La joven sentía extraño, un año atrás ella no tenía nada que ver con él, ni si quiera se preguntaba si podían ser amigos o algo.
Viendo a su alrededor, el lugar de donde salió, ese donde creció y conoció un mundo que sus padres muggles jamás hubieran podido enseñarle, se sintió en casa, cómoda, arrepentida de haber intentado borrar todos esos recuerdos.
El Mago era aparentemente un profesor solitario, complicado, introvertido e inaccesible.
Pensar antes que podía estar con una joven estudiante de último año concentrada en los estudios era no ver resultados posibles, era una ofensa, un escándalo.
Y la impresión personal de la chica era que él mostraba tanta pasión, la cuidaba, era sutil, fuerte, astuto, suave, peligroso, intenso, cercano, lleno de cosas que no se le hubiera podido pasar nunca por la cabeza, su interés era serio, su sentir y el entregarse también, Snape, ese profesor inalcanzables antes era maravilloso.
Los maestros vivían un mundo distinto en Hogwarts, los estudiantes descubrían, los docentes en cambio se sabían el lugar y lo que tenían que decir casi de memoria aunque ninguno de los dos grupos estaba preparado para lo ocurrido, esos años en que los tres jóvenes protagonistas estudiaron, fueron impredecibles y expusieron la verdadera cara de las personas, obvio a la joven no le interesaba nadie más que él, Snape, por lo que ocurrió se dio cuenta que no era cualquier persona, el hombre fue importante para ella, el pocionista de verdad era humano no sólo alguien malo que no tiene sangre y sentidos sino un humano que se acuesta en una cama y tiene sueños.
Y al confesar que no lo miró antes admitió que sí le prestó atención alguna vez por esas preguntas silenciosas del por qué estaba tan callado a la defensiva como si estuviera peleado con el mundo.
Y bueno, Hermione aún no lo conocía bien pero lo que había visto era suficiente, se estaba enamorando. Una oración con una exclusiva y única palabra compleja que implicaba mil verdades, mil ilusiones y mil problemas que resolver.
-Vamos, me encantaría dar un paseo.- Dijo tímida.
Esa noche era de esas veces que Snape al no acercarse le hacía sentir que era imprudente tocarlo, hablarle o intentar tener esas muestras normales de cariño que una pareja “normal” tiene; como el acurrucarse, agarrarse de la mano, acariciarlo, hablarle con palabras bonitas, palabras que dicen todo y te envuelven en intimidad. Pero ella pensaba que él no era de esos tipos, Snape a pesar de todo era diferente, ella quería conocerlo, no presionarlo para meter su forma dentro de un molde único, quería acoplarse a él y de ninguna manera que el pocionista deje de ser.
Snape tomó su capa gruesa, se la colocó sobre el cuerpo haciendo uso también de la capucha, algo que lo hacía ver espeluznante; sus facciones rectas y pálidas, sus labios delgados sin sonrisa, era como ver a un hombre malo subido en un tren justo debajo de donde la luz estaba descompuesta y titubea en apagarse y prender por el movimiento sobre los rieles.
Y este hombre malo la obligó a cubrirse de la misma manera aún en su rebelión y negativa de aplastar sus rizos castaños para que no consiga un resfriado.
Hermione no podía evitar dejar que su corazón se arrugue ante esos detalles que él se esforzaba por hacerlos serios y fríos pero que para ella eran tan tibios y cálidos.
-… Pero hace calor, no quiero taparme.- Ella tenía ganas de provocarlo, una forma que utilizan las jovencitas para lograr que no sea una tela la que la envuelva sino unos brazos apretados de una alta figura.
-Hermione, por favor, sabes que aunque estemos autorizados de rondar las inmediaciones al rededor, los alumnos se alborotarán al vernos y hace fresco así que ponte la capa.
-Los alumnos están dormidos, profesor exigente. ¡No me pondré la capucha! Si el frío logra tocarme conseguiré estar caliente, algo se me ocurrirá.- Habló pausado y disque inocente.
Snape intentaba no sobresaltarse con ella aunque muchas veces era fácil para el perder la paciencia. Pero la niña sabía que lo que más odiaba ese hombre de forma inconsciente era que lo contradigan.
-Tiene razón, niña insolente.- Se quedó pensando en qué hubiera pasado si hubiera tenido ese problema antes, el problema de estar casi perdido por una jovencita que aparentaba inocencia pero que en realidad era terriblemente traviesa.
Ella como si le hubiera leído la mente comentó en tono explicativo.
-Profesor, hace un año daba sus últimas clases aquí, mientras algunos intentaban encontrar el mejor traje para el baile, otros se preguntaban por qué usted era tan callado o si le dolía la cicatriz.- Sugirió. -¿Cree que hubiéramos podido besarnos en el aula de pociones?
Snape se perdió en el día en que la observo de casualidad viendo su forma de caminar, viendo el rostro levemente maquillado y sonriente de ella, una joven mujer que sólo se iba de su encierro a conocer el mundo pero cayó en sus manos.
-Si me hubieras dado un acceso no sólo te hubiera besado en el aula de pociones.- Vio en lo alto de la Torre de Gryffindor imaginando con rapidez. A veces era directo al hablar. Pero después intentó recordar dónde estaba un año atrás. -Te vi en tu vestido de fiesta, estabas tan… Tu cabello radiante, tu boca antojable, toda tú… Estabas hermosa.
-¿Estaba?- Ella quería jugar.
Él también, por eso pensó en hablarle formal.
-Sabe a lo que me refiero, Srta Granger.- Snape la invitó a caminar adelante, un paso más que él por protección. Sin embargo sus voces eran susurros mezclados de un hombre seguro y una señorita curiosa. -Si usted se hubiera acercado a mí un año antes, justo aquí en este pasillo y me hubiera confesado que sentía atracción por mi humilde persona.- Miró por algunos vitrales de los altos arcos, las teas no estaban encendidas, se puso en una situación donde su forma de hablar dejó de ser personal y en confianza y se convirtió en una constante y descarada nueva forma de coquetear muy irresistible para ella. Hermione sin embargo quiso reír al escuchar “Mi humilde persona.” -La hubiera tomado por una desquiciada, seguro tendría que haber pasado una temporada en la enfermería, yo no le hubiera permitido que se distraiga o que un profesor la toque.
-No sé por qué lo dice así, Señor profesor, mejor imaginemos que usted hubiera venido por mí hace un año. Imagino que podría haberme citado en este pasillo rumbo al segundo piso del ala este y ahí entre las sombras escuchar su voz confesando atracción por mi persona, quizá intentando robar un beso. Yo no me hubiera atrevido aunque las ganas no me hayan dejado en paz. Usted sí lo hubiera hecho, es más valiente de lo que aparentaba y de verdad le digo, aparentaba poder.
-No, no me hubiera atrevido.- dijo Snape rotundo. -No hubiera dejado ocurrir la falta de respeto aún si fuera de mi persona, mi deber era cuidarla no inquietarla o distraerla, era contra las reglas.
-¿De verdad no se hubiera atrevido, con esa soberbia que distingue su nombre? Creo que sí.- Hermione insistió atrevida.
Snape negó con insistencia.
-No no no, imposible, te confieso que sí lo hubiera hecho.- Snape dijo lo contrario de lo que había dicho y la niña quiso reír. -Y usted no hubiera podido decirme que no porque probablemente hubiera jugado con su mente dos semanas antes de la declaración. En ese instante hubiera estado muerta por mí, en mis manos haciendo lo que yo le pudiera al milímetro porque es una buena niña meticulosa.
-¿Jugar con mi mente, para qué? ¿Perdida en sus manos? Jajaja sí.
-Para que me quieras, para que no puedas evitar verme, para que necesitaras mi voz cerca a ti rondando el pupitre donde escribes mientras dicto una clase. Hablando como ahora, lento cerca a tu oído.
Hermione sintió la necesidad de jadear e hizo la voz suave, lenta y adorosa.
-Como una serpiente al acecho, sí, es cierto lo imagino. Con la primera carta de su puño y letra le hubiera permitido citarme donde quisiera para hacer lo que quisiera.- Lo miró y empezó a caminar despacio hacia atrás con un hablar lento y meloso. -Me hubiera dejado llevar a esa aventura de sentirme en los brazos de alguien a quien alguna vez odié sin razón, que me caía mal por ser tan tonto.
-Tonto yo… Já.- Snape le sonrió pero después mantuvo la compostura. -¿Soy tonto?
-No, la verdad es que eres maravilloso pero digamos que sí, eres tonto y te odié.
Snape quería sonreír por las cosas que ella decía sin embargo decidió seguir en la discusión con seriedad.
-Sí, muchos me odiaron pero era mejor para usted sentir temor, odiarme y temblar al encontrarse conmigo para hacerle el amor.- El hombre se detuvo cuando la luz alcanzó la mitad de sus rostros, la luz de la luna cuarto menguante a través de los arcos y ventanas altas. -Tener en mis manos a una niña afanada por dar la mejor impresión, siempre. Sintiendo temor y a la vez ganas de mí. – Apretó las palabras entre dientes. -Ohhh Merlín Pero… Observarte me era más incitante, desear con mi mente e imaginarme con usted era mejor que tocarla porque cuando el momento llegó fue…- No quiso decir más, se quedó en sus pensamientos.
Hermione cerró los ojos, se acomodó de espaldas a una columna redonda, ahora la luz caía en su rostro por completo, sus ojos estaban cerrados.
Snape estaba cerca apoyado del otro lado sin dejar de estar a centímetros de su cuello, también con los ojos cerrados.
-En ese instante sí, pensar que alguien es prohibido para ti, imposible, que está cerca pero no puedes tocarlo… No puedes ni pensar en él sin sentir culpa. Conozco bien el sentimiento…
-¿Hablas de mí?- Preguntó abriendo los ojos lentamente, la forma en que la joven dijo aquello le hizo sentir temor. En tono de él en la pregunta fue aún más grave, serio.
-Sí, he estado en esa situación, profesor, soñar despierta, soñar mientras te acuestas a dormir y en la profundidad del inconsciente, cuando lees un libro y haces pausa para respirar, en esa debilidad se te atraviesa al tocar tu pluma y estar tentada de escribir, al crear notas y delinear sobre el pergamino, palabras que quieres decir y no verte como una tonta, para no ser rechazada, escribir en una habitación oscura te inunda, leer te recuerda a él, quieres tenerlo cerca. Ahhh quieres decirle y buscas el lugar perfecto pero este no llega y encuentras pequeños pretextos.- Suspiró. -Quieres sentirlo porque apuestas por un atrevido toque de su mano.- Ella miraba en su mente, días antes, esa noche después de hablar con él, de tenerlo tan cerca, escuchar su voz como si no existiera más personas sólo dos, ellos. -Y sientes que puedes olerlo, que eres capaz de imaginar sentir su piel nuevamente sobre tu mano. Y cuando estás rendida, sin fuerzas, con el corazón latiendo a mil por hora.- Su mente le susurraba su voz, la voz del mago. -Conviertes tu habitación y los espejos en cómplices al dejarte ir pensando en él, susurrando su nombre despacio y lento…
Snape abrió los ojos más, se acercó a ella y miró en su rostro, quería encontrase con su mirada pero ella no los abrió.
-¿A qué se refieres con “dejarse ir”?
-Ese es mi secreto así como tú tienes el tuyo.- Hermione sabía bien a qué se refería.
-Nos gustábamos sólo sabía eso. Pero lo comprobé y tú también lo insiste, vi cada detalle en tus pensamientos y en analizar tu propia forma de hablar.
-Sí, así es.- Hermione no dijo más.
Snape al sentir curiosidad quiso presionarla pero luego mantuvo la calma.
-Hace un año atrás este pasillo sintió mis pisadas de odio y mal humor y ahora no sé quién soy. Ya no sé quién soy aquí porque quizá ya no quiero ser el que era aquí. Ahora soy de otro lugar, de otra persona.
Sé acercó a su joven oído y le susurró.
-Ahora soy suyo Srta. Granger y usted… Es mía.- Hermione sintió que en ese instante iba a sentir la mordida de ese vampiro seductor pero gracias al cielo no pasó.
-¿Rondabas en la madrugada? Cuéntame, quiero saber más por favor.
Snape al ver que ella decidió cambiar la conversación se irguió y le tomó una mano pero no la abarcó con toda su gran mano pálida derecha sino que la apretó con sutileza apenas rozando su piel.
-Así es, dos veces de forma aleatoria. Algunas veces era a la una y tres de la mañana, otras cuatro y siete y un día de la semana, el día viernes, me mantenía despierto vigilando todos los corredores desde las once de la noche hasta las siete de la mañana. Por las circunstancia que pasaban en ese entonces está claro que no siempre cumplí con esas obligaciones o mejor dicho tuve que cumplir con otras que me impedían hacerlo como se debe.
-Qué bueno que no me descubriste.- Dijo ella pensando en las veces que se escapó de su sala hacia lo corredores para salir a estudiar.
-Dos veces te vi en la biblioteca, una vez en el segundo piso, pero Minerva se adelantó a abogar por ti, parecía que siempre seguía a cada Gryffindor con decisión de romper reglas. Ella me dijo cada vez: “Granger toma más cursos que los demás, déjala estudiar. Va a la biblioteca, regresa de ella todas las noches. Por favor déjala estudiar.”
-Y seguro el señor enojón me quería castigar.
-No, yo quería que te expulsen.- Snape fue sincero guardando seriedad pero luego acercó su mano a la cintura de la jovencita la cual era un manojo de nervios.
-¡Eres tan lindo!- Dijo la joven delante de la franqueza de este. -¿Por qué te molestaba verme en la biblioteca si sabias que estudiaba?
-Porque me caía mal tu perseverancia, aunque en realidad me recordaba a mí pero tú viviste otras épocas. Mientras en la mía me rondaban para hacerme daño un manojo de leones estúpidos, en tu época un par de idiotas te quitaba el tiempo, un par que no merecía tu atención.
-¿El tiempo?
-Sí.
-¿No te cae bien Ron y Harry?
Snape la miró y rodó los ojos.
-Voy a pensar que esa pregunta es por ociosidad.- Snape a veces era tan antipático pero a ella le gustaba así.
Hermione Sonrió y siguió caminando.
-Tienes que aguantarme y más ahora, profesor.
-Lo hago créeme.- Snape se irguió importante. -Te soporto.
-Ay sí ay sí… Qué malo eres.
Pero Snape se mantuvo serio, la tomó de la mano y la jaló para que lo acompañe.
-En las noches…- Puso lenta la voz, más grave, absorto. -Al llegar a las mazmorras no podía tener libertad en mis pensamientos, siempre estaba a la disposición de otro, esperando órdenes, asintiendo y cumpliendo. En el tiempo que quedaba me iba a la sala, me sentaba en el sofá, tomaba un libro para entender a la humanidad y me preguntaba si alguien más hacía lo mismo que yo.
Hermione contempló su franqueza,el silencio, lo vio ahí solo en ese pensamiento, sin alguien que lo cuide o que él escoja para cuidar.
“Merlín se empieza a abrir conmigo, esto es valioso no quiero arruinarlo.” Dijo la joven en su mente.
-Yo, te hubiera pedido que me cuides.
-No lo hubieras hecho, era imposible.
-¿Así como era imposible que estés conmigo?
-Así como es imposible que dentro de este castillo tú y yo hubiéramos escondido secretos y ruidos exaltados.
Hermione mordió sus labios.
-Te amo.- Lo dijo tan suave y tímida que hizo que él sintiera por primera vez que era verdadero.
La había escuchado antes decir aquello pero cuando estaban desesperados por sentir más al otro no así como en secreto. Es fácil decir que amas en un encuentro loco de pasión pero en la soledad y frente a frente, viendo directo a los ojos ¿Es fácil? Lo es si es verdadero.
-Hermosa jovencita, yo te amo y a veces parece una locura. Te amo.
En la mitad del pasillo a un paso de subir escaleras en otras horas muy transitadas por alumnado, se demostraron que se habían unido al otro también de formas intangibles.
La besó sin restricciones, con tanta fuerza que movía su rostro y ella no se quedó atrás, lo atrajo de la nuca introduciendo sus dedos en el alto cráneo para sentir sus cabellos lacios, tocando con sus largas uñas cuidadas cada nervio y sentido del tacto del mago.
Se perdieron en un instante donde todo desapareció, principalmente sus edades, sus casas, su estatus de deberes y derechos, sólo dos almas la una para la otra similares y diferentes.
-Te amo, Hermione Granger.
-Te amo, Severus Snape.
-Al amanecer ven conmigo a Italia.- Dijo el mago con una idea en la cabeza.
Hermione lo vio a los ojos pero al estar cerca a la ventana se distrajo, pudo divisar en el patio a Filch con su gata sentado en una de las bancas.
-Ese hombre está igual, no ha cambiado nada.- Soltó la joven completamente ida.
-Sólo ha pasado un año, jovencita ¿Quién cambia tanto en doce meses?
-No, todos los años en Hogwarts uno por uno hasta hoy, no ha cambiado nada, a lo mucho aumentó una pequeña arruga pero nada más.
Snape sintió que se desconcentró de lo que le dijo, como si no hubiera querido responder.
-¿Vienes conmigo o no me has escuchado?
-Lo haré sólo si por primera vez en la vida me ayudas a sabotearlo.
-¿A quién?
-A Filch. Cuando estaba en quinto, mis compañeras le aventajan huevos de cernícalos.
-¿Por qué me condicionas, insolente? ¿Si no lo hago no me acompañarás?
-¡Mi amor, por favor! No seas aburrido.
Snape cambió toda la actitud al escucharla hablar así.
-Está bien, te revelaré un hechizo que te ayudará a vengarte y…- Fue interrumpido en su explicación.
-Ya me sé el hechizo que hace aparecer huevos y también sé cómo lanzarlos.
-¿Entonces qué quieres que haga?- Snape perdía la paciencia, quería hacer el amor con ella apasionado y ágil pero ella pensaba en hacer travesuras contra Filch.
-Tú lo petrificas y yo le lanzo los huevos.- Dijo lento con voz de traviesa.
-Me das miedo.- Hizo gesto fastidiado.
-Apenas caigo en cuenta que eres una niña.- Snape lo dijo con toda la sinceridad del mundo, despectivo.
-Y tú eres muy lindo.- Lo besó y lo dejó con ganas.
La joven se giró y se colgó en el balcón alistando su varita, Snape sin embargo sacó la suya con elegancia y envió el hechizo preciso el cual voló en línea recta hacia abajo ligeramente a la derecha, tocó en el pecho a Filch y lo tumbó en el suelo como un costal de papas.
-¡Ohhh jajajaja, excelente! ¡Lanzacernav!- Susurró la joven.
En el mismo instante que lo dijo, una lluvia de huevos prácticamente enterró al hombre.
No podía con la risa tapándose la boca.
Snape sólo negaba con la cabeza por ver ese mar de yemas en el suelo de piedra y el cuerpo del hombre exageradamente cubierto, negaba también en desaprobación de haber participado en el acto vil y traicionero.
-¡Cincuenta puntos menos para Gryffindor por meterte con un hombre inocente!- Soltó Snape viendo hacia abajo.
-Flich se lo merece.
-Yo hablaba de mí.- El hombre le levantó una ceja.
-No me juzgues mal sino yo haré lo mismo.
“Ahora resulta que es inocente.” Se dijo en la mente la pequeña estudiante.
-¡Ven aquí, malcriada!- La acorraló en la pared y le dijo en el oído. -Detención ahora, en mi habitación.
Hermione se escapó y empezó a correr.
-Estará demás decir que no me alcanzarás, soy muy rápida para ti.- Intentaba reír con la voz más baja que se podía.
-¡Niña, qué grosería, tengo magia no necesito correr! -El hombre hizo la voz gruesa, se elevó unos veinte centímetros del suelo y desapareció como un trueno negro.
El silencio rodeó a la joven quien siguió sin parar al perderlo de vista.
“También puedo desaparecer.” Dijo en la mente cuando fue hacia el tercer piso.
Desapareció al entrar a la enfermería del tercer piso, se metió en el armario de ropa de cama y se escondió unos minutos.
“No sabrá que estoy aquí, lo he evadido tantas veces que…”
-No me has evadido.- Dijo el hombre que ya hacía en el armario detrás de ella.
-¡Dios, me asustaste!
Y ahí en ese gran armario de cuatro puertas Snape la besó.
Después de tardarse una media hora el hombre salió como quien hubiera descubierto una entrada secreta al castillo aunque con el levita abierto y la camisa sin botones.
La joven en cambio tenía la capucha puesta tapando sus ojos mientras sus labios rojizos e hinchados susurraron prudencia.
-Es hora de dormir.- Desapareció delante de él.
***
Al amanecer desayunaron junto a Minerva y Hagrid, los cuales se mantenían serios pero no enojados por lo que se habían enterado sino manteniendo su papel dentro del castillo.
Snape fue a la biblioteca y a la habitación que antes usaba en las mazmorras para terminar de empacar en una maleta enorme la cual se hacía tan pequeña como él quisiera, todas las cosas que antes había olvidado llevar a casa.
Después, sugirió a la chica que vaya hasta la estación para comprar dos boletos en el tren hacia La “Piazza delle Erbe.” y ella aceptó. Se tardó un poco en encontrar la línea correcta pero lo logró por lo que estuvo ahí una hora antes que el mago.
Se encontraron en Londres, en la estación de Paddington a donde abordaron y estuvieron listos para su viaje, uno de aproximadamente trece horas.
-¿Por qué en tren, no conoces el lugar?- Hermione quería saber por qué era necesario viajar tanto tiempo, además tenían cosas que hacer.
-No, no lo conozco.- El hombre mintió, la verdad era que quería que viajen en tren unas largas horas hasta la ciudad de Verona.
-Pero te han indicado la dirección, no puedo creer que no conozcas Italia.- Insistió la joven.
-Es demasiado cursi para mí.- Soltó el hombre como si no le interesara.
Y ahí ella descubrió que mentía.
-Entiendo.- Dijo sentándose en su lugar, frente a él. -Sí, es demasiado cursi para ti. Mejor cuéntame ¿Por qué eres tan mandón y mentiroso?
-Claro que no, soy una persona que prefiere tener la situación en orden y a veces soy un poco perspicaz en utilizar métodos efectivos que pueden guiar a los demás aunque estos piensen que no.
-Osea te gusta mandar.
-Puedes verlo como mejor quieras pero es necesario preocuparse por lo que puede pasar, es bueno ser precavidos.
-Lo que pasa es que eres desconfiado y piensas que nadie puede hacerlo igual o mejor que tú.
-Mmm.- No respondió, hizo un ruido que en su mente parecía un grito de cansancio o histeria cualquiera de los dos.
-Sé de alguien que haría algo mejor que tú.
Snape volteó para cuestionarla mientras tocaba su propia barbilla viendo el camino que se quedaba atrás al paso del tren lento por haber partido a tiempo.
-¿Quién haría qué mejor que yo?
-Yo.
-Insolente…- Apretó las palabras pronunciando lento. -¿Qué harías mejor que yo?- Habló también con la manos, sosteniendo actitud soberbia.
Cruzó los brazos y miró directo a esos ojos café.
-¿Qué tal un ensayo?
-Acerca de…
-Puede ser de magia en el siglo diecinueve.
Snape desconectó la mirada.
-Pff, la escribo en una hora y sin usar mis manos.
-Un ensayo acerca de lo hermoso que eres.
Snape la miró y se acercó a ella.
-¿Soy hermoso? Eso lo sé pero qué es hermoso para ti.
-Tu forma de jugar conmigo ahora mismo, haces que crea que no conoces Verona cuando vi en tu escritorio la novela más famosa escrita en ese lugar, la más cursi que puede existir en el planeta.- Lo estaba probando ya que ella era la reina de la cursilería.
-Soy cursi pero es un secreto. A mí me gusta que seas cursi.- Snape habló despacio, esta vez no tenía escapatoria, ella no podía poner un pretexto e irse corriendo.
Sí, la joven sentía un poco de miedo, estar a solas con él era bastante intimidante y se sentía un poco nerviosa porque no tenía mucha experiencia en cosas que él podría esperar más por el contacto sin embargo el temor más grande era que no podía decirle que no.
Snape se puso de pie, apagó la luz, hechizó la puerta para que esta pareciera ser sólo un pedazo más de madera sin ambiente de pasajeros, un espacio que no existía por afuera.
Los asientos uno frente al otro se juntaron e hicieron una especie de cama pequeña, Snape la acostó y se hizo sobre ella envolviendo su cuerpo con su capa por el frío.
Hermione reposó su cabeza en la madera debajo de la ventana la cual no tenía cortinas y de esta entraba luz nocturna. El mago se acercó a su boca para besarla pero ella le acarició el rostro y evadió.
Snape se dio cuenta, estaba temblando, ella se sentía nerviosa y quería decir algo así que puso atención.
-Eres maravilloso, tus labios y voz tienen la mejor combinación, me gustan tus brazos y manos, la forma en que me tocas, me gusta estar contigo, me gusta verte, entender lo que dices. Eres maravilloso, eres hermoso, eres ese que no puedes retener con besos suaves sino… ¿Cómo puedo quedarme contigo? Temo ser muy pequeña para ti, no ser suficiente.
Snape se quedó en silencio y bajó la mirada entristecido por lo que escuchó.
-Eso mismo me acabo de preguntar ¿Cómo retengo a un ángel como tú?
-No soy un ángel, sólo soy… Yo, sólo soy yo.- Su cuerpo tembló más debajo de él.
-Una hermosa piedra zafiro, un rubí rojo, un diamante perfecto. Eres perfecta para mí.
-No, no soy… Yo…- Pensó la joven, pensó en que quería acercarse, quería que la abrace y la bese pero no sabía cómo decirlo y no sonar torpe. -Yo, el día que hablamos en la noche en la biblioteca, antes de que nos besemos. Esa noche soñé contigo.
-¿Qué viste en tus sueños?- Preguntó curioso aguantando la desesperación de hacerla suya.
-Soñé que te besaba, que me hacías el amor. Y al despertar lo único que pensé fue en hallarte e intentar buscar la situación de un beso pero el sueño me dejó muy intranquila, el día que siguió, toda la noche… Yo… Me… Me toqué pensando en ti…
Snape abrió los ojos sorprendido porque no esperaba que ella le contara eso.
-Me encanta escucharlo.
Y las caricias empezaron…
Se entregó al beso del mago ya no podía ir hacia atrás, el hombre ardiente, desesperado con la sangre hirviendo por una agitación en el corazón no pudo más.
Si ella quería persuadirlo para no intimar pues se había equivocado. Snape se había encendido como una antorcha y pronto ambos se consumirían.
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