Verónica fue a trabajar como cada lunes pero esta vez consciente de que iba a ver menos a Rose, su amiga había renunciado y en su reemplazo habían contratado a un joven latino llamado Benjamín, sudamericano de ascendencia asiática.
No se comunicaba mucho con él porque era menor, tenía tan sólo veinte años de edad y era lo bastante reservado para rendirse de entablar conversación.
Desde ya hacía una semana atrás lo llevó a casa en su auto como quien lleva a un niño callado a la escuela por encargo de la madre, fue ahí que pudo al fin acercarse a él.
Habían pasado cuatro meses y una parte de su corazón estaba apagada. No tenía ninguna noticia del actor, el último mensaje que había escrito ella había sido en dos semanas atrás.
Decidió que no le escribiría hasta que él dijera algo, estaba molesta y no podía evitarlo.
Se sentía extraña como si la hubieran golpeado, como si le hubieran robado algo preciado, ya no era la misma joven feliz que paseaba por los corredores de la biblioteca siempre alegre regalando mil sonrisas a los lectores nocturnos. Era la joven que estaba vacía llena de incertidumbre, desesperada analizando que en algo había fallado, que era una exagerada, que empezaba a comportarse como una infanta acaparadora e inmadura…
Se preguntaba ¿Qué demonios está pasando en mi vida? ¿Por qué no se ha tomado un sólo minuto del día para decir “Estoy ocupado”? Porque ella entendía que actuar era un trabajo difícil pero no concebía el que fuera incapaz de utilizar un minuto de todo su tiempo para escribirle si quiera un “Estoy ocupado”.
¿Él, cómo… Qué hacía… Habrá regresado con su novia?.. Estaba tan desesperada que cualquier respuesta le iba a regresar el aliento.
Ese mismo día, en ese mismo instante que llegó a su centro laboral iba a guardar su bolsa pero retrocedió sin prender la computadora, le dijo al joven Benjamín que tenía un asunto para resolver y que se lo recompensaría con el doble que le tocaba en el día.
-¡Cúbreme, tengo un asunto personal! Si me ayudas prometo que te pagaré mi turno más tu día.-
-SÍ, seguro…- Dijo el joven.
Verónica subió al auto y arrancó al mismo lugar donde ella lo sorprendió con su presencia antes de que su padre se enfermara.
Manejó y manejó por unas horas vestida como siempre iba al trabajo, viéndose como una jovencita tonta sin saber qué quería.
Llegó frente al mismo guardia de seguridad en la gran locación y le dijo.
-¿El señor Rickman, se encuentra en grabación?-
-Lo siento, para autógrafos tiene que esperar que salga a su hotel, si él decide bajará de su auto y le firmará.-
-Yo vine antes, soy sobrina, vengo de parte de mamá, soy de la familia.- Mintió con descaro.
-¿Usted no será Verónica?- El guardia intentó recordar viendo su rostro tapado por unos lentes oscuros. -Le ha prohibido el paso a una tal Verónica.-
-Mmm ya veo.- La joven pensó que ella pudo haber provocado que se enoje. -Pues yo no soy, ¿Quién es Verónica? Yo soy Rima Horton.-
-¿Por qué no me lo dijo desde un principio? Pase por favor.- Dijo el guardia.
La joven sintió un gran golpe en su mero rostro, pero de esos que pescan tu nariz y no puedes evitar llorar, sangrar de dolor intenso y marearte.
-Gracias.- Se aguantó de quebrar su voz.
Por suerte conocía por donde ir, sabía el camino para llegar al camerino donde la anterior vez se moría de nervios y emoción por verlo.
Cuando estuvo ahí supuso que le avisarían al actor pero era obvio que no la estaba esperando a ella sino a su antigua novia.
Y así fue.
La joven se sentó en esa silla cómoda forrada con cuero beige con patas giratorias, le estaba dando la espalda a la puerta por donde él entraría.
Los nervios la carcomían, no necesitaba más que escuchar las primeras palabras que él dijera para salir de ahí y no volverlo a ver jamás.
La puerta sonó en un crack de giro y apertura, su voz masculina se dejó escuchar gruesa, animada, como si viviera una vida tranquila y plena. Como si de un día para otro se hubiera olvidado de una joven estudiante de maestría literaria, una joven estúpida bibliotecaria que conducía una moto pequeña, que siempre estaba concentrada en su trabajo y futuro, una ex amable, feliz, animada joven adoradora de sus lectores nocturnos, persona que cuando llegaba a casa se quedaba dormida en la alfombra rodeada de libros que hablaban de honor, moral y amor en francés, de una joven estúpida que un día decidió involucrarse en asuntos agenos de la voz de un hombre importante que le recordaría un día los límites por sus diferencias… Se olvidó de esa joven estúpida que confío en poder dar su corazón sin ningún perjuicio a un ser que se transformaría e iría a su mundo en cualquier momento, el mundo desconocido que lo alimentaba que siempre le recordaría que alguien como él no puede tener amigos como ella, darle el corazón a un inperfecto y grandioso humano que le hizo escuchar y sentir la palabra más hiriente, sufrida, complicada de toda la historia humana… “Te amo”. Se olvidó de responder si quiera un “Hola”, un “Lo siento” o un “Hasta nunca”.
-Rima, te estaba esperando. No pensé que llegaras antes del sábado.-
Y ella giró la silla muy lento, su postura recta, se tomaba las manos, las piernas cruzadas y la mirada en el suelo. Cuando estuvo frente a él le dijo aún con la mirada en el suelo.
-Lo siento, no volveré a molestarlo Sr… Lamento no haber cumplido mi palabra, lamento haberlo distraído, haberle hecho perder tanto tiempo.- Sonó resignada.
-Verón…- Intentó decir el actor sorprendido pero ella lo interrumpió, algo que nunca antes se hubiera atrevido a hacer…
-… Tenía muchas preguntas que hacerle porque se suelen hacer preguntas cuando estás confundido o cuando no entiendes algo, tenía tantas cosas que comentar… Pero creo que ya no será necesario molestarlo más a ahora sé que después de haber conseguido lo que quiso…- No podía dejar de temblar, ese sentimiento que surgió de pronto la insultó y aunque moría por llorar no lo hizo. Subió la mirada de nuevo, quieta sobre los ojos de él. -Lo admiro, lo quiero… Le deseo lo mejor Sr. Rickman, muchos éxitos.- Hizo un esfuerzo por sonreír y se maldijo cuando una lágrima bajó por su mejilla derecha.
Caminó frente a él, extendió su mano, le entregó su carné de biblioteca hecha girones, caminó hacia la puerta, giró el pomo y se fue.
Él se quedó congelado sin saber qué decir o hacer, simplemente sus pies clavados al suelo viéndo todo como en una película. Quería salir corriendo tras ella. “Verónica, no te vayas, vuelve. Verónica amor al fin te veo. Verónica al diablo mi carrera de actor. Verónica perdóname” y entonces reaccionó.
Se dio la vuelta, empezó a caminar primero con dirección a la salida, sus pasos, su corazón cada vez eran más rápidos hasta que se volvieron un trote y después una carrera corta por alcanzarla.
-¡Verónica, espera!- Corrió detrás de ella para alcanzarla pero cuando llegó al estacionamiento ella ya se había ido dejando el rastro en perspectiva de un auto rojo que se alejaba con velocidad.
Salió sin avisar a nadie, subió a su camioneta y condujo sin parar siguiéndola pero por la culpa del tráfico la perdió de vista.
***
La joven estaba destrozada, ya no sabía si su corazón latía, si tenía sangre en las venas, si estaba respirando, sólo era el camino, las líneas, los edificios y casas antiguas. Eran las jodidas ganas de golpearse así misma, llorar hasta conseguir dolores terribles de cabeza, hasta ir corriendo al baño y vomitar.
Tomaba el volante y secaba sus lágrimas, su nariz roja, sus labios más rojos y sus ojos pozos de sangre por celos y odio, no odio a alguien más sino odio a ella misma.
Fueron muchas horas de conducir pero en el camino decidió lavarse la cara en un minimercado, se maquilló para no ser un fantasma patético con ojos hinchados, se subió al auto y rogó que el color blanco al rededor de sus pupilas tomaran el color blanco natural.
Las horas se fueron sobre la autopista y cuando intentaba odiarlo a él sólo podía recordar sus palabras.
Recuerdo…
-Buenas tardes, quisiera adquirir el carné de biblioteca…
-Necesito un libro pero no está a mi alcance…
-Le agradezco su amabilidad ¿Necesita que le sostenga la escalera?
-Está bien, es su trabajo y no puedo perjudicarla así.
-Desde ahora no me digas “Señor Rickman” dime “Alan”.
-Ya te había dicho que me incomoda las interrupciones!
-Si deseas puedo llevarte a tu casa.
-Perdóname Verónica, si te hace sentir mejor, mi peor molestia fue porque te extrañé.
-¿Entonces amigos de nuevo?
-¿Por qué no respondes? He visto la manera en que me miras cuando estoy en mi pasillo.
-Me gustas, Verónica, desde el primer día que te vi.
-¿Por qué no usamos la cama los dos?
-Verónica ¿Quieres ir a mi departamento al salir de la biblioteca?
-¿Te agrada que te abrace así? Porque a mí me gusta abrazarte así.
-A mí me gustaría no dormir por ti!
-¡Quiero abrazarte, mi amor!
-Verónica, yo no quiero jugar contigo…………..
La voz la golpeaba, la cortaba ¿Qué hice mal? Se preguntaba… Todo se volvió un eco cuando esa última palabra la atacó. “Verónica, yo no quiero jugar contigo.”
Al fin llegó hasta su departamento y sus ojos eran la pesadilla por lo que se puso sus lentes a pesar que la noche estaba encima de ella. Ya no quería nada, no quería recordar nada, no quería verlo, no quería escucharlo nunca más.
Pero no siempre las personas tienen lo que quieren.
Estacionó el auto, ni si quiera apagó el motor y fue al ascensor.
Presionó el botón para llamar el ascensor, se imaginaba el poder subir, entrar a casa, abrir la ducha con agua helada cayendo en su espalda, nuca y cabeza… Cuando esas benditas puertas se abrieron vio al fantasma de sus pesadillas recientes, él estaba ahí intentando ver en sus jóvenes ojos algo de misericordia.
-Déjame explicarte.- Dijo el hombre.
-Sr. Está en un lugar privado no puede subir el ascensor porque por ahí ingresamos a nuestras casas.-
-Por favor! Verónica!- Su voz era desesperada y aún no perdía el tono grave comprensible de siempre.
-¡No no no, no diga mi maldito nombre Sr. Se lo ruego de todo corazón!..- Su voz se apagó de inmediato pero resistía un poco a morir en su garganta para convertirse en llanto. Su voz era una suave súplica.
-Verónica, mi amor.- Insistió.
-¡Basta, cállese! Por ahora no puedo ayudarlo.- Le dio la espalda.
El hombre se acercó para tomarla del brazo junto al llamado desesperado de atención sin lágrimas, ella mientras tanto caminaba apresurada a su auto.
-¡Verónica, por favor escúchame! Todo tiene una explicación.- Su voz pidió más atención en tono grueso y culposo.
-¡No, por favor, no se atreva a tocarme!- La voz de la joven era más suave, un poco seria pero empezaba a romper la solidez de su seguridad.
-¡Verónica, no me hagas esto, te necesito!- La voz del hombre se quebró, algo que ella no esperaba.
La indiferencia de la joven le dolía por todas las veces que se aguantó para ir a buscarla.
-¿Cada cuántos meses me necesita? ¿A quién necesita… A la joven ingenua, la joven reservada, la joven que cree en todas sus palabras?- Suspiró -¡Sr. déjeme en paz porque ahora estoy… Cómo decirlo… Un poco indispuesta!- Apretó los labios.
Esa palabra “Sr.” era como si le dijera “Mal nacido”.
-No digas eso, te necesito a ti, mi niña, a quien amo. ¡Por favor deja que te explique, por favor, por favor, sólo un momento!- Insistió el adulto sin perder la cordura.
-¿Una explicación, una actuación más o simplemente convencer a la estúpida bibliotecaria de que podemos ser amigos? ¡NO VENGAS, NO ME HABLES, Y NUNCA ME VUELVAS A TOCAR! ¿Sí entiende eso, verdad?- Dijo herida quitándose los lentes frunciendo el ceño, los labios temblorosos por no querer decir lo que decía, lloraba porque estaba herida porque él vería de nuevo a su ex, estaba herida por olvidarse de ella como si fuera… No, simplemente como si no existiera.
Pero él la empujó contra el auto y tomó sus muñecas, se acercó a su rostro y la abrazó, sin soltarla la apretó en su pecho, la sostuvo porque no quería que se fuera.
-Te lo suplico, aléjate de mí!!! Por. Favor!- Su voz fue más aguda, apagada por el llanto que brotaba como manantial de su joven e inmaduro corazón roto. La primera vez que pasaba por eso.
El adulto la dejó y ella sin verlo caminó hasta el ascensor, entró y dándole la espalda subió al apartamento, ahí entró a la habitación se acostó en la amplia cama y lloró hasta que después de muchas horas el sueño la tumbó.
***
Cerca de las seis de la mañana despertó, la luz del día se alzaba lentamente y entraba por la ventana. Parpadeó muchas veces sintiendo los ojos hinchados y la cabeza llena de C4 apunto de explotar.
La sed siempre la paraba como sonámbula para ir descalza hasta la cocina, durante la madrugada se había quitado el pantalón, el suéter quedándose con la playera sin mangas y la trusa blanca de su conjunto.
Cerraba los ojos por el sueño y quería aguantarse de ir pero era imposible porque cuando el cuerpo le pedía agua tenía que complacerlo sino no iba a poder conciliar el sueño nuevamente.
Y cuando abrió la puerta él estaba ahí en el mueble, se había quedado dormido.
-Qmmm Qmmm.- Carraspeó la joven sobresaltándolo. -Agradece que no te haya prohibido la entrada.- Dijo en tono serio burloso.
El hombre se puso de pie recuperando lucidez. Pero la joven no le dio importancia, se fue a la cocina, tomó dos vasos, los llenó de agua, bebió el contenido de uno, lo dejó en el lavabo y llevó el otro al mayor.
Al estar frente a él le extendió el vaso y él lo agarró desconfiado.
-¿Ahora vas a escucharme? Lamento haber hecho que llores.- Dijo con sutileza.
-La verdad es que no tengo ganas de escucharte pero como mi mamá me enseñó a ser una buena anfitriona en vez de sacar a patadas a alguien…- Dijo con cara de aburrida en esa mediana oscuridad de la sala apoyada en el marco de la puerta con los brazos cruzados viendo hacia el actor con seriedad y sarcasmo. -Hacer llorar a alguien es fácil, romper un corazón ¡Wowww eso sí es un logro!.. Pero no te preocupes no me pondré a llorar nuevamente y menos delante de ti. Tengo dos razones, lloré tanto que me duelen los ojos y además no sé qué es actuar bien como para convencer y engañar a alguien.- Se lo lanzó sin piedad.
-Te ves hermosa. Eres una hermosa mujer…- Dijo el actor con sinceridad.
-Me lo han dicho muchas veces, jóvenes de muchas razas y posturas políticas e incluso de distintas clases sociales, hasta en la universidad tuve tantos pretendientes que ya no recuerdo el número.- Habló con despotismo.
-No lo dudo.- Dijo el mayor.
-Yo que tú lo dudaría, al menos es lo que yo haría ahora, dudar de mí, ya no voy a confiar ni en mi sombra.- Alzó una ceja con gracia falsa.
-Verónica déjame explicarte.- Dijo el mayor con lentitud y atino.
-No, cuando termines el agua lo pondrás en la cocina, en el suelo o en la mesa de vidrio, luego te irás y harás lo que mejor haces, actuar.- Su voz no era agresiva, era mal intensionada y resignada.
-¡Escúchame, tu padre me obligó a irme de tu vida!- Dijo en voz baja.
-¡Mi padre quería que sea una estúpida contadora y que saliera con el hijo de uno de sus amigos! ¿Culpa de mi padre es que dejes de ser humano, un caballero?- Hizo la pregunta con saña.
-¡Tu padre me amenazó!..- Alhegó el actor.
-SÍ apuesto que sí, él es así… También apuesto que no soy suficiente como para que tú pierdas algo, pero tranquilo Sr. “Soy Alan Rickman” entiendo tu actuar perfectamente y entiendo mi lugar en la historia, fui como un cameo en tu vida.- Dijo dolida.
-Perdóname por no escribirte…- Dijo tratando de frenar tanto enojo
-Ya te he perdonado eso. Pero lo que no voy a olvidar nunca y gracias a ti es que un hombre puede mentir de forma descarada tan sólo para arrastrar a una joven debajo de sus manos. Viva, viva su vida señor Rickman! Porque yo intentaré vivir la mía.- Siguió lanzado dardos con furia.
-Rima y yo sólo somos amigos, siempre lo hemos sido.-
-Ahh entiendo, ¿Algo así como nosotros éramos amigos, verdad?Salude de mi parte, a la Srta. Rima.- Dijo sarcástica.
-Tienes el carácter de tu papá.- Dijo el hombre.
-Termine su agua, ya quiero que se vaya.- La joven volvió a la cocina y tomó un pudín de chocolate de su gran reserva, regresó para comer de camino por la sala, tomó un libro de la estantería y entró a su habitación.
-¡ESCÚCHAME POR EL AMOR DE DIOS!- Dijo el actor enojado cuando fue atrás de ella y tiró de un manotazo el pudín de las manos de ella.
La joven abrió los párpados en sorpresa viendo al actor insistentemente hacia cada uno de sus ojos claros. Y entonces bajó la vista hacia su muñeca indignada.
-¡SUÉLTEME LE DIJE QUE NO… ME TOQUE!- Se exaltó un poco.
El adulto la soltó.
-Mírame a los ojos, comprende mis motivos, tu papá me amenazó y no le importó al mismo tiempo poder atentar contra mí familia.- Dijo indignado también.
-No se preocupe Sr. Rickman, me encargaré de mi padre personalmente, le devolveré sus cortinas de humo.- Su mirada se perdió en la habitación.
-¡Verónica arreglemos esto, déjame acercarme!- Volvió a insistir.
-¿Más cerca que dejar que llegue a mi edificio, que me hable a menos de diez centímetros, que toque mis manos o me abrace? Más cerca que eso sería imposible.- Empezaba a sonar calmada.
-No…- Pensó dos largos segundos. -No me importa nada… Sólo te quiero a ti. Quiero que veas de lo que soy capaz.- Dijo el actor tomando la postura recta de siempre.
Ella permaneció en silencio porque se dio cuenta de que si seguía respondiendo él nunca se iría de ahí.
-!Tú eres mi vida, te necesito!- El hombre dio un paso atrás y cerró la puerta de la habitación.
La joven se puso nerviosa así que abrió la boca para seguir.
-No parecía… ¿Por eso te encontré tan deprimido?- La tristeza regresó con ella.
Él volvió a abrazarla y empezó a llorar sintiendo los débiles brazos de ella muy fríos sin tener el deseo de animarse a tocarlo.
El calor de ese abrazo, la presión de este sobre sus hombros, torso, brazos, la piel de él en su mejilla, la presencia de él en su habitación le hizo retroceder el tiempo, le hizo recordar que lo necesitaba, que había deseado por muchos días que él estuviera ahí para acompañarla.
Las manos delicadas de la joven se metieron dentro del saco del hombre para rodearlo por la cintura y apretarlo con temor.
-¿Por qué no me escribiste?- Dijo la joven con tristeza.
-Le tengo miedo a Chonger, pensé que estaría pendiente de ti, de tu celular. Leí uno de tus mensajes y me di cuenta que no te había dicho nada.- Dijo el actor más calmado en el oído de la joven.
-Regresa al estudio sino te matarán.- Le dijo Verónica con sinceridad y se soltó de él.
-Yyyy ¿No puedo quedarme… Unas horas?- Dijo Alan con astucia y los ojos rojos.
-No lo creo, estoy muy enojada y quiero golpearte.- Caminó hasta su ventana para alejarse de él.
-Está bien, eso sería correcto. Vamos a la cama y podrás golpearme.- Sonrió interesante haciendo un gesto con sus manos viendo a la joven de pies a cabeza, a penas había descubierto que tenía las piernas desnudas.
El sol empezaba a invadir con rayos sobre la cama, la luz entraba por la ventana.
La joven se alzó la playera para quitársela por la cabeza y que él se deleite con sus abdominales orgánicos y el juego completo de lencería blanca recién adquirida.
Verónica sonrió maliciosa, caminó dos pasos hasta su armario mientras le decía al mayor.
-¿Recuerdas que te dije que tomaba algunas clases en el club deportivo de mi madre?- Dijo en tono alegre.
-Creo que sí lo recuerdo… ¿Por qué?- Dijo curioso quitándose el saco y desabotonando su camisa.
La joven sacó su ballesta de práctica delante de él y le apuntó.
Y el hombre se puso tenso.
-Tú eres bueno actuando, yo en cambio tengo buena puntería.- Dijo la joven riendo un poco. -Encontraremos la forma de comunicarnos ¿Vale?.. Ahora regresa a tu trabajo porque quiero dormir.- Hizo cara de niña inocente.
-No eres capaz de usar eso contra mí.- Dijo el adulto acercándose un paso hacia ella con una sonrisa segura.
La joven subió más la ballesta y disparó dejando escuchar cerca al hombre cómo el objeto cortó el aire y atravesó la madera, la flecha quedó unos centímetros más arriba de su cabello clavada en la puerta de su habitación.
El actor se quedó congelado y dijo.
-Yo también te amo, nos veremos luego… Ah y… ¡Eres la viva imagen de tu padre!- Su voz tembló un poco en comicidad, tomó su saco y salió de la habitación.
La joven suspiró y se dio la vuelta frente al armario para guardar el arma de entrenamiento.
Y de pronto el adulto la giró y la Besó con hambre voraz ahí con las puertas abiertas del armario. De la fuerza que usó ella perdió el equilibro terminando de sujetarse como pudo de su ropa y resbalando lentamente hasta el suelo.
Al dejarla en el suelo él se fue diciendo.
-Intentaré venir en dos semanas para llevarte conmigo y no te volveré a permitir que me digas que “No”.-
“Ojalá no lo vea enojado nunca” Pensó Verónica.
______________________________________________________________
“Actuar es en gran medida, crear imágenes en tu mente.” – Alan Rickman
¿Te gustó el capítulo?
Tu calificación: