La biblioteca Capítulo 25 No Me Mires Así

“No, yo no quiero hacerte daño, mi amor…”

-Verónica, Tom te está hablando… ¿Qué sucede?

La joven quien estaba sentada viendo atento a los actores al otro extremo desde donde ella estaba, se perdía en sus pensamiento y recuerdos.

-Creo que no me siento bien, ha sido un día muy cargado… Pero tranquilos, jóvenes actores, ustedes disfruten un rato más yo iré a descansar.

Alan se sintió mal al ver a Verónica en ese estado pensativo.

La joven se retiró del lugar bastante agitada pero sin poder sacar esa oración de su cabeza.

“No, yo no quiero hacerte daño, mi amor… ¿Si no era daño entonces qué era?”

El recuerdo se repetía una y otra vez, eso no le daba buenos presentimientos.

Y no se quedó tranquila.

“¿Cómo se atreve a llamarme, amor?”

Tomó su celular y empezó a escribir un mensaje de texto a su madre.

🛡️ Mamá, cómo estás… ¿Cómo te va con papá? Quisiera ir a verlos, este fin de semana. Los quiero.

No pasó ni dos minutos cuando obtuvo respuesta.

🛡️ Hija, tu papá está de mal humor me ha dejado de hablar casi dos días por una pequeña discusión que tuvimos acerca de Alan y tú. Desde que lo operaron y salió del hospital está muy intranquilo pero no le hagas caso. Debe ser porque aún le queda un mes más para empezar el trabajo como antes, fueron muchos meses sin su mundo, tantos espacios en el día para ser ocioso le han trastornado la cabeza…

Verónica respondió de inmediato.

🛡️ Igual iré este fin de semana, quiero hablar con papá y posiblemente vaya con Alan.

🛡️ Tú sí que quieres morir joven, hija. En fin, te pareces tanto a él, ven cuando quieras mi amor, sabes que esta es tu casa.

La joven pensativa en la gran habitación de esa enorme casa, la gran casa del actor donde antes se había quedado una noche, la misma casa donde recibió la llamada de su padre para invitarla a desayunar porque él quería presentarle a su mejor amigo de la escuela, un amigo actor al que le hacía contaduría, que dio la casualidad de ser el hombre que se había robado su corazón.

“Yo no lo hice a propósito, lo juro” Se decía en la mente al sentir un poco de culpa a pesar que en ninguna instancia cometía un delito. “¿Acaso le robé el novio a alguien, acaso es algo malo enamorarse de a Alan, un extraordinario hombre cargado de emociones y sentimientos, el único que me ha hecho sentir importante, la única persona en quien confío?”

Debatía con ella misma por distintas preguntas hasta que sólo se quedó dormida.

El espacio vacío y oscuro la entretuvo por un par de horas acostada sobre esa blanca cama.

Alan llegó frente a ella con pasos lentos, se sentó a su lado y estiró su mano para tocar el cabello, el rostro y la comisura de sus labios.

-Mi amor… Verónica.- La acariciaba con ternura.

Su rostro tranquilo, el ceño relajado, esa mirada que amaba le hizo pensar ¿Qué demonios pasaba con Chonger, por qué hacerle eso a ella, a su propia hija?

Otra caricia más y el cuerpo de Verónica saltó, despertó agitada por ese último toque.

-Wow!! Tranquila, ¿Qué sucede?

-Estoy muy tensa, lo siento.

-Los jóvenes se han ido, si deseas podemos conversar de… Me preocupa en demasía tu cambio repentino.

-Prefiero no recordar lo perturbador de esa experiencia.

-Bien, lo que tú quieras. Voy a estar en el primer piso, si me necesitas.- Dijo con pausa las últimas palabras, se levantó de la cama y acomodó su ropa elegante.

El adulto se sintió desplazado.

La intención de Verónica no era refugiarse a solas, era pensar qué iba a decirle al adulto cuando lo viera de nuevo.

***

El fin de semana llegó, Verónica seguía en el trabajo, faltaba un hora para que la jornada termine y así conducir hasta la casa de sus padres.

Alan no estaba, se había ido a unas conferencias, algunas otras reuniones para la nueva película de Harry Potter. El actor quería que la joven conociera a alguno de sus compañeros así que quedó con ella para ir a las primeras grabaciones a fin del siguiente mes.

Aún así quedó de ir por ella al final del día viernes cuando el sábado empezaba…

Verónica no se sentía nerviosa ya que lo único que quería era reclamar a su padre, quería una coherente y lógica explicación de ese comportamiento tan antipaternal e inapropiado.

Al finalizar su turno se despidió de Alí quien aún iba a leer en las tardes, subió al auto después de serciorarse que el guardia cerró la biblioteca, arrancó rumbo a casa de su progenitora y empezó con los ensayos de oratoria en su mente. Los padres vivían a tan sólo cuarenta minutos de ahí.

El camino no se hizo largo aunque deseaba que fuera así con todo su corazón, no estaba segura de llegar y estar nuevamente delante de él, su padre, de esos ojos azules.

Porque el tiempo pasa, el tiempo siempre llega, esperas algo y tarda, no esperas algo y pasa, no quieres algunas cosas y esas tienes, quieres y anhelas otras y sin embargo nunca lo tienes o en la gran mayoría de veces tardan en estar frente a tus ojos.

“Yo no pedí estar en esta situación, papá.”

Verónica temía, temió cuando estacionó el auto, temió cuando abrió la puerta con la llave que su madre le entregó, temió cuando subía las escaleras hasta el estudio de su padre, cada paso temía, cada paso le hacía sentir dolor de estómago, en cada paso sentía los labios del hombre apretando con fuerza y deseo, sentía sus brazos acorralarla a su gran cuerpo, sentía su respiración la que antes le causaba ternura al estar cerca a ella cuando se dormían juntos viendo tele los domingos en la niñez, sentía miedo de ese gran cuerpo en forma que antes la protegía, su héroe se había convertido en el villano de la película, su héroe la destrozaba cada segundo en ese instante, sentía su aliento durante ese beso perturbador, su respiración agitada, sentía que ella misma que no podía rechazarlo otra vez porque quizá la siguiente le haría daño, se sentía confundida y decepcionada, sentía lo equivocado del asunto, temía enfrentarlo sola, temía con mucha fuerza el volver a caer en la misma circunstancia.

Sólo un metro más, la puerta estaba delante de ella, temblaba y sus manos sudaban, giró el pomo con cuidado y abrió la puerta sin pausas, más lento de lo que hubiera planeado su cerebro.

El padre estaba ahí con una de sus usuales camisas elegantes, los primeros dos o tres botones del cuello desajustados, papeles ordenados a cada lado, una laptop con la tapa cerrada, una taza de café en una esquina, en la ventana ondeaba una de las cortinas como bandera, sus lentes puestos sujetos a la mitad de la nariz, su gran mano derecha empuñaba una pluma negra…

Chonger escribía sobre unas cosas parecidas a recibos, su calculadora solar, la misma calculadora, la de cada año, la de cada día, esa que veía al entrar a su oficina desde que tenía uso de razón, siempre estaba a su lado.

-Pasa, Verónica… Sabía que vendrías.

El mayor alzó la mirada y usó tono desinteresado.

-Papá…

-Shhh, dame un momento.

El padre se levantó de su lugar interrumpiendo lo que Verónica pretendía decirle, caminó pasando distancia hasta llegar a la puerta de la oficina por donde la joven había entrado. Tomó el pomo y accionó el seguro.

Verónica empezó a arrepentirse de haber ido sola.

El adulto regresó a su lugar, se sentó y siguió con lo suyo.

-Bien, ahora podremos hablar de lo que sea. ¿En qué te puedo ayudar?- El tono de su voz alzado, grueso y altivo la dejó en silencio de inmediato sobre todo porque seguía escribiendo.

-Yo…- Se acercó temerosa hasta reposar en la silla de cuero frente a su padre. -¿Qué pasó, papá… Por qué sucedió aquello?

-¿Qué, de qué hablas? Sé más específica.- Escribía desinteresado en la conversación.

-Hablo de que… De que tú, de que me besaste, papá… En qué estabas pensando.

-Pensaba en lo hermosa que estás. Y sí, cariño, te besé… ¿Qué más quieres  saber?

-Eres un descarado… ¿Por qué lo has hecho? ¡No me mires así!

-No sé por qué lo hice, no debió de pasar pero pasó y créeme que me gustó más de lo que creía… Ahhh… Yo te puedo mirar como se me antoje.

-Papá, soy tu hija… ¿Cómo puedes hablarme así?

-Eres mi hija eso es cierto… Pero lo que no es cien por ciento seguro es que yo sea tu padre. Desde que conocí a tu madre, ella sabía que no podía tener hijos, tu grandioso novio lo supo antes, ambos saben que quedé estéril por la leucemia infantil por eso él me molestaba y decía que jamás iba a tener una hermosa familia como la que tengo, que jamás iba a tener una hermosa hija. Me sometí a muchas pruebas para embarazar a tu madre y habían tres opciones… Hice que tu madre decida la más exitosa y eligió pero le hice prometer que no me dijera cuál… Una de esas era usar la semilla Chonger pero esa falló a pesar de haberla elegido primero yo me enteré rápido ya que no tienes mis ojos y menos los de tu madre. Eres mi hija, Verónica. Yo te he visto crecer, vi en lo que te has convertido… Pero yo, no soy tu padre y apuesto mi vida que Alan lo sabe.- Su voz se entonó con fuerza en las últimas palabras.

-Tú eres mi padre, no importa lo que digas, nunca nada ni nadie me hará pensar distinto.

El adulto sonrió al escuchar eso y se levantó de su lugar para estar frente a ella pero Verónica retrocedió un paso.

-¿Miedo, siempre tú… Siempre yo? No temas no haré estupideces.

Se acercó de nuevo y esta vez ella no retrocedió.

El hombre miró abajo hacia los labios de la joven.

-Dime que aún piensas en aquel beso… Dime que no fue sólo algo que quieres olvidar y detestar. No me detestas, me amas.

-Papá, te amo porque eres mi padre sólo por eso.

-Yo te amo porque eres mi hija.

Se acercó más a ella a pocos centímetros de su rostro.

-¿Qué haces?

-Sólo te observo de cerca.

-Tengo que… Tengo que salir de aquí…

La joven empezó a ponerse nerviosa.

-Papá, tengo que irme. Lo que fuera que vine a buscar aquí ya me lo has dado.

-Hija, verás que sentirme de otra manera te hará pensar que te he dado más de lo que hasta ahora has conseguido de mí.- Suspiró. -Pequeña, yo quiero sentirte de otra manera aunque eso esté mal, quiero darte más de mí, más de lo que te imaginas. ¡No puedo creer que te hayas acostado con ese estúpido actor, eso me mata, me mata, Verónica, tú no puedes ser de él más!

-Te has vuelto loco. Alan… Alan no es un estúpido actor, es mejor hombre que tú.

-No, no estoy loco, muero de celos por ti.

-Será mejor que me dejes ir.- Los ojos de Verónica rompieron en llanto.

-¿O sino qué?- La tomó del mentón, su deseo era besarla de nuevo.

-O sino me perderás para siempre.- Lo empujó con una mano del pecho para alejarlo, usó toda la fuerza que pudo soltar por el miedo y la tristeza.

Una lágrima cayó de cada uno de sus ojos.

-Vete, sal de mi vista, no vengas conmigo nuevamente.- El padre entró en cólera.

La joven se giró, caminó hasta llegar a la puerta, tomó la manija, la apretó y salió de ahí despavorida.

No se despidió de la madre, únicamente buscó la salida y corrió lo más rápido que pudo.

Subió al auto arrancó para entrar en la avenida, tomó su celular y empezó a marcar, tenía que encontrarse con Alan lo antes posible.

-Hola mi amor.

-¿Dónde estás, Verónica? Estoy afuera de la casa de tus padres.

-Salí de ahí voy en la avenida, nos vemos en mi departamento.

-Está bien, nos vemos ahí.

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“Dices que eres el Metatrón y todos te miran con cara de idiota, mencionas algo de una película de Charlton Heston y de repente todo el mundo es un experto en teología.” – Alan Rickman

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