Las barrigas empezaban a rugir de hambre, había transcurrido cerca de una hora y media.
Draco se acercó a su padrino con mucho cuidado y se quejó como antes, pero en esas situaciones inusuales cuando Snape iba a su casa y por algún motivo lo veía a él como un jovencito talentoso al tener tan sólo siete años de edad ya que sus padres salían constantemente, sumado a que los empleados de Malfoy lo dejaban hacer y deshacer siendo un niño.
—Profesor ¿No tendrá algo de comer? Morimos de hambre. Quizá algunas zanahorias.
Snape le atacó con la mirada y juzgó esa forma de hablar exagerada en expresión de mendigo.
—No —fue rotundo.
¿Acaso tengo cara de señora verdulera? Pensó el mago.
—¿Los almacenes de alimentos no estaban aquí en las Mazmorras? Tenía entendido que sí por lo frío que es ¿Sabes dónde están? —explicó Malfoy.
Snape alzó una ceja y después de unos segundos asintió.
—Vaya a buscarlos, deben estar al fondo del pasillo largo —ordenó con autoridad—, que los demás jóvenes varones lo sigan, a ver si así me dejan en paz un instante. Ah, y tenga cuidado porque el agua ya debe haber llegado ahí.
Draco hizo gesto de alegría cerrando el puño de su mano derecha como si hubiera descubierto la solución a la hambruna mundial.
—Ah, señor, me olvidaba ¿Dónde dormiremos? ¿Será seguro quedarnos aquí?
—Vayan al lado sur a dormir —Snape no perdía el ceño serio y fastidiado.
Draco pensó un instante y puso sus manos en la cintura.
—¿Qué, eso no está inundado? —Malfoy cuestionó asustado.
—Ah sí, lo olvidé —apretó las palabras entre dientes —ustedes sabrán dónde ¿No quieren cobijas también? —el sarcasmo del mago era claro.
Draco no entendía su juego así que respondió.
—Sí por favor, necesitamos algunas cobijas por lo menos para las chicas, gracias señor.
Snape miró aburrido la cabeza del rubio, sus ojos y su forma de pronunciar el inglés, después miró un instante a las jovencitas las cuales rodeaban a Potter como si fuera un ídolo de oro, giró un poco a la izquierda y entonces se chocó con la Prefecta de Gryffindor quien en ese momento intentaba estirar lo más que podía las mangas de su suéter porque sus manos quizá se encontraban congeladas.
El mago asintió dándole la razón a Malfoy sin embargo al reconocer lo molesto que era el trabajo extra, rendido pensó en abrir el armario del fondo y buscar cosas que sirvan como mantas o cobijas en utilidad de las estudiantes, que ellas pudieran guarecerse hasta el amanecer a primera hora donde siempre bajaba el señor Argus.
Snape a pesar de escribir sin parar sobre su mesa, no perdía de vista al rubio y su forma educada de acercarse para pedir a Potter y secuaces que lo acompañen a traer comida. Él le había sugerido que avisara a los jovencito pero el grupo entero potterlovers lo siguió dejando a la chica Granger sola y cerca de su escritorio.
Observó unos instantes a esa jovencita atento a sus gestos y movimientos hasta contemplar una repentina quietud y su mirada perdida en el suelo del salón. Sintió curiosidad tanto como interesarse a formar una pregunta aunque muy en el fondo se decía que no debía importarle.
—¿En qué piensa, Granger? —soltó eso más como si hubiera sido por mecanismo interno de vigía.
—Mh, realmente intentaba concentrarme en calentar mi cuerpo y también quería construir una fogata usando uno de los calderos grandes de la esquina —señaló—, ahí hay unos maderos así que podríamos utilizarlos y luego reponerlos ¿Qué le parece? —se refugiaba haciéndose más pequeña por el fresco.
Snape asintió con una seña de su brazo y mano como si hubiera dado visto bueno a que lo haga.
La chica se puso de pie, caminó hasta los objetos y se dispuso a hacer tal como lo había planeado, con magia empujó mesas y sillas al mismo tiempo impresionando a Snape por su tremenda y detallista habilidad mágica ahora había más espacio cerca del atrio del salón con esos movimientos y orden.
Hermione regresó a su sitio y se sentó.
—Bien, ahora dejemos que arda un instante, el material se calentará y durará al menos algunas horas —se refería al gran caldero.
Snape negó despacio sin dejar de verla a los ojos.
—Este lugar es frío aún con un caldero encendido sin embargo es buena idea si acerca su persona un poco más a este.
—Sí, tiene razón, en las clases el frío no cambia aún con varios calderos, el salón de pociones es más pequeño de tamaño y eso también ayuda a mantener el calor sin embargo este es más amplio.
Snape se puso de pie al ver cómo ella seguía jalándose las mangas del suéter, se le ocurrió ir hacia ella, quitarse la capa con elegancia y se la entregó sin mostrar alguna emoción en sus ojos.
—Tome, estoy seguro que el frío no se irá —la seriedad de su rostro le hizo sentir extraño a esa jovencita, sobre todo confundida.
No se calló, sí se aguantó muchos segundos de decir lo que estaba ahí en su mente pero la curiosidad de saber por qué ¿Por qué se portaba bien con ella desde ese día que la lluvia los mojó? Era monumentalmente mayor.
Era un acto bueno sí, raro al extremo, y que no pensó obtendría de él, de cuialquiera sí pero no de él.
—Profesor, no entiendo…
Él regresó frente a su silla y se sentó, de inmediato siguió en lo que hacía al tomar su pluma y remojar la punta dentro de la tinta, escribía con fluidez.
—¿Qué no entiende? —preguntó desinteresado.
—Su capa… Es que… ¿Por qué me la da? —sentía que el estómago se le revolvía por los nervios.
—Porque tiene frío ¿No es así? —No la miró, siguió. Preguntó al final porque quiso asegurarse de su impresión.
Se detuvo de mover su muñeca e imprimir letras en el papel, la miró y le exigió una respuesta.
Ella asintió.
—Ah, sí… Pero ¿Por qué?
Snape frunció el ceño, por supuesto estaba seguro de la respuesta.
—¿Por qué tiene frío?… —suspiró—. La temperatura corporal normal cambia según la persona, la edad, las actividades y el momento del día. La temperatura corporal normal promedio aceptada es generalmente de treinta y siete centígrados. Algunos estudios han mostrado que la temperatura corporal “normal” puede tener un amplio rango que va desde los treinta y seis punto un centígrados hasta los treinta y siete punto dos. Este ambiente es frío, siempre se mantiene por debajo de siete grados centígrados incluso en verano. Razón por la que el cuerpo empieza a enfriarse y la temperatura del individuo baja más rápido por donde la piel está expuesta, esas causas externas explican el frío. Si usted estuviera en un ambiente de treinta grados centígrados por ejemplo, empezaría a sudar aunque alguna otra actividad también provocaría lo mismo.
La chica apretó los párpados con curiosidad.
—Ah sí ¿Qué otra actividad? —Cruzó los brazos junto a algunos pasos que dio hasta Snape, acusándolo de insinuar algo escondido.
—Correr —hizo un amago para explicar con las manos, tomó su pluma y siguió en lo suyo otra vez.
Hermione ya se había puesto su capa. Se sintió bien, estaba caliente y por su puesto que era placenteramente cómoda por lo gruesa y por ese olor impregnado de los perfumes de Snape, un olor sutil y varonil que la hizo sentir segura.
—Usted sabe que no me refería a esa explicación, que por cierto fue muy acertada e inteligente, señor —se frenó en tono porque no quería ser imprudente—, Yo me refería a lo otro…
—Mh, Gracias… —presumió creído y no paró de escribir, sólo se concentró en el halago.
La chica llegó hasta estar a medio paso de él, colocó ambas manos sobre la superficie del escritorio con intensión de ser más clara y se atrevió a insistir desde la izquierda del mago.
—Me refería a que si había algún motivo por el cual se porta así conmigo. Lo puedo creer de cualquiera menos de usted.
—¿Qué no cree de mí? ¿Piensa que siempre soy profesor de mocosos que no prestan atención, que gritan y gruñen como salvajes en el salón?
—No, yo sé que debe haber otras circunstancias en su día y por lo que veo, portarse como un caballero es una de esas cualidades suyas bien escondidas que no sabía —remarcó sus palabras en “Bien escondidas”, no quería hacer enojar al mago pero esa fue su impresión —es agradable el gesto y usted normalmente no lo es.
Snape se levantó de golpe asustando a la chica, se hizo frente a ella y estiró su mano para exigir.
—¡Deme mi capa, ahora! —indicó pausado y enérgico.
—No —se envalentó como sólo ella sabía— usted me la dio, ahora es mía.
Snape cedió rápido, le dio la espalda y se fue sujetando sus manos en la espalda. Caminó sin dejar de pensar qué hacer hasta el fondo del aula donde estaba el armario. No pensaba en la chica ni si quiera en sus palabras. Ahí al abrir la puerta confirmó que había recordado bien, las cortinas viejas de color negro que se usaban para tapar algunos ventanales del castillo se conservaron bien.
¡Aquí están, muy bien! Se felicitó por acordarse.
Agitó su varita en majestuosa habilidad que sacudió el polvo con movimientos ondulantes en el aire, hizo que la tela toque el suelo lo más tendida y estirada posible y sobre este dobló la tela hasta en seis partes otras dos con lo que ahora podían taparse los jóvenes estudiantes.
Al terminar eso recién refutó a Granger.
—Bien, no importa, luego la recuperaré —se refería a su capa.
Y la chica se extrañó, algunas cosas equivocadas pasaron por su cabeza porque esa actitud hacia ella tenía que tener un significado escondido.
Así que pensó en apretar al mago hasta conseguir una respuesta convincente y certera, no información de enciclopedia Muggle sino una sincera y transparente respuesta.
—Profesor —se acercó temerosa mientras este revisaba algunos pomos de vidrio grande con ingredientes —mientras más cerca más seguridad tomaba.
—¿Qué? —fue cortante, ahora quería portarse como un grosero. Snape estaba raro.
¡Cambiante sin duda Merlín! Se dijo en secreto. Pero a ella esa actitud no la iba a convencer.
—¿Puedo pedirle algo? —Hermione tuvo una idea.
—Claro… —Snape quería añadir algo grosero pero se aguantó.
—¿Me promete que si le digo no se va a enojar? —su voz fue segura como si tuviera confianza con él.
—Lo prometo por Salazar Slytherin —suspiró tocando los pomos. Ya estaba enojado ¿Cómo se iba a enojar más?
—Y ¿Lo que le pida hará?
Snape giró sobre sus tobillos para intentar concentrarse y ver en esa castaña cabeza algo que le advierta de esa jovencita pero se detuvo a esperar que ella se lo diga por eso preguntó:
—Depende ¿Qué quiere?
—Quiero dormir con usted, en su cama —tiró eso sin pena y sin culpas ya tenía un pie afuera del castillo, ya no podía hacer nada contra ella que pueda perjudicar sus notas —, no quiero dormir en el suelo y tampoco sola, además no me fío de los chicos por eso tiene que ser con usted.
Snape separó los labios, frunció el ceño escandalizado y su rostro cambió a indignación.
—¿Cómo se le ocurre? —de verdad se sorprendió por esa petición —¡Claro que no! —fue rotundo.
Ella pensaba que le diría que sí pero el mago dijo que no.
Así que sus sospechas murieron con esa respuesta, el mago de verdad se había portado como un caballero u otra posibilidad más grande era que lo había encontrado dos veces de buen humor.
Ella sospechaba que él hacía como los chicos que cuando querían algo de ella, empezaban a portarse bien e incluso a coquetear abiertamente.
Hermione pensó en coquetear no para conseguir nada de él como hombre sino para convencer. Sabía que el adulto la miraba como a una hija o sobrina o algo así.
—Profesor, nunca le he pedido nada. No quiero dormir en el suelo y menos cerca de Malfoy.
Snape recordó la actitud del joven alumno.
—No, a cualquier acción atrevida usted responda con un gran “No” y listo —explicó. ¡No voy a dormir con usted, señorita! —pronunció exagerado y lento al final. Siguió tocando sus pomos.
Hermione le dio algunos datos para que él acceda.
—No me muevo casi nada, a veces sólo agarro mi almohada y la abrazo muy fuerte imaginando que es uno de mis osos de felpa y otras veces me cubro hasta la cabeza pero ya casi no lo hago —enumeró con seriedad—, no ronco, no babeo, y además lo puedo cubrir con las cobijas si se destapa.
—No, simplemente no y no —intentó hacerla entender—, duermo semidesnudo, soy cariñoso si tengo compañía a mi lado —puntualizó—, y hablo de ese cariño que no la va a dejar dormir al menos un par de horas—le alzó una ceja—, recito dormido, ronco muy fuerte y sobre todo doy patadas de mula.
La chica sonrió por lo gracioso que sonaba todo eso, bueno menos eso de que era cariñoso porque sabía que era exagerado y de mentira.
—Venga, vamos, vamos a la cama —ella pensó que él había sido lo suficientemente amable con ella como para sentirse en confianza de llegar hasta él y tocarle una mano para jalar de él con cuidado.
Snape frunció el ceño y entre cerró los ojos sin decir nada. A pesar de esa petición atrevida y su respuesta rotunda, ella insistía. No sabía qué hacer.
—Vamos sólo serán unas horas —la actitud de ella no era alegre o emocionada y mucho menos inocente.
La tentación era grande había dormido solo en el castillo desde años y años atrás, esa jovencita que ya no era una niña le insistía y claro que sabía qué hacer.
Levantó la mirada altiva hacia la puerta y al rededor para asegurarse que nadie estuviera escondido o presenciando aquello.
—¿Qué le sucede, Granger? He dicho que no —a pesar de la indicación no se soltó de su suave agarre. La chica insistía una y otra vez.
—Vamos, sólo quiero dormir —insistió Granger.
Su estudiante era una adulta y se estaba pasando de la raya y sin embargo sabía que por más que explicara con palitos y bolitas, no le iba a entender. Estaba dispuesta a conseguir que él cediera aunque no supiera para qué.
—Voy a malinterpretar su petición, le advierto, más vale que pare —su tono de voz salió grave y gruesa y finalmente se dejó.
El mayor apretó los labios en gesto de afirmación que acompañó con una pequeña venia, accedió a la fuerza de de su joven ser hasta dejarse introducir en la acción. Le siguió los pasos sin soltarse.
Estaba curioso, adelantándose a las posibilidades o a lo que la estudiante pensaba.
La chica lo jaló hasta las pequeñas escaleras donde estaba el atrio o balcón para el profesor, pasó la puerta y entonces sus ojos caramelos encontraron un ambiente ordenado con muchos libreros llenos de títulos, una cama amplia y cubrecamas decentes como las que tenían todos los estudiantes sólo que con escudos verdes.
—Sí, lo sabía, esto es agradable y cómodo —la chica sonrió satisfecha de encontrar y ver el lugar de Snape, algo que antes sólo había visto en su habitación.
Al ser una niña pensaba que estaba llena de sangre de rana o apestando a limón, simplemente un lugar de terror.
Y Snape miró al rededor intentando no fijar su mirada en su delicadeza para no estar tentado a que su mente le dibuje situaciones atrevidas, no de su parte sino nacidas de la cabeza de la chica.
—El joven Malfoy va a buscarla —Se sintió obligado a recordarle ese detalle a su estudiante.
—Entonces que sepa que estoy con usted, comprenderá de inmediato que quise dormir en una cama en vez de en el suelo y junto a él.
¡Lo sabía, después de todo no era tan valiente! Se dijo Snape. O quizá me desvié.
*
El profesor hizo toda su rutina de sueño.
Se quitó el levita parado frente al principio de la cama, se quitó los pantalones exponiendo un bóxer azul oscuro, los zapatos y las calcetas. Finalmente se quitó la camisa como si esta fuera una amplia playera de mangas largas por la cabeza, después apagó las lámparas que se encendieron automáticamente cuando habían ingresado
Cruzó sus brazos mostrando lo fibroso y fuerte y sobre todo alto que se veía.
Amarró sus cabellos y la miró.
Hermione vio cómo este hombre le expuso su piel sin sentir un ápice de vergüenza.
—Uy, habían músculos debajo de ese traje negro eh —no fue maliciosa sino que quiso sonar un poco divertida —Eh… Muy bien —no supo qué más decir que sonara apropiado—, no está nada mal, profesor, es más diría lo contrario…
El mago se sentó y subió sus pies hasta cubrirse hasta los muslos.
—Cállese y ya duerma —le ordenó sin tener interés de seguirle cualquier cosa que ese piroso quiso decir. Se quedó semisentado y finalmente empezó a leer.
Hermione asintió.
Lo sabía, después de todo es un hombre correcto y además acostumbrado al frío. Se dijo en la mente. Hubiera estado bien un poco de acción que mejore la impresión que me dio Ron.
Aún de pie se quitó la capa un instante porque no podía dormir con el suéter, quiso también quitarse la falda escolar pero había olvidado su short deportivo, entonces se quedó con ella aunque fuera muy incómodo se sentía muy agotada.
Snape vio de soslayo cómo esa joven terminó en un vividí blanco, su falda escolar y unas calcetas, no era que quería aprovechar que estaba cerca sino que debía asegurarse no tener una tentación aún más grande a su lado en fin.
Pasó saliva resignado porque era tarde su mente estaba invadida de besos, caricias y placer.
Después de que se había puesto la capa de nuevo, se metió junto a él para abrigarse con las sábanas hasta el pecho y unos minutos después de que la oscuridad invadió el ambiente, se durmió.
Snape pensó que podría infundir un sueño profundo y perturbable fácilmente con el hechizo legerement, uno donde ella sienta miedo y sea atrapada por él a fuerzas irresistibles de deseo pero no, al di al se arrepintió.
Primero me reta, luego se duerme, esta joven es fascinante, Snape.
—–Flash back—–
—¿Cómo está él? —su voz sonaba nerviosa hasta el punto de mostrar preocupación.
—Lo tienen en observación —contestó el médico.
Ella volteó a verlo sobre esa camilla sin recibir nada más que suero. Snape sintió su atención.
—¡No lo he traído para que muera! ¡Él es profesor de Hogwarts y necesita urgente atención médica! Por favor no dejen que muera —Gritó.
—Es Severus Snape, es un traidor —el doctor repetía lo de la gente del ministerio le indicó.
—¡Pues si nadie lo quiere atender me lo llevo yo! —gritó eso muy fuerte y con valentía forcejeó hasta llegar a él y tocarle el pecho, se dio cuenta que sangraba, sangraba y hervía de fiebre —¡Auxilio, es mi profesor, atiéndanlo por favor! ¡Auxilio, necesito un médico!… Por favor, se va a morir —su tierna voz se apagaba con dolor.
Snape pensó que quizá Harry ya le había mostrado, se sorprendía de su insistencia.
La estudiante rompió un bezoar en la boca del mago y lo exprimió con magia para que tener más tiempo, para eso debió mover un poco el aparato que le sujetaba la frente.
Una doctora que escuchó los gritos llegó corriendo y lo atendió.
—¿Quién es? —le habló a la chica.
—Es mi profesor, su nombre es Severus Snape y fue atacado por una serpiente venenosa. Necesito encargarlo con alguien porque debo regresar a la escuela —se escuchaba desesperada.
—Sí claro, lo atenderé ahora mismo —después de que la enfermera le habló, él dejó de sentir el peso de su joven mano en su pecho.
Estaba conciente pero no podía moverse ni abrir los ojos, la escuchó, escuchó su sincera preocupación y nerviosismo y sobre todo la insistencia para que lo atiendan a pesar que la orden era dejar al último a los mortífagos.
Sentía mucho dolor, tanto que volvió a desmayar y esa máscara que le habían puesto sobre la cara para que no mueva el cuello, se enfrió.
—–Fin flash Back——
El pocionista tomó su varita para colocarse la ropa de dormir, ella no había sido tan atrevida como presumía por lo que en un intento de desanimar a la joven hasta ese punto, había estado bien.
Lo de dormir desnudo no era concebible ni si quiera para él, congelaría cada parte de su cuerpo.
***
Una hora después Malfoy traía algunas peras y manzanas en dos bolsitas de tela.
Al no ver a la chica, se preocupó. Se acercó a la puerta del profesor y con cuidado golpeó con tres toques de sus nudillos.
Snape abrió después del segundo llamado.
—¿Qué sucede? —contestó con gravedad, parecía haber susurrado.
—¿Dónde está Granger? Le he traído algo de comer.
—Duerme profundamente, debe ser la estudiante más cansada en todo el castillo —escupió eso último con una idea firme en la cabeza.
Draco observó a la chica arropada en la cama de Snape.
—¿Se quedará en tu cama? —le daba curiosidad. Ni si quiera se había cuestionado por qué Hermione Granger estaba ahí.
—Así es, ella misma me lo pidió —quiso acabar la conversación.
—Y ¿Puedo estar con ustedes?
—¡Por su puesto, bienvenido a la posada Snape! —el mayor abrió la puerta y saco aire de la nariz cansado de todo lo que ocurría repitiéndose una y otra vez que pronto ya no los vería o mejor, ya no les escucharía.
Draco no entendió sus formas otra vez.
—Dormirás en la alfombra —sugirió Snape.
La rubia cabeza de Malfoy recordó a Luna con rostro y manos de frío entonces retrocedido en su acción y se giró para salir de nuevo.
—Ahora que lo pienso mejor voy a dormir aquí afuera —dijo veloz.
Snape asintió y luego cerró la puerta.
Llegó hasta su cama, se acomodó debajo de las cubrecamas y se quedó profundamente dormido.
*
Su reloj interno le hizo despertar cerca de las cinco y media de la mañana, ahora podía dormir más así que aprovechaba. Al abrir los ojos y respirar un aroma dulce cerca de él, se distrajo al ver el rostro de esa joven e inteligente mujer.
Se va, quizá ya no tendrás otra oportunidad. Se habló para aterrizar.
Su observar pasó a contemplar los rasgos delicados y las líneas de sus ojos, unas pestañas marrones que protegían esos pozos color caramelo oscuro. Sus cabellos rizos y abundantes con un control obvio por culpa de algún aceite natural, y finalmente su labios rosas con esa aparente suavidad y terciopelo que provocaba chocar y saborear, le encantó observar, no pasó de eso, ni si quiera imaginar más.
Es una joven ejemplar. Se dijo antes de sentarse ir al baño y meterse a bañar.
Y en lo que caía el agua sobre su espalda se dio permiso a aventurarse, nada le podía pasar y menos con ella, porque aunque no sabía nada de la joven sabía que Granger sería mil veces distinta y mejor a sus experiencias buenas y no hablaba de intimidad sino de sentirse completo y por otro lado alimentado en toda área intelectual y como añadidura presentía que sería excelente compañía pero tenía que averiguar lo que ella quería. Dudaba pero de lo que sí estaba seguro era que no podía ser en ese instante.
Aún sólo debía ser amable ya que en ese presentimiento de gustarle a la chica podía equivocarse.
*
Otra vez en el ambiente de la habitación se colocó una camisa blanca distinta a la de horas antes, vistió sus pantalones grises oscuros y se acompañó de su largo levita de profesor con el mismo color oscuro, con magia secó sus cabellos, lustró sus zapatos y planchó cada centímetro en su alto y delgado ser.
Al terminar regresó a sentarse a la cama y le habló.
—Granger ¿Ha decidido ir a Durmstrang?
—Eh… Sí —despertó de golpe por la grave voz de Snape. Aún atontada por el pesado sueño, movió sus labios para hacerle saber más —iré tres meses y luego regresaré.
—Muy bien, eso debe hacer —animó con energía aunque aún su voz sonó de cuidado.
Hermione se dio la vuelta y volvió a dormir.
Su profesor vio eso atento y no pudo evitar asomar una sonrisa de lado porque la situación era graciosa, cualquiera que no fuera ella, no dormiría bien en cama ajena pero esa joven había estado tan cansada que si la ponían sobre una piedra redonda aún se iba a dejar ir al país de las maravillas.
Que duerma un poco más, Albus. Se dijo en la mente. Debo empezar a preparar clases para el próximo ciclo.
Esas eran las espectaculares vacaciones del mayor.
Ouch, qué dolor. Se apretó la garganta con punzadas fuertes, sabía que con el tiempo ya no le iba a escocer.
Tenía un plan y era proponer asistencia de ayuda a ella mientras la joven cursara clases en Noruega.
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“Así, ¡oh conciencia!, de nosotros todos haces unos cobardes, y la ardiente resolución original decae al pálido mirar del pensamiento” — Shakespeare
*La duda, la inseguridad y el reflexionar demasiado las cosas hace que nuestros propósitos y voluntad de actuar mengüen hasta el punto de poder llegar a abandonar nuestra intención inicial.
Cap en edición…
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