–Verónica estaba en el súper mercado comprando un poco de fruta mientras escuchaba con unos audífonos grandes algo de música rítmica de percusión, bombos, tambores, bajos, xilófonos. Vio el reloj grande colgado al final del pasillo y notó que apenas eran las diez y media de la mañana.
A pocos metros de donde estaba ella un hombre la observaba, alto y bien vestido, de piel castaña y ojos claros, cualquiera que lo mirase podría reconocer fácilmente su origen de oriente cercano. Había seguido sus pasos por unos días sin dirigirle la palabra o atreverse ya que era muy tímido. Le gustaba, creía que estaba enamorado a primera vista.
Se dio cuenta cuando ella fue a pagar a una de las cajas rápidas y luego la siguió con cuidado hasta que esta entró a una librería cercana.
Esa joven había frecuentado ese lugar algunos días porque le encantaba llevar libros para su nueva colección en su pequeña biblioteca, una repisa amplia de al menos dos metros cuadrados que casi ocupaba una pared del mismo lugar donde dormía, ella sentía que debía llenarla rápido si se podía, aunque tuviera que comprar de nuevo los libros que había olvidado en la biblioteca de su padre, no quería nada más de él, estaba enojada y era mejor empezar a ser independiente en todo, hasta de los libros.
Hill no esperaba encontrar a un actor ahí dentro devolvía un título, ella no pudo apreciar bien la tapa, al verlo sólo abrió la boca de forma exagerada e hizo como si se asustaba para darle la espalda e irse lo más rápido que pudo al fondo, el mayor se dio cuenta y giró sus ojos en un gesto aburrido, siguió sus pasos aunque se tomó su tiempo. Encontró a la joven escondida detrás de un enorme atlas que apenas podía sostener por el peso y la inmensidad al estar abierto de par en par.
-Tu cara me suena de algún lugar -sonó serio e incluso fruncía el ceño un poco, le quitó el atlas y ella tenía ese gesto travieso y avergonzado.
-Sr. Rickman ¿Cómo se encuentra? -su voz salió un poco alterada aunque se arregló a formal en pocos segundos mientras acomodaba sus ropas informales y juveniles.
-Mh, sabía que la había visto antes… ¡Qué extraño! ¿No trabajas en una biblioteca?
-Sí por su puesto -contestó animada con fluidez.
-¿Qué haces comprando entonces? -acusó con una ceja arriba, le parecía absurdo comprar libros cuando tenía a su disposición, millones.
-Bueno… Primero le hago la misma pregunta y segundo pues… -pensó que decir muy rápido y encontró las palabras exactas-, Los libros de la biblioteca siempre serán de la biblioteca pero los que compre serán míos -asintió como si le hubiera dado “La respuesta”.
-Ah, ahora entiendo -Alan hizo como si pensara y a la vez asentía para hacerle ver a ella que comprendía.
Pero al pasar unos segundos ambos rieron sin razón o posiblemente había sido por toda la experiencia un poco incómoda de encontrarse con alguien que habían tratado hace poco.
El actor aún con una sonrisa en el rostro admiró sus ojos claros color café y el rubor en su rostro, pensó que ofrecer llevarla en su camioneta hasta su casa, podría poner esa situación en una más relajada.
-¿Tienes cómo regresar a casa?
-Oh, sí claro, me iré en ómnibus -ella se puso aún más caliente de las mejillas y no sabía por qué, nunca le había pasado que un amigo le hubiera ofrecido llevarla a casa, es que su padre siempre la llevaba.
El mayo hizo la voz normal aunque un poco grave por inercia.
-Pensaba que querrías ir en mi camioneta, mi departamento está relativamente cerca.
¡Cielos, qué hago! Si me ven en la camioneta de ese hombre sin saber quién es, van a decir que estoy desesperada o peor. ¡Toda la culpa la tiene mi papá, ay lo odio con el alma! Siempre con la moto y justo hoy la dejas.
-Gracias pero no puedo, lo lamento, aún me voy a quedar por aquí, ah, es que… Viene alguien por mí -mintió, no le gustaba hacerlo porque era notorio cuando lo hacía. Resopló porque al menos se libró. Empezaba a arrepentirse ya que no gustaba mucho del ómnibus.
Rickman asintió apretando los labios.
-No te preocupes -con un aire digno alzó la mirada e hizo una venia imperceptible-, Hasta luego.
-Hasta luego Sr. Alan.
Cuando el actor se fue, toda tensión de su cuerpo desapareció y no sabía por qué pero la noche que pasó había estado soñando con él en la biblioteca, nada importante, sólo lo veía estudiar y estar atento a sus lecturas.
***
Al llegar la tarde antes de irse a leer, el actor revisaba su correspondencia seleccionada por Charles quien era su asistente y representante para las películas nuevas que estaba apunto de hacer.
Veía todas esas cartas de jovencitas inglesas y americanas tan emocionadas por trasmitir el amor que sentían por él, otras no eran tan jovencitas y además no tenían mensajes precisamente inocentes, sin embargo suponía que para charles le había sido llamativas algunas fotografías que encontró dentro de esas adornas misivas en rosa y amarillo papel.
Tenía delicadeza con esas cosas.
Tomarse el tiempo para aquello era en cierta medida satisfactorio, le agradaba recibir críticas ligeras y otras muy inteligentes con respecto a su trabajo tanto en teatro como en el cine y no soportaba las cartas donde ciertas personas se creían expertos e intentaban afirmar cómo era él haciendo comparativas con otro actor inglés, aquellas no le agradaban aunque siempre había algunas excepciones que le hacían sentir alabanza y admiración, esto hacía crecer su ego aún más de lo que se permitía cada mes.
A veces el actor decía que deseaba tener más tiempo porque era imposible acabar todas esas cartas y sobre todo, nunca podía responder.
Su entorno era tan ruidoso, su entorno estaba lleno del ambiente de actuación algo que por su puesto adoraba pero otras veces quería detener. Desde que había empezado a tener fama volver a una vida sin gritos y flashes era imposible, siempre tenía que camuflarse, esconderse o peor siempre permanecer en los mismos ambientes. Deseaba algo más natural, que sobre todo lo desconecte a veces, deseaba otros paisajes y significados aunque aún no sabía qué.
Él en la mayoría de entrevistas exponía que se esforzaba por hacer cada uno de sus trabajos lo suficientemente bien y en los últimos dos años apenas se abría delante de él un enorme apogeo que el pensaba iba sólo a crecer.
Tenía buenos presentimientos y ahora se asomaba a él un pequeñito secreto, estaba un poco distraído en un sentimiento de curiosidad.
***
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