-Siéntate, conversemos un poco ¿Puedes quedarte más tiempo? -rogaba que él estuviera dispuesto a lo que ella quería sugerir.
-Apenas llegué -se puso en modo altivo-, pero si tienes algo que hacer -alzó una de sus cejas, importante -me retiraré.
Hermione lo tomó de la mano como ese día y lo soltó al guiarlo otra vez al sofá más largo.
A Snape le encantaba que ella hiciera eso, que lo toque, desde aquella vez que lo tocó en el pecho cuando estaba acostado en esa camilla.
-Dame un momento, en unos segundos regreso -se perdió un instante al fondo del ambiente donde estaba su cama y la puerta de lo que parecía el interior del baño.
Tomó algunas cosas de sus cajones, trajo un par de calderos que colocó al pie de la diminuta chimenea, cogió algunas otras cosas y entonces los llevó hasta la pequeña mesa de centro frene a él. Giró sobre sus pies sintiendo los nervios más terribles en su estómago que jamás hubiera creído sentir con él-, es por si queremos un poco de té.
Estaba distraída porque no había conseguido té.
Snape miró todo a su izquierda adivinando lo que ella haría pero no descubrió qué, así que quiso verla a los ojos y opinar pero entonces ella se sentó a su derecha con el cuerpo de lado para verse casi frente a él.
-Es muy atenta, gracias Granger-, ¿En qué más necesita que le ayude?
-Tengo una pregunta ahora mismo que espero no sea incómoda para usted.
-¿Cuál? -puso atención terrible en la conversación.
Estaba tan cerca a ella viéndose altivo, dispuesto a escucharla con todo el tiempo del mundo.
Y no se esperaba que ella lo haga pasar saliva tan pronto.
-¿Lo besé a usted, cierto? -lanzó eso sin anestesia y el pocionista no quiso quedarse callado.
Expulsó aire por la nariz sin intención de esquivar más bien el de decir toda la verdad.
-Así es -sus ojos se hicieron interesantes, su ceño fruncido sin pensar más en qué decir sin embargo no perdió autoridad y seriedad al responder.
Ella bajó la mirada, intimidada por su mirada, no supo qué hacer sólo seguir.
-Draco no es tan alto como usted -habló lento, muy tímida-, de hecho el único más alto es Hagrid en la escuela -se puso muy nerviosa aunque lo estaba manejando muy bien. Tenía un remolino violento en el cuerpo a la altura de su estómago.
-Debo preguntar ¿Cuándo se dio cuenta que me besó? -hasta ahí de verdad él no vio enojo o asco, estaba todo bien.
-Cuando volví a sentir ese amaderado perfume de tus ropas, al saludarte hoy en el muelle interior… Hace unos minutos -el rubor inundó sus mejillas-, Ahí algo me dijo que fuiste tú -no subió la mirada-, me pregunto ¿Por qué no evitó que pase? ¿Por qué se dejó besar?
-Me dejé… -respondió rápido. No era duda de temor, era duda de que ella lo tomara a mal-, porque no hay nada que esconder, me dejé porque lo deseé segundos antes y… Ocurrió.
El corazón de ella se aceleró y se detuvo tan rápido como la reacción de una mezcla alquímica, tan fuerte y de golpe que él también lo escuchó.
Hermione iba a decir algo más pero el hombre ya no le dejó tiempo de decir más, se acercó a ella un poco y juntó sus labios suave y apretado a ella. Su corazón, su ser entero en el profesor no creía lo que hacía, se iba lejos, se perdía aunque cada medio segundo grababa la situación.
Aquellos suaves labios de su estudiante, su cuerpo nervioso, y los temblores por sentirlo mientras su cuerpo se juntaba más a él, le dieron permiso para seguir, continuar con las caricias, seguro, sintiéndose hombre deseado. La siguió y entonces ella, esa joven de cabellos castaños correspondió, subió sus manos lentamente por su pecho, incómoda de besarse ahí sobre todo por él, porque de verdad era muy alto para continuar.
Sus rostros estaban rojos, a centímetros del otro, se habían separado para exhalar y hacer posible un poco de oxígeno en toda su circulación.
La jovencita no pensó en nada más que en ponerse de pie, lo hizo para ponerse frente a él, entre los muslos del mayor mientras este permanecía sentado y quieto.
Estudió a Snape delante de ella al verlo hacia abajo, los detalles y cómo había crecido la manera en que ambos querían más.
No un abrir más sus párpados y ver sus negros ojos sino la intensidad, pero no una amarga u oscura sino suave, un suave y seguro solicitar más. Ella accedería, claro que lo haría.
Él adoró que lo tomase de la mano, adoraba el contacto otra vez, la confianza, adoraba que no le temiera, que no le aborreciera y que lo mirase a él como si fuera importante y llamativo, quizá hermoso, un tesoro escondido.
¿Dónde me llevará, Merlín? Se dijo Snape porque la chica le sorprendía a cada instante.
-Ven -esas sólo tres letras le hicieron sentir una explosión debajo de toda su fría y pálida piel, no porque pasaría algo entre ellos sino porque quería, esa jovencita de voz suave y corazón inocente, quería algo también.
Estaban agitados, Severus no dijo nada, se quedó en silencio y también se puso de pie, ella le agarró más fuerte la mano, lo jaló dos veces como esa noche en su despacho y se dejó llevar otra vez.
Ella se subió a su baúl al pie de la cama quedando un par de centímetros más alto que él, posó sus delicadas y pequeñas manos en su pecho y subió hasta abrazarlo por el cuello, ir más cerca a su rostro, hacer que sienta su aliento dulce y fresco.
Snape se adelantó unos centímetros, la rodeó por la cintura para apretar de ella en un abrazo controlado y no paró, lo pensó unas cinco veces al menos pero su centrada forma de ser no le dejó.
Lo estoy tocando se acusó ella.
Sin esperar que Hermione diga nada, Severus la besó.
Cerró los ojos, sin aliento y la besó y besó y besó por largo tiempo, lento, suave y apretado, ambos sabores en la lengua del otro dejándose ir a donde fuese con el danzar y la lucha del músculo más irresistible del cuerpo, el aire se iba por unos instantes y los jadeos de placer empezaban a subir una rayita, tanto que se notaba en ambos uno suave y el otro ronco.
Hermione le acariciaba la nuca con sus dedos mientras la boca del mago subía y bajaba de sus labios a su cuello.
-Ah, vayamos a… La… La cama -indicó Granger con suave y deseosa voz.
Ella se soltó para caminar sobre su cama sin soltar la grande mano de su profesor.
Lo guiaba a más
¡Merlín, es demasiado rápido! Se dijo Snape.
¿Para qué esperar? Se acusaban ellos mismo y después de golpe, dejaban de pensar.
Severus se arrodilló en la cama y se dejó caer sobre ella quien lo llegó a alcanzar de la solapa para atraerlo a su joven y antojable boca, hasta que ambos quedaron acostados pegado al otro para seguir con otra ronda de caricias subidas de tono y besos de posesión.
Besos de más, besos con ganas de no acabar pronto, besos que se acompañaban con imaginación y pensamientos, la duda no estaba más, el otro seguía y quería continuar.
Las manos grandes del mago se daban permiso para tocar su cintura mientras estaba levemente de lado, le besaba el cuello a la chica y sentía que podía explotar al escucharla en esos constantes, sutiles y hermosos:
-Ah -la joven susurraba aunque los tonos parecían subir, incluso cuando sólo intentaba respirar.
-Mh -suspiró el mago como en aviso de que ya no iba a parar. Una última advertencia de peligro, un último “Detenme ya”
Pero no sucedió,
Cuando él incrementaba el deseo y se dejaba llevar, ella, la joven Gryffindor lo igualaba y le dejaba sin aliento, lo apretaba a ella con su grácil cuerpo, sus brazos delicados y sus manos los cuales se perdían el levita, en el cuello y nuca del mago.
¡Ya no puedo más, Merlín! Él ya no luchaba con la acusación. Era ella, era ella quien me tenía así. Confesó
Ella sentía algo tan fuerte en el cuerpo, tan sólo porque era él. Sentía culpa, se repetía que el hombre era prohibido, tanto tiempo su enemigo y ahora le acariciaba la piel, sí, en cada toque y sus manos calientes le hacían sentir toneladas de inimaginable placer, le quemaba pero le hacía tanto bien.
Sus dedos masculinos cuidadosos parecían meterse debajo de la tela de su blusa cuando la sostenía de la cintura pero no, era su imaginación, él no se iba a desviar o insinuar algo tan pronto, de hecho le esperaba a ella.
-Sí… -ella soltó por inercia. Se adelantó al pensamiento del mayor. Por primera vez ella le ordenaba qué hacer, aquello era estimulante y hermoso ¿Cómo podía ser que le obedeciera y se quedara callado? -me atraes mucho… -confesó-, De maneras que no creía existían en una mujer.
Snape tenía la mirada ensombrecida, no quería charlar pero escucharla le llenó de ternura y aumentó su lívido.
-Puedo notar tu sinceridad -susurró en conquista-, y yo no puedo negar que me pasa lo mismo, Granger.
Él subió su mano derecha para empezar a desabotonarse la levita pero la mujercita no le dejó.
-Hazlo sin tus manos -la voz de el lo rodeó, sus ojos estaban cerrados y él la veía disfrutar de sus manos.
-¿Sin mis manos? ¿Te quito la ropa con magia? -participó agitado. Fue lo único que se le ocurrió.
-Como sólo puede hacerlo un Slytherin.
Eso último que escuchó de ella lo golpeó con placer en el vientre.
Ella le incitaba y él sólo quería obedecer.
¡Granger, Granger, Granger!
La ropa de ambos parecía desaparecer mientras se besaban en la cama hasta que de un instante a otro él se congeló.
El pocionista pensó en las veces que se besaba con esas otras mujeres donde no pasó más allá de sus cuellos y entonces como si su mente fuera borrada por una tibia, cálida y segura manta de luz, absolutamente todo se esfumó.
-Mh, Granger… Si no paramos no podrá detenerme después -esas palabras salieron entre sus dientes apretados con franqueza, con ese tono ronco y ansioso mientras acariciaba con sus labios el cuello de ella, le besaba lento con húmedas marcas, ajustaba a la chica a su cuerpo.
Quería devorarle la piel.
Su grande mano izquierda le sujetaba el rostro con delicadeza, sus codos eran soportes para no aplastar su bello cuerpo con él.
-Ah, estás caliente -ella soltó con torpeza entre jadeos y anhelado deseo.
-Mucho -no quería decir más así que se deslizó por su pecho probando con cuidado mientras la hacía cerrar los ojos y jadear.
La piel de ella era suave, olía a dulce como pulpa de pera pero de carácter fuerte y duradero como el musk. Snape empezó a darle placer y lo veía, veía su rostro, que le gustaba a su compañera. Llegó a sus clavículas y luego a sus pechos con la humedad de su boca y sus labios delgados y fríos, estaba frío como el hielo del rostro aunque las venas de sus sienes empezaban a inflamarse.
Siguió hasta sentir con el mentón la cúspide rosada de su izquierda donde se detuvo para darle la correcta atención. Acertó, Hermione empezó a gemir primero con los labios apretados más fuerte cuando la sostenía en caricias constantes de su lengua, toda su boca y huellas húmedas que marcaban un segundo su piel.
-Ah, eres tan sutil y maravilloso -jadeó esas palabras enloquecida en las manos y boca del mayor.
Siguió sin límite aún más abajo, por su vientre y ombligo hasta llegar a su pubis, un lugar delicado para adoración.
Ella sabía lo que venía aunque no había experimentado nada parecido con Ron.
¡Merlín, Severus!
Snape se hizo en medio de sus piernas para bajar a acariciar lo que ahora veía mientras ella se sostenía con las manos en sus cabellos negros, sus ojos cerrados. La jovencita se movía al no resistir más, él sabía que hacer en ese precioso lugar.
Acercó su boca maravillado y perdido en sus pensamientos y no paró hasta que ella le empujó el rostro para detenerlo, temblando y gimiendo su apellido paterno.
Snape, ha Snape, un mago…
No sólo le arrancó uno o dos sino tres enormes montañas de placer y justo en el último acabose se acomodó sobre ella justo para ampliar su aterciopelada piel, unir su dotado ser para pasar el límite que le permitía aquella joven.
Ambos en susurros mostraron lo que él primer contacto les hizo al apenas unirse y qué decir cuando él se hundió con mucha dificultad en lo más tibio e íntimo de su delicado ser.
Había llenado ese esbelto cuerpo tibio, cada pequeño espacio con él.
Él mago se acomodó mejor sobre ella para darle libertad de que haga, él él daba vaivenes precisos con enormes caricias, la besaba al hacerla hacia delante mientras se fundía en ella y jadeaba cuando podía salir un poco para seguir constante en su tarea.
Estaba perdido, perdido en ella y la joven no quería dejarlo ir a ningún lado porque su voz, esa voz disfrutando de él lo encadenaba, le gustaba a Snape cómo ella le pedía y le hablaba por su nombre, le gustaba su estar dispuesta, su entregarse, el disfrutar de sus cejas y su ceño fruncido juvenil de placer, le encantaba los labios de ella apretados y sus jadeos de gusto.
Vio cómo ella se arqueó dejándose ir otra vez y tocando su cuerpo con desesperación.
Hubo un instante en que pudo ver el placer de ella con atención y al parecer lágrimas salir de sus ojos apretados y cafés, rogaba a Morgana que no fuera por dolor.
Hasta que el concierto empezó, un crescendo armonioso de ambos, un dueto perfecto, no pudo evitarlo, esa estudiante pensaba, jadeaba sin control y veía en su cabeza a un
Snape intenso, nada tímido tan precioso y sabio que su corazón se aceleró y desapareció.
-Ahh -suspiró-, oh más… sigue, sigue -le alentó al sentir que venía otro temblor arrebatado otro premio difícil de creer-, más rápido, Severus, rápido, profesor -exigió loca por él, en las últimas palabras. Èl se acomodó mejor y expuso el sonido de los dos, constante, húmedo y inflamado.
Hermione lo atrapó con sus piernas por encima de sus caderas acomodándose mejor para alzar más su pelvis y conseguir que él sea más profundo y apretado lo que arrancó al mayor un concierto de roncos quejidos apretados en su boca mientras la besaba y apretaba contra la cama.
-Ah Merlín… Un abrazo… -soltó eso no sólo porque le gustaba sino porque era más difícil para resistir, ella ya le apretujaba tanto pero ahora era peor.
Y entonces ella perdió la razón, el tiempo, el espacio a su alrededor, era él y ella nada más existía en su cabeza, sólo nubes oscuras, tormenta eléctrica y un estruendo de monzón. El horizonte a silueta de montañas cuando en esas bellas mañanas salía el sol para abrigar el cuerpo entero.
Snape era eso para ella, cada precipitación duradera, lo tenía consigo, sólo para ella.
Los éxtasis que habían invadido su cuerpo fueron conmovedores pero ese, él la tocó a la perfección hasta el final sólo porque estaban unidos al fin, y aquello era maravillosamente inesperado.
El pocionista aguantó todo lo que pudo sintiendo como su sangre le invadía la cabeza y esos espasmos de ella bajo sus manos sólo provocaban que él sea más ágil en la acción.
Snape la besó, no sabía qué decir, sólo la besó y siguió sin detenerse hasta que también le atrapó la misma corriente. Sujetó los labios de ella un par de segundos pero cuando ya no pudo más, cerró los párpados y sus dientes se clavaron en el hombro de la menor no para hacer daño sino porque era el sentimiento más fuerte e intenso que le había poseído al hacer alguna otra vez, el amor.
Todo era tan indescriptible.
*
Entre jadeos y aún en un vaivén lento del cuerpo del mayor, sin sentir nada más que sus corazones alterados por la invasión del orgasmo, se encontraron otra vez con besos largos y cariñosos como si ya se hubieran acostado desde un tiempo largo y anterior.
Ella rodó sobre él sin permiso de nadie, sólo en atrevimiento y le besó lento para dejarse otra vez aplastar con caricias en la cama por el profesor quien le ganaba en altura y peso.
Ella se hizo a un lado de la cama e intentó recuperarse lo más rápido que el tiempo le dejaba pero su corazón no se detuvo rápido y menos su respiración.
Él se vio igual en su lugar, desnudo debajo de las sábanas viendo su silueta y espalda, preguntándose ¿Ahora qué? Siguió ¿Querrá que me acomode detrás de ella y le abrace por su delgada cintura?
-Hazlo -dijo en jadeos, sonrió al leer un poco al mayor viendo hacia la pared, vio poco lo que él le dejó por estar distraído y agitado -, sí quiero que me abraces.
Él la abrazó y hundió su rostro en la nuca de la estudiante para recuperar poco a poco y lento un descanso íntimo y momentáneo después del placer.
***
Sus ojos estaban cerrados pero no dormían sino que pensaban en el otro, lo que dirían ahora que había ocurrido algo que no se planeó.
Ella salió de la cama de un momento a otro únicamente con la ropa interior inferior dejando ante él su cuerpo iluminado, una bella impresión que parecía bañada en oro. No tener fuerzas en el cuerpo era como alucinar y más en esa tenue luz amarilla que les rodeaba el cuerpo a su compañera.
-¿Dónde vas? -el mago suspiró, sonó curioso aunque ella pensaba que molesto, quizá por no decir más.
-Haré algo de beber, tengo sed ¿Tú no quieres té, Severus? -miró al mago tendido en toda su cama, tan largo como su lecho, vio sus ojos negros atentos y sus cejas en reclamo cuando le cuestionó, sonreía con prudencia y un poco de coquetería.
-Sí, está bien -soltó él.
Ella se quedó ahí frente a la pequeña chimenea, buscaba su atrio de piedra para colocar el caldero, era un objeto parecido a un horno pequeño, tarde se dio cuenta que tampoco sabía dónde había dejado su varita.
Severus vio todos sus movimiento ansioso al estar repentinamente preocupado por ella, se salió de la cama y caminó detrás hasta sorprenderla.
-¿Fuego? -apoyó sus manos en los hombros de esa mujer y luego se deslizó hasta su cintura con precisión sin ser atrevido para abrazarla.
A ella le gustó, le encantó que la toque así.
-Es que no… No sé… No recuerdo dónde dejé mi varita ¡Qué lío! -dijo despacio, casi en susurro, miró la chimenea y encima de su repisa, se quedó quieta para pensar.
-Mh -hizo el mago una voz ronca, como si pensara en una solución. Besó su hombro derecho expuesto y se inclinó.
Ella se dió cuenta que Snape llevaba puesto su ropa interior masculina color marrón.
El mago tomó el atrio de piedra, un objeto demasiado pesado para ella, metió pedazos de carbón en su interior al coger antes un poco de la chimenea. Alzó la vista para buscar y ver una cuchara de piedra colgada junto a dos tazas de jade, las tomó y caminó hasta el largo estante para poner en su palma dos bolsitas de tela después de destapar un pote de mármol color ocre. Caminó hasta la cama y buscó entre la sábana pero no encontró lo que buscaba así que se metió al baño y recogió con los dos recipientes un poco de agua que luego vertió en el caldero de metal.
-Gracias -dijo ella admirada de verlo ir y venir por ella, sostenía una sonrisa sutil.
Él asintió para regresar a la cama y con cuidado alzar las sábanas, una por una en revisión, en dobleces cuidadosos. Colocó una rodilla en la alfombra de rojos verdes y naranjas y así al fin ver dónde estaba su varita para sostenerla en su puño con poder.
Le apuntó a la joven sin mirar y colocó sobre ella una prenda blanca superior para cubrir sus pechos desnudos. Además lanzó una pequeña llama que avivó el fuego del caldero.
-Tienes que saber que no vine para esto -pensó que debía disculparse, Snape no podía con su genio.
-Lo sé -respondió tímida.
-Lo juro por Eileen Prince, Granger -la voz del mago le sorprendió a la chica sobre todo al escuchar el nombre de su madre por primera vez.
Ella no dijo nada, sólo le abrazó por la cintura y colocó su oreja en el pecho alto del mayor para escuchar su corazón.
Snape correspondió tarde con torpeza y hundió su rostro en el cuello de ella dejando pequeñas corrientes de aire caliente en su piel cada que aspiraba su perfume de mujer.
Hermione sintió cómo los orificios de su grande y recta nariz, crecía en cada inhalación. Ella aprovechaba a tocarle más incluso la cicatriz de su cuello, una enorme y quizá muy dolorosa herida.
-Lo sé, de verdad… Igual… No es que haya querido… Yo… -mordió sus labios-, sucedió y siento todo lo contrario del arrepentimiento. Me siento bien ¿Tú no? -fue segura y pausada.
Él la apretó a él.
-¿Entonces no querías, mh? -él se separó.
-Mh… Pienso que… Que no tengo que mentir… -tocaba la piel del hombre, sus cicatrices con las superficies de sus dedos, las de su espalda -, Al verte frente a mí en el muelle, empecé a imaginar… -le vio directo a sus ojos negros y él la besó.
Miró sus labios y ojos miel
-Lamento si fue atrevido, si todo esto es… -aún intentaba disculparse con seriedad pero porque se sentía temeroso de ser sorprendidos.
-No, no es, está todo bien, lo juro por Morgana -la voz suave de Granger intentaba hacer que se sienta tranquilo porque comprendía su situación ya que ella también estaba un poco preocupada no era como estar en Hogwarts o en un lugar para ellos, privado.
¿Por qué eran tan cortantes? Ninguno se preguntaba por qué.
Severus asintió.
-No es necesario jurar por nada -Se quedó viendo fijamente sus ojos café claro mientras ella se conectaba en el intercambio de miradas intensas.
El cuerpo del mago se acercó más y su mano izquierda le tocó la cintura a la chica, a su derecha porque estaban frente a frente.
***
Dos horas después se besaban ya vestidos y ordenados junto al otro en en el sofá, habían terminado de beber el té.
No decían nada, parecían mudos hasta que ella lo agarró de la mano derecha con la misma mano como saludo.
-Espera, no te vayas, quédate un instante más… -parecía que soltaba una voz deseosa pero en realidad estaba perdida en los besos del mago, quería más, se sentía muy bien estar cerca a él y tenerlo consigo apretados mientras se besaban con ternura y suavidad, gracias a él que se frenaba a pesar de haberla conocido horas antes, era de verdad la mejor experiencia de su vida en esos asuntos, además la sensación satisfactoria no era sólo de sangre o nervios o físico, era algo más allá de lo que podían explicar.
-No, no hagas eso… -se refería al tono de ruego. Snape no podía resistirse ¿Cómo podría con esa linda mujer?
-Vamos, quédate a dormir conmigo, luego puedes irte en la mañana -explicó con calma.
Snape suspiraba en los labios de la joven estudiante, nunca había cedido a algo así, nunca se había sentido tan débil.
-Tengo que irme, Hermione. Un castillo no evitará que me acerque otra vez… Lo prometo.
Hermione se apretó a él y lo abrazó por el cuello, todo su cuerpo apretado en el frente de él mientras lo rodeaba con sus brazos, empinada, y lo besaba con pasión.
Snape la sostenía de la cintura sin propasarse y no la alejaba sino que la apretujaba también.
A ambos el corazón les latía como loco, inexpertos, como si fuera su primera vez en caricias así.
*
Al llegar las dieciocho horas la besó por última vez antes de salir de la habitación apresurado porque la hora del último embarque en el muelle que regresaba estaba a punto de dejarlo.
Antes de eso le dejó un traslador en la habitación sin que ella se diera cuenta.
Cruzó el primer pasillo con un poco de frío, sus cabellos estaban húmedos.
Y entonces, cuando quiso respirar con normalidad, ya que antes parecía que lo ocurrido no le dejaba y contenía el aire, fue sorprendido por un alto director.
Miró recto intentando estar sobrio, sin exponer lo que había hecho.
-Buenas tardes Karkarov -fue altivo y correcto.
-Buenas tardes, profesor Snape.
Algunos jóvenes de Durmstrang que escoltaban a su director rodearon al mago con cuidado y posaron su mirada acusadora en él.
¿Le iban a preguntar con quién estaba y por qué el rubor en su rostro al exponer un leve enojo?
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“El hombre arruinado lee su condición en los ojos de los demás con tanta rapidez que él mismo siente su caída” – Shakespeare.
*Las personas tienden a proyectar en los demás su propio estado y a interpretar los sucesos de manera coincidente con dicha proyección.
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