¡Estamos Atrapados! Capítulo IV Lado Muggle 📻🎙️

Las horas transcurrían en ese castillo como en cualquier otro lugar del mundo en el verano sin embargo era curioso cuando se tomaba un poco de tiempo el cual últimamente parecía sobrar. Los minuteros de un reloj enorme corrían más rápido, los tic, tac y tocs sin alguien más al rededor sonaban altos, apresurados, atractivos, y misteriosos en la sala de menesteres.

A veces, este hombre de negro observaba unicamente pero otras veces le gustaba tocar.

¿Cómo no hacerlo? Es que en su minusioso trabajo, las superficies y texturas parecían darle alguna que otra impregnada energía, algo quizá simple y comparado con conocimiento.

Le llamaba la atención todo lo que no había visto antes o había visto sólo una vez posiblemente al haber confiscado de un aula o de una de las casas en Hogwarts.

¿Cómo ocurría?
fácil, un niño o adolescente daba aviso y los rumores de objetos indebidos llegaban a su oído. Aún era divertido para sus casi cuarenta años de edad, castigar a niños insolentes y provocar expulsiones, no había necesidad de perder las costumbres ya que había dejado de seguir a mortífagos, por eso algo tenía que  cubrir sus ganas de maleficios los cuales tenían ganas de salir de la punta de su varita porque su muñeca izquierda le ardía.

Mientras daba pasos en esa enorme sala, entre altos montones de objetos, pensaba en la alumna más insolente que había tenido durante su corta vida como profesor, ahí en esas nubes de experiencias y encuentros torpes muggles de ese pequeño carácter sabelotodo juvenil, recordó que en los ultimos tres años había confiscado en Gryffindor una maleta extraña de dos correas para colgar en la espalda.

Recordaba que dentro de esta maleta extraña y colorida habían casetes de grabaciones con “la voz” y además algunas canciones recientes, letras y ritmos poco llamativos mezclados con excelentes piezas musicales de autores clásicos como Bach o Vivaldi.

No quería quedarse con las ganas,
Al llegar a los objetos más recientes tomó su varita para hacer un accio y conseguir que el objeto que sólo era parte de su excelente memoria, ahora se materializara colgada entre los  largos dedos fuertes de su mano izquierda.

Caminó recto hasta una mesa cercana con el objeto que aparentemente tenía un peso mayor al que recordaba, lo colocó casi con una exagerada ceremonia de orden y fue sacando uno a uno para ordenar en fila.

Se reveló delante de sus ojos, no sólo casetes de música y grabaciones sino también tres libros que pertenecían a la biblioteca de Londres, un par de guantes rosas, un reproductor de cintas pequeño y una pluma de tinta muggle color azul.

Por largos minutos estudió los objetos, hizo funcionar el reproductor de casetes con su magia de una manera tan rápida y fácil que le pudo haber hecho creer a otro que el acto no necesitaba mucho esfuerzo.
Su rostro era creído, altivo, observaba con minuciosidad, sus cejas fruncidas y sus labios apretados denotaba seguridad.

¡Qué antipático!
Podían gritar muchos en ese instante cuando de repente alzó la ceja derecha y empezó a escuchar la letra de esa canción después de activar con su magia, el reproductor.

Oye,
Lo que tengo que decir
No puedo ya seguir viviendo así
Oye (uhum), llora mi canción 🎶
Preciso tu atención, debes oír
Hoy no sé quién soy ni sé dónde voy
Encontrarme hoy es mi misión
De tu prisión, por fin ya soy libre

[Chorus:]Oye…
Esto no tiene salida
Ya nada sirve que digas
Hoy tengo que escapar
Yo tengo que escuchar, a mi corazón
Oye…
Buscaré mi propria luz
No seas insensible
Soy más de lo que fui por ti
Tomaré valor, voy a por ti
Yo tengo que encontrar, mi voz 🎶

—Interesante letra… —soltó el adulto en susurro mientras escuchaba con atención.

Nunca quisiste que me fuera a volar
Callé mi identidad, que gran error
Hoy grito no tengo más temor
Hoy tu alumna te dice adiós
De tu prisión, por fin ya soy, libre 🎶

—¡Terrible, es suficiente!.. No quiero saber a quién se lo decía —apagó de golpe el reproductor apretando un botón con un cuadrado pintado de negro en el cual significaba stop.

Tomó los libros entre sus manos y se dispuso a llevarlos a su sitio esa misma tarde, acusando en el transcurso del viaje a esa ex alumna suya, le acusaba en un tono creído y conflictivo, ser una acostumbrada ladroncilla inteligente.

Sin embargo ese hombre no sabía dos cositas; Uno que ella no lo había Hurtado libros para esa o cualquier otra biblioteca al menos en los últimos cuatro años, y Dos, que se la iba a encontrar por pura casualidad ese mismo día.

*

Se salió de Hogwarts sin permiso, bueno, él estaba de vacaciones forzados por dos semanas.

Llegó a la fila exacta de donde eran los libros y se dispuso a buscar por numeración el lugar correcto.

—Ey, profesor ¿Usted aquí? —su voz femenina conocida lo golpeó por la espalda mientras miraba en lo alto de los largos estantes.

Snape giró sobre sus tobillos y dijo aburrido:

—¿Granger? Pensé que estaba en Noruega.

—No, de hecho tengo dos días porque quería averiguar el paradero de mis padres además de ordenarles la casa. Retomaré el viaje a Durmstrang de todas maneras —sonreía, la joven le sonreía relajada y en confianza como si tuvieran una relación de amistad antigua—, ¿Y qué lo trae por aquí?

—Tres libro robados e introducidos a Hogwarts por usted con ilegalidad —alzó uno de los libros el cual sacó de su amplio bolsillo en su capa negra.

—Vaya, lamento decir que esta vez se ha equivocado, profesor. Yo no he tomado esos libros. El día que me quitó la mochila se llevó también objetos de algunos chicos.

—¿Está segura? —se acercó a ella para desafiar —¿Qué me dice de las grabaciones con su voz?

La chica pintó su mejillas con rosa encendido.

—Claro que sí, que me parta un rayo si es que miento, no robé los libros sin embargo las grabaciones sí las hice yo.

Snape miró el impresionante techo de la biblioteca como si esperara la pronta explosión en ese increíble evento eléctrico para tocar la cabeza castaña de la alumna.

—¡Ay sí! Como si eso pasara —Hermione lo acusó de exagerado con la mirada y una sutil voz amigable.

Snape hizo una mueca de que no había por qué dudar, una mueca de lado junto al levantar de su ceja derecha en espera de una refutación razonable.

—Mh, bueno —fue lo único que soltó el mago, tendré que creerle, señorita Granger —pronunció exagerado.

Hermione se armó de valor para ofrecer una salida de dos.

—¿Quiere venir a tomar un café después de que entregue esos libros a la biblioteca y me devuelva las cintas de grabación?

Snape negó y respondió lo contrario.

—Usted vendrá a tomar té conmigo sin embargo no le daré las cintas —le explicó pausado y autoritario mientras el rostro de ella se veía divertido, relajado—, fueron confiscadas con justicia por su servidor.

—Já, el profesor más dulce —susurró para ella.

—¿Qué dijo? —Snape pareció escuchar algo raro.

—Dije —habló lento, imitaba su voz—, que lo que el profesor diga.

—Mh —soltó cuando empezó a caminar en la misma dirección que veía para salir del largo pasillo.

Lanzó los libros hacia atrás por encima de su cabeza y mágicamente empezaron a volar hasta entrar uno a uno en el lugar correspondiente. Uno de ellos hasta se despidió de la chica, al menos esa impresión le dio a ella.

Hermione siguió sus pasos apresurada para alcanzar al mayor en el principio del largo pasillo.

—¿Vamos a ir ahora? Yo acabo de llegar… Quería leer un par de revistas de la hemeroteca… —decía al seguirlo y empezar a estar agitada.

—Olvide eso, será más tarde, no tengo mucho tiempo —era mentira, tenía todo el tiempo del mundo porque estaba sin vacaciones y sin Voldemort.

*

Granger se vio sorprendida al ver el lugar donde el hombre la había guiado, una calle amplia, iluminada por rayos solares en plena tarde, amarillos intensos y un precioso cielo azul.

Podía darse cuenta que esas mesitas ahí cerca de los locales sobre el suelo adoquinado eran de los locales frente a ellos.

Snape la invitó a sentarse de forma respetuosa con elegancia de su mano izquierda mientras su otra, sostenía la silla.

—Qué sorpresa, profesor.

—Ahí vamos de nuevo Granger —soltó como aburrido.

El mago se hizo frente a ella y al acomodarse para sentarse, en el preciso instante donde la tela de su levita tocó el respaldar de su silla, ambos se trasladaron a un lugar subterráneo e iluminado por al parecer luces de emergencia rústicas con aceite. Otras mesas estaban a su lado sin embargo no habían muchos magos al rededor.

La chica sintió un desvarío por el impresionante cambio y esa forma en que sintió como si hubieran caído en un hoyo profundo.

—Esto no me lo esperaba —tocaba la superficie de mesa con nerviosismo—, aunque con usted no se sabe… Me he preocupado rápidamente por las personas que elijan la misma mesa y no tengan magia. Bueno, le cae mejor este ambiente que estar debajo del sol, no vaya ser que se queme, profesor.

Snape rodó los ojos mientras cruzaba los brazos erguido acomodado con firmeza en su silla.

—Primero, la mesa sólo pueden verla los magos que conocen este local de té. Segundo, usted casi siempre no se espera nada, y tercero, no soy un vampiro si eso quiso lanzar con cizaña.

Hermione se ruborizó como tonta, no sabía por qué el mago le causaba esos colores, quizá quería reírse en su cara pero se aguantaba y eso ocasionaba una repentina subida de presión que pintaba sus mejillas y frente.

Por otro lado Snape no se perdía el espectáculo, buen augurio para sus sospechas porque no le había pasado antes con otra mujer, esa joven Gryffindor delante de él no había hecho objeción en la rara invitación que le hizo, además había incrementado sus sonrisas y la confianza con él como si en un instante algo que les impedía acercarse en una relación fraternal, de inmediato se hubiera caído como fortaleza atacada por un numeroso batallón.

Bueno, el mayor reconocía que el noventa y cinco de las razones de no acercarse a sus alumnos, como lo hacía Lupin o Dumbledore, las había provocado él pero se justificaba diciendo que puso delante siempre la disciplina.

—No pensé que era un vampiro, yo me refería al sol y su piel cetrina —soltó tímida.

—Mh hum, ya no quiera arreglar su chiste —llamó a un mesero cercano con un gesto de su mano izquierda.

El jovencito no les dio carta sino que hizo aparecer una tetera de vajilla fina sobre un recipiente de piedra frente a sus ojos y al lado de este dos tazas del mismo diseño con sus respectivos platos tendidos y pequeños.

—Ñomy, té londinense, me encanta —la joven se entusiasmó

Snape agitó su varita y de inmediato el pico de la tetera se estiró para poner un poco en cada taza como si fuera una trompa de elefante con vida.

Wow, maravilloso. Se dijo la chica en la mente.

Severus tenía ganas de preguntar, quería ser directo pero también tenía temor ya que ni si quiera él sabía qué quería con exactitud, qué podía lograr al sacar alguna cuestión.

—¿Cuándo parte su tren? —fue serio e inexpresivo.

—Creo que eso ya se lo dije —Hermione estaba suelta de respuestas y parecía que a veces se le iba la mano.

—¿Cree?

—Sí, Severus —la chica soltó eso a propósito, quería ver la reacción del mayor.

Snape quien tomaba su té, distraído giró sus ojos rápido hacia ella en acusación. Bajó la taza para colocarla sobre su plato, limpió sus labios de forma rápida con un pañuelo cercano y preguntó:

—¿Severus? —fue lo único que se le ocurrió.

—¿Ese es su nombre, no? —dijo con cuidado, con una voz prudente y dulce y sus ojos café iluminados por la lámpara sobre sus cabezas en el ambiente oscuro del rededor.

—Así es —Snape estiró la tela de su levita por la cintura.

—Es un buen nombre… —fue interrumpida por el mesero justo cuando le iba a pedir permiso para tutearlo.

—Lo siento, su joven acompañante ha dejado caer su bolso al suelo —el mesero le señaló a Snape la bolsa junto a la silla que usaba la jovencita.

¿Qué te pasa, Hermione, qué buscas en él? Se acusó en la cabeza por casi ser imprudente con él.

Snape hizo magia para colgar el bolso sobre una de las esquinas de su propia silla.

El mayor esperó que el mesero se vaya para responder como si le hubiera leído la mente.

—Usted y sus compañeros pueden llamarme por mi nombre siempre y cuando sea sin faltas de respeto… Porque si bien es cierto que sigo siendo su profesor, ya no lo soy con título oficial.

La chica le sonrió y asintió.

***

Después del té, al subir a la calle de donde habían bajado, el sol casi empezaba a caer y lo hacían con apuro.

—Gracias, Profesor, pensé que no vería a nadie antes de irme a Noruega y ahora he podido tener el privilegio de acompañarlo —miró a un lado y resopló con melancolía—, extrañaré el castillo, extrañaré estar acompañada todo el tiempo.

—Concentre sus fuerzas en estudiar y no necesitará compañía de nadie.

—No, profesor, recuerde que las personas somos distintas, usted por ejemplo parece anhelar estar solo cada día al despertar —vio sus ojos negros atentos a lo que seguía con un rostro amigable e iluminado en confianza—, en cambio yo sola no sé qué hacer a veces.

Snape bufó.

—Tan débil como todos los Gryffindor, Granger.

—Usted sabe que eso es mentira —la chica abrió la boca en sorpresa y se atrevió a tocar el pecho del hombre el cual no se movió. No retrocedió el rostro al verse cerca de ella y de su imprudente movimiento.

Lo tocó porque sus ropas olían, olían a un aroma llamativo que había percibido antes aunque no recordaba con quién.
Al averiguar, su investigación sobrepasó la razón de saber que ese hombre era el pocionista más introvertido de todo Reino Unido el cual podía derretirse si alguien lo cogía sobre su levita o tocaba sus botones por error.

Hasta se hizo un silencio de segundos porque ella no supo qué hacer más que mirar un brusco alejarse o una mueca de desagrado pero no, el hombre frente a ella con la manos detrás de su espalda no se movió.

Ahí, sus sospechas de que quizá le  gustaba a su profesor crecieron como corriendo hacia arriba en una pendiente. La situación tuvo un remate cuando Snape hizo una venia de cabeza al encontrar el pasaje a para desaparecer y llegar al castillo, este los rodeó repentinamente a ambos en la mitad del estrecho callejón.

Snape tomó el rostro de ella y la besó para luego esfumarse como el humo negro de un cigarro mágico.

Granger casi pudo perder la respiración, por el beso y por oler mejor el aroma del individuo.

Me besó. Se dijo la chica atónita. En la mejilla… Y ahora desapareció, me ha dejado sola con más preguntas. ¿Qué está pasando aquí, Merlín?

_____________________________________________________________

“Podría estar encerrado en una cáscara de nuez y sentirme rey de un espacio infinito” – Shakespeare

Pequeño fragmento de Hamlet. En ocasiones, la libertad es producto de nuestra psique.

.
.
.
.
.
Cap omitido por revelaciones indiscretas.

¿Te gustó el capítulo?

0 / 5

Tu calificación:

Suscribirse
Notificar de
guest

0 Comments
Comentarios en línea
Ver todos los comentarios