-Tienes que irte, Hermione.- Dijo agitado, ambos estaban perdidos.
-¿Por qué? -dejó de gozar en sus labios.
-Si te quedas unos segundos más voy a perder la razón, quiero más… Cerca -le tocó el hombro y la otra mano apretó su muslo-, primor… ¡No te quedes, obedece a tu profesor! No quiero que pienses que es equivocado así como estamos. Por favor… Hemos bebido -soltó de nuevo-, de verdad no quiero que sea equivocado…- Susurró despacio cerca al rostro de ella, besaba sus labios y luego emitía otra palabra.
El susurro del mayor era lento, sabio y se metía en el cerebro de su estudiante la cual sentía el rostro y el cuello arder.
Este simple acto del hombre por detenerla la encendió más. Ella había ido a buscarlo porque quería besarlo y no podía ignorar lo que vendría si no se decepcionaba del acto, era obvio que ambos buscarían más.
Hermione hizo el hechizo silencioso de accio sin dejar de verle los ojos, atrajo su varita, se apuntó así misma en la cabeza para pronunciar la eliminación de alcohol en el cuerpo, cerró y abrió los ojos viéndolo de la misma forma intensa, esa forma con ganas de seguir.
–Cum sobrietate… Listo, ya no hay alcohol, Severus.- Habló rozando los labios del mago y él enloqueció, se lanzó a comerle la boca y ella respondió, la jovencita que ya no estaba ebria le respondió.
Lo besó más y más y no paraba de juntar sus labios rojizos a él, de apretar su cuerpo y dejar que la toque con cuidado. Porque él lo hacía despacio.
“¡Merlín, besa condenadamente bien ¿Qué hice para merecer este regalo, tan suave y delicioso como sus besos? !” Se dijo el mago en la mente intentando no descontrolarse tan rápido.
¿Cómo es posible que beses a una de tus alumnas? Se acusó el mago con rudeza. “Dale lo que quiere.” Dijo en aliento pero no fue el angelito sino el diablito de su lado izquierdo, el que susurraba en su oído que se había olvidado de su carácter centrado.
Ambos se daban unos besos tan pasionales que sus cuerpos querían sudar por la calentura del acto. Se quedaban sin aire después de pocos minutos, sus lenguas reconocían la tibieza en la boca del otro, el sabor dulce, el olor a menta y vino tinto.
El mayor la hacía sentir en el cielo con tan sólo besos, moría por probar lo que seguía, todo era irresistible.
Sonaban agitados porque el corazón corría, el de ambos.
Snape deseaba sentir la piel de la joven en los lugares que no se veían expuestos. La cargó y la llevó hasta el principio de los pequeños escalones a la entrada de la habitación, la joven apretaba su miembro sobre la ropa con su centro íntimo y caliente rodeándole la cintura con las piernas, no dejaban de besarse.
El mago ya tenía el rostro rojo por la sangre que hace enojar las venas con fuego desde su pecho y se dispara a todas partes de su cuerpo, su corazón no paraba de bombear acelerado, sus ojos cerrados disfrutaban de la delicada boca de la estudiante, quería apretarla a él desesperadamente hasta reventar.
Se quitó el levita y desabotonó su camisa mientras la besaba y se acomodaba en el centro de ella empujando hacia delante con su pelvis sólo para sostenerla, la apoyó un momento en la pared para deshacerse totalmente de las prendas superiores.
-Ah -ella no pudo evitar jadear por el contacto y por la falta de aire. Sus brazos rodeaban el cuello del mayor.
-voy a llevarte a la habitación -dijo excitado.
Ella asintió, lo besaba lento y le mordía los labios pálidos.
Snape tropezó porque estaba casi ciego por los besos de ella y dijo:
-¡Benditas gradas! -fue a su cuello ahora que la cargaba mejor y sus brazos se marcaban.
Snape aún pensaba en disculpas mientras hacía, por las malditas reglas que se repetían en su cabeza. “Artículo veinte, los profesores están obligados a salvaguardar la integridad y salud de sus alumnos” “Artículo cuarenta, los profesores están obligados a no permitir toques indebidos entre los alumnos”
¡Cállate, Hogwarts, cállate! El pocionista le gritó a su mente.
Sujetó de nuevo con ambas manos sus hermosas piernas y al llegar a la pieza la apoyó sobre la cama despacio hundiendo esta levemente con el peso de sus rodillas al llevarla cerca de la cabecera.
Fue al cuello de la chica para aspirar y besar y luego bajar un poco hasta sus pechos, tomó con ambas manos la blusa de la chica en cada lado y se la abrió de golpe emitiendo un sonido de fuerza y alta carga sensual contenida.
Entonces besó por encima de sus pechos y sus manos se metieron por debajo de la tela de encaje para amasar esos bellos montes de terciopelo con cuidado, baja y subía de la mitad de sus pechos hasta su vientre y ombligo, no desesperado sino sabio.
Ella jadeaba y aquello era música para sus oídos, nunca había escuchado a una mujer disfrutar tantos de sus caricias y toques.
Ya casi lo haría, su piel debajo de sus interiores cobraba vida, quería hacerlo pero no se sentía del todo bien, sentía como si fuera a aprovecharse de ella.
¡Merlín por qué!
Ya no habían sonrisas, sólo una posesión profunda en ambos que oscurecía unos ojos negros y daban brillo a unos café.
Sé acercó al oído de la joven y ella susurró despacio y deseosa algo que lo descolocó y terminó por poner empalmado a tope.
-No pienses más, sólo hazlo… Yo quiero… -ella soltaba aquella voz exaltada como si se le fuera el aire.
El mago desencajó la mandíbula tentado a no detenerse. Tentado.
Sí, ella lo estaba provocando.
-No me gusta mentir, preciosa -sacó uno de sus pechos por encima de la tela y acercó su boca para arremolinar su lengua al rededor de su hermoso botón rosa oscuro y luego meterlo todo a su boca para succionar una y otra vez.
-Sé que no -Snape le quitó la ropa de la parte de arriba y le dejó en una blusa delgada.
-¡No sabes lo que dices, no cometamos una locura, niña!
-Es tarde, no pares…- Dijo la joven olvidando la prudencia. Se besaban y besaban enredando sus lenguas apretando el beso, abriendo sus bocas, apretando los labios como si lo hubieran hecho antes como si quisieran comerse en el instante simulando otro acto y las sensaciones en la cabeza. Sus cuerpos unidos entre caricias, besos y gemidos, ambos estaban muy excitados. -¿Por qué esperas tanto?- Preguntó la joven provocativa y agitada empapada en el lugar preciso cosa que confesó en el oído del mago y este enloqueció.
-Ohh niña no me digas eso…- La respiración del mago se hizo notar con agitación. Tuvo un quejido tan grave que se hizo un hoyo en el estómago de esa pequeña mujer.
-¿Qué hay en tu cabeza?- La joven insistía en saber.
-Días de desearte, Granger, eso es lo que hay…- Le besaba el cuello desabrochó el botón de sus pantalones -Lo lamento…- Cerró y abrió los ojos como poseso por eros dios de la atracción sexual.
Terminó por desvestirla con ganas de unirse a ella, ganas incontrolables de sentir el interior de su ser abrazándolo sin falta o delito alguno como una confesión de huellas completas y tibias, la sensación en su vientre era inexplicablemente intensa, el acto al sentirse prohibido le gritaba “¡Una locura hermosa!”, tocar esos labios carmín y dulces, estrujarla deseoso con sus manos, su piel caliente era fascinante para él, su tersa piel tan suave y lisa como una seda valiosa, una verdadera maravilla.
La joven susurraba en su oreja que la haga suya porque tenía ganas de él, no sabía lo que pasaba por su cabeza, era su persona, estaba curiosa, quería descubrirlo, quería conocerlo pero antes que todo y desesperadamente, sentirlo pero él se tomaba su tiempo.
Aquello, su voz rogándole al mago lo volvía loco, un desquiciado que no aguantaría más, su carne ganaría esa vez y su cordura y carácter se iría lejos para siempre delante de la joven.
Y sí, la preparó.
La desnudó completa antes deshaciéndose él primero de toda tela dejando que la joven mujer lo admire completamente, su cuerpo blanco como alabastro y ella rosa pálido como una delicada flor blanca hechizada.
Le hizo ver su erección mientras se acomodaba en el centro de sus piernas y ahí antes de hacerlo dejándole sentir a ella lo caliente de su miembro acercándose, rozando, la abrazó, la besó y habló en su cuello femenino tocando el lóbulo de su oreja con caricias suaves de sus labios y suspiros calientes por la exaltación.
-Dime si te ha tenido otro hombre.- Preguntó curioso esperando que sí. Raro pero esperaba que sí.
Si el acto era mejor que bueno se ataría a ella y no era que no quería sino que nunca lo había hecho, había estado sólo con dos mujeres, una mayor que él y la otra al ser sólo un muchacho, con otras no había llegado a esas consecuencias, si él era el primero con ella se ataría al recuerdo, al privilegio.
Tenía temor de enamorarse, sí, Snape estaba vulnerable. ¿Por qué? Porque aunque el acto fuera frío como el hielo le dejaría una parte de él en ese encuentro y ella a él al mismo tiempo pero no sería así, el verdadero Snape no era frío sino tan intenso y complicado como un transformador de luz muggle que da luz a toda una ciudad, los cables enredados por los postes eran sus explicaciones del por qué se frenaba o se dejaba llevar por qué era social o anti social.
Ninguno quería Sexo y ya.
El hombre era difícil y ella aún más.
Tener intimidad no sólo eran dos palabras que recitabas frente al pergamino de una historia, es una historia que se escribe en el pergamino de sus pieles no con pluma fuente sino con un pedacito de líquido rojo proveniente del corazón.
Ninguno de los dos servía para tocar y olvidar, ninguno era así.
-¡No, juro que no! Ojalá sí para poder complacerte- Soltó agitada entregando su oxígeno rendido a la pasión y gusto por el contacto, estar en los brazos de él le hacia sentir completa, la situación de ver que estaba a punto de ser del pocionista ponía su persona nerviosa y temblorosa con ideas de no parar.
Entonces él lo intentó una vez, adelantó la pelvis pero no atinó y se fue en medio de los dos.
Eso le hizo sentir al profesor en el pecho mucha presión no por disgusto sino al contrario, le fascinó.
-Arrepiéntete antes de que yo ya no pueda, Granger…- Dijo el mago usando lo último que quedaba de cordura, agitado por los besos. -No me voy a enojar si paramos.- Intentaba bajar su demencia y lívido para dejar paso a su juicio. Pero era tarde ella tenía que decidir cuanto antes.
-¡Quiero que sea ahora, Severus, ahora!- Dijo rendida y exaltada, mencionó su nombre como nunca antes se le hubiera ocurrido decirlo.
Y él lo escuchó como nunca antes lo había escuchado.
“Vivo ahí con mi madre… Mi padre murió hace unos meses.” Snape recordó lo que ella había dicho el día que la llevó a casa.
Estaba a punto de hacerlo otra vez pero luego pensó que no era correcto.
Aún el pensamiento no lo detuvo y se deslizó, suave, apretado, húmedo, en ella, una, dos, con torpeza. Algo andaba mal y es que estaba muy excitado porque llevaba años de no hacerlo, sólo unas tres veces al año, era distinto hacerlo solo para desfogarse en su habitación.
Se echó hacia atrás porque intentó ganar tiempo se arrepintió sintiendo que algo le iba a explotar en el pecho. ¿Qué estaba pasando, por qué estaba sintiendo eso?
Ella sospechaba lo que pasaba así que lo besó lento con pasión y acarició su rostro despacio.
Sé sentó la joven hablándole en los labios.
-Me gustas, Severus, me gustas tanto.
Lo empujó para que cayera en la cama y que le diera acceso a acomodarse sobre él.
Apresurada tomó su masculinidad y lo colocó en la entrada de su intimidad. Estaba húmeda y ardiente por causa de las ganas, así que se dejó caer lentamente deslizando y apretando de forma mortal al hombre quien la sujetó de los glúteos pensando que quería olvidarse de todo y conseguir placer para ambos, su miedo masculino se volvió enojó y luego orgullo, ella lo seducía rápido y por alguna razón el acto lo controló.
Recibió su cuerpo esbelto y firme completamente envuelto en ella dejándose hacer. Pero la furia lo hizo de nuevo quien manda y entonces ahora le ayudaba a que sea el ritmo que él quería en la velocidad precisa, tomó sus glúteos y apretó más sus dedos.
-Oh, preciosa, me gusta así.- rugió en la última palabra como en voz de mando y sus cejas se hicieron hacia abajo como si estuviera enojado. Una de sus grandes manos le tocó el vientre plano, subió hasta sus pechos deslizando las yemas de sus dedos, amasando con cuidado los bustos intercalando en tiempo, imaginando tocarlos después con los labios e introducirlos en su boca otra vez para probar su dulzor.
Empujó su pelvis a ella una y otra vez para lograr más a pesar de la dificultad porque ella era pequeña y al no escuchar queja sino placer, aceleró su ímpetu más.
Rugía de placer con gravedad y ella se desarmaba en sus manos.
-Ah -él adelantaba la pelvis en sincronía perfecta. Empezaba a recordar cómo se hacía y el óxido de sus músculos se rompía, mientras más segundos pasaban ella empezaba a sentir mejor control de parte de él.
Ahora Severus se movía levantando la pelvis en un ritmo cómodo que igualaba el ímpetu de ella tan rápido que ninguno creía lo ágil que podían ser.
Hermione sabía cómo hacerlo aunque era la primera vez que lo practicaba. No estaba decepcionada o comprometida, la sensación de placer en su cuerpo era más deliciosa de lo que imaginó alguna vez, no sabía que al entregarse a alguien así podría sentir tanto placer. Le faltaba poco porque estaba muy exitada.
No pudo aguantar imprimir con su boca el sonido al aire del gusto que caía en los oídos adultos del pocionista el cual también la acompañaba en concierto dual, aguantando el aire al respirar.
Había algo más, otro sentimiento escondido en ella, profundo en ambos, quizá temor, miedo en su mente que peleaba con su motivo de que ya era tiempo de saberlo que se había tardado en experimentarlo pero quería que sea el correcto quizá podía, sí, si él quería.
No sabía pero quería quedarse en algo más intenso y se estaba arriesgado a que él cambie o se arrepienta del hecho al pasar las horas.
Se escuchaba claro, estaba la humedad de ella y sus pieles, la piel de de su intimidad. La chica se dejaba llevar y llevar en él arriba y abajo, era perfecto, hasta sus cabellos y pechos mostraban la gravedad de su cuerpo junto a sus labios apretados y ojos cerrados disfrutando cada segundo del acto.
El pocionista no se perdía ningún detalle, adoraba su disfrutar sobre él, esa danza preciosa, las gotas de sudor resbalando en el centro de su tórax, el ritmo constante que tomó, más preciso, apretado, subiendo la velocidad.
Lo estaba matando de forma apresurada y a ella le hacía sentir dichosa, llena, una sensación que recorría de su nuca a vientre. Pronto pasaría una explosión después de la electricidad que sintió.
Gemía, suspiraba, a veces lo miraba y otras sólo disfrutaba entregándose completa en el sentirlo dentro de ella, llenada otra vez, llenada no sólo físicamente sino que le mostraba la persona que era cambiando para ella como un humano cómplice de pasión y debilidad, intercambiando emociones y apostando la mitad de su alma al otro. Sí, los dos lo hacían ya era tarde para pensar que serían dos al separarse.
-¡Ohh maravilla! ¡Pequeña, mh, preciosa, mh… Eres… Perfecta!- Apretaba las palabras en cada caída intentando aguantar todo lo que podía. -¡Ahh me fascinas!- Aguantó hasta que la quitó con delicadeza y se puso sobre ella tocándola y besándola mientras se unía como si fueran parte del otro, descubría la profundidad de la joven, lo intensa que había sido.
Eran uno y eso parecía ser su estado natural, no se separarían al finalizar, la idea tentaba al mago en la cabeza, quería que lo sintiera hasta el final.
Y salió un momento y entonces intervino con uno de sus dedos y lamió repetidas veces en el lugar de la sensaciones, primero lento y luego rápido hasta que ella casi terminó en sus manos porque sus delicadas paredes le apretaron.
-Nos atamos al otro -se acomodó sobre ella con perfección-, siente mi pasión ahora, primor.
Casi la había hecho acabar, estaba a un paso esa joven mujer y él volvió a introducirse en ella provocando que haga un gesto que le hizo fruncir el ceño a él.
La acomodó para él tomando con delicadeza sus piernas para que lo rodeen por la cintura, en sumo se hizo hacia delante y empezó a besarla como podía mientras la invadía con agilidad y fuerza, se dejaba abrazar de esa manera enloquecedora. La piel de ella que lo envolvía apretaba cada vez más dándole aviso de que terminaría, su joven amante culminaría en cualquier momento junto al acelerar de su respiración y gemidos que susurraban el gusto de su nombre.
-Severus…
Le parecía increíble la pasión de su nombre en esos labios rojizos e hinchados por los besos que le había dado y no dejaba de darle, la estaba adorando mientras la tocaba.
Ahí descubría que el interior suave, tan húmedo, tan caliente, lo recibía con más restricción porque se ajustaba, subía al punto más alto y su humedad los dejaba acariciarse mejor, le dejaba saber qué tanto de él podía ser esa joven mujer, suya, resignado aunque sea así que sienta la vida de ella irse en ese instante y en ningún otro momento más.
Había perdido la cabeza por ella.
-Ah ¡No puedo más!- Le dijo intentando separarse para hablar pero él volvía a tomarla para besarla, abrazarla, apretarla con el cuerpo.
La joven estaba completamente entregada, la soltó y metió sus dos brazos debajo de ella para abrazarla aún más.
Se besaban, se envolvía en ella como una serpiente enorme que se enrolla en un tierno gatito para matar.
Le habló, le habló con ternura como no le había hablado a nadie antes.
-Te hago mía -la joven se sacudió debajo de él, Snape atrapó en su boca el ruido del placer que luego dejó salir para escuchar los gemidos-, Hermione… -Dijo casi en la cima haciendo que ella se derrame durante el acto, ella subía y subía y todo su cuerpo se invadía de la cúspide del placer, incrementaba más de forma desesperante. Snape aceleró sus movimiento cuando el hermoso interior lo apretó más y el pequeño y agudo llanto de amor abarcó toda la habitación.
Ambos escuchaban no sólo sus gemidos sino sus pieles tocarse abrubtamente, el sonido era claro, continuo y húmedo algo que ayudaba definitivo al cerebro a formatear el contenido e información de lo que hacían y que dejaba sólo la imagen aún con los ojos cerrados.
La joven se puso tensa por el orgasmos que apareció, tan intenso y distinto a cunado los tenía sola. Este invadió sus sienes y se impulsó por su corazón agitado hacia sus pies teniendo numerosos espasmos de placer en todo el cuerpo que triunfante recibió el mayor.
-Mmmhh Ahhh.- Soltaba la joven como podía en un pequeño llanto de gusto, apagado, ahogado por baja voz y débil oxígeno atrapado. Casi no sentía más que la electricidad intensa y el placer en sus entrañas.
-Ahhh…
Agitado se dejó ir en un acontecimiento magnífico el que hubiera querido sentir antes así de intenso, sus embestidas bajaron la constancia volviéndose lento y latente sosteniendo en la mente que se había perdido lo mejor de la vida todos esos años, Ella.
Aunque eso podía discutirse con un término culposo, el momento era exacto, el preciso.
Segundos después al resbalarse en ella con un poco de dificultad, en un sonido aguantado soltó voz ronca y una contracción de su vientre masculino, de placer que encantó a la joven mientras la besaba en los labios y bajaba hasta la barbilla para morderla débilmente.
El rostro delicado y ojos cerrados de la estudiante le mostraron el gusto que ambos sintieron.
Un tremendo orgasmos lo invadió expulsando los estrepitosos y furiosos disparos de energía desde su interior a ella.
La besó y besó sin parar hasta calmar su tierna respiración. Ella lo correspondía con amor, ambos lo hacían sin parar disfrutando de ese momento, el residuo del éxtasis el cual te marea y tranquiliza como poniéndote sobre una nube espesa que sujeta todas tus extremidades, te nubla la mente y descansa tu alma.
***
Después de unos minutos.
Snape quien estaba casi recuperado del alcohol por el sudor afuera de su cuerpo, había esperado que la joven mujercita se durmiera mientras acariciaba su mejilla, cintura, sus cabellos sin perder de vista aquél delicado ceño relajado.
La respiración tranquila de la estudiante lo adormeció, le dio sueño, también se fue con ella al mundo del descanso pasajero.
Ambos dormidos como si fueran del otro desde tiempo atrás un acto que no tendría razón explicable a otros y menos a ellos.
Hermione se durmió profundamente al lado del cuerpo caliente y agitado de ese profesor con un temor pequeño, una pregunta en su conciencia.
“¿Qué pasará al despertar, me despedirá?”
***
Horas después quien despertó primero fue la joven, abrió los ojos y vio que estaba en una habitación amplia con papel tapiz plateado y blanco los cuales brillaban con sutileza por la pobre luz que se colaba de una ventana con vista al campo.
Se sintió un poco confundida pero al concentrarse sintió el sabor dulce de su boca con algo agradable llamado vino tinto y ahí todas las imágenes la atacaron y sorprendieron.
Sintió y vio un brazo color blanco que la rodeaba por la cintura como para que no se fuera de la cama y un olor varonil tan familiar para ella que no la lastimó sino que la dejó tranquila.
“¡Merlín, hice el amor con Snape!” Se dijo en la mente lento mientras su corazón empezó a agitarse cuando veía más en sus recuerdos. ¡Qué locura! ¡Fue… Es… Magnífico!” Tocó las sábanas de la cama como quien comprueba que está despierta.
Se movió despacio como si se estuviera acomodando y sin querer despertó al mago, de todos modos ya lo sentía apuntarla con otra parte de su cuerpo provocando que sonriera.
El hombre quien aún la abrazaba y tenía el rostro hundido en la nuca de ella, entre esos rizos castaños la jaló más fuerte hacia él y la abrazó más desde la cintura.
-Buenas noches, Granger.
“No puedo creerlo, es adorable, está de buen humor.” Pensó la estudiante maravillada.
No volteó a mirarlo, se acomodó en él como quien se acurruca.
-Buenas noches…- Suspiró y habló muy lento-, Profesor Snape… -no abrió los ojos sino que dejó que este la apriete y la bese en el cuello, mejilla y hombro a su antojo.
-¿Sí me dice que ocurrió?- Preguntó él como si no supiera. -¿Por qué está desnuda en mi cama, Srta Puckle?- Silabeó con lentitud apretando las palabras entre dientes con ganas de más y apretando sus caderas contra él.
Recordó lo que ella había dicho que ella volvería a decir que gustaba de él en la mañana pero no era de mañana aún, aún no amanecía.
-Usted me hizo el amor hasta acabarme, Señor.- Coqueteó con ligereza e hizo una leve sonrisa en el rostro sin todavía abrir los ojos.
-¿No estás arrepentida?- Preguntó curioso y valiente usando esa gruesa voz que la ponía nerviosa.
-No.- Respiró un poco débil de cansancio. -Sus manos, profesor, me he vuelto afín y fan de sus atenciones. -La joven separó los párpados y lo vió al girarse para estar frente a él, a aquella forma de mirar fuerte con esos ojos negros profundos.
Su rostro se apoyó de lado sobre su brazo que a la vez estaba sobre la almohada y su mano izquierda le tocó el torso al mago, el cuello, la cicatriz.
Su estado adormilado la hacia ver aún más hermosa delante de Snape.
El hombre se acercó a besarle los labios con suavidad y luego habló.
-No quisiera ser impertinente, pero quisiera preguntar algo más.- También hablaba despacio, con cuidado y suavidad, su tono era grave como en modo conquista.
-Con confianza, por favor.- susurró besándole la barbilla al hombre, retrocediendo para poner atención mientras se ponía cómoda.
-¿Quieres que olvidemos esto o aceptas estar conmigo, niña? -Y así mostró a la estudiante que no quería perder el tiempo y que además era directo.
-Ya no soy una niña -bajó la mirada con timidez y sonrojo, eso le provocaba la personalidad del mago, aquella voz penetrante y segura como aquella capaz de conquistar el mundo la hacía temblar-, ¿Debo responder?- dijo tajante. La joven se puso de pie desnuda frente a él yendo hacia el baño, no dejó de poner atención a la conversación.
-¿Entonces?- Se sintió confundido. -¿Qué hacemos?- El se llenó con un poco de temor a la respuesta de ella destapando la mitad de su cuerpo debajo de la sábana al moverse y terminar semi sentado.
-Entonces…- Respiró profundo la pequeña traviesa. -Lo que ahora pasa es que usted es mío y de nadie más, Señor… Severus Snape, el ex profesor de pociones de Hogwarts es mío.
Snape sonrió maravillado y luego se hizo serio.
-Lo que usted diga, Granger… —se hizo de pie y mostró su cuerpo entero a ella desde sus cabellos hasta sus pies, el cómo había mejorado el peso y la musculatura en su cuerpo después de un año y medio, también de una leve exaltación de la parte baja de su cuerpo que ella no pudo evitar notar—, Yo… No estoy arrepentido y… Acepto lo determinado por sus labios si usted también acepta ser para mí solo.
—Ah… —No me tiene que repetir las cosas dos veces, Señor —subió rápido la mirada después de morderse los labios casi por instinto al no resistir en bajar otra vez… —¡Merlín! No había notado que era un hombre, no sé por qué esas chicas tenían razón… —susurró más para ella pero él le escuchó y se dio media vuelta para colocarse una bata larga y gris oscuro sin amarrar la cinta por su cintura.
Y así el profesor Snape consiguió una novia en su nueva vida y la estudiante Granger se sintió con suerte de haber escogido ir a esa escuela, ahora tenía un cuidador y este era nada más y nada menos que su profesor ¡Qué escándalo! Un hombre al cual había descubierto con muuuuuchas cualidades.
No se lo creería Ginny Wesley a menos que sigan juntos y lleguen juntos a la cena de fin de año cinco meses después, quería saber qué cara pondrían los demás.
El hombre quien entró a la ducha después de ella salió a ver que estuviera bien, la joven le dijo que se iría a casa para recoger unas cosas sin embargo no se fue porque él le pidió que se espere, ese era día en que ambos coincidían sin nada que hacer más que leer y estudiar.
La personalidad del mago era definitivamente algo que ella no esperaba, el hombre la llenaba de besos y palabras interesantes, lo había tomado en serio, eso la hizo sentir segura.
—El mundo se acaba. El profesor Severus está de buen ánimo -comentó la joven con exageración para mostrarle al profesor que se sentía bien de ver aquello.
Snape sonrió frente al espejo del ropero sin perder postura recta.
—No juegues conmigo, Granger -Se colocó el levita viéndose de nuevo frente al espejo con un rostro iluminado y cambiado.
Él tuvo razón, la joven lo había afectado.
Después de verse en el espejo fue a ella para acorralar su joven cuerpo contra la pared, sujetó su cintura con sus manos y acercó su rostro hasta estar muy cerca a ella.
-¿Me cree si le digo que no planeaba esto para hoy? —miró los labios de la estudiante y subió a sus ojos café, ella le respondía con una mirada de ternura y atención inexplicable—, Juro que no pasaba por mi cabeza que ocurriera esto aunque desde que volví a verla… —respiró profundo como si se le fuera el aire e hizo la voz aún más grave como en una explicación importante-, Vi a una persona diferente de lo que pensé conocería, pensé que serías alguien que podía verme de forma paternal y no alguien que considere yo pueda ser un hombre para ella. Es natural y lógico que ninguno lo había imaginado ¿O sí?
Ella pensó un poco, le encantaba cómo le quitaba el espacio.
—Tiene razón, esto es inimaginable… Pero bueno, en algún momento débil de mis hormonas y estudiosa los quince años, puede que haya podido pasar de forma fugaz en mi cabeza.
—Miente Granger, antes de la universidad usted me odiaba.
—No, ya le dije que en realidad no, porque para odiar debes conocer a ese sujeto, y yo no le conocía.
Él se separó un poco y frunció el ceño.
—Ni yo a usted —espetó serio.
—Si me pregunta de hoy… No pensé nada lo juro, sólo vine a charlar. Pero sé que si llevas a alguien hasta tu aposento más privado e importante es porque estás interesado en ella de alguna forma, le ayudas a que se fije en los detalles que otros no ven. Tú eres un coqueto malicioso y a mí eso no se me pasó. Me halaga que te intereses en mí, Snape.
—El halagado soy yo—, El hombre besó el cuello de la joven tan lento, despacio y provocativos que ella pudo derretirse al instante—, Sé que Minerva le decía a sus alumnas que no debían confiar en las serpientes.
—Cierto, no es mito…
—¿Y qué sucedió con su prefecta estrella?
—Creció.
—Sí, Granger, la traje porque quería conocer a la alumna de Minerva, después que la vi, llamó mi atención de inmediato.
—¿Me veo más atractiva?
—No, siempre lo ha sido, Granger… La vi difícil e inalcanzable, una mujer distinta.
—Así como tú…
—Yo soy común, señorita.
—Eres único…
—Ya le dije por qué quería que viniera aquí, no era porque quería acostarme contigo.
Granger subió sus manos hasta su cuello para besarlo unos segundos.
—Ya entendí, no te esfuerces más…
—Niña… ¡Eres una locura de la cual no estoy arrepentido! Soy culpable —apretó el cuerpo de la joven—, acepto las acusaciones —respiró profundo una vez más, un poco agitado—, sí, lo confieso, me gustaba ya desde el principio y busqué estar solo contigo aunque sea una sola vez… fantaseé contigo desde que el profesor Sandler iba a ir por ti, y yo me dije “No, yo la vi crecer, yo la eduqué, debe escogerme a mí” ¡No confíe en las serpientes Granger! —la abrazó para sentirla cerca por la cintura grácil que lo había dejado impactado, estaba de nuevo exitado por recordar las sensaciones.
—¡Tramposo! —ella le acusó con falsa molestia.
—Lo soy, pero perdí… El escudo de mi casa se ha caído y solo ha quedado quién soy en verdad delante de ti —la recostó en la cama y le robó un beso largo—, soy un hombre Granger, con todos los sistemas del cuerpo bombeados a tope por un corazón —jadeó—, y quiero más de ti… Por eso supongamos que eres mía… —la besó más y le hizo sentir de casualidad que estaba encendido nuevamente, la rodeó con sus brazos en un agarre fuerte de pertenencia.
—Supongamos eso, profesor —dijo Hermione con cuidado cayendo en las redes del mago otra vez… No quiso titubear, pero no pudo evitarlo, el mago estaba sobre ella y no podía ir a ningún lado.
—Dígame —La besó en el camino hacia su pelvis— ¿Qué privilegios tengo… Cuáles puedo pedir?
Hermione abrió la boca por lo que venía hasta que sintió que la mordió con los labios justo ahí.
—Ah…
“¡Qué miedo es como un juez, voy a darle todo lo que quiera!” Su conciencia habló sin permiso y en secreto, Hermione era débil.
—¿Ah qué, Granger? Sea clara…
La chica no podía hablar por lo que sentía hasta que él decidió usar uno de sus dígitos.
—To… todo lo que quieras —Jadeó con otro beso que el hombre le dio en el botón de sensaciones, uno con una larga lengua astuta —pero en la escuela no… sí… no, sí debemos ser centrados y enfocarnos…
—¿No puedo besarla en la escuela? —Se separó unos centímetros de ella. Se exaltó. Las palabras de Hermione le daban igual porque quizá lo haría, no delante de otros pero sí a escondidas. —Yo lo haré, Granger, yo mando ahora —sonrió de lado, malicioso.
Y empezó a hacer con agilidad guardando unos segundos de silencio, la actividad era constantes y ella no iba a aguantar más con esa velocidad y castigo.
El mago no desperdiciaba nada de ella.
—Me… Me acabo de bañar —dijo en voz aguda y entre jadeos de placer—,
Tenía que ir a casa y avisar a mi madre, debe estar preocupada… Ah, profesor —en la última parte la chica tomó la cabeza del mago y lo empujó, estaba teniendo un enorme acabose.
—No, no, quédate conmigo… ¡Quédate un momento, Granger! -El mago miró los gestos de ella de cerca, dejó de usar su lengua mientras la chica no dejó de sentir lo ágil de su dígito y se acercó a su oreja, le habló en el oído a la joven con interesante tono susurroso—, Yo te llevo a casa, primor.
Aún pasaron casi dos minutos hasta que ella pudo decir con coherencia sin que las palabras se confundan con llantos de placer y cuando su respiración le dejó responder.
Lo miró con acusación, como si fuera un malvado provocador.
—No he dormido en casa, mi madre debe estar… —Se alejó de él como pudo para levantarse de la cama, su mano se deslizó por la tela del levita y los botones del brazo.
Pero Snape no dejó que se vaya, la atrapó con su brazo derecho, la atrajo con cuidado otra vez donde reposaba y no dejó que se mueva apretando su cintura, con ambas manos contra la cama.
—No, preciosa —expresó serio, suave y rotundo. La forma de pedir del mago era tan peculiar e irresistible para ella sobre todo por esa sonrisa que le hacía perder convencimiento, esa mueca de lado—, dije que yo mando ahora.
Ella sonrió, estaba roja, acarició la mejilla del mago y a él me encantó, cerró los ojos de inmediato.
—Lo que diga el profesor —besó sus labios delgados respondiendo a la pasión e intensidad del mago que la apretaba por las caderas dejándole acariciarla como quería porque le agradaba, no era sucio sino de cuidado—, si me lleva después a casa puede que tenga que decir a mi madre que estuve con usted.
—No tengo ningún problema ante esa petición, Granger, lo haré —La soltó para acomodar sus mangas.
Hermione se puso de pie y él con un movimiento de varita arregló su falda, limpió su piel y recogió su cabello en una cola como ella solía usar cuando estudiaba.
—¿Quieres ir por un café, Granger? —el mago no podía dejar de mirarla.
—Suena bien, señor mandón —Dijo nerviosa y después bajó la mirada para ver si él la desatendía pero al subir de nuevo y ver el rostro recto del pocionista, este la miraba con intensidad. —¡Ayyyy, menos mal no me has mirando antes así!
—Está bien, no te miro, qué mujer tan nerviosa… —Snape se giró hacia la puerta con una sonrisa ladeada en el rostro que luego se convirtió como en una de ternura y satisfacción—, Pero después tendrás que ponerme una venda en los ojos, te lo advierto.
¡Qué hermosa es, Merlín! Pensó él…
¡Es un mandón tierno y sensual! Se dijo ella
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