Martes en un lugar de Hogwarts, cerca de las ocho de la noche.
Harry esperaba a su profesor, tenía las manos en los bolsillos, las piernas temblorosas, la cara ruborizada, la nariz helada, hacía tanto frío que no podía concentrarse en pronunciar un hechizo para aumentar el calor de su inocente cuerpo.
Pero Snape no iría, él aún estaba en la cena tomando su sopa lo más lento que podía, sintiendo culpa (Ah sí cómo no) Imaginaba a Potter quejarse por el tiempo de espera, lo veía temblar de frío y quería reír, lo veía invadido por Voldemort y zarandeado como paja, poseído, comido por Nagini de un sólo bocado.
“¡Mátelo, Lord. Al fin… ¿Qué es un horrocrux menos?!” Snape ensayaba sus escusas por un posible desastre que esperaba con ansias. “Albus lo encontré así congelado en lo alto del castillo.” Lo veía en su mente como un cubo de hielo, pero eso no le convencía. “Es que mi varita cayó y sin querer salió la maldición, además Potter necesita un enderezarse urgente quizá si lo revivimos como Voldemort…” No, eso menos.
Y ahí cerca de las nueve y media de la noche sin casi nada de alumnos, un comedor fue testigo de la entrada con puchero de Harry, de esa delgada figura con uniforme escolar, una mirada rencorosa con lentes redondos atacó sin piedad de un extremo a otro en el ambiente, Snape sentía que Harry maquinaría vengarse pero en vez de eso lo ignoró, se puso de pie y empezó su caminata eterna de soldado hasta las mazmorras.
Pero no todo quedó ahí, volvió de nuevo la persecución del mocoso sin nada mejor que hacer.
-¡Oh ya déjeme en paz, Potter!- Gritó Snape por el pasillo.
-Menos ahora que me hizo tragarme el frío inconcebible e insoportable en vez de la cena, llegué a las siete en punto, no es nada educado hacerle eso a un estudiante ¿Con qué derecho me maltrata? E insisto… ¡Señor debe enseñarme!- Cruzó los brazos y frunció el seño.
-Está bien.- Lo invitó como si fuera su amigo y el chico se extrañó. -Venga conmigo pero antes quisiera preguntar algo importante… ¿No llevó suéter?
-¡Ashh, señorrrrr!- Apretaba los puños a cada lado de su cuerpo mientra seguía al pocionista.
-Que diga, ¡Deme esa suerte líquida, no tendrá éxito conmigo nuevamente!
-Ya me la he tomado.- Dijo rápido.
-Bueno no tengo otra opción pequeño ladrón. Bien, le daré sólo una clase más, si hace lo que le digo como le digo y con el éxito que se necesita para continuar… Seguiremos.- Su seguir era aún más exagerado.
Snape quiso tomarlo por sorpresa e invadirlo pero no pudo, el joven estaba usando oclumancia.
“No no no, es sólo tu idea, Snape”
El profesor lo miró en el rostro para ver si estaba concentrado y no, el chico lo miraba y no sólo era eso es que lo miraba raro, feo, lo miraba emocionado y con una sonrisa complacida.
-Saca tu varita, Potter.- Digo rápido, tan veloz como cuando enciendes la lámpara, giró sobre sus tobillos y se hizo frente al niño para combatir. -Legeremancia como bien te había dicho es…
-Es entrar y saber hasta el más mínimo detalle del pensamiento de otras personas, dentro de su mente…
Snape se quedó boca abierto.
-Hace unos días me dijo con simpleza “Ah es leer la mente”, pero no es tan simple como eso. La oclumancia que le enseñé le ayudará a bloquear cualquier ataque a su mente, el oclumante tiene la capacidad por cerrar todo acceso a sus recuerdos y pensamientos, lo más fácil para un simple principiante como tú es sólo intentar poner la mente en blanco. Entonces yo no quiero que vea el fin del mundo cerca, no se le pide en este instante más de su capacidad la cual es casi nula, Mr. Potter, con que me muestre un salón de baile solitario con piso sucio será suficiente.
-Bien, estuve leyendo de aquello, intentaré lo que me dice.
Snape se puso exactamente frente a él burlándose internamente y pronunció con lentitud: “Legeremancia” rodeando la mente del joven, traspasando sus recuerdos.
“Ahora está en mi mente” Se dijo Harry así mismo. Mostrándole a sus amigos con él en una situación específica.
Snape salió de él.
-Vamos, Potter, muéstrame tus muñecas en casa de los Dursley. ¡Legeremancia!- Gritó lo último más violento.
Snape entró en él nuevamente, veía a Hermione hablando con el alumno, vio la batalla campal contra el troll en primer año, vio el partido de Quiddicht en tercero, vio a Harry en el tren solo, vio una librería que posiblemente era del callejón diagon y entonces se salió.
-Lo intento, señor, lo intento…- Decía el chico sin hacer ningún gesto de esfuerzo pero sí con una voz de que lo “Intentaba”
-Otra vez, es la última.- Dijo el mago enojado de que el niño sea tan inepto.
Y entonces entró nuevamente, todo comenzó con tinieblas, el lugar que veía era desconocido, era una montaña quién sabe dónde, de noche, quién sabe cuándo, no había nadie hasta que de pronto apareció Hermione, Harry y Ron Wesley, este último lo tocó por la espalda sorbresaltándolo con un susurro terrorífico “Profesor”, los tres lo tocaron, en el brazo, en el costado, el antebrazo y Snape retrocedió tanto que soltó su varita y tiró lo que estaba en el escritorio al salir de esa frágil mente. “¿Frágil? Al parecer lo he subestimado.” Pensó Severus.
-¡Lo hice Señor! ¡Lo hice!- Dijo Harry con exaltación y una sonrisa de satisfacción, corrió hacia Snape quién se apoyaba asustado contra el escritorio y le dio un beso en la mejilla. El hombre estaba paralizado, no podía creer que no sólo lo llevó donde quiso sino que manipuló sus pensamientos para mostrarle a sus compañeros con él y además manipuló una acción creada de la nada para tocarlo, le hicieron sentir en el cuerpo TERROR algo que ni Voldemort había intentado con él.
“¡Maldita sea, Potter!” Pensó sin dejar esa espantosa expresión de su cara.
-Deme un segundo.- DIJO Snape intentando no hacer notoria su incredulidad y más el temblor de sus manos. -En mi escritorio hay tinta, escriba en un pergamino lo que hizo con exactitud mientras traigo unas cosas.- Y se metió dentro de sus aposentos para componerse. Se tocaba el brazo, el costado, esa sensación sobre su cuerpo no se iba. “Es imposible que entre las pasadas clases y las de ahora haya podido…”
Salió del aposento y lo encontró escribiendo sobre su escritorio ocupando el asiento frente a su silla. El niño tenía una manía que no había notado en los demás, este mordía sus labios al escribir y sacaba un poco la lengua para un lado.
-¿Severus?- Una voz se oyó por el corredor cercano con un sonorus apuntando su propia garganta.
Snape salió a ver si era Minerva, seguro la había mandado Dumbledore.
Le abrió la puerta y esta dio un paso con elegancia hacia el interior.
-Hola Minerva, tú alumno está a salvo no le he hecho nada.
-Puedo verlo, gracias.
-¿Has venido para regresarlo?
-No, vine porque Albus te envía esto.- Se acercó a él y le habló en susurro justo ahí en el marco de la puerta. -Severus, el chico no ha comido desde el desayuno.
-Está castigado y con justa razón.
-Pero no puedes privarlo de sus alimentos.
-Sí pude, míralo. Escribe feliz sobre el escritorio.
-No, Albus dice que aunque sea un poco de pan y té.
-Está bien, el mocoso no se va a desmayar.
Minerva lo acusó con la mirada y añadió.
-Un momento más y lo envías a su casa.
-Cómo ordene…- Apretó las palabras molesto.
La Bruja se fue en un dos por tres.
-Señor…- Dijo Harry con mucho cuidado.
Snape empezaba a odiar la voz del chico, esta le hacía levantar los hombros para taparse los oídos con ellos.
-¡Sí, ya deme eso y trague lo que le han traído para cenar!- Movió su varita y mágicamente apareció una charola de plata con pan dulce de varios sabores y una taza pequeña de té humeante. -Me haces perder el tiempo…
Tomó el papel que le arrancó de las manos al jovencito delicado y empezó a leer.
Mientras estaba concentrado analizando las palabras en ese pergamino, Harry volvió a hablar.
-Señor, no puedo comer todo ese pan ¿Me obligará a comerlo todo?
Se dio la media vuelta para esconder el rostro, cerrar lo ojos y susurrar algo al inicio.
-Lily… Ojalá hubiera heredado tu inteligencia…- Suspiró. -Mr. Potter, embútase lo que entre en su estómago y después se va.
“Ayy qué grosero…” Pensó Harry.
Siguió leyendo detenidamente con el papel muy cerca al rostro hasta que hizo un desvío casual hacia el lugar de Harry, ahí justo en el borde del pergamino para vigilarlo, en eso este niño despeinado de cabellos lacios miraba hacia él al parecer con anhelos, contemplando su persona, provocándole escalofrío, no sólo eso casi casi suspiraba mientras lo veía leer su texto escrito a mano sin faltas de ortografía.
“¿Qué está pasando, Merlín?!!!” Pensó Snape en mili segundos.
-Deje de mirarme, Potter, me gasto.- Snape tomó un pan por inercia, quiso probar un bocado dando un pequeño mordisco sin dejar de leer.
Y el niño le guiñó el ojo izquierdo junto a un beso volado muy muy muy muy muy lento.
El Mago adulto vio eso así de lento, sus labios carmín al parecer mordidos se arrugaron y apretaron junto al leve cerrar de un par de ojos coquetos.
Ahí en ese momento justo fue la desgracia, el pocionista se atoró y el resto de pan que tenía en la mano se lo lanzó a la cara cayéndole a Harry en el ojo.
Bueno, aplastando el cristal derecho de sus gafas.
El niño salió corriendo de ahí por miedo, al llegar a las escaleras para subir no pudo evitar llorar por el dolor.
“Tiene mal genio, condenado profesor, pero no se preocupe, le caeré bien muy pronto.” Su voz llorosa se fue con él hasta la torre de Gryffindor.
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