¡Estamos Atrapados! Capítulo XIII Domingo ¡Qué Bien! 👁️🥰🤝

Domingo en la mañana,
Un enorme sol falso en el gran vestíbulo le decía a Hermione que sería un gran día. Había decidido dar un paseo después del desayuno, llegar hasta donde estaba la escolta petrificada, esos cuatro molestos jóvenes, altos y dirigidos por el director de la escuela de Durmstrang.

Casi se había olvidado de ellos en el desayuno si no fuera por la compañera de Ravenclaw, la cual le preguntó por Krum, un primo de Viktor que supuestamente era parte de su escolta. Esta otra estudiante de Hogwarts le señaló entre todos, que el joven de cabeza rapada y ceja cortada era un familiar directo del chico.

Y bueno a Hermione no le interesaba en realidad lo que sí le preocupaba era que había dejado a esos cuatro entrometidos en un amplio salón del quinto piso sobre el ala sur del castillo. Un lugar donde el frío lamentablemente pegaba fuerte.

Su acto fue malo, Granger podía criticarse duramente por eso sin embargo estos no me habían dado otra opción. Se preguntaba ¿Cuál sería la reacción de los estudiantes al ser libres? Pues era factible un pequeño sentimiento de odio o por lo menos el deseo de no estar más cerca a ella, la cruda verdad era esa porque esperaba ese resultado.

Y en el otro asunto, su ser desbordaba tranquilidad a pesar de no haber hablado con Snape una noche atrás.

Severus,
De él tenía la idea de una noche más de descansado para así estar recuperado delante de ella, no sabía que Minerva lo había llevado a la fuerza a la enfermería junto a Amaru y que ahí el pocionista le derramó un pote de engrudo en la cabeza sobre su cabellera larga como venganza obviamente sin que nadie lo sepa. Tomó un litro de poción para dormir que no pudo detenerlo, porque su inconsciencia al dormir le había despertado temprano y así no faltar con ella.

Hermione ideaba conversaciones con él, ensayaba respuestas e incluso situaciones porque no quería verse torpe o molesta, y para mostrarle que no sólo quería sentir su compañía varonil sino también su intelecto, dejó preparado el escritorio con apuntes acerca de pociones y Dcao, clases que había tenido esas últimas horas en la escuela.

Pensar le hacía retroceder el tiempo un instante, unos meses antes cuando aún estaba en Hogwarts, esa primera vez cuando el mago le dejó su capa en un gesto que le había significado muchísimo, un detalle que nunca hubiera esperado de él porque cuando sucedió estaba segura que detrás de ese cuidado no habían meras formas o exposiciones de caballerosidad, algo le decía y más con él, él, Severus el profesor terrible y malhumorado por quien nadie hubiera dado un centavo jamás, que ese hombre sólo hubiera querido mostrar una pista de generosidad, más bien para mostrar un “tú”, un “te cuidaré”, un “me gustas”, “te elijo a ti” y en el peor de los casos “mira lo que hago, mira aquí”. Cualquier cosa le revelaba un verdadero interés sobre ella porque la varita café estaba en su mano, él sabía que ella tenía magia y que fácilmente hubiera usado hechizos de calor si se mojaba bajo la lluvia, esa tarde.

Luego estaba esa segunda vez, en el aula adjunta a su aposento sagrado de descanso, perdido y con la mirada en su escritorio en hojas de trabajo como si nada más importara, Snape se fijaba en ella claro que sí, no exageraba o se quejaba de frío y él le veía el temblar el cuerpo unos segundos por un intermedio de tiempos, algo que ella hubiera pensado fácil de pasar desapercibida en tan amplio entorno de amigos y no, no fue así. Ni Potter, ni Malfoy, ni ningún otro era tan perceptivo o hidalgo como Snape. Eso sólo si se obligaba a creer que de verdad era él.

Ninguno de sus amigos, a esos chicos les faltaba crecer o posiblemente ella los había mal acostumbrado.

Estaba harta de echarse la culpa, para lo bueno y lo malo, estaba harta que casi todo “Ella” lo había provocado.

¿Quiénes eran sus amigos? Jovencitos que habían convivido con ella tanto pero tan poco como para conocer que era una mujer y quería ser tratada con detalle, no esa forma que le haga sentir débil o incapaz sino un sentir de ser fuerte de verdad, una persona, mas no un personaje o inteligente personalidad, no sólo alguien que salva el día y ayuda a otros.

No más la salvamigos, comelibros o la sabelotodo, Severus le había hecho sentir, la segunda vez que le dio su capa, que no sólo era una insufrible por un carácter tan específico y alineado sino una mujer completa con valores, cosas buenas y defectos ante su negra mirada de experiencia, una mirada no precisamente para lo malo o la equivocación sino para algo que de verdad valía la pena.

Él era la prueba de que existían esperanzas para cumplirse a cabalidad en el futuro y que el mundo no estaba tan podrido y burdo como tanto tiempo había visto. Los demás cegados, Snape en investigaciones, ella atenta viendo al rededor y cómo sí existía un planeta afuera de Hogwarts que no le quitaba la paz pero le decía que tenía que aportar.

Tantas preguntas.

Posible o no, también podía estar equivocada y que en realidad ella ya estaba interesada después de todo lo que conocía del pocionista, lo malo, lo oscuro y lo desconocido, había una gran posibilidad de que Snape se le haya sido revelado en verdad, en todo lo que era capaz, un exponer de alguien fuera de lo común como si esas telas negras que caen muestran el rostro y junto con eso, a lo que no le había puesto atención jamás de su alta y soberbia persona. Ejemplo todas esas cualidades en su personalidad recta e introvertida, responsable, una seguridad o una columna sólida que no iba a encontrar con nadie más.

¡Sí, eso es interesante! Se decía. Sin embargo temo, la Gry temía y mucho, era natural porque así era la vida, la desconfianza después de una mala experiencia donde a fuerza “todos son malos gracias a uno”, esa vida elegida, te toma, te malcría, te maltrata,  decides mal sin influencia de nadie y luego piensas que las consecuencias nunca llegan.

¡Sí llegan, claro que sí llegan! Mejor pensar diez veces antes de actuar.

Snape era esa seguridad que no le llevaría a algo malo y además siempre le sorprendería. Un misterio cada día, una realidad, un ver con ojos que no son materiales lo que antes sólo se había puesto a imaginar.

Estaba ahí, era un hombre intenso en un enorme giroscopio difícil de interrumpir. Severus había complementado sus movimientos de tal forma que creía había sido un sueño al dormir. ¿Podía juzgarlo por una noche, algunas horas? Sí, esa joven quería hacerlo para concluir que estar con él había sido de riesgo y un número al que había atinado sin querer, con éxito.

Le faltaba conocerlo pero sabía muy en el fondo, que realmente ahora existían motivos para estar completamente interesada en él.

*

Dos horas después gracias a la liberación y la alimentación urgente de su escolta, había perdido nuevamente libertad por culpa de ellos, tontos y quejumbrientos chicos búlgaros. Privada de salir a recibir a su novio.

Novio, Mh ¿Estaría bien decir así, que Snape es su novio? Pensó. Sí que suena muy mal.

Por no poder salir para recibirlo al puerto afuera del enorme vestíbulo ⚓, se comía las uñas, se puso más tensa, preocupada y ansiosa, se quedó junto a su puerta con un libro en mano para esperar que él llegue hasta ella.

*

Karkarov por otro lado y en ese mismo instante hacía demorar al mago.

—… Disculpa, ella me espera ahora… —Interrumpió el discurso donde el otro le hablaba de Dumbledore. Estaba apurado por estar frente a la chica y el barbudo no le soltaba, ojalá supiera esa enorme necesidad que le empujaba hasta ella.

Ganas de verla, abrazarla, contarle lo terrible que había sido estar herido y no poder hablar bien en la hora asignada.

—Lo sé, debo acompañarte, Severus, no se le concedió permiso para salir —el director estaba preocupado.

—¿Y eso por qué, acaso no es su derecho? Ella tiene que salir —Snape reclamó serio y casi altanero.

—Petrificó a su escolta durante casi doce horas. Los chicos pasaron hambre, frío y uno de ellos se hizo en los pantalones —se indignó el barbudo.

—¿Los jóvenes que han sido petrificados son esos alumnos que la siguen? —el pocionista estaba confundido por cómo Karkarov le habló de ella.

—No, justo son la escolta de guardaespaldas. Yo mismo le puse a cuatro jóvenes fuertes e inteligentes para que nadie pueda llegar a ella y molestarla, sin embargo la chica en vez de sentirse halagada me ha amenazado de muerte por evitar que salga a verte.

Snape se quedó viendo fijamente a los ojos de Igor, le alzó una ceja incrédulo.

—¿Una joven de un metro sesenta y cinco centímetros te amenazó de muerte? ¡Qué mal que me he perdido eso! —Snape fue sarcástico.

—No lo gritó ni me faltó al respeto de otra manera, sólo me escribió un pergamino advirtiendo que si no la dejaba en paz tú mismo te ibas a encargar —suspiró —, ¿Qué sucede con esa jovencita? —Karkarov se indignó de nuevo como señora del té de la tarde—, Es inteligente, muchas veces paciente y noble pero tiene un carácter terrible.

Snape sonrió con diversión a pesar que lo quería matar.

—Es inteligente, aún más de lo que crees por eso su rebeldía, ella se ajusta como nadie a las reglas y nunca va a reclamar algo a menos que pueda — se irguió sobre sus pies con orgullo,  esa era parte de la educación en Hogwarts —, Granger tiene razón, si no le quitas a esa escolta, voy a matarte.
Cuando llegue a la habitación ella me contará qué sucedió.

Snape intentaba zafarse del director pero este le seguía sin importar nada, así que no le quedó de otra que caminar a su lado y esperar que Hermione no se muestre ante él con algún arranque de euforia o muestras de afecto exagerado al verlo otra vez.

*

Al llegar frente a la estancia de ella, Severus abrió la puerta con magia e ingresó al ambiente.
Igor siguió detrás porque le acompañaba aún cuando Snape le había dicho que no unas tres veces.

¡Vaya sorpresa al llegar!
Hermione ansiosa por verlo, hizo pasos veloces hasta él para estirar sus brazos y alcanzar su cuello, abrazarlo y besar su barbilla recta cerca a su oreja izquierda.

El mago emocionado pero a la vez avergonzado pidió a la chica mientras veía a los demás con el rabillo del ojo  usaba una voz grave, suave  y pausada.

—Compórtate por favor —se aseguraba que los demás no miren el cuerpo de la chica y ese levantar de su su blusa por la espalda por estirar los brazos al rededor de su rostro—, no eres la única que siente dicha, Hermione —le susurró más en el oído, con cuidado—, Para, no delante de ellos, por favor.

Hermione entendió veloz, a él le era gigantescamente difícil mostrar esa dicha que expuso, delante de otros.

Yo creo que está bien escondida.

Dejó de abrazarlo y arregló sus ropas. Vestía una blusa color verde pastel y unos pantalones azules y apretados, no eran gusto de él y difícilmente obtendría queja sonora del mago porque aunque las prendas no eran de su agrado ella se veía muy muy bien.

Severus soltó a la chica a pesar de esas irresistibles ganas de poner ambas manos en su cintura para pegarla a él y besarla.

Karkarov interrumpió el momento mental del mago, quería avisar que no dejaría que ellos salgan de ahí a menos que ambos le expliquen qué había entre sus corazones.

Hermione fue la primera en decir:

—Señor… Me atrevo a comentar algo —suavizó su mirada—, él me gusta, yo le gusto, estamos en una relación Apolínea y Dionisíaca —tocó a Snape por el codo.

Karkarov se sorprendió por esa actitud tan del mago a su lado y miró a los ojos a Snape con una ceja alzada sin evitar hacer un comentario.

—¡Aprende rápido de ti! —bufó sorprendido.

—¿Qué te puedo decir? Es una sabelotodo.

—Buen par se ha juntado —Karkarov sonrió sin perder elegancia y autoridad.

La chica asintió sin soltar al mago del codo mientras él apenas la sostuvo con la mano derecha desde la cintura.

Igor levantó otra ceja, ninguno parecía actuar esa situación.

—Bueno, ahora que sé que están en una relación formal e importante, les dejaré ir a donde deseen, sin embargo si yo me entero de que uno de los dos piensa en dejar al otro voy a tener que  avisar a los padres de la chica y obligarlos a que se casen —Se quedó con eso desde la primera vez que habló con Snape, el mago de barba había sido criado con valores muy conservadores y por eso no permitiría que bajo su jurisdicción ocurran atropellos morales, como él decía con exageración. Un verdadero doble cara, no recordaba a que había sido mortífago o alguien le había borrado la memoria, quizá en las terapias de San Mungo — ¡He dicho, caso cerrado!

Snape y Hermione se espantaron, era muy pronto, demasiado pronto para hablar de casarse. El miedo los distrajo un instante.

La escolta y Karkarov los dejó solos, Snape cerró la puerta al acercarse hasta esta, cerrar con llave y alzar la varita para soltar algunos hechizos de protección.

Hermione veía atenta detrás de Snape sin adivinar que el mayor se voltearía veloz y daría un paso largo para acercarla a él hasta su alto cuerpo.

—Buenos días —la sostuvo entre sus brazos viendo directo a sus ojos café.

Ella se perdió en el color negro de esos profundos ojos mágicos, sus pestañas negras, porque aquél sorpresivo movimiento le hizo sentir atrapada y en un profundo sentimiento bonito en el estómago.

—Ho… Hola —dijo dulce, suave y deseosa.

—No quise hacerte esperar, lo lamento —Se disculpó él con esa típica forma de pausar las sílabas.

—Está bien —sonrojó sus mejillas—, esperar también es grato y sabía que Karkarov te impediría llegar a mí.

Snape acercó sus labios y le dio un pequeño beso para después liberar a la chica y darle la espalda con elegancia.

Carraspeó como si fuera a decir algo importante, llevaba las manos agarradas por la espalda.

—¡Ey! —se agitó Hermione—, ¡Tienes que mostrarme esa herida! —exigió intentando buscar a simple vista algo que le resultó difícil porque el hombre era muy alto para ella y sus cabellos lacios no le dejaban ver nada.

Jaló de él para intentar hacer que Severus se agache y que le muestre el golpe en su cabeza.

—Espera Granger —intentó cambiar de tema—… Primero debes contarme lo de los jóvenes petrificados.

Ella cruzó los brazos y le exigió como si fuera una señora mandona.

—¡Severus Tobias Snape Prince, enséñame tu herida ahora mismo antes de que me enoje!

—Ahora veo por qué le causas miedo a Karkarov —alzó una ceja en advertencia—, ¡Tú no puedes ordenarme qué hacer! —volvió a darle la espalda para caminar por las repisas de ingredientes de su joven compañera.

—Por favor —los ojos de ella mostraron amor y él se derritió sin embargo suspiró como cansado.

Se inclinó hacia ella para señalar la enorme herida que a simple vista se podía ver, aproximadamente diez centímetros detrás de sus cabellos largos con un relieve de medio que desaparecería con el tiempo, había sido un golpe fuerte definitivamente.

Hermione al verlo se preocupó hasta fruncir el ceño.

—¡Es horrible!

—Pues hace juego con el mago —Snape soltó con orgullo fingido.

—¡Qué dices, Severus, estás loco! —
lo tomó de la mano para jalar de él y añadir— ¿Qué líos te han dejado así?

—Ninguno —fue cortante. No quería hablar de ello.

—Vamos, tú siéntate en la cama —pidió ella —no puedo creer cómo has venido así. Si me decías que aún necesitabas descansar hubiera estado perfecto.

Él hizo exactamente lo que la chica dijo. Snape se acercó a la cama.

—Vine a aclarar el tema del otro día, es mejor estar frente a frente y decir si estamos o no de acuerdo en esto.

Hermione se puso nerviosa.

—No hay nada qué decir, te lo dije. Depende de ti. Sabes… —se acercó más a él y se sentó sobre su muslo izquierdo, no se lo pidió, sólo lo hizo y él en un gesto extraño movió su brazo para permitírselo, lento y exageradamente despacio—, Tengo miedo igual que tú porque no conocemos bien al otro aunque con lo poco que vivimos yo puedo estar bien segura de algo y es… Que quiero estar contigo y descubrir qué más hay aquí para mí.

—Yo no le temo a nada, Granger. Por otro lado “descubrir” ha sonado muy simple —Snape era un exigente empedernido.

La chica se hizo explicativa y cuidadosa.

—Me refería a que hasta hoy en tan poco tiempo me has dejado ver bastante sin embargo sé que eso no es ni el diez por ciento de ti.

Snape bajó muy lentamente el brazo para apoyarse en ella desde su cintura con mucho cuidado, apenas le tocaba la piel con la de sus dedos porque no iba a propasarse o hacer que se sienta incómodo o peor, comprometida.

—Díez por ciento es poco —agravó la voz delante de sus ojos café, aspirando el aroma de sus cabellos y ropa ligera —¿Yo conozco eso de ti?

—Sabes que conoces mucho de mí pero lo que ves ahora en mis ojos es nuevo… ¡Lo juro, Severus!

—Me agrada escuchar mi nombre en tus labios —fue grave y siguió—, ¡No me distraigas!

Hermione sonrió.

—Y a mí me gusta verte de nuevo.

Ambos se quedaron un instante en contemplación del otro. Ella tocaba apenas con la superficie de sus dedos esa cicatriz que el mago tenía en la cabeza, mientras tanto un sentimiento de preocupación le azotaba el corazón en automático ¿Qué sucedía? Normalmente ante una herida no se preocupaba tanto.

Hermione se acercó a besar su rostro y luego dar pequeños besos en sus labios delgados pero no abarcando todo sino uno de sus lados. Snape no se movía sino que dejaba hacer a la chica lo que quería.
Cerró los ojos maravillado en el contacto, y después entre beso y beso pequeño lento y cariñoso ella fue hacia abajo y le atrapó la barbilla cuadrada que tanto le agradaba en un pequeño mordisco travieso.

Mientras tanto el pocionista la sostenía por la cintura con una de sus manos mientras la otra se apoyaba en la rodilla de la chica.
La cercanía de su cuerpo juvenil para él era indescriptible, tan agradable y su mano, la que estaba en su cintura empezaba a moverse con caricias diminutas y astutas por debajo de la tela de esa clara blusa.

—Me vas a gastar la barbilla —la forma de ser del mago era a veces tan dura pero a la vez daba risa. A ella le causaba risa su seriedad, la cual no era fingida.

Snape era difícil porque  no sabía si se trataba de una queja o sólo era un comentario.

Decidió guiarse por sus acciones, y es que cuando lo besaba así a veces sus ojos se cerraban, tanto los de él como los de ella, entonces ambos parecían estar en un equilibrio de acciones  satisfactorias.

Él no dijo más así que ella también comentó.

—Severus, tienes más puntos en el cuerpo que la tarjeta de crédito de mis padres y más cicatrices en el cuerpo que un caparazón de tortuga en cautiverio.

—¿Y te da asco verme así? —Snape no podía contra su genio.

—La verdad no —Hermione quería convencer en su sinceridad— ¿Por qué tendría problemas con eso? A mí me da igual porque no es mi cuerpo y tampoco me fijo… Y supongamos que un día nos casamos, no me casaría por tu cuerpo… Bueno, una de todas las partes ya es gran motivo mayor a que sí —empujó al mago hacia atrás en la cama mientras el otro le juzgaba con la mirada.

—¿Qué parte? —fue directo.

—Pues… —Le suelta una mirada furtiva en la pelvis y luego se sube a horcajadas sobre él para sentarse en su vientre bajo.

—¡Qué interesada, el paquete es completo no por partes, Granger!

—¿Qué más quieres que estoy siendo sincera?

—Pues no hagas que me sienta un objeto sexual únicamente… ¡Eres tan insolente!

—Ha, ha, ha… Estoy bromeando —se puso roja—, bueno no… Bueno sí… Bueno no… La verdad no es broma, para qué voy a mentir… —bajó la cabeza sonrojada y movió sus labios con suavidad al soltar la voz lo suficientemente clara—, Estoy segura haces que me sienta muy atraída de ti.

Snape frunció el ceño y entre cerró los ojos. Tomó a la chica por la cintura y la sentó con delicadeza sobre la cama, se acercó y le dio un beso pequeño, rápido y casto, después de eso se hizo sobre sus pies, se desabrochó el levita hasta el pecho al igual que la camisa blanca para mostrarle la cicatriz enorme de la rotura en su clavícula.

—¿Le hace sentir atraída esto, señorita Granger?

—¡Es el colmo! —suspiró rendida y con los hombros caídos—, No importa. Ven, yo te curo —lo jaló de la muñeca y él se dejó.

—¿Cómo?

—Besos lentos y bonitos… Así que acuéstate en la cama —miró a ver qué cara ponía el mayor pero este alzó los hombros y se jaló la tela al mismo tiempo que hizo el rostro a un lado y ella se sorprendió —Oye oye, tú estás muy raro. A todo lo que digo no dices que no ¿Por qué me dejas hacer lo que quiero?

Snape acomodó el brazo libre debajo de su cabeza y sin mirarla, respondió:

—Tengo treinta nueve años, a punto de cumplir cuarenta. No estoy en edad de hacerme el difícil, Granger, además me agrada que seas así de ocurrente, efusiva y a veces un poco impulsiva —su voz sonó como siempre, grave seria y pausada.

—Ah, es eso —ella se acercó y depositó unos tres besos pequeños en sus finos labios hasta bajar a su clavícula. Después lo tomó de la camisa y el levita para ordenar su ropa negra. Rodó a un lado del cuerpo de él y lo observó con cuidado— ¿Cuándo demostrarás más afecto? — tenía unas impulsivas ganas de abusar de él.

—Cuando aprenda lo suficiente de ti —se acercó al rostro de la chica, besó su frente, uno de sus ojos y su cuello. Luego se separó para sentarse y quitarse los zapatos, finalmente los pantalones.

Hermione sonrió, algo le decía que no iban a hacer lo que pensaba sino que se acostarían a descansar en su cama.

No erró.

Snape la levitó con magia segundos después provocando un susto terrible, la posó con suavidad sobre el largo de la cama y bajó la voz para avisar.

—Tengo una tarea para ti y es estar a mi lado, acostada y silenciosa mientras duermo un instante —tomó sus dedos al subirse por completo junto a ella—, he tomado una poción hace unas dos horas, la cual me quitará toda la fuera en menos de veinte minutos por eso necesito recostarme aunque sea cuarenta. Y al despertar, saldremos porque quisiera que me acompañes a un lugar que he alquilado.

—¿Podré quedarme contigo ahí?

—No, sólo de visita y algunas horas los domingos —indicó con rectitud.

—Sí, me parece bien, eso es mejor que no salir nunca —lo besó una última vez y le dio la espalda para acostarse como solía hacer.

Aquello era cosa de costumbre, sólo así se acomodaba para dormir.

Snape se acercó y al acomodarse muy cerca a ella la abrazó por la cintura, se pegó hasta no tener espacio y hundir su rostro en el cabello de la chica en una posición que no parecía muy cómoda para ella.

—Me alegra que hoy sea domingo —susurró para darle una sorpresa a la chica.

Después de unos minutos en silencio Snape se durmió aturdido con las pociones en su sangre y ella sonrió para decirse en la mente:

No puedo creerlo, profesor.

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“Sabemos lo que somos, pero no en lo que podemos convertirnos” — Shakespeare

*Si bien lo que somos y cómo somos en la actualidad puede ser conocido, no podemos determinar cómo o qué acabaremos haciendo con nuestras vidas ya que nuestros puntos d vista o nuestra situación pueden variar en cualquier momento.
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Cap en edición.

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