Lunes en la noche…
Dos días después de un actor herido por su novia.
Verónica se sentía tan incomoda por lo que había pasado en su casa, no sólo por la confesión del actor de que la había visto desnuda a propósito sino por esa insinuación de que gustaba de ella.
Intentó olvidarlo el fin de semana y ponerse un poco en los zapatos del hombre, la novia podía estar engañándolo, tenía mucho alcohol en la sangre y el cerebro, además estaba tan decepcionado.
Intentó comparar las veces que uno de sus tíos el menor de parte de su madre tomó toda una semana porque su esposa lo había dejado por otro tipo más joven, la locura y el rencor estaban tan dentro de él que terminó desorientado y vagando por las calles haciendo lo posible por mal gastar su dinero e intentar matarse en el intento.
Comprendía que quizá la quería y eso a cualquiera le hubiera ocasionado un golpe muy fuerte de dolor, un alimento enorme de actuar por despecho.
Eso creía la joven, que la confesión del actor sólo fue despecho.
Se dispuso no hablar del tema e intentar olvidar aquellos ingratos recuerdos.
Esa noche cerca de las siete y media de la noche recibió al actor tan amable como siempre, con una sonrisa de comprensión y ánimos a que realizara sus cosas correspondientes en la biblioteca.
-Buenas noches, Verónica.- Su voz se dejó escuchar segura y gruesa como siempre.
Vestía de gris oscuro y elegante, traía un portafolio y un saco largo hasta las rodillas color ocre.
-Hola Alan ¿Cómo ha estado tu día?
-Regular, ni bien ni mal pero bueno, siempre mejora cuando llego a este lugar.- Le entregó el carnet de la biblioteca a la joven y le guiñó un ojo. -Voy a estudiar, guapa. Hablamos después.- Hizo una semi sonrisa y se retiró dando una media vuelta.
-Por favor continua.- Ella sonrió y rodó los ojos abriendo el registro de ese día para el elegante y recto actor.
Dos horas después cuando la joven hacía su recorrido de rutina el lector extranjero la llamó a su lugar, era aquel hombre que se veía misterioso, alto, cabello ordenado y rostro árabe.
-¡Hola, disculpa!- Le pasó la voz seguro con ese acento inglés árabe distinguido y formal.
-Sr. ¿Qué puedo hacer por usted?- Se acercó al hombre de piel con bronceado natural.
-Oh quería saber ¿Si…- Quería invitarla a tomar un café pero se arrepintió. -… Sí hay textos del filósofo Santorino?
-Oh, sí, está en la sección gris detrás del pasillo de historia. ¿Quiere que le alcance uno en especial?- Verónica nunca perdía el carisma y la amabilidad, eso la había convertido en la empleada del mes.
-No, no es necesario. Yo iré por él, muchas gracias Srta.
-De nada, estoy para servirle.
Mientras el árabe quería conseguir algo de la joven y Verónica se preocupaba por dar la mejor atención en su trabajo, un hombre de otro pasillo estaba fuera de su lugar cumpliendo ese inusual comportamiento chismoso que nació de pronto.
El actor observaba la conversación desde una esquina del mismo pasillo, escondiendo casi todo su cuerpo tras el gran librero.
Apretaba los dientes enojado sin saber por qué, no le gustaba ese hombre a pesar que no lo conocía.
El imaginar a esa jovencita con aquel hombre le revolvía las tripas, quizá ellos juntos podían llevarse mejor por ser más contemporáneos pero ella era su amiga y no permitiría que un tercero arruinara su nueva relación de dos.
Caminó hasta el mostrador y tocó el timbre sólo para ver si era posible interrumpir la conversación de esos jovencitos y sí, Verónica fue hacia él.
-¿Qué necesita, Sr?- Una sonrisa se mantenía escondida en sus labios.
-Primero que no me digas “señor”. Segundo quería invitarte a ver una película.
-Suena muy bien ¿Una película tuya?
-No, no quiero aburrirte.- Sonrió. -Es que un amigo me dio un obsequio y quisiera que lo usemos los dos hoy en tu casa, si me permites estaría bien conectarlo a tu computadora.
-¡Ohh vaya qué aparato es!- Su emoción saltó a través de sus palabras.
-Es un proyector.- Levantó el portafolio, lo posó sobre el mostrador y de adentro de este sacó una caja plana con bordes redondeados y una marca comercial conocida de tecnología.
-Woww será interesante probarlo en casa.- La joven se había olvidado que hizo una promesa de no llevarlo a su casa, imaginarse con él solos en la oscuridad la hizo reaccionar y guardar compostura por lo que esperó su turno para hablar.
-¡¿Verdad que sería fantástico probarlo!?- Dijo emocionado sin levantar la voz sino todo lo contrario susurró.
-No.- El semblante de la joven cambió. -Acabo de recordar que no puedo.- Se puso seria.
El hombre frunció el ceño y entre cerró los ojos.
-¿Por qué? ¡Por favor, dime que no es por lo del sábado!- Su rostro cambió de feliz a preocupado. -Te pido disculpas por cualquier cosa que haya hecho mal.
-Está bien, no tengo por que mentir y sí es por lo del sábado.- La voz de Verónica se hizo más suave.
-Lo siento, dime qué pasó.
-No no, olvídalo, no vale la pena y bueno…- Pensó un poco más la propuesta. -Podría aceptar que vengas a casa sólo si me prometes que no harás bromas y no te tomarás el licor del bar que aunque yo nunca lo voy a ocupar pues prefiero que permanezca cerrado y en su lugar.
Rickman sonrió, caminó rodeando el mostrador y abrazó a la chica atrayéndola a su pecho.
-Perdóname por esa falta y mi irresponsabilidad por no saber controlar mi entusiasmo, juro por mis padres que nunca me había pasado así antes…
Verónica no quería escuchar más por eso lo interrumpió.
-Vale vale no tienes que explicar nada. La verdad es que muero por probar esa cosa de proyección, en casa mi padre tenía uno en el estudio pero se echó a perder al mes siguiente porque se lo prestó a mis primas.
-Es que son cosas muy sensibles, hay que tener cuidado y conocimiento al manipularlo. Gracias, Verónica, me parece excelente que hayas aceptado, tengo una película que dicen algunos está muy buena.
Sé separó de él y le preguntó.
-Tengo curiosidad por verla y… ¿Trajo su camioneta Sr. Rickman?
-Así es Srta. Hill, ahí podré llevarme su medio de transporte lujoso.
Verónica entre cerró los ojos.
-No se burle de mi súper mega moto.- No perdía seriedad.
Ambos se daban más confianza pero sobre todo respeto.
***
Al acabar el turno de la joven cerca de las cero horas de la madrugada el actor la esperaba afuera.
-Vamos jovencita.- Dijo ni bien la vio con gestos modosos y exageradamente altivos.
La acompañó hasta su camioneta, le abrió la puerta, esperó que se ponga el cinturón de seguridad e ingresó por la otra puerta, se acomodó con sumo cuidado frente al volante para arrancar el auto y la miró cuando ella volteó hacia él.
-Te advierto que podría quedarme dormida.- Dijo Verónica en tono serio pero con una sonrisa que fue inevitable dejar notar cuando volteó a su derecha para mirar al mayor.
-Si te quedas dormida te llevaré a la cama, te arroparé como una pequeña bebé y luego te pondré un fondo musical llamado “Estrellita brilla más me pregunto qué serás”- Narró como en un discurso sin dejar de ver al frente mientras movía le el auto para salir del estacionamiento.
Verónica de inmediato dejó salir una risa explosiva que aguantó lo más que pudo unos segundos dentro de ella. La forma en que el hombre le habló sin perder elegancia, lento, esa voz segura le hizo reír además de la tremenda ocurrencia de verse así misma arrullada como una bebé.
-Jajajaja está bien. ¿Y qué pasa si se duerme el señor actor?
-Sí yo me duermo usted me va a dejar dormir.- Se acercó con mirada interesante como desafiando a esa mujercita para que se atreva a decir algo diferente, retó con la mirada y el rostro aún más cerca.
Verónica lo detuvo de estar a centímetros de su nariz con su mano derecha tocándole el pecho mientras las manos del actor estaban apoyadas una en el volante y la otra en su pierna.
La forma soberbia y coqueta del mayor era casi su sello de personalidad, su naturaleza venía acompañada con esa gruesa voz que podía hacer sentir nerviosa o nervioso a cualquiera, La joven no era indiferente a esas maneras en que se le acercaba, lo tomaba como venía, algo natural, confianza, amistad, algunas bromas pesadas.
En el camino hablaban del clima en Croydon que a veces se ponía frío de pronto en cualquier época del año.
-Desde que conozco la ciudad estoy convencido que el tiempo es impredecible, en el verano hace frío y en el invierno a veces tenemos sol primaveral por eso trato de llevar siempre una gabardina en mi auto por si tengo que cubrirme de un resfriado y bueno también para huir de la prensa sensacionalista.- Con su mano izquierda tomó el cuello de su gabardina y la subió como escondiéndose atrás de ella.
-Ayy jajaja, buen consejo. La semana que estaba dando examen estuve muy enferma, me dio fiebre por la gripe a pesar que esos días eran como los de verano con mucho sol pero al final del día la temperatura bajaba mucho, en la moto el aire parecía congelarme. Sé que es bueno cuidarse y prevenir, mi madre siempre fue tan exagerada en inculcar esos temas.
-Así son las mamás.
Al llegar al departamento de Verónica el actor ayudó a conectar todo en la laptop, acomodó la salida de luz hacia la pared amplia de su sala, el aparato lo colocó junto a los muebles los cuales luego movió con cuidado para estar frente a la proyección y que ambos pudieran ver el video sin mover el cuello a la derecha o la izquierda.
El fondo de pantalla en la laptop de la joven era llamativo, Alan no se había visto más curioso antes con las cosas de alguien, ni si quiera se daba cuenta. Sacó un disco del cierre pequeño de su portafolio en el interior de este el cual insertó en el lector y ejecutó con un programa de vídeo que estaba instalado en la lista de los programas que sugería el sistema operativo de la laptop. Felizmente para él funcionó todo bien.
La película empezó y con un clic más puso pausa.
-Jovencita, iré por unas palomitas de microondas.- Se colocó la gabardina larga dispuesto a salir del departamento.
-Oh no, esas cosas hacen daño, yo preparé unos snacs muy rápidos. Tengo baby zanahorias, manzanas, y pollo deshebrado para hacer sandwiches.
-Me sorprendes.- El actor alzó las dos cejas. –Voy a aprender muchas cosas de ti, jovencita. Yo aún estoy en la etapa de abrir el refrigerador y encontrar media lata de refresco sin gas y un par de enrollados árabes de cerdo.
-Já, ¡Qué bárbaro eres! y espera a que pruebes jugo de melón preparado por mí.
La dejó hacer en la cocina mientras leía sus libretos y veía la hora en su reloj, sonrió al ver que ya no tenía que preocuparse por llegar a casa, ese mismo día en la mañana había tenido una seria conversación con una mujer, mujer que no iba a estar más en su vida.
Verónica regresó con las zanahorias cortadas en bastones, pepinos y manzanas cortadas de la misma manera, limón, sal marina triturada por ella misma y una botellita grande de chile en polvo que su mamá le trajo de México, dos vasos y una jarra de cristal que puso sobre la mesa.
Al ver el título de la película se quedó impresionada.
-Es el viaje de Chihiro, no pude verla, dicen que está buena y vaya, esto parece un mini cine ¡La imagen es increíble!
-Sí, la imagen es increíble.
Alan se sentó al lado izquierdo de la joven, puso play y ambos empezaron a ver la película.
***
Había pasado sólo una hora cuando ambos empezaron a sentir mucho sueño.
Verónica fue cayendo lentamente hacia su lado derecho sobre el brazo del sofá pero Alan impidió que se apoyara por completo, sujetó sus hombros e hizo que el peso de ese cuerpo fuera sobre él, en su pecho, él se dejó llevar hacia su izquierda, la imagen era tierna.
Como la jovencita estaba profundamente dormida pensó en cargarla y así lo intentó, primero se levantó de su sitio dejando que esta se acueste por completo en el sofá y después metió las manos debajo del cuerpo de la chica para alzarla y con mucho cuidado llevarla a su cama comprobando que no pesaba casi nada para él.
La dejó caer lentamente en la cama, después la arropó. Al observarla unos minutos se fijó en su fragilidad, lo hermosa que era, se puso en los zapatos del padre por morir de celos ¿Qué hombre podría merecer a esa jovencita?
Regresó frente al proyector donde aprovechó a terminar de ver la película pero el sueño lo venció en los últimos minutos.
***
Horas después.
La joven despertó apresurada para bañarse eran cerca de las diez de la mañana, exageradamente tarde para ella ya que solía estar despierta desde las siete horas cada mañana.
Salió a la sala y recordó que ahí estaba un hombre dormido con un proyector junto a él, un aparato de vídeo de alta calidad que se había apagado automáticamente por la inactividad.
Al verlo intentó no molestar con ruido, entró y salió al baño donde se dio una ducha, se cambió de ropa, fue a comprar algo para desayunar, preparó la mesa junto a la cocina y pensó que era prudente compartir con él.
Se acercó con cuidado, se sentó en el borde del sofá de lado de la cabeza del hombre y tocó su hombro con delicadeza haciendo la presión justa para que la notara.
-Alan, despierta.- Su voz fue suave, susurrante y delicada. -He preparado algo de desayunar, si quieres darte un baño es buen momento.
El hombre abrió los ojos como pudo.
-Buenos días ¿Qué hora es?- Su sueño era pesado y se notó en la forma que habló.
-Son casi once y veinte de la mañana.
Alan se sentó como pudo cegado por la luz intensa que entraba de la ventana junto al balcón del depa de Verónica.
-¡Oh es muy tarde!
-¿Tenías que hacer algo hoy?- Preguntó preocupada.
-No, felizmente sólo ir a estudiar a la biblioteca.
-Si aún tienes sueño después de comer puedes dormir en mi habitación unas horas más.
-Gracias Srta. hermosa pero no quiero molestar de esa manera.
-No es molestia, me encanta tener visitas.
Alan sonrió viendo a los ojos a la joven.
-Entonces me quedo toda la semana.- El grave de su voz era aún más profundo en las mañanas.
-Estaría muy bien.- Respondió con el mismo ánimo bromista. -Pero si va a quedarse a dormir toda la semana entonces debes de conocer las normas de convivencia.
-Ah caray esto se pone serio… La escucho con atención Srta. Hill.- Parpadeó y cruzó sus brazos en símbolo de interés.
-Primero, mi cama tiene otra cama debajo de esta por lo que dormirás en mi cama y yo en la de abajo. Segundo, tienes que comer todo lo que yo te sirva sin excepción. Tercero, nada de licor ni groserías o caminar desnudo en casa. Y cuarto, empezaron a darme como elección un día libre a la semana, mañana miércoles es mi día libre y voy al súper mercado, si quieres puedes acompañarme.
-Mmm me gustan las reglas pero hagamos algunas OBSERVACIONES.- Puso la mano derecha en su barbilla como pensando profundamente. -Uno, yo duermo en la cama de visitas. Dos, sé cómo cocinas y me encanta por eso no voy a protestar. Tres, no suelo beber licor más que vino y muy de ves en cuando y bueno tengo que ir por ropa a mi casa pero si estoy prisionero entonces significa que algunos días puedo andar desnudo. Cuatro, parece que olvidas que soy una persona con seguidores que no me dejan en paz, a mí me encantaría acompañarte al supermercado y me sentiría tan bien de que me vieran contigo pero piensa si quieres renunciar tan rápido a tu vida privada.
-Ups había olvidado que eres actor.- Sonrió al mayor. -Y bueno puedes quedarte todo el tiempo que quieras y traer toda la ropa que quieras e inclusive quedarte cuando no estoy, confío en usted Sr. Así que tiene mi permiso. Me encantará que pruebes más platillos míos… Y… sobre dormir acepto su renuncia de comodidad para sentirse como una visita.
-Tranquila, cuando te duermas me meteré debajo de tus sábanas.- El hombre tenía ganas de molestar.
-Oooookkeyyyy, mejor olvida todo lo que te dije.
-Es broma, Srta. Con tu permiso voy al baño.- Se puso de pie. -¿Puedes hacerme un pequeño favor, joven y guapa amiga?
Verónica sospechaba que era trabajo pesado así que entre cerró los ojos pensando.
-Claro que sí, Rickman. ¿Qué es?
-¿Puedes traer la maleta negra de emergencia de mi camioneta?- Le entregó la llave y le señaló el botón de candado. -Sólo aprieta aquí, se abrirá el seguro y desactivará la alarma.
-Vale, vengo en un momento.
-Muchas gracias, cuando la tengas por favor si puedes la dejas dentro del baño.
Verónica hizo una seña con su mano derecha de “Ok“, salió del departamento y se apresuró a subir porque había dejado un poco de agua por hervir en la tetera.
***
Al subir nuevamente en el departamento hizo exactamente lo que dijo el actor, abrió la puerta y dejó la maleta adentro del baño sin mirar.
***
Noche del mismo día…
Acostados como dos mejores amigos que se quedan hasta tarde viendo películas, veían el techo y se preguntaban cosas personales.
Bueno, la pobre chica era entrevistada.
Verónica usaba una pijama de dos piezas no ceñidas al cuerpo con estampados de mackintosh clásicos como adorno color azul y rojo, la tela intercalaba los mismos tonos. Alan tenía una playera sin mangas color blanco y un pantalón de lana color azul, el mayor estaba acostado en la cama de abajo de la misma manera que ella.
-Sonará raro pero no me he quedado a dormir en casa de nadie más antes a menos que retroceda hasta las fiestas de pijamada de mi hermana donde por su puesto no estaba invitado y se hacía en la casa de árbol que papá había construido exclusivamente para ella. Hasta tenía sistema de calefacción, recuerdo que después de insistir muchas veces, me quedé un día con ellas.
-Wow, hubiera querido tener una casa de árbol, nunca se me ocurrió pedir una.- Ambos miraban al techo completamente recostados en sus camas, cubiertos hasta la cintura con sábanas blancas.
-Pues ahora tienes un departamento y puedes hacer pijamadas sin pedir permiso a tus padres.
-Buena idea… Uff si mi padre se entera de que dejo dormir a personas conmigo me daría un sermón de prudencia y moralidad, me haría seguro la vida imposible.
-¿Alguien más se ha quedado contigo?- El actor estaba curioso.
-Es la primera vez que vivo sola, prácticamente desde que abrió la biblioteca. Sí se ha quedado Rose dos veces, le ganarías si te quedas un día más.
-Comprendo. Pues seguro le ganaré a esa jovencita de mal humor, ya verás.- Alan sonreía viendo al techo.
-Jajaja, ya veremos. Mientras tanto me gusta que me acompañes, no todos los días un actor te espera en su auto para ayudarte a llevar cosas del super o conversa contigo de madrugada en tu misma habitación.- Habló como si eso realmente le causara furor, sobre todo por eso de que es un “actor famoso.”
-Buen punto, eres tan increíblemente afortunada, niña, en serio. Pero cambiemos de tema un poquito. Y… Quisiera ser indiscreto nuevamente. ¿Por qué no has tenido novio aún?
-No ha sido algo urgente en mi vida supongo aunque creo que la mayor razón ha sido mi padre, él es muy celoso.
-En su lugar también lo sería, eres una niña buena, frágil, inocente, hermosa…- El mayor puso una de sus manos debajo de su cabeza y con la otra señalaba un punto imaginario del techo, esos que luego parecen moverse con poca luz.
En ese instante sí había muy poca porque ambos se iluminaban con el brillo tenue de una lámpara a sus pies.
-Ya no soy una niña, paso los veinte años.
-¿Cuántos?- Se le fue la curiosidad de las manos y lo soltó, aquello no se solía preguntar por costumbre en todo Inglaterra.
-Tú dime primero ¿Cuántos años tiene el señor rickman?- Se hizo sobre sus codos muy cerca al borde para verle el rostro al mayor que no dejaba de ver el techo.
Esta vez la mano del actor que señalaba al techo estaba apoyada sobre su estómago.
-El señor Rickman es mayor que tú, jovencita y eso es suficiente.
-Ajá no quieres decirme, pues yo tampoco te diré. Además no es importante.- Regresó a su lugar después de rodar los ojos. -Tengo edad para hacer lo que quiera obviamente guardando la compostura, y si lo piensa bien el afortunado es usted. Porque otra joven hubiera querido besarlo o peor hubiera querido usarlo, abusar de su inocencia y galantería, robarle mucho dinero y después deshacerse de todo, con frialdad, superficialidad etc etc… Pero yo no soy así, yo sí soy educada por dos padres rectos y además con dinero aunque lo peor sería que tuviera que depender de alguien una vez más, no lo soportaría… Y hablando de cosas más importantes… Un beso es algo importante en una relación y yo se lo daré a mi futuro esposo algún día.
-¿Quién es ese?- Se burlaba de ella. -Estoy convencido de que debe ser un personaje de libro.
-Oyeee es real.- Puso cara de “Qué payaso.” y luego suspiró profundamente. -Por ahí debe estar pensando en mí. No lo sé, quizá es ese Tom que me presentaste.
-No, no te lo recomiendo y bueno…
Definitivamente la edad no importa para querer a alguien. Pero sí es importante ser mayor de edad para hablar de engañar a alguien de forma sentimental y robarle su dinero.- Dijo como si no hubiera nada escondido en esas palabras. -Entonces ¿No has sentido amor o gusto por alguien?
-Creo que no, a menos que valga la cuenta desde el kinder donde un niño decía que era su novia o hace dos años cuando un chico de Canadá inventó que salía conmigo a pesar que sólo éramos amigos, nos conocimos en un campamento de familias. Pero el análisis que hice acerca de eso es que quizá no he tratado antes a tantas personas como para tener una opción. Sin embargo los gustos que tengo son bastante complicados, soy muy anticuada, soy muy exigente. Quiero enamorarme, darlo todo aunque después me arrepienta, quiero sentir de forma intensa, tener algo que nadie más ha tenido, amar y respetar a esa persona con todas mis fuerzas, cuidarlo, enamorarme más tan sólo por ver su sonrisa cada día.- Verónica pensaba en él, en él. El actor no tenía ni idea. -Y ahora que me haces buscar en lo más profundo de mi corazón, bueno creo que sí, quizá siento atracción por alguien de la biblioteca y eso será lo único que diré. ¡Ya descansa, Alan!- Volteó viendo a la pared pensando que era una locura pero la realidad es que quería causarle celos a ese hombre que dormía tan cerca a ella y olía tan varonil, incluso los amigos eran a veces muy celosos.
-Puedo notar eso, eso de que eres complicada, a veces sí eres muy odiosamente correcta.- Se burlaba de ella con su acento altivo aunque sintió extraño al escuchar que ella gustaba de alguien que él podía conocer.
Uf y no se imaginaba que podía conocerlo mejor que nadie.
-Oye…- Dijo la joven molesta. -Tú eres odioso y muy bromista a veces.
-¿Qué? Jajaja.- Alan rió e hizo como si no hubiera escuchado.
Verónica le lanzó una almohada y el actor empezó a reír más fuerte cubriéndose para no recibir más golpes justos de más almohadas blandas.
-No, yo no soy tan presumida como tú.- Dijo Verónica.
-Jajaja Miren quién habla, la mujer más exigente y soberbia que he conocido en toda mi vida.
-¡Ay claro que no, no lo acepto. Esa descripción es del tal Alan Rickman!
-Yo sí soy así y estoy orgullos de eso, Srta. Hill.- Puso la voz bien gruesa vocalizando de forma exagerada.
-Ya descansa, Rickman.- Añadió la chica.
-Y tú, Hill.
Ese día entero, miércoles, habían estado juntos en casa y la mañana que siguió fue similar hasta que ella tuvo que retomar el trabajo en la tarde.
El actor llegó con ella a la biblioteca, la dejó en su lugar mientras iba a su pasillo a estudiar, al terminar el turno la esperó y volvió a quedarse a dormir.
Nuevamente frente al techo después de darse un baño turnándose la ducha, empezaron su larga plática.
Cuando estaban a punto de dormir el actor soltó algo que ella no esperaba.
-Eres una persona increíble, Hill. Estoy tan agradecido de conocernos.
-Tú también lo eres, Rickman, también me da gusto haberte conocido, es como una gran Bendición.- Su voz era somnolienta a punto de quedar inconsciente. -Ahora déjame dormir.- Susurró. -Sueña con contratos de actuación.
-Descansa, pequeña.- Se sentó y la vio un momento, el corazón le latía rápido al hombre. “Estos últimos días sólo he tenido sueños…” Pensó el mayor y luego se durmió.
El día que siguió era viernes y pasó exactamente lo mismo hasta que llegó la madrugada del sábado y pudieron estar casi todo el día sentados en los sofás de la sala conversando alegremente de la experiencia del hombre en la actuación.
Verónica tomaba agua de una botella que había ido a rellenar cerca de tres veces.
Al actor le estaba pasando algo con ella, estaba admirado de lo sincera y transparente que se portaba con él, muy atenta, muy amable, le hacía sentir tan bien estar cerca a esa joven mujer, escuchar su risa, su picardía, el humor serio y a veces risueño de ese rostro castaño.
Los días que siguieron, las mañanas eran estar hombro con hombro sentados sobre el sofá compartiendo sonrisas anécdotas y más intimidad, las conversaciones eran conocer más al otro y aunque no era de forma completa lo hacían al ritmo que ambos sentían era perfecto.
Verónica estaba encantada y mientras más cercana se hacía a ese hombre sentía que a veces debía seguir siendo correcta, prudente, no comportarse como una joven inmadura por lo que su actitud era de escuchar y aprender todo lo que podía sin embargo no podía evitar dar su opinión a temas que ella creía conocer bien y eso hablaba de la seriedad en las relaciones interpersonales.
Otro día de la siguiente semana, cuando el actor decidió ir un momento a su casa y regresar con un par de libros para ella se sentaron frente a frente en el sofá y de pronto estaban hablando de besos.
-¿Existen besos que algunos actores actúan que dan pero en realidad no lo hacen?- Dijo Verónica. -Cuando lees un libro de teatro hay punto que se especifican entre paréntesis o señalado con negrita como: “Se besan.” “Aquí se besan de forma apasionada.” Entonces ahí es donde lo explican.
-Los directores deciden a veces cambiar por completo una escena si se trata de una película probando qué tan bueno sería el momento, o a veces simplemente lo retrasan. En el teatro es distinto, en el teatro debes pegarte a la letra del guión para respetar la obra literaria del autor.
-Creo que de todas las partes de actuar en una puesta en escena y los parlamentos, lo más difícil debe ser dar un beso.
-Opino lo mismo que tú, sí es difícil pero dentro de un personaje ya no lo es, dentro de la historia ya no eres alguien actuando sino alguien real, si este está enamorado debe de saber expresarlo con un beso, es importante esforzarte por trasmitir los sentimientos.
-¿Es más difícil para una mujer dar un beso en escena que para un hombre, tú que has actuado desde siempre qué impresión tienes?
-Mi impresión es que es más fácil para las mujeres cuando actúan conmigo. Todas son unas débiles.
-¡Ayy por favor!- La joven le dio un manotazo en la mano y el actor no pudo aguantar responder con cuidado, jugando.
(Algo así)
-Jajaja yo soy irresistible. ¡Ya bésame, niña, no finjas con preguntas de besos!
-¡Qué presumido y no, no te voy a besar, nunca!
-Nunca digas nunca.- Le guiñó un ojo coqueteando. -Vamos, te enseño a besar.- Dijo con soberbia.
-No molestes, Rickman, el tema de los besos salió por hablar de funciones de teatro que tienen más romance que comedia ya que eso es lo que el público consume más…
-Mmm. Por eso, dame un beso.- Dijo el actor interesante poniéndose de pie.
La joven hizo lo mismo, cruzó los brazos como pensando, frente a él.
-Déjame pensar.- Pasó sólo un segundo. -Mmm No, no quiero, no saqué el tema para besarte, tú empezaste la conversación acerca del teatro.
-Dale, un beso pequeño.- Se acercó y la abrazó por la cintura sin dejar de sonreír divertido.
Ella se sorprendió por el movimiento y subió las manos por el pecho de Alan hasta rodearlo por el cuello, cuestionaba el acto, dudaba de que era verdad, de que quería besarla, sus ojos lo cuestionaban más acusándolo de bromista con la mirada que estaba entre cerrada.
-No, no bromees. Ya habíamos hablado de eso, el día que bese a un hombre no será una actuación.
El hombre se adelantó y acercó sus labios sin dejar de verla a los ojos. Ella se quedó quieta pensando que se atrevería.
Pero Alan no pudo evitar tocar el tema del día en que despertó y estaba en la cama de la joven con sólo su calzoncillo.
-Está bien, hay que dejarlo para después pero al menos dime algo. -¿Sí vas a decirme qué pasó el día que se terminó el licor de tu bar?- El quería saber si algo de ese día la había herido.
La joven se soltó de él y caminó a su biblioteca para poner los libros que Alan le entregó, los tomó de la mesa de centro y los acomodó junto a los suyos dándole la espalda.
-Sólo fue una botella y media de vodka, además te dije que no, Rickman, ya no quiero hablar de ello.- No dejó de acomodar los textos en el librero, su respuesta fue seria.
-Pero dime en qué me equivoqué.
-Olvida eso Rickman.- No tenía ganas, simplemente no quería recordar.
-Por favor dime.
El semblante de la joven cambió.
-¡Ya olvídalo, por favor… Ya nos vemos mañana!- Era la primera vez que lo despedía.
-OK, me rindo. Nos vemos mañana.- Dijo triste y levemente enojado.
Alan se fue sintiéndose mal pero se había prometido que no quedaría todo ahí, insistiría nuevamente o al menos quería atreverse a olvidar que esa joven empezaba a meterse en su cabeza, la quería no sólo para que sea su tierna y joven amiga aunque algo más fuera una tremenda locura de su tonta hormona masculina.
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Siempre hay algo de locura en el amor pero también hay siempre algo de razón en la locura – Nietzsche
Este capítulo es un anexo a la historia después del capítulo “Malos entendidos.”
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