En un restaurante de Estambul Diciembre del 2009
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-Abby, aún tenemos pendiente pagar a Mircea Lucescu. El jefe está contento por la participación del equipo en los juegos de fin de temporada.
-Eso no me compete a mí, Elif… Murat quedó de entregarme todas las transferencias completas, Él sabe que tengo que dar los impuestos de este mes, falta poco para finalizar el año… Me están pidiendo todas las pólizas de egreso.
-Quisiera no volver a pisar la oficina nunca más, ¡Estoy harto!.
-Dímelo a mí, he pedido cobrar las vacaciones de este año por adelantado y me voy a pagar diez días más.
-Pues diviértete, eres la sobrina del dueño del estudio de contadores.
-Odio ser contadora, me voy a jubilar a los 35.
-Hahahah ¿Cuánto te falta para eso?
-Unos cuatro años por lo menos.
-Pensé que tenías menos… Menos ganas de ser contadora hahaha.
-¡Mira qué gracioso!.. ¿Te pido un favor?
-Dime.
-Dile a Elif que necesito eso más tardar para el sábado que viene. En una semana salgo de vacaciones, no quiero saber más del trabajo, no quiero ver de nuevo al gobernador.
-Lo haré Abby, que tengas una buena semana, te acompañaría más tiempo pero tengo hijos que me esperan.
-No sabía que tenías hijos.
-Tengo dos hamsters embarazados, pronto serán doce por lo menos.
Nos levantamos de la mesa, hicimos la clásica referencia y nos despedimos. Nuestras costumbres ya habían cambiado bastante pero algunas personas seguían manteniendo esos modismos por el islam, como lo de cubrirse el rostro con tul y la cabeza con turbante. Yo era una mujer diferente, había vivido cuatro años en Europa cuando terminé la carrera y de cierta manera sin faltar el respeto a nadie, cuando estaba sola no cubría mi rostro.
Era diferente con la familia, tenía que participar en ciertas situaciones pero la mayoría de veces no, ya que mis creencias no son las mismas.
-Nos vemos Murat, ten paz.
-Igual Abby. ¡Ten paz!
Me quedé en el restaurante, iba a hospedarme en el Hotel Zurich al frente de aquí.
En la mesa estaba la propaganda de una artista gitana que hacía música mixta con violín y cantos junto a una pequeña agrupación de percusionistas.
Me pareció buena idea así que estuve un momento más, pedí una copa de vino verde semi seco y prendí mi tablet para contestar todos los correos mientras que el tiempo se iba.
Así casi había respondido cerca de quince correos electrónicos de facturas escaneadas. Y ya como a las ocho y treinta de la noche comenzó a instalarse el grupo sobre el pequeño escenario rojo aterciopelado.
E incluso más gente había llegado al restaurante, entraban muchas personas, entre ellos los más llamativos; los ingleses y americanos que vacacionan en la ciudad en estas temporadas.
Me estaba acabando todo el vino de la copa, me disponía a pedir un poco más, pero alguien llamó mi atención…
Se sentaba a seis metros de mí en una mesa del lado izquierdo desde donde estaba, era un hombre vestido con túnica negra. Sentía que me estaba observando, sólo podía ver sus lentes con marco dorado al estilo aviador, se cubría el rostro como mujer pero sabía que era hombre por el tamaño de sus manos, en una de ellas tenía una pulsera roja por lo que al principio dudé su masculinidad. Otros hombres de túnica blanca estaban sentados a su lado.
Bajé la mirada después de verlo por casi un minuto, no estaba segura si me miraba aunque yo sentía que sí lo hacía.
Volví a ver mi tablet para intentar componerme y centrarme.
A veces a eso me arriesgaba y ganaba cuando no me cubría el rostro, que algún tipo intentara molestar o intimidar.
Después comencé a sentir que este tipo volvía a verme, así que subí la mirada y lo observé de nuevo atentamente.
Su rostro estaba frío sin ninguna expresión cuando a penas volteé a verlo hasta que se dibujó una sonrisa que me hizo temblar de miedo.
“Oh Abby, creo que es hora de irte” (Me dije a mí misma en voz baja pero sin mover los labios)
Traté de componerme de nuevo pero un mozo se acercó con una charola redonda y plateada.
-Disculpe, señorita. Aquél hombre le envía esta copa de vino.
-¿Es semi seco? (Dije curiosa y desinteresada mirando mi tablet)
-Lo es, es el vino más caro que tenemos.
-Está bien, lo acepto. Pero dígale que deje de verme ya que me incomoda.
Dejó la copa, se fue y regresó frente al misterioso hombre para decirle mi petición.
Comencé a beber mi vino, leía algunas noticias en mi diario electrónico cuando me habló de nuevo el mozo.
-Señorita, Aquél hombre dice que usted lo está observando.
Eso me causó risa así que no pude evitar hacerlo notorio… Y mientras le sonreía al mozo le dije:
-Lo siento, seguro fue una confusión. Por favor no vuelva a acercarse a este hombre ya que no quiero más recados.
-Como guste.
El mozo se fue hasta la barra para dejar las copas de vino vacías que llevó de mi mesa y la mesa del extraño.
El show empezó media hora después, lo estaba disfrutando tanto hasta que…
-Disculpe señorita. El señor de aquella mesa le envía esta rosa con esta nota.
-¿Qué querrá este hombre? (Dije con curiosidad al mozo mientras le aceptaba el plato redondo con la rosa y la nota)
-Es obvio que usted le ha gustado. (Dijo el mozo con seriedad)
-Está bien… Es muy amable, gracias.
-Gracias a usted.
El mozo se fue y me quedé viendo la rosa. La levanté del plato redondo y saqué la nota que estaba debajo de esta.
“Siento haberla echo sentir incómoda. Pero esa mirada fue suficiente para llamar mi atención. Lo mismo que le ha hecho sentir el recibir esta rosa, así mismo sentí al escucharla reír.”
firma: Hombre extraño.
De inmediato y con sutileza miré hacia su mesa, vi que se levantó y entonces volteó hacia mí.
Al chocar con sus ojos, volvió a dibujar una sonrisa en su rostro y se fue.
Me sentía muy halagada con los gestos que tuvo hacia mí.
Me hizo la noche, el espectáculo gitano continuaba y yo jugueteaba con el tallo de la rosa entre mis dedos mientras de momento sonreía sola en mis pensamientos.
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¡La mente es tan engañosa que a veces te ocasiona problemas pequeños!
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