Lucius se quejaba, agilizó sus dedos para revisar más rápido las hojas del libro que tenía en sus manos, buscaba para su amo junto a Snape en algunos libros antiguos de la biblioteca específicamente en la sección prohibida la manera más disimulada de controlar grandes masas con magia, era un ultraje un saqueo vil que Snape tenía que soportar frente a sus ojos, Lucius destrozaba algunas página arrancando estas sin sentimientos de culpa.
La tarea no tenía el objetivo de hacer más fuerte a Voldemort sino de tener la forma para entrenar a sus más cercanos sobre todo los de mayor confianza.
En la oscuridad que no alcanzaba llenar la punta de la varita de Snape flotando cerca de los lomos de textos prohibidos el rostro de Malfoy hizo que el pocionista quisiera darle una fuerte cachetada.
-¡No lo soporto más, quiero que esto se acabe pronto. Mi casa está sucia y apesta a golpeadores, granjeros, aurores, besa traceros del ministro. Lord no entiende que si traicionan al hombre de corbata usada podrían fastidiar nuestro esfuerzo, ha aceptado a cualquier brujito mestizo y estos comen en mi mesa con mi dinero.- Arrugó su cara con fastidio, tocar esos libros le daba asco.
-Aguanta un poco, Lord hará de tu casa un castillo para un rey que no serás tú con tus elegantes vestidos de princesita.
-Lo hago por mi familia, no me fastidies.- Giró hacia a la derecha azotando el cabello platinado.
-Todos tenemos un motivo.- A Snape le importaba un pepino la queja de Malfoy por eso soltó eso sin importarle su reacción.
-Hablando de motivos. ¿Qué ganas tú?- El hombre de cabellos lacios y largos cuestionó con interés.
-Poder.- Dijo seguro el pocionista.
-Ojalá sólo me preocupara eso a mí.- Siguió con el libro en sus manos.
-Tú quieres ver a todos los sangre sucia muertos, esta guerra te dará mucho placer, Lucius. ¿Proteges a tu familia realmente? No me hagas reír.
-Ellos me encontrarían donde quiera que vaya, no tengo a dónde ir además tengo sobre mí muchas investigaciones por culpa de Bellatrix, esa bruja me volverá loca y bueno, lo de la muerte de los sangre sucia sí, nada me va a complace más.
Los susurros entre las sombras del pasillo se perdieron en un silencio repentino, una curiosa estudiante se arriesgó a caminar a deshoras como cada semana, hacía el mismo escape para adelantar tareas de madrugada,
“¡Maldita sea, ¿Justo ahora?! ¿En qué estás pensando, niña?”
Snape la identificó, sus puños se tensaron y rogó a Salazar que no se acercara pero Malfoy la vio también ingresar al corredor de la biblioteca pegado a la pared para estar más escondida en lo más espeso de la oscuridad.
Severus quiso disimular pero el hombre de cabello platinado la había visto pasar con su pequeño candelabro como una indefensa mosca para aplastar, el mago experto en pociones no ignoró el gesto en el rostro de Malfoy, se sintió en problemas.
-Esa es una de las quisiera ver muerta.- Dijo el elegante hombre con guantes de cuero apretados en sus manos antes de que Snape dijera algo.
“¡Ya no puedo hacer más, esta joven tiene muy mala suerte! ¡Merlín salva a esta niña, ayúdame!”
-Más te vale quitarte esa idea de la cabeza.- Snape no supo qué decir, creyó que eso le callaría la boca al rubio.
-¿Por qué tengo que hacer eso?- El hombre de ojos claros lo acorraló con su varita pero Snape no se puso en guardia, ni reaccionó sino que permaneció íntegro y serio.
-Ella es mía.- Severus empezaba a experimentar inseguridad pero no por la amenaza sino por lo que se estaba armando en su mente.
Lucius frunció el ceño.
-¿Granger tuya? No sé a qué te refieres.- Se separó de Snape con un guardar de su varita exagerado en movimiento modoso.
-Bueno, aún no lo es pero pronto será.
Lucius rió malicioso y acusador.
-Es una niña, degenerado, tiene la edad de mi hijo.- Giró e imaginó el banquete del pocionista. -Así que al final sí sacas buen provecho de todo esto.- Intentó ver a los ojos al mago de vestimentas negras pero la poca luz lo hacía adivinar.
-Es más grande que tu hijo pero sí, aún es una niña algo que como verás me importa poco. Y te pido que no le digas nada a Lord porque me la quitará o peor la mata sin que yo me haya dado antes un buen gusto.
-Tranquilo, Snape, tantos tiempo juntos me hace quererte como un hermano esto quedará entre los dos prometo guardar tu secreto si tú prometes cuidar de mi familia en el caso que desafortunadamente me llegue a pasar algo.- Sonrió.
-Lo prometo.- Dijo Snape como salida final.
-Y bueno ¿Qué esperas? ¡Ve por ella y castígala, cazador!- Malfoy lo miró con cara demoníaca abriendo los ojos hasta más no poder.
-Snape se dio la vuelta y salió de la sección prohibida runbo a la chica.
“¡Granger vete de aquí por favor!” No se detuvo sino que apresuró sus pasos para hacer todo cuanto antes y así perder la tensión de desaprobación en su cuerpo.
Entró de forma sigilosa del lado izquierdo del corredor donde ella se escondía, repasaba en su mente las palabras, la forma, el tono en que se lo diría.
Sí, con voz muy suave y grave le soltó unas palabras conocidas perfectamente por ella.
-Estudiante fuera de la cama, diez puntos menos para Gryffindor.- Snape se adelantó hasta ella la cual estaba sentada en el suelo con un Lumus sobre el enorme libro entre sus piernas el cual se cayó cuando se puso de pie cual soldado sorprendido por vagancia.
-Señor lo lo siento, estaba estudiando.- Dijo en baja voz.
Snape reaccionó rápido, la arrinconó contra los libros tomándola del cuello y levantando su rostro para que lo mirase hacia arriba directo a los ojos negros.
“¿Latín, Granger?” Se metió en su cabeza para preguntar.
“No mucho…” Le respondió al mago quien abrió los ojos al sentir la intromisión de la joven. Se quedó sorprendido por la habilidad.
“No voy a arriesgar perder más tiempo, estás en peligro, Lucius Malfoy está aquí conmigo y seguro ahora nos está observando, confíe en mí y vivirá esta noche.”
Se acercó a su frágil oreja, su rudeza lastimaba a la joven, la presión en su cuello la puso roja porque aún no entendía lo que pasaba.
-Placere parce mihi.- Pronunció el mago en Latín apretando las palabras entre dientes.- Abrió la boca para besarla salvajemente, con la otra mano la empujó más hacia atrás, estaba esa posibilidad de hacerle leve daño, aquello era mejor que morir en manos de Malfoy.
Ella no dijo nada sino que sintió que se rompía en mil pedazos como si se quedara sin sentimientos.
El hombre se alejó de su boca un instante aunque seguía planeando intenso sin parar para luego ejecutar.
-Propitius eris.- Susurró en el oído de ella y siguió besándole el cuello, su mano derecha le dio acceso cuando esta bajó y la izquierda subió para tocarle la solapa, sujetarla fuertemente. Le jaló la blusa con fuerza provocando que los botones de esta y algunos del suéter salieran volando al suelo de piedra.
Hermione conmocionada sólo se dejaba hacer sin quejarse, mantenía esa mirada perdida, herida y algunas veces cerraba los ojos los cuales ya estaban enrojecidos por dolor y vergüenza, se sentía utilizada.
Snape la sintió llorar y quiso apuñalarse ahí mismo pero siguió apretándole el cuerpo con el suyo desenfrenado, le había expuesto el pecho, se le veía el sujetador rosa pálido, la había arañado en el arranque de locura, apretado fuerte, golpeado en la cabeza cuando la hizo retroceder contra los libros y además no paraba el beso desenfrenado.
-Perdóname, perdóname.- Dijo en su oído con suavidad para intentar calmarla.
Ella hizo un quejido de no querer más cuando él le metió la mano y le subió la falda, ahora sí luchaba para safar de su agarre tosco y atrevido .
El forsejeo que ambos tenían ahora les dejaba sentir la fuerza del momento, la resistencia, Hermione como podía bajaba la mano derecha para evitar que él la tocara más, Snape la atrapó de las muñecas apretandolás, era seguro que se formarían moretones. Volvía a ponerle la mano en el cuello para debilitarla, quitarle el aliento, su otra mano la metía debajo de su falda, le tocaba el muslo yendo hacia atrás para llegar a lo más delicado de ella, desvestir su cuerpo y finalmente abusar de su inocencia.
-¡No, no no!- Hermione se temía lo peor, no sabía cómo había llegado a tanto, el perfume del mago no le dejaba buenos recuerdos cada que aspiraba intentando tener un poco de aire en los pulmones, ya sentía dolor y no precisamente de ese instante.
Lucius veía todo desde la esquina del corredor con ojos de morbosidad.
“¡Sí ya la tienes!” Se dijo Malfoy esperando más.
Pero Snape no aguantó y desapareció con la chica para aparecer en su habitación. Respiraba sujetando a la niña de los hombros, sus cabellos tocaban el rostro de lado izquierdo de ella, seguía estando contra una repisa de libros pero esta vez títulos de pociones en el interior de su despacho.
Agitado sin soltarla con los ojos cerrados, avergonzado, pasó su mano derecha a la nuca de ella para atraerla hacia él y apretarla como en un abrazo torpe de sabor a final inesperado.
-¡Largo de aquí!- Dijo después de soltarla.
Hermione lloraba en silencio, se soltó de él con un mover de su cuerpo hacia un lado y caminó lento hasta la puerta en lo que arreglaba su ropa y empezaba a correr.
Snape por otro lado se dejó deslizar hasta el suelo dándole la espalda a sus libros, se tapaba la cara con ambas manos porque lo que hizo le dolió más a él no porque hubiera sido fácil ser desgraciado con otra persona sino porque todo eso que ocurrió fue gracias a una pequeña mentira al seguir el juego de una niña metiche e insolente, nunca había roto las reglas después de que se hizo profesor su moral lo atacaba y es que ella, la agredida era una jovencita que tendría esa pésima imagen de un hombre que podía ser su padre, tendría esas crueles imágenes a su corta edad y peor su rostro de cabellos negros, sus ojos encendidos por el fuego del infierno Slytherin aprovechándose de ella.
Tantas veces se había prometido que no sería como su padre y ahora había roto su propia palabra.
“No volverá a estar frente a ti.” Se dijo viendo imágenes en su mente de la que había sido su amiga antes y la niña que ahora tenía lastimado el alma, el ser frágil para siempre por culpa de él. “Una mentira lleva a otra y la que sigue a una más grande y la que sigue se convierte en desastre…” Avergonzado se quedó ahí, no pudo dormir y tampoco pensar en comer horas después que llegara la siguiente noche. “Quizá hubiera sido mejor que Lucius intente algo pero eso era arriesgarla, Hermione hubiera podido defenderse pero ese sucio traiciona por la espalda.”
Dejó caer la cabeza hacia delante, los brazos colgados sobre las rodillas, el cabello a ambos lados de la cara como cortinas negras, una cueva de seguridad que conocía perfecto a la que no había entrado en mucho tiempo desde que tenía veinte años.
Pensaba en la mejor manera de resarcir lo que hizo si es que ella con valentía se acordaba de cumplir su cita en el invernadero.
Por otro lado la joven lloraba, había creido en él de que era posible que Malfoy estaba presente viendo esa barbaridad, pero esos ojos malos negros y oscuros sobre ella, su desvestirla, su tocarla, el maltrato era difícil de dejar pasar.
***
Snape al fondo del invernadero de espaldas hacia la entrada cerca de las siete de la noche sostenía un bolso de tela color café mientras recolectaba y guardaba en ella algunos pétalos de flores.
Se giró hacia las macetas altas de olivo pequeño para cortar algunas ramas y la vio ahí parada en la puerta con la cabeza gacha claramente avergonzada y sin ganas de hablar. Dejó la bolsa en la mesa junto a las macetas, caminó hasta ella y cuando estuvo muy cerca hizo una venia de respeto junto a su hablar grave y arrepentido.
-Creí imposible que viniera. Lo lamento le ofrezco una disculpa y una compensación.- Miraba a la joven que no se movió. Se irguió y metió su mano en el levita negro para ser más específicos en su bolsillo derecho, de ahí sacó una carta doblada en cuatro hecha de pergamino, esta tenía un sello de Slytherin en uno de los bordes para contener dentro de ella otro papel más pequeño.
La joven no lo recibió sino que se lanzó a abrazarlo, Snape se congeló, la muestra de afecto efusiva fue más que incómodo para él. El hombre insistió en darle el pergamino, ella lo recibió rápido en sus manos, lo guardó en su bolsa sin dejar de estar cerca e intentar volver a abrazarlo.
La estudiante volvió a llorar sin alzar el rostro como si quisiera mojarle el levita a la altura de su pecho.
-Es mi culpa porque no debí salir en la madrugada. Nunca encuentro a nadie en la biblioteca, yo pensé… Pensé… Qué estaba completamente vacía pero la realidad es que no revisé.- Sollozaba con timidez, el nudo en la garganta le apretaba también el pecho.
-No, le he hecho mucho daño.- Snape se soltó y accedió a abrazarla como si la protegiera de cualquier cosa en ese instante. -Ciertamente ha sido muy imprudente pero yo soy el adulto, asumo toda la responsabilidad. Lucius Malfoy… Usted sabe que gente como usted no le es agradable al “caballero”, si no hubiera estado ahí estaría muerta delante de una mesa donde todos los Mortífagos cenan. No tengo justificación a mis maldades por eso le pido que acepte una disculpa sincera de mi falta, que no le diga nada a Albus.
Prácticamente el mago le dijo lo que estaba escrito en la carta.
Hermione alzó la mirada viéndolo a los ojos.
-Ya lo hice, ya lo disculpé.- Su rostro se hizo serio y determinado.
Snape asintió ante el gesto aunque pensó que le diría “Ya le dije al director.”
-Venga conmigo, hagamos lo que hemos venido a hacer.
La joven aprobó con una venia de cuello, bajó la mirada y lo siguió a todas partes que él miraba.
-De los pétalos de gardenia obtenemos aceite que puede curar quemaduras internas en el cuerpo pero a la vez combate venenos tan fuertes como el de las ranas punta de flecha o la mamba negra africana. No haremos ninguna poción por ahora, sólo me ayudará a recolectar algunos brotes, le enseñaré cuáles son los correctos.- Se acercó a una maceta y tomó con delicadeza uno de los brotes. -Escuchó qué dije “Pétalos” pero no nos sirven los que están abiertos sino los apretados.- Se lo acercó frente a los ojos. -Mire estos, estos es correctos.
La niña asintió.
Snape la paseó por todas las macetas no sólo recolectando pétalos de gardenia sino también tallos de planta de olivo, pistilo de violetas y uñas de mandrágora sin olvidar también algunos brazos de áloe, los más jóvenes y tiernos.
Después de dos horas y media, se sentaron frente a la parcela artificial de aloe en unos bancos de madera el hombre la miró con seriedad leve, curiosidad, quiso hablarle para averiguar en lo que pensaba, era extraño tener a la alumna callada.
-¿Por qué se refugia en mí? ¿Por qué no lo hace con sus amigos, jovencita?- La pregunta no era haber visto su ayuda atenta en el invernadero, que lo haya perdonado por bestia o que haya olvidado tan rápido un castigo brutal sino que de un momento a otro estaba tan obsecionada porque le enseñe oclumancia a pesar de que el tema no era desconocido para ella. Era como si de la noche a la mañana sólo se quiso pegar a él como una lapa en una piedra.
La alumna lo hacía sentir halagado.
-A eso puedo responder rápido y fácil, señor. Ellos se refugian en mí.- Empezó a tocarse sus propias manos con timidez. -A pesar de que me he enterado algunas cosas siento que usted es una persona en la que se puede confiar, el director y otros profesores lo hacen, el motivo de ellos debe ser grande.- Hermione no tenía dónde ir porque no confiaba más que en esos mocosos pero estos eran unos bebés faltos de niñera. -He de confesar, pensé que usted no tenía corazón, que era un hombre solitario, amargado y soberbio que odia a todos los de mi casa, el profesor más cerrado y malvado pero sus exigencias en el aula de pociones no le muestra como mal docente sino como el mejor. Es raro, si se preocupa por la excelencia en clase es que está interesado porque aprendamos bien.
Snape asintió, intentó no rodar los ojos.
-Soy todo lo que usted pensó que era. Comprendo que es difícil ser buena líder lo digo por esos cabezas huecas que tiene de compañeros. Y en cuanto a las clases que llevo con ustedes u otros alumnos sí, me interesa que aprendan.- Snape se mantenía distante, su tono era informativo como si dictara una clase aunque sin las palabras duras o insultantes. Su dejarla acercarse fue únicamente para averiguar en qué estaban metidos los niños y hasta ahí se daba cuenta que era algo personal de Hermione. -El año casi termina Srta. Granger y debo decir que no estará bueno el que sigue, será peligroso porque no es novedad que Voldemort intenta golpear Hogwarts y sabotear todo el mundo mágico. Será difícil el futuro aléjese del peligro, eso incluye principalmente mi persona.
-Es más difícil mentir o aguantar el temor para mostrar una cara falsa, aguantar tristeza, aguantar dolor, aguantar la soledad, mostrar fuerza a los demás cuando en realidad eres débil.- Lo dijo por ella aunque también lo decía por él, lo que vio gracias a Harry mostraba a otro profesor Snape. -No sé de quién depende el éxito de todo los esfuerzos, Señor por eso es imprescindible escuchar los consejos.
-Sé bien de lo que habla. Pero no me mire o sienta que puedo ser su amigo, menos su protector porque no tendré otra opción que lastimarla nuevamente por eso no debe estar cerca a menos que yo le diga cómo y cuando para irse de aquí.
-¿Me invita a seguirlo y a aprender de usted?
-No pero sé que no voy a tener opción.- Lo dijo porque sabía que ella era testaruda -Usted ha sido leal, yo lo seré con usted hasta que todo acabe y tenga que irme pero no venga delante de mí hasta que se le solicite.
Ella asintió sin saber a qué se refería su profesor.
-Es posible tener de amigo a un profesor que casi duplica la edad de una estudiante. Apenas es tan maduro como yo.- Quiso arriesgarse a hacer una broma.
Snape entre cerró los ojos.
-Já, no escuchaba ese chiste desde que era un estudiante, las mujeres no son más maduras sino que son más confiadas pero esa confianza se va cuando se les contradice.
Hermione sonrió.
-Yo lo perdono, Señor, por todo lo malo que ha hecho hoy, ayer y antes.- Se puso de pie. -Buenas noches, tengo que irme.
-Buenas noches Srta. Granger.
Snape se puso de pie y fue directo a la cocina del castillo, aún faltaba algo por hacer.
Como a las diez de la noche llevó hasta la habitación de la joven un plato blanco de pan tostado con mantequilla y un poco de agua simple en un vaso. Llegó delante de ella en su habitación.
-Olvidé darle esto.- La miró a los ojos, hizo una venia y salió de ahí.
El detalle la traspasó.
Hermione, se movió con rapidez tomó el papel de pergamino doblado y empezó a ver al mago en su mente escribiendo sobre su escritorio, el doblar del papel con cuidado, el colocar el sello lastimado, arrepentido, su esfuerzo por hacer algo así.
Hermione,
te hablo con informalidad porque lo que ocurrió no distingue estatus menos una escusa como “Fue sin querer.” No había hecho esto nunca, no me había tocado meterme con mujeres porque es fácil para mí desquitarme contra hombres que son más fuertes que yo, que son personas problemáticas, inmorales o tienen problemas serios de conducta. Pero tú, eres una niña indefensa admirable a la que ahora le costará borrar las terribles imágenes y marcas que puse sobre ella, lo siento de verdad lo siento y espero que no cause que su semblante decaiga sobre todo en la escuela porque es brillante.
Lucius estaba conmigo en la biblioteca cuando usted apareció de forma impertinente, intenté distraerlo, que no descubriera que eras tú pero había sido tarde, no me quedó más opción que mentir, le dije que usted era el premio que yo conseguiría en el camino de mis malos pasos como si yo fuera un pervertido pero juro que no lo soy, por la memoria de mi madre, NO LO SOY.
Eso no es verdad, de que quiero aprovecharme o utilizarla, usted es mi alumna y yo su profesor y eso no va a cambiar nunca, le entrego junto a este pergamino los apuntes de mis últimas investigaciones en contra de Voldemort, puede enviarlo de forma anónima al director, yo pelearé hasta el final de ambos lados, le debo un gran favor que se encargará de recordarme el día que sea, cobre cuando quiera y perdóneme.
Severus Snape
Al finalizar la carta y leer en silencio miró el plato, el pan y el agua.
-Le dije que ya lo perdoné.- Dejó caer una lágrima. -Pero usted tendría que perdonarme antes porque me enamoré.- Susurró.
Snape detrás de la puerta esperando la mala reacción de ella por la carta o cualquier queja rencorosa se sintió comprometido al escuchar eso.
“La niña se enamoró…” Pensó de camino a las mazmorras.
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