La joven de rizos tupidos dormía profundamente, estaba perdida en algún bosque completamente verde por la vegetación, en su piel tenía una sensación de aire tibio, suave y húmedo, pero lo más llamativo era que a su alrededor algunas hojas la rodeaban en una danza seca y dorada que emocionaba su pecho y lo llenaba de satisfacción.
A veces se daba cuenta que soñaba, al pasarle eso intentaba controlar con todas sus fuerzas sus movimientos al aparecer algún problema pero esta vez no sentía aquella necesidad de defenderse.
La vida real se separaba de ella cuando soñaba, las imágenes en su inconsciente casi siempre le advertían o aprobaban su diario vivir en pequeñas confirmaciones y visiones, como si le ayudara su alma a tomar decisiones.
En este sueño de sensaciones estaba con él. Lo veía a cierta distancia sin perderse de su vigilar, lo molestaba mientras este se mantenía inamovible observando hacia abajo desde lo alto de una pendiente.
“Las plantas no tiene el alto suficiente para ser cortadas, es una pena que se hayan echado a perder sin el fruto.” le escuchaba hablar pero este no movía los labios, lo leía, para no tener más contradicciones él le dejaba entrar a su mente.
Casi no hacía frío, el lugar era cálido e incluso acogedor, por primera vez en la vida era un sueño de descanso no tosco como puntas de piedras partida a la fuerzas sino como aquellas que con el agua y reventar de las olas se han hecho arena fina, un sueño fluido y realista. Sus pies tenían esa sensación de estar sobre arena caliente aunque no pasara eso con exactitud, pero la colina adelante se hacía libre entre la espesa vegetación cerca a una playa tropical.
Al ver al mago ahí apareció en sus labios unas ganas tremendas de decirle que estaba enamorada, que no se había olvidado de quién era, que lo necesitaba. Con todas sus fuerzas se lo dijo sin abrir la boca y cinco segundos después él le sonrió.
Se trasladó a una clase de herbología con la profesora Pomona, todos los alumnos ponían atención a la clase mientras ella veía por las ventanas que se tapaban de vez en cuando por plantas trepadoras, un hombre con capa negra y las manos atrás, su ceño levemente fruncido exponía importancia como si estuviera supervisando el lugar.
Todo el camino lo siguió con el rabillo del ojo no se escapó de su vista atenta deseando muy adentro que se tratara del pocionista, por su puesto uno que conocía bien, cuando el mago llegó hasta el marco de la puerta la quedó viendo de forma intensa y ella correspondió en un conectar rápido de iris café con negro.
De inmediato dos lazos imaginarios se amarraron en sus pies y tiraron de ellos hasta jalar el músculo de su estómago, era una sensación intensa contra la que no pudo evitar pintar sus mejillas de rojo y bajar la cabeza.
Sus nervios caminaron como miles de hormigas sobre sus extremidades recorriendo cada esquina y ángulo hasta llegar a su cuello.
La jovencita se repetía su edad en baja voz intentando recordar qué hacía o por qué lo veía como si a los diecisiete años se hubiera esfumado el filtro que le impedía admirar la belleza de un hombre.
Su lado femenino superó otros miles de lados, miedos, prejuicios y su carácter se mostró fuertemente interesado, no quiso perder la oportunidad de acercarse antes dando una excusa que la deje ir atrás de él.
-Profesora, permiso para salir un instante -Su voz no convenció completamente.
-¿A dónde va, Granger?
-Necesito hablar con el profesor Snape.
-Sí, sí, vaya, le pasaré la clase con su compañera Parvati.
Hermione no perdió el tiempo, asintió rápido, tomó sus cosas y siguió con paso ligero al mago hasta que lo alcanzó en las escaleras que subían al segundo piso.
-Profesor -Elevó un poco la voz porque era urgente tener su atención.
-Señorita, Granger -sus cejas le daban un aspecto sobrio y serio, se enderezó más frente a ella para verse mucho más alto y poderoso.
-Vi que me observaba. -La joven creía que ser directa era mejor que ir al tanteo de todas maneras no le importaba decir lo que sentía. ¿Pará qué esconder lo que pensaba? La jovencita no tenía miedo de ser castigada.
-Se equivoca, yo veía la clase -Snape intentó esquivar la verdad de sus actos.
-Pues yo sí lo miraba a usted -caminó hasta estar frente a él pero tuvo que subir unos escalones más cuando este quiso seguir y darle la espada- ¡Espere no se vaya!
-No tengo tiempo que perder, alumna.
-Juro que no se va a arrepentir- Aquí insistir, un acto que ya era atrevido, quedó corto cuando se acercó a besarlo descaradamente.
La recibió en primera instancia, un beso apretado y sin moverse por la sorpresa, pero luego reaccionó como debía hacerlo, asegurándose que ambos estuvieran lejos de ser reprendidos.
El hombre se alejó y le vio los labios, eso estuvo definitivamente desquiciado pero a la vez intensamente delicioso, antes de ver a los lados para asegurarse que no haya nadie que se gane con tremendo pase, puso ambas manos pálidas en los hombros de la estudiante.
-¿Por qué hace esto?- No podía hablar bien pero a la vez quería volver a sentirla.
Nunca había sido incitado de esa manera, nunca una alumna se puso frente a él para desestabilizarlo emocionalmente.
-Porque quiero conocerlo más, quiero que estemos a solas un instante y explicarle con mis labios y piel que usted me gusta -susurró deseosa de él después de mojar sus labios con su lengua.
-No me instigue, jovencita, esto no se hace aquí. -Apretó las palabras entre dientes sintiendo que verla por las tardes a la hora de descanso no era suficiente.
-Vamos, profesor ¿Por qué no? -Se le acercó con intensiones de apretar su cuerpo contra él, hizo que retroceda unos centímetros.
-Porque aquí nos van a ver. -Entre cerró los ojos y separó los labios deseando a la niña, al borde de ir en contra de su moral y a favor de su “Me la quiero comer.”
Pero ella volvió a mojar su labio inferior, escandalosamente lento, se quitó el suéter por la cabeza y desabotonó su camisa para estimular la vista del hombre y era de esperar lo que siguió.
El mago se la llevó,
Desapareció con ella quién sabe dónde.
La estudiante no reconoció el lugar al aparecer con él, sólo sentía cómo este la apretaba y besaba repetidas veces en el cuello y al rededor de la oreja, sus grandes manos querían arrebatarle la blusa y la excitó tanto que tuvo un accidente en su ropa interior.
Al hombre no se le fue el detalle que leyó en la mente de esa jovencita, era increíble lo que veía, lo deseaba a él y disfrutaba sus caricias, no era un acto sucio para ella, no era un abuso sino que era una ilusión cumplida más allá del anhelo de tenerlo, ella estaba enamorada. Ver esa hermosa mente inocente con sinceros sentimientos le calentó más la cabeza.
-Voy a tenerla ahora mismo si no sale corriendo en menos de diez segundos.- El hombre soltó palabras apretadas cargadas de razón llena se barro placentero y rojo a punto de situarse en la cúspide de un volcán a poco de hacer erupción.
Ella jadeó y desabotonó lo que faltaba de su blusa, el acto fue su primera respuesta.
-Es viernes, no hay más clases, señor.
No terminó de escucharla cuando la apretó a él y le arrancó el resto de la ropa desnudándola toda ante él.
Él sin deshacerse de su pantalón entró en ella respirando muy agitado y con ganas de saber qué tan irresponsable era olvidarse de que era profesor y ella su alumna con honores la cual recibía premios con el uniforme bien planchado y el cabello recogido en una sola trenza francesa, sabía que quizá lo lamentaría después pero no importó en ese instante que se enterró hasta su interior como una astilla suave y caliente.
Hicieron el amor como amantes que se conocían de tiempo y no medían la locura de su encuentro, arañando midiendo, apretando, gimiendo el nombre del otro para adorarse con las manos y con la piel sonrojada.
-Ahhh, hermosa ¿Por qué me tientas?- Snape la tenía debajo de sus manos en su cama perdiendo la cabeza sin importarle nada a punto de llegar después de verla disfrutar la última ola brusca y deliciosa de placer.
Ya no pudo detenerse, no pudo detenerse hasta que se besaron débiles como flotando en una nube de prohibido amor derramados sobre el otro.
Después de eso, unas horas después la joven tomaba té en su mesa de banderillas rojas y leones rugientes, sostenía con una mano el profeta y con la otra acariciaba sus labios lentamente para provocarlo porque estaba segura que la miraba.
No estaba arrepentida, esa jovencita no estaba para nada arrepentida.
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El mayor despertó primero, aún no había amanecido.
Snape aprovechó a salirse de la cama, vestirse rápido, hacerse una cola desordenada en el cabello y desaparecer de la habitación un instante.
Casi olvidaba las cosas importantes por hacer.
Quería buscar al hijo de Sandler, el jovencito Sinclair quien llevaba el apellido de su abuelo materno.
Lo encontró muy rápido en el club de la escuela, era un grupo de estudiantes que habían hecho una especie de organización estudiantil ajena a la universidad con fines que aún nadie sabía, el muchacho estudiaba sobre una mesa en el segundo piso de una casa mientras otros jóvenes bebían en el sótano.
Snape ya conocía el lugar porque lo había seguido desde que Hermione le contó que la molestaba en la universidad.
La intensión del mago era borrarle la memoria porque no quería arriesgarse, no le importaba el proyecto de investigación sino su novia, quería quitarle de la mente todo lo que pudiera lastimar a esa joven mujer.
En esa paz silenciosa del joven quien viendo las hojas amarillas no estaba alerta de su alrededor, fue obliviado por Snape al pronunciar en susurro el hechizo que le borró los recuerdos de haber leído algún material entregado por el pocionista o alguna entrevista privada con su bella dama.
Lo mismo hizo con Mallow a pesar que este joven no estaba muy involucrado en el asunto de Sinclair.
Snape había decidido avanzar todo lo referente al proyecto sólo con ayuda de su novia, ella era más que suficiente junto a otro recomendado que venía del extranjero.
Al terminar su cometido se apresuró a volver con la joven para acurrucarse y dormir plácidamente pero no apareció en la habitación sino que se aventuró a vigilar a la madre de la joven pero ella estaba profundamente dormida en la sala de la casa con el volumen alto y el correr de un disco muggle con la letra de una canción que se repetía una y otra vez. Una letra que lamentablemente se sabía de memoria por escucharla años pasados por accidente en un café cerca de la calle donde vivía antes.
Y puso atención a la armonía pero sobre todo a la letra, se quedó quieto viendo la bocina del equipo de sonido muggle en cada línea recorriendo su mente detrás de su lengua tentado a tararear, sintió un dolor de barriga por la nostalgia pero sobgre todo por el rechazo al haber renunciado a eso desde hace mucho.
Ahí se dio cuenta que las cosas de la vida sólo pasaban para aprender que después de la muerte llegaba una experiencia como de verdad lo merecía, una mujer sin falcedades que entregara el doble de lo que él había decidido dar en un principio con silencio, temor y amor por ser correspondida.
¿Por qué tuvo que irse ella?, no lo sé
No me lo quiso decir
Yo dije algo que no debía
Ahora anhelo el ayer
“Se ha hecho odiosa la letra.” Pensó levemente fastidiado.
-Adiós, Lily, tú no me significas nada ahora, encontré el amor desinteresado de una mujer mucho mejor que tú.- Susurró y le dio la espalda a la música como quien deja a una persona para siempre.
Al llegar a las escaleras del segundo piso escuchó ruido de pasos que venían de la habitación de la señora pero no fue a ver sino que subió las últimas escaleras a la buhardilla, en un instante se apresuró porque un presentimiento le advirtió.
“Mmm… El Señor Granger está muerto.” Pensó y retrocedió por los pasos que antes había dado al subir.
Bajó la escalera para averiguar quién era, al fondo del pasillo la puerta parecía ser alumbrada por un Lumus máxima, sintió temor, el borde del marco y la puerta brillaba con luz fría, tomó el pomo y empujó.
Abrió la puerta lentamente para entonces ver a la persona que menos esperaba encontrar husmeando.
-¡Santo Merlín! ¿Qué haces aquí, primor? -Su voz pasó de susurro a un nivel superior.
-Hola -Susurró indicándole con el dedo índice sobre sus labios carmín para que sea cuidadoso con el ruido. -Vamos -Su mirada señalaba arriba, la habitación que ahora era de ambos.
El pocionista subió y se quedó en la puerta atento a ella.
-¿Por qué estabas en la habitación de tu madre?
-No, ¿Tú dónde estabas, Sr. Misterioso? Me debes una explicación. Bueno, me debes dos -Estaba seria frente a él unos escalones abajo de la puerta.
-Vengo de hacer unas cosas, luego te digo.
-Entra, te voy a mostrar algo -Dijo ella preocupada.
El Mago entró y ella lo siguió atrás. -Quédate en el primer escalón de la escalera y cierra la puerta. Tienes que salir.
-¿Pero por qué, tan enojada estás? -Sintió feo, así era el hombre que se hacía ideas muy rápidas.
-Sólo te voy a mostrar algo, Tobias, hazme caso.
Snape confundido salió a los primeros escalones de la escalera y cerró la puerta muy despacio frente a él.
Hermione subió a la cama sin ponerse de pie completamente y empezó a brincar pero apoyada de las rodillas. La cama hacía ruido, no mucho pero era natural.
El hombre abrió los ojos entendiendo la referencia. Pasó a la habitación y miró avergonzado a la joven después de cerrar con seguro.
-Olvidé poner “Muffliato” -Caminó hasta la cama, se dejó caer y subió la varita para hacerlo de forma silenciosa -Ahora puedes entender qué tan perdido estoy por recibir tus atenciones. -Quizo culpar a la pobre estudiante.
-No voy a decir nada al respecto, ya sabía que me ibas a culpar -Se tapó el rostro muy preocupada y se dejó caer hacia delante.
-Lo sé, tienes derecho a juzgar duramente -La quiso tomar de la mano mientras la jovencita apoyaba la frente en la cama pero ella no se dio cuenta del gesto -Pero no nos escuchó -Dijo seguro.
-¿Te metiste a su mente? -Preguntó sin levantar la cabeza de la cama. Se refería a la mente de su mamá.
-No, pero la vi en el primer piso, escuchaba la radio dormida semi avisada en el sofá.
-¿Qué escuchaba?
-Un disco muggle, una canción que se repetía una y otra vez, el volumen era considerablemente alto.
La joven subió un poco la cabeza y luego lo miró, estaba sonrojada y tenía los ojos rojos de vergüenza.
-Entonces puede que haya sido una de esas noches que extraña a papá, pero tenemos que estar seguros.
Snape se puso de pie, caminó hasta el rincón del largo ambiente y al mover su varita de forma elegante se metió en la mente de la señora tan veloz como si fuera una pesadilla.
Ahí vio muchas cosas pero llegó al punto que le interesaba y no había nada.
Salió de la mente de la madre y vio a su hermosa novia.
-No escuchó nada, jovencita, no tenemos de qué preocuparnos aunque hay algo más, en su mente estaba la sospecha de que haríamos el amor.
-Es que… Tobias, no olvidemos poner el hechizo, de preferencia hay que tenerlo todo el tiempo, ese y el de protección.
-No me hables como si fuera un niño, recuerda que fui el profesor de todo lo que sabes.
-No de todo pero sí- Sonrió sonrojada.
-Traviesa, has aprendido mucho conmigo pero tienes razón, aún falta más.
-Y ¿Y por qué no estabas, por qué me dejaste?- Puso puchero y cruzó los brazos.
-Fui a borrarle la memoria a Sinclair, cualquier información que tenía de la investigación y… Decidí también hacer lo mismo con el señor Mallow. Entonces nos hemos quedado solos tú, el alumno extranjero que me recomendaron, el que llega el lunes, y este servidor.
-Vaya, sí que cambiaron las cosas un poco.
-Así es, mi amor -Snape no podía dejar de esforzarse por agradarle -Igual necesitamos esperar un poco para hacer las primeras pruebas de poción.
Caminó arrodillado por la gran cama hechizada y cargó a la joven como si no pesara, la puso sobre sus muslos para tenerla cerca.
-¿Tu joven mente creía que estaría por ahí con una mujer? -Le alzó la ceja.
Ella frunció el ceño y no lo miró.
-No sé pero no me gustó que me dejes solita y con la ventana abierta.
-¡Pero si tú eres mi mujer! Mi pequeña y hermosa mujer que adoro! -Eso le salió natural, ambos se sorprendieron por lo dicho.
Hermione sonrió.
-Sí lo soy.- Se puso tímida.
-Y también me encantaría que fueras mi esposa pero tienes que terminar de estudiar.
-Já, vas a vivir conmigo y ¿Te preocupa que me case antes de terminar la carrera de dos años? ¡Eso sí que es contradictorio!
-Mh no, sólo probaba de nuevo lo que pensabas de eso.- La acostó en la cama para besarla más a gusto, despacio y suave con los ojos cerrados. -Quiero saber lo que pasará si más adelante se me ocurre pedirte que seas mi esposa ¿Cuál sería tu respuesta?
-Te diría que sí, que nos comprometamos.- No pensó nada, se lo dijo muy rápido a pesar del miedo que la invadió, el hombre iba muy rápido y a veces le aterraba pero también la volvía loca así que dijo lo que sentía con seguridad aunque suene precipitado.
-Esto es una locura, guapa. ¿Sí te das cuenta que eres Hermione la jovencita que no quiere que la llamen por su apellido y que muchas veces fue ignorada por mí en un aula fría de las mazmorras?
-Juro que sí me doy cuenta que soy ella. -Sonrió, estaba muy roja -Y también me doy cuenta que tú eres tú, el profesor que detesta la insolencia y las niñas pequeñas que saben más que él.
-¡Por favor tú no sabes más que yo, niña!
-Pero sé hacer algo mejor que tú -Lo jaló a ella para decirle algo al oído tan lento como letal y fuertemente provocativo.
Snape separó los labios deseoso y apretó los párpados en dolor placentero al escucharla.
-Mmmmhhh no pienso discutirlo, tú ganas.- Dijo para librarse de perder aún más.
-Mmm muak muak muak.- Lo besó en los labios y se sentó sobre él. Snape hizo magia para taparse juntos. -Hoy recibí la invitación de Luna para su boda, se casará con Draco.- Explicó como si nada.
-Eso sí es subrealista -La cubría con delicadeza jalando la tela suave y cálida.
-A mí también me dejó sorprendida.
-Van a sorprenderse más cuando sepan que eres mi novia y que quiero que seas mi esposa, me refiero a Luna Lovegood y Draco Malfoy.
-Eso sí, y hablando de cosas que no podemos creer, soñé que te acechaba en la escuela y conseguía que te acuestes conmigo.
-¿Acostarse de dormir o de acostarse con mi agitada voz en tu oído?- Le dio en beso suave en los labios.
-Lo segundo, nunca había tenido estos sueños, son muy reales.
-Entiendo que es porque soy demasiado irresistible para ti y te he impresionado.
-Severus, jajaja hasta ahora no me acostumbro a dejar de decirte “Profesor”, no se te ve físicamente más grande que yo pero seguro que sí lo eres y con eso la astucia acumulada. De todo lo mencionado antes no se me pudo pasar por la cabeza que fueras tan gracioso.
-Sí soy más grande, de hecho pude haber estudiado con tus padres en la escuela aunque unos grados menos que ellos porque he de reconocer que soy menor.
-¿Cuántos años tiene mi prometido?
-Aún no somos oficialmente prometidos, lo deseo con todas mis fuerzas pero aún no lo somos, y tengo exactamente treinta y nueve años de edad.
-Sí eres más grande y me alegra saber que mientras se hace más notorio con el tiempo, la suma de los años incrementa tu atractivo varonil, profesor Snape.
-Te he visto, sentido, tocado completamente desnuda y ¿Quieres seguir llamándome con un sustantivo?
-No, sé que tu eres mí Severus Snape – Se besaron en los labios -Y te amo. Es una locura sí, pero lo hago con todas mis fuerzas.
-Hermione y yo te amo a ti.
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