Mr. Jackson Capítulo III Lo Sigo a Casa

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Ya casi salía del hotel, hablaba por teléfono con una compañera del trabajo.

Había resuelto lo de las pólizas y los pagos pendientes. Casi podía ver de cerca las vacaciones.

Me subí al auto, me coloqué los audífonos y disfrutaba de una bella tonada gitana.

bajamos unas diez calles por la avenida llena de autos lujosos. 

Hasta que frente a un hotel, de un auto empezaron a descender muchos hombres con vestimenta típica y turbante… Eso era algo común, lo no común fue ver de nuevo esa túnica negra, esa sonrisa, esa pulsera roja en su muñeca.

Ya no tenía el auto del trabajo, sé que suena injusto pero las vacaciones no me daban derecho de usar propiedad laboral.

-¿Puedes estacionarte aquí por favor?

-¿Desea comprar algo de la farmacia?

-Es que creo que vi a alguien conocido…

-¿Un familiar?

-Sí algo así. ¿Te puedo pedir un favor?

Hablaba mientras ponía atención en los movimientos de este hombre.

-Dígame señorita.

-Si le doy un poco más de dinero, podría llevar esto a mi casa, mi equipaje.

-¿Pero cómo podré meterlo dentro de su casa?

-No te preocupes, lánzalo por encima de la barda, al fin y al cabo sólo es ropa.

No estaba preocupada porque llevaba mi cartera.

-Claro que sí.

-Gracias… Tome este dinero.

-De nada, se lo llevaré a casa, que tenga paz.

-Que tenga paz, muchas gracias.

Me bajé del auto e hice como si entrara en la farmacia, entonces esperé por ver si salían, si veía a alguno de estos hombres extraños o mejor, a este misterioso hombre con lentes de aviador.

Para mi gran suerte pude verlo salir, caminaron rodeando la calle hacia la derecha… Yo los seguía a cincuenta metros pero en la acera de en frente.

Cuando casi llegan a la esquina, veo que uno de estos hombres le abre la puerta al misterioso hombre de negro y entran juntos.

Al apreciar el lugar me doy cuenta que era una casa, una casa hermosa y esquinada.

No era tan atrevida como para ir a buscarlo pero estaba segura que en algún momento me lo iba a encontrar de nuevo en esta ciudad.

Tomé otro taxi y me fui a casa.

Cuando llegué a mi habitación pude sentir esa sensación en mi estómago, de estar haciendo algo prohibido.

¿Pero por qué?

***

Casi había pasado cuatro días, estaba de vacaciones. Quise intentar regresar a este restaurante donde vi el espectáculo gitano para despedirme de Estambul por un tiempo y viajar a Europa, no tenía nada planificado pero me emocionaba poder ver gitanos en su tierra.

Aún no había comprado boletos ni nada pero necesitaba una motivación, algo que hiciera que estas vacaciones fueran distintas a otras.

Me alisté pero fui así como en la librería, sólo se podían ver mis ojos debajo de mi túnica gris.

Entré segura a ese restaurante y casi de inmediato pude verlo en la esquina izquierda de esa hermosa iluminación.

Esa sensación vino conmigo de nuevo, como corriente eléctrica en mi estómago, como al leer una historia de suspenso.

Pero tomé valor para hacer como si no me hubiera dado cuenta.

No quise mirar 

Así que me senté en mi silla, saqué de mi cartera una pequeña revista de turismo y me perdí en ella durante quince minutos.

Al ver que empezaba la relajación llamé al mozo y pedí un cóctel de frutas con unas gotas de yogur de fresa. Empecé a comer hasta disfrutar el último bocado.

Sobre el pequeño escenario estaban anunciando a un artista de violín de quince años de edad, acompañado con dos flautas. El pequeño grande se veía tan elegante con su traje y muy experimentado.

Al parecer todas las personas reunidas que comenzaron a llegar después de mí lo conocían por eso una gran ovación de aplausos explotó de pronto.

El mozo vino nuevamente mientras las primeras melodías del violín salían de esos ágiles movimientos de extremidad superior juvenil, una melodía nueva, no se había escuchado antes.

Sólo podías contemplarlo con los ojos cerrados, como una gran montaña, como el aire que sopla a través de los grandes árboles. Era como la playa y las olas reventando en la orilla. Era como contemplar las nubes en la azotea, era como cielo azul claro.

Fue una tonada hermosa, hizo que mi corazón volviera a latir más lento como si estuviera yendo a un sueño profundo.

Sólo pude suspirar cuando casi había acabado. Y…

Abrí los ojos sutilmente para ver hacia el lugar donde se encontraba él…

Me llevé una gran sorpresa al ver que también lo disfrutaba. 

Pero regresé a mis asuntos sacudiendo mi cabeza… Porque me comportaba de una forma equivocada al contemplar a un hombre que no conocía. 

¿Por qué era tan interesante para mí? ¿Qué tenía de especial?

Le pedí un plato pequeño de mango en cuadrados, para mí una fruta más que deliciosa en momentos así.

Fue una hora del joven violinista, pedí la cuenta, pagué el saldo y me levanté para irme.

Tomé mi bolso y cerca de la puerta mi fui hacia la derecha por ese corredor que me lleva para el tocador de damas.

Entré al baño y lavé mis manos mientras pensaba en el viaje hacia Europa.

Sonreí frente al espejo mientras secaba mis manos y salí.

Apenas estaba en el corredor cuando vi salir dos hombres vestidos de blanco del baño de hombres, estos no me dejaban pasar.

-¡Ven con nosotros por favor!

Hicieron una reverencia delante de mí.

-¿Pero, quiénes son ustedes?

-¡Por favor, acompáñanos, sólo es un momento!

-Bueno, esta situación es muy incómoda para mí. No siento que sea seguro ir con ustedes.

-¡Por favor! ¡Permítenos insistir! Sólo será unos minutos y podrá irse, queremos que nos acompañe porque un caballero desea conocerla.

-¿Por qué no me lo pidió él mismo?

-Es una historia muy larga.

-Bien, vamos.

Salimos por el corredor de los sanitarios para ir afuera del restaurante.

Había una limusina de color plata. Uno de los jóvenes abrió la puerta y me pidió con amabilidad ingresar dentro.

-¡Por favor!

-Gracias.

Al entrar había un hombre de cabello negro, largo y lacio viendo hacia afuera de la ventana, tenía la muñeca a la altura del mentón, con sus manos tocaba parte de sus labios y boca, muy pensativo. 

Su traje era de color beige claro casi marfil y a su lado estaba la túnica de color negro. Sus ojos no podían ser vistos a través de las lunas oscuras de sus lentes.

-Mr. Jackson, aquí está la señorita.

-Volteó a ver al joven con seriedad y añadió.

-Gracias Hkafett, déjanos solos. 

Yo estaba delante de él, en los asientos frente a él, sólo mis ojos estaban descubiertos.

Me sentí un poco extraña delante de él así que fui al grano.

-¿En qué puedo ayudarle?

-Ya hemos intercambiado un par de palabras antes, por eso que también seré franco y directo. Tus ojos son hermosos, me encantan y tu sonrisa es muy agradable. Lamento hacer que vengas, pero las costumbres raras de este país me obligaron a hacer que subas al auto. No soy de las personas que se guía de los demás. Pero también me pareció interesante estar a solas justo en este instante.

-Usted, es el hombre extraño del restaurante el que decía que lo observaba. Usted es el hombre extraño de la librería que chocó conmigo de casualidad. Lamento eso.

-Yo no lamento haberte conocido.

-No, jiijijij, estoy hablando de haber chocado en la librería. (Le di una sonrisa debajo de mi tul) 

Él se retiró los lentes de aviador y pude ver sus ojos, eran grandes como árabe, de color negro brillante. Su nariz recta y pequeña, sus labios eran delgados y un poco rojizos. 

Oh su mirada era tan fuerte.

-Tengo poco tiempo en este país. Unos meses, y no había visto una mujer tan hermosa como tú.

-Gracias por el cumplido.

Él sólo podía ver mis ojos.

Pero luego descubrí mi rostro frente a él

Pero luego descubrí mi rostro frente a él.

Pero luego descubrí mi rostro frente a él

-Eres preciosa.

-Gracias, ya me habías visto así.

-Pero no tan cerca.

-Eres un galán.

-¿Es muy malo serlo?

-No, sólo te lo dije para que lo sepas. 

Estaba siendo un poco interesante.

-Antes era muy tímido con las chicas pero es como si hubiera empezado una vida nueva y no quiero perder más tiempo sin poder verte de cerca y escuchar tu risa. Quisiera que me des la oportunidad de conocernos. ¿Qué tal una cena… Mañana… Mmmm en mi casa?… Y no te preocupes vamos a estar acompañados por otras personas.

Su voz era suave, y también muy seguro de sí mismo, se veía un poco más grande en edad que yo, unos 45 aproximadamente. Me inspiraba confianza.

-Me encantaría. 

Dije dándole una sonrisa, luego tapé mi rostro nuevamente. Y él se colocó los lentes. 

Tenía intensión de irme a pensar, así que me acerqué más a la puerta sujetando mi bolso.

-¡Oh no! ¿Ya te vas? ¡Por favor, un segundo más!

-Sólo acomodé mi bolso, pero sí, tengo que irme.

-¿Cómo puedo comunicarme contigo?

-Este es mi número de teléfono. 

Le di mi tarjeta personal del trabajo, no tenía otra cosa a la mano y ponerme a escribir en un papel me iba a hacer sentir como una adolescente.

-Gracias.

Me acerqué para hacer una reverencia de respeto.

-¡Ten paz!

-¡Igualmente!

Se acercó, tomó mi mano y la besó.

Le sonreí y me fui. 

Llegué a casa de inmediato, casi en cuarenta minutos.

Prendí la computadora a todo volumen dentro de mi habitación, busqué en Internet el nombre del chico asiático con el sonido de su violín. 

Fui a la bañera después de haberla dejado llenar hasta la mitad para relajarme y disfrutar del agua caliente con un poco de aceites esenciales.

Me metí lentamente acostumbrándome al calor, me quité la bata para dejarla a un lado de la bañera, amarré mi cabello con una cinta elástica y fui descendiendo dentro del agua hasta estar completamente dentro del agua.

Apoyé mi cabeza en el respaldar con una toalla enrollada debajo de mi nuca y cerré los ojos para soñar mientras esa melodía se metía en mis pensamientos.

Podía ver la sonrisa del hombre extraño, su beso en mi mano, su rostro brillando frente a la ventana, sus lentes oscuros, su sonrisa coqueteando conmigo, su cabello negro y lacio.

Su carta frente a mis ojos disculpándose por haber visto mi risa y haberse sentido halagado.

Su voz repitiendo la cena de mañana.

Persiguiéndolo hasta la puerta de su hogar. 

Me vi a mí preguntándome… 

¿Lo sigo a casa?

Después de casi una hora en la bañera me levanté lentamente, me puse la bata para ir hacia mi cama, me amarré las correas laterales y me acosté.

Mis ojos viendo directamente hacia la ventana y la luz de la luna tocando la alfombra. 

Eso y toda la habitación me decía que este hombre comenzaba a hacer algo extraño también en mi corazón.

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“Me gustas cuando callas porque estás como ausente, y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.” (Poema 15 – Pablo Neruda)

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