Otra vez estaba ahí por segunda vez en clase, sentada después de acomodar su alforja a su silla con esa caja de cartón común y un lazo beige sobrio de los que venden en la tienda de libros de la universidad, donde también habían algunos artilugios interesantes para regalar.
Estaba segura que esa caja había salido de ahí porque un día anterior cuando encontró otra con algo similar dentro de su bolsa y una lluvia sobre una banca vacía, sabía que era de los postales del estante giratorio en la librería, tenía una excelente memoria, esta no le había fallado nunca. Por Morgana había visto ese y otros los primeros días que entró a la universidad.
Otro obsequio de quizá un compañero misterioso en su aula, una postal azul mostrando sólo un océano vacío y una salida de sol por altamar, tranquilo, desconocido, apenas el color amarillo combinarse en el horizonte y ese transparente del agua que podía interpretar como un silencio y suavidad.
Estaba fascinada, la persona que se lo enviaba estaba interesada en ella o trataba de mostrar sus pensamientos o compartirlos sin ningún significado directo sin ninguna pista o declaración. Un fuerte rubor de su rostro y ese suspiro largo que la sonrojó más y le hizo cerrar los ojos la tocó, era una escena conmovedora que provocó algo fuerte en su interior.
Anhelaba que sea de parte de ese hombre delante de ella, el de levita azul Oxford al final de la fila de los pupitres universitarios, lo deseaba tanto porque le gustaba, ese hombre le causaba cosas que aún no reconocía bien.
¿A qué otro hombre se le ocurriría enviar una postal tan misterioso sin firma o saludo?
Además que cuando estaba cerca la pasaba muy cómodo, le encantaba caminar a su lado y charlar de las cosas de la escuela, recordar por primera vez el pasado y no sentir tristeza.
Pero su razón le volvía a decir que no podía ser él ya que estaba tan metido en sus cosas, corrigiendo como antes sobre su escritorio con esos anteojos peculiares sin mirarla sin si quiera un instante.
No la miraba nunca porque ella los últimos días, en todo tiempo lo observaba y luego suspiraba, aunque no viéndole. Snape era Snape y podía descubrirla.
*
Por otro lado el distraído y concentrado profesor tomaba captura con su varita de las reacciones de ella, sí, había sido él.
La miraba con descaro y se daba cuenta que ella era así, tan distinta a otras, delicada, profunda al sentir lo mismo que él cuando miró por primera vez esa postal movible con magia simple. No comprobaba debilidad, no, sino una impresionante y detallista persona, estaba seguro ahora de cómo acercarse, podía ser sutil, despacio porque no quería asustarle.
Snape la observaba aunque no directamente, tenía una forma que desde lo alto de una esquina en el aula con un pequeño lente de una lupa que apuntaba con dirección a ella y al mismo tiempo reflejaba la imagen en un papel blanco entre los pergaminos que corregía, se deleitó de sus gestos acusándome de estar metiéndose en caminos tenebrosos.
Era un cincuenta por cierto seguro que ella sí lo miraba a él porque no quería meterse en su cabeza juvenil y comprobarlo fácil, su carácter aún se resistía en vez de buscar algo con ella y aquello incrementaba definitivamente su impaciencia masculina y su ímpetu de ir por lo que quería, veloz, era perfecto como se daban las cosas, así estaba bien.
Con tiempo era mejor.
***
En la tarde mientras bebía un poco de té en el comedor de integrado, ella se acercó otra vez como solía hacer.
La chica le preguntaba su tarea de la semana como su asistente y encargada de su agenda, y él disimulaba desinterés pero sólo al principio de su tiempo de descanso.
El adulto se puso de pie sin verla a los ojos, casi sin hablarle y le pidió que la acompañe a su salón, le tocó el hombro para desaparecer juntos sin objeción de ella, llegaron al lugar y le entregó uno de sus libros de planificación del mes.
Sólo señalando una página le pidió a la chica que lo leyera al mismo tiempo que él.
Nada,
No había nada, nada para ese mes donde ella pudiera intervenir con ayuda, Hermione por alguna extraña razón se entristeció pero logró sacar provecho de la situación.
-Genial, ahora tendrá más tiempo para mí -ella se refería a las tareas.
El adulto se sorprendió y metió las manos en su bolsillo para descansar sobre su codo derecho en la columna a veinte centímetros detrás de él.
-¿Qué necesita? -hizo un gesto serio-, Dígame.
-Bueno, tengo tarea de Runas avanzadas y un exámen de pociones en una semana exacta -la chica quería presumir y mostrar esa insolencia que le caracterizaba. Sacó un enorme libro de su alforja y se lo entregó, él lo sostuvo y lo abrió donde habían pequeños papeles color blancos que separaban capítulos. Supuso él que eras las hojas importantes, ella siguió-, Ambos sabemos que haré cien sobre cien, el curso no sólo es por la nota sino por obtener más -le sonrió coqueta.
Él alzó una ceja mientras revisaba las notas y los subrayados.
-¿Cuál será mi trabajo con esto? -soltó su voz lenta y grave. Esa donde quería intimidar.
-Debe de tomar el exámen ahora y así podré tener tiempo para pasar a lo que sigue.
-Granger no se apresure ¿Por qué cree que lo haré?
-Porque me debe una, creo.
-No, claro que no, usted debe pasar examen el mismo día que los demás y no habrá discusión -cerró el libro y se lo devolvió.
-Pues no me tome el examen y ponga de frente “cien” -alzó los hombros como si hubiera dado una solución-, yo le ayudaré a corregir los demás exámenes mientras se lo van entregando ese mismo día.
Snape pensó, por largo rato la miró porque ella hablaba en serio.
-Bueno, si usted quiere ese trabajo -se irguió sobre sus pies-, bajo su responsabilidad aceptará las consecuencias de no tener competencia la próxima evaluación, no le tomaré el exámen pero corregirá todo ese mismo día aún si debe quedarse hasta tarde.
La chica asintió
¿Podría tener mala suerte y salir algo mal?
Pues resulta que sí salió mal ya que Snape hizo tres veces más difícil el examen.
*
Hermione iba por la mitad cuando era casi seis y media de la tarde, la evaluación había terminado dos horas antes. Estaba arrepentida de haber retado a Snape sobre todo porque a esa hora salía de la escuela e iba a casa para leer.
Se sentía cansada, con hambre.
Pasó al menos una media hora más, sola, porque el adulto había ido a rectorado a recoger papeles correspondientes a sus asuntos personales, temas sobre el juzgado del ministerio, cuentas saldadas que le debían de sus años trabajando en Hogwarts.
Casi una hora y media después de que el último alumno entregó pergamino, aún con más del treinta por ciento de exámenes por corregir el mago ya estaba ahí escribiendo sin parar sobre una libreta, la misma que cargaba siempre con él.
-¡Hermione! -una voz juvenil la llamó desde afuera, la voz era de una estudiante que se veía físicamente emocionada-, Habrá una fiesta por el cumpleaños de Linsey ¿Vas a ir, vas a tardar mucho con eso? -la otra estudiante no había notado a Snape porque este estaba cerca de su escritorio.
Snape vio asomarse a una pareja de jóvenes, una chica de cabellos negros y lacios con lentes y un jovencito de cara redonda y cuerpo robusto.
La castaña negó con la cabeza.
-Estoy ocupada aún, vayan ustedes, luego los alcanzaré -estaba seria y concentrada, tenía sus cabellos amarrados en una cola.
Snape miró su rostro y un suspiro cansado en la boca de Granger.
-Vaya a convivir con sus compañeros, esto no es Hogwarts, alumna -habló fuerte y claro.
Hermione levantó su cabeza un instante y sonrió.
-Eso que escuchó siempre se los digo. No me gusta ir.
Se levantó de su lugar y fue hasta el mago no precisamente para retarlo o hacer algo con él sino que detrás de Severus estaba su botella de agua y quería beber.
Snape miró atento sus pasos imaginando que algo podía suceder. Pero erró, la chica tomó su pomo, lo abrió y bebió tranquilamente al costado de él. No perdió de vista sus movimientos.
-Ellos siempre buscan una actividad fuera de la universidad, debe saber que lo que hacen no va comigo, profesor, prefiero otros placeres
Hermione pensaba en salir con sus amigos a sus casas, cenar con ellos, charlar, a conciertos de música de rock sentada en una silla con el número que escogió no cerca o lejos sino al centro donde había mejor audición. No música fuerte o ruidos agudos sin letras que hace doler la cabeza o tomar mucho alcohol.
-Pues ¿Qué otros placeres? -preguntó Snape.
-Creo que se lo dije, a mí me gusta leer. Quizá salir a comer algo exótico, charlar con mis amigos, ir con mi madre… -explicó tranquila-, A esta hora llego a casa y continuo con mi colección cursi francesa de novelas. Já -bebió otra vez del pomo de agua porque estaba relajada.
-Entonces vaya con su madre, no la voy a detener -Snape no quería castigarla o algo por el estilo, ella era libre de irse cuando quería a pesar de que le hizo un trato de corregir todos los exámenes.
-No importa, está bien, Señor -le tocó el codo al mago, despacio-, me gusta estar con usted.
Snape asintió reconociendo el halago.
-Gracias -no supo qué más decir.
-Claro que no -ella hizo un gesto de que estaba cómoda-, gracias a usted porque… ¿Cuándo antes me había dejado corregir sus exámenes? Nunca, se aprende mucho, créame.
-Entonces lo hace por interés -Snape siempre con ese semblante de que estaba siendo atacado, muy exagerado.
Y ella quiso demostrar que no.
-Depende de qué interés. Yo… -bajó la cabeza y sonrió encendiendo sus mejillas-, de verdad quiero conocerlo -se quedó perdida en la ropa del mago.
Snape pensó que era un buen momento,
se acercó a ella, para ver si no iba a retroceder, mudo, hasta que ella volvió a subir el rostro y lo vio intensamente a los ojos.
Tenía esos bellos ojos cafés brillosos como emocionados, el mayor podía notarlo.
Él quería besar esos labios.
Se acercó un poco más y ella se congeló, estaba casi segura que lo haría, el mago lo haría, la besaría.
Y así pasó.
Aunque no idéntico a lo que imaginó.
Snape sacudió su varita rápido guardando todo a su alrededor y tocó la mejilla de la chica con sus labios para luego decir:
-Vaya a casa, yo tengo cosas que hacer -usó un tono serio y tranquilo.
Luego desapareció.
*
Ella estaba ahí sola otra vez viendo hacia el techo tocando su rostro porque se sentía avergonzada de cuerpo completo.
Estuvo cerca, se repetía, muy cerca.
Mordió sus labios con esa cara de lamento, roja y enojada, caminó hasta donde estaba su mochila y se dejó caer para taparse los ojos y respirar unas tres veces.
-¡Lo odio, es tan malo y frío! -susurró pero luego sonrió a la nada y se fue.
*
Mientras tanto en el otro ambiente contiguo el mago sostenía un pequeño pedazo de papel donde pudo ver la reacción de la chica.
Se sentía como si hubiera ganado, ella esperaba algo más, estaba claro. Así que no la dejaría con insertidumbre, las siguientes horas debía darle algo más de él.
No soy tan malo, Granger. Se dijo
No sé si quieres también. No soy malo. Ladeó una sonrisa que más parecía mueca.
Se le ocurrió tantas cosas que podía hacer.
El mayor era tan malo para eso, muy malo para interpretar algunas cosas de esa joven mujer. Guardó el papel en su bolsillo y antes de recoger su maletín tomó el suéter de la chica y se lo llevó,
aunque una hora después.
***
Hermione ya estaba en su habitación cuando escuchó que el timbre de su casa sonó.
Su madre la llamó con energía y curiosidad.
-Cariño, te busca tu profesor.
La alumna saltó de la cama, se vio al espejo muy rápido y corrió, aunque cuando llegó a los últimos escalones de calmó.
Se arregló la ropa aún con la que había ido a la escuela y se decidió a abrir la puerta.
Esta vez el mago no se le escaparía.
-Buenas noches, profesor -estiró su mano para saludarlo. Caminó para alejarse de la puerta de la casa hacia su derecha, disimulaba como si fuera a comprar en la tienda de la esquina.
Severus tomó una bolsa de papel y se lo entregó mientras caminaba a su lado.
-Se olvidó esto.
-Ah -ella se sintió victoriosa porque no se había olvidado el suéter al menos no por descuido-, muchas gracias por traer mi suéter.
-Es muy despistada, Granger -Se paró de golpe justo antes de ingresar junto con ella al negocio.
-Sí lo soy a veces aunque no siempre -se metió a la tienda y compró dos barras de chocolate negro. Uno lo guardó y el otro se lo entregó a Snape.
Pero él no lo recibió.
-Está bien, no tiene que darme nada -al mayor no le gustaban los obsequios.
-Claro que sí -la chica pensó en presionar más-, esto es por las postales.
El mayor le alzó una ceja.
-¿De qué habla? -se sintió falsamente confundido.
-Lo siento -sacudió su cabeza porque debía intentarlo aunque no fuera él-, pensé que usted… No se preocupe, olvídelo -Hermione no jugaba con él, nadie más podía ser, estaba noventa y nueve por ciento segura que el de las postales era Snape.
En ese instante odiaba que el mago fuera tan alto porque quería…
Tenía una cosa más por hacer.
Hizo que se le cayó el suéter, con éxito Snape bajó a tomarlo y ella con habilidad lo acompañó apoyada de su brazo para que no se levante de inmediato.
Entonces se acercó a su piel cetrina y en menos de un segundo, lo besó.
Despacio, disfrutando el toque con los ojos cerrados y tocando su barbilla apena con sus dedos mientras su otra mano aún se apoyaba en su largo y masculino brazo.
La mejilla de Snape lo sintió aunque el tacto de sus suaves labios carmines en su piel del rostro se trasladó a su cuello, a su estómago, a sus pies y final y cruelmente a su corazón.
-Gracias de nuevo, profesor -se puso de pie y se fue así como hace una hora y media lo hizo él. Sin ninguna otra opción que dejar al sujeto besado, pensando.
Snape desapareció pero esta vez cayó en su cama desde medio metro en el aire, despeinando sus cabellos en una escena fría, repitiendo el golpe en su mente, porque para él fue como un golpe.
Casi sin fuerza sostuvo con sus dedos el mismo lugar que Granger le tocó. Dondo fue el beso y su barbilla.
Se sentó como para recuperar el aire y no se dio cuenta que terminó frente al espejo del armario viendo su propio rostro exponiendo alteración, un estado patético y desconocido.
Pensó:
Grave, esto es grave Snape. Se repitió agitado tocando más su puntiaguda barbilla y peinando sus cabellos hacia atrás.
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CAP Anexo.
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