El profesor se arriesgó a entrar al ambiente y llevársela consigo sin revisar antes que el lugar estuviera desocupado. No se supone que habían visitas, habían acabado los trabajos de interiores pero los detalles aún eran supervisados.
La posó en una cama desconocida a su merced, la besaba intensamente al compás del movimiento involuntario de su pelvis, apretaba con su cuerpo el delicado ser femenino de ella.
Su tocar aún no se transformaba, era sutil no quería propagarse, verse sucio, lascivo aunque a veces le ganara su lado oscuro, no haría nada que ella no quisiera, pero le antojaba averiguarlo.
Se repetía en la mente que había tiempo para soltar todo su ímpetu al aire y que esa noche haría lo que ella quisiera.
La cama, un reposo suave, un buen lugar para apretar su joven cuerpo, la hundía por las caderas, sus rodillas varoniles estaban al lado de esos delicados muslos esbeltos.
En su mente analítica y pasional quería acentuarse a una caricia delicada y antigua pero ya no aguantaba, quería más, quería enseñarle más esa noche.
Mh fundirme en ella hasta el amanecer, y después hacer el amor
Las yemas de los dedos tocaban con atino, sutileza, aquella piel aterciopelada y rosa pálido de su cuerpo juvenil, sus pezones eran hermosos, dos puntos rosa oscuro como pintados con pincel.
Esa hermosa y joven dama era su mujer, la deseaba con la mente y el cuerpo su querer hacerla suya cada que estaba frente a él era que quizá su deseo se volvía obsesión. La joven podía estar perdida pensando en el después distinto a él que pensaba en el ahora porque la experiencia le había enseñado que cualquier cosa podía pasar al amanecer.
Se estaba convirtiendo en su vida, la nueva oportunidad que le daba el mundo era para poder estar con ella y cuidarla, cuidar a alguien que hace un tiempo corto atrás pensaba en estudiar y ser la mejor de su clase no en encontrarse con un viejo profesor de pociones, humilde y amargado, cambiado por el duro azote del no ser correspondido. Hermione se había metido tan profundo en su corazón que ni si quiera recordaba el rostro de una pequeña pelirroja bajo un árbol alto y frondoso.
La amaba intensamente, sus ojos café, su boca, su sonrisa tímida, todo su ser. No sabía qué hacer para retenerla, no sabía por qué aún dudaba de haber conquistado su inexperto mirar.
Sus besos le recorrieron el cuello, dejaba huellas húmedas con sus pálidos y delgados labios, su lengua la tocó despacio, probando cada centímetro de dulce olor a jazmín.
Acariciaba todo su cuerpo, sus pechos, las exquisitas y delicadas curvas superiores como montañas de nieve y azúcar impalpable, aquella inaccesibles piel más rosa, prohibida para otros, ahora era sólo de él, porque tenía permiso, ella se lo había otorgado, su respuesta habían sido sus labios, su mano al caminar con ella, su tierno despertar la primera mañana que amanecieron juntos, su delicado ser expuesto sólo para él, para su sensitivo órgano del tacto.
Moría por la piel de sus pezones, la punta de ellos, su enloquecer atraparlos enteros con su boca, lamer, saborear, absorber como un crío, sentir cómo se hacían rígidos.
Sus afanes eran deseos de comérsela, quería morderla y la vez quería marcarle el cuerpo y luchaba, se frenaba.
No dejó de tocar, bajó con huellas por su torso y abdomen, sus labios y lengua jugaban intercambios de posesión por la mitad de sus pechos en el camino hacia el ombligo, aún más abajo y deslizándose con sus manos hasta que la punta de su mentón recto y puntiagudo le rozó el pubis.
Ella no había experimentado eso con él, ese tipo de sensaciones y caricias placenteras.
Con paciencia se acomodó sin que ella lo viese, entre sus piernas, ambos corazones latian con velocidad, el cuerpo perdía sensación de frío y daba paso a la abrazadora necesidad de ser encendidos en llamas.
Sí, la unión sería pronto un urgente anhelo cumplido.
Sus pulgares grandes en sus grandes y pálidas manos, bajaron por su cintura a un ritmo continuo y sutil, tocaron al mismo tiempo el camino angular de sus ingles y desplazaron sus muslos que miraron arriba apoyados casi completamente sobre la cama. Las rodillas de la estudiante apuntaban hacia los lados. Snape se disponía a atreverse, acercó el rostro en el centro de ella lentamente.
Besó despacio impresionado de lo que veía, ella casi era libre de vello en su totalidad y no se concentró en pensar que era culpa de ella o si había la posibilidad de que fuera natural, ya se había dado cuenta pero verlo de cerca era otra historia, quería contener la cordura, resistía lo que podía para contemplar su piel rojiza, el cambio de color con más encendido carmín similar a sus labios, el lugar que había sido refugio de largo y robusto sensible de su cuerpo, cuando había estado fuerte y excitado, el lugar que lo abrazaría una y otra vez y todas las veces que ella le diera permiso estaba húmedo, cerrado como una corona de pétalos rojos antes de florecer.
-¡Qué belleza! -susurró antes de disponer sus labios.
Su lengua astuta recorrió directo al final de esas líneas finas, debajo de su pubis hacia la cumbre del pistilo y ahí sus labios atraparon otros labios dispuestos a dar humedad gratuitamente en el calor de un abrazo con sabor a deseo.
Snape se sintió deseado y perdió la cabeza unos segundos, ella moría porque la tocara, ella anhelaba su ímpetu.
Cada roce y toque era como si se clavara una daga en el pecho juvenil de la estudiante, los rizos de ella esparcidos por las almohadas blancas se alejaban y acercaban a las sábanas, su piel sentía por primera vez, caricias que sobrepasaban el privilegio de un sólo sentido. Snape tomaba de ella como si estuviera sediento, junto a una corriente, metía sus manos en el agua cristalina y absorbía con paciencia cubriendo su rostro con un intenso cielo azul, su río, el río de la magia era dulce y brotaba en una cascada peligrosa con rocío de miel sobre su hermosa flor, se hundía y salía con libertad, con fiereza, su piel le quitaba el aliento en toques y toques repetitidos con sus dedos pulgares, ambos pulgares sabios y deliciosos.
-¡Ahh! – La joven se quedó sin aliento hasta que hizo la cabeza hacia atrás convulsionando con brusquedad.
Las manos del mago la sujetaron porque no quiso quitarse, ni de tocarla ni de entrar en ella.
-Mh Ahh -la joven apretó los párpados con intensidad y no pudo resistir sacudirse después con violencia ante la corriente que bajaba y subía, se acumulaba con fuerza, era otro, uno más, una mecha encendida hacia la dinamita a punto de estallar.
Otro orgasmo venía alcanzando al que ya había llegado a la meta pero él no la dejó culminar, se apresuró y hundió su espada con precisión de un sólo intento, profundo, exacto, el lugar que lo esperaba lo sostuvo con latidos y contracciones y sobre todo con un grandioso acto de amor.
-¡Ah, primor! -Snape parecía llorar con voz ronca disfrutando los gestos de ella y el contraste de su sonrojar en el centro del blanco de las almohadas -Sí pequeña, sí, me encanta que termines.
Estaban unidos, eran dos cuerpos disfrutando de la extensa piel tibia y en el contacto caliente como un radiador prendido, un mundo de células y células creando mantas de sensaciones e información, sus juntarse era como un compás de música lenta similar a la del violín pero porque en los oídos eso era lo que se escuchaba, no una orquesta entera sino que a lo lejos el solista era grave y maestro.
-¿Acaso soy sólo caricias y placer para ti, Mh? -su preguntar fue atrevido porque ella tenía la boca abierta gimiendo y suspirando su nombre despacio y agudo.
-Ahhh Mmm no, tú eres mi amor -respondió la joven sin saber cómo existía poseída por ese tremendo placer, las caricias, la voz del mago.
-Te amo, Hermione -se hizo hacia delante y la abrazó, su frente pálida estaba en el centro del pecho de la joven y es que venía por él el corte de sus cabellos largos, la tensión, la expulsión de las ganas por ella, sus fuerzas, sus fuerzas lo abandonarían por un instante.
La joven lo sintió, el largo de él hundirse más, sentía el peso, cómo la tocaba por dentro y entonces.
Un acabose, el último extremo de su resistir.
-¡Oh Merlín! -el mago apretó las palabras entre los dientes y cerró los párpados, ambos sintieron el aparecer de un violento fluvial -cariño, te amo -volvió a decir el hombre pero sin aliento.
-Y yo, y yo te amo -Hermione tenía los brazos atrapados por Snape, por debajo de sus brazos. Su decir salió débil, en susurro como una confesión.
-¡Hermione, Hermione, necesito tu ayuda!
Un patronus llegó a la habitación oscura en mal momento, era una esfera que liberó como un conejito blanco saltarín.
-¿De quién es ese Patronus? -Dijo el mago sin aliento. Molesto en tres segundos donde quería tirarse a la cama a descansar.
-Parece un conejo -Dudó la joven escondiendo el cuerpo por instinto cuando el mago se despegó de su torso -Es una liebre, es Luna, debe tener un problema con Draco -añadió la estudiante.
-¿Draco?
-Sí, recuerda que se van a casar -suspiró la joven.
-Debe ser Malfoy, ese energúmeno seguro está molestando a la señorita Lovegood.
-Ve ahora, por favor.
-¡No me pidas eso, Hermione, no ahora! Además no está bien meterse en cosas personales.
-¿Y si está en problemas? Luna está pidiendo ayuda, nunca me ha enviado un patronus así.
-Mira, jovencita, enviaré una carta ahora mismo amenazando a Draco, le diré que venga aquí.
-¿Vas a decirle a Draco que venga, confías en él?
-En él sí, en Lucius no. Draco ha cambiado desde que salió de Hogwarts, en cambio su padre sigue siendo el mismo -Snape dejó caer su frente en sus manos, estaba sentado en la orilla de la cama -¿Por qué tenemos esta conversación ahora? Apuesto que la señorita Lovegood puede esperar hasta mañana -apretó los dientes incómodo, nada le salía como quería -Enviaré esa carta y solicitaré que venga Draco mañana en la mañana.
-Bueno, está bien -la joven estaba cansada -vuelva a la cama, señor Slytherin.
Snape levantó la cabeza y vio una sonrisa sutil en el rostro de su novia.
Se acercó a la cama y se metió ahí junto a ella, su cuerpo aún estaba tibio pero el de ella estaba caliente, jaló un par de sábanas, las que casi caían de la cama, la miró frente a frente con la cabeza de lado y apoyada sobre la comodidad, la liga que sujetaba sus cabellos largos y negros ya no estaba.
-¿Cómo estás, primor? – susurró con voz llamativa, grave y en conquista -Mmmh sabes que te adoro ¿Sabes que me gustas, niña?
-Estoy perfecta, tú, eres… Increíble -cerró los ojos, no podía sostener aún la mirada del hombre, era algo con sus facciones, quizá la autoridad de sus ojos y forma de rectitud, le recordaba cuando tenía once años, le imponía temor -tú eres increíble y sí, sé que te gustó como tú me encantas a mí.
-Eres tímida después de estar conmigo largo tiempo…
-No es timidez, Severus, es amor.
-¿No me ves a los ojos porque me amas? -preguntó curioso, era tierno discutir así con ella.
A Snape le encantaba confirmar eso cada día, que ella aún se ponía muy nerviosa.
-No es eso, es que me pones nerviosa -lo miró unos segundos a los ojos.
-¿Me sigues dando autoridad para castigarte? Te recuerdo que ya no soy tu profesor de pociones.
La joven rodó sobre él y lo tomó del rostro para besarle la nariz, la frente y la barbilla.
-Já, sigues siendo mi profesor de pociones.
-Pero no de una escuela básica.
-¡Eres un inmoral que hace el amor con su estudiante! -bromeó
-Mmh -hizo un sonido exagerado -Yo te hago el amor así es, cariño -apretó las palabras entre dientes -Soy un hombre y tú una mujer, no soy inmoral por quererte para mí solo por soñar contigo también despierto.
La joven sonrió, bajó la cabeza sonrojada.
El hombre le besaba la mejilla repetidas veces, así como ella solía hacerlo, estar con Hermione le empezaba a derretir su mundo frío, sus glaciares comenzaban a tener ríos en sus extremos con verde vegetación y pinos altos.
La abrazó y estrujó ahí en la cama, sus ojos estaban cerrados, acercó su rostro y ella rozó la punta de su nariz con él.
-¿Tú sabes cuidarme? -preguntó engreída.
-No lo creo pero no existe algo que no pueda resolver a menos que Merlín me lo arrebate de las manos.
-Eres el mejor hombre, eres tan hermoso -Hermione estaba perdida por él.
-Así soy yo -Snape presumía cada vez que ella mencionaba algo similar.
-¡Qué molesto y odioso! -a la niña le gustaba jugar, el hombre le acariciaba el vientre debajo de la cama, empezaba a ser un poco travieso y bajar hasta los muslos de ella.
Se besaron en la boca, sin parar, disfrutando del otro con pasión hasta quedar sin aliento, al mayor le provocó entrar en ella nuevamente, lo necesitaba, la deseaba con todas sus fuerzas y nunca era suficiente así que se acomodó entre sus piernas y le hizo el amor otra vez, salvajemente lento, apretado, enlazados y abrazados mientras no dejaron de besarse.
El mago no se cansaba de ella, era su nueva droga de ex-mortífago, Hermione era peligrosamente adictiva y comestible.
Después de un par de horas cuando ella se durmió con sus caricias, él tomó pluma y tinta, envío una carta urgente a Draco para que viniese a esa casa en la mañana.
Se acostó metiéndose muy despacio entre el cubrecama y las sábanas, acurrucó su alto cuerpo junto a ese tibio y suave, y se quedó dormido con ella.
Adoraba eso, adoraba tenerla cerca.
***
A la mañana siguiente mientras la joven terminaba de darse un baño, el hombre salió a la gran sala para admirar la arquitectura además de esperar a su ex alumno.
Le había dado en su carta una forma rápida de llegar al lugar para que no se le haga tarde porque el joven solía hacer lo que se le daba la gana. Snape esperaba que el chico tenga una buena actitud, ya no quería tener contacto pero tampoco podía negarle nada a esa jovencita de rizos castaños.
Hermione cambió sus ropas, en su bolso tenía algo un poco más cómodo, un suéter delgado color gris oscuro y unos pants legins ceñidos a su cuerpo en textura de algodón con vista de mezclilla, en el pecho llevaba un estampado de un caldero en color plateado, regalo de su mejor amiga Ginny.
Bajó por las escaleras hacia el vestíbulo tocando entretenida el barandal de la casa y entonces pasó a la sala para estar a lado de Severus.
El mayor tenía puesto la misma ropa con la que había llegado el día anterior, sin su abrigo, estaba ordenado, sus cabellos se sujetaban en una cola intermedia como solía ponerse por el calor y por haberse dejado crecer un poco más el largo.
-Severus -Dijo la estudiante con voz suave y prudente pero también con legerement.
-Estoy en la estancia, tenemos visitas -el pocionista le dio la espalda unos segundos al joven rubio que se sentaba en uno de los sofás.
Hermione pasó a ponerse un abrigo, sí, apareció y desapareció hasta su casa, la que entonces no estaba tan lejos de ahí ni de la escuela.
-¿Quién es, señor? -Draco estaba curioso, no sabía nada porque Luna no le había contado nada.
-Es mi prometida – Snape soltó seguro y serio.
-De verdad las cosas han cambiado en un año -añadió el muchacho quien también tenía otro aspecto, sus cabellos estaban cortos en un estilo tipo soldado aviador, sus ropas ya no eran lo que solían ser, elegantes y apretadas, esta vez parecía el gemelo de la novia de Snape. Un suéter gris y unos pantalones oscuros.
-Sí, te sorprenderá observar que han cambiado muchísimo -el mayor no se quedaba callado.
-Buenos días -Hermione dijo rápido al presentarse por las puertas de la sala sin mirar a Draco -Ya llegué, lo siento, fui a casa por un abrigo, hace un poco de fresco por estos lares -la novia tenía un abrigo ligero color negro encima que no estaba abrochado
-¡Oh, buenos días, prometida de Snape! -Dijo enérgico con una sonrisa de sorpresa en el rostro -¿Tú eres la novia de mi padrino o también llegas de visita? -se acercó a darle la mano.
-Draco -la estudiante lo tenía claro, sería respetuosa antes de juzgar al jovencito estirado, le dio la mano en forma de saludo porque él extendió primero la suya -Sí, tenemos una relación amorosa.
Draco abrió la boca impresionado.
-Señor, Hermione Granger es su novia -le dijo como si el mago no lo supiera.
-Señorita Jean Puckle, ahora se llamará así por protección -respondió Snape
-Lo siento, no puedo creerlo, esto es demasiado cambio en un año ¿Cómo demonios se enamoraron? -la curiosidad rubia lo mataba -Oh si mi padre supiera…
-Ey, no seas grosero, Draco -Snape dijo rápido -Ya le contaré yo mismo a Lucius, ese asunto al igual que el tuyo.
-Ay, lo siento -contestó nervioso porque el hombre le imponía casi siempre -gracias, señor, de verdad que se lo agradecería mucho. Mi padre es difícil con ganas -habló lento en las tres últimas palabras.
-¿Cómo está Luna, por qué me pidió ayuda? -Hermione habló, miró al joven de ojos claros, preocupada.
-Ella está bien sólo que hemos discutido un poco, se enteró que yo no le dije a mis padres de lo nuestro.
Hermione se llevó una de sus manos a la cabeza en tono de dolor y preocupación.
-Debiste haberles contado que salías con ella ¿Cómo pensaban casarse, en secreto? -reclamó la Gry.
-Esa era la idea, Granger -el joven mago quería usar el mismo tono rasposo con ella de años pasados pero Snape lo fulminó con la mirada, nadie miraría a su hermosa novia por encima del hombro, otra vez, y en su presencia menos porque mataría -quiero decir que, ni tú ni Luna tienen que lidiar con alguien tan sin corazón como mi padre -el joven pensó un poco y luego miró a Snape con una sonrisa en los labios, una risa natural -Bueno, ahora Hermione lidia con usted, padrino.
Hermione quiso reír, él tenía un poquito de razón.
-¡Qué ocurrente, jovencito! -le alzó una ceja molesto, rodó los ojos porque entendió con exactitud.
-Es verdad, usted y mi padre son muy similares, por eso le pido que me ayude, Señor, cuéntele a Lucius Malfoy que voy a casarme.
-Son tus padres, yo sólo voy a acompañarte.
-Mi madre no está en casa, ella se separó de Lucius, él, mi papá ha cambiado mucho, es más duro y soberbio, no quería tener nada que ver con ellos respecto a mi vida pero Luna insistió y tiene razón, además quiero complacerla, ella cree que estoy maltratando su honor.
-Luna, no creo que ella piense eso, Draco, pero sí dale su lugar, ella tendrá tu apellido y tus padres serán abuelos de tus hijos en algún momento -Hermione habló con cuidado y respeto al rubio.
Malfoy apretó la mandíbula nervioso de sólo imaginar que sus padres podrían enterarse.
-¿Tú madre no lo sabe? -Snape quería saber.
-No, al menos yo no se lo he dicho.
-Voy a preguntar por última vez, Draco ¿Cómo está Luna, dónde está ella? -Snape insistió en saber porque le preocupaba ella no el rubio de ojos claros.
-Ella está en nuestra casa de Londres, no es muy lejos de aquí, es por donde trabaja usted, estaba llorando en su habitación y no me dejó ingresar toda la noche.
-Al menos sé que no tiene nada malo, su patronus me asustó en la noche y me quedé muy preocupada -Hermione intentaba ser comunicativa a pesar que el joven le era insoportable -gracias por decirnos, Draco.
-¿Irás ahora mismo, primor? -Snape soltó serio, así le decía a la joven cuando estaban solos. Caminó un poco hasta el final del ambiente a unos metros de los jóvenes quienes permanecían estáticos. El mayor quería tomar algo de un estante, el cual se lo habían colocado mal al traerlo desde la Hilandera.
-Sí, mi amor -dijo cariñosa aunque levemente sorprendida.
Draco empezó a reír en silencio, se acercó a Hermione para verle los ojos.
-¡Tú también quieres hacerlo, no te aguantes la risa! -Susurró acusándola con gravedad apuntándole el rostro con el dedo, suponiendo que a ella también le había sorprendido.
-Jajaja Draco, eres un tonto, Severus y yo somos novios, usamos palabras así -respondió en baja voz.
-¿De qué se ríen? -preguntó el pocionista con altivez regresando al lado derecho de su novia, la rectitud de su grave voz podría hacer que tiemble el mismo Voldemort.
-Draco, que no se cree lo nuestro -se libró la joven al señalar al rubio.
-Va, tú tampoco te lo crees, Granger, pero bueno, los felicito aunque se vean ridículamente extraños, juntos -el niño no podía con su genio.
-Gracias -Sonrió Hermione al rubio -Por favor, ya no digas mis nombres anteriores, es por seguridad.
Draco asintió, no le caía bien esa jovencita de cabellos rizos, pero su sinceridad y apreciación masculina observaba con atención que ella se veía mucho mejor que cuando estaba en la escuela, mejor en todo sentido, tuvo el presentimiento que el mayor había levantado también su autoestima. Estaba equivocado, porque Snape ya la había visto así, atractiva, fresca y segura.
-Haremos lo siguiente, Jean. Iremos a clase y después visitaremos la casa de Draco, si deseas te quedas con Luna mientras “Mr. rubio junior” y yo vamos a visitar a su padre a Malfoy Manor. Sin embargo lo ideal sería que todos vayamos delante de Lucius para no hacer tanto misterio.
Hermione pensó que era necesario ir con Luna y también con Lucius, no tenían que meterse en esos asuntos pero controlar al hombre de cabellos plateados era difícil, si lo atacaban en grupo podría salir todo como lo esperaban.
“¿El señor Malfoy aceptará lo de Draco?” se preguntó la joven.
“Lo veo verde” respondió Snape en su mente.
-Hagamos así, Severus, mejor vayamos en grupo pero denme un pequeño instante con Luna, antes que todo lo demás -Hermione estaba muerta por verla, la extrañaba mucho.
Severus asintió con postura altiva.
-Ojalá todo salga bien -Draco apretó sus puños.
-El pocionista sabe lo que hace -Dijo Snape con presunción -Ahora vamos a la escuela que llegaremos tarde, jovencita -le dijo a su novia.
Hermione tenía flojera, era la primera vez en su vida que no quería ir a la escuela porque algo le preocupaba más.
Caminó y puso su coronilla en el pecho del mayor, lo abrazó por la cintura.
Snape le levantó el rostro y la besó despacio, después de eso se despidió.
-Con tu permiso, Draco.
-Propio -respondió el rubio y desapareció primero que ellos.
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