Dumbledore conversaba con Snape mientras Hermione estaba en la habitación del mago revisando su computadora, le ayudaba a instalar algunos programas donde él podía hacer inventarios rápidos.
No imaginaba que sería tan difícil, además se pasó una media hora donde consiguió colocar una especie de programa para grabar la voz por unos treinta segundos y otro donde podía revisar una biblioteca internacional de conocimientos llamada “Enkarta”, una enciclopedia curiosa que al parecer carecía de veracidad en ciertas cosas de la historia universal.
Hermione había dejado solo a Snape con Dumbledore porque iría con Minerva a explicar la razón de tal “atrocidad” según lo que exigía el pocionista insistentemente.
Severus había exclamado irresponsable aparecerse así sin ningún aviso, sugería mejor fingir ser otra persona delante de tantos jóvenes estudiantes pertenecientes al alumnado actual, muchos de estos hijos de padres muertos en el reciente atentado en contra del Ministerio.
—Es una completa falta de respeto, me alegra que estés aquí otra vez, Albus, pero no quiero ser parte de este atropello —ambos discutían en el aula renovada de DCao, una de las más grandes de otro lugar de las mazmorras. Estaban a unos pasos donde se encontraba la actual habitación del pocionista.
—Severus no te he pedido nada —sonó paternal, cuidadoso y suave—, tú necesitas estar tranquilo y concentrado en tus asuntos, yo me concentraré en los míos, jovencito. He venido aquí otra vez fuera de este pensamiento errado tuyo —se señaló en la cabeza con elocuencia-, Te aseguro que no soy Voldemort y que soy celoso de la defensa del castillo, de su magia, deberé siempre lealtad a Hogwarts y a mis alumnos ya sean de familia con linaje puro de sangre, mestizos o de padres no mágicos.
No se había escuchado antes aquella voz en el mago, se podría determinar como la más persuasiva en todo Reino Unido después de Grindelwald. Era seguro como sólo él desde hace tantos años atrás aunque esta vez su voz cargaba mucha energía y vitalidad.
—Te prohíbo que te acerques a ella —Severus al fin soltó lo que quería decir desde un principio.
Tenía un temor escondido en el corazón donde pensaba que ese Dumbledore era un completo manipulador y dañaba a cada persona que conocía.
—¿De quién me hablas, muchacho? —Albus sonreía con bondad. Snape permanecía callado—, Ah ¿Te refieres a mi pequeña amiga Hermione Granger? —Vio cómo el rostro de Snape se hizo pálido al escuchar su nombre. Dumbledore lo captó en un segundo—, Ajá, he acertado ¡En hora buena por mí! Sabía que ustedes un día tendrían bonitos secretos —sonrió como si fuera su padre y al decir esto hizo enojar a Snape.
—Calla… —esa sola palabra salió apretada—, No digas nada ni opines nada, y no te imagines nada. Simplemente no te acerques a mí o a ella, no quiero que nos involucres en tus planes futuros —advirtió otra vez entre dientes, sentía que el aire se le iba por el coraje, bajó su dedo el cual le señalaba al otro mago con autoridad.
Antes de dejar solo al mago de ojos claros, azotó la puerta y retrocedió por el lado sur de las mazmorras en el mismo pasillo, se dio la vuelta directo a encontrarse con Hermione en su habitación a unos metros desde ese portal.
Al entrar, sin ver dónde estaba ella, hizo estallar un pomo de vidrio del primer estante cerca a un alto librero.
Hermione saltó al escuchar ese ruido, lo miró con nervios porque a pesar de
los años de ser su alumna, seguía siendo intimidante su forma explosiva de ser. Era ahí en esa forma donde no quería más demostraciones sin embargo como había decidido estar con él, eso sería con lo bueno y lo feo, sobre todo después de razonar en que él no sería malo con ella si ella no era mala con él.
Después de un par de minutos de silencio, Hermione intentó aguantar su forma de ser pero no resistió.
—Severus, calma… —suspiro-, Sé que todo esto es inaudito pero es un mundo mágico, lo bueno de lo malo es difícil de distinguir ¿Tú crees que está mal que haya regresado?
—Por su puesto que sí —soltó entre dientes, se agachó para recoger las piezas de vidrio con sus manos.
—Pues otro no va a pensar así. Sabes cómo es el sistema de conveniente y van a preferir mil veces que Dumbledore esté vivo.
—Por su puesto, porque tendrán al mismo que les ha cuidado la retaguardia por tantos años atrás… —renegó al recordar todo el dinero que Albus les daba o que recibía a cambio de ser director en Hogwarts.
La chica se acercó con temor desde su izquierda y le tocó la espalda cerca del riñón.
Él se rindió de inmediato ante ese toque y giró para caer en sus jóvenes brazos.
—De todo esto sólo temo que… —iba a decir ‘te haga daño” sin embargo se contuvo—, haga daño… —estaba seguro que debía decirlo a pesar que sonaba descabellado.
—Dumbledore nunca nos ha hecho daño —aseguró viendo directo a sus ojos-, sabes eso también.
Snape se perdió en la atención de esa mujercita, sus iris color caramelo claro.
Pensó en decir algo que se había quedado en sus ideas desde unos minutos atrás así que le dijo con gravedad:
—Draco Malfoy… —movió la mandíbula como solía hacerlo al pensar en algo importante—, sí ocurrió como él dice, le prohibí verte pero no porque pensara iba a intentar ponerte en su lista de conquistas sino porque el jovencito es inestable…
—Crees que debes decir eso —esa chica era inteligente, no era necesario intentar convencer con una fácil explicación —Ya hemos hablado de él, no lo considero ni si quiera como amigo, suena duro, malvado pero sé que es traicionero. Además lo mismo que quiere conmigo también es con Luna y Ginny.
Snape alzó una ceja.
—¿Así que Malfoy quiere la novia de Potter? —Severus pensó rápido que era posible y la chica se lo confirmó.
—Debe ser más llamativo para él que Harry sea novio de Ginny —había mencionado la verdad por Malfoy parecía tener algo personal contra Harry desde niños.
Se acercó lento al hombre quien estaba sentado sobre el borde alto del sofá y ahora parecía ser de su talla, colocó sus manos en cada hombro hasta rodearlo con los brazos por completo en el cuello sin perderse sus ojos negros intimidantes y sus labios delgados y serios.
Snape se tensó por las provocativas señales, a veces le pasaba que Hermione se escapaba de sus mediciones y entonces le sorprendía esa increíble confianza con que ella lo abordaba, era como si hubiera olvidado rápido el trato que habían tenido antes.
El mago separó más las piernas, la atrajo a él y la abrazó con ambas extremidades superiores por completo desde la cintura, apretó su cuerpo delgado como si fuera un refugio tierno y entonces susurró en su oído.
—¿No te cuesta nada seducirme de esa forma, Mh? —Severus hablaba lento y grave como solía ser, ella sintió que su voz se clavó en su nuca.
Dio una pequeña risa coqueta cuando él le apretó el costado de la cintura con los dedos.
—No más detención y castigos de puntos por insolente.
—Aún así soy tu profesor —Snape tenía razón.
—Me encanta que sea así… Además ahora es interesante cómo se siente romper las reglas.
—¡Merlín qué pasó con esta joven! —soltó serio y escandalizado.
—Que ya no soy una niña, eso pasó —ella se aferró en un abrazo apretado al cuerpo del mago y él también la sostuvo con la misma fuerza, el contacto que le brindaba ella era fascinante, encantador podía quedarse así por todo un día y por qué no una semana entera.
Snape pensó que ese era el momento indicado. Así que tomó valor y dijo:
—Te diré por qué… Por qué me interesé en ti… —sonó como si hubiera sido lo más difícil de decir en el mundo. Ella se hizo más atenta a sus palabras, esa voz rumorosa y gruesa que empezaba a amar le confesaba algo importante—, fue por ese día en San Mungo, cuando gritaste que alguien me debía salvar y tu mano se quedó por unos segundos aquí en mi pecho, ese toque ha sido imposible de olvidar. Hermione… Nunca pensé recibir lealtad de una joven a la cual había tratado mal y que me haya perdonado sin saber qué había hecho en realidad… Sólo fue eso, ahí empecé a indagar y hacer tantas preguntas, después de un tiempo fue atención hacia tu interesante persona —pensó qué decir—, Espero se haya acabado todo este misterio donde un profesor que tú conocías como recto o quizá malvado —explicaba pausado—, e incapaz de hacer algo así, empezó a tener un fuerte interés en ti desde ese momento.
Fue como si hubiera deletreado cada palabra, ella sintió que todas sus fuerzas le dejaban.
—¿Cuándo fue, cuando no quisieron atenderte en el hospital? Vaya, lo recuerdo —confesó—, Me angustié en esa injusticia.
—Lo noté… En tu voz.
Ella se separó veloz unos centímetros después de darse cuenta de lo ocurrido.
—¡Vaya, pensé que estabas inconsciente!
—No, no, ya te imaginarás, quise decir gracias muchas veces, ¡lo juro por Merlín!.. Es solo que… Simplemente no lo pude decir porque la sangre se acumulaba en mi garganta después de todas esas pociones —apretó más a la chica mientras besaba su cuello—, Por algunos meses bebía anticoagulantes y a la vez debía esperar que la herida cierre, algo que parecía imposible de ocurrir.
—Oh, ¡Merlín! Por eso el silencio… Y los chicos pensaban que aún nos querías matar mientras dictabas clases…
—Sí los odio, a ellos —besó su mejilla—, no más a ti.
La chica se soltó de su agarre, miró a sus ojos con acusación grave.
—Ellos son como mi familia.
—No, no lo son, sólo son un grupo de pelmazos que necesitan que les resuelvas la vida —se tomó del cuello del levita para empezar a desabotonar su larga fila de broches—, casi es hora de cenar.
—Voy a ir a visitar a mis amigos ¿No te molesta, verdad?
—Para nada —fue sarcástico—, es tan provechoso el acto, yo mismo te invito a que vayas.
La jovencita sonrió por la forma en que se esforzó de decir aquello.
—¿Después de la cena dormiré contigo o en mi habitación? —la pregunta era una trampa.
—Usted decida, Granger.
Ella asintió, lo besó mientras él la atrajo a su cuerpo y la apretó.
—Esperaré ansiosa las nueve de la noche, profesor.
Snape tragó saliva, esa jovencita no se iba por las ramas, nadie le ganaba al ser directa, su sonrisa coqueta a veces le intimidaba.
—De todas maneras debo acompañar a Dumbledore delante de Minerva en quince minutos —Habló despacio—, ve, primor —eso último fue casi inentendible para ella porque se le salió.
Hermione se dio la vuelta y se fue a buscar a su mejor amiga.
***
Una hora después.
Caminaba junto a Harry y Ginny al principio de la entrada del comedor, el par le comunicaba que planeaban casarse.
Al llegar al que siempre fue lugar del grupo de amigos, Harry alzó la vista y entonces vio al mayor de barba corta y café claro, un hombre extraño con ojos claros y gafas similares a las de Dumbledore.
—¿Quién es ese? —soltó sin dirigirse a una de sus amigas.
—Es un profesor nuevo —Ginny sonó como si otros supieran que era obvio, quiso decir más pero la joven de rizos la interrumpió.
—No es nuevo, ahora lo van a presentar.
—¿Sabes quién es? —Harry acercó el cuerpo hacia el centro de la mesa para intentar ser más discreto al estar frente a ella. Ginny estaba a su derecha.
—No puedo decírselos, no se preocupen, pronto lo sabrán… —Hizo un gesto con el rostro para señalar que justo en ese instante Minerva pasó al atrio para presentarlo —ahí está, se los dije.
Los jóvenes más cercanos a la mesa de los profesores hicieron silencio de inmediato y los de atrás sólo vieron al frente cuando la directora dijo las primeras palabras.
—Buenas noches, compañeros y estudiantes de Hogwarts. Hay tantas cosas importantes de qué hablar un día como hoy, pero antes que eso se debe exponer un acontecimiento increíble, tanto que ni si quiera yo quien ya lo sé, puedo creerlo —su rostro se veía nervioso—, en estos últimos eventos trágicos se han perdido la vida importante de muchos amigos, entre estos, la vida de nuestro Director Albus Dumbledore quien a petición de él mismo, para salvar la vida del único que iba a poder enfrentar al Señor oscuro, le encargo ese trago amargo de morir con un hechizo imperdonable atravesado en su pecho al profesor Severus Snape, héroe de guerra y mejor pieza educativa de nuestra institución.
Snape agachó la cabeza avergonzado por ser expuesto.
Muchos alumnos apenas se enteraban de aquello.
—Snape lo mató, mi madre me lo dijo —un jovencito de primero espetó en susurro como si nada.
McGonagall siguió.
—A casi dos años después de la muerte del director, nos encontramos con un acto mágico inentendible que le ha devuelto la vida por un buen propósito, el cual es resguardar la seguridad de Hogwarts por segunda vez y hacer que este castillo tenga la misma reputación de años pasados.
Muchos abrieron sus bocas con un gran.
—Ahh…
Y otros con:
—Vaya…
—Entonces me es un gran placer volver a presentar en este atril y debajo de las velas encendidas, a su Profesor de Defensa y Duelo, ALBUS PERCIVAL WULFRIC BRIAN DUMBLEDORE.
Harry se quedó helado, se sujetó con las dos manos sobre la mesa con unas terribles ganas de ponerse de pie y correr hasta él.
La directora hizo un pase hacia atrás con el cuerpo y la mano para que ese hombre al lado de Severus Snape se ponga de pie y camine hasta subir los dos escalones del gran atrio.
***
Cerca del inicio de la madrugada Hermione salió fuera del castillo junto a Ginny, Harry y Luna y detrás de ellos los seguía muy de cerca, Draco Malfoy.
Hermione le había avisado a Severus que estaría con ellos un rato ya que por el ex director se había armado un revuelo en todas las casas. Primero que nada algunos profesores no reaccionaron como se esperaba y de igual manera los alumnos a punto de egresar, comparaban el acto de Albus con Voldemort, les era aberrante, no podían sostener que ese hombre, al cual habían admirado mucho tiempo, se presentó frente a ellos después de su muerte y además con una juventud que no tenía una explicación fácil.
Severus por otra parte le daba la razón a ese pequeño grupo que no estaba de acuerdo sin embargo por petición de Minerva McGonagall y la profesora Vector, el mago se mantendría neutral si iniciaba un movimiento de negación ante Dumbledore porque de todas maneras se abriría un caso de investigación en el Ministerio de inmediato.
—Aún no puedo creerlo… —Harry se apoyó en el barandal de madera que había sido recientemente restaurado —Dumbledore debe tener una razón mayor a una egoísta como mencionan los alumnos de Ravenclaw. ¿Tú qué piensas, Hermione, por qué no has dicho nada, cómo lo sabías?
—Yo no sé qué pensar o decir… Lo sabía porque Severus es mi guía estudiantil —aquello se le salió sin querer y además no se dio cuenta —él y yo pensamos que es beneficioso la presencia de Dumbledore en Hogwarts.
—¿Severus?.. —Pensó Ginny por unos segundos—, ¡Ah sí es cierto! el profesor Snape se llama Severus… —Ginny pensó un poco más–, ¿Desde cuándo tienes tanta confianza con él?
Ginny cayó en cuenta de la forma en que le había dicho el nombre de su profesor.
—Ah, quise decir Snape y bueno… —debía ser clara sin ser indiscreta, se le salió algo sin pensar así que hablaría más—, hace poco tuve la oportunidad de conversar con él y arreglar nuestras diferencias. Ahora se puede decir que tenemos una…
La joven iba a decir “Relación” pero Draco Malfoy se metió en esa discusión sin que lo invitaran.
—Una relación, por su puesto —la voz petulante junto esa presuntuosa forma de caminar, sorprendió a todos.
Hermione de inmediato lo miró a los ojos con susto y como para indicar de forma indirecta que no le cuente a otros lo de ella y el mayor.
Por unos segundos se hizo un fuerte tensión de rencor hasta que se arrepintió.
–Granger ahora es mi amiga, POTTER, y como está en mi selecto círculo social, ahora conversa con mi padrino quien también es mi guía escolar.
Harry vio con desagrado la interrupción, caminó hasta estar frente al rubio para aclarar algunas cosas.
—Te felicito, no sabes lo que tienes ahora, y por si se te ha olvidado, antes de ti ella ya era mi amiga —apretó los puños—,
Ahora estamos en algo privado y como tú no eres de nuestro selecto círculo social, te invito a retirarte.
—Me voy a menos que ella me lo pida —desafió Malfoy al tomar de la mano a Hermione de una manera un poco apresurada.
Delante de los ojos de Ginny, ese joven de peinado con gel, claramente la lastimó.
Dos segundos después Harry le plantó un puñetazo en la nariz rompiéndosela al instante.
Se la debía, ese rubio con olor a madera fermentada, se lo merecía.
—¡Qué desgraciado, eres un maldito perro!.. —El rubio se le fue encima y Ginny para intentar detener a Malfoy se lanzó a jalarlo desde los hombros y cuello arañando en el camino a Hermione en su mejilla derecha.
Granger por querer protegerse en el acto se hizo a la izquierda sin darse cuenta que Ron venía corriendo a toda velocidad, este la golpeó hasta tirarla al suelo de madera.
Y entonces un espeso humo negro los rodeó.
—¡Son la vergüenza de Hogwarts! —su voz era la misma de siempre, autoritaria—, Los caballeros no pelean con puños sino con maleficios ¡Miren cómo han lastimado a su compañera! —Snape deletreó lento casi robótico mientras sostenía en una mano a Harry de la oreja izquierda y a Draco de la derecha, se las estiraba hasta arriba con tosquedad.
—¡Hubiera matado a este cobarde, profesor, si no fuera porque usted lo encontró y lo curó en el baño de los hombres!
—Pensé que ya había quedado claro, Mr. Potter, debía cumplir un juramento inquebrantable el cual me ponía una soga en el cuello si este malcriado se moría.
Draco aún luchaba por intentar atrapar a Harry, sin interesarle que al luchar para soltarse, golpeaba a Snape por el frente. Este al ver que no se le daba la gana de ceder, casi le arranca la oreja al jalar más fuerte.
—¡Maldito Potter no sabes las ganas que tengo de pintar el suelo con tu sangre!
—¿Tú y cuántos otros cobardes? —contestó Harry en tono altanero.
Snape petrificó a Draco y este cayó al suelo como un saco de papas.
—¡Cielos, debe haberse roto la cabeza! —Luna dejó de buscar torposoplos únicamente para fijarse en Draco tirado en el suelo.
Severus apartó a Harry y fue directo a Hermione para extender su mano y levantarla del suelo cuando ella se aferró a sus dedos como pudo por la sorpresa.
—Te llevaré a la enfermería —Hermione tapó su mejilla en síntoma de dolor y luego asintió.
—Gracias —fue lo único que pudo decir mientras sostenía la herida con su otra mano.
Snape la llevó a la enfermería rápido y no por ser urgente sino que tenía muchas ganas de decirle “Te lo dije, esos amigos tuyos son unos salvajes que sólo arruinan tu vida”
Pero no, cuando la enfermera Pomfrey vio su herida y la curó utilizando su magia y un sujetador de piel diminuto de al menos medio centímetro por dos, color carne parecido a las curitas, el mago abrió la boca para darle ánimos, bueno, eso creía Snape que hacía.
—Paciencia con ellos, sabes que quiero desaparecerlos de mi vista —suspiró-, Te pido por favor perdones el haberte seguido, al parecer lo que me temía casi se cumple.
—Draco se arrepintió —Hermione dudó de decir eso.
—Lo vi, lo escuché con claridad, es leal a ti después de todo, una señal de confianza que no debemos desperdiciar porque si el ministerio se entera de lo que tenemos harán lo posible por enviarme lejos de este castillo y de ti. No es el momento para irme, aún.
La chica no entendió lo último, frunció el ceño en confusión.
—Se enterarán de todas formas, Severus —exclamó ella con cuidado de no exasperar su humor.
—Sí, pero no antes de que termine el curso para tus compañeros también.
***
Media hora después ya de madrugada, afuera los grillos molestaban con su molesto ruido, Snape tomó la mano de la chica al estar frente a su habitación y la hizo entrar con cuidado exponiendo mucha amabilidad y caballerosidad.
La chica vio esa habitación ordenada de nuevo, caminó hasta la cama para apretar el botón de apagado del portal de Snape, el cual reposaba sobre su mesa de noche y apuntaba a uno de los ángulos del pie de su cama por donde justo él estaba parado.
Después caminó hasta el librero al cual le había echado ojo desde que llegó ahí en la oscuridad pero Snape no le dejó tocar el lomo de los libros, se atravesó delante de ella con los brazos cruzados frente a su pecho.
—¿Vas a devolverlo? No se toca lo que no es tuyo.
Hermione sonrió con coquetería traviesa, sutil para no ser tan descarada.
Se acercó a tocarle el pectoral izquierdo.
—Todo lo que toco será sólo mío —se esmeró en esas últimas sílabas para ser sutil y a la vez, sexy.
Snape agitó su varita veloz para provocar que su magia rodee la habitación con un hechizo para ocultar el ruido hacia afuera. En el acto una pequeña hoja carnuda de una de sus macetas en una repisa que estaba casi sobre su cama cayó en el botón de encendido de su laptop provocando sin querer que esta se prenda como él lo hacía al querer hablar con ella, se quitó la capa lentamente y la lanzó sin ver justo en esa dirección cubriendo de inmediato su “portal” por completo.
Hermione vio sus movimientos y cruzó sus manos por debajo de su vientre para tomar la parte final de su suéter por cada lado y subirlo hasta quitárselo por la cabeza.
Snape empezaba a desatar la fila de botones hasta que se acercó a ella quien le dio la espalda mientras se retiraba una blusa color celeste otra vez por encima de su cabeza. El mayor sujetó su cintura con sutil cuidado dando presión exacta con sus largos dedos para acercarse y besar su hombro derecho al mismo tiempo que su camisa se deshacía en su torso y se volvía a unir cuando tocaba el suelo.
—Todo lo que toco será mío para siempre, no puedes ser tibia conmigo —parecía advertencia—, o te quedas o te vas —su voz grave y lenta trastocó a su alumna de una manera muy profunda.
—Me quedo… —susurró con deseo.
Sus manos, el cuerpo de él cerca y por detrás de su espalda no se hacía imprudente, le hacía desesperar a ella con caricias lentas, no la apretaba a él aunque lo deseara, no se propasaba, no era simple sino que dejaba líneas y líneas ondulantes de sensaciones en su piel al recorrer sus brazos, los lados de su vientre y besaba y besaba su cuello y hombro derecho.
Ella tuvo que hacerlo, no dejó más espacio entre sus cuerpos, retrocedió unos escasos seis centímetros para chocar con el calor del pecho y vientre de Snape.
El pocionista ni pensó en moverse. A ella le gustaba así, nada de titubeos sólo pasos seguros.
Así él la sostuvo a ambos lados de sus caderas y empezó a bajarle la falda escolar al mismo tiempo que sus bragas hasta que estas cayeron hasta sus tobillos.
Sin que ella lo viera él en dos segundos ya estaba sólo en calzoncillos, con su mano izquierda jaló un poco la tela de su bóxer hacia abajo, tan sólo unos centímetros para liberar la parte superior de su erección como para no lastimarse, pocas veces se descontrolaba así aunque últimamente era casi imposible evitarlo, ella lo sintió muy rígido y caliente tanto como si le quemara provocando al instante una fácil conexión húmeda lista para él.
—Ah —Hermione se quedó sin aire al notar que no era la tela de su bóxer sino su piel.
Al fin el mayor se dio permiso para apretarla y sostenerla desde la cintura, la llevó y empujó hasta que la piel desnuda debajo de las rodillas de ella toquen su cama.
—Prometo que va a gustarte si me dejas hacer lo que quiera —su voz grave y cargada de kilos de sensualidad terminó por debilitarla hasta que sus rodillas y las dos Palmas de sus manos tocaron la cama.
Severus había leído algunas cosas gracias al portal con relación al sexo sin embargo su imaginación tantos años lo había entrenado suficiente hasta el punto de saber cómo complace a una mujer sin sí quiera tocarla aunque ese instante no era el caso.
Estaba estaciado e incluso poseído y apuntó de pecar en lujuria por atreverse a insinuar algo que nunca había hecho.
Tomó las caderas de esa chica y empezó a jugar con ella en sus pliegues rozando a su compañera en el lugar justo y casi escondido mientras movía ligeramente su pelvis adelante y atrás.
—Ah —ella no quiso quejarse sino gritar “¡Por favor, hazlo ya!”
Snape no paraba de hacer, sólo acariciaba y notaba cómo ella empezaba a responder, su pequeña y delicada femeneidad estaba más que ansiosa por él.
La estudiante ya no podía más, Severus parecía incitar a propósito, incrementar las ganas, sabía estimular su cuerpo pero quería más, necesitaba más, sentirse llena, plena, con el alma a punto de desbordarse, su cuerpo, su sangre.
Hasta que Snape empezó a jugar con su entrada, los bordes, el rededor en caricias crueles de aviso y no de ataque. Ella de ves en cuando hacía un poco sus caderas hacia atrás pero él no le dejaba. Su profesor parecía que quería torturar más.
Hermione arrugó las sábanas de la cama cuando sintió que él pasó el portal de su anhelo, sólo un poquito y volvió hacia atrás.
—¡No más¡
no puedo ¡ven ya!
—Shh…
Snape volvió a hacerlo, sólo aquella suave cavidad al extremo, un poquito y luego afuera.
Para ella eran como punzadas intensas que incrementaban su deseo.
Volvió a arrugar las sábanas y esta vez jaló sin querer la tela hacia ella tanto que al mismo tiempo también jaló la tela de la capa del hombre y está cayó al suelo.
—Ven ya, mi amor… —rogó con susurro al sentir que ese castigo suave era más continuo.
Y entonces él sin avisar se fue de largo hasta que notó que había encontrado el final. El contacto le hizo abrir la boca, ella era tan exacta, sus abrazos y besos eran increíbles, sí, pensaba en sus caricias justo en ese instante donde se aferró más fuerte de las cadera de Hermione.
Sensual, era tan sensual y atrevido, pensar que el acto era prohibido le hacía disfrutar más y más por oír los gozosos ruiditos apretados en la rosada boca de ella que no veía pero se podía imaginar.
No iba a parar, incluso cuando ella hubiera logrado lo impensable, un desvarío intenso que le hiciera recordarle, a pesar del contacto para Snape aquello era más importante, que Hermione sea tocada no sólo por su cuerpo sino que entendiera que lo que sentía por ella le dictaba esas desesperadas ganas por comprobar que se había enamorado y que no quería soltarla más. Las imágenes y las sensaciones se iban con el tiempo pero los sentimientos no.
*
Más ruido, ella quiso más y más hasta no aguantar.
Su joven novia gemía y gemía cosas sin sentido, su nombre, peticiones, que quería desmayar.
—Ah, Sev… Severus —soltó ella en el borde del sol quemándose e hirviendo de placer que él le daba.
Y entonces.
El mayor la giró, la acorraló bajo su cuerpo, se subió a la cama con ella aferrándose sin control, la abordó otra vez, lento, tan lento como un baile íntimo y de dos, aún más apretado y sensual mientras la veía directo al rostro para fijarse en cada línea, sus apretados párpados entre cerrados y su boca la cual se abría cada que su pelvis se juntaba con ella.
La chica lo abrazaba por la cintura a veces intentaba jalarlo más a que el contacto fuera más ágil y él lo podía notar, Snape hundió su nariz en su cuello y luego al sentir que necesitaba fuerzas, hasta su cabello castaño, para descansar con la coronilla apretada sobre su hombro, no podía más, los gemidos de ella lo ataban a un enorme acabose que invadía todo el lugar y le susurraba en su oreja derecha que la tenía debajo de sus manos disfrutando de su pálido y lastimado cuerpo pocionista, debajo de sus muestras de cariño, lo cubría con agua tibia desde su cabeza, su columna y finalmente en su bajo vientre.
La amaba, cómo tocar, acariciar, sentir lo mismo en su cuerpo y no estar seguro de lo que pasaba, él estaba seguro y no sabía ni quería decírselo porque iba a esperar.
—El… Agua… Cristalina… Fría y caliente a la vez… Ah ¡Eres Hermoso! —sus ojos estaban cerrados, apretados. Hermione veía el pensamiento de Snape con ella, junto al lago, desnudos como locos sin frío y sus manos a veces tocando el agua que se movía con lentitud.
Gracias a Merlín no pudo ver sus sentimientos.
—Tú eres más hermosa —susurró agitado sin si quiera pensar lo que decía.
La chica lo jaló del cuello y lo besó, unos segundos, unos minutos. No podían parar de hacerlo. Snape intentaba controlarse pero ella lo apretaba demasiado.
Listo para soltar su energía, sus brazos se aferraron al cuerpo de su novia por su cintura y entonces sentir como si un rayo le caía encima y lo sostenía.
¡Merlín, otra vez! Estoy con ella otra vez.
Su unión era perfecta, él podía comprobarlo antes de que le dijera que gustaba de su ser.
***
En un castillo hundido.
—Por favor, si debe recopilar todas las tareas del mes entonces puede ingresar a la red interna de las máquinas. Para eso mi alumno experto en el tema tiene los accesos y los códigos de cada joven en la escuela. Dígale que lo necesita para la evaluación del primer trimestre y solucione, no me haga problemas que ya tengo suficientes.
—Lo lamento, director, no quería borrar esos archivos importantes.
—Sucedió… —Karkarov cruzaba sus brazos preocupado por los visitantes, que se llevaran una mala impresión al decirles que tenían que entregar nuevamente sus trabajos los cuales ya estaban revisados—, Me dice que los jóvenes no se darán cuenta, si esa es la solución entonces hágalo y no pierda el tiempo.
El ex alumno, actual profesor de DCAo asintió, su rostro era serio y a la vez preocupado. Si lograba recolectar todas las tareas antes de las ocho de la mañana del otro día, entonces el problema quedaría solucionado.
No sería un problema ingresar a las computadoras de los estudiantes, los cuales habían cambiado máquinas de escribir por una tecnología más adaptada a ellos, el gran problema sería que al recolectar esa información también otra que no les incumbe, por ejemplo, las grabaciones de programas automáticas que se hacen por respaldo.
***
En Hogwarts
—… Y me dijo: “Cada que veo de nuevo al profesor lo veo distinto, míralo ahora, tiene un traje negro muy elegante” y le respondí distraída: “Es el mismo levita de siempre” y ella insistió de nuevo “No sé si es su ropa pero como que se le ve más vivo, quizá su cabello, ahora luce más limpio” —escondía una risa suave—, “Mira sus cejas y sus ojos, ya no se ve cansado, antes era un desastre hasta parecía ser más viejo”
—Creo que la señorita Wesley empieza a verme demasiado… —Snape soltó lento cerca de los labios de esa mujercita frente a sus ojos y acostada de lado en su cama.
—Pues no sé, quizá y eso no fue lo peor que dijo… —besó al mago un poco al recordar lo que mencionó Ginny—, Le insistí que yo te veía igual pero que si ella te veía distinto posiblemente era por culpa de tu novia y ella dijo “¿Snape tiene novia? ¡Qué mal, el sábado que venía le iba a proponer perder mi virginidad a cambio de que me ayude un poco con las notas!”
—¡Merlín! Parece que sí he cambiado un poco o esa joven loca está muy desesperada —abrió sus ojos espantado y ella podía notar que un poco divertido.
Hermione entre cerró los ojos.
—¡Ni lo pienses mago!
—¿Qué, que no piense qué? —respondió Snape sin perder postura recta.
—¡No pienses en ayudar a subir notas a las chicas de último grado!
—Mhhh —Snape hizo a propósito.
—¡Agg Snape, te odio!
—No me importa tu odio, tengo novia —habló serio y deletreó lento con gravedad al ver los ojos de Hermione de forma intensa—, No puedo creer lo que me dices —hizo una media sonrisa muy clara—, ¿Por qué me lo dices, acaso no es algo muy personal entre tú y tu amiga?
—Te lo digo para advertirte, Severus.
—Ah, está bien —soltó como si nada.
—¿Cómo que está bien? ¡Ayy odio cuando te pones en ese plan!
—Dime qué quieres que diga, entonces —sugirió tranquilo.
—Que no ayudarás a las jóvenes a subir notas.
—No ayudaré a nadie a subir notas si me proponen cosas indecentes.
—Eso está mejor —se acercó a besarlo.
Snape se dejó caer hacia atrás, había estado apoyado en su codo.
Miró el techo y se imaginó una fila de chicas tocando a su puerta con los colores de Gryffindor en su uniforme y la falda más alta de lo normal, todo a propósito para molestar a su novia.
Hermione sonrió al ver la mente del mago, molestarla.
—Me dijiste que no lo diga pero… Me… Me siento enamorada cuando estoy contigo…
Snape suspiró.
—¿Sabes qué es amor?
—No lo sé.
—Amar es la decisión más difícil de la vida —soltó Snape seguro de lo que decía—, ¿Qué crees, Granger?
—¿Qué, mi amor? —sé acostó en el pecho del mago.
Severus miró fijamente el techo y luego hizo un movimiento para ver parte de la cara de su novia, sus ojos y cejas.
—Estoy enamorado de ti.
Ella se alzó y lo miró sin creer lo que había escuchado.
Se acercó a él y lo besó.
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“La gente suele evitar las decisiones por miedo de cometer un error. En realidad, la incapacidad para tomar decisiones es uno de los mayores errores de la vida” — Shakespeare.
Afrontar la realidad puede causarle ansiedad a algunas personas.
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