Tú y yo y una madre – 1🍋🔉

Lista de capítulos

Capítulo 1 ¡Adiós Y Hasta NUNCA, Hogwarts! Capítulo 2 Universidad De Londres 🤔 Capítulo 3 Profesor Tobias Prince 📜 Capítulo 4 Srta. Jean Puckle 🕒🔊😨 Capítulo 5 ¿La Conozco, Srta? 🤔🧐 Capítulo 6 ¿En Qué Lo Puedo Ayudar? 📕👂😱 Capítulo 7 Suspicacias De Un Slytherin 🐍 Capítulo 8 Reunión De Subterráneo ✒️📋📷 Capítulo 9 Cuando Quiera, Granger 🔎 Capítulo 10 Coincidencia Nocturna 🌃 Capítulo 11 No es malo 🌅🌧️ Capítulo 12 Verla Un Instante ❤️🦁 Capítulo 13 Querido Profesor… 👄 Capítulo 14 Querido Profesor Part 2 👄🔞 Capítulo 15 La Madre De La Joven – 1🍋🔉 Capítulo 16 La Madre De La Joven – 2 🧐😕 Capítulo 17 Impulsivo Part 1 🏰 🐍 Capítulo 18 Impulsivo Part 2 🚂🏰👄 Capítulo 19 La Anciana Y El Chocolate👗🔥🛤 Capítulo 20 La Caja De Cristal 🔓🧧 Capítulo 21 Piedras Y Cielo Nocturno ◾🔥🌃 Capítulo 22 LA BENDITA RADIO 📻 ⌚ Capítulo 23 EL BENDITO TELÉFONO – ☎️📞 Capítulo 24 ¡SUMERGIR LOS CELOS! Capítulo 25 CASA DE CAMPO Capítulo 26 El POCIONISTA SABE LO QUE HACE 🔥 Capítulo 27 ABUELO ESTIRADO 🤨 Capítulo 28 PARTE DE LA SORPRESA 🦁 Capítulo 29 MALFOYLONG 🧐🖋️📜🔥 Capítulo 30 Narcissa Está Embarazada 🤨🌋⚡� Capítulo 31 Te Voy A Degollar 🧠� Capítulo 32 Alex, Hermione, Scamander, Y Severus 🔥 🔥 💼 Capítulo 33 ¿Dónde Estás, Malfoy? 🤫🤺 Capítulo 34 Narcissa Black – Snape En Taxi 🚖� Capítulo 35 Super Mercado Muggle 🦁🐾💊 Capítulo 36 Flashes Del Pasado 😬 📸 Capítulo 37 Scamander Y Baile Del Torneo 🏰 Capítulo 38 La Familia Es Valiosa 🏰 � Capítulo 39 Confrontación, Éxito Y Accidente 🔪� Capítulo 40 Doble Problema Y Segunda Oportunidad 📖 🧠 Capítulo 41 Te Quiero 🟩🔺� Capítulo 42 Consultorio de terror 🔎 🐍 👶

-Vamos, iremos por un café al comedor -La voz del mago era cuidadosa al extremo, no quería sonar tan mandón.

Hace unos minutos sólo se había dejado llevar en su carácter, en realidad quería ser con ella lo más relajado y natural y sobre todo respetar sus límites.

-Pe… Pero están ahí y… Nos verán…- Dijo Hermione en voz baja. Su timidez y leve vergüenza era por evitar que otros se enteren que estaban juntos, que estaba en una relación “amorosa” con el mago.

Snape quien estaba distraído no escuchó bien.

Salieron de la estancia donde dormía el hombre y fueron hasta la puerta, era tan temprano que todos estarían dormidos.

No había nada que pudiera avergonzar al hombre, su carácter podía demostrar que cada cosa que hacía lo hacía con cuidado además de no interesarle lo que digan los demás. Estaba en esa universidad por simple voluntad y libertad de hacer las cosas como siempre hubiera querido, sin presiones, sin obligaciones de otros nada más de él mismo.
Snape estaba cerca, caminaba a lado de ella guiaba el paso, no perdía postura en ningún momento, tenía una camisa blanca y un levita color negro.

Sé había acercado a Hermione exactamente desde su lado izquierda para tomarla de la mano sujetándola firme de esta.

Ella estaba tan nerviosa que sólo atinó a apretarlo y sujetarse de él con torpeza.

“¡Merlín quiere que todos lo sepan!” Pensó cabizbaja viendo los pasos del pocionista un poco más adelantados. “¡Yo bromeaba, sí le dirá a mi madre y yo voy a morir de vergüenza!” Su rostro rojo era notorio junto a su nerviosismo.

Pobre jovencita que aún se juzgaba y peor le interesaba lo que piensen los demás.

Dirán que estoy con él por interés y eso no es así.” Se angustió secretamente.

-Espera, Profesor Snape…- Soltó sin pensar.

-¿Vas a decirme, profesor?- Snape con el rostro serio como recobrando personalidad le reclamó, sí, sonó a reclamo-, Dime Severus o Tobias, has pasado conmigo la noche.

– Pero es que… No quiero que todos sepan que estamos juntos no hay necesidad de exponerlo tan pronto.

-Si lo dices porque tomé tu mano entonces no la tomaré.- La voz pausada del mago sonó razonable, el cuidado en el tono hacía que la conversación permanezca calmada.

-Espera, tienes razón… No me molesta eso.- Dijo buscando los ojos negros del mago al ver un poco hacia arriba.

-Entonces sé directa por favor, no te entiendo, Granger.

-Yo… Sólo creo que no debería… -Se relajó y arrepintió rápido de lo que iba a decir, tomó una postura similar a la de él, suspiró y sonrió-, Olvídalo, estamos juntos no pasa nada, toma mi mano si quieres, la verdad deseo que lo hagas sólo que no pensé que lo harías sin que te lo pida.

Snape asintió sin embargo se quedó con una cuestión del instante anterior.
No estaba siendo imprudente, sólo quería y se esforzaba por no parecer frío a esa jovencita con la cual había compartido algo que no se comparte así nada más.

-Hermione… Que diga, Granger… No quiero incomodarte en ningún aspecto. Así que toma la libertad de explicarme cada cosa que necesitas, sientes y piensas -Su voz gruesa delante de ella la puso más nerviosa a pesar que era blanda y comprensiva.

Él lo dijo porque escuchó con atención todo lo que ella alguna vez expresó, sobre todo el día anterior.

La estudiante no sabía qué hacer, los conflictos estaban rondando en su cabeza.

Snape sí pensó en Sandler, quería principalmente que él los vea y tome una amplia distancia.

-Lo haré…- La timidez que ahora mostraba era desconcertante para él. -Sí, te diré todo lo que piense.

Snape vio la actitud de la joven, intentó relajarse y no molestarla.

Al llegar frente al aparador del comedor ordenó para una de las mesas de profesores el desayuno pensado por él. El trabajador del comedor ante el pedido movió su varita y dejó la mesa servida en un dos por tres.

-Gracias -Snape hizo una pequeña venia viendo de forma intensa al que sirvió.

Hermione caminó a lado de él, vestía la falda del uniforme y un suéter gris claro con logo de la universidad, se sentó con ayuda de Snape en una de las sillas y después él lo hizo.

Sus cabellos rizos aún permanecían levemente húmedos al igual que la cabellera de Snape pero estos eran sujetos en una cola semi alta.

-Estás muy callada.- Comentó el mayor sin verla. -¿Te sientes bien?

-Siento un hoyo en mi estómago ¿Tú no? -expresó con fuerte sonrojo.

-Oh no había pensado en eso, perdóname -Habló el hombre como si lo hubiera descubierto, el problema era que no habían hablado de forma personal acerca de la relación-, Si deseas podemos tomar el té o café que quieras y después hablar un poco en la biblioteca.

La joven asintió.

-Sí por favor.- Bajó la cabeza sonrojada al máximo. -Sí necesitamos hablar.

Snape se acercó y la besó despacio tomando sus rojos labios hinchados por culpa de él, de sorpresa. Ella correspondió y sonrió, después de unos minutos guardó silencio.

***

Una hora después del desayuno silencioso Snape llevó a la joven al subterráneo pero se dio con la sorpresa que todas las aulas estaban ocupadas así que la llevó a la biblioteca a la misma aula que siempre pedía para estudiar en silencio.

Cuando estaban ya acomodados la joven no dejaba de ver hacia el campo a través de la pared, se sentía nerviosa sin poder creer algunas cosas.

Snape no paraba de verla e intentar saber qué pasaba con ella, podía fácilmente entrar en su mente pero aquello era una barbaridad, la joven también era legerement y lo mejor era hablar.

-¿Qué sucede? -Preguntó el mayor después de ponerse de pie.

Ella volteó a verlo a los ojos apoyada en un estante alto y negro. Respiró con una sonrisa relajada y luego sintió preocupación.

-Nada.- Sonrió amable sin verlo a los ojos. -Sólo pienso algunas cosas pero estoy bien.

Snape se irguió y fue hasta el borde del sillón, uno de los brazos de este, ahí se sentó frente a ella para intentar buscarle el rostro, que lo mire en picada porque se le había ocurrido que al verse más grande él podía intimidarla, su rostro estaba frente a ella unos centímetros abajo porque de todas manera era muy alto y aún semi sentado era alto y la estudiante una hermosa y delicada mujer esbelta de altura promedio mucho más baja.

Pero ella no volteaba a verlo.

El sofá se hizo color morado oscuro, tan oscuro como negro, estaba leyendo el carácter del mago y unos segundos después se pintó azul.
Se volvió a poner de pie e intentó expresar lo que estaba en su oscura mente, ahí en una de las sienes de la joven porque esta no dejaba de mirar hacia el campo de la universidad.

—Debes tener dudas acerca de mí, debes decirme con urgencia lo que piensas.

-Sí, yo… Yo… —No pudo decirlo, sólo puso sus ojos fijos atravesando el cristal que en realidad era una pared. —yo quiero saber si tú quieres… Es que mencionaste algo del profesor Sandler…

—Mh —sonó grave y profundo con una actitud interesada y preocupada— ¿Tiene que ver con mis sentimientos? Imaginas que sólo es una apuesta o un capricho… Te equivocas, Granger ¿Sabes qué quiero? Yo te quiero a ti, jovencita, quiero más que acostarme con una alumna de la universidad.

—Sí, tengo claro eso… Severus.

—Entonces… ¿Quieres hablar de amor, Granger?

—Es complejo ahora… Hay tantas preguntas y muchas respuestas.

El brazo del mago estaba apoyado en la pared exactamente detrás de la cintura de la joven de lado izquierdo.

—Dime cuáles.- exigió, su voz era tan Snape al analizar una situación que ella se sintió comprometida e incluso sintió temor, el mayor no cambiaba su genio por nada aunque ahora intentaba con todas sus fuerzas ser sutil, pero su sutileza no convencía como tal, su sutileza en él era como si investigara la verdad, como si quiera que ella fallara. Eso pensaba la chica.

—Sí tenía temor, que al despertar me dijeras “Sal de aquí.”

Snape cruzó los brazos y se irguió.

—Eso no, Granger —la estudiante lo había ofendido—, después de tantos días de verte y tratar de otras formas… Exageras, no soy un desgraciado sin cabeza o sin sangre en el cuerpo —remarcó cada sílaba como solía ser él.

—Yo, es que de verdad, no quiero confundir lo que ha pasado todo este tiempo y siento que nos hemos acercado para tener una relación ¿O no es así? —ella dijo obligándose a hablar similar a él, aunque dudaba,  realmente estaba confundida porque le gustaba el hombre de una exagerada forma y esa era la romántica. Ella quería averigüar si estaba enamorada y no podía preguntarle a él, era obvio como también era obvio que la atracción física estaba en lo más alto—, Yo estoy dispuesta a enamorarme, profesor… —soltó con franqueza viéndose vulnerable, exponiendo su ser a un Slytherin.

Se soltó e hizo el cuerpo relajado sus manos y dedos jalaron el largo de su suéter.

—Sé que no busca aprobación o aumentar su autoestima baja conmigo, Granger —señaló el hombre con una explicación también de sus manos.

Snape cerró los ojos y tocó la cintura de la joven con la mano derecha, tan suave y tan sutil que le hizo sentir escalofrío a la estudiante, este hombre alto la envolvió en él para apretarla, besó una de sus mejillas y luego sus suaves labios carmín sin abrir los ojos.

Ella le correspondió igual.

Sus besos se prolongaron por unos minutos, tanto tiempo que casi se pudo olvidar la seria conversación.

—Prometo algo, Granger y crea en mis palabras —le tomó el mentón de una manera cómoda y suave para que ella no voltee o desvíe su mirada—, que voy a conseguir su corazón y no a la fuerza. Los sentimientos profundos son difíciles y sé que aún no confías ni un cincuenta por ciento de cien —se apretó nuevamente contra ella—, Prometo que vas a sentirte segura en muchos ámbitos y conmigo ¡No soy un mentiroso¡  —Le habló despacio, con los ojos entre cerrados mordiendo con los labios los de ella.

Snape cumpliría eso porque sí, él era así.

Hermione sintió escalofrío, él estaba siendo sincero, la hizo sentir de una forma indescriptible. 

—Y yo prometo que haré lo mismo que tú, voy a esforzarme —la tímida y suave voz de la joven le agrado al hombre.

Sus labios se juntaron de forma intensa en más besos porque no podían resistir. El mago abrazó por completo con ambos brazos por encima de las caderas de la chica con aprendes preciosos y caricias.
Habían pasado días de querer eso que ahora estaba frente a ambos, entonces ¿Cómo podían evitarlo después de tantas fantasías?

Los toques de ambos, peligrosos hasta más no poder, de esos agarres donde no piensas soltar al menos por un buen tiempo.

A Snape le encantaba que esa silueta delgada y formada de la joven se apriete con ganas por delante de su cuerpo, que sus manos le toquen con cariño la espalda, las costillas, las manos, porque sentía que moría algo debajo de su piel cuando sus nervios la sentían al ser tocado alguna parte de su cabeza o cuello, y si era con sus labios carmines, no podía resistir desear comerla por completo.

—Hagámoslo otra vez, muchas veces, señorita Granger, hasta que no pueda mirar mis ojos y su servidor no pueda mirar los suyos —le habló encendido, con la cabeza llena de explosivos.

Hermione respondía al beso con las mejillas rojas, sus brazos rodeaban el cuello del profesor quien la atrajo hacia él con cuidado colocándola sobre sus piernas sentado ahí en el sofá el cual empezaba a ponerse color rojo oscuro, como sangre del cuerpo derramado en suelo de mármol claro.

—Debe ser difícil ser tu novia, Snape  —Sugirió ella usando una voz intensa.

—Nadie puede decir eso.

—Mentira descarada…

Estaban atrapados, el uno al otro, abrazados, caricias sutiles, roces sugerente de sus cuerpos, apretones en los brazos, cintura, caderas y muslos ¿Por qué pensar qué era aquello, por qué no simplemente dejar que todo sea?

Snape no lo creía y al parecer ella tampoco, ambos no creían que acababan de conocer al otro íntimamente, conocer sus cuerpos desnudos lo sueve de estos, lo caliente del cuerpo al subir la temperatura por las muestras de amor. Sí, todo se encaminaba a aquel lugar donde ya no vez a la persona delante de ti igual que a los demás.

Es una situación donde si te dejas llevar no hay límites, donde si no pones límites al otro el ser entero lo pide solo. Pide más contacto pide más caricias, una persona necesitan a la otra en una conexión única y desesperada, la conexión del abrazo íntimo, el mezclar de las respiraciones aceleradas, caricias que no se pueden dar con las manos sino con la natural consecuencia de ser cercanos.

La joven quien cerraba los ojos cada vez que el hombre besaba su cuello dejaba llevar el cuerpo en movimientos sutiles sobre él como la fricción lenta e interesante del mismo cuerpo de una pitón desenredando su ser para avanzar, sí ella quería avanzar sobre él y demostrar que cuando debía ser alumna era la mejor y cuando debía exponer una clase la podían confundir como una experimentada maestra.

Snape respiraba con ese agitar acelerado que sale tosco a través de la nariz, su corazón latía tan rápido que hacía que el calor suba por sus costados, su espalda, sus brazos. Acariciaba a la joven metiendo ligeramente sus manos, tan sólo la superficie de su piel cuidando de no tocar bruscamente, deslizándose suave en un tocar que despierta las terminaciones nerviosa del cuello de la joven, acariciaba sus muslos, sus piernas y glúteos ahí en más confianza viendo con los ojos de las manos, cada centímetro de ella, su redondez, sus curvas delicadas de joven mujer.

Snape le quitó el suéter por arriba de la cabeza y luego una camisa de la universidad, exponiendo la piel y la ropa interior de Hermione.

Su mente y magia cerró las cortinas haciendo un ambiente frío por la poca luz, las paredes blancas detenían el sonido con la ayuda del portal pero a pesar de la poca nitidez podía verla completa. Era temprano, una hora en que algunos apenas abrían los ojos.

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Hermione no se quedó tranquila, se acercó para besar lentamente los labios del hombre, tan despacio y suave como un aviso de provocación, besos que desesperaban al mago quien quería más pero se sentía débil ante ella justo en ese instante con los ojos semi abiertos. Le quitó despacio el brasier el cual sujetaba sus dulces senos y ahí cuando los tuvo al frente la apretó hacia él metiendo uno de ellos dentro de su boca por completo.

—Ah —hermione no se aguantaba de dejar salir gemidos naturales porque su corazón bombeaba con rapidez.

Las caricias que le daba con la razón del gusto hacía que esta jovencita abra la boca, suelte ruidillos de placer y empiece a llamarlo con el sustantivo abstracto más potente que alguien podía usar.

—Ahhh, profesor… —Dejaba que la mente desubicada le dicte el qué decir.

Snape usaba más pasión para disfrutar el cuerpo que Hermione voluntariamente compartía con él y se entregaba completo a ella sin fijarse en detalles o pensar que algunas cosas le parecía movimientos torpes. No de ella sino él.

Y la joven no se quedaba quieta.

Había bajado sus manos, desabrochado el levita y camisa del pocionista para desnudarlo de la parte de arriba y aún después de eso tocó el cintillo de su pantalón, abrió el botón y bajó el cierre, metió ambas manos con cuidado al jalar despacio la liga de la ropa interior para tomarlo y liberar su intimidad alterada por obvias razones, hacia afuera.

Exaltado, Snape estaba exaltado.

¡Merlín! Se dijo en la mente. ¡Que haga lo que quiera!

No decían nada, ambos eran como mudos sólo seguían y adivinaban al otro acoplados a lo que venía en su imaginación.

El profesor se hizo levemente hacia delante dejando que ella se acomode sobre él mejor, dejó que sus intimidades no sólo se toquen la piel sino también que se unan encontrando el lugar exacto por la humedad de ella.

Hermione al estar conectada hizo las caderas más hacia delante mientras él seguía acariciando sus pechos con los labios.

—Mmmh eres tan suave, tibia, eres frágil y fuerte a la vez… —dijo él como si hubiera perdido aire de sus pulmones—, Nunca he podido imaginar un hecho tan magnífico como este y con usted, Granger.

Snape tomó a la joven de la cintura y empezó a ayudar en el movimiento que unía más sus cuerpos al máximo buscando el límite de qué tanto podían entrar en el otro no sólo físicamente sino también de esa forma que no se puede ver y tocar.

La joven no había conocido tan bien su cuerpo hasta entonces, se sorprendía de la humedad que envolvía al mago en su interior, se sorprendía de lo que causaban el gusto por alguien, lo intenso de las caricias, el placer que se sentía de tener a alguien que al sólo tocar con los labios podía hacer que desmaye por tanta conmoción en su corazón y ese pequeño espacio completamente lleno, creía sentirlo en el cuello, en las terminaciones nerviosas del vientre alto y su cuello.

La joven empezó a saltar encima del pocionista sin ser brusca nada más ágil, teniendo los ojos cerrados y los cabellos rozando los de él, sus labios tocando al ir de arriba a abajo al dejar que él entre cada vez más profundo, rápido, ambos sin abrir los ojos o decir palabras razonables e inteligentes, sólo sílabas de locura, sólo aire que se quedaba atrapado en débiles suspiros o gritos tan agudos que parecían soplos de desesperación.

Sin embargo la diferencia de voces era notoria, más aguda ella y él regularmente profunda y grave.

Las ganas de decirle al otro que cometían una locura, la culpa que crecía por lo desconocido se quedó atrás quién sabe en qué punto del pasado, ahora nada más era consentir.

Sus toques eran fuertes, sus caricias profundas, suaves a veces y tan apretado que ambos no querían que se acabe.

—Te amo, Severus… ¡Oh te amo!

Snape abrió los ojos al escuchar eso aún más agitado y apretando su cuerpo delicado con desesperación y pasión. Frunció el ceño al no creer que ella podía acabar tan rápido. Sintió que ella empezaba a apretarle más.

La joven gemía y gemía sintiendo las manos de él subirla y bajarla contra aquella intimidad que cada vez era más fuerte

—Ah, Granger —dijo por casi no soportar ver el rostro de ella llenarse de sangre.

—Siento que puedo morir en tus brazos… —su voz se apagaba se hacía más débil y agitada—, No quiero que acabe, profesor… —era claramente una súplica ante Snape.

El hombre estaba maravillado y quería verla, sentirla culminar.

La acostó en el mueble haciendo que esta toque la superficie completamente acostada boca arriba, el color cambió a rojo fuerte un rojo escarlata que casi lo dejó ciego por el brillo. Y cambió cuando el mayor puso sus manos sobre el sofá y se acomodó de nuevo entre sus piernas, se quedó ahí admirando la belleza de la joven mujer mientras volvía a unirse a ella para sentir cada vez su refugio para él difícil de pasar aunque muy húmedo.

Snape los desvistió con magia ya que la tela que aún tenían encima les estorbaba.

Ambos con los ojos cerrados sentían más que lo que dejaba ver sus cuerpos, sentían la unión que no se puede medir, esa donde sabes que aquél el que está frente a ti no será un momento de tu historia sino una esperanza de quedarse un poco más.

—¿Me amas, encanto? —Su voz gruesa y apretaba le reveló a ella que estaba aguantando dejarse ir, que no soportaría más.

Podría ser la emoción quien los empujara seguir sin embargo la unión era desesperadamente intensa para medir sólo lo físico.

La abrazó uniéndose, tocándola en el lugar preciso provocando la acumulación de placer ese que se convierte en clímax y posee todo el ser.

Snape aguantó todo lo que pudo hasta que ella llegó primero.

—Ahh sii —soltó él con voz exaltada y ronca, como si pujara disfrutando de sus ruidos placenteros haciendo explotar su cerebro de maestro centrado con cada quejido de su boquita carmín.

Hermione agitada sintió que al ser abrazada más fuerte, y él al apretar con  más firmeza, empezó a dejarse ir en ella nuevamente.
Eso la enloqueció, sentir cómo se derramaba dentro de ella, las venas del hombre parecer explotar en su rostro, podía provocarle volver a subir de inmediato.

¿Cuándo había visto así a Snape?
Jamás, imposible.

Le gustó verlo así por ella.

Le acarició el rostro al mago, el cabello que en una coleta empezaba a salirse del orden dispuesto y los brazos que al parecer se habían debilitado un instante.

Snape agrandó el sofá con un hechizo simple de su varita y descansó ahí junto a ella sin poder abrir los ojos por la falta de tranquilidad.

La tela de la camisa de él se había agrandado gracias a su magia para cubrir sus cuerpos como una sábana mediana.

Aún era de mañana y los pajarillos en el campo de sombra podían escucharse con debilidad, la oscuridad natural por falta de sol quizá se empezaba a proyectar sobre el verde pasto corto y los bancos de piedra junto a los caminos angostos por culpa de la construcción en forma de ele.

La pareja suspiraba como en un recobrar lento de aire, en suspiros profundos que ambos decían al otro, el gusto que sentían de haberse sentido otra vez.

—Severus… —Habló en susurro.

—Dime —Respiraba cada vez más lento cerca al cuello de ella.

—¿Te gustó? —Sonrió débilmente, Hermione a veces era un poco odiosa.

—Es una tortura encantadora que no quiero dejar de tener —se acomodó y se apoyó en su codo, se lanzó a besarla aún cansado—, Amo cómo lo haces — Suspiró profundamente— ¿Ya quieres ir a casa? Quisiera conocer el lugar donde descansas.

—Eso sería estupendo —Susurró al hombre con cuidado y amor, se le ocurrió que podía mostrarle muchas cosas.

Él asintió.

***

La llevó a su estancia de la universidad donde habían podido asear sus cuerpos juntos disfrutando nuevamente de la desnudez del otro.

Así es, Snape no la dejaba descansar.

*

Hermione mandó al mago a traer ropa limpia, le indicó dónde estaba su locker universitario para que le busque un par de prendas de vestir interiores y una playera color negro con un gran impreso en el pecho color rojo vino con la torre Eiffel y unos pantalones de mezclilla nuevos color azul claro sin embargo la delicadeza y paciencia del hombre sólo atinó a tomar absolutamente todo lo que había en ese casillero y exponer los objetos frente a ella.

-Eyy, Severus, me has vaciado todo el lugar  —Dijo sorprendida con una leve sonrisa en el rostro.

—Habían muchas cosas, pensé que sería mejor traer todo, puedes guardar aquí lo que no uses. Justo ahí en esos armarios —el mayor estaba serio, no quería ser regañado por eso le indicó una alternativa.

—Gracias —Respondió la joven terminando de vestirse delante de él quien miraba embelesado de su figura.

Él también había vuelto a cambiarse de ropa terminando con aquel levita azúl oxford oscuro conocido que todos habían visto alguna vez.

Al estar listos la tomó de la mano y aparecieron afuera de la casa de los Granger.

Pero de inmediato recordó que tenía que ir cerca, a unas cuadras para dar algunas indicaciones en su botica naturista, una que había instalado para muggles y magos.

—Te alcanzo en cinco minutos, Granger, necesito ir un instante… —no explicó más, sólo desapareció.

Ella fue al pequeño jardín frontal para recoger algunas hojas de maple que habían caído de un árbol alto junto a la vereda.

—Ey, hola —la voy se hizo conocida para la chica.

—Hola —respondió sin ver pero luego giró para fijarse con cuidado al ponerse de pie después de estar un instante de cuclillas.

—Soy Marcos —habló como si ella no supiera quién era—, Sinclair…

—Hola cómo estás…

—¿Vives aquí? —era curioso.

—Así es, con mis padres —cuando la chica respondió vio que Snape venía caminando con paso regular por la esquina de la calle, la derecha.

—Qué bien, yo no vivo tan lejos de aquí, quizá quisieras tener alguien que pueda acompañarte a casa después de la universidad.

—Ah… —miró que Snape se puso justo detrás de él—, no es necesario.

—Insisto —sonaba amable.

Hermione dudó de responder, sabía que Snape iba a intervenir en cualquier momento y no se equivocó.

—No insista, Sinclair —ordenó con voz de enojado.

—Profesor, buenos días… Ah, bueno, creo que tengo que irme a la universidad, nos vemos luego, Hermione. Hasta luego profesor.

—Hasta nunca, señor Sinclair.

—Já, qué gracioso —el chico sonrió a pesar que el mago no lo hizo pero Hermione sí, también se había puesto roja.

El joven se fue con pasos apresurados y su maleta en su mano cuando la chica abrió la boca.

—Es insistente.

—Su padre es igual —soltó Snape.

Hermione abrió la puerta ingresó primero, luego lo invitó a pasar y sentarse en el sofá de la sala.

Snape siguió su consejo y esperó sin ningún tipo de sentimiento o pensamiento al saber que iba a conocer a la madre de la joven.

La joven buscó a la madre en casa pero no estaba por ningún lado.

—Mamá debe estar en el trabajo, aún no ha llegado. Mientras tanto puedo mostrarte el sótano.

Snape asintió, se hizo sobre sus pies y asintió.
Al estar sobre el piso de madera semi alfombrado, vio todas las medallas y diplomas de la joven los cuales el padre conservó con orgullo.

—Tu autoestima es sano, Granger  —soltó sarcástico intentando hacer el mejor comentario posible ante ese tesoro de premios y reconocimientos.

—No, no es mío, era de mi padre, este lugar está tal cual él lo dejó antes de morir.

—Ah entiendo, era un padre orgulloso —caminó entre los cuadros y fotografías viendo el cambio del rostro con el tiempo en la joven mujer que ahora estaba a su lado.

Ella lo observó con atención y no podía creer que las manos de ese mago estaban tocando sus cosas, y que iba a conocer todos esos íntimos lugares donde había crecido. Vio también que él se fijaba en al parecer una línea de tiempo en fotografías.

—Sí, no lo digas, sé que he cambiado, también tú has crecido —Dijo la joven viendo también sus cosas de forma nostálgica.

—Me preguntaba ¿Cómo puede estar conmigo esta joven insolente?

—¡Malvado! Como si tú fueras perfecto, profesor Snape.

—Mh hm… Entonces ¿Me veo más grande? Supongo que es inevitable ser más grande que cuando tenías diez años de edad —deletreó odioso con voz aburrida. La voz gruesa del mago la atrapó tan veloz como el encender la luz de una lámpara.

—Grande sí, también atractivo e interesante para las jóvenes estudiantes de la universidad. Por su puesto, el tiempo no se detiene, ha pasado casi nueve años desde entonces.

—Gracias por tu considerada y amable apreciación. Esas jovencitas ya han sido sancionadas —Le levantó una ceja viendo directo a los ojos café que rápidamente desviaron el contacto.

Esta mirada hizo poner roja a Hermione.

—¡Basta de verme así! —sonrojó aún más sus mejillas, subió su mano derecha para tocarse la frente sintiéndose un poco afiebrada.

Snape fue hasta ella y la abrazó por la cintura desde la espalda.

—Usted Granger, se ve más grande también aunque para mí sigue siendo una pequeña e inocente alumna de Gryffindor —su voz seria, grave y en doble sentido hizo que ella sienta la situación con diversión.

Una suave risa se asomó de la boca de la chica mientras sentía los apretones y largos dedos en su vientre clavándose en su carne en tono de juego.

Y ahí en esa situación cómplice fueron sorprendidos.

—Hermio… —la madre vio cómo este hombre alto y maduro la abrazaba por la espalda y hundía su rostro en el cuello de la jovencita para oler y besar —disculpen, buenas tardes lamento interrumpir.

Snape se irguió y se adelantó cubriendo el rubor de Hermione con su altura y cuerpo.

—Lo siento —Dio otro paso y esperó que la madre baje hasta el último escalón donde a modo de caballerosidad, estiró su mano para ayudarla a estar a su nivel —Buenas tardes, Disculpe que no me haya presentado antes, soy Severus Snape y estoy a sus órdenes.

—Ah sí, el profesor de pociones de mi hija —La sonrisa de la madre un poco nerviosa y un leve subir de su ceja izquierda se dirigió a la pequeña —Al fin lo conozco en persona. He escuchado muchas… Cosas buenas de usted.

—Así es, enseñé en Hogwarts hasta el año pasado y ahora soy decano de la universidad de Londres —su voz seria y como forzada a decir se dejó sentir clara ante la mamá de la chica—,  Además… —pensó bien en ser lo más directo que pudo—, También soy novio de su hija.

—Ah qué sorpresa, esta niña no me ha dicho nada. ¿Desde cuándo son novios? Si se puede saber —cruzó los brazos viendo a la pareja juntos sin tocarse, con rostro levemente colorado y una tensión extraña en el ambiente.

Hermione se adelantó.

—Lo somos desde ayer en la noche, mamá —no dio más explicaciones, no tenía que decirle más, ella debía tener en cuenta que si la joven no llegó a dormir era que su lecho no fue el de ella.

Al parecer la madre no se había dado cuenta de ese detalle.

—Disculpe el que no me haya presentado antes —añadió Snape preocupado.

—Sin preocupaciones, chicos, los vi juntos desde la otra noche, no tienen que sentirse preocupados por algún regaño.

Snape se sintió analizado de pies a sienes e inclinó un poco la cabeza.

—No estamos preocupados —el hombre era tan directo, recto y sincero que Hermione sintió nervios.

—Sin embargo sí quisiera conocerlo un poco más, quizá en la cena, Señor Snape, si no es molestia —ordenó la madre.

—No lo es, me encantaría acompañarlas. Quiera también dejar en claro que tengo las mejores intenciones con su hija, señora, se lo digo con todo el respeto que se merece su familia —Snape tomó postura altiva, soberbia, y su voz se escuchó cuidadosa y recatada.

—Bueno ¿Entonces por eso despertaste temprano, supongo? —miró a Hermione con acusación—, Porque no escuché a la hora que te fuiste, jovencita —la madre sólo quería poner nervioso a Snape, había escuchado muchas cosas de ese individuo tanto que le parecía una broma tenerlo en su salón y exponiendo que salía con su hija como novios. Miró a sus ojos negros atentos para lanzarle una advertencia.

Hermione sólo asintió para no tener que decir nada más, pero Snape se entrometió.

—Ha estado conmigo desde la primera hora del día —el mago era astuto porque en su mente estaba las cero horas de la madrugada y en cambio en la madre estaba la hora seis del día.

—Bien, sólo vine a recoger unas cosas, tendré que regresar nuevamente al trabajo. Los veo más tarde.

—Sí, mamá, estaremos en la buhardilla.

—Propio —el mayor hizo un ademán junto a su voz.

—Los veo en la cena, entonces.

Snape deseaba que se fuera la madre porque como que no se había sentido muy a gusto.

—Sí mamá —Dijo Hermione enérgica.

Snape hizo una venia de cabeza.

—Ah me olvidaba —La madre giró sobre sus tobillos—. Quisiera comentarle algo, profesor, acompáñame —Dijo la mujer con extremo cariño y confianza.

Snape siguió a la señora hasta la puerta, para esto tuvo que subir hasta el último escalón.

—Claro que sí ¿en qué puedo ayudarle?

—Oh no tema, profesor, es algo sencillo.

Snape puso atención y se acercó un poco más a ella como si fuera a recibir un secreto.

—Sr. Severus, nunca me he metido en la vida de mi hija —Bajó la voz—, Y confío plenamente en sus decisiones. Pero si usted la lastima no voy a descansar hasta patearle su mágico y elegante tracero atractivo —Le dio una palmadita en el hombro junto a un gesto tan suave como una mamá.

Aquel guiño y sonrisa inocente fue de terror para el mayor.

Snape carraspeó al escuchar la sutil advertencia.

—Mh hum, lo tendré muy presente —alzó ambas cejas sorprendido y volvió a hacer una venia de cabeza antes de bajar de nuevo con Hermione quien esperaba impaciente.

—¿Y, qué te dijo? —Preguntó la estudiante curiosa.

—Me pidió que te cuide —Acomodó el cuello de su camisa acalorado.

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