El pelirrojo estaba celoso por su falta de comprensión, tenía miedo, se sentía seguro que si ella se iba, la novia conocería a alguien mejor.
Se acusaba de insuficiente, su amor era tan torpe que ni si quiera le había costado conquistarla, ella simplemente se acercó.
Así como le toma la mano un amigo a su amiga, así como se empieza una pieza en un gran salón, sólo compañía momentánea, una eterna costumbre, algo pasajero que no llegaría a ningún lado, de verdad quería gritar de preocupación y mal porque eso no exponía madurez sino todo lo contrario.
Los amores jóvenes son así, las promesas se hacen como bromas, sólo sonrisas, caricias que sobrepasan la fraternidad pero que se detienen por la inocencia y se manchan las pasiones que deberían ser mucho más intensas. Momentos íntimos tan torpes como los besos convertidos en pesadillas que reemplazan los sueños, suaves y románticos sueños que te hace sentir el indicado.
Hermione no tenía algo así con Ron, sueños, casi siempre al final del día habían discutido aunque sea una vez.
Sería olvidado rápido, no había nada para hacer, él sería el que siempre la viera sonreír y ser feliz pero con otro, no podía hacer nada sin ella, la necesitaba demasiado.
La quería con el alma y el corazón pero siempre su torpeza lo arruinaba.
*
Por otro lado ella, esa jovencita preocupada por dejar todo en orden se enteró que el profesor Horace hacía nivelación a Harry antes de partir, ahí su mejor amigo Wesley le hacía sombra junto a otros dos. Era su oportunidad de acercarse e intentar llegar a un punto medio, no quería acabar la relación si esta podía ser rescatable.
Pero el joven, otra vez se negó.
***
—Hermione, seguro que cambia de parecer —Harry era sutil al intentar pedir piedad para su amigo después de haberlos visto discutir.
—Es que tú no entiendes esto, nadie lo entiende, Harry, Ron de verdad es tan tonto cuando se porta así, sólo me dan más ganas de dejarlo… Es como un estorbo, no me deja avanzar, no me deja escribir y ahora no me deja estudiar ¡Lo detesto con todas mis fuerzas cuando se pone así!.. —Con tu permiso iré a dejar mi última tarea y carta de recomendación con el profesor Snape.
El lentudo apretaba los labios y la veía incómoda mientras cruzaba sus brazos.
—Sí, ve —no le quedó de otra que seguirle la corriente.
**
No había momento más difícil que romper una relación aunque harta de lo mismo por algunos meses, sintió como si una mochila enorme cayera desde sus hombros hasta rebotar y perderse por sus pies, se quedaron atrás todos esos momentos de impotencia ya no podía retroceder aunque se le salieran los intestinos por extrañarlo.
Miró el reloj de su muñeca, uno de arena mágica con cuerdas de color negro, vió que ahora seguía otro hombre terrible, uno más antes de irse de ahí, del espectacular castillo en ruinas.
Al pasar a su despacho no lo encontró así que fue hasta donde usualmente podía estar, el almacén ya que el mago siempre ordenaba al comienzo del día y al término del anochecer.
*
Draco Malfoy se dirigía hacia las mazmorras, ocioso porque ya no tenía nada que hacer, hizo sus pasos primero hasta el gran salón pero al no encontrar a quién molestar tomó una manzana de la mesa y bajó.
El camino al final del largo pasillo estaba ahí, una puerta inclinada que se desviaba levemente hacia abajo con magia porque el otro lado que usualmente todos usaban se había inundado con agua del lago por las terribles precipitaciones y aguaceros que atacaban con fuerza la construcción.
El rubio inteligente no se dio cuenta que la puerta se sostenía abierta con una esponja amarilla, así que al atravesar el portal jaló el manubrio para que la puerta se junte despacio sin embargo esta se cerró fuerte por la gravedad haciendo un ruido seco.
—Cielos ¡Qué escándalo!.. No me voy a volver a ensuciar las manos —el chico pensaba en esperar a otro estudiante para que gire el manubrio y así poder salir e ir a dormir. Todavía era temprano y tenía tiempo para molestar a su Profesor padrino.
*
Mientras tanto afuera del almacén había una chica despistada que iba y venía sin parar a punto de acabar la paciencia de su profesor.
La alumna Luna Lovegood empezaba a poner nervioso al pocionista de el cual la veía cruzar y cruzar de un lado a otro quién sabe qué haciendo o por mandato de quién.
Empezaba a sacar humo de las narices, aquello le provocaba descontrol, imaginaba en su mente un sólo castigo, deshacerse de esos locos chiquillos antes de que despejaran el castillo, podía inventar un accidente o quizá esconder los cuerpos al amanecer.
Harto de la situación bajó despacio la escalera angosta de madera con las últimas reservas de tranquilidad del día, se arregló las mangas hasta atravesar el marco de la puerta contando hacia atrás del siete al tres hasta que estuvo listo para lanzar un hechizo simple. Empuñó su varita y entonces vio a su alumna Granger aparecer al principio de donde empezaba el corredor.
—Luna ¿Qué tanto haces arrodillada en el suelo, es un castigo de Snape? —la chica no había visto al mago que al escucharla frunció el ceño y se enojó.
—Hermione cómo estás, estoy buscando unos bebés de duendes rojos, se les han escapado a sus padres y les estoy ayudando a que regresen al nido —su característica voz explicó con ternura sin perder de vista el piso.
El brujo, atento a esas palabras, dio unos pasos a un lado se irguió soberbio y habló.
—Señorita Granger ¿Qué la trae por aquí? —fingió amabilidad por esa alumna arrodillada en el piso frente a su puerta. Lovegood era más perceptiva que otros y era capaz de exponerlo ante cualquiera.
—Ah, señor, no lo vi, es que traigo mi carta de dirección y quería ver si me firmaba la recomendación… La profesora Minerva me dijo… Eh ¡Por favor! Es que lo necesito —se tensó el ambiente, había acusado al profesor de tener a Luna así en primera instancia y ahora lo molestaba con algo tan superficial, rogaba que el mago no dijera nada y firmase sin regañar.
Snape asintió.
—¿Pluma? —soltó recto y cortante.
—Sí, sí, aquí traigo dos.
Snape la acusó con la mirada sin dejar de perder el ceño molesto, le quitó el pergamino de las manos pedido en su mente y la imagen de la chica esa tarde de lluvia donde se acercó y se atrevió a hablarle sola por primera vez, a pesar que él por un buen tiempo había permanecido en silencio. Hizo un hechizo simple para hacer flotar el objeto y este empezó a escribir, exponía ese porte elegante como si fuera la mano de él.
Hermione se quedó asombrada porque había visto plumas que ya estaban hechizadas, mas no una simple pluma escolar escribiendo sobre el papel.
¡Llamativo definitivamente! Pensó Granger.
—Listo, puede irse —miró a ambas chicas y subió su tono con autoridad —Ambas, largo de aquí, ya casi es hora de vigilancia.
Hermione asintió, se acercó a Luna para ayudarla a ponerse de pie, la rubia por otro lado estaba desesperada en encontrar a esos bebés rojos, se resistía ante la insistencia de su amiga en ponerse de pie.
Snape rugió segundos después viendo los cabellos ridículos y rubios que se arrastraban por buscar sin parar donde no le llamaban.
Levantó la varita y espetó.
—Accio Duendes rojos —el método no debería ser usado en seres vivos por lo que ambas alumnas gritaron “Bárbaro” en sus cabezas y más por por ver los pies sujetos de esos seres vivientes retorcerse de dolor.
Los pequeños estaban en su gran mano derecha, llorando a mares.
—¡Ay no, los puede lastimar! —Lovegood se sentía mal por ellos.
Hermione bajó la cabeza porque se había prometido no responder otra vez a Snape.
*
Caminaron hasta el pasillo que cruzaba, se dirigían al salón de Horace para así poder avisar a Ginny y Parvati que irían de camino a sus habitaciones.
Y al acercarse hasta la puerta una voz soberbia y joven les llamó.
—Hola Granger, supe que tu novio te terminó.
Hermione lo ignoró.
—Vamos Granger, ahora puedes ser mi novia y saber al fin qué es estar con un verdadero hombre —se acercó mucho a ella hasta encontrarse frente a sus ojos e interrumpir sus pasos.
La chica negó.
—No, no quiero, las cosas se arreglarán con Ron. Y si por algún motivo no pasa nada, prefiero no aventurarme a una “Seria relación contigo” —señaló eso con exageración ya que Malfoy llevaba un par de días molestándola con ese tema.
—Me gustas, así como Luna, me gusta también Parvati e incluso Wesley —soltó con descaro.
—Vaya ¡Qué alentador!
—Vamos, todas ustedes son chicas lindas, podría tener tiempo para todas ese tiempo que sus novios no le dedican e incluso sería la primera vez que cualquiera de ustedes salga con un caballero tan distinguido y de buen vestir como yo.
La chica rodó los ojos.
—Draco, sabes que lo haces sólo para molestar, Pansy acaba de terminar tu relación hace un mes y ahora buscas un conejillo para tus planes —lo señaló y cruzó sus brazos frente a esos ojos claros atentos —No harás que me enoje, así que ve a otro lado a molestar.
—Como usted ordene señorita próxima novia mía —exageró en pronunciación.
—¡Sal de acá, payaso! —se rió con burla. Hermione sabía que lo hacía para hacer que ría.
Unos dos meses antes el rubio se había acercado a ella a pedir perdón, su relación empezaba a ser amical y fraterna no habían sostenido rencores entre los dos, había sido bastante de atacarse desde el principio del año de recuperación.
Draco sonrió,se acercó a ella con rostro divertido y la abrazó.
—Siento lo de Ron —apretó los labios decepcionado por ella, se lo dijo en el oído—, se venía venir… Insisto, si de verdad quisieras intentarlo conmigo sabes que puedes ir a burcarme, podemos comenzar siendo buenos amigos. Mira, podré llevarte a pasear en carroza hasta Londres y salir juntos de un concierto de ópera o si quieres podrás aburrirme en uno de tus museos favoritos de todo Europa.
La chica se sonrojó, se giró y lo abrazó. Draco la recibió para apretarla a su pecho porque sabía que estaba sufriendo a pesar de todos esos problemas que le comentó en cartas hace dos semanas y las bromas que ahora hacía para animarla.
—Gracias, estás un poco loco pero empiezas a caerme bien —le dijo la chica quebrando un poco su corazón.
Draco Renegó:
—Ese bobo me da coraje, necesita una buena patada en la canilla, te digo que deberías ser más agresiva con él y te lo juro que vas a tenerlo comiendo de tus manos.
La chica sonrió a pesar de la tristeza. Definitivamente había un contraste alto entre los dos, Draco no era más maduro que Ron sin embargo a pesar de todo era buen compañero y se esforzaba por ser bueno ya que lo demás no lo fingía porque a él le habían enseñado desde chico a ser un caballero.
—No le voy a pegar ¿Cómo crees? —mientras explicaba al rubio, un grupo de chicos aparecía por la puerta del salón eran sus fieles amigos y una remolacha oxidada llamada Ron.
—Te lo juro, mi mamá a veces patea a mi papá y este hasta ahora le escribe cartas de amor… —Draco interrumpió y se puso delante de ella para que Ron no vea que estaba llorando.
—Hola chicos —soltó el rubio intentando acercarse al grupo, algo que no había pasado antes.
—Buenas noches Malfoy —dijo entre dientes el lentudo y las chicas a su lado lo acompañaron.
Hermione después de limpiarse bien salió de lado derecho de Draco el cual al tenerla a su lado, la abrazó con uno de sus fideos que tenía como extremidad superior.
Ginny pensó que sería buena idea exponer su hambre así que habló.
—Una carne asada con papas fritas, la profesora Minerva dijo que los que querían podían ir y repetir.
Todos voltearon a ver a Ginny, la chica que comía y comía y no engordaba, querían maldecirla aunque sabían bien que era por el entrenador, el entrenador que ahora se encargaba del equipo de las chicas en Gryffindor.
—Yo diría que vayamos por esa carne y un poco de vino —Harry le sonrió a su novia.
Draco interrumpió porque supo que ninguno de los que estaba le prestaba atención.
—¿Quieres comer carne? —le preguntó a la chica cerca de su oído.
—No, no tengo hambre de carne, quizá pueda ser pollo, es que nadie de los que está aquí, comió —A dos metros de sus amigos le respondió al rubio mientras que Luna seguía en el piso porque uno de los duendes se escapó.
Draco abrió los ojos haciendo un gesto gracioso y besó en la mejilla a Hermione cuando el pelirrojo lo observaba.
—Ven, acompáñame Granger voy con mi padrino y luego te llevo al comedor.
—Son casi las nueve, la cena terminó —dijo Hermione.
—No importa, señorita, yo mismo le diré a la directora para ir por algo a la cocina y arreglamos una cena de dos en tu sala común.
Hermione vio a su grupo de amigos distraidos con Harry ignorando a Draco de forma espectacular así que aceptó.
—Está bien pero nada de travesuras porque nos mata y la verdad no quiero incomodar al profesor —se acordó de algo en ese instante—, ¡Merlín su capa! Es cierto me la olvidé…
—Ya vamos que son unos groseros —le sacó la lengua a los chicos sin perder rostro serio, puso puchero a Hermione y esta sonrió.
Ambos caminaron de regreso al almacén y ahí encontraron en la misma pose al profesor.
—Está ocupado, mejor vámonos —dijo despacio antes de entrar, caminaba detrás del Sly y no porque él mandara sino por temor.
—No pasa nada, es un buen chico —Se refería al profesor— ¿En qué estará ese oscuro ser gallardo? —Draco añadió con cara maliciosa y frotando sus manos mientras ponía cejas de loco.
Snape alerta, se giró y lo captó en esas poses de demente.
—¿Qué le pasa, señor Malfoy, acaso le está dando un derrame? —su voz pausada le causó risa a Hermione pero se aguantó aunque debió girar un poquito para que no lo noten.
—No, profesor vine a visitarle y ofrecerle algo de comer ¿Qué quiere que le traiga? porque iré a la cocina con Hermione.
Snape miró a la chica, sus notorias ganas de huir.
—¿El señor Malfoy la tiene como prisionera? —le habló con odioso tono.
Ella negó y dijo:
—Es mi amigo, nuevo amigo —su voz sonó sincera y Draco asintió con repentino orgullo estirando la tela de su abrigo Slytherin.
Snape rodó los ojos y volvió a lo suyo, ordenaba pequeños brotes secos de frijol chino en cajitas pequeñas y oscuras, no se les notaba el color para Hermione parecían verde o azul.
—Yo estoy bien, señores, pueden irse —los largó rápido, tenía muchas ganas de estar solo y dormir por varias horas seguidas.
Hermione quiso recordarle de su capa.
—Ah, señor… —comenzó insegura pero no terminó.
—No se moleste, luego la recuperaré —ni la miró. El mago estaba siempre tan adelantado a todo por esa habilidad mágica en él de leer a las personas.
Draco tomó de la cintura a su amiga y luego le dio un pequeño empujoncito en la espalda para que siga el camino derecho hasta el pasillo, él a medio centímetro de la chica siguió sus pasos hasta que se perdieron de la vista del profesor.
—Siempre de mal humor, ¡Agg! necesita un buen polvo —soltó eso sin pensar que había sonado simple—, quise decir que le hace falta una buena mujer o al menos distraerse. Miró a la chica y sonrió.
—Sí entendí —aclaró.
Fueron despacio por los corredores abiertos y al llegar a unos metros de la puerta por donde saldrían vieron al grupo de amigos de Hermione confundidos, atorados y sin intención de moverse de la puerta.
—¿Quién cerró la puerta? —dijo Ron.
Y Draco se asustó, quiso involucrarse intentando despistar a todos con su participación.
—¿Qué sucede? —dijo al aire manteniendo seriedad.
—Pasa que un genio cerró la puerta y seguro ese menso fuiste tú, Draquito —Harry le decía así.
—Pero yo estaba aquí desde hace rato —pensó rápido— entré casi con Luna que buscaba sus animalillos verdes.
—Duendes Rojos —soltó Luna, de mejor ánimo. Aún en el suelo aunque está vez jugando con sus amigos.
Hermione pensó.
—Sí, Luna ya estaba aquí cuando bajé, pero eso no significa que fui yo, si no me equivoco fui la última.
Draco pasó saliva.
—¿Y por qué no la abren? —Draco se defendió.
—Porque está sellado del otro lado y por eso es que esta esponja y el letrero decía que mantengamos la puerta abierta por la inundación, ya que si vuelve a llover esta madrugada habría una posibilidad del noventa y cinco por ciento de morir ahogados —Harry exageró.
—¡Ay no qué feo, ahogado no! —hizo cara de asco, miró a Hermione y añadió —Pidamos ayuda al profesor Snape.
—¡Qué gran idea, pues pídeselo tú! —la pelirroja no se llevaba bien con Malfoy—, a nosotros no nos dirige la palabra, todas sus clases desde que salió de San Mungo no han sido dictadas —Ginny se enojó.
—No pasa nada, yo se lo diré —miró a Hermione otra vez —¿Me acompañas?
—Sí —no le quedaba otra que seguir al rubio, de todas formas no quería estar cerca de Ron.
*
Otra vez frente al almacén, dieron pasos inseguros para tocar la puerta pero Snape se adelantó, la abrió y la cerró atrás de él.
—¿Qué se les perdió? Todo terminó, ya no tengo que verles la cara —por su puesto que quería ver lejos a esos jóvenes.
Hermione apretó los párpados pensando que era seguro el aumento de su mal humor al mago no le iba a gustar nada que le dijeran que la puerta se cerró.
—Profesor es que la puerta se cerró, la puerta hacia el piso de arriba y nadie puede salir —Draco enseñó los dientes en síntoma de temor.
—¡Qué pena! —siguió los pasos hasta su despacho y los chicos intentaron alcanzarlo
—Profesor ¿Qué haremos? —Hermione insistió.
—Más les vale haber traído su último traje de baño… Y ojalá sepan nadar… —no le interesaba la vida de los jóvenes, aunque por las reglas de protección a los estudiantes sabía muy en el fondo que debía hacer algo, podía divertirse un poco antes de que a primera hora abrieran la puerta otra vez.
Draco encogió los hombros y miró a su compañera.
—¿Tú sabes? —se puso nervioso, el muchacho hablaba de nadar.
—No, la verdad no —la chica se preocupó, Malfoy pudo verlo en sus ojos así que de inmediato cambió su actitud a una mejor.
—No te preocupes, yo te voy a cuidar.
Hermione negó incrédula, cruzó sus brazos, rodó los ojos y luego se sonrojó otra vez.
—Gracias, ya me siento más tranquila —ella sabía que podía hacer algo por ella misma si en caso ocurría un accidente así que se tranquilizó.
Siguieron a Snape porque sabían que el mago entraría en el aula y cerraría la puerta hasta que se le ocurriera una solución.
Snape no estaba preocupado porque aunque la inundación se agravara el agua no podía subir tanto y al no encontrar a los chicos, Minerva traerías sus narices para saber qué pasó.
—¿Qué quieren? —se sentó en el escritorio sin mirarlos.
—Vamos a estar cerca por si acaso —Draco añadió.
Se movió para traer dos sillas cerca del escritorio del profesor, invitó a su compañera a que se siente y luego él a su izquierda con cuidado de no crear molestos ruidos.
—Si hacen escándalo les arrancaré sus preciosas gargantas —Snape dijo eso como si fuera cualquier cosa y la jovencita se tocó.
Apretó su garganta un momento y le pidió a Draco guardar silencio.
Él asintió.
Justo después un grupo de chicos campantes, invadieron ese prestigioso salón.
Y entonces la luz se fue por completo.
La causa era el oxígeno ya que de lado de las Mazmorras donde estaba la inundación estaba el paso de la mayoría de corrientes de aire a los ambientes y aulas.
La castaña tembló, se puso de pie rápido y escuchó la voz de su amiga rubia gritar como si se la quisiera llevar el diablo.
—¡Es la muerte, acaba de entrar!
Escuchar su voz de loca a todo pulmón hizo que más de uno aguantase el no ensuciar sus interiores. Fue escalofriante, un escándalo y más porque sabían que Luna tenía habilidad para esas cosas misteriosas y oscuras relacionadas con la muerte.
Hermione retrocedió más hasta chocar con el pecho de Draco aunque no había notado que este era aún más alto de lo que pensó.
Él la sujetó fuerte para tranquilizarla ya que el grito siguió, todos estaba desconcertados pero el miedo que se había metido por culpa de Luna a muchos los invadió hasta el punto de subir o bajar su presión, sobre todo a ella, la hizo sentir indispuesta hasta que un mareo la tumbó.
La chica dobló débil sus rodillas unos instantes, su peso lo sostuvo el Slytherin hasta que sola se restableció. Se sostuvo mejor de las ropas del mago y cuando se sintió mejor le habló:
—Muchas gracias ¡Ay Merlín ya me duele la cabeza! —subió sus manos hasta las mejillas del chico para que sintiera lo fría que se había puesto por culpa de esa chica —Luna me mata de miedo, gracias por sostenerme, juro que por esto te daré una oportunidad, brujo.
Se acercó a su boca y lo besó.
El mago recibió sus labios unos segundos sin saber qué hacer hasta que cedió a sus instintos masculinos,
Era un beso de agradecimiento, no tan intenso pero suficiente para calmar su ansiedad y preguntarse ¿Qué pasó? porque le gustó.
Ella lo soltó y lo tomó de la mano y al cabo de unos segundos se soltó para intentar ir por Luna y que deje de hablar. El estómago parecía convertirse en montaña rusa, no había sentido esa gran sensación antes ni nunca, Viktor, Alonso o Ron.
*
La luz se restableció después de dejar la puerta abierta por unos minutos
Todos encontraron su rincón en ese amplio y mejorado salón.
Snape seguía en su escritorio y Draco y Hermione al lado del otro acostados en el atrio del profesor comiéndose unas pasas dulces de una bolsita que estaba en el bolsillo de la chica que en el desayuno había sacado del gran comedor.
—Eres un buen besador —susurró jugando con él a lanzar las pasas al otro.
—Bromeas ni si quiera lo sabes —él decía la verdad, Hermione no había probado sus labios pero podía pensar que se lo habían contado a la chica, quizá Pansy a la que ahora no extrañaba tanto.
Ella sintió que presumía y lo golpeó.
—Sí señor humilde.
Ron veía todo enojado, sabía que ella hacía caso a Malfoy para incomodar su corazón.
Por otro lado nadie se había dado cuenta que ella había dado un beso a otro mago.
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“Ser o no ser, esa es la cuestión” — Shakespeare
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