —rogó con la voz quebrada, eran planes rotos, todo se iba a desacomodar por ese tonto castigo.

—¡Haga lo que le digo! Una contradicción más y tendrá más castigos…

Hermione mordió su lengua, caminó y buscó las etiquetas en el gran librero, sentía un golpe en la cara y se aguantaba de llorar. Al acercarse más se dio cuenta que el librero tenía más libros en la otra cara detrás de dónde estaba, se quedó de una sola pieza con la boca abierta para gritar a ese hombre “Mal nacido” pero en vez de eso se derramó en el piso y empezó a leer con lágrimas silenciosas que escurrían hasta su barbilla y luego pintaban un poco más oscura la alfombra del piso, era la consecuencia de una dolorosa y cristalina humedad que golpeó constante desde cierta altura. Era difícil parar de llorar y todo por una imprudencia.

*

Pasado unas cuatro horas, la estudiante había avanzado con seis diarios, hubo la suerte que en la mayoría habían apuntes, dibujos, mapas y opiniones cortas. Pensaba que iba a ser una caca todo ese asunto, que al comenzar la primera libreta  iba a tener que rogar al profesor que le hiciera repetir el año, sin embargo estaba entretenida e impresionada con la prosa de un niño de once años (Porque en el diario que había acabado de leer él ya tenía once años).

La mitad de las cosas en esos valiosos tesoros de Snape eran personales, investigaciones, hechizos nuevos (La combinación de estos), cosas relacionadas con pociones y tristes recuerdos. Raro que se pueda apreciar seriedad en el texto de un niño que claramente no había pasado momentos gratos en casa o distracciones naturales.

Hermione, sin creer que en sus manos poseía algo así, desviaba la mirada con cuidado para observar al mago, preguntándose en la mente “¿Cómo es posible que él haya soportado tanto? ¿Por qué pensó aquella vez en la plataforma 9 3/4 que no vería a su madre de nuevo?“. Se sentía mal por él, algo sabía de su pasado pero no se imaginaba que hubiera vivido en un pozo oscuro desde entonces, que siempre hubiera sido frío, téticro y gris. Todo por la ausencia de su madre, algo que no leyó pero se dio por entendido.

—Señor —dijo con cuidado—, debo ir a dormir —avisó sin mirar a sus ojos porque aún estaba enojada.

—Vaya —respondió desinteresado.  Añadió algo más—, avíseme si debe entrar nuevamente en mi despacho, sólo envíe una notificación rápida porque le acabo de otorgar permiso de venir cuando pueda —fue áspero incluso para avisar algo tan sencillo.

—No, señor… Esto es demasiado, no puedo con esto, no vendré de nuevo aquí, me rindo.

—No pienso discutir esto de nuevo, señorita Granger —alzó la voz, aún sin verle a la cara, estaba concentrado en sus cosas, escribía en una libreta de pasta verde.

—Señor, son recuerdos muy personales ¿Por qué quiere compartir esto conmigo? —pensó qué decir momento atrás—, me rindo, voy a repetir el año de nuevo y me retiraré de todos los cursos.

Snape se hizo de pie con una queja en su boca la cual no salió clara. Fue hasta ella para amenazar lento y grave.

—Usted es una cobarde —silabeó lento.

Ella se extrañó por eso, no le afectó tanto sin embargo tenía que decir algo.

—No puedo recibir su castigo porque tengo cosas importantes que no tienen que ver con la escuela.

—Es una cobarde —le dio la espalda y fue hasta su librero de pociones a meter dos textos en su lugar.

—Varios de mis amigos también han pospuesto y no por eso son cobardes. ¡Usted es un exagerado!

Snape giró veloz al escuchar eso e intentó ignorar algunas cosas que dijo la chica para concentrar todas sus fuerzas en lo que ella había cometido.

—El Señor Potter se ha encargado de repartir algunas cosas mías, eso lo sé, señorita. Cosas demasiado personales, cosas que al parecer muestran a una persona que necesita a gritos de olas de lástima y cuidado… —se alejó de ella y se tomó las manos en la espalda—, Usted, señorita, se va a encargar de escribir mi biografía, no estoy jugando. Cuando la gente termine de leer el libro que le ayudaré a publicar, sentirá respeto y miedo de mí en vez de lástima y compasión. Le estoy dando un reto tan simple, un privilegio, pero creo que la he sobreestimado ¿Cierto? usted no es capaz de nada.

Hermione en un movimiento desesperado le tomó del brazo para que le preste atención y viera en sus ojos, arrepentimiento y cólera. Fue un arranque de rencor.

—¿Usted cree que me importa lo que piensa? ¿Usted cree que juego al decirle que tengo cosas importantes que hacer? ¡Se ha equivocado conmigo, señor, no le voy a permitir insultarme!

—Usted es una co bar de… —Snape volvió a decir despacio frente a su rostro, la joven lo tenía de la solapa y lo arrastraba hacia ella, a su altura.

—¡Por favor! Se lo ruego, no fue mi intención ofenderle… Debe tener un castigo distinto, una tortura más hiriente, pero no esto… —Lloró delante de él con la voz que casi se apagaba—, voy a perder mucho tiempo…

Snape vio la forma en que ella pedía, su mano joven arrugó su ropa, pero no pudo sacar de su cabeza aquellas palabras, Granger le había hecho enojar con eso que dijo de él y no sabía por qué.

—No, no voy a perdonarle… No existe un castigo mejor, este hará que enmiende su error y le enseñe.

—¿Por qué? pero si yo no soy nadie para usted… ¿Por qué le afecta tanto? —ella tenía razón.

—Porque no me gustan las sabelotodos como usted —miró la mano de la chica, con el agarre más débil— ¡Suélteme, Granger a menos que quiera una respuesta a su agresión física! —su piel cetrina de la parte alta de su pecho sintió las uñas arañarle la carne aún con la ropa. Esto era cosa de magia definitivamente.

Ella se sentía más impotente, él la odiaba, no había otra razón ¿Cómo iba a tener sentido una tontería así, castigar así?

Soltó a Snape, se dio la vuelta y susurró dos palabras desde el fondo de su corazón.

—Lo odio, es un mal nacido —fue tan bajo que él no pudo oír.

—¿Qué dijo, Granger? —exclamó enojado. Ella aceleró el paso y se perdió.

Acomodó su ropa cómo pudo y frunció el ceño con más cólera, se quedó unos segundos imaginando qué había escupido esa malcriada.

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