Mr. Potter Actúa Raro Capítulo II Pestañas Rizadas

Martes de una semana en Hogwarts, un día antes de que Snape expresara su incomodidad acerca del comportamiento de Harry.

El pocionista regresaba de la casa de los Malfoy, habían tenido una reunión dictatorial por parte de su Lord junto a otros Mortífagos, a la vez había en su cabeza el plan dictado por Dumbledore una semana anterior.

Eran pocas las veces que estaba preocupado, le preocupaba que los niños metieran la pata ¿En qué cabeza estaba insistir poner muchas bases de confianza, el castillo, el mundo mágico sobre tres mocosos, por qué poner sobre esos diminutos y débiles hombros algo tan pesado como una guerra?

Pensaba y a la vez intentaba hilar, unir, hallar la manera de equilibrar la guerra espiritual interna por complacer a ambos amos y además tener éxito.

Poco le importaba dar clases, sabía que pronto tendría que sacrificar lo único valiosos que le quedaba, su vida. Y bueno, recientemente ni eso le significaba.

Albus le dijo que reúna a algunos prefectos por lo que se dirigía rumbo a la casa de los Revenclaw. Concentrado en que todo quede al milímetro repasaba como en un discurso y se decía que debía ser delicado al enviar el mensaje del director, no era bien recibido ahí era obvio que lo odiaban, por Albus tenía que obedecer.

Pronto serían invadidos, aún no sabían cuándo, era imprescindible correr el rumor al fin y al cabo para proteger a los alumnos pero primero debía cumplir con las órdenes de sus amos.

Como todo profesor tenía personas de su más entera confianza los cuales no preguntaban nada, no le preguntaban en qué bando jugaba sino que confiaban en él, esto no lo sabía nadie ni si quiera Albus, debía resolver ayudar más a los jóvenes Gry pero no como se lo había pedido el director, no de forma directa, no podía mostrar quién era.

Al caminar se dio cuenta de la presencia de alguien desagradable, la sensación y olor le hizo recordar su adolescencia, aquella cuando era asediado por una banda de estúpidos mientras cargaba sus libros.
Volteó a mirar atrás y chasqueó la lengua al ver lo patético de su sombra de carne y lentes. Siguió sin parar pero este le seguía el ritmo, apresuró el paso pero la sombra gris con rojo-vino no se detuvo, volteó a verlo nuevamente encontrándose con una cara de cachorro perruno loco por atención, nada más le faltaba mover la cola y sí, era el retoño de su ex amiga.

-Mmm… ¿Potter?.. ¿Tiene las pestañas rizadas?- Quería molestarlo, hacer que se deje de tonterías, intentar insultarlo como James lo hacía en público, le hizo referencia en esa pregunta a que con exactitud se veía un poco femenino.

Snape huía de él con cara asqueada, paso firme y sin detenerse en el pasillo que conducía a la casa de los Ravenclaw.

No era que el pocionista lo observaba con detenimiento sino que a veces no podía evitar verle los ojos, estos eran igual al de la madre.

-Señor ya he limpiado todas las tazas del baño de hombres, no ha quedado ni una sola mancha negra o salpicadura extraña verdusca adentro o afuera, y he borrado todas las huellas de dedos color café de las paredes.- La voz de Harry seguía extraña, alterada de alguna manera como si hubiera tomado suerte líquida una vez más.

Snape transformó su rostro, ahora él quería dar arcadas, no, quería vomitar eso era seguro, si no borraba la imagen que vino de pronto a su mente gracias al nefasto chico que parecía quería ser su esclavo, ensuciaría su magnífico traje ahí de camino al otro lado del castillo, un lugar que no acostumbraba frecuentar.

-Guarde los detalles para su apreciable mente, MR. Potter.- Pasó saliva conteniendo el desayuno que tomó en casa de los Malfoy. -Y no se me acerque.- Miró al niño de pies a cabeza que era menos de veinte centímetros más bajo que él, se tapó la boca y la nariz con una de sus manos porque apestaba a pipí y caca. El alumno tenía un mandil, guantes de latex hasta los codos y un destapador de caños en la mano derecha (El castigo era que no usara magia) -IRÉ en una hora a revisar.- Lo despidió con una seña.

-Pero señor.- Rogó Harry.

-Pero nada ¡Lárguese!- Giró por completo y este chiquillo despeinado se volvió a ir corriendo.

Harry regresó al baño, no podía faltar nada todo tenía que estar impecable. Entró retrete por retrete a revisar no sólo con vista sino con magia.

Hizo una lista de cosas que habían quedado en orden y otra de cosas que hacían falta arreglar como defectos en las cañerías, salida excesiva de agua, tuberías tapadas, techo lleno de bolitas de papel mojado secas etc.

Lo de las bolitas de papel y todas las imperfecciones habían sido solucionadas a último momento antes de que el hombre tenebroso llegara frente a él así que marcó con satisfacción su listado y guardó su libreta.

Se puso a leer mientras esperaba, ya se había aseado y hasta peinado de lado con agua.

Entonces, en un dos por tres como se mete el frío por debajo de las rendijas de la puerta así llegó Snape.

-¿Lee sus próximas desaprobatorias de mi clase, señor Potter?- Su voz rebotó en todo el ambiente con gutural gravedad.

-No, lo siento sólo pasaba el tiempo leyendo un libro.- Guardó el objeto y peinó su cabello con la mano derecha.

-Muy bien, esa compañera suya es buena influencia…- Prácticamente escupió aquello. -Veamos ¿Qué tenemos aquí?- Sacó su varita en hizo un hechizo rápido el cual caminó como un virus de brillo escarchado sobre todas las superficies. Snape no se iba a ensuciar las manos, para eso era su magia.

Harry veía orgulloso su trabajo, aquél hechizo ya lo había pronunciado para comprobar los detalles, guardaba sus manos atrás de su espalda, tenía levemente el pecho inflado de vanidad.

-Mmm impresionante.- Dijo Snape sin dar mayor importancia. -Puede venir a comer aquí mañana sin enfermarse, bravo.- Fue crudo y frío.

-Ahora quisiera atreverme a pedirle que me enseñe una vez más.- Se acercó al pocionista. Sabe todo lo que he pasado desde mi primer año aquí, he tenido mucha suerte de no estar muerto pero también debo agradecerle aquello a lo que he aprendido en Hogwarts, le debo a todos mis profesores, lamento haberme metido en lo que no me importa, lamento haberlo ofendido teniendo en mente que usted es alguien respetable que no se merecía lo que le hizo mi padre, yo no soy mi padre, yo soy sólo Harry

-¡Por Merlín! Ya veo que no eres James…- Snape pensó que el padre de Harry jamás le hubiera hablado así.

-El director confía en usted y sé que aceptó porque él se lo pidió, no conozco a otro profesor más sabio que el director Dumbledore, ningún mago es tan poderoso y menos conozco un profesor de defensa más hábil que usted. ¡Por favor, necesito que me enseñe!- Harry apoyó una rodilla en el suelo como en una venia profunda, con Reverencia, con ganas de convencerlo y después de unos segundos volvió a levantarse. ¡Por favor! Prometo por mi madre que seré un buen alumno.

Snape tenía esa cara de sorprendido que ni Voldemort o la misma Lily Evans podía quitarle. Nunca creyó capaz a Harry hablar así, tan educado, tan coherente, tan anticuado y tan pero tan raro.

-Por Dumbledore, por el esfuerzo y por su disculpa lo veo en cinco horas en lo más alto del castillo, de lado norte.

-Harry volvió a inclinarse delante de él hasta el suelo como un caballero antiguo.

Severus no podía quitar la cara de que algo le olía mal y no eran los baños en ese instante.

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