-Estoy deprimida, Alex.
El joven hizo como si ella tuviera toda su atención sin embargo su rostro revelaba que su cerebro estaba en otro asunto, el muchacho tenía esa emoción desesperada, contenida dentro de su ser y a punto de explotar, se aguantaba de decirle, porque el hombre de cabellos lisos le hizo prometer con su vida no decirle a Hermione que Newton Scamander estaría en la universidad, ya que, el brujo de Slytherin, quería ser quien se lo comunicara antes. Bueno, algo así, Snape era definitivamente, complicado.
Se mordía los labios frente a su amiga, asintió dos veces y luego puso puchero como única reacción a lo que dijo Hermione, quien en la universidad se le conocía como Jean.
No era tan grave detenerse de contarle algo así, era un escándalo, una traición a las políticas de Buenos amigos.
¿Por qué Snape era tan malo y además un bombón que te quita el aliento cuando te mira con odio mientras trabajas? Pensó.
En el bolsillo guardaba una fotografía vieja, en realidad era un recorte de un periódico de hace cuarenta años atrás con la imagen del señor Scamander. Quería hacer que esta se caiga al suelo y así darle una pista a esa jovencita triste, de cabellos rizos y castaños.
El joven de cabellos castaños respiró hondo y dijo:
-No tienes por qué, tienes un hombre maravilloso a tu lado. Él debe ser interesante a todas horas. Cuando trabajo con el profesor, siempre es como si en cualquier momento, yo, fuera a cortar el cable rojo… —hizo una mímica, como si desactivara un aparato explosivo—, y ahí en pequeños segundos se active esa bomba de carácter fuerte. Y en los silencios, siempre lo acompaña aquel aire espeso que te envuelve en terror y sonidos estridentes. Es… Un misterio, interesante y maravilloso.
Hermione subió la mirada, rápido , frunció el ceño y alzó una ceja, confundida.
Después, al pasar unos segundos soltó una risa contenida dentro de la boca pero sin abrirla tanto.
-Hasta se pintaron pajarillos al rededor de tus palabras, Alex, te salió un tono de cuentos de hadas.
-No tengo que mentirte, Snape me gusta, aunque bueno, la razón siempre camina contigo, querida pequeña -suspiró-, ese hombre no es tan como pensé que era, es muy rudo y amenazante -alzó los hombros- aún así tiene una pinta muy no sé qué… Al final tengo que aceptar que ustedes son el uno para el otro.
-Lo has seguido por varios años, debes haber leído las reseñas de sus alumnos, lo estricto y malo que era cuando se distinguía como profesor de pociones en Hogwarts ¿Creías que era un poeta escondido o algo así?
Alex se acercó a ella y la abrazó por la cintura, la miraba de frente, su delgado cuerpo estaba atrapado entre sus fuertes brazos.
-Hasta tú creías eso, Hermione, con eso de que va a ser más real… Mh, sabes a qué me refiero. Tiene como que pequeños problemillas con el carácter, y eso se puede sanar. ¡Ten paciencia! Es un buen hombre.
-Mh, lo es, aunque… No me recuerdes eso de que ya no será como antes, porque por eso estoy deprimida, extraño al Severus que siempre quería saber dónde estaba, ese que esperaba al final del gran campo de la universidad con las manos cruzadas en su espalda -bajó la mirada- ahora sólo tengo a alguien esperando en casa.
-Habla con él —la apoyó en el pupitre, la apretaba con el cuerpo.
-Ya lo hice, creo que soy la culpable de frenarlo en el esfuerzo, lo extraño tanto, Alex, es de verdad muy triste ya no verlo al final de cada hora y, ver en su bolsillo derecho una flor extraña arrancada de un jardín, quién sabe de dónde, para entregármelo antes de un beso apretado, después tomar una poción anti hondo o contra veneno de tallo, porque la flor que se veía hermosa y colorida, era peligrosa.
-¿Ya no te besa? -Alex era muy entrometido. Pensó en esos obsequios tan peligrosos, aquello sí definía al mago —Bastante ingenioso en las sorpresas. Sé que estás loca por él, me hablas de su forma de ser todo el bendito día. Mira —le dijo suave cerca del rostro—, si no te besa yo puedo empezar a hacerlo —Se miraron intensamente a los ojos, Alex la quería con el alma porque habían pasado muchas cosas y sobre todo ella era la única que sabía toda su vida.
—Tus besos deben ser como pétalos de rosas —miraba al chico con ternura.
Él hizo la cabeza hacia un lado en un gesto divertido.
—Quizá te bese mejor que Snape, muñequita.
Hermione sonrió y se puso muy colorada, al intentar disimular sus mejillas se pintaron de rosa suave y su boca hizo un gesto que terminó por obligarla a morder su labio inferior.
Su amigo intentó sacar la idea de su cabeza pero la curiosidad y la situación le invitó a probar aquellos labios tiernos. Sorprendió a Hermione como era de esperarse al juntar sus labios con ella, peor, este hombre siguió en un beso más profundo y largo hasta usar la punta de su lengua con una caricia provocativa y atrevida, justo en el instante que Hermione frenó de golpe.
—¿Estás Lorenzo o qué? Acabas de arruinar tu gusto por los chicos guapos —se limpió la boca con la manga—, ¡No vuelvas a hacer eso, loco!
Alex seguía cerca y sonreía muy pícaro.
—Ey yo tenía razón, besarte es como comer un helado de vainilla, ahora entiendo por qué Snape es adicto a ti —hizo rostro aún más bandido y luego sintió que dentro de sus pantalones algo se activó con extrañeza, no recordaba que le había pasado antes con una mujer —nunca he estado con una chica, quizá si me prestas ese rincón tuyo, pueda… Ser aún más distinto —se encendió su rostro con sentimientos confusos.
—Nada de préstamos, pero sí te recomiendo que te quites la curiosidad, aunque no conmigo —dijo maternalmente.
—Si terminas con Snape voy a convencerte a hacerlo, bueno bueno no sé hacerlo es la verdad, pero estoy generosamente dotado ¿Quieres ver? Es buena suerte.
Hermione hizo rostro de asco al saber que su mejor amigo habló de su intimidad.
-Me encanta cómo me besa Snape y cómo es tan tan… No sé, me hace, de verdad, perder la cabeza, ese hombre es simplemente una locura. Puedes verlo tan serio aquí, en la escuela, inaccesible, pero en casa y cuando llega tan satisfecho de las clases… Es un torbellino de sorpresas, un huracán. Obvio hablo del Severus que nadie más puede saber —siguió con el tema de Snape para que Alex deje de molestar.
La chica se liberó de los brazos de Alex quien la tocaba siempre con delicadeza extrema. No le agradaba mucho que fuera tan cariñoso porque se sentía extraña, él era un hombre atractivo físicamente, alto, con una fuerte personalidad. Si lo dejaba acercarse así con esa confianza, ambos podían salir lastimados.
La realidad es que el trato entre ellos era inocuo porque se amaban con un tremendo amor fraternal, eran muy buenos amigos, casi como hermanos.
Alex la procuraba en todo de forma emocional, era un caballero inglés, sin soberbia, suave, de voz madura y con un corazón inmenso. Escuchó a su amiga con atención y frunció el ceño imaginando muchas cosas en su cabeza acerca de lo que podía ocurrir entre ella y su profesor favorito.
-Qué envidia -comentó despacio, mordió sus labios —Quiero que alguien sea así, conmigo.
Un sonido los alertó segundos después, este lo hizo Snape al atravesar la puerta con energía.
-Mh, qué bonito pierden el tiempo, ustedes son un buen par de vagos -su voz resonó en toda el aula vacía de pociones -Acompáñenme al subterráneo, tenemos una visita importante, por favor les pido —subió el tono en las últimas dos palabras pronunciando con exageración—, que guarden la compostura y dejen libre los buenos modales -le alzó la ceja a ambos con ese hablar pausado característico en él.
Alex sabía a qué se refería su profesor así que aguantó un grito de euforia y apretó los labios, sus puños se cerraron y su corazón quería salirse de su boca, la cara que tenía parecía que algo le iba a asfixiar.
-¡Ya no puedo más, Merlín! -soltó como si gritara pero en realidad estaba susurrando con mímica de euforia.
-¿Qué sucede, Alex, quién es? —miró los ojos claros de su mejor amigo, sostenía una sonrisa curiosa.
Snape lo jaló como pudo del hombro y lo empujó delante de ellos.
-Tú ve adelante, jovencito.
-Sí, señor -dijo con temor, lleno de colores en el rostro a pesar que Snape casi le arrancó la mitad de la espalda desde un hombro.
Aparecieron dentro del pasillo para las aulas del Subterráneo.
El profesor se adelantó y abrió la puerta, en el lugar no había nadie, sólo objetos; una mesa larga de cristal, unas sillas giratorias, algunos muebles caoba y un una silla suprema, grande, al extremo de la mesa, esta estaba dándoles la espalda.
Hermione se sintió confundida y luego miró bien al fondo, una maleta cuadrada, diminuta, del tamaño de una de sus carteras de noche, reposaba en la mesa.
Alex también estaba confundido, tanto que buscó la mirada de Snape como si le exigiera una explicación.
El profesor vio aquello con desagrado e interrumpió el silencio.
-Señor Scamander —miró al extremo de la mesa—, le presento a mis mejores estudiantes. Jean Puckle y… Y… -no recordaba el apellido del chico porque le caía muy mal, en su mente estaba decirle el odioso y no se frenó -Alex el odioso.
-Jajaja -se escuchó una risa enérgica, grave, la voz de un hombre mayor.
Hermione abrió los ojos sorprendida ¿Podría ser quien pensaba que era? ¿Era posible?
La silla se giró hacia ellos y el mayor se levantó de la silla luciendo su traje largo y café claro tan claro como sus ojos y esos típicos pantalones de vestir, elegantes.
La mujercita no pudo evitar dejar caer su bolso, sus libros al suelo.
-¿Es newton Scamander? —Habló nerviosa. Miró el rostro de Alex, el cual estaba casi morado por aguantar el aire en sus pulmones.
-Es un gusto conocerla, Señorita Granger, Hermione Granger —hizo una venia suave y se adelantó con unos pasos rodeando levemente la mesa de cristal.
-¿Sabe mi nombre? -ella agarró la mano a Alex y Snape que vio el pase se enojó, se hizo hacia delante para romper la conexión entre ambos jóvenes, le dio un pequeño empujón a su novia para que ella vaya a saludar de mano.
La chica a punto de gritar, no supo qué hacer.
—Se se señor Scamander, no puedo creer que esté delante de usted —la voz de Hermione tenía un tono más alto de los normal por la emoción. Se acercó al mayor y le ofreció la mano para saludar con un apretón.
Newton Snamander no tomó su mano para corresponder un saludo como quien se encuentra con un colega, sino que se inclinó como en venia intermedia para depositar un beso en el dorso de aquella delicada mano.
Hermione quiso morirse, además del beso eran esos ojos, el rostro completo y presencia importante… ¿Cómo hacía ese brujo para verse bien, osea, tenía magia es cierto, pero, se veía así de bien por haber conocido algunos años a Nicolas Flamel? ¿Cuántos años tenía, como ochenta por lo menos o cincuenta? No quería exagerar, lo único mayor era el color de sus cabellos y sus cejas, gris platinado.
Ese hombre adulto tenía aspecto por lo menos de un hombre saludable y activo, aquello era imposible ¿O no? Porque se veía mayor que Snape no podía negarlo aunque no tanto.
Severus miraba atento esa precisa forma en que su Hermione no era capaz de pestañear.
—Todos estamos felices, señor Scamander por poder tenerlo con nosotros en este proyecto, hemos acabado de realizar la poción, los hechizos, y necesitamos su experiencia, alguna guía y recomendación para proseguir a liberar objetos y si tenemos éxito, a humanos.
Snape se había adelantado para empujarlo de forma sutil desde el hombro donde Scamander utilizó su brazo para acercarse a la joven, con ese movimiento lo alejó de Hermione y además lo guió hasta la punta de la mesa, casi hasta donde este se había levantado.
Alex se dio cuenta del pase y de igual manera también para la joven fue obvio.
—El hombre es un anciano ¿Cómo puede estar celoso? —susurró en el oído a su amiga y luego se sentó con educada exageración.
—Los jóvenes que van a participar en este proceso son mis alumnos; Alex y Draco, podrán salir con usted hoy mismo si así puede ser.
—Para mí será más que un placer ayudarte, Severus, te debo muchas cosas, jovencito.
—No me digas así, Newt, no me debes nada.
—Entonces que se alisten, serán dos días interesantes en Egipto, pero puedo llevar a este joven Alex primero para que conozca el lugar —puso rostro feliz y emocionado—, La jovencita Granger ¿Se quedará aquí para recibir contigo a la familia de Neguel?
—Así es, ella y el Señor Lucius Malfoy. Ah, no, lo siento, me olvidé informar, Newt, la familia de Neguel no viene hasta que regresemos de Egipto, me mandaron una carta de última hora.
—No pasa nada, está bien —añadió Scamander como hubiera descubierto los planes ordenados y precavidos de Snape.
Alex se quería morir de la sorpresa, iba a viajar con Newton Scamander y ni si quiera le habían avisado.
Hermione estaba un poco enojada, hubiera sido divertido viajar aunque era mejor vigilar las pruebas en la universidad, no era tan malo quedarse con Snape ¿O sí?
Snape añadió.
—Entonces no hay más tiempo que perder, mi joven alumno Draco debe estar en camino en unas horas después de su clase de la tarde de mañana al hotel que se ha reservado para su estancia. Y este joven, mi otro alumno, Alex odioso —lo tomó de ambos hombros para empujarlo hacia el mayor de ojos claros—, llegará con usted ahora, no tiene problemas con ir uno a dos días antes.
Snape lo comprometía, no le había dicho nada a ese joven.
—Sir, pero… Mi ropa —miró a Snape. Alex necesitaba su ropa y sus cosas, hasta, un poco de dinero.
—Anda niño, anda, luego te llevamos tu ropa —Snape quería deshacerse de él, su sutileza era alimentada por una buena y exclusiva razón.
La razón era que detestaba tener a ese niño pegado a Hermione y a veces, a veces tan pegado a ella que no se creía eso de que tenía gustos diferentes.
Hermione veía todo, confundida, parpadeaba mientras todo a su alrededor parecía mostrar nubes, truenos, y luego ese sonido que llega tarde a las espaldas, el cual retumba todos los cristales de una casa antes de una relajante y larga lluvia.
Alex la miró y le dijo:
—Hermione, por favor cuida de mi pequeño.
Snape se extrañó.
—¿De qué están hablando?
—Es sobre su pez dorado —la joven le habló a Snape para disimular —no te preocupes Alex, iré a verlo.
El señor Newton acercó su mano hasta el aparador, un mueble alto color caoba, se dio media vuelta para esperar a Alex el cual confundido sólo se acercó dos pasos al mayor para intentar explicar su necesidad por tener cinco minutos, pero el brujo de cabellos canos tocó el borde de su camisa y ambos desaparecieron en un torbellino.
El joven no tuvo tiempo de chistar.
“Un traslador” pensó Hermione. Qué inteligente.
—Al fin un poco de paz —dijo lento el hombre de cabellos negros y mirada incómoda —espero que ahora sea posible capturar tu atención, señorita. Ese joven Alex me estorba y me cae mal.
Hermione sacudió su cabeza al despertar de un trance, el estado pensativo que anhelaba descubrir por qué todo había pasado tan rápido.
—¿Has estado conversando con el señor Scamander y no me lo habías dicho, Severus?
—No, no conversamos, nos enviamos unos correos vía lechuza, yo le expliqué casi todo en mi primera carta, él, sólo respondió con amabilidad y nos hizo el regalo de su presencia —cruzó los brazos sintiéndose ignorado. Mencionó lo de querer capturar la atención de su novia y no obtuvo nada. Apagó la voz, la hizo suave, al intentar hacerlo como todas las anteriores veces que casi susurraba—, Ahora tendremos un pequeño instante para ambos —esa indicación fue más precisa, grave, insinuativa.
La estudiante miró en los ojos del mago, aquél color negro mate con un brillo curioso en la parte superior de cada iris.
—Presiento debiste haberle dicho a Alex que saldría hoy a Egipto.
—También te extraño, Hermione —pronunció lento—, me he tomado dos días para que conversemos de algunos asuntos.
—Oh, brujo, yo te extraño todo el tiempo —soltó confundida, impresionada— ¿De qué deseas hablar, señor misterioso? —fue directa y rápida, se cruzó los brazos para imitarlo y él soltó los suyos a ambos lados de su levita.
—Primero, de Alex y tú y esas conversaciones donde hablas de mí —estaba serio, el mayor no estaba tan desconectado del todo—, creo que deberías ser más reservada, el chico gusta de mí, no es sano que puedas mencionar algo de nosotros cuando convivimos a solas —suspiró—. Dos, esta relación es completamente seria para mí, los problemas que podamos tener es mejor que se discutan, si hay algo que te moleste puedes decírmelo en este mismo instante, a la cara, y así intentaremos resolverlo —bajó la voz y se acercó mucho al rostro de ella, colocó su mano en cada uno de sus hombros. Miró todo aquello en la parte superior de ese delicado cuerpo, y luego deslizó las manos hacia abajo hasta llegar a los antebrazos junto a unos pequeños y sutiles apretones que subieron de nuevo hasta los codos de ella, con sus manos y largos dedos—. Tres, mi valiente princesa Gry… Te amo —hizo una sonrisa de lado que luego se convirtió en una mueca interesante—, cada día me gustas más y cada día pienso que eres tremendamente odiosa cuando no sabes lo que quieres con exactitud —sí, le estaba reclamando esa aún inmadura forma de pensar en algo un día y al otro contradecirse—. No existe mejor instante para mí que cuando el tiempo se detiene para salir fuera del contexto natural de esta nueva vida. Hermione, mi insolente joven mujer, hace dos años se nos hubiera negado la libertad de conocernos, intentar tener una relación o no olvidarse que nos vigilaban. Mírame ahora, estoy vivo, tú lo estás… ¿Acaso hay reglas, normas, para una relación entre una estudiante brillante y un humilde pocionista?
—No, no lo hay, sólo somos dos personas con una nueva y libre oportunidad.
—Exacto, hagámoslo sin pensar, pidámonos imposibles ,el ogro, el murciélago de las mazmorras ahora ha salido volando por los ventanales del corredor porque ya no quiere ser soledad, dolor, espanto. Tú, Hermione Granger, me has fascinado y no entiendo por qué te gusto tanto. Hoy voy a prometer algo, aunque primero debes saber que nunca lo he hecho antes, pero lo intentaré. Quiero que tengas seguridad, dime ¿Qué necesitas?
Hermione asintió encantada. El mayor frente a ella le hacía temblar el suelo como gelatina. Muy vagamente estaba en su cabeza que el mago ya le había hecho esa pregunta.
—Quiero que nos conozcamos más. ¿Qué quieres tú, Severus? —susurró lento.
—¿Sabes que lo único que quiero en el día es poder pasar todo mi tiempo a tu lado? Mis deseos se manifiestan sin tener que forzarme a ser distinto, realmente existen ganas dentro de mí, preciosa, de tomar tu mano, sentir la piel de tu cuello en mis labios y… —bajó el tono de su voz, tan grave y susurrosa que ambos cerraron los ojos, Snape ya tenía a esa estudiante al borde de la mesa de cristal, sin poder ir a otra parte, la seducía como sólo él podía—, quizá ahora que estás en mi vida, necesite estar cerca a ti, sé que te pasa lo mismo, tus gustos han cambiado un poco, ahora te veo escribir, antes no te vi hacerlo, no vi esos silencios de impresiones intelectuales, sólo te veía leer, una joven afanada por saber más que otros, para superar pruebas difíciles —frunció el ceño—. Has cambiado y me gustas así, ya no eres una niña, eres una excelente compañera, amiga… Yo quiero que conozcamos otras formas de querernos, a solas, sin hablar, sin respirar —suspiró, agitado, deseoso—, en cualquier lugar que soporte nuestro ímpetu por el otro, Granger. Despiertas en mí, mh, tantas cosas… ¿Quieres que pare esto?
—No, no, quiero que haya más para ambos.
Las manos del mayor se deslizaron por la falda de la joven la parte de la cintura y sus dedos se metieron debajo de la tela para tocar esa tibieza que empezaba a subir en grados sobre esas hermosas caderas.
Hermione jadeó, no podía más, el hombre frente a ella era tan envolvente y muy bueno para persuadirla, que otra vez la tenía atrapada.
Ella no pudo hacer más que alzar el cuello y morder sus labios en ese momento justo cuando la boca de Snape parecía que le iba a comer las arterias latentes y alteradas. Sí, se dejó besar con esa carga tan fuerte y sensual del mago, en el cuello, esa que le hacía pensar que de inmediato iba a estar desnuda frente a él, esa forma que le hacía perder la noción del tiempo y del lugar.
—Mi amor, vamos a tomarnos unos minutos —las manos del mago no se detenían, la estaba desvistiendo ahí en la sala de reuniones. Su respirar enérgico era porque estaba agitado.
—Ah, Severus… —Habló lento como en un reclamo, su rostro estaba sonrojado—, ¿Aquí? Pero… —Snape pegó su cuerpo a ella, no le dejó espacio, tan sólo el sentir de su persona caliente por la mitad y cerca de su pelvis—Por lo menos cerremos la puerta —dijo antes de verse atrapada por los labios del mayor, los cuales se habían unido a ella para besarla muy lento, en un vaivén que incrementa despacio, tan calmo, ese como el de un ladrón sigiloso, el que suelta todas las amarras en un puerto para llevarse varios navíos y una vez sobre una, alimenta su adrenalina, intranquilo, voraz por subir la velocidad y desaparecer.
La subió como pudo en esa enorme mesa de cristal, al borde y cerca de la puerta del lugar.
Ya a su merced, desnuda, él sin camisa con el pantalón desabotonado con magia, bajó su bóxer e introdujo lentamente su alterada intranquilidad, erguido, incontrolable, tan lento y desesperante, en ella, tan despacio como una caricia y tan intenso como, como cuando pones una mano sobre el carbón encendido.
¿Por qué estaban haciendo el amor ahí? ¿En qué estaban pensando?
A Snape le encantaba hacer eso, estar en ella mientras le hablaba en susurros en el lóbulo de su oreja y su boca iba ganando grados mayores al punto de la erupción volcánica en Hermione, darse un recreo, besarle otros labios y cuando ella esté a punto de gritar las sílabas de su nombre, volver, a ella, y esa piel que lo deja pasar, húmeda para apretarlo con justicia latente, en un abrazo de locura en indescriptible y deliciosas sensaciones.
Y porque el destino era terrible con ellos, la puerta del lugar empezó a sonar con repiqueteos dactilares y de niña educada.
—¡Santo Merlín, es Lucius! —Susurró Snape, al alertarse de la presencia y figura del otro profesor, sabía que sólo él tocaba como niña delicada.
—¿Profesor Snape, está ahí? —Malfoy se escuchaba animado como con excelentes noticias.
Hermione atrajo el rostro del mago para que la siga besando, no quería que parara el ritmo que llevaban.
—Sh, no le hagas caso —Hermione dijo en alto tono, peleando con el oxígeno que salía de sus pulmones.
—¿Severus, Granger, están ocupados?
—¡Iré contigo más tarde! —Soltó Snape concentrando toda su energía en esa magnífica mujer entre sus brazos.
El silencio los tranquilizó, no escucharon más toques de filos de dedos y uñas con manicura Malfoy
La calma les dijo que ya no tenían que volver a responder.
Ambos siguieron la faena, entretenidos en el otro, unidos como uno solo, conectados de distintas formas intangibles, todas esas imágenes en la mente ayudaban, encuentros anteriores, ayudaban a que cada movimiento sea más intenso que el anterior, el deseo crecía con el ritmo y el acabose fascinante cuando el aire, todo el aliento se ha ido del ser, los cubría como un manto de seda sobre sus cabezas.
Y al fondo, junto a los sofá pequeños, un hombre apareció divertido, en juego, con una mirada curiosa que luego la convirtió en una atenta. Se quedó sin aliento, sorprendido, mientras vio a esos dos por los siguientes quince minutos. Vio cómo ambos terminaban de decir que se amaban sin voz y sin aire.
Primero ella y luego él, ese hombre delante de sus ojos que en sus recuerdos era un niño amargado dispuesto a dar su vida para el mal y para Voldemort, estaba hundido en un mar de gozo y placer como nunca pensó que lo iba a ver.
Ese par había culminado.
—¡Santo Merlín! Lo siento tanto…
Profesor y alumna desaparecieron.
¿Te gustó el capítulo?
Tu calificación: