-Me han pedido que escoja a un alumno de entre todos los que asisten en mi clase, que sea intermediaria entre mi persona y todo el aula de integrado para el curso de Pociones por lo que dejaré que ustedes tomen la decisión respecto a esa persona -Vio su reloj de arena colgante. -Tienen veinte minutos.- Se sentó y giró el reloj sobre su escritorio.
La clase estaba a punto de acabar.
Miró también al alumnado y estos no movieron ni un sólo dedo.
Hasta el grillo sonó después de unos quince minutos cuando esos ojos negros recorrieron toda el aula sin ver rastro de vida o intención de querer participar.
-Bien, parece que nadie quiere tener el privilegio, entonces el delegado de mi curso es quien está en el primer recuadro del exámen de conocimientos al ingreso, aquel exámen que tomé el primer día de clase, me mostrará quién obtuvo la mayor nota y he ahí tendremos la respuesta.
Caminó hasta la esquina del escritorio donde se acomodaban con magia los nombres de los alumnos de mayor a menor nota y ahí parece que vio el nombre con letras grandes.
Todos miraron al centro del aula donde la alumna Jean intentó esconderse.
“¡Maldita sea!” Se dijo rendida a punto de tener un ataque de llanto interno. “¿De verdad fui la mayor nota?” se acusó culposa con secretos desesperados de su mente porque no estaba enterada de ello.
-Srta. Jean Puckle, es usted la afortunada.- Cerró su portafolio con magia y pensó. “¿Cómo no lo veía venir? Granger sigue siendo una insufrible come libros.” El portafolio floto con un hechizo para que lo persiga detrás de él.
El hombre salió del aula, ese día caminaría, eso le ayudaría a pensar ¿Para qué diablos le sirve una delegada?
Pero se sentía aliviado también, la joven era alguien que conocía desde niña, quién mejor que alguien a quien ya había observado trabajar y que prácticamente había convivido con él antes, que quizá lo miraba como si fuera un tío lejano pero también conocía a la perfección sus maneras y modos de exigir.
-Señoritos y Señoritas, por favor, pueden irse a la siguiente clase.
No obtuvo ninguna respuesta de nadie al atravesar la puerta hacia el pasillo.
Él levantó una ceja junto a una mueca ladeada mientras en su mente se daba ánimos “Son adorables, los amo.”
Nada le gustaba más, el silencio por la fama de malo le encantaba. En un instante tendría a la Srta. Puckle detrás de él.
Sí, acertó.
-Profesor, disculpe.- Dijo la joven quien como pudo guardó todo y persiguió al hombre hasta la entrada de ambientes únicamente para profesores (Dónde estaban las habitaciones y mini estancias de residencia)
Él giró y se detuvo.
-Sí, dígame.
-Sr. Dígame en qué puedo ayudarle.
-No tengo ni idea estoy tan perdido como usted. Por favor acompáñame un momento a mis aposentos.
-Sí, claro.- Dijo la joven.
Caminó al lado de él quien dirigía el camino, subieron escaleras y entonces se detuvo frente a una gran puerta de madera con visor redondito de cristal.
Él abrió aquella puerta con un hechizo y la hizo pasar primero.
-Disculpe el atrevimiento, Srta. Jean pero necesito recoger algo aquí con urgencia. Ya vuelvo.- Dejó el portafolio sobre un escritorio del recibidor y se desapareció al interior del que parecía ser una estancia tipo departamento.
La estudiante observaba todo curiosa de ver el lugar. No sentía nada extraño, él le había pedido que lo acompañe.
El hombre salió después de unos minutos y se puso delante de ella.
-Srta, iremos al coliseo de conferencias, tengo unas cosas en mi oficina de Decano.
-Sí dígame.
-Me refiero a que apareceremos y quisiera me otorgue permiso de tocarla.
-Por su puesto, Sr.- Estiró la mano, él la tocó y desaparecieron.
Al llegar el hombre se quitó el levita morado ultra oscuro casi negro y buscó en la repisa de sus libros. De ahí sacó uno grande y se lo entregó en las manos a la joven.
-Quisiera que cargue esto con usted desde ahora, me lo dieron cuando empecé a trabajar aquí y ha sido de verdad el único libro en toda mi vida que no he querido leer. Sé que no debo aprovecharme pero ahí en ese libro ambos sabremos para qué usted debe ser mi delegada.
La joven abrió rápido y buscó en el manual descriptivo de docente algo acerca del tema, al encontrarlo abrió la página correcta y leyó velozmente en silencio.
-Aquí dice que usted puede considerarme por mis calificaciones ser su líder de grupo de investigación además de la delegada de aula. Dice que puedo ayudarle en el calendario de pruebas y evaluaciones e incluso a calificar a los compañeros para armar el equipo de investigacion. Usted va a encargarme a mí que avise al resto de alumnos las actividades en el curso, recojo de tareas, y alguna conferencia en la que se presente a la que estemos obligados a asistir…
-Ahora veo que sí me ayudarías mucho, le confieso que me gusta trabajar solo pero si así dicen las reglas entonces también me quiero tomar el atrevimiento de pedirle algunos otros favores.- Habló con cuidado. -Cuando esté en el aula a veces debo de cargar también mis agendas de decano y luego viene a molestar algún vago sin nada que hacer con palabras tontas, quisiera pedirle que asuma también ser mi ayuda personal y yo le ayudaré en cualquier cosa que necesite.
Hermione se sorprendió, él podría ayudarle con otras clases y dudas, eso era mejor que acudir a la biblioteca, era una excelente propuesta.
-Me parece muy bien, sabe que voy a molestarlo poco y claro que lo ayudaré en lo que haga falta.
-Muchas gracias. Ahora quisiera que me ayudes a leer el libro y después me hagas un resumen de las cosas pendientes que me quedan por hacer. Si tiene tiempo me gustaría reunirme de vez en cuando para que me ponga al día y a la vez usted ponga al día a su grupo alguna actividad de la clase. ¿A qué hora tiene libre para asistir a una cita con su servidor?
-En las noches, señor, a partir de las siete de la tarde. Le voy a dar mi teléfono.
-Oh no, no utilizo esas Cosas Muggles, son demonios de esclavitud.
Mejor dígame dónde vive.
-Vivo en Calle Azul número 121 cerca del parque Luna, mi habitación está en el ático por si quiere aparecer ahí.
“Uff creo que soné muy atrevida.” Se dijo la joven.
-Gracias por el acceso, usted puede venir aquí cuando necesite mi ayuda sino puede encontrarme en la biblioteca del lado del campo con sombra.
-Oh yo voy ahí también, en las tardes sobre todo, muy bien.
-Así queda determinado.- El hombre apretó la mano de la joven para sujetarla y añadió. -Con su permiso saldré de Londres. Voy a a llevarla a su casa.
El pocionista le tomó la mano y aparecieron en la calle.
Hermione agradeció.
-Gracias, la verdad iba a quedarme en la universidad pero en casa estaré más cómoda. Mire.- Señaló -Ahí es donde vivo con mi madre es bienvenido cuando quiera, la casa blanca con techo rojo.
-Será un honor.- No perdía la seriedad. -Lamento no haber preguntado primero a dónde iba antes de traerla aquí, la llevaría conmigo a Portsmouth para conseguir unos libros pero deberá pedir permiso y además podría serle aburrido.
-¿Aburrido un libro? Señor ya va a conocerme mejor.- Dijo emocionada. Me encantaría ir y no tengo que pedir permiso, mi madre sabe que me cuido muy bien.
-Entonces la invito a venir conmigo ¿Está de acuerdo?
Hermione sintió algo en el estómago que la hizo poner nerviosa, saldría con su profesor de pociones y aunque esa salida era meramente de acompañante le emocionaba y hacía sentir privilegiada que la haya considerado.
-De acuerdo, Sr, vamos.
-Me disculpo por no ser un buen conversador.
-No se preocupe.- Ella estaba muy interesada en saber qué libros podía hallar ahí.
El hombre extendió el brazo para ofrecerle la mano a la joven, quien también estiró la suya para que este la toque y así poder desaparecer. Esta vez el toque fue más apretado el hombre presionó sus dedos a los de ella tomando también gran parte de la palma delicada de la joven.
Desaparecieron y aparecieron en juntos.
Llegaron a un lugar cerrado, con fuerte olor a mar, se metieron en una calle amplia y al pasar el límite de la vereda esta se descubrió como un mercado secreto escondido y mágico.
El lugar estaba lleno de libros antiguos, cada puesto con canastas y mesas llenas de libros, personas de distintos países comprando sin parar y cargando cajas con muchos ejemplares, eso era el paraíso.
El hombre se adelantó hasta ella quien por la curiosidad se separó un poco por ser llamada de forma inconsciente a rebuscar y tocar esa maravilla de objetos delante de ella.
-Srta, estaré en la tienda del final de la calle, la que lleva el letrero Egipcio.
-Sí, Sr. Voy con usted en un momento.- No lo miró.
Así fue, él se separó de ella y entró a la tienda.
La joven se quedó caminando entre los espacios de puestos y canastas repletas hasta arriba con libros que a veces se ponían a flotar. Se encantó de ver cuando uno de los toldos tenía un letrero con letra negras que decía “Libros usados, gratis si intercambia con nosotros.” pero no adquirió los gratis sino que fue a un lado.
Ahí se compró dos ejemplares pequeños y los guardó en su enorme bolso el cual usaba en la universidad.
Después de pasear buen rato ingresó a la misma tienda que el pocionista, lo estaba buscando porque se había hecho tarde y no quería irse sola.
En aquella tienda los libros eran diferentes, estos tenían pastas duras, tapas, cajas, el borde de sus hojas tenían adorno en dorado como oro y también en plata. Se veían muy caros.
Caminó por los estantes deslumbrando sus ojos admirada viendo los títulos de estos con emoción.
-Wow, es la colección de jeroglíficos sumerios con traducción a la derecha en español. ¡Woww, el libro de “Enoc y la magia de los caídos!”- Habló bajito para ella misma. -Oh no, no me alcanza está demasiado caro.- Dijo al ver la etiqueta móvil y con vida dentro de la vitrina la cual promocionaba una oferta para clientes regulares.
-Tómelo, Srta. Yo se lo compro.- Dijo Snape a la estudiante quien supo que estaba ahí desde que ingresó por la puerta de la entrada.
-No, Sr. No puedo aceptarlo.
-Por favor, es por acompañarme.
-No, claro que no, vendré por él a fin de mes.
-Por favor déjeme insistir, me es insignificante el precio. Tómelo como recompensa por aceptar ayudarme en los temas de la universidad.
-No, profesor, yo lo hago con gusto, de verdad no puedo aceptarlo.
-Está bien, lo que usted quiera.- Dijo el mago rendido. Se giró y caminó hasta el mostrador. -Por favor quiero ese par de libros expuestos en la vitrina frontal, envíelo a esta dirección.- Empezó a escribir sobre papel pergamino de su agenda y después lo arrancó para dárselo al dependiente.
-¿Quiere que mandemos una nota junto con el envío?- Preguntó el joven hombre de bigotes.
El profesor pensó rápido y asintió.
El hombre le entregó una hoja larga, pluma y tinta para que deje un mensaje.
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Sé que es terca, yo también. Acepte mi obsequio como un simple regalo de su profesor sin otro motivo más que mis ganas de que tenga esos objetos valiosos que le sirvan para aumentar su intelectual conocimiento.
Firma: Snape
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***
El hombre la llevó a la puerta de su casa y ahí desapareció cuando de pronto una lechuza voló sobre la cabeza de la chica tan alto como seis o siente metros y después este animalito entró por la ventana.
La joven tuvo curiosidad de ver lo que pasaba así que ingresó a su casa y saludando con sólo la voz corrió por las escaleras y llegó hasta la buhardilla donde era su habitación actual.
Tomó el paquete imaginando lo que encontraría, rompió la envoltura de papel quitó las cuerdas café, sacó todo y cuando separó los objetos un papel salió disparado y cayó al suelo con una nota escrita a pluma y tinta.
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Sé que es terca, yo también. Acepte mi obsequio como un simple regalo de su profesor sin otro motivo más que mis ganas de que tenga esos objetos valiosos que le sirvan para aumentar su intelectual conocimiento.
Firma: Snape
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La joven se tapó la boca y lo tomó como vino.
“¡Es increíble!”
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