PJ vio a Harry semi desnudo, esconderse en el pasillo junto al ascensor.
—Ah, cambié de opinión… Entra, Lionel, ponte cómodo.
El mayor subió una de sus cejas junto a una mueca maliciosa donde su imaginación mostraba una pronta victoria, esta le reventaba fuegos artificiales sobre su cerebro.
Había conseguido al fin que esa joven estadounidense le dejara apreciar más allá de una oración completa en peculiar pronunciación del inglés.
La tendría pronto.
—¿Qué desea beber, señorita? —gritó desde la otra habitación, ansioso por ver cómo ella se había alistado para él.
—Cualquier cosa estará bien, Lion, me pongo muy cómoda ahora mismo —alzó la voz para que Shabandar la escuche, tenía que disimular bien porque por culpa del experto en arte que ahora estaba frente a ella, sin pantalones, tuvo que hacer pasar a ese hombre coqueto dentro de su estancia. ¿Tendría que llegar a más?
¿Era necesario? Pero si eso no era plan.
Era patético, no era parte del trato acostarse con un atractivo adulto millonario.
Harry estaba con ella, enojado por haber perdido la dignidad al pasear por todo un hotel, mostrando las gónadas apretadas dentro de una tela oscura y ceñida a su entrepierna.
—¿Por qué lo has dejado pasar? ¿Qué haces PJ?
—Estoy bastante grande para tener una cita con quien yo quiera y Shabandar no está nada mal, es agradable, además… —se cruzó de brazos— me ha besado y punto. Deberías presionar tú… A ese viejo pintor para que no falle, estoy dando más de lo que quedamos, señorito, no es gratis —le tocó el pecho al lentudo con la punta de su dedo índice.
—Puedes hacer lo quieras, yo cumpliré mi palabra, intenta cumplir con el lado de tu plan —susurró, hablaría más, quería, sin embargo fue interrumpido por la voz de Lionel, la cual salió de la otra estancia.
—Señorita PJ, no le veré lo prometo, sé respetar el pudor y la privacidad de una dama, es sólo que necesito entrar un momento al baño y en un segundo regreso… —atravesó una puerta y entró a otra de forma vertical, atravesando el ambiente donde ella estaba. Para mostrarse como un caballero, tapó sus ojos con una de sus manos.
—¡Largo Harry, vete ya! —susurro desesperada.
—Eso hago… —apretó las palabras entre dientes, enojado, intentó salir por la puerta pero afuera estaba esa pareja de recién casados con los que ya había intercambiado algunos gestos desinteresados e incómodos, muriéndose de la vergüenza en los pasillos del hotel porque no tenía su pantalón — Me iré por la ventana —ajustó las palabras enojado, se irguió con orgullo y como si eso fuera de lo más normal, salió por la ventana donde estaban a más de veinte metros de altura sobre la calle.
—Pero ¿Qué haces, Harry, estás seguro? —Pj se quedó con la boca abierta de ver que ese hombre, Harry, de verdad se iría por la ventana.
—Ya he practicado —Se perdió afuera de la ventana.
Está mal de la cabeza. Pensó
—Te dije que mis pantalones estaban afuera, iré por ellos —soltó con dignidad y desapareció.
—¡Lista o no, ahí voy! —la voz de Lionel salió del ambiente del baño directo hasta ella, pronto estaría ahí.
PJ tomó las cortinas para juntarlas entre sí a la fuerza, se dio media vuelta y terminó en una pose que dejaba apreciar su piel bronceada y su traje de baño de dos piezas; La parte superior negra, suave y un bikini negro con rayas estilo animal print felino como conjunto, abajo.
Lionel se impresionó al instante, tanto que tuvo que apoyar su cuerpo en el muro cercano de su derecha, se dejó caer hacia él, debilitado por aquella impresionante figura femenina, interesante, su pose ahora era conquistadora al mismo tiempo que su ceño se hundió en la imaginación y la bendita lujuria.
—Voy a contarte la historia del León de Shabandar. ¡Grrrrr!
Caminó hacia ella, se deshizo de su saco elegante hasta quedar con camisa blanca, la tomó de la cintura para acercarse y plantarle otro beso apasionado, aún más profundo que el que le dio en el pavimento del estacionamiento al bajar de la limusina.
Ella se dejó llevar hasta que lo tomó de la mano para ingresar juntos al cuarto y no precisamente para hacer una siesta.
***
A la mañana siguiente, el mayor estaba desnudo en su cama y ella salió a buscar a su amigo Harry para tener más explicaciones.
Tenía una cita con Lionel, y cumpliría su palabra.
No tuvo que acostarse con él, con Shabandar, sólo hacerlo beber hasta desmayarlo de cansancio, quitarle la ropa y ponerle una nota sobre la mesa de noche con las siguientes palabras:
“Fue una noche inolvidable, eres todo un León, Grrr.
Y bueno, ya tienes mi número, te veo después.”
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Prólogo.
¿A quién le va bien después de haber hecho una maldad? Se estarán preguntando ahora mismo, aunque también pueden estar preguntándose ¿Por qué tengo que leer un prólogo, acaso no sería mejor ir al grano? Pues vayamos a él, lo reventaremos en una.
Ya sabemos lo que pasa en la historia de Lionel Shabandar y el plan perfecto que le quitó su magnífica obra de arte.
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A continuación, los personajes:
PJ saben quién es, es la chica de cabellos dorados, ojos claros de unos treinta años, llena de vitalidad, fuerza y ganas de ganar, es una experta en rodeo, para montar bestias salvajes, nadie le ha ganado aún además de subirse sobre toros y yeguas desquiciadas, vamos pero no piensen mal. Ha montado todo tipo de bestias pero sobre todo cuando se han querido sobrepasar con ella, unas cuantas cachetadas habría atarantado a tres pares de giles. Ella, es la chica de la historia.
Lionel Shahbandar, al que llamaremos “Lionel Shabandar”, es un millonarios que pasa los cincuenta años, ustedes lo conocen, no tengo que presentarlo sin embargo es necesario.
Es elegante, ordenado, explotador de empleados, soberbio, coleccionista de obras de arte y afín a grupos extraños de expresiones corporales de extremidades al aire libre (Eso aún sin comprobar)
Y luego está este loco en Pensilvania que tira nieve a sus plantas porque dice que sufren de bochorno.
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No todo era como hace dos años atrás, ahora, estos personajes tenían vidas levemente distintas.
Era urgente para Lionel encontrar por lo menos a uno, los demás seguirían a los otros en fila, como lo hacen las hormigas al oler la miel.
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