(Anexo anulado 1)
En la cabeza de Snape había duda, porque sus ojos no habían resistido un instante a voltear, fijarse, estudiarla con cuidado, algunos días.
Ella le era interesante, como alumna y como compañera de trabajo, su decisión de dejar que las circunstancias lo guíen a un plan para acercarse ya estaba analizado, durante dos madrugadas.
Así como se rastrea una huella, así como se hacen hipótesis, así como se reúnen pruebas sobre una mesa iluminada con una tenue lámpara cálida, Snape había pensado una y otra vez si era una buena o mala idea acercarse, más, a esa tímida forma de mujer.
Y, después de ver las imágenes en su mente, todas esas donde ella lo saludó, desde el inicio de las clases, cuando creyó que había una posibilidad o conexión, ahí, admitió que le gustaba, esa joven era ¿Cómo decirlo? Atractiva y, es cierto, no lo había visto antes porque no había tenido tiempo y porque en su cabeza no estaba tener una vida social además de las responsabilidades de profesor o esa fea vida de espía en el castillo. Hermione Granger, ahora Jean, era atractiva, y las preguntas que aparecían chocaban contra sus ideas.
El libro, el libro que le dio a esa joven sólo fue un pequeño experimento, esa manera de cómo empiezas a reservar sentimientos de una mujer, comprobar si las impresiones no eran equivocadas, si lo que había visto le decía algo importante; Eso de ser en cierta medida agradable a ella o eso de ser molesto.
Tenía que estar seguro, usar su perspicacia Slytherin, una que había aprendido no precisamente en esos temas donde se pierde el tiempo hablando de amor.
La conocía un poco, lo que leía al ser adolescente, era joven, debía haberla vigilado por encargo de Dumbledore, muchas veces. ¿Podría haber una forma efectiva, además de lo que había leído alguna vez en un artículo de Rita Skeeter, dirigido a adolescentes? O ¿Le bastaba su experiencia de espía y persuasión?
¿Que una joven salga con él, era usar habilidades de persuasión?
Porque sabía bien que él arriesgaba el alma, por su escondida forma de ser, también arriesgaba el músculo que le latía en el pecho.
No quería jugar, ¿Para qué? Quería intentar algo serio, con él no funcionaba eso de aprender de los errores en ningún ámbito personal. Además, había pasado tiempo suficiente con mortifagas o chicas fáciles, antes de que Harry entre a Hogwarts como para intentar sabotear a alguien tan delicada como ella, no, no era un desgraciado.
Hermione era una señorita y cuando la veía sabía que merecía lo mejor de cualquier hombre y él se daba valor así mismo, no era cualquier hombre y lo demostraría. Tampoco tenía que ser falso sino simplemente, ser.
Cuando se desanimaba al pensar que ella no querría, le bastaba con tenerla como amiga aunque no se lo pediría, porque era brillante y como colega seguro que más valiosa que todos esos estúpidos con barba gris y trajes rimbombantes.
Se reía en su interior, por analizarlo, se reía de pensar que al intentar acercarse para salir con ella, su mejor estudiante le haría caso.
¿Qué le gusta a alguien como ella, qué palabras? ¿Qué otras cosas materiales? ¿Qué tipo de salidas? ¡Merlín!
Su cabeza no iba a parar, ya se había puesto la soga al cuello ¿Necesitaba un complice o mejor sin culpas y solo? ¿Por qué demonios estaba asustado?
***
Se la había encontrado dos veces en el comedor, uno que era más personalizado, sin grupos grandes, sin rectas mesas de metros y metros interminables en un gran salón dentro de un castillo.
Él, estaba en el extremo a los grandes cristales, pegado a lo que eran las paredes que dejaban ver el exterior del campo con sombra, y ella, estaba junto a la fila del servicio, frente a los modulares que exponían pasteles y postres variados.
No se acercó, ni la miró mucho pero ella sí volteó a verlo dos veces.
¿Cómo era posible que lo supiera si no la miraba? Fácil, magia, magia silenciosa y casi imperceptible, donde si el objetivo que vigila voltea a verlo le hacía sentir de inmediato, los vellos del cuello, erizados, la misma cantidad de segundos que ella ponía sus ojos sobre él.
Vamos, que también podía ser su tierna curiosidad por verlo además de la escuela, en una vieja universidad exigente.
Pero la magia no fallaba, se sintió nervioso por cinco minutos, el tiempo más largo donde ella no lo había perdido de vista.
*
Al final de la cena, salió por el pasillo izquierdo y se apoyó en uno de esos ventanales abiertos como arcos para sacar un cigarrillo de su bolsillo, un vicio que apenas empezaba a experimentar.
No había pasado ni veinte segundos dándole algunas pitadas a su cigarro sin filtro, cuando escuchó la tierna voz de la chica acercarse junto a una joven de cabellos negros y otra de cabello pintado de rosa a las cuales observó con el rabillo del ojo derecho.
Se quedó quieto sin perder de vista los árboles altos al fondo del campo, sacando su oxígeno combinado con nicotina. Miró más, esos caminos empedrados, pocos caminos que estaban a los lados, y esa cafetería que parecía albergar a algunos niños ricos y creídos.
Lo siguiente fue que ella se despidió de sus acompañantes y se acercó a él.
-Buenas noches, profesor -dijo animada-, No sabía que fumaba.
El mayor giró hacia ella, apagó su cigarro y este se guardó dentro de la caja de madera que estaba en el bolsillo grande de su levita oscuro.
La acción revelaba su experta magia.
-Buenas noches -tenía que mostrar seriedad, si ella se había acercado tenía que ser por un buen motivo.
-Le decía que no sabía que usted fumaba, es que nunca lo vi en Hogwarts.
-Estaba prohibido ¿Ya se ha olvidado? -pronunció lento, se acercó un paso más a ella, imponente, erguido, la postura le ayudó a verse más alto.
-No para los profesores -soltó como si él no lo supiera.
-Pero se enseña no con prohibiciones, señorita, sino con ejemplo.
-Ah, qué pena entonces, me refiero a que esté experimentando eso, ahora, los cigarrillos no son buenos -Ni si quiera sabía por qué le había dicho eso ¿En qué demonios estaba pensando, por qué se tomaba esa libertad de juzgarlo?
Snape le alzó una ceja.
-¿No me da permiso de fumar, entonces, no le parece agradable que un pocionista como yo me hunda en un vicio tan vacío? -exageró con drama, lo hizo a propósito y con la voz grave e importante.
Snape había empezado a coquetear.
La dejó sin poder respirar, nerviosa, es exactamente la impresión que ella misma tuvo ¿Por qué, Morgana, por qué le dijo eso?
-Yo, es que yo… No, no tuve intención de ordenarle absolutamente nada, no me malinterprete es solo que…
-Es sólo que nada, está bien, le haré caso -Le entregó la caja de cigarrillos-, uno tiene que averiguar si te gusta algo al tentarse, al probar ese algo. Yo ya lo probé y no me agradó, ahora es tuya la tentación-, Hermione pensó que bromeaba pero el pocionista añadió-. Además de que si la veo fumar también sentiré mucho placer de interrumpirla para juzgarla.
Hermione tuvo ese ataque de vergüenza, equivocada, al pensar en otra cosa de lo que era.
-¡No no, lo lamento, no quise molestar!
-Hasta luego, señorita, voy a mis aposentos -Hizo una venia ligera y se acercó junto al estirar de su mano para despedirse.
Ella reaccionó lento, le tomó la mano y no supo qué hacer ¿Qué pasa contigo, por qué eres tan idiota?
La culpa era del mayor, se hizo un escándalo en el silencio.
¿Cómo le iba a estar coqueteando, Snape? Hermione pensó
***
Severus se fue y ella se quedó clavada al suelo sin saber si ir a casa o ir a la biblioteca, hasta se le había olvidado agradecerle el libro que el pocionista le compró.
Había algo más, esa forma en que se le había cortado el aire, al recordar nuevamente el olor del mago ¿Cuántas veces? Pues unas cinco veces.
Merlín, ¿Qué me pasa? Es Snape. Se dijo otra vez.
***
Al siguiente día también pasó lo mismo, él la saludó por los Pasillos después de que en clase parecía haberla ignorado un poco y se quedó sin aliento cuando pudo notar otra vez su olor, ese que no sólo le traía nostalgia o imágenes del pasado donde él la maltrataba, todo lo contrario, con el olor venía su título de cuidado, su exigencia, su prudencia y además el título de héroe de guerra.
Otra vez lo observó en la cena, su forma de tomar la taza, su forma de llevar la cuchara de sopa hacia su boca, con elegancia, como siempre solía hacerlo. En unos minutos con una sonrisa leve, descubrió que le daba gusto verlo vivo, en una nueva vida y oportunidad, que ya lo había observado un sin número de veces en el gran comedor de la escuela, la misma seriedad pero otro semblante en el rostro, en el ceño, no habían labios apretados, ojos que parecían preocupados, sino una atención de templanza y gestos más relajados.
El profesor se merece lo mejor, arriesgó su vida tantas veces, me alegra tenerlo cerca, me alegra tenerlo otra vez de mentor, es el mejor.
Lo admiraba, ya no tenía duda, era una persona increíble del cual podía aprender como con ninguno. Era un excelente hombre a pesar de esas presiones pasadas para arrancar almas, todo había quedado en el pasado y así lo trataría.
***
Once de la mañana, el primer grupo salía del aula, dejando atrás al profesor que guardaba con magia todas sus cosas. Ella se quedó, porque quiso y porque lograría quizá una amistad próxima, el consejo de su madre no era tan malo, sí, era bastante pedir, pero tenía que intentarlo.
-¿Tuvo éxito en la poción, señorita?-Snape estaba en todo, no se le escapa a nada, excepto la mente de la chica la cual no quería invadir por ahora.
-Sí, profesor, todo bien, la habíamos hecho dos veces con el profesor Horace.
-Bien, porque sabe que seré imparcial con todo mis alumnos.
-Por favor no, no piense que quiero molestarlo de esa manera, usted sea como siempre ha sido.
-¿Otra vez me va a decir cómo debo ser? Me pregunto ¿Cómo es como siempre he sido? -pasó de mirar sus papeles en el periódico mural de su amplio salón a mirarla a los ojos y sí, consiguió su objetivo.
La intimidó.
-¡Santo Merlín! -se alteró porque otra vez había metido la pata-, no quiero decirle cómo actuar, esa no es mi intención, yo…
-¿Entonces qué es? -la presionó aún más porque así era él, malvado desde nacimiento o bueno, desde que se hizo Slytherin.
Hermione hizo una sonrisa nerviosa.
-Espero expresarme con propiedad, esta vez… A ver -suspiró, ya estaba agitada-, Primero, si me acerco es porque admiro la forma en que enseña el curso, porque sentí quizá libertad equivocada al pensar que podía saludarlo al terminar las clases… Lamento eso, segundo, no quise decir cómo corregir mi tarea, yo sé que usted es muy exigente y muy recto y que no tiene que detenerse de ser igual, conmigo.
-Mh, está bien, ahora entiendo -volvió a sus papeles-, tome asiento ¿Quiere hacer alguna pregunta?
-En realidad una… -se puso nerviosa, el corazón parecía que se le iba a salir-, Es una boba confesión, una pequeña y quizá sin importancia.
Snape paró de tocar sus cosas y pergaminos, los cuales reposaba sobre el amplio escritorio. Se irguió y apoyó sus dos codos sobre la superficie, con sus dedos tocó su barbilla, labios, terminó con el ceño fruncido.
-¿Es acerca de la orden o es algo personal? -se puso muy serio y atento como si lo que iba a escuchar fuera realmente importante.
-Personal -soltó tímida.
-¿Qué es?
-Lo estuve observando en el comedor.
-Ajá, ahora me vigila, gracias por eso-dijo con sarcasmo serio-, ¿Qué más?
-Ah, es que, yo no lo vigilo es sólo que realmente me alegra verlo.
-¿Le hace feliz verme? -alzó una ceja-, no entiendo, explíqueme con mayor detalle -exigió exagerado.
-No, bueno sí… Bueno no…
Snape la interrumpió porque así era de cruel.
-Mh hum, decida uno de los dos -ordenó con seguridad y firmeza.
-Me refiero a que lo he visto y me alegra verlo, saber que existe, que no murió y que además tengo el privilegio de aprender con usted.
Snape cerró los ojos porque no esperaba escuchar aquello.
-Señorita Granger, no, no me diga eso -negó suave -mi deber es enseñar porque me pagan por eso, después está la situación de que siento cierta satisfacción al ver cómo mueren aspiraciones de cabezas jóvenes en el transcurso de la exposición de mis conocimientos-, Hermione sonrió al pensar que estaba bromeando-. Usted no tiene que pensar que es un privilegio, yo no soy especial, sólo soy yo ¿No lo recuerda? Sólo soy un hombre que quiere hacer las cosas bien y ahora como se me da la gana -su ceño se hizo más fruncido y sus ojos, entrecerrados-, se me da la gana de exigir para que los que dan buenos resultados, sean aún mejores, se me da la gana de que todos sepan qué es respeto por lo aprendido, se me da la gana de seguir con lo mío y se me da la gana de que usted y yo no nos ignoremos -Soltó inteligente, con cuidado- Yo soy su profesor y usted ya ha sido mi alumna, además de que hemos ganado una batalla ¿Ve a alguien a quien debamos dar cuentas?
-No, ya no hay nadie, señor-, la expresión de su rostro, su sonrisa al sentirse inspirada y animada a ser la amiga de Snape, le causaba furor, le hizo sentir cosas en el estómago por unos segundos-. ¿Entonces podemos ser amigos?
-No sabía que en la amistad se hacían contratos y condiciones.
-No, no lo hay -se sentía bien, quizá había agarrado a Snape con buen humor -Quería decirle que puede contar conmigo si necesita algo.
-No me diga eso, suelo abusar de la confianza —se había vuelto un bromista serio.
-Oup, lo lamento -se tapó la boca, ¿Había metido otra vez, la pata?
-Ya vaya a buscar información de la monografia que dejé para el lunes y revise lo otro que le encargué -la largó según él con un poco de cariño.
La estudiante asintió y se acercó a besarle el rostro como antes había hecho para despedirse.
Y cuando había llegado al pasillo se acordó que no le dijo gracias por el libro, retrocedió sus pasos y habló enérgica:
-Gracias, señor… Por el libro -sus palabras se desvanecieron en el salón porque habían salido con velocidad y además de que él ya no estaba.
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