Snape se sentó de golpe después de pasar cerca de tres horas dormido, esas exageradas y cargadas pociones que le suministró Pomfrey habían atrapado su cerebro en una laguna espesa de sueño líquido.
Miró ese techo frente a él distinto al de su hogar con algunas preguntas ligeras, curiosidad de espía que fluía a cien kilómetros por hora.
Se dio cuenta que Hermione aún dormía porque aunque sintió su joven cuerpo moverse después de que abrió los ojos, no giró a verlo o a decir algo.
Conocía a la mujer, estaba seguro que a ella le fascinaría platicar en ese instante.
¡Mh, tiene sueño pesado, perfecto! Se dijo Snape con algo entre manos.
Ella llevaba poco de estar profundamente dormida, prácticamente se había aburrido al esperar que él abra los ojos después de veinte minutos como había dicho la voz gruesa del mago.
Por otro lado aquél pocionista se sentía mejor, después de dormir respiraba energía que usualmente le caracterizaba esos últimos meses en las mañanas, además que el dolor de la clavícula y la cabeza con suerte habían abandonado su cuerpo.
Con cuidado y sin hacer mucho ruido se asomó a la mesa de noche para distinguir el diminuto reloj de sombra y hacer un pequeño comentario con sus pensamientos, Snape, ese fijón tenía tiempo de investigar la habitación de la chica. Mh, dormí tres horas ¡Merlín! Casi entro en coma, poco a poco y lentamente tomó cada prenda para vestir y la deslizó en su pálido y alto cuerpo.
Sonrió de lado al recordar a esa ocurrente jovencita decir: “tengo una gran razón para quedarme contigo”, había sonado aún más que atrevida sin embargo también había sonado divertido, estaba claro que no era una niña sin embargo saber que ella era tan desenvuelta a expresar lo que pensaba, le hizo imaginar cómo sería.
No tendría problemas en pedirme que sea atento, y peor en recordarme algunos secretos.
Colocó sobre sus pies cada uno de sus botines masculinos y al ponerse al fin de pie se irguió y observó cada rincón en todo ese gran espacio, la mirada de sus ojos, precisa.
Alzó una ceja al acercarse a la larga repisa con intenciones de encontrar más de sus cosas. Estaba seguro que había más ahí, algo muy en el fondo de la cabeza se lo decía.
¿Qué es esto, Merlín? Vio unas siete cajas tipo fósforo pintadas de negro y no pudo aguantarse las ganas de decir en voz suave.
—Se parece —se inclinó para tomar una—, Mh, no, no se parece, esto sí que es mío… ¡Ay Granger, pequeña ladrona! —su voz era entre dientes y en susurro.
Se movía despacio por la primera línea de la repisa, sólo unos segundos, con un tremendo pensamiento de acusación ya que al menos en esa recta pequeña, su joven hermosa tenía al menos veinte recipientes suyos con etiquetas y sus propias firmas de clasificación detrás de estas.
¡Se habrá visto tal atrevimiento!
Bajó a la segunda recta o el segundo piso y acercó su mano para tomar una pequeña libreta de notas con su caligrafía perfecta, no la de ella sino la suya, eso sí que era un escándalo.
—¡Qué! ¿Las anotaciones también? ¡Por Merlín! ¿Dónde he estado yo que no me he dado cuenta? —se quejó entre susurros.
Siguió a la última línea donde no eran ocho o diez o quince sino al menos cincuenta objetos de su preciado almacén, incluso esos con etiquetas rojas que advertían que eran difíciles de conseguir, claro, había sido muy difícil para él pero no para ella.
¡Merlín lanza fuego, mira esta tremenda desfachatez! ¡Qué escándalo es esto, Granger! Se dijo en la mente, alterado.
¿Había sido suficiente de alteraciones? Pues no, más cuando llegó a dos de sus preciadas plumas de madera que quiso sacudirla y preguntar ¿Cuándo?
—Esta me la regaló mi madre y esta el tonto de Dumbledore —susurró— ¡No puedes quedártelas! —Volteó a ver su silueta sobre la cama con suma atención, ahora ya no le interesaba si despertaba—, quizá la de Dumbledore, esa puedo dejarte, preciosa —le alzó una ceja—, ¡Grrr! Está bien, te dejo también la de mi madre —sabía que la chica la cuidaría bien.
Se cruzó de brazos, enojado.
¿Cómo era posible no darse cuenta de todos esos objetos? Esa chica prácticamente lo había saqueado.
Pero, se veía tan bien ahí acostada obedeciendo ese simple mandato de dormir con él.
Nada se podía comparar a su bella actitud o a esa exigente forma de exponer preocupación en cada curso de la escuela. Sí, lo sabía, sabía el desempeño completo de la chica porque Minerva le había dado en más de una ocasión, sus impresionantes notas escolares, había tenido sus exámenes de transformaciones en sus pocionistas manos.
—Pequeña ladrona, debo confesar que también hacía lo mismo al ser sólo un estudiante, peor que tú, este humilde servidor se robaba los libros… —al decir eso con suavidad, su mirada se desvió sin querer allá arriba en la biblioteca particular de esa jovencita con una enorme curiosidad de poner los ojos pero no quiso pasar a fijarse porque estaba seguro que encontraría lo sospechable.
Suspiró de cansancio y se acercó a ella para colocar su puntiagudo dedo en su pecho izquierdo, bueno, ahí a la altura de su corazón para ver si estaba latiendo.
¡Hola pequeño e insolente, Gryffindor, tienes una enorme energía y vitalidad!
Admiró sus rasgos en el silencio y esa tierna forma de respirar de la mujercita.
—Es hora de despertar —dejó salir eso con un delicado susurro.
Ella no se movió, Snape aún podía sentir su pausado respirar.
Se acercó con cuidado hasta su rostro y depositó un pequeño beso en su mejilla.
—Despierta ya, se hace tarde —susurró de nuevo.
Ella se removió y terminó boca abajo, no quería despertar se sentía muy cómoda.
—Mh no… —en vez de sonar débil parecía haber susurrando aunque Snape no le entendió más.
—Hermione, despierta… —Severus aún no podía creer la confianza que había nacido entre los dos.
Entonces, en ese silencio de espera en el mago mientras veía sus labios y párpados cerrados, ella habló y lo sorprendió.
—También te amo… —esa joven castaña respiró profundo y siguió en lo suyo.
Snape entre cerró los ojos asustado y no sabía por qué, frunció el ceño pero luego algo como un enorme remolino en el vientre, le inquietó.
No pudo esperar a una aprobación, se metió en la cabeza de ella para ver a quién se refería, si a un pelirrojo terrible o su reciente personaje de las mazmorras.
Ahí lo vio,
se vio así mismo abrazándola, besando su rostro y manos, susurrando en su oreja que la amaba en ese acto tierno de unión y pasión. Sintió que pudo haber muerto por eso, al ver que ella lo veía a él y a ningún otra piel con ella.
¡Esto es nuevo para mí, Merlín! Sueña conmigo ¿Cómo es posible?
Se olió así mismo para ver que eso no fuera causado por su perfume.
Sólo un poco más y juro que no lo hago otra vez.
Snape se metió de nuevo y entonces vio no sólo su sueño sino horas atrás cuando ella se sentía ansiosa por verlo. Sus jóvenes ansias, los nervios en su cuerpo, ella le transmitió aún más en el momento.
¡Esto es bello! ¿Cómo puede darme tanto un corazón tan inteligente y rebelde?
Al salir de su mente la cargó en brazos y depositó muchos besos en sus cejas cafés, la cargaba como si no pesará nada.
Ella despertó poco a poco y se quedó viendo su barbilla mientras esos labios delgados se acercaban sobre sus ojos y mejillas.
—Hola… Estás despierto al fin —le sonrió suave, aún con sueño, mientras él se aguantaba las ganas de decir que era una magnífica y sincera mujer.
—Sí —respiró viendo los ojos de ella—, son cerca de las dos de la tarde.
Ella apretó los labios, sonrió y asintió.
Se movió y bajó con cuidado para liberarse y entonces se dio cuenta que él había estado tocando su estante.
—¿Has revisado mis objetos personales, cierto?
—Sí, estuve haciendo una lista de cosas que te falta robarme —hizo la voz pausada en esa perfecta y encantadora forma de hablar pocionista. Ella intentó arreglarse la ropa.
Sus jóvenes mejillas se encendieron, era cierto pero no tanto como él imaginaba. No había robado nada.
—Las tomé en época de guerra y mientras el castillo se reconstruía en el verano, espero no me las tomes en cuenta…
Fue interrumpida por él.
—No te las tome en cuenta ¿En qué? ¿En pensar que eres una ladrona? No, eso ya lo pensaba desde que tenías como trece años de edad —Severus la acusó con una ceja arriba.
—¡Ay, qué exagerado! —rodó los ojos y se acercó a él para posar cada una de sus manos en sus altos hombros.
Él colocó sus manos en cada costado de su grácil cintura.
—Tienes la pluma de mi madre ahí, e incluso la de Albus Dumbledore ¿Cómo explicas ese escándalo, Granger?
—Me las entregó la profesora McGonagall también en la reconstrucción del castillo, estabas internado en la clínica… —se sentó sobre sus muslos pero esta vez rodeando la cintura de Snape en una pose provocadora—, ella creía que no ibas a sobrevivir, pero yo sí creía en ti.
Snape se maravilló al instante no sólo por su voz y la forma de ronronearle sino también porque sus intenciones eran claras con ese movimiento sobre su pelvis.
—Mh… Entonces debo perdonarte… —pensó unos largos segundos—te perdono, bruja.
—Gracias —se acercó a la boca del mayor y le arrancó un suspiro.
Lo besó con pasión en una tranquila carrera aunque él le ganara por dos vueltas arriba. Snape se defendía e incluso tomaba el control del asunto mientras esa joven se derretía con sus grandes y pesadas manos en su cintura y muslos.
Le provocaba, él sabía su intención además de no ser indiferente frente a esa situación.
¿Cómo no desear estar con ella todas las veces que podía? No era necesario desperdiciar el tiempo aunque su genio le susurraba precaución, su carne era débil y caminaba con él en ese instante.
Le besaba con ganas, él ahora tenía el tiempo, iba a su cuello, clavícula, y quería meter su larga nariz en su escote, pero después de unos segundos, paró.
—No —dejó salir con rigidez.
—Vamos, sí quieres —animó ella.
—Por su puesto que quiero, no soy de pergamino egipcio.
—¿Entonces?
—No he venido para esto… —exclamó.
Fue interrumpido.
—Si te niegas, mago, es más llamativo para mí ¿No te das cuenta?
—Suena lógico —su grave voz la alcanzó mientras la alzaba en brazos y la posaba sobre el escritorio. —No, no es prudente porque no estás en una prisión y no vengo a cumplir encuentros maritales… Granger, preciosa jovencita —respiró hondo sin que ella se diera cuenta—, Tendremos un mejor momento y lugar sin tener que escondernos.
—No nos escondemos —paseaba sus manos traviesas en el pecho de Snape e iba hasta su cintura para jalar de su correa hacia ella, adelantar la pelvis del mago entre sus piernas.
—¡Merlín eres una tentación difícil de ignorar!
—Eres mi novio, no hacemos nada malo.
Snape se acercó a besarla con pasión hasta el punto de dejarla casi azul y sin poder respirar.
—¿Nos vamos a casar? —quiso asustarla.
—Sí, claro que sí —respondió rápido y segura sin hacer tonos de juego. De hecho sonó segura y determinada, tanto que le movió el piso al pocionista.
—¡Estás loca, Granger! es la segunda vez que estoy delante de ti.
Hermione jadeó al tirar del mago de nuevo a ella, sin dejar de tomarlo con los dedos hundidos en el borde del cinturón en los pantalones de Snape. Esta vez lo sintió caliente, caliente y sólido.
Suspiró de nuevo al ver los ojos del mago con intensidad.
Su rostro cambió de deseo a una tortuosa tela de araña que lanzas con cuidado para atrapar un cuerpo indefenso, mostró al profesor unos labios juvenil en anhelo y sus cejas delante de él como un ruego en silencio.
—Te… Deseo… ¿Tú no a mí?
Snape no pudo evitar cerrar los ojos, acercarse a ella y volver a besar ese par de dulces carmines pero esta vez sin intención de parar y además, lento. Un beso lento e intenso.
Nada le había lastimado más hasta entonces, tan sólo escuchar su voz y ver sus labios moverse con esas palabras, el gesto de sus cejas como si quisiera que le haga un favor, lo sincero de su tono y la profundidad que se le clavó en el corazón.
Se sentía tan débil, tan expuesto y débil ante ella.
Jadeó de una manera rara, como enojado sin embargo sus manos y movimientos eran de cuidado. Desvestía a su alumna lento mientras dejaba huellas y figuras húmedas en su cuello y pecho.
El fondo era el silencio, adornado por respiros profundos de gustarse, latidos acelerados que decían que estaba bien guardar el secreto y vivir el momento sin ser interrumpidos por la inmensa duda del por qué.
Severus le hablaba en susurros a Hermione para hacerle algunas peticiones; primero que vayan a la cama, segundo que ella probara mandar esta vez.
Ella entendió, sabía qué quería él, aquello era fácil de entender porque el pocionista ahora usaba un idioma que ella manejaba incluso antes de cursar la escuela de magia.
Latín, era atractivo escucharlo producir sonidos y sentir sus labios moverse pegados a su lóbulo izquierdo en su oreja.
Sin embargo no todo podía ser perfecto.
Al ir hacia la cama y ella ver en su mente a Snape frente a ella desde esos días que él expuso era capaz de tener un particular interés en su persona, desde el otro lado del portal y como un flash, sin querer se activó el aparato con la varita que caía de su cintura a la alfombra.
En un instante un enorme holograma iluminó el techo de ella y la asustó no por la aparición sino porque podía ver a un hombre de espaldas al otro lado de la pantalla justo cuando estaba lista para subir sobre la cintura del mago en una unión ágil y jinetística.
Snape vió su cambio, sus ojos bien abiertos y entonces se giró para observar con cuidado lo que a ella le distraía.
—Sev, Sev hay alguien en tu habitación —susurró sorprendida y sin saber cómo reaccionaría él.
Él hizo una seña con su dedo índice puntiagudo de la mano izquierdo mientras aún se sostenía sobre ella con todo su cuerpo, fue preciso en indicar que guarde silencio antes que el otro los vea o sepa de qué se trataba el objeto.
Tomó su varita muy despacio desde su manga derecha y entonces hizo explotar algo similar a una bomba, un evento que hizo que la visión en la pantalla se haga de color negro a través de la cámara.
—¿Qué pasó? —soltó la chica.
—Exploté polvo peruano junto a una bombarda que descansa sobre el aparador, eso detendrá a la persona por lo menos durante dos días.
—¿Quién era? —estaba curiosa de saber.
—Aún no lo sé, me ha sorprendido también.
Se veía un poco agitado y no podía ser diferente ya que el corazón le bombeaba más rápido que un tren de carbón en una pendiente recta e inclinada, de imaginar que estaba apunto de tener a disposición ese hermoso cuerpo sobre él en un desesperado discurso de sus intimidades, además también agitado por los besos con ella y por la sorpresa de ver a alguien en su minada habitación.
Los ojos de ella se quedaron sobre sus ojos negros aguantando lo más que podía, una risa tímida por la tremenda interrupción.
—Lo siento… Ha, ha, ha —se sonrojó frente a él y apoyó su frente en la parte alta del pecho de Snape cerca del inicio de su cuello, estaba debajo de él.
Snape quiso corresponder y la sostuvo al acomodarse de forma extraña mientras atrapaba las caderas de la chica entre sus muslos con cuidado de no aplastarla, atrajo más su espalda alta y cintura contra su pecho y la abrazó con ambos largos brazos de forma instintiva y protectora, ambos se quedaron como petrificados en primera instancia pero después se relajaron.
Hermione podía notar cómo él a veces a pesar de pensar tanto sus movimientos se dejaba llevar en la mecánica y en los protocolos empáticos sin perder esa seriedad en cada célula y músculo de su cuerpo, cuando eso pasaba se mostraba delante de ella una persona segura abriendo pequeñas llaves que dejan fluir ese líquido puro directo del corazón, el lado humano muchas veces profundo y escondido que se escapa al sentirse bien, esa parte de cada ser del planeta que ha sido herido y aún no confía por completo sin embargo al decir algo en silencio, se siente muy sincero.
Ella se refugió aún más, sobre todo después de sentir cómo su corazón florecía como una rosa gracias a ese contacto.
—Me siento segura contigo —soltó aquello con miedo.
—Me alegra escucharlo —sus cejas se fruncieron delante de ella cuando ella se apartó a regalarle otro de esos diamantes como sonrisa.
—Ja, ja ¿En qué piensas, por qué siempre tienes ese rostro tan misterioso y profundo? A veces no sé si te agrada y… Entonces tengo miedo… De… Decir algo tonto…
—No lo creo de ti, Granger…
—No me has respondido —ella interrumpió.
—Así es mi cara, no puedo hacer nada contra eso —Severus se impacientaba muy rápido aunque con ella sabía cómo frenarse pero no en el sarcasmo.
—Pues… Te doy un consejo… —sonrió tímida—, si sientes felicidad como yo siento, además de comodidad y satisfacción, entonces después de sentirlo puedes hacer que tu corazón le avise a tu cara.
Snape le alzó una ceja, sin embargo fue a propósito para no decir nada.
—¡Ay ya, Severus! —la chica se quejó.
Y entonces él dio una pequeña carcajada, unos profundos, graves y pocionistas “Ha, ha, ha” así toscos y a su estilo.
Ella quedó estupefacta por oírlo, la primera increíble vez que escuchaba a ese profesor reír.
—Exacto, a eso me refería, mago, una risa.
Snape suspiró. Quería reír más gracias a la insolente frase de ella.
“Si sientes felicidad avísale a tu cara” podía haber refutado de mala gana pero el genio serio le falló.
—Tienes razón —soltó serio provocando que ella vuelva a abrir la boca y los ojos sorprendida sin dejar de tocarle el pecho y el cuello, el mago se hizo un poco hacia atrás para sentarse bien en la cama.
—Esto es increíble, el profesor Snape me acaba de dar la razón.
—Si puedo pedirte algo es que no me vuelvas a decir “Profesor” o menciones algo relacionado con que lo sea porque me hace sentir lejos de ti y aquello provoca incómodo enojo, no contigo sino conmigo.
La chica asintió sin ánimos de discutir.
—Bien… Mh ¿El lunes darás clase en la mañana? —le volvió a decir “profesor” pero de una manera distinta aunque el mago esta vez no captó, ella empezaba a aprender rápido además de que no sabía de qué hablar, mencionar más cosas acerca de lo que empezaba a sentir por él ya no quedaba bien en ese instante.
—Sabes que sí, ahora tengo casi dos horarios que cumplir.
—¿Por culpa de los profesores nuevos?
—Exacto. Esos inútiles me tienen harto.
—Ah, sí es cierto ¿Qué pasó con ese accidente? No has dicho más ¿Quién lo ocasionó?
—Fue el profesor de vuelo para la casa de Gryffindor, no cumplió la disciplina correspondiente en su clase y ocasionó esos dos desastres. Si me pongo a pensar, pudo ser grave. Amaru es… Un completo desorden.
—Podemos darle el beneficio de la desobediencia masiva de los chicos.
—No, él cometió muchos errores…
—Pero todos los profesores en comparación contigo cuando se trata de disciplina, cometen errores.
Snape la quedó viendo.
—También cometo errores —vio a ambos ojos de la estudiante, sugirió claramente que ella podía ser ese error.
—¿Soy un error? —el semblante de la joven cayó.
—No.
—¿Entonces? —a Hermione le molestaba eso de él, que se iba hacia atrás cada que podía.
—Mi error es creer que podemos estar juntos que será fácil y magnífico, también hacer que tú creas lo mismo —lo soltó desesperado con las palabras apretadas entre dientes, siendo duro con ambos, se sentó con agilidad hasta la orilla de la cama, el silencio los acompañó por unos largos segundos hasta que él se irguió sobre sus pies.
Hermione tembló porque quería decirle que “no” aunque algo muy dentro de ella le decía que tenía razón. Era cierto, una relación con él no podía estar bien vista por sus amigos, por los profesores de la escuela o sobre todo por sus padres. Sus ojos se tornaron rojos y en su garganta se hizo un nudo de tristeza.
—Soy adulta, no es prohibido o algo similar. No me agrada que lo digas, Severus, me hace sentir tan mal.
—Ajá ¿Y tomaremos té con tus padres los viernes mientras me agarras de la mano frente a ellos? ¡Por Merlín! ¡Soy casi veinte años mayor!
—Y si te preocupa tanto ahora ¿Por qué te acercaste… A mí? —le susurró, dolida.
Él no volteó a verla, pensó por unos segundos más.
—No lo sé… —quería decir que podía manejarlo o que no le interesaba los demás sin embargo aquello era egoísta, ella también se preguntaría aquello y obtendría una respuesta negativa o similar a la suya “su relación era difícil de aceptar”— ¿A ti te preocupa, Granger?
—¿Qué, que seas mayor? ¡Claro que no!
—Eso no, me refiero a tu gente —silabeó pausado con un tono incómodo y un mover preciso de su mano izquierda, la vio a los ojos.
—No me van a prohibir nada porque me conocen sin embargo sí estarían muy preocupados y no se frenarán a hacer que lo sepas —quiso decirle que pare, que no hable más de eso—, Me preocupa que tenga que estar en el medio, detener peleas tontas y constantes.
Snape se acercó a ella para ayudar a que se baje de la cama.
—No importa —la soltó después de que ella pisó la alfombra —no importa, señorita.
De todas formas no durará Snape se dijo en la mente con pesimismo.
Y ella lo tomó de la mano, otra vez, ese mago ya no llevaba la lista de cuántas veces ella detenía sus pensamientos y lo jalaba a su mundo rojo y juvenil.
—Vamos al lugar que me dices, quiero verlo. No pensemos en nada más, ahora.
Snape cambió su actitud de inmediato porque ese agarre fuerte de sus dedos juntos y suaves con los suyos, parecía hacerle olvidar el tiempo, sentía como si fuera estudiante de nuevo y no tuviera más responsabilidades que cumplir. Estos eran pensamientos de distracción, los identificaba bien, sin embargo le agradaba.
—Vamos —dijo firme. No la soltó, dejó que lo sujete hasta que la chica fue por sus botas color café.
*
Después de estar listos Hermione caminó al lado del mago mientras salían del ambiente de los estudiantes rumbo a las embarcaciones de regreso al puerto más cercano a la ciudad, ahí Snape había alquilado una estancia durante el tiempo en que ella permaneciera en Durmstrang, ahí se quedaría sólo los días que pudiera verla, eso era sólo y únicamente los domingos.
Al llegar al espacio Hermione quiso acercarse para intentar nuevamente llevarlo a las caricias más cercanas e íntimas pero él no pudo sacarse de la cabeza al hombre que estaba en su habitación así que entre los besos que surgían con naturalidad de ambos, él no avanzaba más y ella se dio cuenta de lo que ocurría así que no dijo más.
Se quedó al lado de él, de todas maneras tenía tarea y él posiblemente estaría encantado de intervenir.
Un par de horas después Snape estaba con ese par de ojos clavados en los pergaminos y cuadernos de notas de la chica mientras hacía apuntes y corregía según él las cosas escasas de detalle, a la vez reconocía que ella lo hacía bien.
Hermione sólo lo admiraba y mientras lo hacía sonreía sin que él lo notara, le gustaba su forma de estar concentrado, le recordaba a él antes de ser agradable y besable, con esa ceja derecha en escrutinio, constante, amenazante por encima de las cabezas de sus amigos ¡Ese de verdad es Snape! ¿qué me sucede?
Sentía una fuerte atracción por él y después del contacto físico estaba segura que no había tenido suficiente de su alto carácter, de sus grandes manos cuidadosas y pocionistas, esas que en algunas ocasiones le habían apretado con desesperada perfección y sus labios delgados en su cuello y pecho, le habían besado perfecto ¡Ay Merlín tengo que tranquilizarme! Reconocía que sus hormonas no debían ser impedimento a su también correcta conducta centrada.
—La semana que sigue empezará pociones y así sólo me quedaría unas cinco semanas más para estar aquí.
—¿No te sugerí que te quedes seis meses? —Snape contestó serio.
—¿Un ciclo entero, Severus? Es demasiado.
Snape asintió desde el escritorio sin despegar los ojos de las correcciones que hacía.
—Aprenderás mucho aquí.
—No, aprendería más de ti…
El mago no quería que gane esta vez así que fue sincero con lo que rondaba en su cabeza desde hace unos días.
—Los próximos cinco meses estaríamos acostados en la cama sin una prenda entre nosotros —suspiró y paró de escribir, se hizo hacia atrás en la silla —Estos son los planes que están en mi cabeza… —avanzó hasta ella—, Mientras estés lejos nos conoceremos incluso en todo aquello que nos moleste del otro, y al terminar el ciclo estarás lista para trabajar donde quieras y ser jefa de quien quieras, para así aceptar si quieres casarte conmigo o seguir en una eterna búsqueda de perfección amorosa.
Hermione entre cerró los ojos en shock.
—Puedo hacerlo ahora, puedo ser jefa de quien quiera y puedo decidir si me caso o no contigo. Pero eso no es lo que piensas ahora, quizá tú dudas y mucho… Piensas que esto realmente no puede pasar.
—Sé que ellos van a convencerte, los amas —soltó Snape rápido.
—Co… ¿Cómo lo sabes? ¡Vamos! Esto es demasiado pronto para estar seguro.
—Lo presiento —a Snape no le gustaba ser odioso, sólo creía que debía ser sincero en todo. Incluso en esa información que un hombre le prohibió mencionar a otro.
—¿Quién, de qué hablas? —ella empezaba a estar disgustada porque él no le decía nada y si le hacía ese tipo de comentarios era por alguna razón.
Severus suspiró y la abrazó.
—Ve —fue grave y cuidadoso—, ve a mi habitación y detén al hombre que está ahí.
—¿Quieres que vaya, cómo? —preguntó ella imaginando que él le diría pero no, él no dijo nada más.
Snape tomó una taza de cristal que descansaba sobre la mesa de noche junto a su cama.
Y ella supo que era un traslador. Dudó de tocarlo pero al estar frente a la insistencia de ese mago lo hizo y entonces después de un violento remolino que la sacudió, llegó al lugar lleno de oscuridad en las mazmorras.
El profesor Snape llegó con ella pero se quedó atrás. Qué mejor forma de contar un secreto que mostrarlo en vivo y en directo. No le escondería a ella nada más, ni sus sentimientos ni sus secretos.
Hermione hizo un lumus pequeño, insegura de realmente ver a alguien más ahí con ellos y entonces encontró al hombre sentado junto a la cama con la cabeza abajo como si estuviera dormido, acercó lento otros pequeños pasos y entonces, con una voz cuidadosa le habló.
—¿Quién es usted? —tembló al reconocer al principio sus ropas sobre él, el mayor en el suelo se movió porque sintió que alguien le hablaba y al hacer eso, ver hacia arriba, Hermione abrió los ojos incrédula contemplando esos terribles ojos completamente negros —E… Es Fenrir Greyback —sus voz fue temerosa, el impulso que le siguió fue el de correr, girarse e intentar huir pero al hacer unos torpes pasos rápidos hacia el otro extremo, chocó con el pecho de Snape como si escapara de un perro al cual le tenía miedo o le podía morder —es imposible… Él, estaba muerto.
—Él no, pero otro sí estaba muerto y ahora se han invertido los papeles… —Snape la cubrió con el cuerpo y entonces se adelantó hasta él para acusar y revelar lo que ya sabía sucedía apuntando con la varita, listo para defenderse —Al fin has regresado, Dumbledore, eres un… Desgraciado —la luz de su lumus apuntó la cara horrible de mortífago que tenía Greyback aunque este estuviera aún mareado.
Hermione arrugó el ceño porque pensó había escuchado mal, qué va, había escuchado ¡terriblemente mal!
¿Por qué el profesor Dumbledore se ve como el peor de los hombres lobo en todo Reino Unido, sobretodo el culpable de que Lupin se convirtiera también en uno?
Aquello era difícil de explicar pero Snape lo haría, sí que lo haría.
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“El que va demasiado aprisa llega tan tarde como el que va muy despacio” – Shakespeare
*Si bien tenemos que actuar, apresurarse demasiado nos va a hacer cometer errores y malgastar tiempo y recursos de manera que puede ser tan poco eficiente como el que tarda demasiado en actuar.
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