—Espero que… Que haya sido una broma ¿Cómo puede estar vivo el profesor Dumbledore?
—Es fácil de deducir, Hermione.
—¿Le ayudaste tú?
—Nunca, preferiría que ahora mismo estuviera en su tumba y su cuerpo en descomposición natural. Hace unos días me visitó al ser sólo un espectro, desde entonces estaba seguro de los planes que tenía. Sé cómo ha regresado y quién pudo haberle ayudado.
—¿Quién? —Hermione estaba sorprendida, sentía en el vientre un enorme hoyo de temor.
—Karkarov por su puesto. Nadie más es tan tonto y fiel sobre todo si le das un incentivo económico, y Dumbledore era sobrado de dinero, tiene mucho en sus arcas así que no pudo haber sido un gran problema para mi amigo búlgaro —le mostró a la chica un gesto con los dedos, aquello señalaba claramente “Mucho dinero”.
—Karkarov ayudó al profesor y no lo ayudó muy bien porque se ve horrendo —la chica aún estaba desconcertada porque el aspecto del mortífago era incómodo de ver—, y si quieres sacar algo bueno de esto, te diría que es mejor que esté vivo para así sea fácil olvidar que lo mataste.
Snape se puso serio.
—No lo maté yo, él se mató solo.
—Ah, sí, lo recuerdo —pensó en refutar al mago pero se detuvo al ver que él quería decir más.
—En las artes oscuras, no hay límites para nada, señorita. Dumbledore debe haber previsto su muerte sin decir a nadie que volvería otra vez de alguna sucia forma. Es seguro que Karkarov fue a tomar el cuerpo de un mortífago inconsciente y aún internado en San Mungo con diagnóstico de daño cerebral y así poseer de forma perenne lo externo que en este caso es el cuerpo que vemos. Ahora tú te preguntas ¿Se quedará así? ¿Se convertirá en lobo? —la miró al rostro y ella asintió—, no lo hará, si es que antes, este malvado… —señaló a Dumbledore sin mirarlo él miraba a los ojos a su novia—, si antes de su muerte dejó preparado algo similar a una poción multi jugos pero esta vez realizada con su propia sangre y hechizos oscuros. Si la tiene, al tomarla volverá a ser la persona que tú conocías, es tan fácil para él.
Ella aún estaba confundida ¿Qué tenía que hacer Dumbledore en la habitación privada de Severus?
—¿Por qué buscaba en tu habitación entonces? —la chica no perdió de vista al otro porque le aterraba, dejó de ver a Snape a los ojos unos segundos.
Snape se puso a pensar mientras poco a poco volteó a ver al otro sentado en el piso aún aturdido, habría descifrado la pregunta de Granger.
—Porque quizá… la escondió aquí… ¡Qué maldito! —habló despacio y pausado, apretaba las palabras entre dientes como solía ser su voz, alterado.
***
Snape escribía afanoso una carta a Durmstrang, quería que la joven se quede con él un par de días.
Presionó al director con un “Tengo a Dumbledore en mi habitación y no creo que el ministerio esté feliz de ver mis recuerdos donde dices estabas dispuesto a ayudar para que el mago regrese”
Karkarov podría negarse pero Snape sabía lo que más aterraba al hombre, aquello era pensar que podía regresar a Azkaban y ser torturado por altos y oscuros Dementores.
—Mi amor —Hermione veía el estante privado de Snape mientras tomaba una a una las pociones que él coleccionaba y a la vez buscaba por su cuenta eso que lo había llevado a Dumbledore ahí.
—¿Vas a llamarme así ahora, Hermione? —Snape preguntó sin dejar de escribir con un tono que a cualquiera podría caerle mal.
—¿Te gustaría, Severus? yo pensaba en mí madre en voz alta, así me dice ella y le dice a mi padre cuando lo llama. Estoy ansiosa por verlos, sólo intenté repetir su voz.
Snape no le creyó a pesar de la verdadera historia de la chica.
—Dime como quieras —contestó serio y desde el escritorio sin perder concentración en lo que hacía.
—Vaya, qué agradable —susurró ella, rodó los ojos al ver que en ese instante Snape no tenía ganas de nada. ¿Pará qué le mentía? él aún no era su amor.
Se acercó por sus espalda mientras este escribía, deslizó sus manos por su cuello y pecho para besar su rostro y hacer que le ponga un poco de atención sin embargo él no lo hizo y ella se rindió de inmediato.
Estaba tan frío como un témpano de hielo, no valía la pena intentar de nuevo hasta que se le fuera el enojo que había provocado el otro.
—Severus ¿Puedo ir a buscar algo de comer?
—Espera.
Hermione vio que ese mago iba a tardar.
—Pero tengo hambre ahora mismo, aún falta mucho para cenar —tocó su estómago en síntoma de leve molestia.
—El tiempo es veloz en este castillo —silabeó lento para que ella entienda.
Tomó el tintero, cerró la tapa y acomodó su pluma en su portador de madera.
La miró un poquito más relajado después de respirar lento e intentar calmarse, Dumbledore hacía que se altere en demasía.
—Por favor Severus, dime ¿Por qué no puedo ir sola? Estamos en Hogwarts.
El mago suspiró, al fin había terminado de calmarse.
—Cariño, no me interrumpas cuando estoy escribiendo, es muy muy muy molesto —al final se hizo más grave y pausado—, es Hogwarts por eso debes obedecer.
En ese instante Hermione detectó algo que no le gustaba de él.
—OK —fue el “ok” más largo que había soltado en toda su joven vida.
Alzó una ceja como él solía hacer y se quedó en silencio.
Vaya, se habrá dado cuenta de cómo me llamó o habrá sido a propósito. Se dijo para intentar conseguir buen ánimo.
—Ah, ¿Qué sucede? —una voz ronca interrumpió, Dumbledore se escuchaba débil y enfermo.
Snape se hizo de pie después de doblar el pedazo de pergamino en dos, estiró su brazo izquierdo para indicar a la chica que retroceda antes de algo sorprendente e inesperado.
La varita del mago apareció, salió veloz por la muñeca del mismo brazo deslizándose así hasta su palma para empuñar con fuerza y señalar al otro mago aún apoyado en el suelo.
—Albus ¿Debo preguntar si tuviste éxito? —reclamó Snape.
—Si, soy yo —se esforzaba para articular las palabras. Estas eran torpes y poco entendibles —quién más podría entrar a tu habitación Severus… Hola hola, Hermione… —miró a la chica para dejar salir ese saludo junto a una interesante sonrisa cariñosa.
—¿Director? —Hermione estaba en la otra esquina de la habitación y se acercaba a Snape por su derecha.
Unos segundos después su aspecto cambió delante de ellos, no podía ser su magia aún no.
Snape miraba el acto sorprendido a pesar de lo lógico, analizaba cada posibilidad, una de esas ideas le decía que frente a ellos había escondido una poción entre sus cosas y sin ser suficiente para él, volver a la vida, regresó no en la edad que tenía sino en la edad del cuerpo que ahora poseía.
Unos cincuenta y cuatro años de edad aproximadamente según los cálculos que hizo Snape al recordar el nacimiento del hombre lobo.
Dumbledore exponía a simple vista rostro, manos y ropa sucia, culpa del polvo de completa oscuridad. Sus pantalones eran un desastre rasgados por aquí y allá, de verdad se veía muy mal, nada bien en comparación a su antigua y elegante forma de ser.
A Karkarov le debían haber entregado la ropa del hombre lobo tal cual lo habían encontrado hace un año o más.
—Ne… Necesito un lugar para asearme… —el ex mago de barba pidió.
Snape lo interrumpió cuando empezaba a ponerse de pie.
—¿A dónde vas? —Snape se acercó sin dejar de apuntarle en el rostro con su varita de pino negro.
Dumbledore lo miró a los ojos preguntándose con rencor ¿Por qué me trata así como si fuera un delincuente?
—Lo dije… Necesito ropa y un poco de agua y jabón ya que no tengo una varita y tú no vas a hacerme el favor de prestarme la tuya —fue suave delante de su alumno. Sentía aprecio por él a pesar de su extraña lejanía.
Hermione se escondió al ver que el director se hizo completamente sobre sus pies.
—Ve ahí, ese es el ropero —le ordenó Snape—, Hermione y yo iremos por algo de comer —tomó de la mano a Hermione y la hizo correr prácticamente para salir hasta el pasillo principal de las mazmorras.
Al haber avanzado al menos unos cuarenta metros y sin parar de caminar la joven estaba curiosa de preguntar.
Rogaba en intentar ser prudente.
—¿Ha bebido la poción? —preguntó ella mientras disfrutaba del toque de Snape, le gustaba estar así con él aunque fuera sólo una acción desinteresada que terminó cuando ambos empezaron a subir las escaleras sobre el almacén de comida para llegar directo a la cocina.
—Es obvio —soltó él rápido.
Snape aún estaba perdido, pensativo, no aprovechaba que estaban solos, no pensaba como ella, Hermione planeó toda la semana estar a solas con él, conocerlo, conversar viéndose a los ojos y quizá ir a lugares interesantes juntos sin salir de la habitación.
Un silencio largo apenas pudo llamar la atención de Snape.
—¿Qué sucede? —sonó serio mientras veía a esa joven en dos escalones más altos que él, su delicado ceño parecía preocupado.
En un instante se fijó de verdad en aquella persona que ahora caminaba a su lado. Era una estudiante, una joven mujer con la cual guardaba impresionantes e íntimos secretos que aún no podía creer, caricias, palabras lentas, respeto y admiración que sobrepasaba lo intelectual.
Se fijó entonces en sus piernas, las medias escolares, sus caderas hasta llegar a su cintura y al subir, cuando la luz de las teas que se prendían con magia en automático, se mostraba su perfil en esa suave luz amarilla, sus labios delicados se marcaban con un intenso tono más rosado. Su barbilla en ese semblante silencioso y sus pecas debajo de sus párpados inferiores la hacían lucir muy bien.
Ella no contestó, porque estaba distraída en recuerdos, discusiones ficticias y otras cosas de extraños revoloteos en su interior.
Snape se detuvo cuando pudo sostener de forma intempestiva la mano de la chica con fuerza precisa sin lastimarla y así reclamar una contestación.
—¿Me escuchaste?
Ella frenó por el toque, veloz, sus mejillas se encendieron con temor.
Creyó que el mayor le había estado revisando sus pensamientos.
—Ah, no, no escuché, lo lamento —sus ojos volvieron a esa perfecta conexión con aquellos pozos negros de misterio y seriedad.
—Pregunté: ¿Qué sucede, mujer?
—Nada, sólo recordaba los días antes de ir a Durmstrang… Cuando tú y yo aún no… Pues ya sabes…
Snape se extrañó.
—¿Qué sé?
—Pues no habíamos estado juntos —le aclaró al mago porque sabía que no lo diría él.
El mago subió aquellos dos escalones para alcanzar a esa joven, ver hacia abajo con sus ojos entre cerrados y de forma altiva.
Separó los labios, lento, para decir:
—Eres hermosa, lamento no haber dicho aquello otra vez —acercó su rostro, sus labios delgados a la piel de su elegante y juvenil cuello, luego subió a su tierna barbilla femenina para acabar en el lugar que él quería y despacio mientras tocaba exageradamente lento, dijo—: lo siento —susurró un poco más.
¡La boca de esa chica, Merlín! Se decía.
La besaba.
Ese dulce premio esponjoso y sutil como terciopelo de hadas,su bendita y provocativa boca ¡Merlín!, un lugar en este instante que puede convertirme en el ser más egoísta.
Hermione desquiciada en el juego de sus labios mayores se dejaba llevar hasta acabar apretada contra la pared de roca, sus manos aún inexpertas le tocaron los hombros altos al recorrerle desde el torso por la superficie de la tela y sentir esa fuerte contundente y sólida estructura del mago aún a través de sus gruesas ropas.
Snape no era de un cuerpo musculado sin embargo tenía porte y altura, después de ese gran grupo de meses de haber recobrado buen peso y energía, a ella le era casi imposible no sentirse de inmediato protegida.
Se apretó a él, correspondía en un beso pasional que poco a poco crecía en ese ambiente fresco de su alrededor, para hacerle saber que le gustaba lo que ese hombre hacía, su forma de besar y tocar le atraía más.
—Espera, pueden vernos.
—¿Y eres tú quien no quiere que suceda? —Snape susurró en su oído un instante antes de volver a buscarle la boca.
—¡Cielos, no! Me refiero a que… Lo digo por… Por ti… Mh… Mh…
—A mí no me asusta nada, Granger —volvió a tomar la boca de la chica.
Al parecer, a ellos le era fácil olvidar el momento y el lugar.
—¿Hermione? —la voz de un chico rubio los separó de golpe.
Su boca abierta por no creer lo que sucedía hizo enojar a Snape.
—¿Qué quieres, Draco? —Snape cruzó los brazos, frunció el ceño para dar un mensaje sin error ante los ojos del chico.
—Padrino ¡Este es un escándalo!.. Me querías robar a Granger por eso me prohibiste qué fuera a Durmstrang. Tú sabías que estaba enamorado de ella ¡Te lo dije este verano que pasó!
Hermione apretó los párpados y vio directo al profesor con la cabeza levemente inclinada a un lado como en reclamo.
—Yo no te he quitado nada, mocoso, no se dice así ¿Cómo puedo quitarte algo que nunca será mío?
—¿Qué? —Hermione se sacó de onda—, Esperen, yo no soy “Algo” más bien soy “alguien” y tiene razón el profesor, yo no soy suya…
—¿Entonces por qué lo besabas? —reclamó Draco, enojado. Apretaba sus puños a ambos lados de sus caderas.
La chica suspiró y dijo entre dientes.
—No soy de Snape… —Miró al mayor enojada—, ¡Él es mío! —lo señaló y a ella en el pecho, arrugó la boca y se fue corriendo hacia arriba.
Alumno y profesor, aturdidos por lo que escucharon, la siguieron hasta llegar a la cocina mientras discutían.
*
—¡Es un traidor!.. Espere y verá, se lo diré a mi padre.
—¿Sí?, ¿Qué hará Lucius, peinarse hacia atrás? —desafiaba Snape cómo un chiquillo, al mismo tiempo se burlaba de ese chiquillo.
R
ubio
Hermione hablaba con amabilidad a una elfo en la cocina que le ofrecía fruta picada en una vasija.
Snape para provocar al chico se acercó a ella a su lado derecho y la atrajo desde la cintura con su brazo derecho. Hermione para seguirle el juego lo jaló de la solapa y le dio un suave y pequeño beso, después se fue a una mesa cuadrada y cercana para sentarse y disfrutar con tranquilidad de su ensalada.
Snape no se hubiera portado así si no fuera por Draco, conocía bien al chica y sabía que si se proponía a conquistar a su novia, lo haría sobre todo por ser tan cursi y fingido.
De un instante a otro un hombre se apareció por la puerta que daba a las escaleras por donde segundos antes habían subido.
Hermione casi se atora al verlo porque increíblemente nunca había visto así a su ex Director.
Se veía apuesto con ese suéter negro de Snape y los pantalones grises, había recortado su barba, su cabello e incluso había cambiado el color oscuro de su piel reseca por una limpia e hidratada, no parecía él.
—Albus —te ves decente.
Snape se acercó para darle la mano y saludar como era debido.
—Muchacho, al fin tengo el respeto de siempre —miró a Hermione mientras apretaba en el saludo—, lo siento, yo tuve la culpa ¿Cierto, señorita? —sonrió con gusto a su mejor estudiante y le abrió los brazos para que lo salude.
Hermione cambió su rostro serio por uno de amistad, caminó a él con pasos ligeros hasta que se vio apretada en un abrazo fraternal.
—¡Merlín, es usted, no puedo creerlo! —lo dijo por la voz del mago, realmente era él aunque ahora un poco más varonil y joven, antes era un poco asmática, de anciano.
—Me alegra tanto verte, Jovencita ¿Dónde están tus amigos?
Hermione se separó del abrazo mientras él aún sostenía sus manos y la veía alegre con una sonrisa sincera y de cuidado.
—No lo sé —sonrió porque de verdad no sabía, quizá verían a los chicos en la cena de esa noche.
Snape se enojó sin razón o motivo.
—¿Te aparecerás delante de todos así nomás? —su voz era la misma de siempre, esa antipática, lenta y aburrida.
Dumbledore asintió.
—No de los alumnos, sólo de los profesores —no dejaba de sonreír hasta que llegó a la chica y le guiñó un ojo—, y también delante del resto de mis jóvenes amigos.
Hermione suspiró al imaginar cómo sería ese encuentro.
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“El aspecto exterior pregona muchas veces la condición interior del hombre” – Shakespeare.
*Nuestra imagen, como forma de presentarnos ante el mundo, refleja a menudo diferentes aspectos de nuestro mundo interior.
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Cap en edición.
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